[Privado][Pasado]Un Yonkou y una... Muy desconocida chica.

Ai suspiró con calma mientras llevaba su barco al lugar donde le habían indicado que lo llevara. Había llegado a Water Seven, la isla más grande del Grand Line y donde, según muchos, estaban los mejores carpinteros del mundo. No había carpintero que se comparara con ellos… O eso decían. ¿Por qué había llegado ahí? Porque así lo quiso el viento, las olas y las corrientes marinas… Y, obviamente, su Log Pose. De todos modos, parar ahí le serviría para llenarse de provisiones y, por qué no; turistear y un tiempo y conocer aquella hermosa isla. ”Vamos” – Sus dos espadas estaban en su espalda. Llevaba su ropa más cómoda, una camiseta sin mangas de un color blanco, dejando ver su sostén negro, unos pantalones negros y una gorra a juego con su ropa.

– ¿Por dónde debería partir?

Miró su mapa, algo bastante preciso y que mostraba todos los sitios de interés. En un gran número uno y con rojo, estaban los talleres de carpintería. El número dos era el mercado y los otros números, diferentes lugares que iban desde museos hasta la misma casa donde vivía el alcalde de la isla. Se rascó la cabeza y empezó a caminar rumbo a lo que sería su primera parada, según el mapa, debía conseguir un yagara bull si quería moverse con libertad por la isla; estaba como una nota al pie de la página y decía “Importante”, así que le debía de hacer caso… Supuso. ”No tengo idea dónde debo ir” – pensó con una sonrisa divertida mientras se rascaba la cabeza.

– ¡Deténgalo! ¡Por favor! Acaba de robarme. – Escuchó el grito desesperado de un pobre hombre que estaba corriendo, desesperado, tras otro. ¿Ni siquiera una isla así se salvaba de gente como él? Guardó su mapa y lo dejó en uno de sus bolsillos. Sacó su espada blanca y, dando un buen salto, se interpuso en el camino del ladrón. De un solo golpe, con la parte sin filo de su arma, lo tumbó en el suelo.

– Esta será la primera y última advertencia – dijo mientras notaba que el señor robado no tardaba en alcanzarlos. – No lo vuelvas a hacer. – Suspiró con calma y guardó su espada.

– Gracias, de verdad, gracias – el dueño no tardó en recuperar su dinero y Ai notó que, en efecto, era bastante. – En agradecimiento, puedes tomar un yagara bull de mi tienda totalmente gratis. – La revolucionaria sonrió y lo siguió. Lo primero que hizo el dueño de la tienda es llamar por den den mushi para que se llevaran detenido al ladrón, luego de eso, le pasó el yagara bull que le había prometido.

– Gracias. Muchas gracias. – Ai le sonrió y luego se fue de esa tienda. Era hora de conocer Water Seven. ¿Qué sorpresas le esperarían en esta isla? Esperaba, de verdad, que no le pasara nada… Por una sola vez quería librarse de los problemas.

Ai no tardó en bajarse del Yagara Bull y le indicó que se fuera con su dueño. Además, le había dejado una nota con un mensaje; en este le volvía a agradecer y que, aunque fuera un préstamo, le dejó un par de berries con la pequeña misiva. Se acomodó sus espadas y sacó el mapa de Water Seven. No estaba tan lejos del mercado comercial y podía ir a lugares bastante interesantes. ¿Por dónde planeaba partir? Por el cine, claro. Hace mucho que quería ir a uno y disfrutar una buena película, sentarse y relajarse al ver a algunas personas contar una historia que parecía real. Que con actuaciones geniales, mostraban diversos sentimientos y provocaban diversas catarsis en el espectador.

– Bien… ¡En marcha! – Gritó bastante entusiasmada y con un ánimo que irradiaba felicidad por sus poros.

Con su mirada clavada en el mapa y esquivando a las personas según iba sintiendo sus presencias o escuchado sus pasos. Evitaba que ellos perdieran su ritmo de caminata y que sus cosas no cayeran al suelo, nadie perdía tiempo y se ahorraba tener que pedir disculpas. ”Esta isla es demasiado grande” – sin el mapa fijo que se perdía. Pasar por aquel lugar era un sinfín de olores o conversaciones con o sin sentido alguno. Aunque, sobre todo, se respiraba un aire de tranquilidad y un ánimo que no se veía todos los días. ”Krauser me mataría si supiera cómo estoy perdiendo el tiempo” – rio por lo bajo y siguió su camino. Por suerte, no era tan difícil seguir un mapa y menos si estaba tan detallado como ese.

– Debería estar por aquí… – Susurró mientras miraba las calles y lugares para cerciorarse que su destino estaba cerca. Se preguntaba qué tipo de películas se estarían dando y cuánto costarían las entradas. No tenía muchos berries y casi estaba viviendo gracias a la bondad de las personas que iba conociendo. Ni siquiera tenía un barco propio o alguna fuente de ingreso estable… Vivía de manera pobre, pero lograba sobrevivir… De alguna forma… Extraña… En parte. Suspiró con calma y sonrió mientras notaba que el cine estaba bastante cerca. ”Vamos a pasar un buen tiempo”

Empezó a pensar en qué película podría ver. Una romántica le agradaba, pero nunca dejaba de lado la opción de ver alguna de acción, incluso; de terror o suspenso. Guardó su mapa en su bolsillo y también se preguntó si la dejarían entrar con sus espadas. No le agradaba la idea de qué se las tuviera que dejar con un extraño. Eran su más preciado tesoro y a saber cuándo conseguiría alguna nueva en caso de perder una…

– Auch… – musitó. Sin querer, chocó con alguien y su pequeño cuerpo no tardó en tocar el suelo. Notó como algunas personas empezaban a gritar y a correr. – ¿Qué demo…? – no alcanzó a terminar su frase al elevar su mirada. ¿Qué hacía él ahí? Dexter Black, en persona, estaba parado justo allí. ”Adiós a querer no meterme en problemas” – un yonkou estaba parado frente a ella… – Lo siento, fue mi error. – Le dijo mientras se levantaba. Era la primera vez que tenía a alguien de ese poder frente a ella. Estaba tan asustada que ni siquiera sus piernas le respondían bien. ¿Qué iba a suceder ahora?

Susto, confusión y muchas preguntas. La reacción de Dexter había sido, cuanto menos, de miedo. Había gritado y, casi por instinto, llevo una de sus manos a sus espadas. Se relajó un poco al oír que volvía a regular su tono de voz. ”Soy un imán de gente peligrosa y poderosa” – pensó con cierta desgana. ¿Qué tanta mala suerte debía tener para encontrarse con Dexter? La diferencia entre ellos era inconmensurable, aunque todo lo que sabía de él eran… Buenos rumores. No era el típico pirata sanguinario, incluso en su paso por el Ouka Shichibukai luchó bajo intereses justicieros… De llamarlo de alguna forma. Los motivos que llevó al Gobierno Mundial al expulsarlo, era un secreto. Muchas especulaciones, pero nada muy… Concreto. Todo lo que escuchaba era como el viento, cambiante y en muchas direcciones. Si le preguntaba, ¿le contestaría?

Miró la espada que se le había caído y sintió algo especial. Esa no era una espada normal, lo sabía con solo verla. Desprendía una energía potente y casi parecía que gritara por libertad. ”Pero él no usa espadas… Creo” – todos los rumores lo hacían ver como un gran luchador, nunca había escuchado que él fuera un espadachín. ¿Por qué la portaría si no las usa? Eso era un atentado contra esas espadas, no era justo para ellas.

– Sí, soy yo. – Respondió de manera casi inconsciente. ”¿Cómo sabe mi nombre?” – no había carteles de se busca con su nombre y dudaba haberlo visto antes. ¿Cómo la había reconocido? ¿Tanto nivel de información tenía? ¿Se interesaba en gente como ella? Por unos momentos, pensó que él era, en verdad, alguien que trabajaba en el submundo y la quería vender. Negó con la cabeza y suspiró. Debía dejar de pensar en ello. Solo asintió con la cabeza y empezó a caminar, había visto un pequeño lugar donde podrían conversar los dos solos… Como el Yonkou demandaba. ”Estar con él me recuerda a Krauser, solo que Dexter se ve más hablador y menos serio” – quizá se equivocaba, pero eso creía.

No tardaron en llegar a un pequeño parque. Había algo de suerte en que las personas al ver a Dexter, solo caminaban en la dirección opuesta. Estaban solos y dudaba que alguien se atreviera a molestarlos. Se sentó en una banca y miró al Yonkou, tenía que mirar muy arriba para poder mirarlo a los ojos. Era hora de las preguntas y esperaba respuestas… Si es que estaba en las condiciones de exigir.

– ¿Cómo me conoces, Dexter? – preguntó con cierta timidez. – Que yo sepa no tengo ningún cartel de se busca y tampoco he hecho enfadar a nadie – su tono era dulce, pero la timidez era bastante notoria. Incluso le costaba mirarlo a los ojos. – ¿Por qué te interesa alguien como yo? No es que sea alguien tan especial – excepto, quizá, para Krauser… Pero eso no debería decirlo en voz alta. ¿Qué le aseguraba que Dexter y su hermano no fueran enemigos? – ¿Qué te trae tan lejos del Nuevo Mundo? ¿Por qué traes esas espadas si no eres espadachín? – Lo avasalló a preguntas, pero era todo lo que quería preguntar. Guardó silencio y se quedó mirando, por unos instantes, a unos pájaros jugar cerca de una fuente con agua. Volvió a mirar al Yonkou y esperó su respuesta… Si es que llegaban.

Siguió a la muchacha por la calle hasta dar con una plaza vacía. Era extraño, pues su amplitud la hacía un lugar de reposo genial, un pequeño retiro en medio de la ciudad. Podía escuchar a las palomas y creía poder sentir las ardillas deslizándose de rama en rama, pero no había niños con pelotas ni ancianos en los bancos. Era un buen lugar para tener una conversación, y Ai fue la primera en tomar una posición, sentada en un banco. A falta de un asiento cercano, se quedó de pie; aún no tenían confianza para esa clase de cosas.

-Conocerte, lo que se dice conocerte... No, la verdad- rió por un momento, consciente de que lo que tenía de ella era una fotografía y un nombre, todo junto a un rango. Recordaba la cara por ser de mujer, una de dos que conformaron la brigada originalmente, y de sus datos tan sólo que fue fiel a Krauser hasta las últimas consecuencias. El Gran Espada podía ser misterioso y el significado de esas palabras podía ser infinito, pero se decantó porque los unía alguna relación antes de formar parte activa de la Revolución, de alguna manera-, pero los Demonios siempre me suscitan preguntas al verlos, por si se traen algo entre manos. No sé, es bueno saber qué pretenden, ¿No crees?

Las siguientes preguntas no eran tan sencillas de responder. El porqué de estar lejos del Ojo... Bueno, era un pirata; se suponía que era libre para viajar sin dar explicaciones, así que igual era una obviedad que no debía contestar. Sin embargo, que se hubiera fijado en la espada le hacía pensar en varias cosas. La primera de ellas que sin el kimono tan amplio ganaba mucho. La segunda, que había visto algo especial en la hoja. De no haberlo hecho le daría igual un ornamento que otro, o eso suponía. En cualquier caso, era un quid pro quo que debía aceptar antes de saber en qué estaba metida la Venganza de la Quimera en Water Seven.

-Estoy aquí buscando a un carpintero- respondió. Sonaba demasiado simple, aunque fuese cierto. La chica debía esperar una respuesta enrevesada, o algo más trabajado al menos. Sin embargo, la belleza de la verdad estaba ahí-. Él construyó mi barco hace años y ahora necesito los planos para replicarlo en una flota que sirva a los intereses de Fiordia y todos sus ciudadanos. Respecto a esto- comentó, restándole importancia-, es una hoja antigua que se perdió en la historia. El país que he fundado toma el nombre de ella, la Gran Hoja Fiordiana. La encontré en el Ojo hace algún tiempo, y estoy esperando a que encuentre alguien digno. En ese momento deberé desprenderme de ella, tal como marca su voluntad.

Ahora le tocaba a él, ya había respondido suficiente.

-¿Los Demonios han venido a liberar Water Seven?

– Espera… ¿Conoces a mi…? – se calló rápidamente antes de seguir hablando. No lo conocía e ir diciendo por ahí que consideraba a Krauser como su hermano mayor a cualquiera no era buena idea. – ¿Conoces a Krauser? – era obvio. Se estaba refiriendo a ella como uno de los demonios de la Venganza de la Quimera. ¿Coincidencia? No se lo creía ni por si acaso. – Bueno, no es de extrañar. Es un ex almirante, a fin de cuentas… Supongo que es normal. – Se encogió de hombros. No iba a preguntar si tenía alguna clase de relación más íntima con él. No es que le interesara mucho y, además, había respondido sus preguntas. Estaba bien.

Escuchó con cierto recelo las razones del por qué estaba en Water Seven y, más aún, su explicación acerca de su espada. ¿En serio buscaba alguien digno? ¿Digno en qué sentido? ¿Bueno? ¿Qué tenga un sentido de justicia parecido a él? Millones de preguntas se asomaron en su cabeza respecto a eso. ”Me pregunto si seré alguien digna” – le daba mucha ilusión portar una de aquellas espadas. Suspiró con cierta pesadez ante su pregunta. No todo era ir liberando pueblos del yugo del Gobierno o de alguien opresor. Era una adolescente, aún tenía esas ganas de divertirse y, por unos momentos, olvidar el tipo de mundo en el que vivían. Negó con la cabeza y lo miró con calma, poco a poco, se iba sintiendo cómoda.

– Creo que, a diferencia de ti, sigo siendo lo suficientemente joven como para divertirme y, por unos minutos, olvidarme de mis obligaciones – dijo con una suave sonrisa y dejando escapar una leve risa. – Además, mis motivos para estar en la revolución no son los mismos que los de los Altos Mandos – dijo mientras daba pequeñas y suaves patadas al aire. – Fui una marine en el pasado y le debo mucho a Krauser, supongo que mi destino esta con él – su sonrisa se ensanchó y sus ojos brillaron con fuerza. – Si soy sincera, creo que el ideal de justicia de él es el correcto. Lo apoyaré e iré hasta el infierno si es necesario. – Un viento intranquilo cruzó entre ellos a la par que ella finalizaba sus palabras. Su tono era calmado, pero dejó en claro que era verdad.

– Quizá tú lo sepas – agachó la cabeza. – ¿Es cierto que Krauser asesinó a esos dos almirantes en Mariejoa? – negó con la cabeza, no era la pregunta correcta. – ¿Qué ocurrió realmente en Mariejoa? Solo sé que fue en esa guerra Krauser dejó la marina y se volvió un revolucionario. El resto es confuso y nadie tiene respuestas claras – lo miró con calma, directo a los ojos. – Tú participaste, ¿no? Dime todo lo que sepas, por favor.