¿Esto no eran unas vacaciones?[Priv Silvia y Elya]

-¡Esto no es la isla vacaciones!- exclamé casi gritando, el barco había zarpado ya, dejándome en aquella isla con enormes arboles. Pensaba que era la isla vacaciones al verla desde lejos, pero no. Para mi desgracia esto no iban a ser unas merecidas vacaciones, me dijeron que volverían en 2 semanas, pero eso era demasiado tiempo. Mire a mi alrededor con desagrado, esperaba encontrar a chicos musculosos en bañador con los que pasar una semana sin salir de la cama. Me maldije cientos de veces mientras empezaba a adentrarme en la isla. La selva se iba espesando mas a cada paso, tanto que no me podía apenas ni mover. Unas hojas se movieron a mi izquierda, lo cual me hizo poner en alerta. Una enorme ardilla de un tamaño de medio metro salio de entre las hojas, dándome un susto casi de muerte y haciéndome caer de culo.

-¡¿Pero que cojones es ese bicho?!- exclame sin saber que era aquello, no parecía que fuera a atacarme, lo que me hizo fijarme bien ella. Fijándome bien era bastante mona, lo que me hizo bajar un poco la guardia. Me acerque a ella con intención de acariciarla. extendí mi mano lentamente hacia ella, para no intentar asustarla. Cuando quise darme cuenta, la ardilla se giró mordiéndome la mano. Mierda, menos mal que pude convertir mi mano en humo, evitando así el daño que mu hubiera podido haber echo. -Que cabrón- le dije maldiciéndolo. Seguir avanzando a pié no me rentaba ya, así que decidí volar y echar un vistazo desde el cielo.

Al verlo todo desde arriba, pude ver unas cabañas en las copas de los arboles. A las cuales me acerqué para ver que encontraba por allí.

Elya suspiró, apoyando la frente sobre el lateral del barco. Estaba fría, pero lo agradecía. Llevaba varias horas en cubierta al sol, vigilando que la nave avanzase sin ningún problema. El frío no le molestaba, pero no estaba del todo acostumbrada a climas cálidos. Al menos no llevaba el uniforme reglamentario; mangas y pantalones largos habrían sido la gota que colmaría el vaso.

No le habían dado muchas explicaciones, en realidad. En cuanto había regresado de Lvneel le habían dado la enhorabuena por los criminales capturados y la habían poco menos que lanzado a un tren en dirección al paraíso. Un traslado de transporte y varios días en barco y… ahí estaba. A un par de horas de su destino, Oak Island. Uno de sus superiores le había apuntado sin su consentimiento para un ''Programa exhaustivo de desarrollo de capacidades combativas y de supervivencia'' . En el momento había sonado bastante bien, pero empezaba a estar convencida de que no era más que jerga burocrática para soltarla en una isla durante dos semanas y que se buscase la vida. ¿Aprendería algo? Más le valía, no tenía intención de morir por no ser capaz de abrir un coco o lo que fuera. Nunca había abierto un coco. Ni probado uno, en realidad. Solo había oído hablar de que eran difíciles de abrir. Desde luego, lo que tenía claro era que ni era el método de entrenamiento más eficaz ni entendía por qué les había parecido buena idea. Y en una isla tan remota, para más inri.

Quizá estaba exagerando. Ella no lo tenía tan mal; por lo que sabía iba a tener compañía y era la única con algo de información verídica acerca de por qué estaban allí. Todavía no había visto a su compañera de condena, suponía que había llegado ya a la isla. Tendría que encontrarle y ponerle al día. Diría que era cruel por parte de sus superiores soltarles allí para que se buscaran la vida, especialmente cuando no había motivos para un castigo así, pero lo cierto es que había visto cosas peores. Podía tolerarlo, no iban a echarla.

Bajó del barco tras despedirse apropiadamente. Se había llevado un petate con un par de mantas, dos termos y algo de comida. No le duraría más que un par de días, pero esperaba que fuera suficiente tiempo para reagruparse y hacerse con más provisiones. Echó a andar por la arena rumbo al bosque. Los enormes árboles ocupaban la mayor parte de la isla y dado que su compañera no estaba en la playa suponía que también había ido buscando la sombra. No la culpaba.

Se adentró entre los árboles mirando a todos lados, en guardia. Esperaba encontrarla antes de dar con algún animal salvaje. Todavía estaba de mal humor y no le apetecía perder el tiempo combatiendo un tigre o lo que decidiera interponerse en su camino.

Me apoyé sobre una de las plataformas que unían aquellas cabañas, eran como puentes colgantes. A decir verdad me sorprendió lo firme que eran, apenas se movían. Inspeccioné el lugar y parecía deshabitado, las cabañas, las cuales estaban echas con madera, estaban vacías casi en su totalidad. No sabía muy bien que hacer, me prometieron unas vacaciones y me dejaron abandonada a mi suerte en esa isla durante unas semanas. Encontrarme allí sola me hacia desesperarme, necesitaba algo de compañía. Entré a una de las cabañas abandonadas, la cual estaba verdaderamente en buenas condiciones, me recordaba a mi casita antes de unirme a la marina. ¿Porque abandonarían estas cabañas? Pensé por un momento. Cuando de pronto un ruido de tambaleo llegó a mis oídos desde fuera. Salí fuera y fue cuando pude ver un enorme mono, de unos casi dos metros y medio, calculado a ojo. Se dirigía hacia a mi corriendo, me tuvo que ver desde lejos entrar en aquella cabaña. Me quedé un poco anonadada ante aquel enorme animal.

Cuando le faltaba poco para llegar donde me encontraba, este se abalanzó sobre mí. Apenas me dio tiempo de cubrirme y activar mi haki de armadura sobre mis brazos para intentar parar el golpe. El enorme mono chocó contra mí, lo que hizo que nos cayéramos de la pasarela, lanzándonos al vació del bosque. Convertí mis piernas en humo y comencé a flotar, dejándome caer suavemente y viendo como el enorme mono se despeñaba arboles abajo. ¿Este mono es idiota? Cuando casi estaba abajo, pude ver al mono en suelo incorporándose del golpe, aun estaba medio aturdido, lo que me dio una pequeña apertura. Volví mis piernas a mí forma humana y esta vez utilice el haki en mis piernas. Hice que la gravedad hiciera lo suyo, estaba a unos 2 metros de él, levanté una pierna y mi tacón impactó en la cabeza de aquella bestia. Haciéndolo caer inconsciente casi de inmediato. Después del golpe suavicé mi caída expulsando un poco de humo de mis manos. -Eso para que aprendas mono maleducado- le dije, aunque dudo que inconsciente me escuchara.

El bosque pareció cerrarse a su alrededor mientras avanzaba. Los árboles eran verdaderamente inmensos y según pasaban los minutos, Elya comenzó a sentirse un poco sola. Estaba frustrada. Había hecho algo bueno y su única recompensa había sido quedarse tirada en una isla con una desconocida durante dos semanas. No era justo, no solía pedir mucho pero sabía que se merecía más que eso.

De repente, escuchó un sonido extraño a su izquierda. Los arbustos se movían, aunque no era capaz de identificar el sonido. Algo se estaba frotando contra las hojas con intensidad, algo grande… Armada con su lanza, avanzó en la dirección del extraño ruido. Mejor enfrentarlo que darle la espalda, siempre. Apartó las hojas con cuidado y… soltó un grito y saltó hacia atrás. Una oruga, pero una oruga enorme. Se acercó a ella, alzándose; le sacaba al menos dos o tres cabezas. Tenía la boca llena de hojas y las mascaba con parsimonia. Una vez pasado el susto, la marine se dio cuenta de que el bicho le miraba con más curiosidad que otra cosa. Respiró hondo un par de veces y se incorporó con cuidado, dispuesta a intentar entablar amistad con el animal. ¿Cómo podía una oruga volverse tan enorme? Tenía que ser cosa de la isla, sin ninguna duda. Alargó la mano con intención de acariciarla… pero la oruga se le adelantó. De un momento a otro, se le frotaba contra la mano y el cuerpo, pidiéndole más mimos. La expresión de Elya se suavizó un poco al ver lo cariñosa que se comportaba. Le dio las atenciones que reclamaba y cuando una idea perversa cruzó su mente, no hizo nada por impedir que sucediera.

Lo cierto es que montarse en la oruga y dirigirla hacia donde ella quería fue sorprendentemente sencillo. Tan solo necesitó una liana para hacer de brida y algunas hojas para cautivarla al principio. Continuó su periplo por el bosque a lomos de su nueva montura, un poco más animada, hasta que oyó un grito, un gruñido animal y un sonoro golpe unos metros más adelante. Espoleó a su oruga y se dirigió hacia el origen de la trifulca a toda prisa.

Había un mono enorme, de al menos dos metros, caído en el suelo. Se estaba incorporando con aire aturdido cuando una exhalación blanca y un destello metálico cayeron desde el cielo en su cabeza. Un par de segundos después, el mono estaba inconsciente y una guapa marine descendía a su lado con cara de hartazgo y orgullo a partes iguales. En seguida, Elya ató cabos. Se acercó trotando en la oruga hasta detenerse a su lado. Le saludó con una inclinación de cabeza.

-¿Silvia Parker? Mi nombre es Elya Edelweiss; conviviré contigo estas dos semanas. Lamento profundamente el engaño al que te sometieron nuestros superiores, nuestro único objetivo en este tiempo es entrenar y mejorar nuestras habilidades. Enhorabuena por machacar a ese gorila.

No tenía muy claro qué más decirle. La situación era poco decorosa para ambas, las habían apartado de la acción sin preocuparse siquiera de tener una buena excusa. De todas formas, empezaba a pensar que tal vez podría sacar algo de provecho de la experiencia. Había reconocido ese brillo metálico y si estaba en lo cierto, quizá la cadete pudiera enseñarle algo.

-¿Qué?- fue mi respuesta ante aquella marine que apareció ante mí y me dijo aquello. No me lo podía creer, había sido engañada vilmente por mis superiores para que entrenase. Es verdad que antes de llegar llevaba un tiempo haciendo el vago. Me había acostumbrado rápidamente a tener un sueldo a final de mes y de no preocuparme de nada. Tenía un techo donde dormir, una buena cama, comidas diarias y algún marinero que otro para acompañarme en las frías noches. Ya habían pasado 2 años desde que me uní a la marina y ni había intentado ascender. Seguía siendo una cadete más, aunque con ciertos privilegios. Pocos cadetes tenían medallas al mérito, y eso me hacía la vida un poco más fácil. Bueno al menos tenía el consuelo de que no estaba sola en aquel lugar. Me limpié un poco el polvo, me acicalé, encendí uno de mis puros, dando una enorme calada. Y un momento después me acerqué a aquella hermosa Marine.

-Buenas, si yo soy Silvia- me presenté como es debido mientras le extendía la mano, -me habían prometido unas vacaciones, pero tendré que esperar. Juro que el cabrón de mi sargento las pagará por esto.- recalqué con un tono vengativo. -Y ese mono no te preocupes, no era gran cosa- dije soltando una pequeña risotada, -el teniente que me entrenó era mucho más fuerte que eso. Y por cierto bonita oruga, ¿es tuya?-

La chica parecía maja y sumado a que era bastante bonita, se me pasó por la cabeza de tener una pequeña aventura con ella, si se dejaba claro. Me refería a aparte de entrenar, no tener a chicos cerca me hacia fijarme en las mujeres. Y en esta isla, a solas durante dos semanas podrían llegar a ser muy largas. Nunca se sabe que puede llegar a pasar.

Elya estrechó su mano de forma firme, asintiendo ante sus palabras. Era irritante saber que habían mentido a un cadete de forma tan descarada. A lo mejor era algo habitual entre ella y su sargento, quizá para ellos era una broma. No podía descartarlo, había conocido casos mucho más estrafalarios dentro del cuerpo. Le dio un escalofrío al pensar en el hombre de las mil bufandas, pero sacudió la cabeza y se centró en el presente. Suspiró antes de responderle a la chica:

-Eso no está bien. Cuando salgamos de aquí me aseguraré de conseguirte un permiso de al menos una semana a gastos pagados. Es lo mínimo tras el engaño. Y la oruga, bueno, me la encontré. Igual que tú al mono, intuyo.

Con algo de suerte, ella misma podría adjudicarse un permiso, aunque si era sincera no era lo que más le interesaba. Se había apuntado a la marina para trabajar y no sentía realmente la necesidad de vacaciones. Con la cantidad de misiones irrisorias a las que le habían mandado últimamente, este entrenamiento incluido, tenía la sensación de haber descansado de sobra. ¡Incluso cuando le habían mandado a reparar paredes y cuidar de aldeanos había logrado atrapar a los piratas que habían hecho el destrozo! No, quería trabajar. Lo tenía muy claro. Pero bueno, una cosa de cada vez. Ahora mismo, tenía que centrarse en el trabajo y tenía bastante claro por dónde quería empezar.

-Ya que tenemos que entrenar, a lo mejor eres capaz de ayudarme. Algunos de mis superiores me han descrito y enseñado una técnica conocida como ''busoshoku haki'' o haki de armadura. Tengo la teoría de que a lo mejor nos han puesto juntas a las dos por un motivo concreto. Si estoy en lo cierto y puedes enseñarme, te estaría muy agradecida.

Esperaba no haberse equivocado. Aguardó su respuesta con paciencia, pero de repente se fijó en que había bastante menos luz que hacía un rato. Miró a su alrededor, pero los árboles y las altas copas le impidieron averiguar dónde estaba el sol. ¿Se había nublado o se estaba haciendo tarde? No estaba dispuesta a arriesgarse y pasar la primera noche haciendo guardia por la falta de refugio.

-Por casualidad no habrás dado con un sitio que nos sirva para guarecernos, ¿no? Creo que mi oruga tiene sitio para una más; si no te molesta montarte exploraremos más rápido subidos en ella.

Le acarició la cabeza con agradecimiento. El bicho era bastante más veloz de lo que se había imaginado y aunque llevaba poco con ella empezaba a gustarle.

-Más que encontrarlo, diría que me atacó- dije esbozando una sonrisa, -aunque creo que eligió un mal contrincante- le recalqué soltando una pequeña risa. El enorme mono aun seguía inconsciente y lo mas seguro es que no despertara en todo el día. La verdad no pensaba que mi haki le afectara tanto, apenas conseguía activarlo en situaciones difíciles.

La siguiente afirmación me dejó un poco desconcertada, puesto que poca gente sabia que poseía el haki de armadura. Debía de ser una orden de los altos cargos el que acabáramos allí las dos, pero aun así no me quejaría, tenia a una bella dama a mi lado para entrenar. -Bueno creo que si podré ayudarte, puesto que poseo el haki de armadura, aunque a su nivel más bajo. Puedo decirte como lo conseguí, ayudarte a conseguirlo e incluso podemos llegar a entrenarlo juntas. Aunque pensándolo bien no sé si seré de gran ayuda, pero haré lo que pueda.- le comenté

Ante la pregunta del refugio, -pues a decir verdad vi unas cabañas en la copa de los arboles, si tu oruga puede llegar allí arriba, podremos pasar allí la noche resguardadas.- le dije. Acto seguido me monté en la oruga y abracé fuertemente a Elya por la cintura, no quería caerme. Aunque eso no suponía ningún riesgo para mí, ya que podía volar sin problemas. De echo la oruga podría subir mas fácil por los arboles con el peso de una, pero suponía una buena oportunidad para acercarme a ella y quien sabe meter un poco de mano.

Elya asintió con la cabeza. Estaba claro que el mono no se esperaba lo que le había caído encima, pero claro, la isla tenía toda la pinta de estar deshabitada. No tenía muy claro cómo habían llegado a crecer tanto los animales, pero tampoco era lo más raro que había visto. Y, subida como estaba en su oruga, tampoco iba a cuestionarlo; de momento era muy útil. Si en algún momento necesitaban cazar para comer, lo sería todavía más.

Sus siguientes palabras le alegraron. No se había equivocado. Aunque no lo manejase del todo, ya lo había experimentado y sin duda era más de lo que había conseguido ella. Eso no era más que otra buena razón para que entrenasen juntas. Quizá la parte de llevarlas a una isla deshabitada en mitad de ninguna parte había resultado algo exagerada, incluso extravagante, pero al menos sacarían algo de la experiencia.

-No te preocupes. Entre ambas, estoy segura de que lograremos dominarlo.

De momento, la prioridad era encontrar un sitio para pasar la noche. Elya frunció el ceño al escuchar lo de las cabañas en los árboles. Miró arriba, pero las copas estaban demasiado juntas como para poder ver nada. Si la isla estaba verdaderamente desierta, ¿quién las había construido? ¿seguro que están todas vacías? Era un poco preocupante, pero en seguida perdió el hilo de sus pensamientos. La cadete se había sentado a su espalda y se había abrazado fuerte a ella, aguardando a que su oruga las llevase hasta la cima. Elya dio un pequeño respingo, pero no pudo pararse mucho rato a cavilar sobre la razón. Estaba más preocupada por otra cosa.

-La verdad es que no estoy segura de si esta oruga puede trepar por…¡Oh!

Como si hubiera entendido lo que estaban hablando, la oruga había comenzado a moverse por su cuenta y, para sorpresa de Elya, estaba trepando por el árbol más cercano, dando vueltas al tronco  hacia arriba con bastante ahínco.

-Agárrate bien, esto va más rápido de lo que había pensado.

A medio camino, decidió sujetar las manos de la mujer con una de las suyas, solo por si acaso. A ella le llegaba con una mano para agarrarse a la oruga y no quería que la cadete se cayera. Así, en menos tiempo del pensado, llegaron arriba. La oruga las dejó bajar en una plataforma de madera que llevaba a una espaciosa cabaña. Una vez se vio libre de su carga, volvió a bajar reptando por el tronco.

-Bueno, no creo que volvamos a verla. Estas cabañas son enormes, me pregunto de dónde habrán salido.

Hizo una pequeña exploración de forma rápida. Había varias habitaciones e incluso una cocina, aunque no terminaba de entender de dónde salía el agua. No había luz, pero había traído velas y  linternas, así que estarían bien. Al terminar, volvió con su improvisada compañera.

-Hay suficiente sitio para que cada una tenga su cuarto, pero creo que las primeras noches deberíamos dormir en la misma habitación. No me fio de este sitio y si ocurre algo será más seguro si estamos juntas para enfrentarlo. Tengo mantas y dos sacos de dormir, así que deberíamos estar cómodas. Por supuesto, si necesitas cualquier cosa dímelo sin vacilar.

Colocó sus camas en la habitación más espaciosa y se aseguró de dejarle una linterna y cerillas por si las llegaba a necesitar. Lo mejor era que fueran a dormir para poder descansar bien y comenzar el entrenamiento por la mañana, pero estaría pendiente de ella. Ahora estaba a su cargo y no podía dejar que le pasase nada. Pasarían la prueba con nota, iba a asegurarse.

Aquella oruga empezó a subir dando vueltas al tronco. A mitad de camino Elya me agarró las manos con la suya, no sabia si me estaba lanzando una indirecta o era que quería asegurarse de que no me cayera. Aquella chica era compleja y me era difícil averiguar sus intenciones. No sabia de que pie cojeaba, lo cual me inquietaba. Bueno tendría que esperar a ver que pasaba mas adelante. Era muy pronto para ver por donde podría salir.

Llegamos arriba y nada más bajarnos de la oruga esta se fue hacia abajo de nuevo. Elya se fue a explorar un poco y yo me quedé un poco pensativa, no sabia muy bien que decirle para disipar la duda sobre ella. Al rato ella volvió y me comentó sobre dormir un par de días juntas, para en caso de peligro tener mas opciones de enfrentarlo. Poco tenía que decir, me quedé un poco anonada de la situación. Aquello me hizo de nuevo dudar sobre sus intenciones, ya había tenido cierta experiencia con mujeres, pero nunca me había sucedido con una compañera de la marina. Tampoco quería intentar algo y que terminara odiándome por sobrepasarme con ella. Por regla general eran los hombres y mujeres quienes venían en busca mía.

Aún así en mi naturaleza no estaba quedarme de brazos cruzados. Aproveché un momento cuando estaba agachada terminando de colocar su saco de dormir. Para abrazarla suavemente desde atrás por la cintura y susurrarle al oído con una calidad voz -Buenas noches-. Después me di la vuelta y me fui a dormir tranquilamente en mi saco. Disponía de toda bastante tiempo para seducirla, no tenía prisa.

Hasta que vio la cara con la que le miraba la cadete, no se le ocurrió que tal vez a ella le parecía mal compartir cuarto. Por un momento le vio completamente sorprendida de que se le hubiera ocurrido siquiera proponerlo. Elya frunció el ceño, sin entender del todo. Sí, sabía que había gente que valoraba mucho su privacidad y ella misma no soportaba las grandes multitudes, le gustaba tener tiempo a solas. Otra gente tenía hábitos extraños o… ¿solo podía dormir a solas, quizá? En cualquier caso, fuera cual fuera su razón, ella no era quien para juzgarla. Además, tenía un buen motivo para sugerirlo. Estaban solas en una isla desconocida que tenía monos del tamaño de al menos tres humanos y a juzgar por la oruga, cualquier animal del lugar seguía ese patrón. No era seguro, no sabía qué animales nocturnos había en la zona y… oh.

Su estómago dio una voltereta en cuanto se dio cuenta de que la mujer le estaba abrazando. Para cuando reaccionó, ya se había apartado. Vio como se metía con total tranquilidad en su saco de dormir, pero aunque apagó su linterna para no molestarle, a ella le costó bastante dormir. ¿Qué intenciones tenía? No había sido profesional, eso lo tenía claro. ¿Estaba interesada en ella? Era su superior, no era adecuado. Se arrebujó con la manta en el saco de dormir, dándole la espalda. Ella solo había estado interesada en una persona, con todo su ser en el momento. Y tampoco entonces había sido adecuado. Ni había salido bien. De todas formas, tan solo llevaban juntas un rato, era imposible que sintiera algo por ella. ¿No? No le costó mucho darse cuenta de que no tenía ni idea de cómo funcionaban esas cosas. A lo mejor solo intentaba ser amable y esa era su forma de demostrárselo.

Terminó por aparcar con algo de esfuerzo sus pensamientos para poder dormir. Le faltaba información, estaba claro. Aguardaría, de momento. Quizá no volviera a repetirse nada así y podría olvidarlo. Y si se repetía, con suerte entendería un poco mejor lo que se esperaba de ella. No quería hacer un papelón, ni dañar a la muchacha.

A la mañana siguiente, se despertó antes que ella. Lo primero que hizo fue dar una vuelta por el lugar y asomarse al exterior. Curiosamente, aunque oía a los animales, no veía ninguno y la cabaña estaba intacta. O bien ignoraban esa zona de la isla o la respetaban por algún motivo que todavía ignoraba. De cualquier manera, eran buenas noticias. En silencio, cogió las provisiones que había traído y preparó dos grandes boles de frutas, acompañados con zumo de naranja y varios cachos de chocolate negro. Se dirigió al saco de dormir de Silvia y con cuidado para no asustarle le sacudió el hombro para despertarla.

-Buenos días. He preparado el desayuno.

Esperaba que le gustase. En cuanto terminasen de desayunar tendría que pensar cómo demonios bajar, ahora que la oruga se había marchado.

Dormí prácticamente del tirón, por la mañana escuché a Elya levantarse temprano. Yo de mientras me hice la remolona y me volví a dormir. No podía decir que estaba en la gloria, por que para eso, tendría que haberme levantado en una cama de mas de cuatro de largo, con tres hombres fornidos a mi lado. Soñar era gratis, pero aun así el saco de dormir había cumplido mis necesidades básicas, haciéndome dormir, sin pasar frió. Al sentir unos suaves movimientos en el hombro, fui abriendo los ojos poco a poco, llevándome la sorpresa de ver a mi compañera, diciéndome que había preparado el desayuno.

-Buenos días- le contesté. Seguía sin saber, muy bien, que quería aquella mujer. Me era imposible saber sus intenciones, poca gente había sido amable conmigo. Por norma general, quien lo era, era por qué venia con otras intenciones. Bueno eso era algo que tendría que descubrir con el tiempo, disponía de unas semanas con ella allí.

Empezamos a desayunar tranquilamente, yo intente sacar algo de conversación preguntando, -¿Cual es tu historia?-. Si ella me preguntara por la mía se la contaría en menor o mayor medida, dependiendo de lo segura que me sintiera. Una vez terminamos de desayunar, tendríamos que bajar de allí para empezar el entrenamiento. Así que me acerque a una barandilla de una de las pasarelas, le hice un gesto a Elya para que se subiera a mi espalda.

-No te preocupes, puedo volar- le comenté intentando convencerla.

Cuál era su historia, había preguntado. Elya sonrió con algo de tristeza, sin mirarle a la cara. Un millar de imágenes pasaron por su cara mientras se preguntaba cuánto contarle a esa desconocida. ¿Lo había preguntado por cortesía? ¿O estaba verdaderamente interesada? ¿Y cuánto quería ella misma contar? No le había hablado a nadie de su pasado, pero suponía que no sería tan malo contarlo por encima. De todas formas, hacía tiempo que había asumido lo que había sucedido.

-Crecí en una islita del North Blue. Trabajaba como guardia personal de una princesa. Ella… era preciosa. Lo más bonito que he visto nunca. Pero el tiempo y alguna que otra cosa sucedieron y tuve que marcharme. Quise seguir protegiendo algo, así que me enrolé en la marina y… aquí me tienes.

No era mucho, pero era cierto. Durante unos segundos se permitió regodearse en el recuerdo de la princesa, en su pelo dorado y su sonrisa ardiente. Brillante. Sin embargo, al final regresó al presente y se puso en pie, dispuesta a todo un día de entrenamiento. Localizó a la cadete ya en una de las barandillas, aguardándola. Alzó una ceja cuando le dijo que podía volar, pero parecía tan segura de sí misma que decidió confiar. No iba a matarlas a ambas por las risas, suponía.

-Y tú, ¿de dónde vienes?
Aguardó su respuesta mientras con algo de timidez, se subía a su espalda. En efecto, echó a volar. Elya cerró los ojos y enterró la cabeza en su espalda, aguardando a que el mundo dejara de moverse a su alrededor. No era como nada que hubiera vivido y no estaba del todo segura de que le gustase la sensación. Su estómago hacía cabriolas y no tenía control de la situación. Sin embargo, al final llegaron al suelo y ella se bajó con cuidado, agradeciéndole por haberla bajado. Se alejó un par de pasos y mientras examinaba el bosque que las rodeaba le preguntó:

-¿Por dónde deberíamos empezar para trabajar el haki? ¿Hay algo en lo que prefieras centrarte? Si puedo ayudarte con algo, será un placer enseñarte.

Elya me pregunto antes de bajar cual era mi historia. No era gran cosa, no esperaba impresionarla, ni mucho menos. -¿Mi historia? Ummm, por donde empezar. Nací y crecí en una pequeña isla del North Blue, no recuerdo a mis padres, viví en la calle hasta que fui adoptada por una amable señora. La cual me crió y me enseño todo lo que se en la vida. De mayor empecé a trabajar con ella, hasta que un día fui secuestrada por unos piratas. Los que una semana después de secuestrarme, me lanzaron al mar con la cara rajada, de ahí mi cicatriz. Tuve suerte y fui encontrada por un barco de la marina, que me salvó y me llevó al hospital de la base, donde fui tratada. Al estar allí decidí hacerme fuerte entrando en la marina, para tomar venganza de aquellos piratas. Que a día de hoy aún no conseguí atrapar. Y bueno esa es en resumidas cuentas mi historia-.

Después de esa pequeña historia, Elya se montó en mi espalda y utilicé mi humo para bajar. Por lo fuerte que se agarró a mí, sentí que no lo estaba pasando bien. -Vamos a buscar un buen sitio para entrenar- comenté. Quería ver hasta donde llegaba su aguante, así que me puse a volar a mi máxima velocidad. Esquivando arboles, dando pequeñas vueltas de campana y haciendo un poco la loca por el bosque. Hasta que llegamos a un pequeño claro.

La muchacha me pregunto por donde empezar, a la cual mi respuesta era vaga, pues fue casualidad que saliera mi haki de armadura. Aún así le dije lo poco que sabia. -Pues si te digo la verdad, conseguí mi haki de casualidad. Estaba en un incendio y al protegerme de una viga que cayó ardiendo, despertó solo- le comenté. -Te ayudare a conseguirlo y así de paso lo entreno yo también, ya tengo usos muy limitados. Y me gustaría trabajarlo mas, para tener mas opciones en batalla-. Le dije también lo que sentía al usarlo.

-Si quieres podemos buscar un animalito por aquí cerca y pegarnos con el, así te demuestro como lo utilizo- le sugerí. Me iba a disponer a buscarlo, cuando por suerte, los arboles detrás de nosotras empezaron a agitarse. Al poco pareció un mono gigante como el del día anterior. -Parece que tenemos compañía-

Su historia era más violenta que la suya, pero la había compartido con naturalidad. Sentía un nuevo respeto por ella ahora que conocía de dónde había salido su cicatriz. No solo eso, si no que admiraba la forma tan tranquila que tenía de tomarse… bueno, todo lo que había pasado. Se alegraba de que la marina le hubiera recogido; había visto lo suficiente como para saber que probablemente le habían salvado la vida.

El viaje hasta el suelo fue un poco más largo de lo que había calculado. Incluso con los ojos cerrados, estaba bastante segura de que había pasado varios segundos bocabajo. Cuando al fin tocó tierra, se tomó un momento para respirar hondo y asegurarse de que todo había dejado de moverse. Al abrir los ojos, comprobó que estaban en un claro. Era increíble la diferencia de luz que había con respecto a la selva profunda. Desde el centro, los árboles y lo que escondían parecían bastante amenazadores.

No pudo evitar decepcionarse un poco al escuchar su explicación acerca de lo que sabía del haki. Se había hecho ilusiones de que en seguida conseguirían dominarlo, pero claramente era algo más complejo que una patada o una presa. Sin embargo, no se desanimaría tan deprisa. La idea que tenía de conseguir un animalito para pegarle le despertaba sentimientos encontrados. Por un lado entendía que así avanzarían más rápido, pero por otro se sentía mal de someter a un animal que seguramente no hubiera visto un humano en toda su vida a una paliza gratuita.

-No es una mala idea, aunque a lo mejor nos llegaría con practicar contra los árbo-

Se calló en seco al escuchar algo a su espalda. Cuando se dio la vuelta, un mono enorme como el de antes apareció en el claro de un salto. Se puso a dos patas y si no estaba rugiendo desde luego era un sonido muy parecido. Elya estuvo a punto de coger su arma por instinto, pero recordó que tenían que entrenar algo muy concreto. Un poco insegura, apartó la mano y pensó deprisa. El mono estaba enfadado por algún motivo y se dirigía hacia ellas, con él no iban a poder razonar. Si alguien iba a llevarse una paliza, mejor que fuera en defensa propia.

Echó a correr hacia delante y cuando le tuvo a tiro le propinó una soberbia patada en el muslo que le hizo tambalearse. Ella, sin embargo, aterrizó en el suelo algo frustrada. No había notado nada especial y no tenía claro por dónde empezar. Se giró un momento, dispuesta a preguntárselo a su compañera, pero el mono aprovechó ese momento para agarrarla con una manaza y agitarla.

-¡Maldita sea!

Intentó liberarse, pero la manaza del mono le cubría casi todo el cuerpo y no tenía rango de movimiento como para poder golpearle tan fuerte como necesitaba. Se volvió hacia Silvia, esperando que ella fuera capaz de ayudarle.

Mi compañera se lanzó de cabeza hacia aquel mono enorme. Una patada de ella lo hizo tambalearse, no era una simple marine, tenía una fuerza bastante destacable. Un momento de despiste de esta fue aprovechado, siendo atrapada por el mono gigante con una mano. Estaba a punto de saltar para ayudarla, pero decidí esperar, a ver si ella era capaz de despertar su haki de armadura. Según tenía entendido, tener haki de armadura estaba bastante extendido en el nuevo mundo, aunque no tanto en paraíso. Quizás era algo mal visto de mi parte no ayudarla, esta era una oportunidad perfecta para que la aprovechara. Un pequeño recuerdo se me vino a la mente, una vez mi instructor, cuando me estaba convirtiendo en marine, nos dijo que el haki era la exteriorización de nuestra voluntad.

-Elya, una vez me dijeron que el haki es una expresión de nuestra voluntad de pelear- le grité –No sé si puede servir de mucho, pero ánimo, eres una chica fuerte puedes conseguirlo- continué diciendo, -solo actuaré en caso de extrema necesidad- me sentía un poco mal por dejarla a su suerte.

Aun así después de decir aquello me prepare e imbuí mi pierna en haki. Con el continuo uso de él, me sentía que había subido un nivel y que podría usarlo en más veces. Tensé mis músculos, calentándolos un poco esperando el momento en el que tuviera que actuar.

¿En caso de extrema necesidad? ¡Estaba atrapada en la mano de un mono gigante! ¿Qué más necesitaba? Molesta y alterada, empezó a sacudirse intentando liberarse, pero el animal no la soltaba. Comenzó a moverse, de camino a lo más profundo de la jungla. En cuanto abandonaron el claro la luz del sol quedó atrás, dejándoles en la penumbra. Elya cerró los ojos con fuerza, concentrándose sin tener muy claro en qué. Gritó y para cuando abrió los ojos, a su alrededor había una burbuja.

Esta vez la reconoció. Ya le había sucedido una vez, en la pelea contra aquella banda pirata. En aquella ocasión había surgido para auxiliar a Abigail, pero ahora había acudido en su ayuda. Bien. El mono la había soltado, forzado a abrir la manaza. La marine se concentró, cerrando los ojos y tratando de sentir la burbuja a su alrededor. Cuando llegó al suelo pensó en estallarla con todas sus fuerzas y con un silencioso chasquido, la burbuja se desvaneció a su alrededor. Canalizando toda su ira, asestó una tremenda patada al mono sin perder un solo segundo. En el momento en el que lo rozó, sintió algo diferente. El impacto no era como debería haber sido… y tampoco los resultados. El mono había salido despedido hacia atrás, parado solo por un par de árboles. Elya miró hacia su pierna, incrédula. ¿Eso había sido el haki? Ni siquiera se había parado a pensar, no era capaz de recordar cómo se había sentido su pierna con él.

El mono parecía algo aturdido. Actuando rápido y acordando consigo misma dejar el haki para después, agarró un par de lianas y tras atarlas juntas hizo un lazo que pasó alrededor del cuello del mono. No iba a ahogarlo, pero serviría para arrastrarlo de nuevo hasta el claro y una vez allí ya vería cómo lo ataba.

Al fin y al cabo, parecía que su compañera tenía razón y el animal podía serles de mucha, mucha utilidad.

Aquel mono se llevó a Elya hacia la selva, yo en cambio me quede un poco perpleja. El enorme simio me había ignorado completamente. Sentía como si no fuera la protagonista de la historia, lo que me decepcionó un poco. Pero sentimientos aparte, mi compañera marine había desaparecido. Eso no era bueno, pues me propuse ayudarla en caso de necesidad. Me introduje en el bosque siguiendo el rastro de ramas rotas que había dejado el simio. No tardé demasiado en llegar hasta donde se encontraba.

Al acercarme pude ver a la marine, esta estaba rodeada por ¿Una burbuja? No entendía muy de donde había salido aquello. Quizás fuera una habilidad de ella o saber qué. Aquello hizo que el mono la soltara y al momento disfruté como le metía una poderosa patada al simio, el cual salió volando. ¿Había utilizado haki? Por su cara de asombro deduje que si. Me alegre pues mi pequeña táctica dio sus frutos y mi compañera había conseguido despertar su haki de armadura.

-¿En esa patada has usado el haki de armadura?- le pregunté para estar segura, -y por cierto ¿Qué era esa burbuja que apareció alrededor tuyo?- me daba curiosidad aquella cosa.

Un rato después empezamos a escuchar lo que parecían pasos que venían hacia nosotras con bastante velocidad. Al poco aparecieron dos simios más, dándonos poco chance para conversar. Estos parecían realmente cabreados, no sé si debido a que habíamos apalizado a dos de sus congéneres. Parecían más agresivos que los otros.

-Creo que sí.

Escucharlo en boca de otra persona hizo que pareciera más real y no algo que se había imaginado. Haki de armadura… había leído sobre el tema en la biblioteca de algún que otro cuartel, pero ningún libro describía adecuadamente la sensación. Levantó la pierna para mirársela pero estaba igual que siempre, como si nada hubiera sucedido. ¿De verdad había convocado el haki a su ayuda? ¡Y había vuelto a usar esa técnica! Conocía su nombre. Comenzaba a familiarizarse con ella y estaba convencida de que podría servirse de ella con solo pensarlo. Le tentó probarlo en ese instante, para aprovechar y enseñárselo a Silvia, pero no quería utilizarla a la ligera. Sus técnicas no estaban para presumir.

-Es… una especie de escudo. Una técnica única. No podría utilizarla si no llevara este colgante.

Se lo enseñó, con una pequeña sonrisa. Consistía en un pequeño cristal transparente que ataba a su cuello con un cordón de cuero, algo gastado pero todavía resistente. La gente que le había adoptado y criado se lo habían puesto, marcándola como a uno de los suyos. Les llevaba siempre en su corazón y fueran quienes fueran sus padres, no entraban en sus pensamientos. Simplemente, no era algo que le preocupase.

-Fue un regalo de mi familia.

Habría dicho algo más, pero un ruido le interrumpió. De entre la jungla salieron dos gorilas más y Elya tuvo que pararse antes de maldecir en voz baja. De acuerdo, tenían que entrenar, pero podrían tener algún momento de calma, ¿no? Parecían enfadados, no había tiempo que perder.

-¡Me quedo el de la izquierda! ¡Grita si necesitas una mano!

Dicho y hecho. Saltó hacia el enorme mono, dándole en todo el estómago con la piedra en el otro lado de su lanza. No quería matarlo si podía evitarlo, solo atontarlo. Era su isla, al fin y al cabo. El animal trató de cogerla como había hecho el anterior, pero esta vez Elya fue más rápida. Esquivó el brazo y aprovechó para girar y encadenar una serie de golpes y patadas por todo su cuerpo, tratando de recuperar la sensación anterior. No sucedió nada, pero sus sentidos estaban alerta y de momento eso era lo que le importaba. Se giró hacia el otro mono, para ver si Silvia necesitaba ayuda.

De todas formas, algo le decía que la marine se bastaba ella sola.

Elya me enseño su colgante, me dijo que era un regalo de su familia y que con ello podía utilizar esa extraña técnica. Eso me resultó bastante fascinante, era la primera vez que veía algo así en mi vida. No nos dio tiempo a charla mucho más, pues dos enormes monos aparecieron de la nada. Los cuales estaban bastante cabreados. Su compañera se agenció el de la izquierda, así que por ende el mío era el de la derecha.

-Todo tuyo, para mí el de la derecha- le contesté

Ver a Elya despertar su haki hizo que me entraran ganas de entrenar el mío. Ya que pasaría en esa isla unos días, disponía de tiempo de sobra para mejorarlo. Además había escuchado que al entrenarlo tu cuerpo se volvía de un color negro y este era más resistente. Eso llamaba bastante mi atención. Tenía forzarme utilizarlo en más ocasiones si quería mejorarlo, así que me lancé de cabeza contra aquel mono gigante.

Imbuí mi pierna con haki y lancé una patada contra aquel enorme mono. Este la bloqueó con los brazos, pero eso conllevó a que este sufriera algo de daño e hizo que se enfureciera aún más. Después de la patada me eché hacia atrás unos metros y tomé algo de distancia. No quería recibir un ataque sin estar prepara así que me puse en posición, levantando una pierna a la espera del siguiente ataque del mono para esquivarlo y contraatacar.

Al girarse, vio como Silvia golpeaba al mono con todas sus fuerzas. Con ánimos renovados, se giró hacia su propio oponente e interpuso la pierna contra esa manaza que seguía tratando de cogerla. Algo resonó en su interior y se dio cuenta de que no se había estrellado con tanta fuerza como esperaba, pero desde luego le había hecho tanto o más daño que la primera vez. ¡Debía ser el haki! Sin perder el tiempo ni la concentración, encadenó una serie de puñetazos y patadas. Se olvidó de que estaba peleando contra un ser vivo y empezó a tratar al gigantesco mono como un objetivo, una diana en la que practicar la forma en que golpeaba.

Le costó, pero consiguió no desanimarse cuando el segundo golpe resonó igual que siempre y en lugar de pensar en ello devolvió otro golpe contra el estómago del mono. Una y otra vez, sin pausa y sin prisa. Se centró en su respiración y en los golpes, nada más. El mundo exterior dejó de existir para ella y, poco a poco, comenzó a ver un patrón. No habría sabido explicarlo, pero entendió cómo tenía que pensar para que esa extraña fuerza recubriera sus piernas o sus puños. Cada vez más golpes conseguían ir armados con esa extraña técnica y cada vez era más sencillo hacer que viniera cuando lo requería.

Frenó, sin embargo, alertada por la sangre que cubría sus puños. No era suya, ¿no? Su concentración se desvaneció de golpe y se dio cuenta de que llevaba un rato pegándole al mono sin que él le devolviera los envites. El pobre mono se había desmayado y estaba bastante más que maltrecho. Arrepentida, decidió lavarle las heridas con agua. Le había ayudado mucho, aunque no fuera capaz de entenderlo. Todavía no lo dominaba del todo, pero estaba segura de que solo necesitaba un último empujón.

Se giró hacia su compañera, ansiosa de repente por saber cómo le había ido a ella. Le había inspirado verla pelear y sabía que en parte le debía haber sido capaz de avanzar tanto. Si había acabado también su combate, le haría una proposición para agradecérselo de forma sutil.

-Creo que hoy hemos entrenado bastante. Si te parece bien, puedo preparar la comida para ambas.

Haría un menú sencillo pero rico, a base de frutas y plantas que había por doquier en la jungla. Plátano asado, ensalada de tomate, miel y mermelada de postre… no era la mejor cocinera del mundo, pero sabía apañárselas para hacer cosas sencillas y deliciosas. Ante todo era una guerrera y una guardiana, lo que implicaba saber cuidar de una misma… y de otros. En todos los sentidos, comida incluida.

La pelea continuó con aquella enorme bestia, siempre que podía intentaba cogerme con sus manazas. Tal y como lo había echo su compañero cuando se llevó a Elya hacia el bosque. No podía despistarme ni un segundo o estaría a merced de ese animal. Mis patadas cargadas de mi haki iban cada vez más fuertes. Era una sensación increíble, podía usar aquello con más frecuencia, ganando así un poco más de poder.

Eché un ojo para ver cómo le iba a mi compañera con el suyo, y sorprendida de mí, pude ver cómo le endiñaba tal paliza al pobre mono. No podía quedarme atrás, no quiera que mi compañera acabara con el antes que yo. Esa pequeña competición hizo que me centrara más en atacar a ese enorme mono. En uno de sus puñetazos lo esquivé e hice un contraataque, lanzándole una fuerte patada cargada de haki que hizo caer de morros al simio.

Al mirar a mi compañera pude ver que su pelea había sido más intensa, pues por sus manos corría un poco de sangre del mono. Preferí no decir nada, pero aquella chica contaba con una fuerza brutal.

-Sí, creo que por hoy hemos acabado. Y si por favor me encanta tu comida- le dije, acto seguido le indiqué que se subiera a mi espalda, para volver a la cabaña donde habíamos pasado la noche. Ese era un buen sitio para descansar.

La vuelta fue rápida y aunque todavía le ponía nerviosa el medio de transporte, no se alteró tanto como a la ida. Supuso que si iba a ser así cada día, pronto terminaría por acostumbrarse y… no se equivocaba.

La semana pasó bastante rápida. Elya se encargaba de los desayunos y las comidas y Silvia de subirlas y bajarlas a ambas para que pudieran seguir entrenando. Mejoraban cada día y aunque ellas no se cansaban de practicar, llegó un punto en el que los monos comenzaron a rehuírlas. No podía culparles, al fin y al cabo era una decisión inteligente. De todos modos, les buscaron y encontraron; poco a poco se habían ido familiarizando con la jungla. Elya ya no tenía miedo de subirse a la espalda de Silvia y volaban por el terreno sin ninguna dificultad, a veces disfrutando el paseo incluso.

Una noche en particular, se tropezaron con el cadáver de un conejo. Era bastante más grande que cualquier otro que había visto en su vida y a pesar de las heridas en el cuello, estaba más o menos intacto. Elya decidió cogerlo y acampar esa noche en la jungla para poder montar una fogata y asarlo. Habían trabajado duro y se merecían un poco de carne. Dado que había quedado claro que ellas eran la cosa más peligrosa en esos bosques, dudaba que algún animal se acercase a molestar. Despellejó al conejo, lo lavó en el río y cortó con su arma los cachos más apetitosos de carne para ensartar y colocar en la fogata para asarlos a fuego lento.

-Hoy cenaremos como reinas.- Comentó, satisfecha.

Estaba especialmente orgullosa de sí misma. Había conseguido dominar del todo su técnica de la burbuja. Había conseguido conjurarla cuando lo necesitaba e incluso la había utilizado para cubrir a Silvia un par de veces. Había decidido ya un nombre y todo: Aprensión, protégeme del daño. Por otro lado… su haki todavía no era tan fuerte como el de la otra marine, pero ya era capaz de utilizarlo cuando quería. Había sido una excursión bastante útil, al final.

-Creo que mañana o pasado volverán a por nosotras, si he calculado bien. Qué opinas, ¿ha sido productivo?

Estaba feliz mientras sacaba la carne del fuego y la repartía entre ambas. La había sazonado con hierbas y aunque quemaba, sabía a gloria.

El vuelo hasta la cabaña me lo tome con más calma, que el en el viaje de ida. Mi compañera cada vez se acostumbraba más a esos viajes. Continuamos toda la semana entrenando y pegándonos contra aquellos, hasta que llego el punto que huían al vernos. Pobrecillos ya me empezaban a dar pena los pobres. Una de las noche mi compañera encontró un enorme conejo. La cual preparó con cierta maña, era todo un deleite para la vista lo bien que lo hacía. Muchas veces me hacía plantearme si también tendría tal dedicación en la cama. Pero el tiempo se nos echaba encima y el barco que nos recogía llegaría en uno o dos días. Así que de momento me tendré que conformar con disfrutar de su compañía y su sabrosa comida.

Había sido una semana bastante productiva, mi haki de armadura se había ello mucho más fuerte, hasta al punto de que la armadura transparente que creaba tenía un brillo metálico. Podía cubrir todo mi cuerpo y controlarlo casi a voluntad. Un gran avance para llegar más arriba y conseguir poder.

-No estaba en mis planes inmediatos entrenar tan duramente, pero sin duda ha sido más que productivo. Me ha encantado entrenar contigo, tendremos que repetirlo alguna vez. Quien sabe quizás podamos volvernos más íntimas- le dije a mi compañera mientras esbozaba una gran sonrisa.

Le di un enorme bocado a la carne la cual estaba riquísima, Elya sin duda había acertado con la sazón. Esperaba volver a disfrutar de su compañía en un futuro no muy lejano.

-Estoy segura de que acabaremos coincidiendo en algún cuartel.

Elya correspondió a su sonrisa. Lo cierto era que se lo había pasado bastante bien en la última semana. El entrenamiento había sido duro, pero había dado sus frutos. Ya era capaz de controlar su técnica de burbuja y lograba invocar su haki de armadura siempre que quería. No era muy fuerte todavía, pero el progreso le daba esperanzas. El de Silvia parecía impecable a sus ojos y verla pelear le hacía sentirse inspirada. Esperaba estar a su nivel algún día.

Los últimos dos días fueron bastante relajados. Con sus objetivos cumplidos, entrenaron menos y pasearon más, explorando la isla. Realmente fuera de la jungla no había mucho que ver y esta se estiraba hasta la indecencia, cubriendo casi todo el lugar, pero abajo entre los árboles hacía fresco y se estaba bastante a gusto.

Efectivamente, al atardecer del segundo día de relax llegó un barco de la marina a la playa en la que les habían dejado. No parecían tener ni la más mínima intención de disculparse con ella o con Silvia, pero el ver a otra gente y la perspectiva de regresar a la civilización le hicieron olvidarlo. Puede que las personas no se le dieran del todo bien, pero desde luego prefería estar entre ellas a por su cuenta en una isla salvaje.

Informó a su superior de sus avances tan pronto llegaron a tierra firme. Casi al instante, la destinaron a otro cuartel. Lo único que quería era tumbarse en una cama y descansar durante días, pero el deber llamaba. Accedió a las órdenes y, sin protestar, se fue a preparar sus cosas para un nuevo viaje. No sabía lo que le esperaba, pero estaba dispuesta a afrontarlo.