Rayos y centellas [Illje - Alexandra]

Genial. Simplemente genial. Su barco se había averiado. Bueno, en realidad el barco estaba bien, pero el generador eléctrico que mantenía para emergencias no tanto. Suponía que en realidad era culpa suya, porque era verdad que había abusado un poco de él para llegar al South Blue rápido y deshacerse de su pesado navegante. Ahora que ya no estaba, sin embargo, no estaba segura de que le hubiese compensado. ¡Todavía tenía que regresar al Paraíso! Y no quería partir sin asegurarse de que el generador estuviera a punto, por lo que pudiera pasar. Más allá de su prisa era verdad que a la ida lo habían necesitado un par de veces y era lógico suponer que a la vuelta sucedería lo mismo.

En cualquier caso, no era para tanto. Podía repararlo en un par de horas, a lo sumo. Había tenido que retrasar su partida un día, pero no estaba tan mal. Le había dado tiempo a contratar un navegante que no estuviera obsesionado con la forma de las nubes, una chica agradable y bastante callada. Y, más importante, le había dado tiempo de invitar a Alexandra a comer. Había conocido a la mujer el día anterior, cuando se habían encontrado por casualidad a mitad de una delicada operación para dejar fuera de juego a un restaurante de la ciudad. Un solo vistazo a la receta de los famosos raviolis le había bastado para que se le ocurrieran dos o tres formas de mejorarla. Y ella no era cocinera, lo que en realidad decía mucho de la calidad de esa comida. De una forma u otra, le había dicho que se pasara no tanto para enseñarle sus propios raviolis, que también, si no para charlar de cosas más interesantes.

Ella en general era una mujer interesante, eso lo admitía sin tapujos. Rosa de los pies a la cabeza, con una cola de metro y medio y seguramente otras alteraciones genéticas. Por lo poco que había entendido de la conversación entre ella y su amigo, se las había hecho ella misma o por lo menos había pedido que se las hicieran. Admiraba su arrojo y quería saber más al respecto. Más importante, quería entender cómo había logrado soltar una descarga eléctrica por sus manos. Había conseguido fundir el circuito de la caja fuerte solo con sus dedos ¡y le había dicho que era posible aprender! Quería entenderlo a toda costa y tenía la sensación de que se le había abierto un mundo de posibilidades.

Le había indicado dónde estaba su barco, además de la hora. Ya faltaba poco, así que terminó de remover la salsa y metió los raviolis en el agua hirviendo. Para cuando llegara, estarían recién hechos.

Curiosamente, se sentía más fuerte desde que comió aquellos camarones. No había tenido tiempo de buscar algo de bronca para comprobarlo, pero se notaba... algo más nutrida, no sabía bien cómo explicarlo. ¿Serían los camarones o la forma de cocinarlos? Daba igual. Ya se había despedido de Sif y había acordado con Illje ir a su barco a enseñarle al menos las bases del uso de electricidad, al menos del que conocía ella. No sabía hasta qué punto llegaría la curiosidad de la joven conejita, pero le resolvería las dudas que tuviera sobre... bueno, sobre lo que preguntara.

Se había alojado en una posada local usando aquel nombre falso y había tenido tiempo de bañarse, perfumarse con un perfume de arándanos y de cambiarse a sus ropas más habituales: su vestido de cuadros rojos y azules recién adaptado y una bata de laboratorio a la que había cortado parte de la espalda para que su cola no molestara. Era, quizá, la peor parte de sus cambios, tener que adaptar toda su ropa, que no era poca, a su nueva anatomía.

Aún en su habitación, se dedicó a observar su propio cartel de Se Busca. No por ego, que también, sino porque era una de las pocas imágenes que existían de ella con su forma totalmente humana —y encima le habían sacado la foto en bikini—. No echaba demasiado de menos su antiguo aspecto, consideraba que había mejorado bastante incluso teniendo en cuenta los rasgos ferales o demoníacos que había adquirido. Dobló el cartel varias veces y se lo metió en el bolsillo interior de la bata de laboratorio. Pronto sería la hora acordada, lo mejor sería irse ya.

Se desplazó hasta el puerto y se dispuso a buscar el barco. A ver, le había dicho donde estaba, así que debía ser... ¡Ajá, ese! Un velero de tamaño medio, no muy grande, probablemente viajaba sola. Cogió algo de carrerilla y saltó desde el puerto, aterrizando en la cubierta del velero. Se le hacía algo pequeño en comparación con los barcos a los que estaba acostumbrada, pero tenía cierto aire acogedor al que podría acostumbrarse rápido. Además no tenía ni muertos vivientes ni cocos sindicalistas y tampoco a un señor que le quitaba las ganas de vivir solo con su mera existencia, cosas que agradecía.

—¿Illje? ¿no me he equivocado de barco, verdad? —llamó a la joven, esperando no haberse colado en el barco que no era.

Olfateó un poco. Uy, olía bien. Había acertado con el navío, ya le había comentado que parte de la visita era para probar sus propios raviolis. Terminó tomando la iniciativa, se adentró un poco en la nave sin un ápice de vergüenza y volvió a llamarla.

—Iiiiillje~ —canturreó, siguiendo el aroma de la salsa que olía.

Escuchó la voz de la mujer canturrear por el barco y esbozó una sonrisa. Ya casi estaba todo listo. Llevó los dos platos humeantes a la mesa y lo finalizó con dos copas y una botella de vino blanco; bueno, no como el que les habían dado en el restaurante.

-¡Aquí! No tiene pérdida, no hay donde esconderse.

Era cierto. El velerito realmente no tenía muchos recovecos. La Golondrina tenía un solo dormitorio, una cocina con lo imprescindible y un baño privado en su camarote. Había logrado meter una bañera de patas, atornillada al suelo y era seguramente su rincón favorito de todo el lugar… después de la bodega. Era ahí donde había puesto la mesa, para que tuvieran un poco más de espacio. Pegada al fondo estaba la litera de su navegante y el armarito en el que guardaba sus cosas. Era sin duda la esquina menos interesante de la habitación, porque el resto estaba ocupado por su taller personal. Bueno, la versión portable. Era cierto que echaba de menos su enorme taller de Dark Dome, pero mentiría si dijera que no era capaz de hacer lo que debía allí. En las paredes había expuestas varias de sus prótesis terminadas, la más bonita aguardaba en la mesa a ser envuelta. Tenía que mandarla a la central, al fin y al cabo. Su libertad tenía un precio y eran sus habilidades. Le parecía justo, por el momento.

Edipo, su lobo robot, salió al encuentro de la invitada para escoltarla hasta la bodega. Caminaba altivo y orgulloso, pero en cuanto tuvo a Illje a la vista aceleró para acurrucare contra sus piernas. La conejita sonrió al ver a la chica y le saludó con un breve abrazo, antes de señalarle la mesa.

-Los camarones estaban riquísimos, pero quería mejorar los raviolis. Ya me dirás qué te parecen.

La masa era la misma que la del restaurante, aunque dado que ella solo cocinaba para dos se había esforzado en trabajarla un poco más. Había ajustado también la mezcla de especias para hacer más sabrosa la carne y la había dejado a cocer toda la noche antes de sofreírla y colocarla dentro de los raviolis. Debería estar tierna y… deliciosa, simplemente. Y efectivamente, en cuanto dio el primer bocado descubrió que tenía toda la razón del mundo; mucho mejores que los del restaurante, al menos en su opinión. No llegaban al nivel de los camarones pero… no se podía pedir todo.

Mientras comía, se dirigió hacia su invitada. No se le olvidaba ni por un momento que estaba allí por una razón.

-Entonces… ¿cómo funciona? ¿cómo lo descubriste siquiera? Jamás se me habría pasado por la cabeza que es posible crear electricidad sin algún tipo de conductor pero… sería extremadamente útil.

La combinación de la voz de la joven y el aroma fue lo único que necesitaría la por unos segundos detective para encontrarla. Eso y que un simpático animal robótico la guió hasta ella. Ahora entendía un poco mejor su curiosidad por ese poder, algo así le resultaría muy útil para su trabajo. Era la... ¿bodega? claro, con un barco tan modesto tendría que hacer malabares para conseguir espacio, más aún si tenía que hacer hueco para el taller que tuviera.

Después del abrazo de saludo su mirada se dirigió, obviamente, a los platos que había sobre la mesa.

—Una comida-cena de restaurante después de conocernos hace nada... —murmuró, sentándose en una de las sillas. Se acomodó un poco antes de continuar —. Me gusta ese atrevimiento juvenil —dijo, bromeando y tratando de recordar cuándo fue la última vez que estuvo en una mesa así con alguien. La última vez...

«Leonard» pensó. La próxima vez que volviera a Water Seven intentaría adecentar su viejo apartamento, si no recordaba mal todavía era la propietaria.

—Perdona, me he quedado un poco en blanco, estaba recordando... algo —se disculpó antes de cambiar el rostro a una sonrisa. Ese estilo era "el mismo" que el del restaurante que habían saboteado, pero al darle unos bocados a los raviolis estaba claro que no los había hecho la misma persona.

—Oye, pues están muy buenos, por esto sí que pagaría —alabó, tratando de ir despacio para poder saborear tanto la pasta como el relleno de carne. Por supuesto también echaría mano del vino. Cada vez le quedaba más claro que aquel restaurante se valía de la pura imagen para vender, quizá el dueño tenía caché por algún motivo. Fuera como fuera, lo importante era la pregunta que salió de Illje. Claro, era el motivo principal de su visita.

Paró de comer, se relamió para limpiarse los labios y empezó a hablar de nuevo.

—Lo descubrí en prisión —no le molestaba admitir su condición de ex-convicta —Acababa de entrar en la cárcel de Dark Dome, en ese momento estaba muy centrada en mejorar otra cosa que había descubierto. No podía pensar en otra cosa. Entonces, en una de las peleas... salió una chispa —explicó —. Más tarde analicé lo que había pasado y lo que estaba sintiendo. Descubrí que la obsesión que tenía era lo bastante fuerte como para manifestarse como electricidad. No tiene sentido y me jode muchísimo como mujer de ciencia, pero es así —terminó aquella primera parte de la explicación.

Comió un poco más y bebió otro trago del vino para limpiarse el paladar un poco. Se limpió la boca y continuaría.

—Al menos en mi caso, mis poderes se nutren de las partes más fuertes de mi carácter —alzó una mano. Chasqueó los dedos y produjo una chispa entre sus dedos —. Obsesión por mis sueños —volvió a chasquearlos, esta vez produciendo una pequeña llama —. Pasión por todo lo que hago —deshizo el fuego y le mostró la palma de la mano, que acababa de cubrir con una película que se parecía mucho al hielo —. Y sangre fría para jugarme el cuello con mi genética. Mi teoría es que para cada persona es diferente y que tú podrías aprovechar tu ascendencia Mink para ello. No será tan fuerte como el Electro, pero sí podría ser como lo que hago yo —Illje tenía una ventaja clara, aunque no había desarrollado Electro sí podría aprovechar su memoria genética, le sería más sencillo producir electricidad.

Y... se había vuelto a pasar con su verborrea técnica, ¿verdad?

—Ah, puedes pararme cuando quieras, suelo emocionarme cuando hablo de estas cosas. ¿Todavía te interesa aprender? Puedo guiarte, pero depende muchísimo de ti.

Podía guiarla para que meditara como había hecho ella en su momento, pero dependía de su psique, y ahí Alexandra no podía hacer nada.

Illje sonrió con sinceridad ante sus palabras.

-No sé yo si diría que es de restaurante, pero por lo menos está rico. Y la buena comida siempre sabe mejor acompañada.

Comió con ella, pero disfrutó casi tanto de verla comer como de la comida. Claramente le estaba gustando y le hacía sentirse orgullosa del trabajo que había pasado para terminar los raviolis.

Le sorprendió un poco descubrir que había estado en la cárcel, pero en cuanto le dio una vuelta supuso que no era tan extraño. Al fin y al cabo el día anterior le había ayudado a sabotear un restaurante, de hecho ya estaba allí cuando ella había llegado. Si hacía ese tipo de cosas de forma habitual, un traspiés cualquiera podía haberla hecho acabar en prisión. Vaya, ella misma podría haber acabado ahí múltiples veces, pero lo cierto es que no se le había pasado siquiera por la cabeza. Había estado en sitios bastante peores y su perspectiva en ese sentido estaba un poco estropeada. Habría preferido aburrirse en una celda que trabajar para los esclavistas aunque claro, quizá no se estaba imaginando bien el lugar. Ella por lo menos no parecía molesta ni traumatizada, así que tan mal no podía estar.

Sus ojitos relucieron y sus orejas se alzaron al escuchar que ella también era una mujer de ciencia. Supuso que no se dedicaban exactamente a las mismas disciplinas, pero siempre le alegraba descubrir a una compañera. Por unos segundos se centró en eso, hasta que terminó de entender lo que acababa de decirle. ¿Obsesión? ¿Obsesión por qué? ¿En qué más podía pensar si estaba peleando?

Abrió la boca para preguntarle, pero la chica se le adelantó. Cuando alzó la mano, los ojos de la conejita se quedaron pegados. Su boca formó una pequeña ''o'' en cuanto vio la chispa. Por algún motivo volver a verla lo hacía todavía más real. Y luego vino el fuego, seguido del hielo. Illje se cayó de la silla de culo tras soltar un grito de emoción. ¡Era increíble! En seguida se acercó a ella y cogió su mano entre las suyas, mirándola colorada y con una sonrisa enorme en la cara.

-¡Es increíble! Tienes que enseñarme, por favor.

Fuego, hielo, electricidad… ¿dependía del carácter? ¿así de sencillo? Se paró a pensar. ¿Qué le motivaba a ella? Sus hermanas aparecieron en su cabeza y una pequeña sonrisa nostálgica se le escapó. Las adoraba. ¿Sería suficiente? Recordó lo que la chica había mencionado del electro y se miró las manos. No, no lo tenía. Sus genes no eran tan fuertes y en realidad le daba miedo no ser capaz de producir ni una triste chispa. Pero si no lo intentaba, nunca lo sabría.

-No te disculpes, me gusta. Te explicas muy bien, respondes todas mis preguntas antes de que las diga. Te haré caso, en todo lo que digas.

No había otra manera, o por lo menos ella no la conocía. Y quería saber si de verdad había algo así en su interior. Era todo tan extraño, casi místico. Illje estaba más habituada a las cosas terrenales como el hierro y los cables pero… ¿no sería fantástico? Sus ojos relucieron con emoción mientras asentía, preparada para todo.

Se la veía con ganas, eso era fundamental. Si afrontaba todo con la misma energía no sería demasiado complicado despertar en la conejita cierto potencial elemental.

—A eso me refiero —dijo —. Esa capacidad de emoción podría ser un buen catalizador elemental. Solo lo necesitas para despertarlo y ser consciente, luego es como cualquier otra parte de tu cuerpo —dijo. Claro estaba, eso era suponiendo que siguiera sus mismas normas, que todavía no estaba del todo claro.

Aprender a utilizar energía elemental era algo complejo porque si no tenías conocimiento precio de su existencia la única opción era esperar a que pasara algo, como le pasó a ella. Por suerte, para el caso de Illje podían utilizar la meditación directamente.

—Primero deberíamos acabarnos la comida —dicho aquello regresó a su comida. Aquello estaba realmente bueno, no quería que se le enfriara. Además de la meditación había otra forma de sacarle algún tipo de poder elemental, pero era un método bastante más violento y no tenía muchas ganas de golpear justo después de comer, podría provocarle un corte de digestión o algo así.

Una vez acabara el plato de raviolis y se relamiera para quitarse cualquier resto de sus labios se quedaría allí frente a la joven.

—¿Dónde estarías más cómoda meditando? —preguntó —. Creo que tengo una ligera idea de cómo trabajar esto —aseguró. Como no estaban en una situación de estrés como la que sufrió Alexandra en su momento, y puesto que el estar predispuesta a enseñarle impediría que se desarrollara bien una situación de peligro real... tendrían que ir por el camino más "técnico".

Su idea era sencilla. Meditaría, iría respondiendo las preguntas de Alexandra y siguiendo su guía. Mientras tanto, iría aplicando pequeñas descargas eléctricas para estimularla. Si la energía elemental latente en Illje reaccionaba podría "obligarla" a salir. Dicho de otra manera, pensaba usar su electricidad como caña de pescar. Con mucho cuidado, y eligiendo bien los puntos donde aplicar las pequeñas descargas, esperaba conseguir una reacción positiva en no demasiado tiempo.

¿Que si iba ni funcionar? Ni idea, era algo tan experimental e improvisado que no estaba totalmente segura. Por supuesto, se negaba en redondo a pedirle consejo a un psicólogo. Antes se lo pediría a un castor o algo así.

—Cuando decidas un sitio siéntate, o ponte como más relajada puedas estar. Aquí hay bastante silencio, será más sencillo que cuando lo hacía yo en la celda —dijo. La tranquilidad de la nave ayudaba bastante, a ella le llevó días por los continuos ruidos del resto de reclusas, fue casi imposible concentrarse.

Aquellos tiempos en Dark Dome. Aún tenía que volver... tenía que cumplir una promesa cuando llegara al final aparente de su investigación.