Dexter vs Akagami [Reto]

condiciones:

vs

Turnos:
1.- Dexter
2.- Akagami

Número aleatorio (1,2) : 1

Isla: Õkyū mazushī

La isla es parcialmente redonda, recubierta por sus bordes u orillas por sistemas montañosos, teniendo solamente una playa en el lado este, y un gran canal lo suficientemente ancho como para que entre un navío, en el lado oeste. La playa se pierde en la vegetación, una selva tropical, y no hay caminos establecidos para llegar a ninguna parte. Tiene zonas pantanosas y fangosas por doquier, así como nidos de alimañas y depredadores varios. En el centro de la isla, brotando de su base un manantial de agua pura que crea el canal del lado oeste, que desemboca en el mar, se alza una elevación de terreno rocoso, y sobre ella, unas ruinas de contrucciones maya, derruida en un 30%.

Dexter aterrizó aquel día bajo la intensa luz del sol en Okyo Masuzi o como se llamara el sitio. Había pisado tierra por fin tras varias horas de viaje, y aún no tenía muy claro por qué. Tal vez relajarse en un lugar lejano, aunque se había pasado un poco. Desde el Nuevo Mundo a aquel lugar había un trecho bastante interesante, y el Ojo, casi a medio camino del fin de Grand Line, aún más. ¿Por qué aquella isla? Era como si de alguna forma lo llamase, como si algo importante debiera suceder allí. El destino tenía algo interesante reservado para él, pero quién sabe cuánto tardaría en encontrarlo. Debería haber ido a Little Garden, así con suerte se tropezaba con Byakuro, que hacía una eternidad que no lo veía. En fin, qué se le iba a hacer.

Dejó la vista puesta en el suelo, y pudo hallar ante él ruinas de una civilización que él desconocía por completo, aunque había leído muchas veces sobre arqueología. Sin embargo, era completamente negado en ese aspecto y si se arriesgara a decir algo se equivocaría de pleno, seguro. Aunque parecían ruinas griegas o así... ¿A quién importa? Miró la pirámide que tenía de frente, sentándose en uno de los escalones más bajos. Delante del edificio había una plaza casi perfectamente circular, rodeada de edificios con aparente carácter religioso. Era un sitio interesante.

Se quedó sentado, esperando que algo sucediera.

Un suspiro escapó de entre sus labios al tiempo que su mirada recorría el lugar. Había pasado mucho tiempo desde la última vez que estuvo en aquella isla, cuyas ruinas seguían siendo un misterio para él. Tras haber hablado sobre estas con Nagato, el arqueólogo había sentido interés por visitarlas. Era algo extraño en él tener curiosidad por ese tipo de cosas, aunque poco importaba... Aún recordaba su encuentro con aquella rana parlante que había tratado de acabar con su vida. ¿Habría conseguido sobrevivir a aquel golpe? La verdad era que la había dejado allí en bastante mal estado, aunque tenía el presentimiento de que así era. En cualquier caso, allí se encontraba, sin mucho que hacer mas que recorrer la zona con la esperanza de que algo interesante ocurriera. Total, no tenía ninguna opción mejor.

El sitio seguía tan tranquilo como siempre, sin el menor indicio de que alguien pudiera residir allí. Se preguntaba qué le habría ocurrido al pueblo que se asentaba allí años o incluso siglos atrás. Tal vez algún saqueo, una epidemia mortal o simplemente se vieran obligados a colonizar alguna otra isla. Extrajo del bolsillo de su pantalón una cajetilla de tabaco, cogiendo un cigarro y encendiéndolo ya entre sus labios. Justo tras soltar la primera bocanada de humo se fijó en un detalle que desentonaba con todo lo demás; un bulto, o no, más bien algo que no encajaba en la estructura de aquella edificación. Ese algo pasó a convertirse en alguien, y ese alguien en un alguien raro. Tenía el pelo de dos colores, blanco y negro, y unos ropajes tal vez algo... Inusuales. Tal vez porque parecían de buena calidad y no era algo a lo que estuviese acostumbrado. "¿Quién será?" se preguntaba mientras permanecía quieto frente a él, a una distancia de unos cinco metros. La verdad era que, por algún motivo, su rostro le sonaba de algo, como si lo hubiera visto en algún lugar o se tratase de alguien famoso. Tras lo que debió de ser un minuto en absoluto silencio, por fin las palabras salieron de su boca.

- ¿Y tú quién eres?

Estaba bastante aburrido. Tan aburrido que estuvo a punto de dormirse allí donde se había sentado. Pero no lo hizo, vaya usted a saber por qué. Empezó a morderse las uñas, pero en vista de que se regeneraban más rápido de lo que él podía llegar a morder, perdió la cuenta en 7.549 y decidió parar el ritmo. Al fin y al cabo ya estaba amaneciendo y, de hecho, era pleno día siguiente. Había pasado todo un día mordiéndose las uñas mientras esperaba que sucediera algo interesante. "Perfecto...". Pero en fin, así era la vida. Una constante sucesión de sucesos sucedidos de manera sucesiva... Aquello no tenía sentido. Ninguno. Se aburría demasiado, y si algo no llegaba del cielo a divertirlo acabaría enseñando a alguna lagartija que encontrara lo primero que se le ocurriera, como tal vez... El noble arte de cómo ser un dragón.

- ¿Y tú quién eres?

Aquella voz le resultaba familar, aunque no tanto por la voz sino por... Quién sabe. Igual le recordaba a la prepotencia de Midorima la primera vez que se vieron, o a la prepotencia de Kedra la última vez que lo vio como "La Pesadilla", o como Derian, Minato, Kirito... Conocía demasiada gente prepotente, tenía que cambiar su círculo de amistades. Pero por suerte su llegada significaba el final de su hastío. "En fin, montemos el numerito", se dijo.

-Yo soy el que te va a enseñar a ti, jovencito, cómo ser...- hizo una dramática pausa durante unos segundos, para que su altura creciera hasta los cuatro metros, alas nacieran de su espalda y una nube de tormenta naciera sobre ellos-, un Dragón.

Un rayo cayó a unos metros del desconocido al tiempo que decía la palabra Dragón, y sus alas se desplegaban mientras adoptaba una pose heroica. Igual por la distancia a la que estaba no le sucedía nada, pero tenía cierto miedo de que se asustara y marchase. Al fin y al cabo, otro día esperando que pasara algo se haría insoportable... Aunque siempre podía marcharse. Nah, demasiado esfuerzo.

Pose molona:

El tipo que tenía delante era realmente extraño. De hecho, pareció tardar varios segundos en darse cuenta de que tenía a alguien justo en frente de él. ¿En qué andaría pensando como para estar tan sumergido en sus pensamientos? De hecho, la pregunta de por qué narices se encontraba allí, en medio de la nada, seguía presente en su mente. Sin embargo, el contrario pareció comprender al fin la situación y se apresuró a presentarse, poniéndose en pie. Sus palabras... Bueno, fueron tan desconcertantes como lo que ocurriría a continuación. "¿Cómo ser... Qué?" estuvo a punto de decirle, justo cuando su tamaño comenzó a aumentar, terminando por medir incluso más que el doble de él.

- Dragón... -susurró, repitiendo al grandullón, mientras observaba las alas que habían crecido a su espalda.

Al tiempo que todo esto ocurría, se había formado una oscura nube en el cielo y, de esta, un rayo cayó a escasos metros de donde se encontraban, haciendo que el pelirrojo diera un pequeño brinco hacia el lado contrario, alzando la guardia. ¿Quién cojones era ese tío? ¿Poseía una akuma no mi similar a la suya? Sin embargo, pese a aquel despliegue de fuerza y a la inconmensurable presencia que podía sentir en el dragón, no se amedrentó. De hecho, lejos de miedo o temor, lo único que surgió en él fue curiosidad. Nunca antes se había topado con alguien que tuviera los poderes de un dragón al igual que él, y quería descubrir más al respecto.

- Ya veo... En cualquier caso, ¿cómo podría un dragón enseñarle a serlo a otro? -respondió, al tiempo que su piel se recubría de una dorada coraza escamada, alas nacían a su espalda, acompañadas por una cola. A su vez, su cuerpo aumentó en tamaño y musculatura, y su rostro adoptó rangos dracónicos.

Pese a haber crecido la diferencia de tamaños seguía siendo bastante notable, aunque ahora la postura del pelirrojo era más relajada. Se mantuvo atento, observando al contrario e intentando entrever sus emociones. ¿Qué pensaría al ver que él también podía transformarse? ¿Le sorprendería o simplemente le sería indiferente? Tal vez incluso intentara atacarle... Así que debía permanecer alerta.

Dexter se mostró muy sorprendido por aquello. Agradado en la misma medida, por otro lado. ¡Era mejor maestro de lo que creía! Tan sólo una demostración, y su discípulo había logrado captar a la perfección la esencia de la transformación. Aunque le faltaba la gracia y espectacularidad que el Shichibukai intentaba reflejar cada vez que adoptaba su singular morfología dragonil. Era realmente una pena que su mejor alumno fuese tan serio y soso, además de pelirrojo. ¿Por qué tenía que ser pelirrojo? Le recordaba con aquellos cabellos de color remolacha cocida a Midorima, su acompañante que siempre llevaba una lechuga por peluca. Aunque jamás admitiría que tenía cáncer, Dexter estaba seguro de que aquello se debía a la agresividad de la quimioterapia y falta de fondos para comprar un color normal. Bueno, en realidad no lo creía, pero se lo diría cuando lo volviera a ver. Sería una visita a su lápida muy divertida. Aunque lo sería más si estuviera vivo. ¿Acaso era aquel muchacho un sustituto de Midorima? ¿Tanto lo echaba de menos? ¿Debería haberlo hecho en vida su segundo de abordo? Siempre fue un hombre de estrategias brillantes, y casi tan rápido como el rayo. Casi. ¿De verdad ocupaba su tiempo en Remolacho por la muerte de Lechugo? Naaah, pero desde luego se aburría. Sin embargo...

-Mi trabajo aquí ha concluido- dijo, con voz seria, regresando a la normalidad mientras daba la vuelta y se disponía a marchar-. Has aprendido todo lo que yo podía enseñarte, ahora sólo me queda desearte buen viaje en la recolección de los siete grandes sellos, ese rito por el que todo dragón debe pasar una vez en la vida o jamás desarrollará su mayor potencial.

Le tomaba el pelo, pero con el aire misterioso y aquella fina cuasi-indiferencia puede que lograra que su muchacho lo acompañara un poco más, y así le podría contar cómo consiguió su Akuma... ¿No mi?

-¡Maldito farsante!- gritó, al tiempo que se abalanzaba a por él con su brazo en alto, buscando darle un sencillo puñetazo en la cabeza que esperaba no esquivara, más por la sorpresa que por la velocidad a la que se desplazaba-. ¡Me hiciste creer que yo te enseñé, pero sólo lo haces gracias a una maldita fruta! ¡Mereces el puñetazo!

Aquello lo diría tras golpearlo, o tras intentarlo. Si lo había engañado de esa forma... Un momento. Él nunca había dicho que no pudiese hacerlo, ni mucho menos que fuera gracias a sus enseñanzas... ¿Sería tarde para pedir perdón?

-Perdón.

Akagami se mantuvo expectante, observando las reacciones de su congénere mientras se mantenía atento a sus movimientos. Parecía sorprendido de una forma agradable, como si estuviera satisfecho por lo que había visto. Volvió de nuevo a su apariencia anterior, aunque era increíble ver que pese a ser un humano (o eso creía) seguía sacándole algo de altura a su forma híbrida. Arqueó una ceja ante sus palabras. ¿Realmente creía que le había enseñado a transformarse o algo por el estilo? ¿Y qué era eso de unos sellos? Parecían las afirmaciones de algún chalado enganchado a la bebida, pero su tono y convicción eran tales que hicieron dudar al pelirrojo, el cual volvió a su forma humana. Hizo amago de seguirle, interesado por saber más sobre lo que le estaba contando cuando, de repente, algunos cables parecieron cruzarse en la cabeza del grandullón.

- ¿Qué...? -fue lo único que salió de sus labios, mostrando una expresión de confusión absoluta al tiempo que aquella enorme figura se abalanzaba sobre él, lanzándole un puñetazo por motivos que aún no había llegado a comprender, maldiciéndole.

Sin embargo, el chico no esperaba semejante golpe. Su puño llegó con semejante fuerza que le hizo inclinarse... O, mejor dicho, le hizo caer con tal fuerza que su rostro se hundió levemente en el suelo que había bajo ellos. Se había quedado en blanco por un instante y se encontraba ligeramente mareado. ¿Qué clase de fuerza avernal poseía ese tío? Ni siquiera parecía haberse esforzado con aquél golpe y, aún así, no solo había conseguido derribarle, sino que el dolor que sentía en la parte superior del cráneo era insufrible. Tanto que se llevó las manos a la cabeza, rascándose la zona mientras soltaba algunos quejidos e improperios, intentando erguirse al mismo tiempo.

- ¿Pero por qué cojones has...? -comenzó, ya en pie, mirando con desaprobación al dragón azul mientras apretaba los dientes, tratando de controlarse un poco... Sin muchos resultados- ¿Perdón? ¿¡PERDÓN!?

¿Qué narices se había fumado ese tío? ¿Acaso se trataba de algún conocido de Lanx? No sería tan raro, al fin y al cabo se comportaba de forma similar al rubio cuando este iba... Bueno, "feliz". Pero oh... Ese tipo acababa de ganarse un poco de dragón dorado. Su brazo derecho se vio envuelto en escamas, adoptando la fuerza y el tamaño de su forma híbrida, al tiempo que se veía imbuido en haki de armadura. Estaba claro que el patilargo tenía una fuerza colosal, así que tendría que darle un buen golpe para hacerle daño. Lanzó un rápido puñetazo a su estómago (ya que no iba a ponerse a saltar para llegarle a la cabeza), mientras le hablaba.

- Con esto estamos en paz... -masculló, esperando alcanzarle.

Por suerte lo había perdonado. Había tardado un momento, se había lanzado a atacarlo y casi había llegado a rozar su cuerpo debajo del Haki que pasivamente lo protegía. Incluso había desplazado su cuerpo un par de decímetros en el suelo, dejando un surco de tierra tras él (o ante él, teniendo en cuenta que su desplazamiento fue marcha atrás). El muchacho era fuerte, pero aún le quedaba bastante por aprender. Casi sintió nostalgia de cuando él mismo era incapaz de derribar los muros a golpes. "Y ahora eso es lo menos espectacular que sabes hacer", pensó mientras veía al pelirrojo ahora transformado en algo así como una salamandra aún pegado a él, y dio un paso atrás.

-Ha sido un buen golpe. Pero creo que no estaremos en paz si no te doy algo en compensación- dijo, sacando tres píldoras de su cajetín y entregando una al muchacho, si éste aceptaba-. Son unos caramelos bastante caros, la verdad. Pero probarlos abre un sinfín de posibilidades, y después de tomar uno se ve todo desde otra perspectiva. "Brindemos" con estos caramelos como si fuera vino tras una victoria. ¿Qué te parece?

Con aquello se metió ambas píldoras en la boca, masticándolas brevemente para tragarlas de inmediato. Sabían a fresa, y no había probado en casi tres años... Se llegaba a echar de menos el tomar de vez en cuando, tanto por el regusto en el paladar como por los demás efectos físicos. Aunque para no armar espectáculos y disfrutarlos como un simple caramelo había que tomarlas de dos en dos, para que se anularan entre sí. "Un momento...".

Un pensamiento relampagueó en su mente, viendo casi premonitoriamente lo que le iba a suceder al chico si lo probaba y comía. "Bueno, al menos así será más divertido entrenarlo". ¿De nuevo estaba en su cabeza la idea de entrenar a aquel rufián? Sí, por qué no. Además, todos saben la leyenda detrás del cabello rojo...

-Muy bien, tómate el caramelo y empecemos a luchar en serio- dijo, saltando hacia atrás y poniéndose en guardia, preparado para el primer embate de su nueva compañía.

El pelirrojo parpadeó repetidas veces, un tanto incrédulo, al ver que su "pequeño" acompañante no se había inmutado en absoluto ante semejante puñetazo, sino todo lo contrario. Muy lejos de eso, pareció increíblemente satisfecho por la fuerza que había demostrado, incluso cuando tan solo había servido para desplazarle unos pocos centímetros de su posición, cosa que podía apreciarse fácilmente por los surcos que se habían formado en el suelo. ¿Tan fuerte era ese tipo? ¿Acaso había tomado una mala elección al golpearle? Siendo coherentes aquello era algo que se podía ver venir desde lejos. No por nada había sido capaz de derribar al pelirrojo con un simple y desganado puñetazo en la cabeza. Sí, definitivamente ese tipo poseía una fuerza muy superior a la que pudiera haberse imaginado en un principio.

- ¿Ah...? -fue lo único que salió de su boca en cuanto escuchó la proposición del semi-albino. ¿Brindar? ¿Brindar exactamente por qué? ¿De qué jodida victoria estaba hablando ese lunático? Tal era su confusión en ese momento que hasta había dejado de estar molesto hacia él, pues su ira se había visto sustituida por una sensación de desconcierto absoluta. Tal era, que incluso tomó la pastilla que le ofrecía sin pensar en lo que estaba haciendo- ¿Qué se supone que es...?

Aquella pregunta surgió una vez Akagami volvió al mundo real, tratando de enlazar los cabos que se le escapaban en aquel momento, que no eran pocos precisamente. Bajó la mirada hacia la píldora que reposaba sobre la palma de su mano, ladeando ligeramente la cabeza. ¿Qué se traería entre manos el dragón azul? Lo primero que se le pasó por la cabeza fue la posibilidad de que se tratara de algún tipo de veneno, tal vez con la intención de debilitarle o algo por el estilo, aunque no le cuadraba que alguien con semejante fuerza necesitara de ese tipo de invenciones. Sus sospechas y reticencias se desvanecieron en cuanto le vio tomarse dos de golpe, pareciendo incluso disfrutar de ello. "Supongo que son inofensivas... Tal vez no tenga malas intenciones."

- Está bien... Brindaremos entonces, por lo que sea que signifique esa victoria -respondió finalmente, llevándose la pastilla a la boca y saboreándola durante unos segundos antes de tragar. La verdad es que no estaba nada mal.

Se puso en guardia al ver al otro alejarse y hacer lo propio... O al menos así lo habría hecho si todo hubiera seguido el rumbo normal de las circunstancias pero, como era de esperar, no fue así. Su improvisado oponente pareció variar su expresión mientras le miraba, ante lo cual el chico alzó una ceja. Espera, ¿chico o chica? Oh, esto me recuerda tanto a cierta historia... Sus cabellos pelirrojos adoptaron una tonalidad un tanto más oscura de lo habitual para, a continuación, prolongarse, cayendo como una cascada carmesí por sus hombros y espalda. Su figura pareció volverse algo más curvilínea, por no decir mucho, y notablemente estilizada desde las piernas hasta el cuello. Consta decir que el mundo pareció crecer levemente ante sus ojos. Tal vez por algún truco del contrario, o puede que el hecho de que perdiera unos pocos centímetros de altura tuviera algo que ver. Frunció el ceño y cruzó los brazos bajo su pecho, apoyando todo su peso sobre una pierna mientras flexionaba ligeramente la otra, adoptando una postura casi sensual mientras torcía sus ahora finos labios en una mueca de desagrado, acompañados de una mirada feroz.

- ¿Se puede saber por qué me miras así ahora? ¿Tengo monos en la cara o qué? -le preguntó con un tono bastante más suave, aunque pese a esto no pareció darse cuenta de lo que le había ocurrido. No hasta que sintió sobre sus brazos un peso... Bueno, notable. Un peso que, obviamente, manoseó para tratar de averiguar su procedencia, segundos antes de bajar la mirada- ¿Q-qué...?

Forma femenina (?):

Dexter tuvo que aguantar las risas mientras veía a su oponente mutar hasta transformarse en una preciosa mujercita pelirroja, bastante atractiva. Grandes pechos y larga melena, sensuales curvas y tenía una postura casi natural. Para no haber sido nunca mujer había que reconocer que su pose reflejaba elegancia y sencillez, naturalidad... ¿Tal vez aquel pelirrojo, ahora pelirroja, era en su interior una dulce damisela? Quién sabe. La verdad es que no le interesaba demasiado enterarse de qué le había llevado a tomar el caramelo, pero tal vez el completo desconocimiento y la obvia cara de confiable que el Shichibukai tenía hicieran a la gente tomarlo como alguien inofensivo. Y más o menos así era, aunque a veces se pasaba con las bromas.

-Regla número uno, pelirroja: Nunca te fíes de tu enemigo- dijo aquellas palabras sin pensar mucho. Era lo que Greedo acostumbraba a recitar con cada nuevo alumno en la primera lección. ¿Se estaba volviendo un maestro? Nah, tonterías-. El respeto es imprescindible, pero no dejes que eso te ciegue, o te pasarán cosas como ésta. Bueno, como ésta no, claro, las pastillas son de mi propia cosecha, pero bueno, tú ya me entiendes.

Miró de nuevo a la pelirroja, esperando que finalmente se diese cuenta de lo que había sucedido. Efectivamente, eran Ivankov Pills, aquel invento tan endemoniadamente genial que desde hacía mucho sólo utilizaba para tomar el pelo a la gente. Aunque igual un día trataba de clonarse embarazándose a sí mismo... "Eso suena turbio hasta para ti, Dexter", espetó su mente mientras el dragón volvía a sus pensamientos normales, y se fijaba en que las ropas del pelirrojo ahora estaban tal vez demasiado holgadas.

-¿Sabes? Hace un tiempo perdí algunas cuando me iba de vuelta a mi barco. Fue extraño, porque un espadachín con habilidad nula y el pelo que parecía un casco barato me hizo sentir deprimido. Soltaba unos fantasmas extraños por las manos... No sé, desde entonces siempre llevo un bote extra por si acaso. ¿Crees que serás capaz de ganártelo?

Sacó de su bolsillo de nuevo el cajetín, un pastillero con dispensador de color morado, y se lo mostró, para un instante después alejarse un par de metros sin darle la espalda, no muy claro si por estar atento o por estar atento. El juego era bastante sencillo: Tan sólo tenía que lograr obtener la caja o, en caso contrario, darle un golpe que mereciera recibir otra pastilla, así como una explicación química de su funcionamiento, y los posibles efectos secundarios como cambios de humor, cambio de olor corporal, aparición de pechos y desapariciones repentinas de genitales, así como en algunos casos pérdida de musculatura y altura.

-Y así va el juego, ¿Qué te parece?- dijo, tras dar la explicación-. Yo creo que será divertido, y no hay mucho más que hacer para entretenerse, ¿No? Adelante, preciosa.

"La pelirroja" comenzó a fruncir el ceño lentamente, encrudeciendo su expresión más y más a medida que iba comprendiendo todo lo ocurrido, escuchando las palabras del responsable directo de su... Estado. Aquellas pastillas, ¿qué narices eran? ¿Cómo podían tener un efecto así? Apretó los puños y le miró con rabia, enfurecida. Acababa de caer la gota que colmaba el vaso, y se lo haría pagar caro. Le haría arder... Independientemente de la diferencia de poder que había entre ellos, incluso si fuera lo último que hiciera. De hecho, había dado ya dos pasos hacia el grandullón cuando, de repente, se detuvo. Sus palabras le habían confundido por un momento. ¿Peliblanco? ¿Fantasmas?

- ¿Nagato...? -murmuró, como por acto reflejo, mientras le miraba ladeando levemente la cabeza.

Si aquél tipo conocía a su historiador, ¿por qué este no le había dicho nada? Dudaba que alguien con semejante fuerza fuera irrelevante para él, más aún cuando, al parecer, habían combatido. No pudo evitar que ese pensamiento provocara en él una leve sonrisa, aunque tan solo fuera por unos instantes. "Ese chico..." Pensó para sí, suspirando suavemente antes de volver a mostrar una expresión seria. Si quería jugar, jugaría, y no pensaba contenerse ni lo más mínimo. Sin embargo, aquella situación era realmente incómoda. No solo tenía que lidiar con aquel contrapeso que se había formado en su torso, el cual probablemente le ocasionaría un severo dolor de espalda si no lograba ponerle remedio cuanto antes, sino que además su ropa ahora le quedaba bastante grande, dificultándole los movimientos.

- Agh... Supongo que no hay más remedio -murmuró antes de agarrar los bordes de la camisa.

En un rápido movimiento arrancó la mitad inferior de la prenda, dejando su definido vientre al descubierto, así como una piel suave e inmaculada, ligeramente perlada, para después arrancarse las mangas. Tal vez se había pasado un poco, ya que si hubiera rajado algo más de tela posiblemente habría dejado su pecho al descubierto. Mientras remangaba el pantalón y se quitaba las botas meditó al respecto. Su cuerpo parecía haber perdido tamaño y musculatura, pero su sobrehumana fuerza parecía continuar intacta, por lo que más allá de una diferencia de estatura no debería resultarle un gran problema luchar así... Y esas dos seguro que servían para amortiguar golpes al menos.

- Te vas a arrepentir de haberme llamado eso... -le respondió a la provocación, mostrando sus afilados colmillos, un rasgo que habituaba a producirse en él por efectos de su akuma.

De repente su brazo derecho relampagueó, apenas por un instante, y en un movimiento extremadamente veloz Akagami apareció justo por el lateral izquierdo de Dexter, con una mirada feroz. A la misma velocidad que se había movido, lanzó un golpe capaz de perforar el acero directo a su costado, más con la intención de pillarle desprevenido que de causarle daños realmente. Al fin y al cabo, había logrado soportar su golpe anterior sin muchas dificultades. Tras esto, acertara o no, retrocedería dando varios saltos y abriría la boca para desatar un infierno de llamas. "Que te aproveche..." Pensó, esbozando una leve sonrisa.

Thunder Lance + Llamarada [Haki de armadura, nivel 1]

Thunder Lance:

La pelirroja pareció no estar muy satisfecha con su juego improvisado. ¿Tal vez quería algún tipo de entretenimiento más sexual? Eso era imposible, al fin y al cabo acababa de recibir la bendición de unos genitales nuevos, ¿Ya estaba pensando en mancillarlos? Bueno, él lo había hecho de esa misma manera, pero no importaba. No en ese momento, al menos. Pero lo importante era que aquella chica trató de comenzar un ritual de seducción en el que se incluía arrancarse la ropa. "No voy a caer", pensó, mientras observaba el vientre ahora desnudo de su nueva amiga. "Aunque me lo pones difícil".

-A ver, no es que no me gustes, pero te va a coger el frío si haces eso- comenzó a quitarse el abrigo con calma, mientras ella se remangaba los pantalones y se sacaba las botas. Si hacía eso se iba a constipar, y aún por encima la veía capaz de echarle la culpa a él. Era algo por lo que no iba a pasar, ya no sólo porque no quería oír más reproches por un tiempo sino porque su propio código moral le impedía tratar mal a nadie con quien hubiera tenido pensamientos sucios, aunque fuera sólo un poquito-. No deberías quitarte todo eso, te vas a...

"¿Arrepentir de qué?", se preguntó por un momento antes de que su pupila se lanzase a la carga. "Veamos.. Si tenemos en cuenta su velocidad, su fuerza y esas dos enormes tetas que, obviamente la están desestabilizando (en algún momento se acostumbrará), hay una probabilidad muy elevada de que venga por este flanco. Sabiendo eso, y teniendo en cuenta la dirección del viento, el contrapeso de sus pechos, el radio de sus areolas y cómo parecen torcer hacia ese punto dentro de los retales que eran su camiseta, me va a dar exactamente... ¡Aquí!".

Señaló con el dedo un centímetro más arriba de donde le iban a golpear, no por fallo de precisión sino por respeto a su dedo. Por mucho que seguramente, gracias al Haki de Armadura que siempre portaba pasivamente pudiera resistir el efecto de ese impacto, no era nunca agradable trillarse el dedo. Y tras eso, ágilmente dio un salto hacia atrás.

-Aún estás a tiempo de ponerte la...- otra vez lo interrumpió. Qué maleducada era en ocasiones aquella chiquilla. Y qué ardiente. Le había quemado el abrigo hasta las hebras, y su ropa estaba calcinada casi por completo, respetando afortunadamente su ropa interior, la única prenda que llevaba que, curiosamente, no había pagado como ignífuga. Iba a hablar muy seriamente con su sastre cuando volviese a verlo. Además, había algunas quemaduras por su cuerpo, que sinceramente escocían, y puestos a quejarse, eran muy molestas. Por suerte en poco tiempo pasarían-. Vale, reconozco que tal vez me haya pasado dándote caramelos sin avisarte de lo que podía pasar. Anda, toma.

Le lanzó la caja de grajeas con cierta precisión, obligándola a moverse ligeramente para ver sus pechos ondear una última vez.

-Mi nombre es Dexter Black. Disculpa mis modales un tanto bruscos antes, es que me aburría mucho y mi mente voló a un mundo de fantasía- le tendió la mano, consciente de que toda su ropa estaba hecha harapos excepto su sensual ropa interior. ¿Por qué había elegido aquel día para ponerse ESO?

Ropa interior:

Increíble. Esa era la única forma de definir lo que acababa de ocurrir. ¿Qué narices le pasaba a ese tío? Ignorando las estupideces que había dicho antes de lanzarse a por él, había señalado apenas un momento antes de golpearle el lugar en el que iba a recibir el impacto. ¿Era estúpido? Si le había dado tiempo a señalarse esa zona, probablemente habría podido bloquear su golpe, pero eso no era lo más sorprendente de todo. Estaba intacto, como si su golpe no le hubiera resultado molesto siquiera. Más sorprendente aún, no hizo intento alguno de evadir la llamarada... Y ojalá lo hubiera hecho. Sí, habría sido muy agradable librarse de aquella visión que se presentaba ante sus ojos. Ese tipo no seguía ningún tipo de lógica. ¿Por qué llevaba ESO puesto? ¿Qué clase de hombre adulto tiene tan mal gusto como para portar ESO sin sentir vergüenza? Desvió la mirada, con un leve tic bajo el ojo derecho.

- ¿Qué cojones te pasa en la cabeza? -murmuró, con los ojos cerrados. Por dios, le estaba produciendo vergüenza ajena, y eso era mucho decir. En serio, ¿en qué estaba pensando? Primero le atacaba sin razón aparente, luego se dejaba golpear y le daba aquellas pastillas como "compensación" (pese a que fuera más bien una broma de mal gusto) y, a continuación, volvía a dejarse golpear. ¡Incluso quemar!

Sin embargo, tras unos segundos de incierto silencio, el dragón pareció disculparse e incluso le lanzó una pequeña caja, que en teoría contendría las mismas píldoras que le habían puesto en aquella incómoda situación. Eso sí, tuvo que dar un pequeño salto hacia un lateral para alcanzarlas al vuelo, produciendo con ello un sutil (o, tal vez, no tanto) movimiento en su pecho, pareciéndole percibir por un momento que el monstruo de las galletas no quitaba ojo de esto. ¿En serio estaba tan jodidamente enfermo como para fijarse en eso? ¿Era consciente de que, pese a que mostrara esa apariencia, era un tío? En cualquier caso, tras comprobar que, efectivamente, eran las mismas pastillas que antes, se tomó una con la esperanza de que aquello le devolviera a su estado original. Si no, adoptaría su forma de dragón si era necesario y se lanzaría a por él con todo.

- Dexter... Black -murmuró mientras su cuerpo comenzaba a sufrir unos cuantos cambios, recobrando poco a poco su verdadera identidad. Sin embargo, ¿de qué narices le sonaba ese nombre? Sabía que lo había escuchado en alguna parte, pero no era capaz de hacer memoria. Bah, seguro que no era tan importante- Souh. Souh Akagami -se presentó, aún con cierta desconfianza. ¿Qué menos, después de haberle hecho pasar por aquello?

Ciertamente, tenía una buena cantidad de preguntas, pero aún no se encontraba lo suficientemente confiado como para tratar de dialogar con él tranquilamente. Visto lo visto, podía salirle la jugada por cualquier lado. En cualquier caso le estrechó la mano, durante apenas un par de segundos, antes de soltarla y separarse un poco. Había recuperado esos centímetros perdidos y, de nuevo, su cuerpo volvía a ser el de siempre, aunque ahora su apariencia era un tanto extraña, por eso de que llevaba la mitad del torso al descubierto, los pantalones remangados y los pies desnudos. "Mura va a hacer muchas preguntas si me ve así... Aunque al menos no me ha visto de la otra forma." Suspiró ligeramente aliviado y volvió a posar su mirada sobre Dexter.

- Sinceramente, no sé si lo que siento hacia ti es odio o curiosidad. ¿En qué estabas pensando? -le reprochó, llevándose la mano al rostro- No puedo tomarte en serio así... Tápate con algo, ¿quieres? -sí, ese sería un buen primer paso. Tal vez luego podría sentirse menos incómodo- ¿Por qué no has esquivado? Está claro que habrías sido perfectamente capaz. Esa fuerza no es de este mundo, ni esos reflejos. ¿Y por qué me suena tu nombre? ¿Eres pirata o algo?

Las preguntas se le acumulaban en la boca, no dando a basto. Por otro lado, se dio cuenta rápidamente de que había algo que precisaba respuesta antes que todo lo demás. Algo que le acababa de meter en una situación bastante incómoda.

- ¿Y qué se supone que es eso...? -le espetó, señalando la pequeña caja de fármacos.

-Estaba pensando en una de las teorías más controvertidas de la física actual- comentó. Era mentira, pero fue lo primero que se le pasó por la cabeza cuando le hizo esa pregunta. Al fin y al cabo, había tenido que disertar sobre ella hacía algún tiempo-. Hace un tiempo escribí un artículo para la Geralt Scientist of the New World que versaba sobre la teoría de cuerdas. En fin, básicamente consiste en asumir que cualquier objeto sólido que puedas llegar a imaginar es sólo el estado vibratorio de un filamento básico- hizo una pausa, para dejarle entender lo que estaba explicándole antes de profundizar-. De acuerdo a esto, un electrón no es una partícula adimensional, sino un conjunto de cuerdas que vibran en un espacio polidimensional. De hecho, un electrón habitualmente lo entendemos como un punto, pero realmente es un lazo si lo miramos a nivel microscópico- hizo con el dedo un círculo, como si representase lo que estaba diciendo-. Además, también puede oscilar. La cuerda, me refiero. Según cómo oscile, podemos ver un electrón, un quark, un fotón... En fin, pero antes de hablarte de todo esto tengo que explicarte la relación entre los fermiones y bosones según la supersimetría. De forma simple, los fermiones implican la "materia" y los bosones la interacción de fuerzas. En fin, la revista cuesta quinientos Berries, si quieres saber más cómprala que no terminaría hoy con la explicación.

Entonces, su mente procesó la petición del pelirrojo. ¿Que se tapara? ¿En serio? Primero lo desnudaba usando tácticas tan sibilinas y luego no le gustaba lo que veía. Aunque no podía culparlo, al fin y al cabo eran unos boxers casi infantiles, que nadie en su juicio llevaría a una cita. Pero aquel día no tenía pensado perder su ropa y acabar así. Cuando volviera al barco los chicos le perderían el respeto, excepto Hinori. "¡Hinori!", pensó, recordando que esa chica jamás lo había visto desnudo, ni tan cerca de estarlo. Ni él quería que ella lo viera, era un poco acosadora. Y un poco era una licencia que daba por cariño a la muchacha.

-Vale, me taparé con mi chaqueta que... ¡Oh, qué pena! Me la has quemado, como el resto de mi ropa- le reprochó. No le gustaba la idea de ir con eso y... Se la iba a hacer pagar-. Pero tranquilo, ya no me vas a tener que ver con esto puesto.

Agarró la prenda por la parte delantera y, con mucha parsimonia, se preparó para arrancarlo. Un poco hacia delante, un poco hacia atrás, cada vez más rápido. Estiraba la tela y el elástico intentando molestarle, hasta que finalmente se lo arrancó. Por suerte para el chico, o por desgracia si era homosexual, no llegaría a ver su sexo, ya que una falda de viento azul cubría repentinamente desde su cintura hasta sus tobillos, completamente opaco, finalmente tomando forma de piernas y arremolinándose para formar unos APARENTES pantalones. Sentía la corriente recorrerle las piernas y subirle hasta casi el ombligo, pasando por todos sus recovecos, incluyendo sus enormes y musculadas rodillas.

-¿Contento? En fin, tal vez sí que te suene mi nombre por eso de que hace unos meses cobré recompensa por un Yonkou, participé en la guerra de Mariejoa, y me apunto a todos los follones que se me plantean en general. Oh, y además preparo una tarta de moras que te cagas- hizo una pausa, mientras miraba la caja de las Ivankovs, y las señaló-. Se llama segunda oportunidad. Si tu vida se vuelve insoportable, eres una persona completamente distinta hasta que tomes otra. Bueno, o para eso me las dieron a mí en su día. Para ti sólo serviría de herramienta de autoexploración y descubrimiento. Úsalas con responsabilidad.

La expresión del pelirrojo fue variando desde incredulidad a incomprensión. ¿Pero se puede saber de qué narices estaba hablando? ¿Acaso tenía cara de científico o algo así? En cualquier caso, Dexter no pareció darse cuenta de que, aunque lo intentara, no podía hacerle comprender ese tipo de cosas a alguien que apenas había aprendido a leer. Cosas de haber sido esclavo durante más de la mitad de su vida, pero esa era otra historia. Aguardó con paciencia y se limitó a asentir de vez en cuando, quizá haciéndole creer que entendía sus palabras, antes de que le ofreciera comprar una revista en la que aquel tipo había escrito algo al respecto, supuestamente. Como es lógico, no pensaba hacerlo. ¿De qué iba a servirle a él saber ese tipo de cosas? Qué tontería. Sin embargo, fue entonces cuando el grandullón pareció molestarse por su petición, comenzando a juguetear peligrosamente con su ropa interior. "No se atreverá a..." pensó, mirándole incrédulo, segundos antes de que el contrario se arrancase la ropa interior.

- ¡Oh, vamos! -masculló el joven dragón antes de desviar la mirada, no queriendo ver lo que guardaba bajo esa prenda. ¿En serio se acababa de despelotar voluntariamente frente a él? O era un jodido perturbado que pretendía hacer cosas extrañas con él o simplemente había perdido la cabeza.

Cuando volvió a mirar una extraña energía azulada había envuelto la mitad inferior del otro, tomando forma poco a poco hasta formar, finalmente, una especie de pantalones, lo cual calmó un poco a Akagami. De repente, sintió un pequeño escalofrío recorrer su espalda al escuchar aquellas hazañas. La guerra de Mariejoa y un Yonkou... ¡Había tratado de enfrentarse a alguien que había derrotado a un Yonkou! Podría habérselo quitado de encima sin siquiera esforzarse, aunque por suerte no parecía ser alguien hostil... Pese a su extraña presentación y el golpe que se había llevado en el cogote. Ese nombre seguía sonándole, y esos logros no podían ser llevados a cabo por alguien corriente. No, ese tipo no era alguien corriente. "Es un Sichibukai." Su mirada expresaba admiración y molestia a partes iguales. Aquel tipo no parecía alguien malvado. ¿Por qué narices ayudaba al Gobierno? No aparentaba ser el tipo de persona que se deja intimidar por la posibilidad de ser capturado... Y, con semejante fuerza, esa posibilidad era verdaderamente remota. ¿Habría algo más?

- Lo tendré en cuenta -respondió tras su explicación de las píldoras, que realmente de poco le había servido para saber su funcionamiento. Al menos tenía claro que eran necesarias dos si quería volver a su forma inicial, y que al parecer el cambio era irreversible si no se tomaba una después de la transformación. Útil y espeluznante al mismo tiempo. Guardó la caja en uno de los bolsillos, y se quedó mirándole con una expresión neutra- Zafiro Negro, Dexter Black, el Sichibukai. Ya recuerdo quién eres -dijo tras unos segundos de silencio- Pero no entiendo el por qué. ¿Por qué motivo alguien con semejante fuerza decide trabajar del lado del Gobierno? ¿No eres consciente acaso del mal que mana de él? -sentía cierta rabia, y esta se denotaba en cada una de sus palabras- Tienes el poder suficiente para cambiar las cosas. ¿Por qué, en vez de hacerlo, simplemente te sientas a observar cómo el mundo se derrumba?

No podía evitar que la sangre le hirviera cada vez que se topaba con aquellos a los que el Gobierno utilizaba como marionetas. Tal vez ese tipo fuera consciente de ello, o tal vez no, pero seguía sin comprender por qué aceptaba ese trato. A él, quien tenía más motivos que nadie para querer destruirlo, no le entraba en la cabeza. Fue entonces cuando su mente fue invadida por el encuentro con el Yonkaikyo, Icarus. Recordaba buscar el puesto con ánimos de proteger a aquellos que eran importantes, pero no creía que ese pudiera ser el caso. Dexter era mucho más fuerte que él, no necesitaría de un trato para lograrlo. Su mirada se quedó clavada en la de él, a la espera de respuestas.

Dexter no pudo ocultar su sonrisa cuando las contestaciones del pelirrojo llegaron, e incluso le gustó que lo reconociese. No entendía por qué, pero le recordaba a él. ¿Tal vez lo fuera? Un dragón que no controlaba aún el abrumador poder que residía en su cuerpo, o que ni siquiera era consciente del destino que le esperaba. Al fin y al cabo, hasta ahora siempre que había visto un dragón éste había acabado siendo famoso. Desde Mark Kjellberg hasta Madara, sin olvidarse de aquel extraño señor de la caza. ¿Ryogozesu? ¿Ryogutosu? No importaba mucho, al fin y al cabo tampoco era un detalle relevante.

-Siempre hay alguien más fuerte detrás, Suoh- dijo con voz serena. El viento le producía frío en las piernas, aunque era soportable. ¿De verdad le importaba qué hacía? Alguien normal en su situación tal vez hubiera salido corriendo; atacar a un Shichibukai no solía ser algo que muchos quisieran hacer si había otro remedio, y quedarse una vez tras reconocerlo demostraba sus agallas. Además no era una persona normal, y no necesitaba su haki de observación para saber que su poder superaba la media, independientemente de su Akuma no mi-. Dime, si el mal te acechara a ambos lados del camino, ¿Hacia qué lado irías? Pero tienes que saber primero lo que hay además de Mal. A un lado bestias salvajes que devorarían a cualquiera, a cualquier precio; Al otro un grupo de mafiosos jugando a las cartas, casi siempre tranquilos- hizo una pequeña pausa mientras se estiraba un poco, bostezando ligeramente-. Pero, para hacértelo más difícil, la gente buena y útil, la que cree en el bien y la que deseas defender con tu vida, vive bajo la protección de la mafia. ¿A que es difícil elegir tu parte?

Una ráfaga de brisa corrió por la zona, revolviendo su cabello y erizando su piel. El poco vello corporal que tenía se puso de punta, y un escalofrío recorrió su espalda, desde el sacro hasta el atlas, que lo hizo soltar un casi imperceptible gemido de placer. Era casi como una caricia suave, pero esperaba que su nuevo amigo no se hubiera dado cuenta. Después del numerito de enseñarle a ser un dragón su imagen ya debía estar por los suelos, no quería ahora parecer un depravado o algo peor. Aunque tampoco podría culparlo si lo pensase, la verdad. Aquel día había hecho mucho el idiota.

-Eso es incorrecto, Akagami- no era un simple observador. El plan en el Ojo cada día estaba más cerca de poder realizarse y entonces podría pasar al siguiente nivel-. Yo cazo criminales peligrosos, lo que permite a los jóvenes prometedores acercarse a la meta que todos tenemos. ¿El One Piece? Bueno, puede que un poco, me vence la codicia en ese aspecto. Pero imagina por un momento que tienes el poder de cambiar el mundo. ¿De verdad lo irías anunciando?- su voz sonaba retorcida para lo que él acostumbraba, como si disfrutara la idea de tener un plan que escapaba de la simple lógica humana-. Dime, Akagami: Si tuvieras una forma de reunir a los Azotes del Mar, ¿Dejarías que el Mundo lo supiera antes de poner tu plan en marcha?- miró por un momento al cielo y volvió a hablar, más reflexivo-, ¿Sabes? Hay muchas cosas que pones en juego cuando luchas por tus ideales, y si alguien sacara de contexto las cosas que te he dicho me pondría en un serio aprieto, así que olvídalo. Soy un mero observador, y queda poco de eso, muy poco...

Se dio la vuelta y comenzó a caminar despacio. Tal vez el pelirrojo quisiera saber más, y si era así quizá se lo contase, pero tendría que demostrar cosas primero. Muchas cosas si realmente deseaba seguir escuchando. Quién sabe, tal vez aquel día hubiera encontrado una nueva pieza del puzzle.

El pelirrojo no apartó la mirada ni por un momento del Zafiro, escuchando con suma atención cada palabra, cada variación en su tono de voz y apreciando cada gesto de su rostro. No pudo evitar que, por un momento, se formara una mueca en su expresión al escuchar el nombre de "Suoh". ¿Se estaba confundiendo o lo había hecho adrede? Cerró los puños y contuvo los nervios mientras la imagen de su capitán pasaba fugazmente ante sus ojos. Aquel hombre que había muerto por culpa de aquellos que colaboraban con el Gobierno. Se cruzó de brazos en cuanto comenzó a explicarse a través de una metáfora, tratando de no perder el hilo. ¿Por qué decidía explicárselo así y no de forma directa? Realmente era un tipejo extraño, capaz de sacarle de sus casillas... Pero no le interrumpió. A medida que avanzaba el discurso la expresión de Akagami se fue suavizando, e incluso hubo momentos en los que no fue capaz de aguantarle la mirada. Especialmente en el momento en que creyó escuchar alguna clase de gemido, aunque decidió no intentar averiguar el por qué de ello. Pensó en Anna, incluso en Lanx, quienes dependían en gran medida de esa mafia para sobrevivir. De quererlo, Anna podría convertirse rápidamente en un cadáver más, y Fried verse envuelto en graves peligros si se descubría su tapadera.

- Lo es... -respondió en voz baja, volviendo su mirada al dragón. Ponerse en peligro a uno mismo, o poner en peligro a aquellos que son importantes para uno mismo. Realmente era una elección difícil.

Comenzó a sentirse estúpido al comprender que sus palabras iban cargadas de razón. No importa cómo de fuerte sea alguien, mostrar sus intenciones seguiría sin ser conveniente, incluso si fuera capaz de enfrentarse al mundo entero por su propia cuenta. Cuando habló del One Piece no pudo evitar plantearse qué significaba para él. No se sabía nada de ello, más allá de las suposiciones de que fuera un tesoro de incalculable valor, cuyo dueño se coronaría Rey de los Piratas. Algo idílico y estúpido, o eso había pensado siempre, tan solo con la utilidad, tal vez, de unir a los lobos del mar. Y ni siquiera con algo así podría hacerse. No, definitivamente no era algo que ansiara encontrar o conseguir. La siguiente pregunta de Dexter le hizo fruncir levemente el ceño. Claramente, no sería tan estúpido de mostrar sus intenciones. Al menos, no tras aquella charla. Sin embargo, ese no fue el motivo de su desconcierto. Definitivamente, hablaba como si no fueran simples suposiciones, sino que realmente tuviera algo pensado. Algo grande, lo suficiente como para producir un verdadero cambio en el mundo. Al principio habría dudado de la veracidad de aquello, pues el Shichibukai se había mostrado como un poderoso imbécil hasta ese momento, pero la actitud que tenía ahora no era al de un payaso.

- Todos arriesgan cosas en estos mares, y es algo de lo que son conscientes desde el primer momento en que salen al mar -comenzó, observando sin moverse cómo Dexter daba media vuelta y comenzaba a alejarse, con paso tranquilo- Tan solo espero que aquél que llegue a trazar un plan así se lo tome más en serio que el observador que ha hablado conmigo -concluyó, finalmente, con una leve sonrisa en su rostro, esperando que le escuchara.

Tras esto dio media vuelta también, caminando en la dirección contraria. Debía volver con el resto de su tripulación. Probablemente se habrían alarmado ante su desaparición y, sobre todo, por aquellos rayos que habían caído sin razón aparente. Dejó escapar un suspiro. ¿Qué consecuencias tendría aquel encuentro en un futuro? Eso, desde luego, es algo que tan solo el tiempo podrá responder.