Dos Lyneenses lejos de su mar, el intento de rescate infructuoso de Kurookami [Privado Ivan/Galhard]

La noticia había llegado en el peor momento, mientras Galhard se enfrentaba a un aquelarre de flotas no pudo estar donde su superior más lo habría necesitado... Wano, si bien la diferencia entre haber estado allí y no era completamente ínfima y en el 99,99% de posibilidades no habría cambiado el resultado el vicealmirante partió tras acabar su misión. Con su navío y habilidad de navegante sabía que cuestión de pocos días llegar hasta aquel aislado país y esta vez, por problemas de falta de soldados tan solo pudo conseguir que en su viaje le acompañasen dos fragatas y un galeón convencional de la marina... Una muy pequeña fuerza para tan ambicioso objetivo.

El vicealmirante estaba convencido que los sinners no habrían tenido el tiempo suficiente en evacuar el país y que probablemente se encontraban descansando, si sus suposiciones eran ciertas Kurookami debía encontrarse aún en aquella isla, la misión era casi un salto al fracaso pero no podía quedarse de brazos cruzados mientras que aquel hombre que le había tratado con paciencia fuese preso de aquel despiadado grupo.

Los compañeros de Galhard, ajenos a la marina aún no se habían recuperado de sus horribles heridas así que contando solo con el apoyo de un comodoro y dos capitanes marines más varios miembros de bajo rango del cuerpo de marines salió en dirección a Wano.

Sabía que la batalla había sido cruenta y que Kurookami no había sido el único marine en desaparecer, varios altos rangos de la institución también habían desaparecido en aquella escaramuza. ¿Podría salvarlos también? Aquel pensamiento no abandonaba la mente del vicealmirante que decidido nada lograba despegarlo del timón, sabía que aquella maniobra le llevaría una bronca de Al y Arthur pero debía salvar a Kurookami antes de que fuese tarde.

Las habilidades de navegante de Gal consiguieron que la flota llegase en tiempo récord a aquella isla o mejor dicho, aquel archipiélago. Las costas se veían dañadas por la batalla y varios barcos destruidos podían verse en las aguas menos profundas del lugar, si bien, aquella isla era solo accesible por una cascada poco convencional los marines no tuvieron mucha dificultad en poder llegar hasta allí dentro. Aquello suponía un gran problema, escapar de ahí suponía un gran dolor de cabeza.

-Bien camaradas, debemos encontrar el sito donde tuvo lugar la pelea, eso nos ayudará a poder trazar un perímetro de investigación para encontrar a algún miembro de los sinners que aún no haya abandonado la isla... Recordad, manteos con vida y aunque nuestra prioridad sea salvar a Kurookami no intentéis haceros los héroes, no debemos hacer un combate directo contra ellos... Si pudieron con Kurookami nosotros nos seríamos rival para ellos... Esto es una misión de atrapar la bandera y huir.- Dijo mordiendo sus labios, aquello rompía su orgullo pero la vida del almirante era más importante que aquello. Debía intentar salvarlo a como diese lugar.

¿Por qué había vuelto al lugar de la batalla? La excusa que se había dado era buscar fragmentos de Vanator que hubiesen podido quedar olvidados. Si quería tener esperanzas de arreglar la espada, iba a necesitar todos los que pudiera. Sin embargo en el fondo sabía que en realidad no era así. Simplemente estaba harto de estar en la base con Katharina herida y de mal humor. Por otro lado así podía aprovechar para buscar algún cadáver que hubiese quedado olvidado en su primer sondeo. Tal vez algún marine que hubiese muerto en los barcos y que la marea llevase a la playa tiempo después, con el cuerpo medio comido por los peces e hinchado por el agua del mar. Alguno habría que pudiera aprovechar. Al fin y al cabo, necesitarían todas las tropas que pudieran para la batalla final: el momento en que diesen la puñalada a la Estrella Oscura y reclamasen Wano para sí mismos.

Mientras caminaba entre la arena iba agachándose a comprobar los fragmentos de armas que se encontraba. Reconocería una astilla de Vanator donde fuera. No era complicado por otro lado, ¿cuántas espadas de acero negro había en el mundo? Aunque parecía una opción popular entre algunos espadachines, la respuesta era que no suficientes como para que fuese una cifra apreciable. No quedaba muchos restos del campo de batalla en la playa en sí, casi todo eran armas abandonadas o rotas, y ni siquiera tantas. Había hecho que su ejército de muertos recogiesen todas las que pudiesen en buen estado, y cuando se acabaron todas las buenas, que empuñasen lo que pudieran agarrar. Sin embargo lo que sí era una muestra del campo de batalla era el mar: frente a la playa, los restos de la quemada y destrozada flota marine decoraban el horizonte. Algunos barcos estaban encallados, otros habían chocado entre sí y de otros sólo quedaba un esqueleto medio carbonizado que había acabado casi en la playa. Fue entonces, mirando el espectáculo de la muerte, cuando se percató de que había vida entre los resto de la batalla.

Dos fragatas de línea y un galeón con las enseñas de la Marina. Eran un grupo demasiado pequeño para ser una nueva fuerza de invasión, aunque de todos modos no esperaba una con tan poco tiempo de antelación. La pregunta era, ¿refuerzos que no habían recibido las noticias, una patrulla de reconocimiento? Se agachó y activó el camuflaje de su Manto de Sombras, convirtiéndose en apenas una deformidad extraña en la arena, un detalle que no captarían a esa distancia. Sacó cuidadosamente el cañón lineal y esperó a ver movimientos. Entonces se fijó en que había barcas de desembarco yendo hacia la playa. Puso el ojo derecho en la mira del fusil y apuntó hacia la más adelantada para tratar de ver más con el zoom. Entonces fue cuando lo vio. Al principio captó su atención la gabardina con los inconfundibles galones de Vicealmirante. Después, pese a que habían pasado más de diez años, lo reconoció. Era Galhard du Alaïs, un noble de Lvneel al que había conocido cuando ambos eran unos pilluelos adolescentes. Cuántas vueltas daba la vida... Por un momento alineó la mira del fusil con la cabeza del marine y su dedo acarició el gatillo. Podría acabar muy rápido. Finalmente la curiosidad pudo con su lado más combativo. Se levantó, desactivó el camuflaje y se colgó el fusil del hombro. ¿Usaría su viejo aspecto para reunirse con él? Sí, lo haría. Tal vez eso evitaría que fuese hostil de primeras. Cerró los ojos y visualizó mentalmente su viejo yo. Sus rasgos se volvieron más bastos, su pelo se volvió castaño oscuro, su piel ligeramente menos pálida y sus ojos pasaron de un azul claro y pálido a uno más intenso. Entonces simplemente miró hacia los botes de desembarco y esperó.

Poco a poco los escasos marines desembarcaban en la costa, mientras Galhard se adelantaba a ellos como si tratase de protegerles cuál polluelos. Pese a los esfuerzos del Vicealmirante había algo que no podía ocultar y era la crudeza que el campo de batalla había dejado.

Montones de armas rotas e incluso extridades de combatientes caídos en combate adornaban de forma macabra aquella costa. El enfrentamiento había sido brutal y aquello junto con el olor a sangre y pólvora preocupaba a Galhard. La situación cada vez se dibujaba más negra y el marine se preguntaba horrorizado si podría salvar a Douglas y algún otro marine desaparecido en combate... Sabía bien que tras lo visto desaparecido en combate confirmaba en alta probabilidad una muerte combate.

Mientras controlaba que sus compañeros desfilasen sin problema no pudo evitar dirigir su mirada a la arena, donde pudo observar unos pequeños pedazos de metal enegrecido, si bien era propenso a recolectar basura aquello podía asegurar que no se trataba de un metal cualquiera y tomándo los fragmentos miró hacia la isla.

Probablemente habían más fragmentos de esos por allí pero no había venido a recolectar cosas brillantes en esta ocasión, tenía un almirante al cual rescatar y debía hacerlo rápido para salir cuanto antes de aquel infierno.

Su grupo avanzó mientras él lideraba la comitiva, todo transcurrió tranquilo hasta que una silueta salió a su paso, Gal iba a desenfundar su espada pero el rostro que aún cambiado por el tiempo fue reconocido por Galhard eliminó ese impulso de su mente.

—No puede ser... ¡¿Roux?!— Exclamó el marine a ver a su viejo amigo allí, la inocencia del impulsivo noble pudo con su inteligencia y en un momento donde el sentido común habría revelado a cualquiera que Ivan Roux e Iván Markov eran la misma persona, Gal simplemente relajó su posición y alejó su mano de la empuñadura de su sable.

—¿Díez años hace que te veo?— añadió sin quitar ojo a Ivan. —Hay muchas preguntas que desearía hacerte y sé que esta no es forma se saludar a un viejo conocido... pero... Iré a la importante ¿Que haces en Wano?— preguntó aún ligeramente tensionado mientras con su brazo hacia una seña para que sus hombres cesasen la marcha. Pocas respuestas habían para aquella pregunta y Gal quería evitar pensar lo peor.

—Como sea este lugar es peligroso... Aunque siempre fuiste más fuerte que yo— Dijo acomodandose la gorra marine que sustituía a su tricornio caído en combate.