Vamos a la playa (Priv-Pasado) (Zay y Abigail)

- Menos mal que una tiene sus contactos - Suspiré intentando quitarme el sueño de encima después de unas largas horas de viaje por el inmenso mar del South Blue. Un viejo amigo de mi ciudad me había llevado con él para que le ayudara a vigilar sus mercancías durante su viaje de negocios a la isla de Baterilla. Según lo que había oído de la isla, era allí donde se creía que uno de los hermanos del anterior Rey de los Piratas había nacido. Pero nada de esas cosas me importaban, me ataba un viejo favor que me obligaba a actuar de guardaespaldas. Según me había dicho Dutch, el mercader, una conocida banda de ladrones se suponía que iba tras las mercancías. Esperaba poder darle movida al cuerpo y partir un par de mandíbulas. Sería un grato ejercicio.

Minutos más tarde, me encontraba ayudando a descargar la carga. Tenía especias y algunas que otras piedras preciosas por las que se podría pillar un buen pellizco. Pusimos todo en un viejo carro tirado por cuatro caballos negros que parecían fuertes y robustos. Dutch y yo marchamos a través de las calles hasta llegar a un almacén situado al final del muelle.

-Hay que cuidar de esto hasta mañana, será entonces cuando monte mi tienda en el mercadillo. Hasta entonces tienes que vigilarlo, Abby, cuento contigo para ello - Dijo el viejo hombre mirándome a los ojos.

-¿Cuando te he fallado yo, viejo estúpido? - Respondí con una sonrisa - No tienes de qué preocuparte, si alguien se atreve a poner un pie aquí le mandaré al hospital -

Aquella noche no tenía sueño de todas formas, mi amigo se fue a una posada para pasar la noche y yo me quedé montando guardia.

- Tch, vale que confía en mí pero, ¿por qué no ha contratado guardias? No me quiero hacer responsable de tal carga y me da mucha pereza - Me tumbé junto a la pared, con aire de gandul.

Aún era temprano, las 9 de la noche, aún quedaba gente de un lado a otro, terminando la jornada laboral. Y la mía acababa de empezar hasta por la mañana.

Pocas islas le quedaban al mink por explorar en el South Blue y Baterilla era una de ellas. En esta isla se decía que había nacido el hijo de Gold D. Roger, el primer Rey de los Piratas. Este hijo se llamaba Portgas D. Ace, que era hermano jugado del ultimo Rey de los Piratas, Monkey D. Luffy. Esa historia le importaba mas bien poco al felino. En su pequeño bote, atracó en el puerto de la isla. Era una noche cerrada y lo que quería era dar unos tragos en alguna taberna antes de empezar a explorar la isla.

Primeramente el mink iría a la ciudad para encontrar algún bar donde poder beber algo. El sentido de la orientación de Zay no era muy bueno que digamos, así que posiblemente se perdiera intentando buscar alguna taberna. Empezó callejeando por el muelle y de pronto se topó delante de una especie de almacén.

- "Mierda, me he vuelto a perder" -Pensó el felino mientras miraba los alrededores para ver si encontraba algún sitio por donde ir o si encontraba alguna taberna de mala muerte donde dar un trago.

El desconocimiento de información sobre la isla no le hacía bien al gatete, pues a él le gustaba tenerlo todo bien estudiado, es decir, donde estaban los locales que debía frecuentar en cada isla. Pero por alguna misteriosa razón, no pudo recabar información sobre Baterilla o es que simplemente se le pasó hacerlo.

También esperaba poder luchar contra alguien fuerte para entrenar.

Me estaba aburriendo bastante en aquel lugar, ni siquiera había pasado una hora y ya me encontraba medio dormida. Ya las calles se encontraban medio vacías, quedando solo algún que otro atrasado de la salida del trabajo o los típicos borrachos. Me gustaría unirme a sus fiestas, pero tenía que continuar de perro guardián un par de horas más. El rumor del viento llegaba a mis oídos, haciendo como una madre al cantar a su hijito. Los párpados me pesaban cada vez más y más. Morfeo estaba muy pesado conmigo y yo estaba intentando resistirme a su abrazo. Pero pronto un extraño ruido me sacó de mi sueño, parecían unos pasos y un ligero sonido sordo. Me levanté rápidamente y me dispuse a echar un vistazo a ver que sucedía. Si eran ladrones me iban a divertir un buen rato. Fui a la parte de atrás del almacén y me encontré con 5 hombres cargando con cosas.

-Vaya, vaya. ¿Qué tenemos aquí? ¿Un par de chicos malos cogiendo cosas que no son suyas? - Dije riéndome mientras me acercaba a ellos. La mayoría eran jovenzuelos que no pasaban de los 30, solo había un barbudo que parecía ser el jefe y portaba un gorro de lana.

- ¡Una testigo! ¡Tendremos que matarte para que no nos denuncies a las autoridades! - Exclamó mandando a sus aparentes lacayos a por mí. Hice lo que pude por defenderme de tantos a la vez pero apenas pude hacer algo. Golpeé a uno en la entrepierna, luego le propiné un puñetazo en la cara a otro. Pero justo en ese momento me golpearon en la espalda y me retuvieron.

-Pensándolo bien... sería una pena que alguien con un cuerpo tan hermoso como el tuyo se fuera al traste - Dijo el barbudo con una sonrisa pícara. Me encontraba en una situación muy peliaguda. ¿Que podía hacer para salir de ese atolladero? Intenté gritar para lamar la atención de alguien que pasara por ahí. Solo quedaba esperar y rezar.

Mientras el felino se encontraba perdido en frente de un almacén, en la parte de atrás de este se escuchó un grito que por la voz parecía ser de una muchacha. El Mink se acercó rápidamente hacia la parte de atrás del almacén y divisó a unos hombres agrediendo a una muchacha. No conocía de nada a esa mujer, pero eran cinco hombres contra una sola mujer. El Mink tenía un fuerte sentido de la caballerosidad y no podía soportar como agredían e intentaban abusar de una muchacha. Con el rostro enfadado, enseñando sus afilados colmillos y rugiendo como un tigre, Zay empezó a cargar sus puños con electricidad, almacenando en estos toda la que podía.  Para esos tipos, era la última vez que hacían una cosa así.

Tras dar unos cuantos pasos y ya estar en posición de los maleantes, propinó un fortísimo puñetazo al que parecía el líder de la banda. El puñetazo lo mandó a volar y estamparse contra la pared del almacén. Con los ojos en blanco y el puño de Zay marcado en todo su rostro, éste había quedado inconsciente por completo. Esto era solo un aviso, dándoles a entender a los que quedaban que si el Minkl había derrotado de un solo golpe a su líder, que no tendrían nada que hacer aunque fueran todos juntos a por él.

- Iros de esta isla inmediatamente. -Simplemente espetó el Mink, esperando la reacción de los maleantes.

La muchacha no era su amiga, ni tampoco Zay pretendía que lo fuera por haberla salvado. Pero el fuerte sentido de la caballerosidad que le inculcó su difunta madre prevalecía en su interior y no podía negarle la ayuda a una mujer. Se estaría traicionando a si mismo, o mucho peor, estaría manchando la memoria de su querida madre.

Todo parecía perdido, aquellos hombres me tenían a su merced. Miradas de lascivia aparecían en sus rostros. Me parecía mejor que me mataran de una vez a que me mancillaran con sus sucias manos. Cerré los ojos con indignación pero no sin antes escupirle a la cara a uno de esos canallas. Cuando este amenazaba con propinarme otro puñetazo, alguien surgió de entre las sombras. Sus manos iluminaban la noche, parecían estar rodeadas de oscuridad. Pero... aquel ser no parecía humano. Pues mis ojos se fijaron en unas garras y una cola. Aquel desconocido era fuerte, pues de un golpe mandó a volar al que comandaba ese grupo de forajidos. Con la caída del cabecilla, amenazó a los otros para que se fueran por donde habían venido. Esto resultó ser bastante efectivo, pues los bravucones se batieron en retirada con el rabo entre las piernas.

-¡Corred, es un monstruo! ¡Esto no es lo que nos habían dicho! - Gritó asustado uno de los ladrones.

Escupí un poco de sangre y me arreglé la ropa. Aquellos malditos insectos me habían dejado un par de heridas superficiales pero nada de lo que hubiera que preocuparse. Creí que debía agradecer a quien fuera el que me había salvado, pues me había ahorrado sufrir una una muy asquerosa experiencia. Cuando un poco de luz se presentó gracias a la luna, pude ver que efectivamente no era un humano. Parecía ser un miembro de la tribu de los minks. Pero a diferencia de los cobardes de antes, yo no era una racista.

- Gracias por tu ayuda, amigo - Dije sonriendo - Mi nombre es Abigail, ¿puedo saber el tuyo? - Pregunté amistosamente. Aunque era bueno el haber sido salvada, me surgió una duda acerca de que si habían conseguido llevarse algo de la mercancía. Me asomé por el agujero que habían hecho y... efectivamente habían conseguido robar algunas de las piedras preciosas. Aquello me ponía en un buen aprieto, pues me iba a ganar una buena reprimenda. Desesperada, quería recuperar lo que faltaba.

- Oye... ¿me podrías ayudar a otra vez, porfa plis? Han robado algunas cosillas y mi amigo se va a enfadar mucho conmigo - Comenté preocupada - Si es por dinero él te puede ofrecer parte de las ganancias como pago - Si aceptaba el trato, lo primero que haría sería intentar despertar al hombre inconsciente para que me dijera donde estaba su cuartel general.

Los ladrones se habían ido de allí cagando leches debido a las amenazas del mink. La muchacha presentaba alguna que otra herida superficial, nada de lo que tenía que preocuparse. Al levantarse y escupir un poco de sangre, le dio las gracias al felino y se presentó.

- Mi nombre es Abigail, ¿puedo saber el tuyo?.

El felino se puso a mirar alrededor girando la cabeza y buscando algún cartel de "Se busca" colgado en la pared. En efecto, dio con uno con su nombre. Se acercó, lo arrancó y se lo dio a Abigail.

Segundos más tarde, el guerrero mink, notó cierto aire de preocupación en la muchacha, como si estuviera buscando algo desesperadamente a través del agujero. A los pocos instantes, le pidió ayuda al felino. Los ladrones que habían huído de allí, lo habían hecho con algo que pertenecía al amigo de la muchacha.

El felino suspiró y asintió con la cabeza. Luego se giró hacia el tipo inconsciente y caminó hacia él. Quería despertarlo y que le dijera donde habían ido sus secuaces mientras lo cogía por el pecho con su garra izquierda y con la otra empezaba a cargar electricidad.

- Dime donde han ido tus esbirros, pedazo de basura. Como no me lo digas, tu sucia y miserable vida se acabará aquí. Si me lo dices, prometo dejarte vivir. ¿Hay trato? Se han llevado cosas que no les pertenecen.