{Privado | Dark, Kai} No es tan tópico como parece.

Un gran haz de luz recorrió todo el oscuro cielo en millonésimas de segundo, como si se tratara de una famosa estrella fugaz. Pero a pesar de mantener del mito de ser algo inalcanzable, no era una estrella en sí lo que se desvanecía en el cielo. Era el moreno y su rumbo, descontrolado. Acabó en la ciudad de los nobles, o más bien más allá de varias casas que destrozó con los choques intentando frenar. Se levantó del suelo mientras observaba cómo se derrumbaba de forma lenta y sonora. "Ostia puta, es la quinta vez hoy. No siento dolor, pero mi cuerpo se siente extraño..." exclamó mientras su brazo bailoteaba y no le respondía bien. Se apoyó contra la pared y golpeó con fuerza su antebrazo para colocarse bien el hueso. "Solucionado." A pesar de la temeridad e imprudencia de aquellos actos, prosiguió su marcha para acercarse a la posada más cercana. No sabía dónde estaba ubicada la gran tortuga de su gremio, y a altas horas de la noche no merecía la pena molestarlos llamándoles por el transmisor. Le quedaba una larga noche en una mullida cama de posada harapienta. Las calles se encontraban totalmente vacías, cosa la cual no le extrañaba. No había estado nunca en esta isla, o más bien, no sabía en qué isla estaba.

Tras vagar sin rumbo por varias calles, observó que la única cosa a la que podía llamarse lugar para dormir era un callejón. ¿Por qué no habían sitios para dormir ahí? Ni que fuera una ciudad de pijos o ricos. Se sentó al fondo de la calle e iluminó su cuerpo para no pasar frío. Apoyó su cabeza tras soltar un gran bostezo y se quedó allí, dormido. No había caído en las consecuencias que tendría haber derrumbado varias casas, y todas las partes de su cuerpo que se encontraban dañadas, ya estaban una vez más regeneradas. Las ventajas de ser casi inmortal. Lo único que deseaba en aquel momento era descansar un buen rato. Tenía algo de sueño y aquel lugar era muy aburrido. Tal vez porque era de noche, pero una buena taberna y ver cómo se peleaban la muchedumbre siempre animaba la corta estancia por las islas. "¿Por qué cada estancia en una isla empieza por una taberna? Qué tópico." se preguntó hacia sí mismo, aliviado de no entrar en aquella cadena de islas y tabernas. Él estaba complacido con el callejón en el que estaba, y si intentaban atacarlo su cuerpo ya respondería automáticamente.

Un marine recorría las calles con una lámpara de papel de arroz. Iba vigilante y atento a todos los ruidos, mirando de un lado a otro. Se trataba de un joven muy alto, fuerte de cuerpo y ancho de espaldas, con el pelo largo y despeinado. Iba vestido con una chaqueta blanca de oficial, bajo la cual llevaba un chaleco abierto blanco, sandalias de madera y pantalones holgados. Miraba con suspicacia todos los rincones y revisaba las callejuelas. Estaba buscando a dos peligrosos asesinos en serie, los hermanos Leran. Eran dos tipos que se dedicaban a secuestrar y violar mujeres jóvenes, tras lo cual las mutilaban brutalmente y las mataban. Sin embargo, lo auténticamente peligroso de ellos es que eran asesinos entrenados muy fuertes, ex-agentes del CP. Se ofrecía 40.000.000 por la cabeza de cada uno. Y Kai estaba dispuesto a darles caza.

De repente escuchó un fuerte estruendo y se llevó el susto de su vida. Dio un grito y saltó en el aire, cayéndosele la lámpara. Maldijo cuando esta se apagó, y corrió en la dirección de la que había venido la explosión. Vio varias casas agujereadas en sucesión, como si algo hubiese caído del cielo atravesándolas. Corrió a lo largo de estas, buscando el punto de impacto. Finalmente encontró un cráter en el suelo, pero en este no había nada. Se aproximó y lo recorrió, buscando cualquier clase de pista. Humeaba y la piedra estaba cálida y ennegrecida, como si algo la hubiese quemado. "Qué raro... ¿qué habrá podido hacer algo así?" pensó. Sin ninguna pista que seguir, comenzó a recorrer las calles en busca de algún indicio de qué estaba ocurriendo allí.

Tras un rato, escuchó un ruido en un callejón. Se aproximó a este, sin asomar la cabeza, y escuchó en silencio mientras permanecía pegado a la pared. Efectivamente, había alguien allí. Barajó sus opciones. Podía entrar a saco y detener al que fuese, pero... estar en la calle no era ningún delito. Por otro lado, era una ciudad de nobles y ricos. Era raro y sospechoso que alguien estuviese en un callejón a esas horas. Más aun habiendo dos peligrosos asesinos sueltos y tras escucharse una explosión a pocas calles de distancia. Finalmente tomó la resolución de interrogar a quien fuera que estuviese allí. Tras un instante en el que se detuvo para activar su mantra por precaución, entró en el callejón con los brazos en posición para golpear, y su puño derecho brillando con intensidad con una luz rojiza.

- ¡¿Quién anda ahí?!

Su sospechoso, a quien pudo ver tirado en el suelo, era un hombre joven, varios años mayor que él. ¿Quién dormía en un callejón en una ciudad de nobles donde se expulsaba a los pobres y mendigos? Lo miró, extrañado. No era ninguno de los hermanos Leran, no coincidía con las fotos de los carteles. Además, los Leran no serían tan idiotas de ponerse a dormir en una esquina con toda la Marina de la isla tras su pista. Observó su rostro a la luz de su puño... conocía a aquel tipo. De hecho lo conocía por partida doble; había visto su nombre en los periódicos. Era Dark D. Satou, uno de los seis Señores de la Casa, o algo así. Un cazarrecompensas muy fuerte y famoso. ¿Es que alguien tan fuerte como él no tenía dinero para pagarse una posada? Más aun... aquel era el tipo que le había vencido cuatro años atrás, en la isla del Sokudan. Le había ofrecido a cambio un tazón de arroz, y habían cenado juntos.

- ¡Pero si eres tú! No esperaba volver a verte, y menos tirado en un callejón. He escuchado que eres un Kari no Ryoshu ahora. ¿Cómo es que estás durmiendo en un callejón? ¿No has oído las noticias? Dos peligrosos criminales andan sueltos por la ciudad.