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Dos whiskies con hielo, por favor [Priv. Zuko] Empty Dos whiskies con hielo, por favor [Priv. Zuko] {Jue 16 Nov 2017 - 14:35}

─ Esto es lo que yo llamo tener buen ambiente.

Su ritmo cardíaco iba en aumento a medida que su mirada se perdía en las calles, contemplando la infinidad de pubs, casinos, restaurantes, hoteles y negocios para que los niños mayores fueran a pasar el rato -y a perder billetes en algún que otro tanga-. Las calles estaban tan transitadas que apenas podía ver algo que no se encontrase por encima de su cabeza o, en su defecto, del muro de humanos que se formaba a lo largo de las mismas. La música y el ruido propio del ajetreo lo inundaban todo. Desde luego, era el lugar perfecto para marcarse un buen jolgorio y no regresar a casa durante, al menos, una semana. ¿Podrían quedarse tanto tiempo? Se le escapó una pequeña risa, camuflada entre todo ese alboroto. No, claro que no podrían, pero nadie le impedía soñar, ¿no?
Iba describiendo su avance desde el borde de la marabunta, pudiendo así observar de cerca los recibidores y entradas de los edificios más próximos. Todos ellos compartían una característica en común: debían de tener las cuotas de consumo de luz más altas de todo el Paraíso. Bombillas, leds y demás iluminación adornaba sus fachadas y carteles, dejando claro que los dueños no habían escatimado en gastos a la hora de atraer la mirada de posibles clientes y carteras. Muchos de ellos eran colindantes, no habiendo separación alguna más que las propias paredes, aunque en según qué zonas podían verse sombríos y húmedos callejones típicos de cualquier película policial o de gangsters donde, probablemente, se llevaran a cabo las negociaciones más oscuras de la isla -y las más beneficiosas-.

─ No tiene pinta de ser buena idea adentrarse ahí -pensó en voz alta, guardando las manos en los bolsillos de sus pantalones, deteniéndose un momento para echar un rápido vistazo-. Parece que no importa dónde vayas, siempre hay mierda cubierta de purpurina.

Se rascó la nuca y a punto estuvo de marcharse, justo antes de escuchar un pequeño quejido en el interior del mismo. Frunciendo el ceño, se acercó hasta la entrada de la callejuela para averiguar la procedencia del mismo. No le costó demasiado dar con ella. Recubierto en cartones y harapientas mantas, un hombre que debía rondar los cincuenta años se encontraba tosiendo y gimoteando. Parecía enfermo. Kusanagi se acercó para asegurarse de que se encontraba bien, pero antes de que pudiera pronunciar palabra alguna el mendigo trató de espantarlo.

─ ¿Qué narices quieres? -le preguntó con la voz ronca y una notable congestión, antes de toser un par de veces- ¿No tenéis suficiente entretenimiento en esta maldita ciudad que tenéis que venir a molestarme? Si tuviera fuerzas os sacaría a patadas de aquí... Si eres uno de los perros de Byron, dile que no tengo nada para él. Nada nuevo, ni tampoco dinero. Bastante consiguieron ya la última vez. ¿O me va a devolver el dinero de la mediación acaso? -pese a la rudeza de sus palabras, se le notaba cansado y débil.

El pelirrojo se aproximó sin mediar palabra alguna y se colocó en cuclillas a su lado.

─ No se preocupe, no he venido a molestarle -metió una mano en el interior de su chaqueta, buscando en uno de sus bolsillos interiores-. Este no es lugar para alguien en su estado. Tenga... No puedo hacer mucho más, pero al menos debería servir para pagar una habitación, comida y medicamentos.

El hombre se giró entonces, entrecerrando los ojos para poder ver al muchacho a contraluz. Tenía unas marcadas ojeras, una barba notablemente descuidada y canosa, al igual que su pelo. Probablemente estuviera tan estropeado que aparentaba más edad de la que tenía. Con incertidumbre y sin fiarse del todo, se limitó a observar al muchacho de arriba a abajo.

─ ¿Quién eres?

─ Un simple turista -mintió, mostrando una amplia sonrisa y tomando la mano ajena para depositar en ella el dinero-. También debería haber para un billete de barco. Si tienes problemas aquí, quizá un cambio de aires y un nuevo comienzo puedan ser la solución.

El hombre, aún incrédulo, echó a reír pasados unos segundos, aunque se guardó el dinero.

─ Ojalá las cosas fueran así de fáciles, chico... Por desgracia para mí, no lo son. De todos modos... ¿Por qué ayudarme? ¿Qué ganas tú con esto? Nadie hace estas cosas sin esperar conseguir algo a cambio.

─ Seré la excepción que confirma la regla entonces ─se limitó a responder, antes de ponerse en pie y comenzar a caminar para volver a la transitada calle.

─ ¡Espera, chico! ¿Cómo te llamas?

El agente se detuvo por un instante.

─ Kusanagi.

Ya de vuelta a las vías principales, metió la mano en el bolsillo de su pantalón para mirar un pequeño papel. Había una dirección, que sería el lugar donde debía reunirse con Zuko. Si no estaba equivocado, debía encontrarse un par de manzanas más adelante. Suspiró y esbozó una leve sonrisa. Llevaba mucho tiempo sin verle. ¿Habría crecido? ¿Sería padre ya? «Sin duda, será una noche memorable».
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Dos whiskies con hielo, por favor [Priv. Zuko] Empty Re: Dos whiskies con hielo, por favor [Priv. Zuko] {Mar 28 Nov 2017 - 22:04}

Atuendo de Zuko:

─Caballero -dijo una femenina voz a su izquierda.

Una camarera vestida con un brillante vestido rojo ofrecía al sargento una copa de un alcoholizado líquido transparente con una rodaja de limón, en una pequeña copa de cono invertido, descansando sobre una bandeja que se mantenía equilibrada sobre su mano. El dragón agradeció, cogiendo la capa sin saber muy bien que era. La muchacha, con una sonrisa, se marchó. La música suave de saxofón llenaba el lugar. Todo el mundo iba vestido de forma elegante, incluido él mismo, y o estaba bebiendo en sofisticadas copas o estaban apostándolo todo en mesas de blackjack. El marine dio un trago a la bebida, reconociéndola como un martini. Había quedado allí con Kus, bajo promesa de juegos y diversión, pero lo cierto es que la verdad era… distinta.

El sargento había oído hablar del hombre que llevaba el Grand Dice, el casino en el que se encontraba, en el cual había quedado con el pelirrojo. Oficialmente era un hombre de negocios que había llegado a lo más alto ganando su dinero de forma justa y con dedicación. Sin embargo, el marine tenía motivos para pensar que el señor Dice estaba involucrado en los bajos fondos y el mundo de la mafia. El propio gobierno mundial, en total secretismo, le había pedido que se hiciese cargo, pues la supuesta identidad criminal del señor Dice empezaba a perjudicar al gobierno. No sabía exactamente cómo, tan solo que lo hacía. Suspiró tras dar el último trago a la bebida mientras miraba a la puerta del establecimiento, esperando que cierta cabeza pelirroja entrase por ella. Activó su mantra, esperando reconocer su aura. La notaba cerca, así que estaba llegando. Por fin.
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