Guardianes de la justicia volumen I [Eiji-Claude]

Casi no le dio tiempo a responder, pero prefirió dejarlo en un simple gesto de buena fe por su parte. Cuando se marchó soltó un suspiro aliviado y comenzó a esconderse en las sombras para pasar desapercibido. Estaban buscando al asesino de aquel hombre y él era lo suficientemente inteligente como para saber que no merecía wanted. También lo había hecho con tal aglomeración de gente que era imposible que le relacionasen, por lo que se marchó de allí y, con su monedero con un kanji que ponía monedero procedió a pagar una noche para dormir y descansar. Le cedieron una llave y se dirigió hasta su habitación, tirándose en la cama sin siquiera quitarse el traje. Sin Yuki no tenía ganas de desvestirse, ya que estaba mal acostumbrado a que su criada y amiga lo hiciese todo. Así que se limitó a cerrar los ojos y descansar. No quería pensar en Claude pero la cabeza le daba vueltas alrededor de él. ¿Por qué no le había pegado un tiro? En otras situaciones, lo habría hecho con mucha más facilidad. Joder, el estafador había hecho menos que él.

―En fin... a dormir.

Y se durmió.

Me despierto por la mañana, pensando que todo ha sido un mal sueño. Sin embargo, todo está como cuando me fui a la cama. La cajita de caudales del feriante, mi pantalón manchado de sangre, mi culo perforado y mis cuatro pececillos de colores en una bolsa encima de la mesita. La verdad, si tuviera que repetir este día no sería un puto irresponsable de nuevo, pero por lo menos he aprendido, más o menos, a utilizar esta cosa brillante.

Pienso en Eiji, se activa. Dejo de hacerlo, se desactiva. Pienso en el tiro a sangre fría, se activa. Pienso en el pañuelo... Se desactiva. Bueno, más o menos. Todavía me cuesta bastante hacerlo, y se me ocurre que lo mejor que puedo hacer es ir a la taberna de ayer, esperando que me reconozcan. Sale bien a medias, y aparte de un ojo morado y la constatación de que no controlo tan bien esta insólita y evidentemente exclusiva habilidad como creía, así que huyo lo más rápido que puedo y trato de repetir el proceso con algo menos peligroso, como bien pueden ser las paredes de mi hostal.

En cualquier caso continúo esta rutina un par de días, entre otras cosas porque el primer barco que está dispuesto a llevarme a Russuam no sale hasta entonces. Por las mañanas voy a la taberna, monto un alboroto, y cada vez la paliza que me llevo es menor. A algunos incluso los dejo tirados en el suelo de un solo golpe, por lo que me alegro mucho, y me felicito a mí mismo a medida que mi avance es cada vez más evidente. Lo que ya no me gusta tanto es descubrir que, una vez en el barco a Russuam, Eiji tiene el camarote contiguo. Me cago en mi estampa.

Eiji se dedicó activamente a mejorar el dominio de su mantra en lo que pasaban los días hasta el próximo barco que salía de allí. Era impresionante la forma en la que podía escuchar las voces, casi como algo de lo más inexistente fuese real. Había manifestado indicios de la habilidad antes de matar a Akane, pero con el suficiente tiempo pudo mejorar con esfuerzo y dedicación. Gracias a la rabia invertida en el pesado pelirrojo logró entender qué o quién era en realidad: una persona con una facilidad increíble para avanzar en el dominio del kenboshoku. Era un camino difícil pero con todo lo que había puesto a práctica no le bastó más que unos días para dominarlo.

No tardó demasiado en dirigirse hasta lo que era el puerto, ayudándose de su nueva habilidad para sentir más allá de las paredes de la razón. Compró un ticket y se dedicó a buscar su camarote, viendo alrededor de él pequeñas presencias que se manifestaban de un color azul cian. Algunas eran más tenues que otras pero hubo una que le llamó la atención: la del pelirrojo. Sabía como se sentía sentirle y lo único que pudo fue sentirse agobiado. No quería saber nada de él por lo que se encerró en su camarote el resto del viaje, practicando únicamente el sentir a través del mantra. Menudo energúmeno el Claude ese.