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[Privado Meliodas y Gidarta] Nuestra primera isla... otra vez. Empty [Privado Meliodas y Gidarta] Nuestra primera isla... otra vez. {Dom 29 Mar 2015 - 20:20}

-Mira, Gidarta. Por fin hemos llegado -dijo el rubio mientras observaba al son de su compañero la isla.

Meliodas observó el mango de su espada. Estaba encima de una caja junto al cinturón de cuero y la mochila de color caqui. Llevaba muchos años sin usarla, y su compañero no había presenciado aún ni tenido la oportunidad de verle luchar con ella. Siempre había usado los puños y no le importaba demasiado no usar la espada, no podía dejar que se acabara de romper de ninguna forma. Elevó sus brazos y saltó encima de la barandilla, sentándose en esta y mirando hacia atrás. No tenía que deducir que su compañero querría seguir adelante hacia la primera isla en la que embarcarían una vez más. Esperaba no tener que pasar una vez más hambre, pero realmente le importaba bien poco. Ya conseguirían algo de dinero en la isla y si no, sería problema de ellos a partir de ahí. Encontrar al resto de pecados y hacer una gran taberna, no era mala idea, para nada. Pasó un rato más y desembarcaron en el puerto de la isla, dando a ver que era bastante tranquila.

-Hey Gidarta, ¿preparado una vez más? -Dijo, sonriente.

Pero antes de esperar la respuesta de su compañero, se abalanzó encima de una chica, alegando que era sin querer y frotando su cara en sus pechos. La chica llegó a intentar soltarle una bofetada, pero paró la mano a ras de su cara al ver que era un niño. Meliodas sonrió y le manoseó un seno con total disimulo. La chica rió y acarició la cabeza del chaval para después levantarse e irse por su camino. Meliodas levantó los brazos en símbolo de victoria y se acercó hacia Gidarta, guiñándole el ojo.
Gidarta Sautama
Gidarta Sautama
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[Privado Meliodas y Gidarta] Nuestra primera isla... otra vez. Empty Re: [Privado Meliodas y Gidarta] Nuestra primera isla... otra vez. {Dom 5 Abr 2015 - 15:03}

El viaje en barco había sido agotador. Gidarta no era un navegante experto y, ni si quiera, servía como grumete. Aunque le encantaba el mar y los pececitos era terrible en dicha profesión. Para variar... pero no le preocupaba. Afortunadamente no trabajaba de marinero y ya había gente ducha en el oficio. Cuando el navío llegó a puerto Meliodas saltó de la nave en dirección al puerto. Aquel hombre siempre había sido así de impulsivo y rápido, nunca hacía las cosas como la gente normal. Gid, sin embargo, descendió por la pasarela tranquilamente hasta tocar tierra. Aunque le gustara el océano, disfrutaba mucho más el suelo firme donde las olas no lo desequilibraran. Se acercó a su amigo. Le había preguntado si estaba preparado. ¿Se podía preparar uno para Meliodads?

-Sí, supongo. Pero procura no hacer lo mismo que la isla anterior, por favor. Esas mujeres casi me matan...- Dijo lamentándose de su suerte.

Dio un paso y se tropezó consigo mismo aterrizando de bruces en el suelo. "Vaya mierda de comienzo" pensó. Procuró no preocuparse por un primer paso tan terrible, siempre podía cambiar el trascurso de su estancia. Pero... ¿cómo pretendía Meliodas encontrar a alguien aquí? Era una isla demasiado tranquila como para encontrar al resto de miembros de la banda. Aunque... Gidarta no era demasiado problemático. Así que, si eran como él, podrían encontrarlos fácilmente. Jamás había estado en una isla como esta. ¿Cómo serían los animales que la poblaran? Quizás podía hacer algún amigo peludo. Peludo de animal, no peludo de persona. No solía llevarse muy bien. por desgracia, con la gente. Era una lástima, porque le gustaría mucho tener más amigos humanos.

Gidarta se levantó del suelo. Cualquiera que lo hubiera visto pensaría que estaba loco. Pensar durante varios segundos tirado en el suelo... Debería haberse levantado desde el principio, pero a veces se sentía cómodo en sus momentos de torpeza. Eran tan suyos que nadie podía arrebatárselos y, después de todo, era de agradecer sentirse medianamente bien en una situación así. Miró a su amigo Meliodas. A veces le gustaría tener tanta confianza en sí mismo como el rubio o, al menos, ser tan extrovertido. Pero el mundo no estaba preparado para él o, mejor dicho, él no estaba preparado para el mundo. Por suerte los animales lo comprendían y Melio, aunque no le gustara ese nombre, lo soportaba casi siempre. Tenía suerte de tenerlo cerca, aunque a veces fuera una desgracia.
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