{ Pasado || Kai Puño Rojo } Las palabras del viento

Otro trago más. Loguetown, la isla donde todo había comenzado, estaba como de costumbre: repleta de personas que o bien vivían allí o bien querían embarcarse en una aventura por los mares. No eran uno, ni dos, ni tres los que habían iniciado su travesía en aquel lugar, por ello había marines rasos (inclusive marines de un rango más alto) por toda la isla. Me hallaba en un bar situado en la plaza de la isla, bebiendo y pensando en la vida que llevaba. – Pronto tendré que volver a Water Seven. No querrán que pase mucho tiempo a fuera, sin duda… Tras la muerte de mis progenitores y hermanos no me quedaba nadie, sin embargo, una de las familias que conocíamos se hizo cargo de mí a cambio de pagar mis cuidados sirviéndoles como mayordomo. No eran tan duros y la paga no era tan mala, podría vivir toda la vida así o… - El deseo de poder me corrompe por dentro. Tendré mi venganza tarde o temprano, nadie más tendrá que defenderme ni mis manos se mancharán de sangre que no es mía. Sí, lo había decidido hacía mucho y ya no había vuelta atrás: me lanzaría a la mar en busca de poder y fama.

El tabernero se detuvo delante de mí, alisándose el mostacho con la yema de los dedos índice y pulgar. Sonrió. - ¿Otra ronda más, señor? Preguntó. Asentí con al cabeza, entregándole el vaso vacío. Se suponía que mi presencia allí se debía a un recado que debía de realizar, pero aún no había entregado nada de lo que se me había pedido… debía de darme prisa. - ¿Sabe que? Mejor déjelo para otro día. Tome su dinero. Dije mientras me levantaba y dejaba sobre la mesa unas cuantas monedas. El hombre asintió y se despidió. Metí mi mano al interior del traje negro y tomé un puro el cual encendí con un zippo plateado. Le di una calada al puro y exhalé el humo. – Bueno, pues vayamos a la casa de este señor… y empecé a caminar.

Alguien silbaba una canción por las calles de Loguetown. Una canción lenta y solemne, aunque el joven lo hacía con entusiasmo. El que lo silbaba era un chico que debía andar cerca de los veinte años, alto, de pelo oscuro, largo y revuelto. Iba vestido con un traje de artista marcial blanco, con la parte superior abierta y el torso al aire. A pesar de su juventud, su cuerpo era bastante musculoso, y mostraba ya algunas cicatrices de batalla. Caminaba con aire despreocupado, con ambas manos entrecruzadas en su nuca. Por primera vez en meses, había salido de la isla del Sokudan. Hazon-sensei tenía asuntos que resolver en Loguetown, y se lo había llevado consigo para que visitase a su senpai en el cuartel, y para que descansara de su entrenamiento por unos días. Estaba muy feliz de poder ver a Karl, y estaba deseando mostrarle las técnicas nuevas que había desarrollado. Ensimismado en sus propios pensamientos, no se dio cuenta de por dónde iba y tropezó con alguien.

- ¡Uff!

Retrocedió un paso y agitó los brazos para recuperar el equilibrio. Algo aturdido, buscó con la mirada con qué había tropezado. Pasado el aturdimiento inicial comenzó a sentirse molesto, sin reparar en que era culpa suya. Se fijó en que había sido con otro chico, uno de pelo negro y corto. Frunció el ceño y se ajustó la ropa, enfadado. Parecía que aquel tipo no sabía cómo caminar por la calle... ¿o tal vez iba buscándose problemas? Sí, tal vez fuese eso. En ese caso, tendría que enseñarle a caminar y de paso complacerle con una buena paliza. Con una pose amenazante, se crujió los nudillos y el cuello y se quedó mirando al chico.

- ¿A caso buscas problemas? - le espetó.

Seguía caminando mientras fumaba. El plan era recoger el recado de la casa de aquél señor y tomar un barco que me llevara de nuevo a Water Seven… pero obviamente, las cosas nunca salen tal y como tú esperas. Mientras caminaba, alguien se tropezó contra él. Era un chico alto, de complexión atlética y de pelo negro. Lo miré de pies a cabeza, mientras le daba otra calada al puro y exhalaba humo. Mis gafas de cristal negro relucían a la luz del sol, dándome una pinta un poco… intimidante, quizá. – No busco problemas, no. Respondí. Una calada más. – De hecho, es culpa tuya por ir caminando sin ver por donde vas. Sin embargo, no iba a consentir una actitud como aquella. No había vuelta atrás. Llevé mi mano al pomo de mi espada y la desenvainé, apuntando con el filo a mi enemigo. Estábamos a unos dos metros más o menos, la suficiente distancia como para hacer un movimiento que lograra dañarle. No pensé mucho en ello y con una rapidez felina corté el aire generando una onda de viento. La onda, de un metro de alto y ancho, avanzaría hacia el enemigo para intentar dañarle.

Tras ello, retrocedí un par de pasos más con la espada por delante de mí por si el enemigo realizaba alguna ofensiva. No tenía ni idea de quién era o de por qué se había enfadado así pero poco me importaba ya. Incluso podría ser uno de esos “bandidos” que tenían la lengua demasiado larga y a la mínima acción se lanzaban al ataque.

El otro le respondió de manera bastante chulesca. Kai observó sus gafas. Eran bonitas... sería una pena que alguien se las destrozara de un puñetazo. Parecía que había logrado provocar a su rival. Bien... con un par de bravuconadas más tal vez lograría enfadarlo y que se decidiera a combatir. Lo observó con cautela. Ignoró su aspecto en general y buscó pistas sobre su estilo de lucha. No tardó en fijarse en la espada ropera que llevaba al cinto. Sin ninguna otra provocación previa, el tipo desenvainó y trazó un velocísimo corte. Una onda cortante avanzó hacia el luchador, que apenas pudo reaccionar cubriéndose con los brazos colocados en cruz. El choque lo mandó volando hacia atrás, con un feo corte en el brazo derecho. Cayó de espaldas, algo aturdido, pero rápidamente se levantó. Estaba sorprendido de que le hubiese atacado sin más, pero no molesto por ello. Esbozó una feroz sonrisa y se colocó en guardia.

- Buen golpe... ¿pretendías arañarme? - dijo, con una carcajada - No, ahora en serio. Veo que no eres ningún cobardica, si no un hombre de acción. Me gusta tu estilo.

Ensanchó su sonrisa y se dispuso a cargar, observando antes con cuidado al joven. Kai era así, un amante de la lucha. Aunque su actitud inicial hubiese sido osca y provocativa, no consideraba al otro un enemigo, si no otro rival más. Aun era posible que acabase invitándolo a una cerveza tras el combate y todo. Entrechocó su puño derecho con la palma izquierda y observó la guardia de su rival. Tenía que hacer algo con esa espada si no quería quedarse empalado contra ella en el intento de atacarle. Siempre le quedaba la opción de agarrarla lesionándose una mano en el proceso, pero era pronto para intentar un movimiento como aquel. Prefirió no emplear ninguna de sus técnicas especiales; aquello era una pelea callejera, no un duelo a muerte. Tras observar el terreno, se puso en posición de carga y se preparó:

- Sokudan Move... ¡Shadow!

Comenzó a esprintarhacia él a gran velocidad, con los ojos fijos en su rival. No parecía que tuviese intención de frenarse, como si tuviese intención de inmolarse contra la espada. Y cuando estuvo a medio metro escaso del rango de la espada, se frenó, se tiró a un lado hacia un puesto de frutas y agarró una manzana al grito de "¡se la pagaré más tarde!" Lanzó al momento la fruta hacia la cabeza del joven, tras lo cual se tiró hacia él dando una voltereta por el suelo para pasar por debajo de la hoja. Se levantó de golpe, aprovechando el impulso para lanzarle un potente derechazo ascendente hacia el mentón.

- Ascending Dragon!