El pequeño barco que le transportaba era mecido suavemente por el oleaje. Sentado sobre un barril vacío, Therax contemplaba la extensión de tierra que se erguía en la distancia. ¿Cuánta distancia podía separar la embarcación de la isla? ¿Un kilómetro tal vez? A saber, pero el hecho era que navegaban trazando una línea casi tangencial a ella.
Tib se encontraba a sus pies, dormitando, mientras que César se había quedado roncando en la cama que le habían cedido al espadachín. El mensaje de Zane había sido claro; debía reunirse con el resto en cuanto terminase el pequeño asunto familiar que le había retenido. Había mucho por hacer y le necesitaban, lo sabía. Además, la promesa que se había hecho hacía tiempo y que tanta importancia había cobrado durante su estancia junto a su abuelo no desaparecía de su mente. No, no permitiría que ningún Arashi se expusiera a algún peligro sin que él estuviera ahí para cubrirle las espaldas.
-Moron -dijo con voz clara y calmada-. ¿Dónde está Mushi?
Un tipo corpulento con menos luces que una noche nubosa asomó la cabeza por encima de las cajas que estaba organizando. Se rascó la cabeza en un par de ocasiones, mirando en todas direcciones como si tratase de recordar dónde había visto al capitán por última vez. Tras unos segundos de indecisión, señaló hacia unas escaleras que conducían a la bodega del pequeño navío.
Therax se incorporó de un salto, provocando que Tib alzase la cabeza. Antes de ir en busca de su anfitrión el domador volvió a lanzar un rápido vistazo en dirección a la isla. De ella nacía un susurro, un mensaje prácticamente inaudible que le llamaba con voz cálida. Aquello era muy extraño. ¿Acaso estaba perdiendo el juicio?
-No, a mí también me pasa. Es raro, sí. Pregunta antes al viejo ése, anda -comentó "H" desde algún rincón de su mente.
El rubio dejó a Tib en la cubierta y se encaminó en la dirección que le había señalado Moron, respondiendo a su sonrisa con el mismo gesto antes de desaparecer en las profundidades del barco. Enseguida se hizo audible una sarta de improperios que bien podrían corresponder al más maleducado de los convictos. Therax siguió el sonido, encontrándose por fin con una puerta que conducía a una pequeña habitación accesoria.
-Mushi, ¿cómo de lejos vamos a pasar de esa isla de ahí? -inquirió, señalando hacia la pared como si su interlocutor pudiese ver qué había tras ella.
-Bastante cerca, pero tardaremos bastante en dejarla atrás. Avanzamos muy lento hoy. ¿Por qué? -respondió el malhumorado y raquítico anciano, que parecía estar peleándose con el cierre de una lata de conservas.
-No, por nada. ¿Puedes decirme algo de ella?
-Nada. Llevo toda la vida haciendo esta ruta, pero ni siquiera sé cuál es su nombre -contestó, dando comienzo a un nuevo asalto contra su peculiar adversario-. ¡Moron, ven aquí!
El rubio abandonó la estancia sin decir nada más. Sabía que cuando se encontraba tan irascible lo mejor era hablar lo justo y necesario. Se cruzó con el grandullón mientras salía de la bodega. Acudía raudo al reclamo de su jefe, rojo y sudoroso a causa del trabajo que venía desempeñando. El espadachín se hizo a un lado para dejarle pasar antes de volver a la cubierta y aproximarse a Tib.
-Vuelvo en un rato. Échale un ojo a César, que no se queje mucho.
El muryn emitió un leve jadeo y volvió a acurrucarse cuando su dueño alzó el vuelo. Con batir las alas en un par de ocasiones fue suficiente para elevarse varios metros sobre el navío, momento en que un par de potentes corrientes de viento le propulsaron con violencia hacia la isla.
El murmullo fue haciéndose más intenso conforme reducía la distancia con su objetivo. ¿De dónde provenía? Las indicaciones de "H" fueron mucho más útiles que sus propias percepciones, alcanzando una explanada en la zona sur. Destacaba un grueso y tosco pilar situado en el centro de la misma. Therax descendió con suavidad, haciendo desaparecer sus alas en cuanto posó los pies sobre la hierba de la pradera. El viento soplaba con fuerza allí. ¿Era aquello lo que había oído desde el barco? Tal vez. Era muy similar, pero no tenía la suficiente potencia para ser oído desde tan lejos. ¿O sí?
Tib se encontraba a sus pies, dormitando, mientras que César se había quedado roncando en la cama que le habían cedido al espadachín. El mensaje de Zane había sido claro; debía reunirse con el resto en cuanto terminase el pequeño asunto familiar que le había retenido. Había mucho por hacer y le necesitaban, lo sabía. Además, la promesa que se había hecho hacía tiempo y que tanta importancia había cobrado durante su estancia junto a su abuelo no desaparecía de su mente. No, no permitiría que ningún Arashi se expusiera a algún peligro sin que él estuviera ahí para cubrirle las espaldas.
-Moron -dijo con voz clara y calmada-. ¿Dónde está Mushi?
Un tipo corpulento con menos luces que una noche nubosa asomó la cabeza por encima de las cajas que estaba organizando. Se rascó la cabeza en un par de ocasiones, mirando en todas direcciones como si tratase de recordar dónde había visto al capitán por última vez. Tras unos segundos de indecisión, señaló hacia unas escaleras que conducían a la bodega del pequeño navío.
Therax se incorporó de un salto, provocando que Tib alzase la cabeza. Antes de ir en busca de su anfitrión el domador volvió a lanzar un rápido vistazo en dirección a la isla. De ella nacía un susurro, un mensaje prácticamente inaudible que le llamaba con voz cálida. Aquello era muy extraño. ¿Acaso estaba perdiendo el juicio?
-No, a mí también me pasa. Es raro, sí. Pregunta antes al viejo ése, anda -comentó "H" desde algún rincón de su mente.
El rubio dejó a Tib en la cubierta y se encaminó en la dirección que le había señalado Moron, respondiendo a su sonrisa con el mismo gesto antes de desaparecer en las profundidades del barco. Enseguida se hizo audible una sarta de improperios que bien podrían corresponder al más maleducado de los convictos. Therax siguió el sonido, encontrándose por fin con una puerta que conducía a una pequeña habitación accesoria.
-Mushi, ¿cómo de lejos vamos a pasar de esa isla de ahí? -inquirió, señalando hacia la pared como si su interlocutor pudiese ver qué había tras ella.
-Bastante cerca, pero tardaremos bastante en dejarla atrás. Avanzamos muy lento hoy. ¿Por qué? -respondió el malhumorado y raquítico anciano, que parecía estar peleándose con el cierre de una lata de conservas.
-No, por nada. ¿Puedes decirme algo de ella?
-Nada. Llevo toda la vida haciendo esta ruta, pero ni siquiera sé cuál es su nombre -contestó, dando comienzo a un nuevo asalto contra su peculiar adversario-. ¡Moron, ven aquí!
El rubio abandonó la estancia sin decir nada más. Sabía que cuando se encontraba tan irascible lo mejor era hablar lo justo y necesario. Se cruzó con el grandullón mientras salía de la bodega. Acudía raudo al reclamo de su jefe, rojo y sudoroso a causa del trabajo que venía desempeñando. El espadachín se hizo a un lado para dejarle pasar antes de volver a la cubierta y aproximarse a Tib.
-Vuelvo en un rato. Échale un ojo a César, que no se queje mucho.
El muryn emitió un leve jadeo y volvió a acurrucarse cuando su dueño alzó el vuelo. Con batir las alas en un par de ocasiones fue suficiente para elevarse varios metros sobre el navío, momento en que un par de potentes corrientes de viento le propulsaron con violencia hacia la isla.
El murmullo fue haciéndose más intenso conforme reducía la distancia con su objetivo. ¿De dónde provenía? Las indicaciones de "H" fueron mucho más útiles que sus propias percepciones, alcanzando una explanada en la zona sur. Destacaba un grueso y tosco pilar situado en el centro de la misma. Therax descendió con suavidad, haciendo desaparecer sus alas en cuanto posó los pies sobre la hierba de la pradera. El viento soplaba con fuerza allí. ¿Era aquello lo que había oído desde el barco? Tal vez. Era muy similar, pero no tenía la suficiente potencia para ser oído desde tan lejos. ¿O sí?
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