Una tarde tranquila [Teravan-Iro] [Privado]

Desde luego, no había juzgado mal a aquel personaje. Sus formas eran simples y su conversación, desagradable. Hablaba con una altanería propia de quien no siente gusto por lo que hace, y su evidente interés por la recompensa era impropia de un hombre con cualquier indicio de virtud. Sin embargo, toda esta clase de impresiones no asomarían en su rostro, que solo mostraba su habitual sonrisa. No tenía sentido quejarse ni educar a aquél marine, tan solo debía llevar a cabo su objetivo.

- No creo que asistir con ese vestuario a una fiesta sea mantener un perfil bajo, al menos no en esta isla. Es necesario recordar que la nobleza aquí es bastante estricta. - Dijo con tono informativo el agente, mostrando una actitud conciliadora. - Y es posible que dejen fumar, aunque creo que debería mostrar etiqueta y hacerlo de forma responsable. - Añadió, con miedo a que su excéntrico comportamiento echase a perder su tapadera. - En cualquier caso, nos encontraremos en la Plaza frente al evento a eso de las ocho, si no te parece mal. - Se dio la vuelta y salió sin hacer demasiado ruido. Tan solo esperaba que su compañero no llegase demasiado tarde.

Se marchó a su apartamento, pensando en una estrategia para llevar a cabo esa tarea. ¿Cómo conseguirían que el mercader abandonase el emplazamiento? Si tan solo conociese su rostro, podría hacerse pasar por él, pero para ello necesitaría un tiempo de estudio, tiempo del que, por supuesto, no disponía. Lo mejor sería convencerlo de un intercambio demasiado jugoso como para dejarlo pasar, y para ello necesitaría aparentar ser un hombre especialmente pudiente. ¿Cuál de sus trajes debería llevar? El blanco parecía una buena opción. Tenía unos adornos negros y dorados que otorgaban una distinción especial a su figura, mientras que el pañuelo rojo permitía ser recordado. Un perfecto caballero no debe llamar la atención, sino que debe dar a entender su presencia y su ausencia sin distraer a sus acompañantes.

Se vistió con cuidado, no debía denotar prisa en su aspecto, no solo por su misión, sino también por su propia personalidad. Vestirse inadecuadamente sería del todo inaceptable para un caballero. Aplicó uno de sus delicados perfumes detrás de las orejas, en la solapas del traje y en la barbilla. Escondió su pistola en el pecho, en un bolsillo especialmente diseñado. Otro lugar especial le correspondía a la daga, que se situaba en una funda cosida en la manga derecha. Una vez estuvo completamente preparado, se sirvió un té. Llevaba listo desde hacía quince minutos, por lo que aún conservaba su sabor. Al salir a la calle, estaba fresco y despejado, como si hubiese dormido durante toda una noche. Aún quedaban un par de horas antes de su encuentro con el marine, así que se dedicó a inspeccionar los alrededores del establecimiento.

La calle era bastante tranquila. Poseía una calma agradable, que la hacía ideal para largas temporadas de descanso. Tal vez este carácter la hacía ideal para celebraciones que no deseaban ser interrumpidas. El edificio era grande, mas no por ello destacaba, ni siquiera desentonaba con el vecindario. Tenía tres entradas: Dos delanteras, del mismo tamaño y forma y situadas simétricamente respecto al eje vertical; la otra estaba en el lateral derecho del edificio, se trataba seguramente de la entrada del servicio y de bienes de consumo para las cocinas. Tras dar la vuelta completa a la estructura se dio cuenta de que una cuarta salida podía ser utilizada. Una pequeña rejilla tenía la cerradura rota debida al tiempo a la intemperie y a una pequeña gotera de una de las tuberías de calefacción. Esa rejilla seguramente correspondía al almacén, por su poco carácter decorativo.

Se sentó en uno de los bancos, dispuesto a observar con cautela. Los turnos parecían durar poco tiempo, seguramente porque el servicio era más necesario en el interior. Cada veinte minutos se realizaban cambios en el personal que guardaba la entrada. Podrían utilizar esta información para entrar sin ser vistos, aunque otro plan empezaba a fraguarse en su mente. Tras darle un par de vueltas y decidir que no tenía nada que temer, lo llevó a cabo.

Esperó al próximo cambio de servicio y se dispuso en el puesto de uno de los participantes. Cuando llegaron los dos nuevos, les miró con cara de preocupación. - Oh, vaya... Hay un problema con las listas, al parecer eran tres papeles, no dos. ¡Qué desastre! Y la celebración a punto de comenzar... - Dijo mientras se llevaba una mano en la cabeza, en señal de aturdimiento. El engaño surtió efecto sin ninguna dificultad. Y en cuanto revisaron los papeles, decidieron ir al despacho del servicio. - Acompáñame, pues el enfado del encargado ha de ser notable, y no creo poder soportarlo sin precisar ayuda. - Añadió con un perfecto acento el hombre que iba delante. En cuanto se hubieron ido, tan solo tuvo que añadir un nombre a la lista, el suyo. Improvisaría una forma de introducir a su compañero.

Tras volver sus compañeros, alegó que había de recibir a un importante invitado y se alejó de la entrada. Dispuesto a esperar a su compañero. No llegó puntual, pero su tardanza era aceptable. Su aspecto físico era muy diferente, y a pesar de que se podrían mejorar un par de cosas, era mucho mejor del esperado. Le transmitió por encima los datos que había obtenido del establecimiento. Y una vez hubo terminado, se dirigieron a la entrada. - Tengo un plan, no te sobresaltes y estaremos dentro. - Dijo Teravan con convicción y educadamente. - Por cierto, buena elección de vestuario. - Añadió, felicitando al marine.

Se plantaron frente a los vigilantes y esperaron la respuesta del que portaba los papeles, por fortuna ninguno le había visto anteriormente. - ¿Podrían los señores decir sus nombres? He de buscarlos en la lista, si no les supone una molestia. - Dijo con la mayor educación el vigilante. - Soy Sir Caster de Bastbury. El hombre que me acompaña es mi invitado, pues ha venido de visita y deseo mostrarle nuestra hospitalidad. Deseo que no resulte un inconveniente al anfitrión. - Respondió Teravan con seguridad y unas cuantas florituras. - Oh no, por favor. Sed bienvenidos, que pasen una agradable velada. - Añadió el individuo tras una enérgica negación con la cabeza. Dicho eso, les dejó pasar sin hacer más preguntas.

Una vez dentro, Teravan se puso unas elegantes gafas que llevaba en el bolsillo interior de la chaqueta, también cambió ligeramente su peinado, pues no deseaba ser reconocido por los anteriores sirvientes. - Nos dividiremos. Podríamos llamar demasiado la atención si vamos juntos, puesto que nadie nos conoce. - Dicho eso, se alejó, dispuesto a reconocer la estancia.