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La Cena al Frío | Priv. Yan Empty La Cena al Frío | Priv. Yan {Miér 23 Mayo 2018 - 22:16}

~ Ciudad de Berivere ~
| Restaurant DeLanusse |

El silencio se apodera de la cocina mientras en el salón los camareros terminan ultimar detalles. Todo está a punto. Los ingredientes cortados en su forma correcta -brunoise, mirepoix, suflle y brisa, entre otros tantos- aguardan a ser preparados por los cocineros, quienes están bajo supervisión del chef Favre. Luego los caldos, hechos en su temperatura justa para sacar todos los nutrientes de sus componentes, dan ritmo al ambiente con el tintineo de sus tapas al danzar entre vapor y fuego. El silencio es casi absoluto, no se escucha a nadie salvo a la más joven del equipo. Una muchacha de pelo celeste y poco más de metro sesenta que susurra muy, muy bajito a la par que sujeta con fuerza un robusto cuchillo de verduras. Nadie sabe con certeza lo que dice, pero pueden hacerse una idea gracias a la situación que pasa. En cierta medida la entienden y se apiadan. Aquella joven que se promete a sí misma no equivocarse y serle útil a los demás fue, en su momento, la mano derecha del chef, y con dieciocho años había demostrado más que otros jefes de cocina de cualquier otro local. Sin embargo su espectacular carrera tuvo un final trágico del que nadie debe ni quiere hablar. Aunque todo sea dicho, la ahora ayudante de cocina aprende sumamente rápido. Tal vez sea por memoria muscular o talento, incluso una unión de ambas cosas, pero se está haciendo con los conocimientos que un día perdió en un tiempo récord, pese a que hoy por hoy se siga llevando alguna bronca del chef principal por tonterías.

—No te pongas muy nerviosa, niña —dice al fin uno de los cocineros, siendo el foco de atención de todos—. Hoy es y será igual que cualquier otro día de la semana. —Entonces pone su mano sobre la pequeña y, dibujando una sonrisa, prosigue—. Pero si ves que necesitas irte, hazlo. Refresca tu mente y entonces vuelves —aconseja mirando a la única pelirroja del equipo—. Recuerda que tu padre contrató a madame Signoret para mantener el equilibrio en caso de caos.

—Es cierto, querida —responde la mencionada cocinera—. Lo importante es que te vayas sintiendo a gusto y recordando lo que puedas. Además, monsieur Gilbert podrá dejar de refunfuñar y cocinar los platos que puedan ir saliendo tarde. —A continuación ve de reojo al jefe de cocina, quien está de brazos cruzados y plantado en mitad de la sala—. Según he oído hasta se le da muy bien hacerlos.

—¿Tú crees, Béré? —habla por fin la peliceleste, siguiéndole la broma a su amiga—. He oído que tiene unos cuantos premios de cocina y que fue de la mejor generación en su isla natal. —El tono de broma es evidente, pese a que todos esos datos son reales—. Pero jamás nos ha preparado nada, cuando nosotras le hacemos probar todas nuestras creaciones.

—Callaos —ordena entonces el rubio, cortando en seco el ambiente que empezaba a formarse.

Las sonrisas o destellos de las mismas se borran inmediatamente en el instante que escuchan entrar a los primeros clientes. Ahí ya no hay bromas o gracias que valgan, pues su irritable chef no dudará un segundo en despedirlos si no están a la altura. Automáticamente los miembros del equipo de cocina se posicionan en sus puestos, tocándole en esta ocasión a Ophélie en la zona de carnes. Después entra la primera comanda, dando pie al baile como dice Bérénice. Cada individuo, sin decir nada, hace su labor, ayudando a quienes tiene que hacerlo y recibiendo el mismo trato de sus iguales. Parecía el engranaje de un reloj con tanta precisión. Sin embargo no tienen tiempo de terminar el menú de nueve platos cuando entra el segundo y tercer vale. Raudos aumentan el ritmo, mas resulta difícil seguirles en el momento que suman el cuarto y quinto hasta un octavo. Y para más inri todas las mesas han pedido carne, desbordando en minutos a la "aprendiz". Por fortuna uno de sus compañeros le echa una mano, logrando hacer dos tareas a la par. Es entonces cuando entran cuatro notas más, las cuales tienen hasta siete platos con diferentes tipos de carne. Esto satura a la chica, que sale de la cocina por recomendación de su compañera.

—Ve a tomar el aire, tesoro —dice la sous chef—. Te has alterado mucho, y así no eres útil.

Lágrimas brotan de los ojos de la heredera biológica de ese mismo local al sentirse tan impotente. Es cierto que aprende a un ritmo frenético y es capaz de hacer muchas cosas, pero en el momento de la verdad el nerviosismo la bloquea. A veces se pregunta si en serio fue capaz de no sólo aguantarles el paso, sino sobrepasarlos. Parecía mentira. De todos modos ya es tarde para reflexionar sobre su contratiempo de hoy. Lo mejor que puede hacer ahora la aspirante a chef es recuperar la calma, y para lograrlo sale al callejón de atrás y sigue hasta la calle. En otras ocasiones ver pasar a los posibles clientes la ayudó a sobrellevar el estrés, por lo que hoy también puede hacerle bien. Asimismo la temperatura de la ciudad en esta época del año es maravillosa, pues la brisa fresca entra por la blanca piel de la joven y balancea sus cabellos de manera armoniosa, como si de suaves caricias se tratasen y recordándole que no está sola por más injusta que sea la vida.

—¿Habrá alguien que esté pasando por lo mismo que yo? —pregunta al viento sin percatarse de quienes están a su lado.
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La Cena al Frío | Priv. Yan Empty Re: La Cena al Frío | Priv. Yan {Jue 24 Mayo 2018 - 5:19}

Muchas cosas habían pasado desde que decidió empezar su viaje, y hasta ahora no puede responderse cómo es que llegó a un lugar tan... lejano. ¿Qué diablos hacía ahí? ¿No que sus viajes serían por Paraíso y luego llegar al Nuevo Mundo? Resulta que a veces la vida da vuelcos sorprendentes, y ese era uno de ellos. Cogió el barco más rápido y dejó el suyo a cargo de unos marines que conoció, confiándoles su mayor tesoro. Se decían muchas cosas acerca del lugar en el que se encontraba, pero lo único que importaba era al criminal que cazaría. Una cacería era la única razón por la que el joven de cabellos negros decidiera emprender rumbo a un mar tan lejano como desconocido. Estaba muy confiado al pensar que Elliot “La Máscara” serí una presa fácil, pues no era acusado de homicidios ni delitos similares, sino que sus crímenes se enfocaban en la extorsión, chantaje y robo de documentos secretos. Tenía una buena recompensa, lo que le permitiría a Yan comprar objetos más... sofisticados.

Llevó su mano al bolsillo derecho de su pantalón y cogió una cajetilla, para luego retirar un cigarrillo y echárselo a la boca. Tal vez era la única persona en todo el mundo que los componentes tóxicos del tabaco no le afectaban negativamente. Ser un hombre-veneno tenía ventajas muy útiles, aunque a veces las chicas salían corriendo debido a su peligroso aliento. Como sea, decidió caminar por las congestionadas calles de la ciudad, observando a las personas. Y como por mera casualidad, el jovencito se detuvo frente a un restaurante. «Bueno, no podré cazar a nadie con el estómago vacío», se dijo a sí mismo, convenciéndose de que era buena idea entrar y probar todo tipo de alimentos. En todo caso, Yan no era mucho de locales lujosos ni ostentosos, sino que prefería las tabernas y la música armoniosa de los bardos. Sin embargo, nada perdía con salir de la rutina.

—¡Qué bien huele! —expresó con una sonrisa justo después de entrar al restaurante—. Igual tardan un poco en atenderme, con la pila de gente que hay...

Tomó asiento en un lugar un tanto retirado y le echó un ojo a la carta. Había carne, carne y más carne. Seguramente era la especialidad de la casa, y el cazador estaba ansioso por probar esos platos. Él también sabía manejarse en la cocina y quizás podía dar críticas un tanto más profesionales, aunque eso sería pedir mucho. El pelinegro únicamente diferenciaba dos tipos de comida: la buena y la mala. Si le gustaba, pues todo bien. Y si no, siempre se podía mejorar. Yan entendía todo eso de que pra gustos colores, y seguramente habría gente que cocinase con técnicas diferentes.

—¿Me recomiendas algo? Para mí todas las carnes son igual de sabrosas —le comentó a la mesera que esperaba tomar la orden del cazador—. Si hay cerveza para acompañar, ¿qué mejor?
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La Cena al Frío | Priv. Yan Empty Re: La Cena al Frío | Priv. Yan {Jue 24 Mayo 2018 - 21:40}

La mirada de la ayudante se pierde poco a poco en el oscuro cielo, oyendo la vía transcurrir al son de la brisa. No obstante unos pasos concretos pican su curiosidad. No suenan como los habituales, más bien como sandalias. ¿Pero qué excéntrico tiene que ser alguien para llevar ese calzado ahí? La hora, el clima y la zona lo impiden. Estamos hablando de un barrio relativamente elegante con gente que pasea con trajes y vestidos de noche. Desde luego que no es un lugar cualquiera, por lo que Ophélie se voltea a mirar. Un joven de cabellos sumamente largos y negros avanza al destiempo que los otros viandantes, quienes lo miran de reojo y sueltan alguna gracia que ríen sin tapujo ninguno. Al mismo tiempo la puerta principal del DeLanusse se abre, liberando las notas que interpretaba un dulce violín en un solo maravilloso. Y es esta atípica combinación audiovisual que arranca una tierna risa a la muchacha, que se queda viendo muy disimuladamente al sujeto hasta que entra a su futuro restaurante. Aunque no sin antes haber escuchado la exclamación del tipo, haciendo indudable referencia a los aromas que emanan desde el salón de comidas.

Vaya personaje... —susurra secándose las lagrimas mientras aún sonríe por lo de antes.

A continuación la futura regente del mesón entra por donde había salido, sin ser vista por ningún cliente del interior y poniéndose a trabajar de inmediato. Vuelve a coger las riendas de su zona y descarga de faena a sus compañeros, haciéndolo mucho mejor que antes gracias a su calma y la moderada afluencia de comandas. Sin embargo no tarda en romper de nuevo su ritmo de trabajo, pese a que esta vez no es su culpa. El chef Favre pide a la cocinera que atienda lo peor de la noche para él, y son los saludos a los clientes y las recomendaciones de la carta a los más importantes. Ophélie acepta y, desabrochándose un botón de su camisa de trabajo, sale al encuentro con los comensales. Pero no recorre más de dos mesas hasta que percibe al singular sujeto de antes, el cual está sentado muy lejos. Pero eso no es problema para alguien como ella, que ni corta ni perezosa cruza sonriente toda la sala hasta llegar a él.

—Merci, Angèle —agradece con voz amable y cálida a su camarera, quien se queda perpleja al verla—. Si me disculpas a partir de aquí atenderé yo misma al monsieur. —Acto seguido la chica de melena castaña asiente y se marcha, no sin antes dejarle lo necesario a su próxima jefa para tomar la nota—. Disculpe las molestias —prosigue—. La recomendación de esta noche es el Choux Farci, que se hace con espárragos y champiñones salteados en mantequilla ghee y envueltos en hojas de repollo y carne de pato. —Entonces pasa la hoja del pelinegro para mostrarle los platos de verduras, que son realmente la especialidad de la casa—. Asimismo tenemos de entrante la ensalada noçoise, que es una fantástica menestra de lo mejor que puede ofrecer esta isla. Todos los ingredientes que lleva son de nuestro huerto, al que cuido y mimo yo misma. —Las palabras de la peliceleste bailan al mismo compás que la melodía de fondo, que sube de intensidad pero no de volumen y amenizan la velada con elegancia y gracia—. Y recuerde que siempre puede pedir el menú, compuesto de nueve platos.
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La Cena al Frío | Priv. Yan Empty Re: La Cena al Frío | Priv. Yan {Mar 29 Mayo 2018 - 22:51}

La mesera no alcanzó a decir una sola palabra antes de que fuera sorprendida por, aparentemente, su compañera de trabajo. Tenía interés en atender a Yan, o al menos eso percibió él. «¿Me encontrará guapo?», se preguntó él. Bueno, ahora mismo tenía mucha hambre como para fijarse en chicas. Un hombre de verdad no podía hacer muchas cosas al mismo tiempo, no si quería hacerlo bien. Se concentró en las palabras de la joven mesera, intentando comprender lo que decía, pero le fue imposible. Fue demasiada información para su perezoso cerebro, por lo que a mitad del discurso de la chica, se mostró exageradamente aburrido. Sin embargo, su aburrimiento terminó de inmediato cuando escuchó “menú de nueve platos”. Parecía mucho más sencillo y no tan elaborado, vamos.

Sabía que ese restaurant era muy diferente al que frecuentaba con normalidad. Música formal y comida con nombres rebuscados, tantos meseros como clientes… Ahora mismo no se preocupaba de poder pagar o no, pues tenía dos opciones. La primera, y más usada por él, era huir tan rápido como Flazh, uno de sus superhéroes favoritos de las historietas que leía, conocido por ser extremadamente veloz. La segunda, y no más convincente, era cazar al criminal y cobrar la recompensa. El problema era que no sabía dónde estaba. Tendría que hacer preguntas y recopilar información, lo típico de un trabajo. Y era el proceso más aburrido de la vida. ¿Por qué no simplemente los criminales aparecían y ya? Esa manía en querer ser buscados…

Dejando los pensamientos a un lado, sonrió a la chica y habló.

—No sé qué es eso del menú, pero quiero uno doble —mencionó con firmeza, siendo incapaz de darse cuenta de que serían 18 platos—. Aquí todo huele bien, seguro que la comida sabe aun mejor.

En ese mismo momento recordó que recién estaba comenzando su viaje, uno en el que necesitaría incluir a más personas. Lo bueno es que Yan sabía cocinar, pero no podía ser el músico y cocinero del barco. Debía haber alguien más. En lo personal, él prefería la música. Le gustaba alegrar a la gente y terminar la noche en grandes fiestas, animadas por la música que él tocaba. Pero lo cierto también es que se desenvolvía con excelencia en la cocina, preparando platos dignos de competir con los de restaurantes elegantes como ese. ¿Y alguien se lo esperaba? Claro que no. Nadie se imaginaría que un tontuelo como Yan podría preparar comida tan sabrosa.  
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La Cena al Frío | Priv. Yan Empty Re: La Cena al Frío | Priv. Yan {}

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