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Es el festival del mapache en Gosa, una de las aldeas de la isla Conomi. Hay mucho movimiento en las calles, puestos callejeros en los que se regalan dulces de naranja y se venden toda clase de productos basados en las naranjas: licores, pasteles, zumos... a eso se suman diversas casetas de juegos de feria y mucha gente con máscaras de mapache. Por todos lados hay niños enmascarados jugando y gastando bromas a la gente. Normalmente Gosa es una aldea pequeña en la que apenas viven unas cien personas, pero con el festival ha venido gente de las otras aldeas e incluso de islas cercanas. Hay muchísima actividad.
- ¡Concierto gratuito! ¡A las cinco habrá un concierto gratuito tras el ayuntamiento!
Por toda la aldea, chicos jóvenes pregonan el concierto y reparten publicidad. Mientras tanto, vosotros habéis llegado a la ciudad hace poco. ¿Con qué objetivos venís a Conomi? ¿Es el festival lo que os atrae, o tenéis alguna otra meta menos lúdica? Sea lo que sea lo que busquéis, el festival del mapache os espera con los brazos abiertos.
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Por toda la aldea, chicos jóvenes pregonan el concierto y reparten publicidad. Mientras tanto, vosotros habéis llegado a la ciudad hace poco. ¿Con qué objetivos venís a Conomi? ¿Es el festival lo que os atrae, o tenéis alguna otra meta menos lúdica? Sea lo que sea lo que busquéis, el festival del mapache os espera con los brazos abiertos.
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El paso doble del barco a vapor, las crestas del mar golpeando el casco, el salitre barnizando las narinas del joven, algunas gaviotas que entonan tierra a la vista, hacen de la llegada un folklore hermoso. Con el clima a favor y una carta que custodia como identificación, se encontraba Marian a merced de una isla que nunca visitó. Las ansias de bajar lo desgastan, ansias visibles con el movimiento de las llaves de su casa que no dejaban de chillar, y la costa aún no mostraba sus curvas.
-Cantan llaves, señal de penumbra. –
Escupe entre tos y saliva un viejo marinero de abordo, casi sin rastros de vida. El esbozo de una sonrisa es lo único que devuelve Marian a aquella advertencia. La gente cada vez está más loca, piensa, mientras acomoda en la espalda una silla playera de aluminio y lona. Tal vez un pequeño reflejo de cargar aquel escudo a diario que decidió no llevar a cambio de comodidad en la cubierta, los asientos de los barcos son viejos e incómodos. Respira, en su nariz se cala la fragancia a budín y caramelo, fragancia de fiesta de gloria, fragancia que viaja metros desde su origen y seduce a los marines a modo de canto de sirena. Asiente entre pensamientos y no escapa a la culpa de haber dejado su lugar de origen un par de días. La causa era más noble que cualquier otra propuesta de taberna o juegos de rol. Solo algo le preocupaba del pedido…
“Sobrino: escribo estas líneas para pedirte un favor. Hace años no nos vemos, pero eres el único con el que puedo contar, a su vez vives lo suficientemente cerca. Necesito visites la isla Conomi, puntualmente la aldea de Goza. Cuerpos seductores y un montón de naranja fresca para reavivar el cuerpo, serán algunos de los atractivos del festival del mapache. Festival que la familia participó desde años, teniendo de representante este humilde servidor cómo embajador degustando los más deliciosos platos locales; siempre con mi crítica exacta y refinada. Sin enrollarme más, necesito de alguien bien confiable y guapo, solo pude pensar en ti. Yo por motivos personales no podré asistir, no puedo asistir al lugar. Tú encanto, tu ingenio y tus ambiciones harán de la isla un paraíso.
Aprovecha y vívela. No te preocupes por las fachas todos estarán con adornos locales, no te disfraces mucho.
P.D En el local principal de pretzel de naranja tengo una cuenta abierta a mi nombre, no gastes mucho y si puedes ajustarla un poco, también se agradece, no es mucho. Un abrazo enorme de tu tío Jean.”
Lo único raro en estas líneas, lo que al joven le resulta en atención es “no te disfraces mucho”, ¿cómo puede uno disfrazarse sin que sea demasiado? Esto es lo que realmente le quita la confianza. Se observa y se vuelve a observar, buscando aprobación, tratándose de convencer que su outfit no significa mucho, que es modesto y práctico. La idea en su cabeza era soberbia y se vistió de luchador. Una máscara a medio rostro, en amarillo y azul perla, con pequeñas orejillas le dan la apariencia de un felino, la cual es mas alocada con sus gigantes mostachos. Calza alicrada, malla y botas altas calcan el tono. Toda su facha resalta aun más con un cinturón grande en cuero con una hebilla de carnero e infaltable son las guantillas que cubren todo su antebrazo; la viva imagen de la lucha libre con su silla en la espalda y todo.
Por fin en tierra. El puerto muere a los pies de la ciudad y en el se ven banderillas y póster en propaganda para el gran evento local, “el Festival del mapache”. El docente se baja del barco enganchando su pie en una de las tablas del muelle, lo que lo hace rodar golpeando un par de transeúntes. Levanta la mano e inclinando su cuerpo resumiendo disculpas sin hablar. Sus ojos en casería de tabernas divisan lo que parece ser el lugar turístico por excelencia, mesas en la entrada y un letrero tan grande como toda su fachada. Nada mejor que mojar el garguero, piensa.
-Cantan llaves, señal de penumbra. –
Escupe entre tos y saliva un viejo marinero de abordo, casi sin rastros de vida. El esbozo de una sonrisa es lo único que devuelve Marian a aquella advertencia. La gente cada vez está más loca, piensa, mientras acomoda en la espalda una silla playera de aluminio y lona. Tal vez un pequeño reflejo de cargar aquel escudo a diario que decidió no llevar a cambio de comodidad en la cubierta, los asientos de los barcos son viejos e incómodos. Respira, en su nariz se cala la fragancia a budín y caramelo, fragancia de fiesta de gloria, fragancia que viaja metros desde su origen y seduce a los marines a modo de canto de sirena. Asiente entre pensamientos y no escapa a la culpa de haber dejado su lugar de origen un par de días. La causa era más noble que cualquier otra propuesta de taberna o juegos de rol. Solo algo le preocupaba del pedido…
“Sobrino: escribo estas líneas para pedirte un favor. Hace años no nos vemos, pero eres el único con el que puedo contar, a su vez vives lo suficientemente cerca. Necesito visites la isla Conomi, puntualmente la aldea de Goza. Cuerpos seductores y un montón de naranja fresca para reavivar el cuerpo, serán algunos de los atractivos del festival del mapache. Festival que la familia participó desde años, teniendo de representante este humilde servidor cómo embajador degustando los más deliciosos platos locales; siempre con mi crítica exacta y refinada. Sin enrollarme más, necesito de alguien bien confiable y guapo, solo pude pensar en ti. Yo por motivos personales no podré asistir, no puedo asistir al lugar. Tú encanto, tu ingenio y tus ambiciones harán de la isla un paraíso.
Aprovecha y vívela. No te preocupes por las fachas todos estarán con adornos locales, no te disfraces mucho.
P.D En el local principal de pretzel de naranja tengo una cuenta abierta a mi nombre, no gastes mucho y si puedes ajustarla un poco, también se agradece, no es mucho. Un abrazo enorme de tu tío Jean.”
Lo único raro en estas líneas, lo que al joven le resulta en atención es “no te disfraces mucho”, ¿cómo puede uno disfrazarse sin que sea demasiado? Esto es lo que realmente le quita la confianza. Se observa y se vuelve a observar, buscando aprobación, tratándose de convencer que su outfit no significa mucho, que es modesto y práctico. La idea en su cabeza era soberbia y se vistió de luchador. Una máscara a medio rostro, en amarillo y azul perla, con pequeñas orejillas le dan la apariencia de un felino, la cual es mas alocada con sus gigantes mostachos. Calza alicrada, malla y botas altas calcan el tono. Toda su facha resalta aun más con un cinturón grande en cuero con una hebilla de carnero e infaltable son las guantillas que cubren todo su antebrazo; la viva imagen de la lucha libre con su silla en la espalda y todo.
Por fin en tierra. El puerto muere a los pies de la ciudad y en el se ven banderillas y póster en propaganda para el gran evento local, “el Festival del mapache”. El docente se baja del barco enganchando su pie en una de las tablas del muelle, lo que lo hace rodar golpeando un par de transeúntes. Levanta la mano e inclinando su cuerpo resumiendo disculpas sin hablar. Sus ojos en casería de tabernas divisan lo que parece ser el lugar turístico por excelencia, mesas en la entrada y un letrero tan grande como toda su fachada. Nada mejor que mojar el garguero, piensa.
Dokuto D. Takeshi
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No muy lejos de una aldea de nombre Gosa, y sobre la rama alta de un árbol, se encontraba un joven que apenas pisaba sus veinte años. Su cuerpo estaba ligeramente apoyado en la rama, y sus ojos estaban cerrados, dando la imagen de alguien que dormitaba apaciblemente, algo que no estaba lejos de ser cierto, pues el chico recién acababa de llegar a la isla y estaba cansado, pero ¿por qué no pagar una habitación? La respuesta era muy sencilla: no tenía dinero; además, se había criado en el bosque, en la naturaleza, y por ello no tenía problema alguno con dormir en la intemperie, no como cuando tenía 4 años de edad, aunque esa era una historia para otro momento.
Para bien o para mal, su audición le permitió escuchar el bullicio que parecía estarse formando en las cercanías, bostezando entonces mientras abría sus ojos perezosamente; de lo poco que alcanza a escuchar, pero que resultaba suficiente, en la aldea estaban por celebrar una fiesta sobre algún animal, algo extraño para su propio gusto pero, parte de las tradiciones del lugar según parecía.
―Mmmh, quizás pueda darme una vuelta... ―murmuró para si mismo, inclinando su cuerpo hacia un lado para que la gravedad hiciera el resto del trabajo, por supuesto, usando su derecha para sujetarse del árbol, usando el impulso y ese movimiento para realizar una pequeña pirueta que le permitió aterrizar de pie; pudo haberlo hecho sin necesidad de una "base o soporte", pero ya que su mano estaba allí, simplemente dejó que su cuerpo se moviera por instinto.
Aterrizó pues, con gracia, estirándose un poco antes de emprender la caminata en dirección al pueblo, motivado por la curiosidad que representaba participar en un evento como éste pues antaño no había participado en alguno; si tuviera que decir algo al respecto, es que de hecho, sería la primera festividad en la que estaría, después de todo, parte de su infancia la pasó en un bosque donde tuvo que sobrevivir o morir, y luego de ello todo se desenvolvió alrededor de los entrenamientos a los que era... sometido, por parte de su abuelo y uno que otro miembro del clan.
Recordar aquello le hizo chasquear la lengua, y antes de que esas memorias reflejasen un cambio en su semblante, se obligó a despejar su mente a medida que sus pasos lo dejaban justo en la entrada de la aldea, donde ya se veían una cantidad de niños corriendo de un lado al otro, personas utilizando máscaras y puestos de comida a lo largo de la calle principal; aprovechó incluso de hacerse con una máscara, por el mero hecho de mimetizarse con las personas del lugar, además de que con ello completaba su "disfraz", uno un poco quizás llamativo pero tampoco fuera de lo común.
Así pues, siguió caminando por la calle principal, escuchando entonces la invitación a un concierto pero no sintiéndose muy entusiasmado con asistir al mismo, salvo que no era como si estuviera descartado por completo, a fin de cuentas, si se tomaría el tiempo para estar en el festival, bien podría hacer un hueco para escuchar una que otra canción. Ahora bien ¿tenía asuntos en aquel lugar? Si, los tenía, pero no había una urgencia extrema que ameritara resolverlos cuantos antes, única razón por la que había decidido tomarse este tiempo.
Para bien o para mal, su audición le permitió escuchar el bullicio que parecía estarse formando en las cercanías, bostezando entonces mientras abría sus ojos perezosamente; de lo poco que alcanza a escuchar, pero que resultaba suficiente, en la aldea estaban por celebrar una fiesta sobre algún animal, algo extraño para su propio gusto pero, parte de las tradiciones del lugar según parecía.
―Mmmh, quizás pueda darme una vuelta... ―murmuró para si mismo, inclinando su cuerpo hacia un lado para que la gravedad hiciera el resto del trabajo, por supuesto, usando su derecha para sujetarse del árbol, usando el impulso y ese movimiento para realizar una pequeña pirueta que le permitió aterrizar de pie; pudo haberlo hecho sin necesidad de una "base o soporte", pero ya que su mano estaba allí, simplemente dejó que su cuerpo se moviera por instinto.
Aterrizó pues, con gracia, estirándose un poco antes de emprender la caminata en dirección al pueblo, motivado por la curiosidad que representaba participar en un evento como éste pues antaño no había participado en alguno; si tuviera que decir algo al respecto, es que de hecho, sería la primera festividad en la que estaría, después de todo, parte de su infancia la pasó en un bosque donde tuvo que sobrevivir o morir, y luego de ello todo se desenvolvió alrededor de los entrenamientos a los que era... sometido, por parte de su abuelo y uno que otro miembro del clan.
Recordar aquello le hizo chasquear la lengua, y antes de que esas memorias reflejasen un cambio en su semblante, se obligó a despejar su mente a medida que sus pasos lo dejaban justo en la entrada de la aldea, donde ya se veían una cantidad de niños corriendo de un lado al otro, personas utilizando máscaras y puestos de comida a lo largo de la calle principal; aprovechó incluso de hacerse con una máscara, por el mero hecho de mimetizarse con las personas del lugar, además de que con ello completaba su "disfraz", uno un poco quizás llamativo pero tampoco fuera de lo común.
Así pues, siguió caminando por la calle principal, escuchando entonces la invitación a un concierto pero no sintiéndose muy entusiasmado con asistir al mismo, salvo que no era como si estuviera descartado por completo, a fin de cuentas, si se tomaría el tiempo para estar en el festival, bien podría hacer un hueco para escuchar una que otra canción. Ahora bien ¿tenía asuntos en aquel lugar? Si, los tenía, pero no había una urgencia extrema que ameritara resolverlos cuantos antes, única razón por la que había decidido tomarse este tiempo.
Ficha
Narración || ―Dialogo― || «Pensamiento». || NPC
- Código:
Narración || ―[color=#ff0000]Dialogo[/color]― || «[color=#339900]Pensamiento[/color]». || [color=#0033cc]NPC[/color]
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Moderación general: El ambiente está muy animado en la ciudad. Hay movimiento de un lado para otro y mucha gente de todas las edades divirtiéndose, comiendo los productos locales, charlando animadamente y paseando. Aquel que preste atención verá aquí y allá a gente de aspecto algo curioso. Algunos llevan máscaras que les cubren totalmente la cara en lugar de solo la mitad superior, e incluso en algunos casos llevan mallas que no dejan cada de la piel al descubierto. A otros (a veces los mismos de aspecto extraño) se les puede ver de manera abierta o encubierta con armas. No son mucho, uno o dos en cada calle. ¿Tal vez este festival atraiga a aventureros? Quién sabe. Vosotros no conocéis la respuesta.
Marian: Llegas al "Orange Orange", el local principal en el que tu tío te ha dejado una cuenta. Como en el resto de la ciudad, hay una animada fiesta y mucho alboroto. No ves camareros sirviendo, de hecho ves que la gente va a una barra que han montado fuera del local y lleva ella misma la comida y bebida a las mesas. No sabes por qué es, pero a nadie parece importarle demasiado. Donde sí ves a los camareros es tras la barra preparando las copas y trayendo los platos desde el interior del local, en el que parece que solo entra el servicio. Es tu momento, ¿qué pedirás teniendo vía libre con la cuenta de tu tío? Mientras te lo piensas, un niño se te acerca y te tira del pantalón. No debe tener más de nueve años. Es de pelo castaño, le falta un diente y es muy, muy delgado. Viste con una camisa vieja, sucia y remendada y unos pantalones y sandalias en no mucho mejor estado.
- ¡Señor, señor! ¿Quiere venir al concierto más tarde? ¡Será gratis y van a dar bebida!
Takeshi: ¿Qué habrá traído a un ninja cazador a este lugar? Fiesta, bebida y tanta confianza y despreocupación que la gente se deja hasta las puertas de las casas abiertas. Es un ambiente pacífico y amistoso en que alguien como tú casi hasta podría sentirse fuera de lugar. Casi. Entonces les ves y te das cuenta de que no eres el único zorro entre las gallinas. Cinco hombres caminan en grupo, con kimonos y máscaras de mapache que les cubren toda la cara. Probablemente no te hubieses fijado si no fuese por su actitud: mientras que todo el mundo presta atención a su alrededor, habla con sus compañeros o come, estos caminan en silencio y sin mirar a nadie. Tras un examen más detallado te percatas por tu experiencia de que el bulto en el kimono de uno probablemente no sea parte de su anatomía ni que se alegre de verte. Están armados. No sé cómo de entrometido eres, pero si quieres seguirles, se alejan de la calle principal hacia la zona del campo. Si no quieres buscar problemas... el resto del pueblo Gosa te espera con los brazos abiertos.
Marian: Llegas al "Orange Orange", el local principal en el que tu tío te ha dejado una cuenta. Como en el resto de la ciudad, hay una animada fiesta y mucho alboroto. No ves camareros sirviendo, de hecho ves que la gente va a una barra que han montado fuera del local y lleva ella misma la comida y bebida a las mesas. No sabes por qué es, pero a nadie parece importarle demasiado. Donde sí ves a los camareros es tras la barra preparando las copas y trayendo los platos desde el interior del local, en el que parece que solo entra el servicio. Es tu momento, ¿qué pedirás teniendo vía libre con la cuenta de tu tío? Mientras te lo piensas, un niño se te acerca y te tira del pantalón. No debe tener más de nueve años. Es de pelo castaño, le falta un diente y es muy, muy delgado. Viste con una camisa vieja, sucia y remendada y unos pantalones y sandalias en no mucho mejor estado.
- ¡Señor, señor! ¿Quiere venir al concierto más tarde? ¡Será gratis y van a dar bebida!
Takeshi: ¿Qué habrá traído a un ninja cazador a este lugar? Fiesta, bebida y tanta confianza y despreocupación que la gente se deja hasta las puertas de las casas abiertas. Es un ambiente pacífico y amistoso en que alguien como tú casi hasta podría sentirse fuera de lugar. Casi. Entonces les ves y te das cuenta de que no eres el único zorro entre las gallinas. Cinco hombres caminan en grupo, con kimonos y máscaras de mapache que les cubren toda la cara. Probablemente no te hubieses fijado si no fuese por su actitud: mientras que todo el mundo presta atención a su alrededor, habla con sus compañeros o come, estos caminan en silencio y sin mirar a nadie. Tras un examen más detallado te percatas por tu experiencia de que el bulto en el kimono de uno probablemente no sea parte de su anatomía ni que se alegre de verte. Están armados. No sé cómo de entrometido eres, pero si quieres seguirles, se alejan de la calle principal hacia la zona del campo. Si no quieres buscar problemas... el resto del pueblo Gosa te espera con los brazos abiertos.
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Adentro el gran local de “Orange Orange” se desata una bacanal, alboroto bailes y una gran cantidad de ron, tanto ron como para embriagar a cientos de elefantes. Por otro lado, no se ve a nadie sirviendo las mesas, la verdad es algo bastante raro para un local tan imponente. La gente se sirve directamente de la barra y vuelven a sus lugres, muchos colman la sala de baile buscando pareja, solo baile de a dos parece ser la consigna. Maldita sea, nunca serví el postre no empezare ahora, piensa viendo las bandejas repletas de bocadillos de naranja. Camina hacia la barra caminata lenta y desanimada buscando solo una buena bebida, entonces es abordado por un niño escuálido y descuidado. Niño de la vida, niño con sonrisa melancólica y mirada perdida, niño de sandalias rotas y caminar opulento, niño de poca niñez, piensa mientras ve los harapos y mugre que lleva. El infante con su voz acaramelada y casi partida hace una humilde invitación al grandulón vestido de luchador, no duda responder haciendo una pose heroica mostrando confidencia con el pequeño. Marian ya estaba acostumbrado a tratar con niños y jóvenes y se le hacía bastante natural el relacionamiento.
-Por supuesto que iré joven, pero tu espérame aquí que te quiero invitar con algo. Se nota que trabajaste mucho hoy, te lo mereces.
Hace un guiño y señala la barra repleta de comida, se deja seducir por el escaso nivel económico que derrocha el pequeño. En un intento de caridad barata corre a la cocina, necesitaba beber algo y hacer que aquel pequeño engulla, no puedo dejarlo sin alimento piensa. Al llegar a la barra nota algo raro, todo el personal estaba reunido charlando, parece haber mas personas de las que entran allí. Con los nudillos comienza a golpear la barra buscando atención de los cantineros. Nada, parece invisible, una enorme masa de hormonas, piel y carne flotando sobre la barra de uno de los locales más emblemáticos del lugar sin ser captado. Ya un poco molesto y sin afán de comenzar una discusión, comienza chasquear la lengua con intensidad buscando atención. Mierda, en su cabeza solo pasaban las más tétricas cosas que podrían pasarle por esperar allí, la realidad es que no habían pasado más de cuarenta y cinco segundos y el personal estaba en relevo. Un personal impecable y ágil, pero no lo suficiente para la ansiedad del joven.
-Disculpen mi nombre es Mariam y vengo en nombre de mi tío, Jean Ramaseca, me gustaría ajustar la cuenta y beber algo, también comida para dos. Mi tío este año no podrá acompañarlos, lo siento. –
Irrumpe brusco el calvo totalmente tomado por la ansiedad pero sin perder la delicadeza y la sonrisa que brilla bajo sus mostachos.
-Por supuesto que iré joven, pero tu espérame aquí que te quiero invitar con algo. Se nota que trabajaste mucho hoy, te lo mereces.
Hace un guiño y señala la barra repleta de comida, se deja seducir por el escaso nivel económico que derrocha el pequeño. En un intento de caridad barata corre a la cocina, necesitaba beber algo y hacer que aquel pequeño engulla, no puedo dejarlo sin alimento piensa. Al llegar a la barra nota algo raro, todo el personal estaba reunido charlando, parece haber mas personas de las que entran allí. Con los nudillos comienza a golpear la barra buscando atención de los cantineros. Nada, parece invisible, una enorme masa de hormonas, piel y carne flotando sobre la barra de uno de los locales más emblemáticos del lugar sin ser captado. Ya un poco molesto y sin afán de comenzar una discusión, comienza chasquear la lengua con intensidad buscando atención. Mierda, en su cabeza solo pasaban las más tétricas cosas que podrían pasarle por esperar allí, la realidad es que no habían pasado más de cuarenta y cinco segundos y el personal estaba en relevo. Un personal impecable y ágil, pero no lo suficiente para la ansiedad del joven.
-Disculpen mi nombre es Mariam y vengo en nombre de mi tío, Jean Ramaseca, me gustaría ajustar la cuenta y beber algo, también comida para dos. Mi tío este año no podrá acompañarlos, lo siento. –
Irrumpe brusco el calvo totalmente tomado por la ansiedad pero sin perder la delicadeza y la sonrisa que brilla bajo sus mostachos.
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Música, risas, colores variados y muchas, pero muchas personas a su alrededor yendo de un lado para el otro con una evidente alegría en sus voces; para su buena fortuna no sufría de agorafobia o algo por el estilo ya que de lo contrario estaría sufriendo de ansiedad debido a la aglomeración de individuos en la calle principal, y no era que estuviera demasiado abarrotada como para desplazarse, pero la cantidad de personas que habían dificultaban un poco el paso si uno no sabía hacerlo.
―¡Vengan, vengan! ¡Acérquense, prueben su puntería y ganen increíbles premios! ―exclamaba uno de los tantos vendedores desde su tienda, intentando llamar la atención de los transeúntes quienes, si, de vez en cuando se detenían y participaban, a veces ganando y otras veces perdiendo―. ¡Usted, si, el del traje negro! ¿Cree que tiene lo suficiente como para hacerse con uno de los premios que tenemos para ofrecerle? ―incitó el hombre y aunque Takeshi no necesitaba demostrar nada, y tampoco estaba muy interesado en los objetos que se mostraban, se recordó a si mismo que ya que estaba en el festival, debía intentar integrarse.
Suspiró por debajo de la máscara y alzó la vista la cielo por unos segundos, regresando la vista al hombro antes de caminar hacia el pequeño puesto, deteniéndose en la línea marcada―. El objetivo es sencillo, mi buen amigo. Solo debe apuntar, arrojar el aro y de acertar, ganará uno de nuestros fabulosos premios ¿sencillo, no? ―explicó el hombro y para variar, el mecanismo definitivamente era bastante sencillo y simple, por lo que no había perdidas, salvo porque lo ganchos donde debían de quedar colgando los aros, eran algo pequeños y estaban a una distancia considerable, siendo normal que muchos fallasen en sus contados tres intentos y solo unos pocos pudieran atinar y llevarse algún premio.
―¿Entonces que dices chico, te... ... No tengo dinero... ―cortó al sujeto antes de que pudiera decir algo más, girándose entonces con la intención de seguir su camino―. Espera, espera ... Dije que no tengo dinero ―repitió, esta vez con cierta brusquedad, aunque eso no pareció molestar al contrario―. Si, si, pero esto es un festival, chico, y en base a ello, te regalo un lanzamiento totalmente gratis ¿qué opinas? ―le sonrió el hombre que no parecía estar por encima de los 40 años, dejando al chico un poco perplejo por la insistencia del mismo―. Esta bien... ―respondió de forma corta, tomó el aro y "sin apuntar" lo arrojó, girándose al mismo tiempo que se alejaba del lugar antes de que el aro cayese en el gancho destinado.
Se desplazó entre las personas como agua que fluye entre las piedras pero logró escuchar al hombre llamarle, claramente porque el aro había caído en el premio metálico, no obstante, fuera por su honor o porque recordó tener prisa, se había marchado de aquel lugar antes de cobrar la recompensa; de hecho, si estaba en Gosa era precisamente por una recompensa, la cual obtendría de algunos bandidos que según los informes estarían en la isla para hacer de las suyas, y era normal que le tocasen trabajos sencillos y sin mucho renombre como estos pues apenas y estaba empezando el oficio siendo ésta su primera misión para variar.
Mientras avanzaba percibió algo fuera de lugar, y no pudo sino arquear una ceja con cierta incredulidad conforme veía pasar al pequeño grupo de hombres que, posiblemente hubieran pasado desapercibidos bajo otras circunstancias, pero que por el contrario parecían querer gritar "Aquí, aquí, somos sospechosos de algo" debido a la manera en que se comportaban; les miró por unos cuantos segundos extras y sonrió bajo su máscara de forma lobuna, no sabiendo si había encontrado a sus presas, pero si sabiendo que había encontrado algo interesante con lo que pasar el tiempo, por lo que simplemente caminó detrás de ellos.
―¡Vengan, vengan! ¡Acérquense, prueben su puntería y ganen increíbles premios! ―exclamaba uno de los tantos vendedores desde su tienda, intentando llamar la atención de los transeúntes quienes, si, de vez en cuando se detenían y participaban, a veces ganando y otras veces perdiendo―. ¡Usted, si, el del traje negro! ¿Cree que tiene lo suficiente como para hacerse con uno de los premios que tenemos para ofrecerle? ―incitó el hombre y aunque Takeshi no necesitaba demostrar nada, y tampoco estaba muy interesado en los objetos que se mostraban, se recordó a si mismo que ya que estaba en el festival, debía intentar integrarse.
Suspiró por debajo de la máscara y alzó la vista la cielo por unos segundos, regresando la vista al hombro antes de caminar hacia el pequeño puesto, deteniéndose en la línea marcada―. El objetivo es sencillo, mi buen amigo. Solo debe apuntar, arrojar el aro y de acertar, ganará uno de nuestros fabulosos premios ¿sencillo, no? ―explicó el hombro y para variar, el mecanismo definitivamente era bastante sencillo y simple, por lo que no había perdidas, salvo porque lo ganchos donde debían de quedar colgando los aros, eran algo pequeños y estaban a una distancia considerable, siendo normal que muchos fallasen en sus contados tres intentos y solo unos pocos pudieran atinar y llevarse algún premio.
―¿Entonces que dices chico, te... ... No tengo dinero... ―cortó al sujeto antes de que pudiera decir algo más, girándose entonces con la intención de seguir su camino―. Espera, espera ... Dije que no tengo dinero ―repitió, esta vez con cierta brusquedad, aunque eso no pareció molestar al contrario―. Si, si, pero esto es un festival, chico, y en base a ello, te regalo un lanzamiento totalmente gratis ¿qué opinas? ―le sonrió el hombre que no parecía estar por encima de los 40 años, dejando al chico un poco perplejo por la insistencia del mismo―. Esta bien... ―respondió de forma corta, tomó el aro y "sin apuntar" lo arrojó, girándose al mismo tiempo que se alejaba del lugar antes de que el aro cayese en el gancho destinado.
Se desplazó entre las personas como agua que fluye entre las piedras pero logró escuchar al hombre llamarle, claramente porque el aro había caído en el premio metálico, no obstante, fuera por su honor o porque recordó tener prisa, se había marchado de aquel lugar antes de cobrar la recompensa; de hecho, si estaba en Gosa era precisamente por una recompensa, la cual obtendría de algunos bandidos que según los informes estarían en la isla para hacer de las suyas, y era normal que le tocasen trabajos sencillos y sin mucho renombre como estos pues apenas y estaba empezando el oficio siendo ésta su primera misión para variar.
Mientras avanzaba percibió algo fuera de lugar, y no pudo sino arquear una ceja con cierta incredulidad conforme veía pasar al pequeño grupo de hombres que, posiblemente hubieran pasado desapercibidos bajo otras circunstancias, pero que por el contrario parecían querer gritar "Aquí, aquí, somos sospechosos de algo" debido a la manera en que se comportaban; les miró por unos cuantos segundos extras y sonrió bajo su máscara de forma lobuna, no sabiendo si había encontrado a sus presas, pero si sabiendo que había encontrado algo interesante con lo que pasar el tiempo, por lo que simplemente caminó detrás de ellos.
Ficha
Narración || ―Dialogo― || «Pensamiento». || NPC
- Código:
Narración || ―[color=#ff0000]Dialogo[/color]― || «[color=#339900]Pensamiento[/color]». || [color=#0033cc]NPC[/color]
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Moderación general: La gente empieza a dirigirse al recinto del concierto poco a poco. Aún hay mucho movimiento en las calles y en las diferentes casetas de la feria, pero gradualmente la gente empieza a abandonar la zona. Las diferentes personas sospechosas que rondan la zona empiezan a moverse poco a poco con la multitud. No todos a la vez, no al mismo ritmo, pero poco a poco empiezan a dirigirse al lugar del concierto.
Marian: Mientras esperas a que te atiendan, te corroe la ansiedad. No se te da bien esperar, ¿eh? Bueno, cada persona tiene sus peculiaridades. Un camarero joven te mira, extrañado, y dice - No conozco a esa persona, pero puedo mirar su cuenta - apenas ha alcanzado a terminar esa frase cuando una mujer alta, corpulenta y de pelo rosa le aparta de un empujón - ¡El sobrino del bueno de Ramaseca! ¡Bienvenido, chico! Tu tío me dijo que vendrías. Pide lo que quieras, ya apañaré luego con tu tío lo que nos debe - con una amable sonrisa, te pone delante una carta con una lista de aperitivos y bebidas. Casi todas llevan naranjas como uno de sus ingredientes. Por cierto, ¿quién es esa persona? Hay alguien hablando con el niño. Es alto, lleva una gabardina negra, sombrero, y una máscara de zorro que le cubre todo el rostro. El niño parece un poco asustado y tiene actitud sumisa, mirando al suelo como si le hubiesen sorprendido en una travesura.
Takeshi: El grupo al que sigues se aleja de la zona con gente, yendo a los campos que rodean el pueblo, en dirección contraria a la costa. Es un lugar lleno de huertos de naranjos vallados, en este momento desiertos dado que todo el mundo está en la fiesta. Tus "amigos" se dirigen a uno de estos huertos. Uno de ellos se queda en la puerta de la valla, mientras que el resto van a la casa de campo que hay en el centro del huerto y entran sin llamar. El que se ha quedado vigilando no te ha visto aún, pero lo hará si te acercas. La zona es un campo con hierba espesa pero no demasiado alta (te da por la rodilla). El huerto es una zona cercada por una valla de madera blanca que te llega a la altura del pecho. El interior está lleno de naranjos, y la casa está en el centro. El camino va a dar de frente a la puerta de la valla, donde está el vigilante enmascarado.
Nota para Takeshi: No me ha molestado que introduzcas y controles a un NPC, pero de cara al futuro, pregúntame antes a través del discord de narrador. En los roles moderados controlar a los NPCs es responsabilidad del narrador.
Marian: Mientras esperas a que te atiendan, te corroe la ansiedad. No se te da bien esperar, ¿eh? Bueno, cada persona tiene sus peculiaridades. Un camarero joven te mira, extrañado, y dice - No conozco a esa persona, pero puedo mirar su cuenta - apenas ha alcanzado a terminar esa frase cuando una mujer alta, corpulenta y de pelo rosa le aparta de un empujón - ¡El sobrino del bueno de Ramaseca! ¡Bienvenido, chico! Tu tío me dijo que vendrías. Pide lo que quieras, ya apañaré luego con tu tío lo que nos debe - con una amable sonrisa, te pone delante una carta con una lista de aperitivos y bebidas. Casi todas llevan naranjas como uno de sus ingredientes. Por cierto, ¿quién es esa persona? Hay alguien hablando con el niño. Es alto, lleva una gabardina negra, sombrero, y una máscara de zorro que le cubre todo el rostro. El niño parece un poco asustado y tiene actitud sumisa, mirando al suelo como si le hubiesen sorprendido en una travesura.
Takeshi: El grupo al que sigues se aleja de la zona con gente, yendo a los campos que rodean el pueblo, en dirección contraria a la costa. Es un lugar lleno de huertos de naranjos vallados, en este momento desiertos dado que todo el mundo está en la fiesta. Tus "amigos" se dirigen a uno de estos huertos. Uno de ellos se queda en la puerta de la valla, mientras que el resto van a la casa de campo que hay en el centro del huerto y entran sin llamar. El que se ha quedado vigilando no te ha visto aún, pero lo hará si te acercas. La zona es un campo con hierba espesa pero no demasiado alta (te da por la rodilla). El huerto es una zona cercada por una valla de madera blanca que te llega a la altura del pecho. El interior está lleno de naranjos, y la casa está en el centro. El camino va a dar de frente a la puerta de la valla, donde está el vigilante enmascarado.
Nota para Takeshi: No me ha molestado que introduzcas y controles a un NPC, pero de cara al futuro, pregúntame antes a través del discord de narrador. En los roles moderados controlar a los NPCs es responsabilidad del narrador.
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La espera lo consume lo atormenta, en la odisea de su sufrimiento un joven camarero ignora la existencia de su tío. Pero no puedo estar errado piensa, y en efecto así era, este es el local que su tío le menciono en el pedido y en el que tenia una cuenta a su favor, pero el empleado de allí, seguramente nuevo, no le puede dar una respuesta exacta y rápida. El joven no duda en ofrecerle una solución mirando los registros, esto significaría seguir esperando y a esas alturas el calvo ya esta sudando, con temblores en las manos y principios de un ataque de ansiedad.
En el colapso emocional y al borde de saltar la barra y el mismo ir por el registro de clientes preferenciales, una giganta masa de carne y hueso aparta de un tirón al ridiculizado camarero. Aparentemente una empleada con más cancha en el rubro, eso es lo que trasmite ofreciendo soluciones rápidas y llenas de seguridad. Es una mujer imponente, su pelo es sensacionalmente rosa y su altura no se deja intimidar por la robustez que porta, además esta persona conoce a mi tío, esta señora es mi ángel aquí piensa.
La señora ofrece todo lo que Marian quiere escuchar y también la carta llena de artículos con naranja. Observa cada uno de ellos sin caer en la desesperación y escoger un postre, es más él no sabía que quería comer el pequeño niño y se gira con una sonrisa buscando su apoyo. Pero una situación le llama la atención, más que situación una persona al lado del infante que no parce ser amistosa. El humano, o por lo menos lo que parecía ser uno, lleva sombrero, gabardina y una mascara lo que hace imposible ver las expresiones ni escuchar los diálogos desde donde estaba, solo puedo apreciar la actitud sumisa que derrocha el pequeño ante lo que parece ser una figura de autoridad. El pelado espera no dejar en problemas al joven, por lo que toma la carta y se acerca a aquellos dos con la cautela y elocuencia suficiente para no entrar en una trifulca y ofrecer un refrigerio a su cuenta. Mientras que se dirige a los dos recuerda las fachas del menor, se le instala l idea en la cabeza que aquel ser no era mas que un explotador infantil, algo que detesta y aborrece con toda su voluntad. Pero sus sospechas no tenían fundamentos suficientes, si los tuviera se interpondría y ayudaría al joven, por la memoria de su padre. En un mundo corrompido como este no era raro encontrar semejantes escorias por los mares, oportunistas de huérfanos o necesitados buscando su propio estrellato, y por la postura de ambos parecía una situación calcada a las advertencias que alguna vez su progenitor narro. Debo proteger al niño, solo es Marian, sabes que si te pones pesado en la soledad de los dos el joven será castigado.
El pensamiento fue tan profundo que no tomo sentido del espacio que se encontraba y antes de llegar al par se tropezó con sus propios pies pechando levemente al adulto.
-Lo siento buen hombre, soy un poco torpe. –
Responde Marian ante el descuido que tuvo y sin dejarlo mediar diálogo asiente.
-¿Acaso es su hijo? ¿Es un gran niño sabe? Tanto que traje la carta para ofrecerle algo de beber o comer y ya que usted esta aquí porque no escoge algo también. Va directo a la cuenta de mi tío, será nuestro secreto. –
Remata llevándose el índice entre los labios y achicando la voz entre una sonrisa de complicidad que le ofrece a ambos.
-La verdad el joven me convenció de ir a un concierto y fue tal el esmero que puso en ello que me emociono, es un gran varón. –
Marian mas que halagos solo quería saber un poco más de la situación y proteger los derechos del niño. Da por hecho que ira al concierto, huele a goma quemada pensó. Abre su reposera y le ofrece asiento al mayor extendiendo la palma izquierda.
En el colapso emocional y al borde de saltar la barra y el mismo ir por el registro de clientes preferenciales, una giganta masa de carne y hueso aparta de un tirón al ridiculizado camarero. Aparentemente una empleada con más cancha en el rubro, eso es lo que trasmite ofreciendo soluciones rápidas y llenas de seguridad. Es una mujer imponente, su pelo es sensacionalmente rosa y su altura no se deja intimidar por la robustez que porta, además esta persona conoce a mi tío, esta señora es mi ángel aquí piensa.
La señora ofrece todo lo que Marian quiere escuchar y también la carta llena de artículos con naranja. Observa cada uno de ellos sin caer en la desesperación y escoger un postre, es más él no sabía que quería comer el pequeño niño y se gira con una sonrisa buscando su apoyo. Pero una situación le llama la atención, más que situación una persona al lado del infante que no parce ser amistosa. El humano, o por lo menos lo que parecía ser uno, lleva sombrero, gabardina y una mascara lo que hace imposible ver las expresiones ni escuchar los diálogos desde donde estaba, solo puedo apreciar la actitud sumisa que derrocha el pequeño ante lo que parece ser una figura de autoridad. El pelado espera no dejar en problemas al joven, por lo que toma la carta y se acerca a aquellos dos con la cautela y elocuencia suficiente para no entrar en una trifulca y ofrecer un refrigerio a su cuenta. Mientras que se dirige a los dos recuerda las fachas del menor, se le instala l idea en la cabeza que aquel ser no era mas que un explotador infantil, algo que detesta y aborrece con toda su voluntad. Pero sus sospechas no tenían fundamentos suficientes, si los tuviera se interpondría y ayudaría al joven, por la memoria de su padre. En un mundo corrompido como este no era raro encontrar semejantes escorias por los mares, oportunistas de huérfanos o necesitados buscando su propio estrellato, y por la postura de ambos parecía una situación calcada a las advertencias que alguna vez su progenitor narro. Debo proteger al niño, solo es Marian, sabes que si te pones pesado en la soledad de los dos el joven será castigado.
El pensamiento fue tan profundo que no tomo sentido del espacio que se encontraba y antes de llegar al par se tropezó con sus propios pies pechando levemente al adulto.
-Lo siento buen hombre, soy un poco torpe. –
Responde Marian ante el descuido que tuvo y sin dejarlo mediar diálogo asiente.
-¿Acaso es su hijo? ¿Es un gran niño sabe? Tanto que traje la carta para ofrecerle algo de beber o comer y ya que usted esta aquí porque no escoge algo también. Va directo a la cuenta de mi tío, será nuestro secreto. –
Remata llevándose el índice entre los labios y achicando la voz entre una sonrisa de complicidad que le ofrece a ambos.
-La verdad el joven me convenció de ir a un concierto y fue tal el esmero que puso en ello que me emociono, es un gran varón. –
Marian mas que halagos solo quería saber un poco más de la situación y proteger los derechos del niño. Da por hecho que ira al concierto, huele a goma quemada pensó. Abre su reposera y le ofrece asiento al mayor extendiendo la palma izquierda.
Dokuto D. Takeshi
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Personalmente, encontraba un poco bastante tonto que un grupo tan "distinguido" no se tomara la molestia de camuflarse mejor entre las personas, pero le pareció aun más tonto el hecho de que nadie más se había fijado en ello, aunque claro, habían muchos factores que jugaban en esos momentos, entre los que se podían mencionar el propio festival que atraía la atención y dejaba de lado cualquier alerta de "peligro" que estuviera alrededor, eso sin olvidar que el varón bien podía haber estado solo ansioso por encontrar a su presa y asumir que esos individuos eran el objetivo que buscaba; y así, fuera cual fuera, acertado o no, el ninja avanzó detrás del grupo.
Por su parte, los habitantes de la aldea así como muchos de los turistas que asistían al festival, comenzaron a moverse en una dirección en particular, una que evidentemente no era la misma que el pequeño grupo y que la del ninja, pues a medida que las personas se desplazaban y despejaban el área, más evidente era que los individuos que perseguía se dirigían a las afueras del pueblo; aquello no le pareció tan extraño considerando que generalmente los escondites están en sitios apartados de casi todo el mundo, pero si se lo hubieran preguntado a él, hubiera escogido un sitio relativamente concurrido que no levantase sospechas, como una taberna o algo parecido.
Cuando los "cara de mapache" finalmente salieron de los límites de la aldea, Takeshi se detuvo por unos segundos con el fin de no llamar su atención debido al amplio y descubierto panorama que le esperaba fuera del pueblo, y así mismo, visualizar el lugar del escondite de los individuos, siendo éste en los huertos de naranjos, los cuales estaban abandonados temporalmente pues los campesinos se encontraban en el festival. «Aún así, una posada hubiera sido mejor...». Suspiró y se encogió de hombros, rechazando la brillante idea que había tenido el grupo al trasladarse tan indiscretamente hasta ese punto.
Por supuesto, cualquier otra persona hubiera asumido que incluso podían tratarse de los dueños de aquella casa por la forma en que entraron a la misma, pero de nuevo, la existencia de aquel bulto y el aura que emanaban los sujetos desde el momento en que les vio, para él era prueba suficiente de que se había encontrado con individuos teóricamente peligrosos que resultarían en una recompensa monetaria de entregarlos; claro, que si no era nada de eso, de todos modos disfrutaría el descubrir que tramaban mientras pasaba el tiempo antes de dar caza a su verdadero objetivo, pues eso tampoco estaba fuera de sus pensamientos y mucho menos con la crianza que tuvo el ninja desde pequeño.
Estudió sus alrededores y encontró algunos puntos que podía explotar en su beneficio, eso si tan solo fuera de noche y la oscuridad estuviera de su parte, lo que no era el caso, por lo que debía de abordar la situación de otra manera y descubrir lo que estaba pasando dentro sin ser detectado; se cruzó de brazos, pensativo y luego de algunos segundos de darle vueltas al asunto, asumiendo los riesgos y beneficios que obtendría de ejecutar lo que estaba analizando, sonrió por debajo de la máscara antes de quitársela y colocarla sobre una de las cajas que estaban cerca.
Así mismo, no tardó en ubicar una vara de madera, no tan grande pero tampoco tan pequeña, y rasgó parte de su túnica, lo suficiente como para obtener un vendaje con el cual cubrirse, siendo todo esto lo único que necesitaba para completar el nuevo disfraz que usaría para acercarse a la casa sin llamar la atención; su plan era de hecho, demasiado simple y tonto, pero igual de efectivo si todo marchaba bien, ya que solo debía de actuar como un invalido visual, acercarse al sujeto de la valla y actuar en consecuencia de lo que sucediera a partir de allí.
―Que comience la fiesta... ―y dicho esto, el ninja cubrió sus ojos en su totalidad y usando la vara como un bastón de apoyo para guiarse, comenzó a caminar por la misma ruta de aquellos a quienes había seguido desde el festival; por supuesto, desde que inició su avance lo hizo tanteando el terreno con el palo antes de poner un pie detrás del otro, repitiendo esta acción de manera que su actuación fuera lo más creíble posible y así, no parecer tan sospechoso ante el guardia de la entrada.
Por su parte, los habitantes de la aldea así como muchos de los turistas que asistían al festival, comenzaron a moverse en una dirección en particular, una que evidentemente no era la misma que el pequeño grupo y que la del ninja, pues a medida que las personas se desplazaban y despejaban el área, más evidente era que los individuos que perseguía se dirigían a las afueras del pueblo; aquello no le pareció tan extraño considerando que generalmente los escondites están en sitios apartados de casi todo el mundo, pero si se lo hubieran preguntado a él, hubiera escogido un sitio relativamente concurrido que no levantase sospechas, como una taberna o algo parecido.
Cuando los "cara de mapache" finalmente salieron de los límites de la aldea, Takeshi se detuvo por unos segundos con el fin de no llamar su atención debido al amplio y descubierto panorama que le esperaba fuera del pueblo, y así mismo, visualizar el lugar del escondite de los individuos, siendo éste en los huertos de naranjos, los cuales estaban abandonados temporalmente pues los campesinos se encontraban en el festival. «Aún así, una posada hubiera sido mejor...». Suspiró y se encogió de hombros, rechazando la brillante idea que había tenido el grupo al trasladarse tan indiscretamente hasta ese punto.
Por supuesto, cualquier otra persona hubiera asumido que incluso podían tratarse de los dueños de aquella casa por la forma en que entraron a la misma, pero de nuevo, la existencia de aquel bulto y el aura que emanaban los sujetos desde el momento en que les vio, para él era prueba suficiente de que se había encontrado con individuos teóricamente peligrosos que resultarían en una recompensa monetaria de entregarlos; claro, que si no era nada de eso, de todos modos disfrutaría el descubrir que tramaban mientras pasaba el tiempo antes de dar caza a su verdadero objetivo, pues eso tampoco estaba fuera de sus pensamientos y mucho menos con la crianza que tuvo el ninja desde pequeño.
Estudió sus alrededores y encontró algunos puntos que podía explotar en su beneficio, eso si tan solo fuera de noche y la oscuridad estuviera de su parte, lo que no era el caso, por lo que debía de abordar la situación de otra manera y descubrir lo que estaba pasando dentro sin ser detectado; se cruzó de brazos, pensativo y luego de algunos segundos de darle vueltas al asunto, asumiendo los riesgos y beneficios que obtendría de ejecutar lo que estaba analizando, sonrió por debajo de la máscara antes de quitársela y colocarla sobre una de las cajas que estaban cerca.
Así mismo, no tardó en ubicar una vara de madera, no tan grande pero tampoco tan pequeña, y rasgó parte de su túnica, lo suficiente como para obtener un vendaje con el cual cubrirse, siendo todo esto lo único que necesitaba para completar el nuevo disfraz que usaría para acercarse a la casa sin llamar la atención; su plan era de hecho, demasiado simple y tonto, pero igual de efectivo si todo marchaba bien, ya que solo debía de actuar como un invalido visual, acercarse al sujeto de la valla y actuar en consecuencia de lo que sucediera a partir de allí.
―Que comience la fiesta... ―y dicho esto, el ninja cubrió sus ojos en su totalidad y usando la vara como un bastón de apoyo para guiarse, comenzó a caminar por la misma ruta de aquellos a quienes había seguido desde el festival; por supuesto, desde que inició su avance lo hizo tanteando el terreno con el palo antes de poner un pie detrás del otro, repitiendo esta acción de manera que su actuación fuera lo más creíble posible y así, no parecer tan sospechoso ante el guardia de la entrada.
- Nota:
- Ante todo, una disculpa por la tardanza, Marian y NarradorOPD. Lo del NPC, igual una disculpa, no creí que hubiera problema pero lo tengo en cuenta para el futuro, gracias por la aclaratoria.
Ficha
Narración || ―Dialogo― || «Pensamiento». || NPC
- Código:
Narración || ―[color=#ff0000]Dialogo[/color]― || «[color=#339900]Pensamiento[/color]». || [color=#0033cc]NPC[/color]
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Moderación general: Empieza a sonar música desde el recinto. Aún no ha comenzado el concierto, son los músicos haciendo las pruebas de sonido y afinando sus instrumentos. Sin embargo eso significa que no falta mucho para el comienzo de la verdadera fiesta, y cada vez más gente se reúne en el lugar. Apenas queda ya ninguna de esas personas sospechosas en las calles.
Marian: Cuando tropiezas con el hombre, este trastabilla y tiene que apoyarse en la mesa para no caer. Por un momento atisbas a ver bajo su gabardina una pistola con mango de madera.
- Estúpido y torpe id... - se incorpora con cara de pocos amigos, pero cuando te ve bien y tu altura, se calla y traga saliva - Disculpa amigo, un día duro de trabajo. Me temo que no te vi venir - Su actitud cambia totalmente a una amistosa. Puedes ver alrededor vuestra como la mayor parte de los clientes empiezan a levantarse de sus sillas y marchar hacia el concierto. Aún quedan algunos además de vosotros. Cuando le preguntas por el niño dice - ¿Hijo? ¡No, no! Solo soy su su-supervisor. Está trabajando con nosotros y la banda del concierto, los Rolling Smoke. De hecho ahora le toca seguir trabajando. ¡No se preocupe! Tendrá una buena paga cuando acabe - a una mirada del hombre, el niño sale del sitio y se va corriendo a la zona del recinto - Si quiere, podrá invitarle tras el concierto. Ahora le toca ir a llevarle la ropa a lavar a la banda. Me quedaría, pero también tengo mucho trabajo. ¡Adiós!
Tras eso, se da media vuelta y se aleja apresuradamente. Parecía algo nervioso, tal vez por tu altura y corpulencia. El niño se fue demasiado rápido, aunque si aún pretendes darle alcance aún podrías, pero probablemente te costaría. En cambio, si pretendes parar a este hombre y decirle algo más, aún lo tienes cerca.
Takeshi: Caminar con los ojos vendados es difícil, ¿eh? Aún con la rama a modo de bastón, te cuesta un poco. No tardas mucho en ser detenido; pronto escuchas la voz de quien supones que es el hombre de la puerta:
- ¡Eh tú, el ciego! Ni un paso más. Esto es propiedad privada. Date media vuelta y sigue el camino por donde has venido y volverás al pueblo - La voz es grave, seria y con un tono un poco violento. Tienes buenos sentidos, así que te das cuenta de que aún no estás a su lado. Debes estar a unos pocos metros de él. Cuatro, cinco, no sabrías decirlo.
Marian: Cuando tropiezas con el hombre, este trastabilla y tiene que apoyarse en la mesa para no caer. Por un momento atisbas a ver bajo su gabardina una pistola con mango de madera.
- Estúpido y torpe id... - se incorpora con cara de pocos amigos, pero cuando te ve bien y tu altura, se calla y traga saliva - Disculpa amigo, un día duro de trabajo. Me temo que no te vi venir - Su actitud cambia totalmente a una amistosa. Puedes ver alrededor vuestra como la mayor parte de los clientes empiezan a levantarse de sus sillas y marchar hacia el concierto. Aún quedan algunos además de vosotros. Cuando le preguntas por el niño dice - ¿Hijo? ¡No, no! Solo soy su su-supervisor. Está trabajando con nosotros y la banda del concierto, los Rolling Smoke. De hecho ahora le toca seguir trabajando. ¡No se preocupe! Tendrá una buena paga cuando acabe - a una mirada del hombre, el niño sale del sitio y se va corriendo a la zona del recinto - Si quiere, podrá invitarle tras el concierto. Ahora le toca ir a llevarle la ropa a lavar a la banda. Me quedaría, pero también tengo mucho trabajo. ¡Adiós!
Tras eso, se da media vuelta y se aleja apresuradamente. Parecía algo nervioso, tal vez por tu altura y corpulencia. El niño se fue demasiado rápido, aunque si aún pretendes darle alcance aún podrías, pero probablemente te costaría. En cambio, si pretendes parar a este hombre y decirle algo más, aún lo tienes cerca.
Takeshi: Caminar con los ojos vendados es difícil, ¿eh? Aún con la rama a modo de bastón, te cuesta un poco. No tardas mucho en ser detenido; pronto escuchas la voz de quien supones que es el hombre de la puerta:
- ¡Eh tú, el ciego! Ni un paso más. Esto es propiedad privada. Date media vuelta y sigue el camino por donde has venido y volverás al pueblo - La voz es grave, seria y con un tono un poco violento. Tienes buenos sentidos, así que te das cuenta de que aún no estás a su lado. Debes estar a unos pocos metros de él. Cuatro, cinco, no sabrías decirlo.
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Un insulto a medias llega a soltar el encapuchado tras el tropiezo de Marian. Parece ser que el cuerpo gigante y fornido del torpe habían acobardado al hombre, incluso se echa la culpa y aclara que trabajo muy duro. Este apoyado sobre una mesa, producto del tastabille, deja ver entre sus fachas una pistola de mango de madera que el bigotón capta rápidamente. Pese a odiar este tipo de armas Marian conoce varios modelos de fuego producto de sus estudios en artillería. Un arma escondida entre harapos y en una fiesta local no hace mas que sembrar dudas en el pelado. Pese a esto trata de ser prudente, no quiere tener problemas con el sujeto, un arma como esa podía llegar a matarlo sin tener su escudo encima. El joven no muestra asombro ni temor y continúa escuchando al sujeto que niega ser el padre del niño, incluso aclara que es uno de los empleados que supervisa y que será recompensado con una buena paga. Habla de la banda para la que trabaja, jamás había escuchado tal nombre, incluso aclara que el infante debía encargarse de la ropa de los integrantes, algo que a Marian le parece descabellado, explotación infantil por donde se mire. Pero sin intensiones de generar una trifulca regala una enorme sonrisa bajo la mascara y los mostachos, principalmente mira al niño que sale del establecimiento muy apurado. Tras la salida del pequeño el encargado se despide y sale por la puerta junto a algunos clientes camino al concierto. Marian decide no tomar una orden por ahora, levanta la mano a la moza que amablemente lo atendió y se despide de ella agitando la palma extendida. Apura el paso y va tras el sujeto.
-Espere caballero por favor, le quiero hacer una pregunta.
Interfiere la salida del hombre buscando un poco de información, Marian está molesto con la banda, no puede soportar que tenga a niños de esa edad trabajando, los niños deben jugar piensa. Sin intensión de molestarlo muestra un fajo de billetes buscando comprar un asiento privilegiado, quería ver de cerca como orquestaba la banda tras el telón. Se haría pasar por un fan y pediría estar lo más cerca posible del escenario en el momento que el concierto se desate, posiblemente tengan mas niños en esta situación de explotación, quería desenmascarar la empresa.
-Mire buen hombre tengo esto para usted. Me dijo que era el encargado y yo soy un fan de esta banda. ¿Me podría conseguir un lugar de privilegio?
Se pone de cuclillas, mostrando emisión y rogando por ese favor. Su actuación es pésima, no se le da bien mentir. Pero intenta que el enmascarado se lo trague.
- ¿Me deja acompañarlo a si veo el lugar de cerca?
La ansiedad de Marian le comienza a jugar una mala pasada y empieza a hablar rápido, no puede caer en desesperación, no ante un sujeto armado como ese.
-¡Por favor señor! Llevo días esperando este día.
Hace mucho tiempo que el pelado no se mostraba interesado por situaciones irregulares, en su aldea la gente lo conocía y el a la gente. Fue aquí que sintió rabia, quería justiciar de alguna manera lo que entendía como un acto de deshumanizado. Aquí eran todos extraños pero eso a el no le importaba mucho, siento no haber traído a mi carnero amigo piensa.
-Espere caballero por favor, le quiero hacer una pregunta.
Interfiere la salida del hombre buscando un poco de información, Marian está molesto con la banda, no puede soportar que tenga a niños de esa edad trabajando, los niños deben jugar piensa. Sin intensión de molestarlo muestra un fajo de billetes buscando comprar un asiento privilegiado, quería ver de cerca como orquestaba la banda tras el telón. Se haría pasar por un fan y pediría estar lo más cerca posible del escenario en el momento que el concierto se desate, posiblemente tengan mas niños en esta situación de explotación, quería desenmascarar la empresa.
-Mire buen hombre tengo esto para usted. Me dijo que era el encargado y yo soy un fan de esta banda. ¿Me podría conseguir un lugar de privilegio?
Se pone de cuclillas, mostrando emisión y rogando por ese favor. Su actuación es pésima, no se le da bien mentir. Pero intenta que el enmascarado se lo trague.
- ¿Me deja acompañarlo a si veo el lugar de cerca?
La ansiedad de Marian le comienza a jugar una mala pasada y empieza a hablar rápido, no puede caer en desesperación, no ante un sujeto armado como ese.
-¡Por favor señor! Llevo días esperando este día.
Hace mucho tiempo que el pelado no se mostraba interesado por situaciones irregulares, en su aldea la gente lo conocía y el a la gente. Fue aquí que sintió rabia, quería justiciar de alguna manera lo que entendía como un acto de deshumanizado. Aquí eran todos extraños pero eso a el no le importaba mucho, siento no haber traído a mi carnero amigo piensa.
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Había pasado mucho tiempo desde la última vez que había caminado con los ojos cerrados, aunque todavía podía recordar como hacerlo sin tropezar demasiado en el intento, sobretodo cuando su sentido del equilibrio estaba tan bien desarrollado junto con su audición, teniendo así un "ecolocalizador" en su cabeza, algo desactualizado pero igual de funcional y operativo; en este sentido, caminar "a ciegas" no le resultaba mucho problema con o sin la vara, ya que gracias a su entrenamiento, podía hacerse una idea del lugar por el que transitaba, siendo así que la vara solo era lo que en principio estaba destinado a ser, un complemento utilizado para su disfraz.
Mientras avanzaba, se preguntaba si lo que estaba haciendo no terminaría siendo una mala idea en los siguientes minutos por venir, no porque le preocupase la clase de problema en la que terminaría metiéndose, sino porque existía esa posibilidad latente de, distraerse y perder a sus objetivos, esperando que de hecho, éstos estuvieran dentro de la casa a la que se dirigía; así pues, entre más avanzaba más se alejaba del pueblo, por lo que la música y algarabía del lugar comenzaba a disminuir, dejando paso a los sonidos del viendo y los arbustos siendo movidos por éste.
Luego de varios segundos de caminata en la dirección pautada, escuchó la voz del hombre que evidentemente lo quería lejos de allí aun sin estar cerca del todo, y en ese sentido, el ninja todavía estaba muy lejos de alcanzarle para hacer su movimiento, viéndose obligado a seguir caminando como si aquella advertencia no hubiera sido dicha para él; por supuesto, aquello tenía su propio riesgo, pero si todo marchaba bien, su plan no se vería tan estropeado si la suerte le sonreía.
―¿Eh? ¿Hay alguien ahí? ―se detuvo unos momentos y giró su cabeza de un lado al otro un par de veces―. S-seas quien seas... n-no tengo dinero... ―le habló a "quien fuera" que le estuviera escuchando o estuviera cerca―. P-pero no le tengo miedo a los abusivos... y s-si es de usar la violencia... m-me defenderé... ―sostuvo su bastón con fingida torpeza, sumando cierto temblor en su agarre; por otro lado, al hacer su movimiento para adoptar aquella pose de pelea, dejó caer "accidentalmente" una bolsa más o menos pesada y abultada, siendo su intención la de atraer al sujeto hasta él.
Mientras avanzaba, se preguntaba si lo que estaba haciendo no terminaría siendo una mala idea en los siguientes minutos por venir, no porque le preocupase la clase de problema en la que terminaría metiéndose, sino porque existía esa posibilidad latente de, distraerse y perder a sus objetivos, esperando que de hecho, éstos estuvieran dentro de la casa a la que se dirigía; así pues, entre más avanzaba más se alejaba del pueblo, por lo que la música y algarabía del lugar comenzaba a disminuir, dejando paso a los sonidos del viendo y los arbustos siendo movidos por éste.
Luego de varios segundos de caminata en la dirección pautada, escuchó la voz del hombre que evidentemente lo quería lejos de allí aun sin estar cerca del todo, y en ese sentido, el ninja todavía estaba muy lejos de alcanzarle para hacer su movimiento, viéndose obligado a seguir caminando como si aquella advertencia no hubiera sido dicha para él; por supuesto, aquello tenía su propio riesgo, pero si todo marchaba bien, su plan no se vería tan estropeado si la suerte le sonreía.
―¿Eh? ¿Hay alguien ahí? ―se detuvo unos momentos y giró su cabeza de un lado al otro un par de veces―. S-seas quien seas... n-no tengo dinero... ―le habló a "quien fuera" que le estuviera escuchando o estuviera cerca―. P-pero no le tengo miedo a los abusivos... y s-si es de usar la violencia... m-me defenderé... ―sostuvo su bastón con fingida torpeza, sumando cierto temblor en su agarre; por otro lado, al hacer su movimiento para adoptar aquella pose de pelea, dejó caer "accidentalmente" una bolsa más o menos pesada y abultada, siendo su intención la de atraer al sujeto hasta él.
- Mil disculpas nuevamente:
- Ya es la segunda vez que sucede, pero igual una disculpa por tardar. Tuve un viaje de ultimo minuto y se extendió más de lo que esperaba, demás que donde estaba no había mucha conexión a internet que digamos, pero ya estoy por aquí.
Ficha
Narración || ―Dialogo― || «Pensamiento». || NPC
- Código:
Narración || ―[color=#ff0000]Dialogo[/color]― || «[color=#339900]Pensamiento[/color]». || [color=#0033cc]NPC[/color]
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Moderación general: Las calles terminan de vaciarse salvo por unos pocos no interesados en el concierto, que pasean o terminan sus bebidas sentados al gentil sol del atardecer. Los puestos callejeros y bares empiezan a cerrar. Ya queda bastante poco para que empiece.
Marian: El hombre se detiene. Parece nervioso, muy nervioso. Puedes ver su mano temblar y entre las rendijas de la máscara se adivina una mirada temerosa. Sin embargo, no te contesta al momento. Te mira sin entablar contacto visual y desvía la vista hacia la zona del concierto, con un tic nervioso en el pie. Finalmente habla, diciendo:
- Claro, claro. ¿Por qué no? ¡Estás invitado al puesto de honor, con el alcalde y el resto de gente importante!
Rebusca entre sus ropas y te tiende un billete dorado que pone "palco presidencial". Tras eso empieza a irse y dice:
- Lamentablemente, debo marcharme ya. Tengo mucho trabajo aún. ¡Pásalo bien en el concierto!
Takeshi: El hombre no parece tragarse tu engaño. Escuchas que saca algo de entre sus ropas y entonces resuena el estruendo de un cuerno de caza, tan fuerte que te molesta bastante y te causa cierto aturdimiento.
- ¡Enemigo a la vista!
A continuación escuchar un sonido metálico y una detonación fuerte frente a ti. ¿Qué haces?
Marian: El hombre se detiene. Parece nervioso, muy nervioso. Puedes ver su mano temblar y entre las rendijas de la máscara se adivina una mirada temerosa. Sin embargo, no te contesta al momento. Te mira sin entablar contacto visual y desvía la vista hacia la zona del concierto, con un tic nervioso en el pie. Finalmente habla, diciendo:
- Claro, claro. ¿Por qué no? ¡Estás invitado al puesto de honor, con el alcalde y el resto de gente importante!
Rebusca entre sus ropas y te tiende un billete dorado que pone "palco presidencial". Tras eso empieza a irse y dice:
- Lamentablemente, debo marcharme ya. Tengo mucho trabajo aún. ¡Pásalo bien en el concierto!
Takeshi: El hombre no parece tragarse tu engaño. Escuchas que saca algo de entre sus ropas y entonces resuena el estruendo de un cuerno de caza, tan fuerte que te molesta bastante y te causa cierto aturdimiento.
- ¡Enemigo a la vista!
A continuación escuchar un sonido metálico y una detonación fuerte frente a ti. ¿Qué haces?
- nota:
- Quería recordarte, Takeshi, que tu habilidad "Seguimiento de ubicación de sonido" es solo una habilidad. No es una fortaleza ni una técnica, con lo que tiene sus limitaciones. Puedes hacerte una idea de dónde está alguien y a qué distancia cuando está hablando o caminando. Sin embargo eso no te da ecolocalización. No te permite saber todo lo que hay a tu alrededor como si fueses murciélago o algo así. De haber querido tener ecolocalización y "ver" por sonidos deberías habértelo puesto como fortaleza y ponerte una debilidad equivalente. ¿A qué quiero ir con esto? Que, dado que tienes la fortaleza "sentidos aumentados" puedes caminar vendado mejor que una persona corriente, pero no a la perfección. También quiero recordarte que dado que "Seguimiento de ubicación de sonido" es una habilidad y no una fortaleza, no llega al punto de ser útil en combate.
Este post no es una queja, es un aviso. Tras leer lo del ecolocalizador supuse que igual no tenías muy claro cómo funcionarían tus cosas. Si quieres ecolocalización, deberás entrenarla como una mejora o una técnica.
PD: Recuerda de cara a tu post tu debilidad a los sonidos fuertes.
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El enmascarado toma las palabras de Marian y detiene su andar. Los nervios toman al hombre delatándolo con temblores en la mano y una mirada temerosa tras el disfraz. El pelado capta enseguida aquellos movimientos y le llama un poco la atención, podría ser una situación violenta, no llevaba su escudo, pero tenía su silla reposera. Con los nervios y una pistola podría pasara cualquier cosa, no solo al joven también algún transeúnte producto del daño colateral de un disparo frustrado. Preferiría interponerse con el escudo que decidió no llevar, errores de no conocer el mundo. Pero para alivio el hombre desvía la mirada y se concentra en el sitio donde el concierto daba a luz, su pie comienza a provocar un llamativo movimiento continuo. El tipo seguía sin dar respuesta, Marian se preparo para lo peor, y el alboroto en la calle comenzaba a ganar cada rincón de la isla, sería fácil camuflar una bala allí. Pero lejos de todo acto de cobardía, desatención o violencia el enmascarado regala un gran gesto. Le afirma el permiso para espectar a la banda en un lugar de privilegio cerca del alcalde del lugar. Toma un boleto entre sus ropas, era de color dorado y contenía una inscripción que Marian paso por alto. Esto esta siendo demasiado sencillo piensa el pelado mientras ve alejarse al sujeto. Con el pase en sus manos ya no necesitaba estar tras el hombre, seguramente lo volvería a ver por allí.
- ¡No lo puedo creer! ¡Muchas gracias! - Grita emocionado falseando un poco la voz con tonos dulces y de sorpresa.
Había conseguido su cometido, realmente estaba orgulloso de ello y en ningún momento se cuestionó lo fácil que fua hacerlo. El cachorro de hombre estaba muy verde para comprender el mundo, pero la presunta explotación infantil lo llevo a involucrarse, o intentar, iniciar una investigación, campo en el cual tenía cero teorías y cero experiencias. No podía quitarse la imagen del niño marginal y el comportamiento del extraño sujeto. ¿Cómo un hombre puede negar la comida a un pequeño? Es una de las cuestiones que tiene mientras se dirige, a pasa pausado, al epicentro del día del mapache.
Llego al lugar, se acerca lo suficiente como para no pasar desapercibido, no le gustaba esperar mucho y quería que alguien le llame la atención así le mostraba el boleto. Ya quería estar dentro de su palco, tal vez de ahí tenía mejor visión de las situaciones que su perversa mente lo hizo imaginar. Avanza por el predio de los artistas, avanza pausado, gigante, disfrazado de luchador y ansioso. Esta vez solo quería ser visto por alguien, además desconocía la ubicación del mismo y no vio ningún movimiento de gente que diera indicios de la presencia del alcalde o de otro miembro de la burguesía.
- ¡No lo puedo creer! ¡Muchas gracias! - Grita emocionado falseando un poco la voz con tonos dulces y de sorpresa.
Había conseguido su cometido, realmente estaba orgulloso de ello y en ningún momento se cuestionó lo fácil que fua hacerlo. El cachorro de hombre estaba muy verde para comprender el mundo, pero la presunta explotación infantil lo llevo a involucrarse, o intentar, iniciar una investigación, campo en el cual tenía cero teorías y cero experiencias. No podía quitarse la imagen del niño marginal y el comportamiento del extraño sujeto. ¿Cómo un hombre puede negar la comida a un pequeño? Es una de las cuestiones que tiene mientras se dirige, a pasa pausado, al epicentro del día del mapache.
Llego al lugar, se acerca lo suficiente como para no pasar desapercibido, no le gustaba esperar mucho y quería que alguien le llame la atención así le mostraba el boleto. Ya quería estar dentro de su palco, tal vez de ahí tenía mejor visión de las situaciones que su perversa mente lo hizo imaginar. Avanza por el predio de los artistas, avanza pausado, gigante, disfrazado de luchador y ansioso. Esta vez solo quería ser visto por alguien, además desconocía la ubicación del mismo y no vio ningún movimiento de gente que diera indicios de la presencia del alcalde o de otro miembro de la burguesía.
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Moderación general: No hay demasiados cambios. Toda la gente interesada en el concierto ya se ha ido a este, mientras que los pocos que no van a asistir rondan las calles principales de la aldea, paseando o sentados en algún banco hablando.
Marian: Al acercarte al recinto del concierto puedes ver que no están poniendo ningún problema a la gente para entrar ni les piden boleto. Sin embargo ves que hay una zona de gradas de madera con un único acceso en la que hay unas pocas personas bien vestidas sentadas. El acceso está vigilado por un único hombre con una chaqueta roja, supones que es la persona a la que debes dar tu boleto si quieres subir a las gradas.
El resto de gente se concentra en un espacio abierto bastante amplio entre las gradas y el escenario. Niños, jóvenes, adultos y ancianos se reúnen en el mismo sitio para escuchar música, bailar y pasarlo bien. A izquierda y derecha hay puestos donde se venden caramelos, bebidas y aperitivos varios. La mayoría llevan naranja de una u otra manera. Aquí y allá tal vez te fijes en más gente con máscara de rostro completo y ropas que les cubren todo el cuerpo. No se mezclan con la multitud y se mantienen en pequeños grupos, alejados. Su forma de vestir te recuerda a tu "amigo" el que tan amablemente te dio la entrada, al que por cierto no ves en ningún lado. En el escenario ha aparecido ya la banda, un conjunto de cinco personas con máscaras de kitsune de rostro completo. Hay un batería, dos guitarristas, un bajista y un cantante. No tienes claro el género de ninguno porque van bastante tapados, con elaborados disfraces que parecen sacados de un teatro kabuki.
Takeshi: Notas un fuerte dolor en el centro del pecho, como si algo muy veloz te hubiese impactado. Unido a la detonación de antes y al olor de pólvora creo que no hace falta decirte qué te ha pasado, ¿verdad? Caes de espaldas sangrando por la herida. Tú no lo sabes, pero no es mortal. Puedes escuchar al hombre acercarse recargando su arma.
- ¡No te muevas! ¡O te vuelo los sesos!
Puedes notar su pie contra tu costado, intentando darte la vuelta para ponerte bocaabajo. Igual quieres reaccionar.
Marian: Al acercarte al recinto del concierto puedes ver que no están poniendo ningún problema a la gente para entrar ni les piden boleto. Sin embargo ves que hay una zona de gradas de madera con un único acceso en la que hay unas pocas personas bien vestidas sentadas. El acceso está vigilado por un único hombre con una chaqueta roja, supones que es la persona a la que debes dar tu boleto si quieres subir a las gradas.
El resto de gente se concentra en un espacio abierto bastante amplio entre las gradas y el escenario. Niños, jóvenes, adultos y ancianos se reúnen en el mismo sitio para escuchar música, bailar y pasarlo bien. A izquierda y derecha hay puestos donde se venden caramelos, bebidas y aperitivos varios. La mayoría llevan naranja de una u otra manera. Aquí y allá tal vez te fijes en más gente con máscara de rostro completo y ropas que les cubren todo el cuerpo. No se mezclan con la multitud y se mantienen en pequeños grupos, alejados. Su forma de vestir te recuerda a tu "amigo" el que tan amablemente te dio la entrada, al que por cierto no ves en ningún lado. En el escenario ha aparecido ya la banda, un conjunto de cinco personas con máscaras de kitsune de rostro completo. Hay un batería, dos guitarristas, un bajista y un cantante. No tienes claro el género de ninguno porque van bastante tapados, con elaborados disfraces que parecen sacados de un teatro kabuki.
Takeshi: Notas un fuerte dolor en el centro del pecho, como si algo muy veloz te hubiese impactado. Unido a la detonación de antes y al olor de pólvora creo que no hace falta decirte qué te ha pasado, ¿verdad? Caes de espaldas sangrando por la herida. Tú no lo sabes, pero no es mortal. Puedes escuchar al hombre acercarse recargando su arma.
- ¡No te muevas! ¡O te vuelo los sesos!
Puedes notar su pie contra tu costado, intentando darte la vuelta para ponerte bocaabajo. Igual quieres reaccionar.
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Persiguiendo algo que no sabia muy bien que era, encuentra una respuesta ajustada en chaqueta roja. Tal vez el hombre que la llevaba puesta sea el ser al que le debía presentar el boleto. Era una invitación VIP y el lugar era una grada de madera con un pequeño grupo de personas que vestían de gala, no podía ser otro lugar. La zona abierta era un sitio de encuentro popular, donde gente de varias edades parecían estar amontonadas como ganado, allí bailaban y observaban la banda. No había dudas el lugar de privilegio era esa maldita estantería de madera. Solo por curiosidad decide acercarse a la zona común para ver un poco como funcionaba el espectáculo, tal vez algún otro niño este trabajando entre la multitud y confirme su teoría.
En el centro la gente parecía estar regocijada, Marian podía entenderlo estaban en un día de festejo, pero como tanta gente podía pasar por alto la explotación infantil. En la cabeza del joven no se colaba otra idea, los libros fueron su refugio y allí aprendió de derechos y obligaciones, pero esta era su primera vez en el paraíso, en la puerta del mundo; juro que la vida así era de maleantes. Tomo una bebida de naranja, todo allí era de naranja, y escucho como la plebe exploto en ovación, era la banda que hacía aparición en el escenario. Cinco personas disfrazadas, cinco personas o seres o maquinas que no se podría decir de ellos mas que el instrumento que tocan. Y Marian se encontraba en el medio del pogo, recordó el boleo que había conseguido y sin poder recaudar más información corrió hacia las gradas de madera.
En el trote pudo ver que el lugar habían de grupos de mas gente disfrazada, presencias que le recordaban al tipo que le dio el boleto. Estaban distribuidos en grupos, no vio acciones extrañas ni niños trabajando, tampoco pudo ver armas de fuego a simple vista. Marian no quiso que le ganara la psicopatía de una red de explotación infantil y se dirigió sin más paradas al grandulón con fachas carmín. Llego frente a el y le mostro el boleto dorado. Recorrió con su mirada la gente allí, y se arrepintió de ir vestido como un luchador, todos lucían muy elegantes. El fin justifica los medios, en este caso la facha la ubicación, era un punto que podía ver un poco de lo que pasada fuera y detrás del escenario. Era momento de desenmascarar a esos rufianes.
-Disculpe ¿Puedo pasar con mi reposera?
Pregunta al tipo mientras le daba el boleto.
En el centro la gente parecía estar regocijada, Marian podía entenderlo estaban en un día de festejo, pero como tanta gente podía pasar por alto la explotación infantil. En la cabeza del joven no se colaba otra idea, los libros fueron su refugio y allí aprendió de derechos y obligaciones, pero esta era su primera vez en el paraíso, en la puerta del mundo; juro que la vida así era de maleantes. Tomo una bebida de naranja, todo allí era de naranja, y escucho como la plebe exploto en ovación, era la banda que hacía aparición en el escenario. Cinco personas disfrazadas, cinco personas o seres o maquinas que no se podría decir de ellos mas que el instrumento que tocan. Y Marian se encontraba en el medio del pogo, recordó el boleo que había conseguido y sin poder recaudar más información corrió hacia las gradas de madera.
En el trote pudo ver que el lugar habían de grupos de mas gente disfrazada, presencias que le recordaban al tipo que le dio el boleto. Estaban distribuidos en grupos, no vio acciones extrañas ni niños trabajando, tampoco pudo ver armas de fuego a simple vista. Marian no quiso que le ganara la psicopatía de una red de explotación infantil y se dirigió sin más paradas al grandulón con fachas carmín. Llego frente a el y le mostro el boleto dorado. Recorrió con su mirada la gente allí, y se arrepintió de ir vestido como un luchador, todos lucían muy elegantes. El fin justifica los medios, en este caso la facha la ubicación, era un punto que podía ver un poco de lo que pasada fuera y detrás del escenario. Era momento de desenmascarar a esos rufianes.
-Disculpe ¿Puedo pasar con mi reposera?
Pregunta al tipo mientras le daba el boleto.
Dokuto D. Takeshi
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No era el mejor actor y tampoco esperaba serlo, después de todo no era bueno mintiendo, una de las posibles razones por las que no se desenvolvió adecuadamente como miembro del clan, aun así, tenía la esperanza de acercarse lo suficiente como para asestarle un golpe al enemigo, noquearlo sin alertar al resto y disfrazarse de éste para ingresar al recinto, una estrategia bastante sencilla y en ocasiones efectiva para colarse en las filas enemigas, aunque esta vez no había resultado.
Detectó el movimiento del contrario, pero ya que usaba el vendaje no descubrió lo que hacía hasta que el estridente sonido le indicó que, por supuesto, el enemigo había sido advertido y que, para su mala suerte, su sentido del equilibrio había sido alterado lo suficiente como para hacer que su cuerpo se balanceara contra su voluntad hacia su izquierda, obligándose a mantenerse de pie utilizando el bastón que todavía sujetaba en sus manos como apoyo.
Llevó la mano derecha hacia su rostro con intenciones de quitarse el vendaje, pero quizás ese movimiento fue señal para que su enemigo realizara su propia acción y el resultado de aquello se convirtiera en la sensación de dolor que nacía desde su pecho y se esparcía por su sistema nervioso a la par que su cuerpo era sutilmente empujado hacia atrás mientras dejaba caer el bastón; sintió la tierra en su espalda y del mismo modo, sintió que le escocía el lugar donde había recibido el disparo, aunque gracias a ello había vuelto en sí y el mareo había desaparecido.
Una vez, entre los documentos y pergaminos de su clan, leyó que el dolor hace que las personas que concentren y en ocasiones aprovechen todo su potencial, no siempre, pero generalmente era de esa forma y al menos en esos momentos estaba concentrado, además de que, la armadura que llevaba por debajo de la túnica lo había protegido y no solo eso, sus hilos negros también sirvieron de cobertura, salvo que debido a la poca distancia entre su oponente y él, tratándose de un disparo a quemarropa, su defensa había sido superada lo suficiente como para hacerle sangrar.
No gritó por el dolor, pero su respiración acelerada y dificultosa, como aquel que busca aferrarse desesperadamente a la vida, se volvió el faro que llevó a su enemigo a acercarse, por supuesto, tomando previsiones y advirtiendo otro disparo en caso de que el ninja abatido realizara algún movimiento; en lo que su cuerpo fue puesto bocabajo no pudo sino sonreír para sí mismo, dando entonces una respiración honda y silenciosa, asegurándose con ello de regular el flujo de su sangre para evitar mayor pérdida del líquido vital y claro, ejecutando su siguiente movimiento.
Poco antes de caer al suelo, durante esos segundos en los que soltó el bastón, el ninja se hizo con una de sus bombas de humo, ocultándola en su mano, y ahora que estaba bocabajo dejó que ésta explotara creando así una cortina de humo que le ayudaría a escapar, salvo que su intención no fue otra más que la de sorprender al enemigo que estaba a menos de un metro de distancia; aprovechó aquello para sacar una de sus dagas y tras dar una patada a los pies de un oponente que no veía nada, apuntó intuitivamente a su cuello y deslizó la hoja para forzar un corte profundo en la zona, todo en segundos.
Detectó el movimiento del contrario, pero ya que usaba el vendaje no descubrió lo que hacía hasta que el estridente sonido le indicó que, por supuesto, el enemigo había sido advertido y que, para su mala suerte, su sentido del equilibrio había sido alterado lo suficiente como para hacer que su cuerpo se balanceara contra su voluntad hacia su izquierda, obligándose a mantenerse de pie utilizando el bastón que todavía sujetaba en sus manos como apoyo.
Llevó la mano derecha hacia su rostro con intenciones de quitarse el vendaje, pero quizás ese movimiento fue señal para que su enemigo realizara su propia acción y el resultado de aquello se convirtiera en la sensación de dolor que nacía desde su pecho y se esparcía por su sistema nervioso a la par que su cuerpo era sutilmente empujado hacia atrás mientras dejaba caer el bastón; sintió la tierra en su espalda y del mismo modo, sintió que le escocía el lugar donde había recibido el disparo, aunque gracias a ello había vuelto en sí y el mareo había desaparecido.
Una vez, entre los documentos y pergaminos de su clan, leyó que el dolor hace que las personas que concentren y en ocasiones aprovechen todo su potencial, no siempre, pero generalmente era de esa forma y al menos en esos momentos estaba concentrado, además de que, la armadura que llevaba por debajo de la túnica lo había protegido y no solo eso, sus hilos negros también sirvieron de cobertura, salvo que debido a la poca distancia entre su oponente y él, tratándose de un disparo a quemarropa, su defensa había sido superada lo suficiente como para hacerle sangrar.
No gritó por el dolor, pero su respiración acelerada y dificultosa, como aquel que busca aferrarse desesperadamente a la vida, se volvió el faro que llevó a su enemigo a acercarse, por supuesto, tomando previsiones y advirtiendo otro disparo en caso de que el ninja abatido realizara algún movimiento; en lo que su cuerpo fue puesto bocabajo no pudo sino sonreír para sí mismo, dando entonces una respiración honda y silenciosa, asegurándose con ello de regular el flujo de su sangre para evitar mayor pérdida del líquido vital y claro, ejecutando su siguiente movimiento.
Poco antes de caer al suelo, durante esos segundos en los que soltó el bastón, el ninja se hizo con una de sus bombas de humo, ocultándola en su mano, y ahora que estaba bocabajo dejó que ésta explotara creando así una cortina de humo que le ayudaría a escapar, salvo que su intención no fue otra más que la de sorprender al enemigo que estaba a menos de un metro de distancia; aprovechó aquello para sacar una de sus dagas y tras dar una patada a los pies de un oponente que no veía nada, apuntó intuitivamente a su cuello y deslizó la hoja para forzar un corte profundo en la zona, todo en segundos.
- Nota:
- Oh, gracias por la aclaratoria sobre "Seguimiento de Ubicación", creo que si me excedí un poco en la interpretación que le di, aunque no tenía idea que para darle uso en combate debía de estar en Fortalezas, a lo cual, de nuevo gracias por la aclaratoria al respecto owo...
Ficha
Narración || ―Dialogo― || «Pensamiento». || NPC
- Código:
Narración || ―[color=#ff0000]Dialogo[/color]― || «[color=#339900]Pensamiento[/color]». || [color=#0033cc]NPC[/color]
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Moderación general: Un pequeño barco llega al puerto. Dos curiosos, las únicas personas que quedan por la zona, se acercan a echar un vistazo. Se escuchan varios sonidos amortiguados y ambos caen al suelo con varias heridas de bala. El barco se detiene junto al muelle.
Marian: Escuchas la batería retumbar y la guitarra rugir, acompañados por el estruendo de la multitud. El concierto ha comenzado. Tratando de hacerse oír por encima del estruendo, el hombre te responde:
- ¡Claro, pasa! Aunque creo que no te va a hacer falta, tenemos sillas.
Subes a las gradas. En estas hay poca gente, todos vestidos de manera elegante. Hay dos hombres, cuatro mujeres, dos niñas y un niño. En un principio no tienes claro quién es el alcalde, pero escuchas de pasada a los dos hombres hablar y uno de ellos decir, riéndose:
- ¡Qué ingenioso es, señor alcalde!
Si quieres hablar con él, ahí lo tienes. Mientras tanto, el concierto está en pleno desarrollo. La banda toca un estilo de música muy frenético, con mucha distorsión en las guitarras y un tempo veloz. Al poco de empezar la música empiezan los efectos pirotécnicos: petardos, fuegos artificiales y máquinas por todo el entorno del recinto que empiezan a lanzar grandes nubes de humo por encima de las cabezas de la multitud. Puedes notar que la gente encargada del concierto, esos que llevaban máscaras como la del tipo del bar, empiezan a moverse y situarse en diferentes puntos en los bordes del recinto. ¿Qué está ocurriendo?
- ¿No hace mucho calor, querido? - pregunta una de las mujeres al alcalde, sudando mientras se abanica.
- Mamá, estoy un poco mareado - dice un niño a otra de las mujeres.
Notas un hormigueo en los dedos de las manos. Una sensación molesta, pero no tiene por qué significar nada... ¿verdad?
Takeshi: La táctica del humo parece haber funcionado, salvo porque tú también acabas cegado. Sin embargo, con tu entrenamiento y memorizando previamente la posición de tu enemigo, logras localizar su pierna y derribarlo con una certera patada. El hombre cae estruendosamente y te lanzas cuchillo en mano en busca de su cuello. No fue tan fácil como probablemente esperabas: encontrar su cuello a ciegas, aunque viable de hacer rápido con tus habilidades, no es tan sencillo. No cuando tu enemigo está moviéndose en pánico, tratando de defenderse desesperadamente. Los primeros cortes golpean carne, pero no donde pretendías. Crees haber dado en los brazos, y con esa información, afinas tu siguiente puñalada y desgarras su cuello. De una manera un poco más brutal y sangrienta de lo deseable, alcanzas tu objetivo y silencias permanentemente al guardia.
El humo termina de disiparse. No ves a nadie más en los alrededores. Tienes camino libre hasta la casa. ¿Ahora qué harás?
Marian: Escuchas la batería retumbar y la guitarra rugir, acompañados por el estruendo de la multitud. El concierto ha comenzado. Tratando de hacerse oír por encima del estruendo, el hombre te responde:
- ¡Claro, pasa! Aunque creo que no te va a hacer falta, tenemos sillas.
Subes a las gradas. En estas hay poca gente, todos vestidos de manera elegante. Hay dos hombres, cuatro mujeres, dos niñas y un niño. En un principio no tienes claro quién es el alcalde, pero escuchas de pasada a los dos hombres hablar y uno de ellos decir, riéndose:
- ¡Qué ingenioso es, señor alcalde!
Si quieres hablar con él, ahí lo tienes. Mientras tanto, el concierto está en pleno desarrollo. La banda toca un estilo de música muy frenético, con mucha distorsión en las guitarras y un tempo veloz. Al poco de empezar la música empiezan los efectos pirotécnicos: petardos, fuegos artificiales y máquinas por todo el entorno del recinto que empiezan a lanzar grandes nubes de humo por encima de las cabezas de la multitud. Puedes notar que la gente encargada del concierto, esos que llevaban máscaras como la del tipo del bar, empiezan a moverse y situarse en diferentes puntos en los bordes del recinto. ¿Qué está ocurriendo?
- ¿No hace mucho calor, querido? - pregunta una de las mujeres al alcalde, sudando mientras se abanica.
- Mamá, estoy un poco mareado - dice un niño a otra de las mujeres.
Notas un hormigueo en los dedos de las manos. Una sensación molesta, pero no tiene por qué significar nada... ¿verdad?
Takeshi: La táctica del humo parece haber funcionado, salvo porque tú también acabas cegado. Sin embargo, con tu entrenamiento y memorizando previamente la posición de tu enemigo, logras localizar su pierna y derribarlo con una certera patada. El hombre cae estruendosamente y te lanzas cuchillo en mano en busca de su cuello. No fue tan fácil como probablemente esperabas: encontrar su cuello a ciegas, aunque viable de hacer rápido con tus habilidades, no es tan sencillo. No cuando tu enemigo está moviéndose en pánico, tratando de defenderse desesperadamente. Los primeros cortes golpean carne, pero no donde pretendías. Crees haber dado en los brazos, y con esa información, afinas tu siguiente puñalada y desgarras su cuello. De una manera un poco más brutal y sangrienta de lo deseable, alcanzas tu objetivo y silencias permanentemente al guardia.
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