Llegas a Mirrorball por cuestiones del azar. Tu pequeño bote te había salvado de una situación muy peligrosa el día anterior, cuando te enfrascaste sin querer en el combate de dos buques de los marines contra un poderoso galeón pirata. Te habías quedado dormida y no los viste venir, así que lo único que te quedo por hacer fue remar con todas tus fuerzas mientras veías como los cañonazos destrozaban la madera de los barcos de ambos bandos. Dejaste tu bote en el muelle y un olor particular llamó tu atención. Un hombre vestido con una camiseta amarilla y pantalones cortos, tenía un pequeño puesto cerca de donde estabas. Te acercaste por que el olor era agradable y sabías muy bien que no habías comido nada. En el puesto, el hombre freía trozos de pescados atravesados con delgada madera y los bañaba en una salsa color caramelo. Luego los colocaba en un plato y esperaba a que alguien se los comprara. Parecía sabrosas por el color y te animaste a probarlo.
—Bienvenida señorita. Espero que haya amanecido bien — decía mientras te ofrecía a tomar asiento.
Lo hiciste y te atendió cordialmente. El pescado frito junto con esa salsa de color caramelo era un platillo exquisito y no tardaste en darte cuenta que el hombre parecía feliz al verte devorar los trozos de carne marina con tal felicidad que por un segundo te incomodo que te mirara. Cuando terminaste, le pagaste, no sin antes preguntar algunas cosas que podía hacer en la ciudad. El hombre mencionó dos cosas y cada una de ellas era interesante. La primera, era que había oído de su prima que alguien estaba buscando chicas para que trabajaran en una especie de nueva película de acción y la otra, un viejo acaudalado estaba reclutando viajeros para alguna especie de misterioso plan que nadie sabía para que era.