Prometeo
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Saberes
Akuma no mi
Varios
—No me gusta este lugar, Prometeo —dijo la doctora, mirando con preocupación hacia todos lados, como si estuviese segura de que alguien nos perseguía.
Xiaoxung era un pueblo casi en ruinas sumido en la pobreza, la hambruna y la delincuencia, donde cada día podía ser el último si es que no andabas con cuidado. Los hombres nos dedicaban miradas de desprecio al pasar por la avenida principal, e incluso algunos afilaban sus cuchillos mientras caminábamos, como si quisieran hacernos saber que no saldríamos bien parados de esta. Pese a ser la cuna de la delincuencia y la desigualdad, en Xiaoxung parecía vivir un hombre muy inteligente, un científico que había abandonado al Gobierno Mundial y conocía los misterios de mi enfermedad, o eso nos habían dicho.
—No se preocupe, doctora. No nos pasará nada —respondí, fijándome en su atractivo rostro. Llevaba el cabello castaño claro peinado en forma de cola de caballo, vestía un suéter verde olivo y unos pantalones azules ajustados que denostaban la perfección de sus cálidos muslos. Me miró con sus profundos ojos color miel y entonces me cogió del brazo.
—Mantengamos un perfil bajo, creo que a esta gente no les agradan los extranjeros.
Asentí con la cabeza y continué caminando.
No llevábamos demasiado dinero encima, quizás el suficiente para pasar a lo más un par de semanas en Xiaoxung, aunque la doctora y yo esperábamos no quedarnos más de tres días en el pueblo. Xiaoxung era justamente el mundo que no conocía, esa parte de los humanos que no aparecía en los libros de filosofía, esa región olvidada de la justicia que no alcanzaba a todos por igual. Quizás ellos eran la razón por la que quería luchar en pos de un mundo mejor, uno en donde niños y hombres, mujeres y ancianos, no tuvieran que vivir en espacios indignos. Tal vez estaba equivocado en mi razonamiento, después de todo, no soy más que un homúnculo, pero me parecía muy acertado.
Entramos a una cantina de mala muerte, ventanas rotas y un nauseabundo olor que casi hizo vomitar a la doctora. Advertí que, si decidía comer en ese lugar, posiblemente moriría. Mi sentido del gusto era exageradamente sensible, fino, incluso había gente que lo tachaba de majestuoso. Era uno de los pocos rasgos que la manipulación genética no pudo determinar al momento de mi creación. Había leído que el ambiente en las tabernas era alegre y todo, pero aquel lugar era… deprimente. No había música ni gente, solo un hombre que no dejaba de secar un vaso que ya debía estar seco.
—Xiaoxung es el lugar indicado para hacer las compras en el mercado negro —le comenté a la doctora en voz baja, tomando asiento y observando el edificio—. Podríamos encontrar armas para el Ejército Revolucionario, ¿no lo cree, doctora?
—Por el momento limitémonos a lo que hemos venido —decidió Elizabeth, suspirando cansada—. Te ves muy guapo con ese traje negro que elegí para ti. ¡Oh, y esa corbata dorada! Tengo un muy buen gusto, ¿verdad?
Xiaoxung era un pueblo casi en ruinas sumido en la pobreza, la hambruna y la delincuencia, donde cada día podía ser el último si es que no andabas con cuidado. Los hombres nos dedicaban miradas de desprecio al pasar por la avenida principal, e incluso algunos afilaban sus cuchillos mientras caminábamos, como si quisieran hacernos saber que no saldríamos bien parados de esta. Pese a ser la cuna de la delincuencia y la desigualdad, en Xiaoxung parecía vivir un hombre muy inteligente, un científico que había abandonado al Gobierno Mundial y conocía los misterios de mi enfermedad, o eso nos habían dicho.
—No se preocupe, doctora. No nos pasará nada —respondí, fijándome en su atractivo rostro. Llevaba el cabello castaño claro peinado en forma de cola de caballo, vestía un suéter verde olivo y unos pantalones azules ajustados que denostaban la perfección de sus cálidos muslos. Me miró con sus profundos ojos color miel y entonces me cogió del brazo.
—Mantengamos un perfil bajo, creo que a esta gente no les agradan los extranjeros.
Asentí con la cabeza y continué caminando.
No llevábamos demasiado dinero encima, quizás el suficiente para pasar a lo más un par de semanas en Xiaoxung, aunque la doctora y yo esperábamos no quedarnos más de tres días en el pueblo. Xiaoxung era justamente el mundo que no conocía, esa parte de los humanos que no aparecía en los libros de filosofía, esa región olvidada de la justicia que no alcanzaba a todos por igual. Quizás ellos eran la razón por la que quería luchar en pos de un mundo mejor, uno en donde niños y hombres, mujeres y ancianos, no tuvieran que vivir en espacios indignos. Tal vez estaba equivocado en mi razonamiento, después de todo, no soy más que un homúnculo, pero me parecía muy acertado.
Entramos a una cantina de mala muerte, ventanas rotas y un nauseabundo olor que casi hizo vomitar a la doctora. Advertí que, si decidía comer en ese lugar, posiblemente moriría. Mi sentido del gusto era exageradamente sensible, fino, incluso había gente que lo tachaba de majestuoso. Era uno de los pocos rasgos que la manipulación genética no pudo determinar al momento de mi creación. Había leído que el ambiente en las tabernas era alegre y todo, pero aquel lugar era… deprimente. No había música ni gente, solo un hombre que no dejaba de secar un vaso que ya debía estar seco.
—Xiaoxung es el lugar indicado para hacer las compras en el mercado negro —le comenté a la doctora en voz baja, tomando asiento y observando el edificio—. Podríamos encontrar armas para el Ejército Revolucionario, ¿no lo cree, doctora?
—Por el momento limitémonos a lo que hemos venido —decidió Elizabeth, suspirando cansada—. Te ves muy guapo con ese traje negro que elegí para ti. ¡Oh, y esa corbata dorada! Tengo un muy buen gusto, ¿verdad?
- Ambientación:
- Xiaoxung es un pueblo medieval casi en ruinas inspirado en la China de hace 1000 años, la gente es pobre y mal educada, violenta y peligrosa. Todo el lugar apesta a excremento y es común mancharse con barro hasta las rodillas. Actualmente, está atardeciendo y no se ve ninguna estrella en el cielo, y el clima indica que tampoco las habrá. Está nublado, hace algo de frío y corre una brisa que, por el momento, no supone ningún problema para nadie.
- Reglas:
- Las reglas que usaremos serán las siguientes:
- No habrá saltos de turno.
- No habrá mutilaciones, amputaciones ni heridas permanentes.
- Todo lo sucedido se considera on-rol.
- No se permite la muerte ni los robos.
- No habrá saltos de turno.
Kumi Asagiri
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Lucho por lo que creo
Combate | Xiaoxung | Pasado
Como una buena pirata, ratera, bandida, y cualquier otro adjetivo que se me pudiera identificarme, a base de contactos con los bajos fondos, pude encontrar un lugar perfecto para hacer mis trapicheos. Xiaoxung era su nombre, un lugar el cual realmente nadie en su sano juicio decidiría visitar, pues estaba plagado de maleantes y personas indeseables. Y ahí estaba yo, haciendo tratando de hacer mis trapicheos con la gente de aquella isla, pero no eran nada educados, aunque esta gente era bastante fácil educarlos, pues eran bastante simplistas, obedecen si les pisas la cabeza. Y en eso estaba precisamente, sacando información a un tipo que había tratado de atracarme, pues mi apariencia distaba mucho de lo que realmente era. El pobre hombre que había tratado de golpearme, pero ya había aprendido la lección y este me dijo de un buen lugar para vender mi mercancía, ese lugar era una conocida taberna la cual era bastante frecuente ese tipo de intercambios entre otras cosas.
Tras conseguir lo que deseaba, lo dejé vivir algo realmente extraño por mi parte, pero, quería llegar lo antes posible, necesitaba dinero y rápido. Así que simplemente quitarle la vida a ese insignificante hombre me era irrelevante. Para no tener un problema similar, me preparé, pues no volveré a mostrar mi rostro ya que este por desgracia no intimida. Me coloqué mi máscara, y posteriormente la capucha, así apenas verían parte de mi rostro. Me reajusté todo mi armamento, el cual ni siquiera me molestaba a ocultar, pues eran bastante evidentes salvo algunas que si podía ocultar. Hecho eso, me dirigí a la taberna. No tardé demasiado en llegar, parecía bastante llena pero no me importaba, así tendría más facilidad de poder vender mi mercancía. Una vez dentro, me acerqué a la barra de la taberna y susurrando al camarero dije que vendía material. Sabía que en una taberna así el tabernero sería intermediario a costa de una comisión, lo sabía bastante bien, pues ya había hecho algo similar en el pasado.
El tabernero me señaló una mesa, donde había un tipo, parecía de mediana edad, y con claros signos de ser alguien bastante temido, pues estaba él solo y el resto de la gente algo más alejada. Tomé una copa, que estaba llena, la verdad no se ni de quien era, me acerqué al tipo, dejándole el vaso cerca de él para luego sentarme en frente de él. - Parece que hoy hace una bonita noche. - Decía calmada, pero con tono serio, mi voz un tanto distorsionada por la máscara me hacía parecer más adulta. Mirando al hombre a los ojos, mientras este, simplemente trata de ver una pequeña parte de mi rostro que se dejaba ver entre la máscara y mi capucha. Tras unos instantes de unas miradas fijas, el hombre asintió, pues veía que no había temor en mi mirada. - ¿A qué has venido? - Preguntaba mientras tomaba con su diestra el vaso que le había puesto. - Negocios. - Al escuchar eso, el hombre de un trago se bebió toda la copa y con ímpetu, lo dejó sobre la mesa. - Está bien, cuéntame más muchacha. -
Tras conseguir lo que deseaba, lo dejé vivir algo realmente extraño por mi parte, pero, quería llegar lo antes posible, necesitaba dinero y rápido. Así que simplemente quitarle la vida a ese insignificante hombre me era irrelevante. Para no tener un problema similar, me preparé, pues no volveré a mostrar mi rostro ya que este por desgracia no intimida. Me coloqué mi máscara, y posteriormente la capucha, así apenas verían parte de mi rostro. Me reajusté todo mi armamento, el cual ni siquiera me molestaba a ocultar, pues eran bastante evidentes salvo algunas que si podía ocultar. Hecho eso, me dirigí a la taberna. No tardé demasiado en llegar, parecía bastante llena pero no me importaba, así tendría más facilidad de poder vender mi mercancía. Una vez dentro, me acerqué a la barra de la taberna y susurrando al camarero dije que vendía material. Sabía que en una taberna así el tabernero sería intermediario a costa de una comisión, lo sabía bastante bien, pues ya había hecho algo similar en el pasado.
El tabernero me señaló una mesa, donde había un tipo, parecía de mediana edad, y con claros signos de ser alguien bastante temido, pues estaba él solo y el resto de la gente algo más alejada. Tomé una copa, que estaba llena, la verdad no se ni de quien era, me acerqué al tipo, dejándole el vaso cerca de él para luego sentarme en frente de él. - Parece que hoy hace una bonita noche. - Decía calmada, pero con tono serio, mi voz un tanto distorsionada por la máscara me hacía parecer más adulta. Mirando al hombre a los ojos, mientras este, simplemente trata de ver una pequeña parte de mi rostro que se dejaba ver entre la máscara y mi capucha. Tras unos instantes de unas miradas fijas, el hombre asintió, pues veía que no había temor en mi mirada. - ¿A qué has venido? - Preguntaba mientras tomaba con su diestra el vaso que le había puesto. - Negocios. - Al escuchar eso, el hombre de un trago se bebió toda la copa y con ímpetu, lo dejó sobre la mesa. - Está bien, cuéntame más muchacha. -
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