Encuentro de Jedis (privado Oxyotl y Ori)

Llegué al templo a medio día, una hora muy mala por la cantidad de gente ocupada que había en la comida. Los guardias que me retenían tardaron casi media hora en encontrar al maestro de admisiones, y este tardó lo suyo en llegar. Cuando le di la carta se tuvo que poner unas gafas para poder leer bien el documento. Cuando al fin terminó les dijo a los guardias que estaba bien, que a partir de ese momento era uno de sus compañeros. Me llevó al interior del templo, me dijo que debía pasar por administración para que me asignaran una habitación, ropa y el acceso a las zonas comunes y específicas de los guardianes. Los de administración tardaron cerca de dos horas en hacer todos los trámites para poder darme acceso.

Cuando al fin terminaron el hombre que me había guiado hasta allí, y que se presentó como el Maestro Lonce, me llevó hasta la zona asignada a los guardianes, donde me presentaría a mi Maestro asignado y dejaría en la habitación. El maestro se llamaba Guams, había sido pupilo de Gils hacía algún tiempo ya y estuvo encantado de seguir con mi entrenamiento. Tendría unos días libres para hacerme a la vida del templo y en lo que me cuadraban en las guardias, ya que a los pasawan también los incluían en las rotaciones para que fueran aprendiendo, aunque no estuvieran en puestos importantes como la puerta en un principio.

Con el beneplácito del maestro me dirigí a mi habitación a dejar las cosas y luego a explorar el templo. Aprovecharía esos días para explorar todas las áreas en la que me dejaran entrar, leer en la biblioteca y meditar en los jardines. O al menos eso era lo que esperaba, pero había aprendido a no que los planes hechos con tanta antelación acababan torciéndose por imprevistos varios. El primer sitio que me dispuse a visitar el gran hall de entrada, que solo había visto de pasada al llegar, luego iría a la biblioteca si podía.

Los maestros del templo oculto en el bosque me comenzaron a mandar misiones sencillas, aunque ninguna relacionada con el enemigo que enfrentamos Wabbo, Shaak y yo. Esas misiones las realizaban ellos, y solían ir en parejas, tras lo que contó Wabbo muchos se asustaron, el miedo se apoderó de ellos. Esa información, había sido clasificada para que el resto de templos no la conociesen, de esa forma evitar que cundiese el pánico. Algo que en mi opinión no era para nada bueno, el resto debía de saber la verdad, de esa forma se podríamos combatir todos contra el mal.

Llegué un poco antes del medio día al templo más céntrico de la isla. No porque así fuese, sino porque era el que estaba más al interior. Un lugar tranquilo y de fácil acceso para todo el mundo, en este templo, por lo que había escuchado de los maestros, era un referente para toda la población, y quizás los más abiertos a enseñar a todo el mundo, algo que sin duda era bastante bueno. Aunque, por otra parte, era los más extremos hacia el lado que usaban de la Fuerza. Siendo jedis que miraban mal a otros jedis que por intentar buscar una explicación del mal intentaban buscarlo. Esto me hacía duda de mi estancia, pues ciertamente, según Shaak, yo había tenido un acercamiento hacia el lado oscuro en mi intento por usar el haki de armadura.

Cuando llegué a los guardias de la entrada me pidieron una identificación, por lo que les dije mi nombre y les enseñé la insignia del templo del que venía. Esperaba que con eso fuese suficiente. Por suerte para mí lo fue, aunque parecía ser que no todos tenían la misma suerte, en aquella misma puerta pude ver como un hombre lagarto había sido retenido, llevaba poco más tiempo que yo esperando y, aun así, entré antes, los que tenían un aspecto extraño parecía ser que les revisaban mejor.

La misión que tenía que llevar a cabo sería al de guardaespaldas de un pequeño noble, y el lugar donde había quedado con este era en aquel templo. Sin embargo, había llegado con un tiempo de antelación, casi un día. Quería ver cómo era antes de conocerle en persona. La mente de una persona era algo extraordinario, y se podía usar para muchas cosas, tras ver la traición de Maara había decidido buscar una manera sobre como entrar en su mente y así saber el por qué nos había traicionado. Recordar aquello me entristeció, había sido un gran amigo de ella, y gracias a ella había conseguido aprender cosas, y ahora, sin embargo, debía detenerla. Lo mismo pasaba con mi hermano, a quien apenas conocía, pero debía de tener un motivo para hacerlo. Tras un rato, cuando el sol comenzaba a caer, decidí que era hora de ir a ver los alrededores del templo. Y la mejor forma era desde lo más alto, por lo que me dirigí a la azotea del templo, era un lugar espacioso y a gran altura, lo que permitía ver en muchos kilómetros a la redonda, quizás viese al noble.

El maestro Lonce me interceptó cuando me dirigía hacia la biblioteca, me había estado buscando desde hacía un rato para entregarme una tarjeta y una especie de insignia. Por lo que me dijo, la tarjeta era para el acceso a la zona de los guardianes y a las que tuviera permiso para acceder, así controlaban donde y cuando había estado todo el mundo. La insignia era algo que todos los miembros del templo poseían, era algo así como la identificación del sitio donde se habían entrenado o iban a entrenar. Me quedé un rato mirando aquel trozo metálico, después de agradecer al maestro sus esfuerzos en buscarme. Antes de irse el hombre me había preguntado por lo que tenía pensado hacer durante lo que me quedaba de día, contándole mis planes. Cuando escucho lo de meditar en los jardines me recomendó un sitio mucho mejor, sabiendo ya mi gusto por los sitios cálidos, el tejado.

Mi siguiente parada tras esta conversación fue la biblioteca, un gran espacio de cuatro alturas lleno de estanterías con todo tipo de fuentes de información. Estaba llena de jedis sentados a las mesas o charlando en pequeños corros. Sin duda alguna era un gran sitio donde aprender técnicas y recabar información sobre objetivos, deberes y cualquier cosa que se me pudiera ocurrir. Podía ver bastantes padawans en la planta baja, pero ninguno en las superiores, probando mi tarjeta de acceso en las escaleras descubrí que sí que podía llegar hasta la primera, pero no a la segunda y tercera. Ojee un poco por encima algunas cosas, llamándome especialmente la atención lo relacionado con los holocrones y los estilos de lucha con sable de luz. Tras un buen rato por allí curioseando me decidí por subir a la parte más alta del templo.

El sitio era bastante espacioso, con varias columnas repartidas por el mismo sujetando una especie de parasol, además había algunas antenas y cosas que no sabía ni para que servían. Me senté tras una columna en la que aún daba algo de sol, trataría de meditar un rato, hasta que notara que la calidez del astro dejara de rozar mi piel. El zumbido de los aparatos eléctricos me distrajo al principio, pero en todos los sitios del templo suponía que tendría que superar sonidos para alcanzar el estado de meditación. Xogin no podía entrar al templo de momento, por lo que estaba guardado en las cuadras, aunque ya les había advertido de las peculiaridades de su carácter a los cuidadores, me acercaría después de la cena para estar un rato con el dragón de komodo.

En mi camino hacia la azotea me perdí un par de veces por el templo, la estructura interna del edificio, aunque similar, tenía en algunos puntos ciertas diferencias que me parecían bastante notables. Estas habían sido las causantes de mi despiste. Sin embargo, el perderme no me había venido mal, me había cruzado con un par de jedis propios del templo que iban hablando de algo que rápidamente me llamó la atención, Baketsufosu. El escucharlo me hizo llevarme la mano directamente al que guardaba en uno de mis bolsillos. Hablaban de como poder usar uno y que tipo de cosas solía poder hacer el susodicho objeto. La conversación, aunque muy breve me sirvió para encontrar algo que hacer en mis tiempos libres. No esperaba que me costase demasiado conseguirlo ya que había sido la propia consciencia del baketsufosu la que me había pedido que fuese yo el que la conservase.

Tras escucharles un par de minutos más, cuando cambiaron de tema, les alcancé y les pregunté por el camino a la azotea. No me miraron demasiado bien, posiblemente por pertenecer a otro templo o haberles interrumpido la conversación, aun así, me contestaron sin poner ninguna pega. Con las indicaciones de aquellos tipos conseguí saber el camino sin ningún problema. Cuando llegué a esta había alguien allí meditando, era un chico con aspecto de lagarto y unas alas en la espalda. Lo recordaba, era el chico que había visto en la entrada del templo y que estaba siendo revisado.

-Veo que te han dejado pasar – le dije pasando a su lado y sentándome con las piernas cruzadas a un par de metros a su derecha. – espero que no te pusiesen muchas pegas.

Tras mis palabras cerré los ojos y comencé a meditar centrando toda mi atención en el baketsufosu y de alguna forma contactar con la voz de Varda o incluso llegar a abrirlo para que me pudiese enseñar más sobre la Fuerza.

-Imagino que los típicos para alumnos nuevos enviados por maestros retirados. – Le contesté al recién llegado. – Gracias por preguntar. Si no es indiscreción, ¿eres caballero del templo? De momento solo he conocido a algunos guardianes, pero poco más.

Esperaría a que me contestase, de hacerlo y luego volvería a la meditación. Esa azotea estaba siendo un gran lugar para realizarla una vez superado el sonido eléctrico. No sé qué esperaba obtener con la meditación, pero era una herramienta básica para los Jedi, así que su utilidad tendría. De momento, notaba como con ella lograba centrar la mente, evitar que se perdiera entre un mar de ideas y emociones. Tras un rato más meditando comencé a notar el frío de la noche y la llegada del hambre. Estás condiciones daban por concluida la sesión de meditación, por lo que me levanté para bajar al comedor. Aunque antes decidí preguntar a mi compañero de azotea si quería acompañarme. Según mi maestro era bastante sociable para ser un animal, exceptuando unas dos veces al año, coincidiendo con la época de cría. Aún no había estado el suficiente tiempo cerca de las mujeres humanas como para comprobar si sus menstruaciones me afectaban de igual manera.

-Disculpa, es la hora de la cena, por si quieres bajar conmigo hasta el comedor. – Había descubierto el mismo durante mi visita al templo previa a subir a lo más alto. No sabía si molestaría al otro Jedi con mi intromisión, ya que parecía bastante centrado en algo cuadrado que emanaba un gran poder. No lo reconocí, pero seguramente sería algo de algún entrenamiento avanzado y la información estaría en la parte de la biblioteca a la que aún no podía acceder. – Lo siento si te he interrumpido durante alguna tarea importante. – Terminé disculpándome y esperando una respuesta para bajar solo o con mi compañero.

El lagarto, se mantuvo amable cuando le hablé, diciendo algo que me extrañó un poco, parecía ser que no pertenecía a ninguno de los templos que había a la isla y que había venido a este de parte de un maestro retirado.

-¿Retirado? No sabía que un jedi pudiese hacer eso, hace un tiempo me encontré con uno que se había exiliado a sí mismo por no terminar de estar de acuerdo en ciertos dogmas, interesante.

Tras esta breve e informativa conversación, ambos volvimos a la meditación, mantuve la mente en un estado en el que no pasase por ella ni siquiera mi objetivo con la meditación, permitiéndome una mejor sensación de la Fuerza que se arremolinaba en el baketsufosu y en poco tiempo tuve la sensación de que dentro de él había “alguien”. De pronto, escuché una voz muy interna dirigida hacia mí. Esta me preguntaba por lo que buscaba, a lo que le respondí, que saber lo que había en el interior del objeto, sin embargo, mi respuesta no llevó a ningún lado y no escuché nada más. En ese momento perdí la concentración sobre el objeto, parecía que, aunque el objeto me pudiese hablar a placer yo no podía hacerlo con él de la misma forma. De pronto escuché la voz del reptiliano con el que había hablado hacía unas horas.

-Estaría bien llenar el estómago, creo que por hoy no voy a mejorar más. – le respondí guardando el pequeño cubo en el cinturón. – ¿Qué crees que nos pondrán de cena?

-En la zona hay mucha caza, puede que algo de carne de caza guisada de alguna manera. No sé, quizás algún tipo de pescado del lago, si es que se puede pescar algo en él. A mi personalmente me apetece más algo de carne. - Tras unos segundos recordé algo que había oído por el templo. – He escuchado que hay gente que solo come vegetales en el templo, seguro que tienen platos solo de plantas para poder cenar. ¿A ti que te gustaría?

El camino de bajada se me hizo mucho más rápido que el de subida, seguramente por ir conversando con mi compañero de orden. Aunque se notaba que el estaba en un nivel superior al que yo poseía me transmitía una sensación de cercanía, no sé, me encontraba cómodo caminando junto a él. Esperaba no perderme de camino al comedor, eso sería quedar bastante mal delante del primer miembro con el que me relacionaba. Si no me preguntaba nada en su respuesta, continuaría yo hablando. En caso contrario, le respondería a lo que preguntara.

-¿Formas parte de alguna sección de los jedi del templo? Aún no conozco muy bien cómo va la jerarquía interna, únicamente que me han asignado a los guardianes. Mi maestro lo fue mientras pertenecía al templo, pero no me habló de si había otras disciplinas, o como funcionaba, quitando el orden de los rangos de padawan, caballero y maestro.

El hombre lagarto me respondió con lo que era más posible encontrarse, productos de caza pesca y vegetales para aquellos que valorasen la vida de un ser por encima de cualquier otra. Luego continuó preguntándome por mis gustos, o lo que me apetecía en aquella ocasión.

-Pues la verdad, creo que tomaré un poco de pescado si lo hay y algo de verdura. Si no pues carne, tengo entendido por algún libro que es mejor comer alimentos proteicos en la última comida. – respondí mientras bajábamos por las escaleras.

Aquel hombre era el primero con el que me relacionaba en mucho tiempo, y si me hacía su amigo sería el primero desde que conocí a Maara en la escuela de Padawans antes de que Wabbo y Shaak me cogiesen como aprendiz. Era algo que sentaba bien, pero desde que había visto como Maara había dejado el camino recto, me costaba confiar en la gente, algo que sin duda debía de mejorar.

El joven lagarto me preguntó por mi ocupación dentro de la orden, algo que ni siquiera yo sabía con exactitud, tan solo me habían formado y había aceptado lo que me decían que sería lo mejor para mí.

-Actualmente soy Caballero, por lo que simplemente me dedico a hacer pequeños encargos para el templo. Y siempre que puede intento aprender más sobre la Fuerza. – dije respondiendo a su pregunta - Por lo poco que conozco, los guardianes no suelen salir nunca del templo, aunque siempre hay excepciones, por otro lado, se encuentran los que podríamos llamar embajadores, que se dedican a las relaciones públicas y a realizar misiones fuera del templo. – continué explicando – Y, por último, encontramos a los eruditos, por llamarlos de alguna forma, se dedican al estudio de la Fuerza y a la transmisión de conocimientos. Los más sabios y poderosos dentro del templo forman el Consejo Jedi, por lo general son diez y en caso de que fallezca uno entre todos decidirán quién ocupará el asiento. – terminé de contarle.

-Creo que he elegido mal entonces, me gustaría ver lo que hay más allá de esta zona. Aunque imagino que los embajadores requerirán de guardianes que los acompañen en sus misiones como apoyo o protección, de ser así creo que ya se a que me dedicaré. – Mientras hablábamos habíamos llegado al comedor, un lugar grande y bastante lleno, por lo que tuvimos que ponernos a la cola para la comida. – Por lo que has dicho no eres de este templo, ¿estás aquí por alguna misión? Quiero decir, ¿has venido como si fueras un embajador de esos que me has hablado?

Me intrigaba todo lo que me había contado el caballero jedi, mi maestro no había profundizado y no estaba seguro de que la elección de guardián hubiera sido la más acertada. Aunque debía confiar en la sabiduría del anciano y la guía de la fuerza, nada ocurría por casualidad cuando ella estaba a tu lado. Sin duda, de lo que había contado mi compañero, los más interesantes eran los embajadores. Los jedi que salían a ayudar, recorrer los caminos y cumplir con los designios de la fuerza y los consejos más allá de los muros de los templos. Y por el contrario, los eruditos parecían de lo más aburrido, aunque muy necesarios.

Mientras esperaba la respuesta, y pensaba en lo que me habían contado, nos llegó el turno de coger la comida. Había mucha más variedad de lo que habíamos penado, diferentes carnes, pescados y guarniciones, acompañadas de una gran selección de postres. Todas las cosas con una pinta fantástica, sin duda alguna todo un aliciente para no marcharse de allí. Por mi parte cogí carne de ave, con una salsa de no sabía muy bien que junto con un tiramisú de postre. Me dirigí a una mesa vacía, esperando que el caballero me siguiera y pudiéramos seguir hablando.

El comedor estaba a rebosar de gente, habíamos llegado en la hora punta y se notaba bastante. Mientras esperábamos a nuestro turno para poder cenar, el Jedi lagarto me informó de lo que a él le gustaría hacer, viajar y ayudar, pues si lo que más se asemejaba a lo que le gustaba eran lo embajadores.

-Bueno, podrían ir acompañados por alguno supongo, pero el camino de Padawan es básico en todo Jedi, nos enseñan a combatir y algunas habilidades básicas con las que poder defendernos. – le conté cuando me habló de sus preocupaciones. – yo realmente he visto poco, puedo decirte que apenas he estado cuatro años como Padawan, y sin embargo, mis maestros me vieron preparado para el siguiente paso. Supongo que da igual que rama escojas, todo depende de lo que quieras hacer en tu camino. – continué.

Al fin podíamos coger nuestra comida. Una gran variedad de platos de buena pinta, y tal y como había dicho de todo un poco. Por mi parte cogí un buen trozo de trucha asada con unas patatas al horno, y para acompañarla una ración de brócoli con patata, de postre terminaría con una naranja.

-Estoy aquí por una misión. No como embajador exactamente, parece ser que han desaparecido unos Jedis en las montañas del oeste de la isla e iré junto con un grupo de otros Caballeros y algún Maestro a buscarlos. – cuando dije esto estábamos llegando a una mesa en la que quedaban un par de asientos libres.

-Suena a algo bastante importante, yo se supone que tengo unos cuantos días antes de que comience oficialmente, pero me encantaría poder acompañaros en esta misión. Soy bastante ducho con la espada, y domino las formas básicas de la sensibilidad y la materialización de la fuerza, además de saber concentrar la fuerza en forma de onda. Además, mi mascota es una excelente rastreadora, igual o mejor que los perros siguiendo rastros. – Comencé a comer la carne junto con la salsa, saboreando la deliciosa salsa que empapaba las jugosas pechugas.

Tarde o temprano también acabaría contándole que yo era un lagarto y que ciertas cualidades de estos se me aplicaban incluso aparentando un humano normal como en esos momentos. De cualquier forma, tenía que guardarle un poco carne a Xogin para dársela cuando fuera a dársela más tarde, justo antes de dormir. Esperaba que no le estuviera dando muchos problemas a los cuidadores del templo.

-Te lo puedo enseñar después de cenar si quieres, le voy a llevar algo de carne después de terminar aquí. Es lo que llamáis un dragón de Komodo, un lagarto bastante grande y con capacidades bastante destacables. Lo conocí unos pocos después que al maestro y estamos juntos desde entonces.

-Suena interesante, y te veo capaz, tanto a ti como a tu mascota. – le respondí lo más educadamente que pude – Sin embargo, no es cosa mía dejar que vengas. Antes de venir mi Maestro me advirtió de que sería el más novato, por así decirlo, y creo que haré que todos se retrasen para que pueda ir a su ritmo, lo siento.

Comencé a comer tranquilamente, saboreando la comida mientras seguía escuchando a mi compañero.

-¿Y qué formas de combate dominas? – le pregunté cuando me comentó que era un bueno en el combate.

A parte de eso parecía ser que también tenía conocimiento de los poderes innatos que todo el mundo tenía, la Percepción y la Materialización de la Fuerza. Sin duda, el joven se vendió bien para poder venir, pero como ya le había dicho, no estaba en mí dejarle venir.

-Bueno, supongo que no se ven todos los días dragones de Komodo amaestrados. – dije aceptando la invitación.

Mientras cenábamos aproveché para volver a centrar mi mente en el Baketsufōsu, necesitaba hablar con la Maestra Varda y de su petición de no entregar el objeto al consejo cuando volví de la cueva de cristales.

-Pues domino lo que mi maestro llamaba estilo del guardián. Empleo una espada de doble filo tratada para resistir las hojas de los sables de luz, al menos en intercambios rápidos. El estilo está centrado en el combate en equipo y el contragolpe tras esquivar o parar. Es bastante duro de aprender, y los cortes y moratones en las piernas y costado son el pan de cada día, por ello no nos permiten el uso de sables de luz hasta llegar al rango de caballeros.

Continuamos con la cena hasta terminar con los postres. El jedi había aceptado mi invitación para ir a ver mi mascota a los establos, pero no me había podido garantizar un hueco en la misión en la que tomaría parte al día siguiente. La jerarquía en algunas ocasiones podía resultar algo molesta, pero estaba hecho así por un motivo, y mi impulsividad era una muestra de ello. Según me había contado mi maestro hacía muchos años un grupo de padawans había traicionado a la orden para seguir a un maestro cansado del aparente desinterés de los consejos hacía una guerra entre dos reinos de la isla.

-Estaba todo delicioso, ¿verdad? Yo ya he terminado, cuando quieras podemos acercarnos hasta los establos a ver a Xogin.

Si ya había terminado y aceptaba nos encaminaríamos hacía allí, en caso contrario esperaría hasta que el caballero terminara. Tenía tantas preguntas que hacerle que ya me estaba emocionando, aunque también esperaba que el tuviera muchas que hacerme a mí.

Parecía ser que el entrenamiento con sable de luz no había sido el ortodoxo, su sable de luz consistía en un mango con doble hoja, saliendo cada una por uno de los extremos del mango. Me había parecido ver alguna en el otro templo, sin embargo, en mi opinión no llegaban a dar un mejor resultado que un solo sable o quizás dos espadas. Como explicó, su estilo de combate era mucho mejor si tenía un compañero en este, algo que no siempre habría.

-Suena interesante y duro, aunque yo creo que seguiré usando mi sable de luz. – le respondí en tono de broma.

No tardamos mucho más en cenar. Parecía que se hacía tarde, y aunque tenía todo preparado para cuando saliese de misión mi mente debía de calmarla un poco más. Pelé la naranja y seguí al joven que ya había terminado de cenar para ir a alimentar al animal. Mientras, yo por el camino fui comiendo la fruta, cuando la terminé, guardé mis brazos en las mangas de la mano contraria de la túnica cruzando estos. Una posición que se estaba volviendo bastante común en mí.

-Cuéntame, ¿Cómo es que has entrenado con un Maestro que no se encuentra en ningún templo?.

Mi compañero no parecía estar muy seguro de mie estilo, pero claro, cada uno se apoya más en lo que ya sabe, no podía reprochárselo. De camino hacia las cuadras me preguntó como había sido el entrenamiento con mi maestro alejado del templo. La verdad, aún no sabía cuanta diferencia habría, pero podía explicarle lo que había estado haciendo todo este tiempo junto al anciano jedi.

-No puedo compararlo con el entrenamiento de los templos pues todavía no he empezado, pero si te puedo decir que al principio resulto duro y frustrante. Aprender a concentrarme, eliminando las distracciones me costo bastante, y más en medio del campo donde todo está en constante movimiento. Las lecciones con la espada me dejaban las piernas, brazos y torso doloridos y llenos de cardenales. Se podría decir que conociendo las enseñanzas jedi podría haber esperado algo menos de dureza por parte de mi maestro, pero en este era muy estricto. El código y tradiciones los aprendí de libros viejísimos, algunos de los cuales parecían estar a punto de romperse solo con mirarlos.

Mientras hablaba llegamos a los establos, donde Xogin esperaba su premio por haberlo dejado allí abandonado. Era una pena no poderlo meter conmigo al templo, pero debía respetar las normas del lugar, aunque al animal aquella situación le disgustara. Le indiqué a mi compañero que podía tocarlo si quería. Tras un rato allí le propuse volver, el tenía una misión importante y yo no sabía a que dedicaría el día, pero el descanso era necesario. Por el camino de vuelta le pregunte al caballero jedi por cómo había sido su entrenamiento en un templo de la orden.

El Jedi, de una manera muy resumida me explicó en qué consistió si entrenamiento, a base de palizas con un palo para el estilo de lucha, meditación en medio del campo y lectura de libros viejos. Sin duda aquello era demasiado básico que resultaba un tanto extraño, sin embargo, tampoco era muy distinto del resto en lo básico, la mayor diferencia se encontraba en la experiencia que tenía cada uno.

Cuando llegamos a los establos pude ver la mascota del hombre lagarto. Un enorme lagarto que comió con ferocidad y rapidez lo que le había traído mi compañero. Este me dio permiso para tocarlo, sin embargo, me daba un poco de reparo el hacerlo, era posible que me intentase morder y no quería perder mi mano. Aún así acerqué lentamente la mano al lomo del animal y lo acaricié un par de veces. Tenía la piel dura, rugosa y áspera al contacto, no me sorprendió, pero la sensación que daba en la mano no me gustó mucho.

-Tranquilo, no quiero que compares entrenamientos ni métodos de aprendizaje. Cada sitio y persona tiene sus métodos. En mi caso, lo primero que pasó fue que los Maestros me encontrasen. Yo no sabía nada de la Fuerza o de su poder, apenas nada de Jedis, solo que se llevaban de pueblos a los niños que eran aptos de aprender, claro que siempre con el consentimiento de sus padres. – comencé a decirle – En mi caso llegaron cuando tenía diez años, algo mayor al pensamiento de algunos del templo. Una vez en el templo me hicieron iniciado, donde estudié todo lo que nos daban en clases de pequeños grupos, tanto teoría como un ligero manejo del sable, cuando podía leía libros en la gran biblioteca y de vez en cuando hacía travesuras – dije soltando una pequeña risa al recordarlo. – luego cuando el Maestro creía que estabas preparado, se realiza una pequeña prueba delante de muchos Maestros y dependiendo como lo hagas te escogen unos u otros. A mí me aceptaron dos Maestros del Consejo, esto duro en mi caso dos años, pero suele durar más.

Mientras le hablaba el joven hizo un gesto para volver al templo, podía ser que ya estuviese cansado del día, que había sido especialmente duro para él a su llegada al lugar. Luego me siguió preguntando por mi entrenamiento.

-Pasé con los Maestro cuatro años, yendo a misiones con ellos y cada uno enseñándome una cosa distinta. Lo primero que me dejaron hacer solo fue la obtención de unos cristales para mis sables de luz. ¿Tú has ido a por los tuyos o aún no?.

-He leído acerca de esos cristales, pero me temo que aún no he ido a buscar los míos. Aún estoy en las primeras fases de los entrenamientos, y como ya te dije antes, a los guardianes por norma general no se nos permite tener el sable hasta alcanzado el rango de caballero. Imagino que la obtención del cristal formará parte de la prueba para subir de rango. – Algo de lo que comentó el muchacho sobre la edad y los entrenamientos me sonaba, mi maestro había dicho algo al respecto. Aunque para mí aquello era nuevo, ya que había empezado a tener una consciencia más amplia de todo aquello tras comer la fruta, y tenia pocos recuerdos de antes de ese momento. – Mi caso es algo más extraño, el antiguo guardián me encontró en medio de un campo, no tengo muchos recuerdos de antes de ese momento, ni siquiera del tiempo que llevo en este mundo. – Con la charla llegamos hasta el templo, había sido un día duro y al día siguiente tendría que tratar de unirme a la misión, aunque como plan b había pensado en salir a buscar plantas para remedios naturales. – Ha sido un placer, por cierto, mi nombre es Oxyotl. Espero encontrar la manera de acompañaros mañana, si no, buena suerte en su búsqueda de nuestros compañeros desaparecidos.

Me había acordado durante la despedida que no nos habíamos presentado, algo que no había sido un lastre para comenzar con lo que parecía el inicio de una amistad. Una vez nos hubiéramos despedido, contestando a preguntas y dudas que pudiera tener el caballero jedi me internaría en el ala de los guardianes en dirección a mi cuarto. Esperaba que al día siguiente me despertaran con la tarea de acompañar al grupo, pero era casi imposible debido a mi inexperiencia.

off:

El hombre lagarto aún o había ido a la cueva para buscar sus cristales y supo deducir que servían como una forma de ver que un Padawan tenía conocimientos necesarios para ascender al siguiente rango, lo que le confirmé con un simple gesto afirmativo. Luego el joven comenzó a contarme su historia. Parecía ser que había sufrido algún tipo de amnesia y no recordaba nada hasta que su maestro le encontró y le comenzó a entrenar.

Con eso llegamos de nuevo al templo, donde el joven se presentó como Oxyotl y se despidió, informándome de que intentaría poder ir con nosotros a la misión. Algo que, aunque no me importase, si era alguien nuevo y sin ningún tipo de experiencia en haber salido a alguna misión previa podía complicarla.

-Paciencia, joven Oxyotl, tu momento de salir a hacer misiones llegará – dije haciendo alusión a lo que me solía pedir el Maestro Wabbo cuando empecé a entrenar con él - Por ahora, aprovecha a leer los libros durante el tiempo que estés aquí. Pregunta las dudas que te surjan a quien lleve la biblioteca, y antes de que te des cuenta serás un Jedi que tiene un gran conocimiento y que a pesar de no haber ido a ninguna misión podría resolver el problema. – Continué sonando como mi maestro en su día hizo conmigo – Si no te importa, te puedo seguir acompañando, tengo tiempo de sobra aún. Por cierto, me llamo Ori, un placer.

-La verdad es que no tengo demasiado sueño, normalmente no necesito dormir demasiado, aunque con el fresco me canso bastante más rápido de lo normal. Según me han dicho mi maestro es por ser de sangre fría. De cualquier modo, pensaba ir a recoger unas cuantas hierbas para ungüentos, no me importaría que me acompañaras. Eso sí, cuando lleguemos cuidado con donde pisas, hay plantas muy útiles que son más pequeñas que un roedor. Empezaremos por el lado sur, el más umbrío.

En cuanto aceptara mi ofrecimiento comenzaría a caminar hacía aquel lugar. Quería buscar plantas con propiedades cicatrizantes y sedantes. Aunque no conocía muy bien la zona y lo más seguro es que recolectara alguna planta extraña, además de las que buscaba, para estudiarlas. La decisión de empezar por el sur se debía a la mayor penumbra teórica y a la existencia de mayor humedad, lo más probable que de algún acuífero subterráneo. Me podía haber traído a Xogin, pero no sabía cuando cerraban el establo, por lo que ya tenía una tarea nueva, averiguar los horarios de las distintas zonas del templo. Por el camino respondería a todo lo que mi amigo me preguntara, bueno, suponía que ya éramos amigos. No había tenido esa sensación antes y conocía el significado por escritos diversos.

Al llegar a esa parte me sorprendió encontrar ruinas de piedra cubiertas de maleza. Eso cambiaba algo mis planes, puesto que la base de piedra de las ruinas no dejaría crecer las plantas que necesitaba, peor quizás servía para otras raras o desconocidas para mí.

-No me esperaba esto, deben tener muchos años si la maleza las ha cubierto de esta manera. Puede que haya plantas interesantes en ellas, o incluso pinturas o murales. ¿Entramos?

Parecía ser que el semi-humano no dormía demasiado, supuse por la raza animal que le daba un aspecto de lagarto. Por otra parte, según iba cayendo la noche este se sentía cansado por el frío, como todo animal de sangre fría necesitaba calor para estar a gusto. Seguí al joven en busca de unas hierbas para unos ungüentos que quería preparar y me pidió precaución por el lugar en el que caminaba para no pisar las plantas que sirviesen para esto. Por eso antes de seguir me senté en el suelo con las piernas cruzadas y mediante la Fuerza me hice levitar un poco, casi un metro sobre el suelo.

-Tranquilo, no necesitaré caminar sobre el suelo – le dije moviendo hacia él flotando.

Mientras buscábamos, nos topamos con unas ruinas, cubiertas por plantas, lo que significaba que nadie se había percatado en ellas durante mucho tiempo. No me especializaba en aquellos sitios, prefería las lenguas y otros idiomas, pero aquellas parecían distintas a otras a las que había entrado.

-Bueno, ¿y por qué no echamos un ojo? Quizás encontremos algo interesante, o incluso tus plantas. – le dije a mi compañero, y en ese momento comencé a sentir mejor la Fuerza que emanaba de mi baketsufosu, como si reaccionase a algo que hubiese dentro de las ruinas.

Al notar aquello, me centré en el objeto y esperé pacientemente para ver si la Maestra Varda se pronunciaba y podía comenzar a hablar con ella.

Tras las respuestas del caballero jedi me introduje en las ruinas en busca de alguna cosa útil. Había algo en ellas que me resultaba extraño, como si algo no estuviera en su lugar. Mi percepción de la fuerza aún era básica, pero cuanto más me adentraba en las mismas, más crecía la sensación. Fui pasando de una sala a otra, a veces por lo que debía haber sido una puerta y en otras ocasiones por encima de un muro derribado. Las plantas del interior eran su mayoría plantas trepadoras corrientes, por lo que no tenían apenas valor para tinturas o cataplasmas.

No se veían huesos ni ninguna planta que típicamente crecía sobre cadáveres o restos óseos, por lo que pensé que las abrían abandonado antes de construir el gran templo. Cuanto más me adentraba, menos plantas parecía haber. Hasta que al final, llegué a una sala que estaba totalmente despejada, de plantas al menos. La sala tenía un suelo parecido al de los pasillos del templo, y en las paredes aún se conservaba alguna estantería, aunque ya vacía. Aunque lo que llamaba más la atención era una mesa central, parecía estar hecha de piedra, pero recordaba bastante a las estanterías de la biblioteca.

-Caballero Ori, creo que he encontrado algo aquí, no sé que debería hacer. Podría venir a echarme una mano, por favor.

Estaba de pies junto a la piedra, de las cuatro zonas que parecían se podía haber sacado algo de información si fuera una biblioteca, solo una estaba iluminada. No quise tocarla por si acaso resultaba ser algo prohibido, prefería que mi compañero de orden me ayudara a saber qué hacer con aquel hallazgo.

El aprendiz entró en las ruinas sin mostrar ningún miedo, y le seguí, sentía curiosidad por la extraña sensación en la Fuerza que notaba. Incluso el baketsufosu parecía notarlo y parecía reaccionar a aquella sensación, fue entonces cuando centré más mi Fuerza sobre el objeto, perfectamente la Fuerza que en su interior había. En el interior de las ruinas había bastantes salas, con puertas en un estado bastante deplorable y con paredes caídas, Oxyotl fue entrando en algunas de las habitaciones que había, por mi parte entré en las que estaban en el otro lado del pasillo, avanzando con cuidado por cualquier cosa que pudiese suceder.

No pasó nada en las habitaciones en las que entré y tampoco encontré nada que pudiese ser el desencadenante de la Fuerza del lugar, por otra parte, mi compañero tampoco pareció encontrar nada interesante en las que fue entrando, aunque en cierto momento llegué a perderle de vista. Fue entonces cuando me llamó para que fuese hada donde se encontraba. Necesitaba ayuda pasa saber sobre algo que había encontrado.

Sin perder tiempo fui hasta su posición, se encontraba al fina de una sala, justo en la zona mas alejada y con menos densidad de plantas de esta. Frente a él, había unas estanterías, de las cuales una estaba iluminándose. Intuía que era lo que podía ser.

-Creo que sé lo que es – le dije al lagarto mientras extendía ligeramente la mano y usando la Fuerza levanté el objeto y lo atraje hacia nuestra posición – Es un objeto extraño que en su interior guarda los recuerdos de un Jedi. – le informé cuando pude ver el objeto bien.

No me esperaba la respuesta que el caballero Jedi me acababa de dar. Al parecer había dado con un objeto capaz de almacenar la consciencia de alguien en su interior, lo que si duda era asombroso. Ahora multitud de preguntas me rondaban la cabeza, si duda mi maestro me hubiera dado un buen capón al notarme tan agitado, pero por suerte no estaba allí. Aunque le tendría que preguntar al caballero, qué sí que parecía conocer los objetos, además de ser un superior de la orden por así decirlo. ¿Me podría quedar con el objeto?

-La verdad es que sí que suena muy extraño, ¿has visto alguno más en tus viajes? Parece que lo has reconocido muy rápido. Imagino que no sería fácil hacer uno de estos, ¿crees que solo los más fuertes y sabios lograban pasar sus recuerdos a estos objetos? Y ahora que lo hemos encontrado, que hacemos con él, se lo damos a los maestros del templo, lo guardas tú, me lo quedo yo, ¿Qué se hace?

Mi inexperiencia en asuntos de ese estilo, junto con mi falta de contacto social hasta hace relativamente poco jugaba en mi contra en estos casos, pero como me habían enseñado, debía confiar en la voluntad de la gente de hacer lo correcto, al menos de mis compañeros Jedi y de las autoridades. Además, Ori no parecía ser una mala persona, hasta ahora había demostrado ser bastante majo y agradable, además de ofrecerse a ayudarme. De cualquier forma, allí no parecía quedar nada más que ver. Lo mejor sería regresar una vez tomáramos la decisión de que hacer con aquella antigua y extraña reliquia. Se me hacía un poco raro que nadie hubiera revisado ya las ruinas, pero si los objetos contenían consciencia lo mismo se había ocultado hasta ahora.

Mi nuevo amigo, comenzó a agitarse tras mi respuesta, y aquello me hizo darme cuenta de lo que había provocado, nada más y nada menos que una avalancha de preguntas en la cabeza del joven. Aquello no solo hizo que quisiese saber todas las respuestas posibles, y al ser el único que estaba allí todas las preguntas comenzaron a salir disparadas por su boca, aunque estaba seguro de que había retenido muchas más.

-La verdad es que sí, he visto alguno antes, y no se su nombre, pero dudo que la fuerza del Jedi sea suficiente para lograrlo, sino más bien, sus conocimientos. En mi caso, hace un tiempo me encontré con dos de estos objetos – dije sacando el que tenía yo en mi bolsillo – me encontré dos de estos, y uno se lo entregué a los Maestros de mi templo, lo cual sería lo correcto, creo. Sin embargo, este me habló. – continué haciendo una pequeña pausa – La mente de la Jedi encerrada se llama Varda y me pidió que no se lo entregase a nadie, que me quedase con ella y así lo hice, aunque no he vuelto a poder hablar con ella. – tras mis palabras el objeto que había encontrado Oxyotl lo moví con la Fuerza hasta depositarlo en su mano.

-Estos objetos se llaman baketsufosu, y solo aquellos que ha dedicado sus conocimientos a la física han conseguido tales obras de arte y conocimiento, por eso solo reaccionamos a quien nosotros queremos. – se escuchó una voz femenina en la sala – Aquí Ori se parece a como era yo en el pasado y eso me hizo querer guiarle individualmente con mis conocimientos.

Parecía mentira, había esperado una buena cantidad de días y algunas semanas en querer volver a comunicarse, y lo que había dicho era bastante revelador y con ello confirmaba lo que le había dicho al hombre lagarto. Ahora solo esperaba que siguiese en comunicación conmigo cuando marchase a la misión y me pudiese enseñar lo que ella sabía.

¡Vaya! A sí que Ori no mentía con lo de que había Jedis en el interior de esos objetos. Había podido escuchar con claridad la voz femenina de que había hablado mi compañero hacia apenas unos instantes. Mientras eso pasaba, el caballero había depositado el baketsufosu que acabábamos de encontrar sobre mi mano. Esperaba con todas mis fuerzas que ese cubo me hablara, y poder tener así alguien que me ensañara aún más cosas, pero lo más importante, alguien con el que poder hablar y compartir vivencias y sensaciones. La sensación al contacto era cálida y suave, lo que me sorprendió dada su forma y que había estado mucho tiempo incrustado en la piedra.

-Bien, ya era hora de que alguien me sacara de esa piedra. Percibo un aura extraña en ti, no eres un humano, pero sin embargo pareces uno. ¿Qué clase de ser eres? – Se escuchó por toda la sala, era la voz de lo que parecía un hombre de avanzada edad (voz de conde Dooku)

-U..uu…un lagarto señor. – Conseguí decirle. – Padawan de los guardianes del templo y aprendiz de Gils.

-Mmmm, ya sabía yo que mis afinidades no abandonarían ni siquiera en este estado. Soy el maestro Vandaar, miembro del consejo Jedi y criador de lagartos de guerra. He de decir que me sorprende ver a alguien de tu especie con forma humana, pero supongo que ya hablaremos de ello más adelante. Además, como ha dicho la otra presencia, que me resulta familiar, si me entregas en el templo no creo que hable con nadie más, y menos sabiendo de tu existencia en él. Dicho esto, vas a tener que ponerme al día de muchas cosas muchacho, empezando por la época en la que nos encontramos.

Parecía que el objeto me aceptaba, y quién era yo para llevarle la contraria a alguien que fue miembro del consejo de la orden. Era ya tarde, así que debíamos volver al templo, además Ori debía partir de misión al día siguiente y necesitaría estar descansado. Así se lo hice saber y los dos nos encaminamos de vuelta a la entrada del templo.