Salto de fe [Moderado nivel 5 Khamul]

Cuando te quitan la capucha de encima todo lo que ves es blanco. Demasiado blanco. Llevas tres días, si no más, con ella puesta en una celda a oscuras, pudiendo quitártela solo para comer en penumbra. En todo este tiempo nadie ha querido hablar contigo, y salvo por los comentarios intrascendentes de los agentes que te custodian hablando entre ellos apenas has llegado a escuchar una voz humana. Supiste que estabas en un barco, pero porque notabas la marea contra el casco y no porque nadie te mencionase nada. Pero no importa porque ahora, todo es blanco.

Te encuentras en una cama. Es cómoda, tan suave que ni siquiera te duele al roce con las sábanas pese a que sientes el calor de cada herida y aún te quedan varias ampollas del combate contra Kallista. Reposando sobre una almohada de plumas blanca y mirando un techo blanco, de luces blancas y sin proyectar ninguna sombra. Estás tan a gusto que podrías pasarte así horas, si no días. Sin embargo, una voz conocida te saca del trance en el que te encuentras:

- Buenos días, mi buen amigo Pegasus. -Es Velik. Al incorporarte podrás ver que la habitación es amplia, con una sola puerta detrás del doctor, pero muy a lo lejos. Si miras a tus manos podrás comprobar que tampoco llevas grilletes-. Es un lugar bonito, ¿verdad?

Miras a tu alrededor y algo no encaja: No hay ninguna sombra. Todo parece demasiado bidimensional sin ellas, como si no existiese la profundidad. Tan solo el escritorio blanco de Velik frente a ti, en el que descansa los codos de su batín blanco con las manos cruzadas, parece ser real en medio de todo esto. Eso, y los siete viales de siete colores diferentes que están sobre la mesa.

- Bienvenido a la prisión de máxima seguridad Impel Down número cincuenta y cinco. No sé hasta qué punto estoy autorizado para decir esto, pero la reconstrucción del edificio ha sido un secreto a voces desde hace años. -Se encoge de hombros-. En este complejo se da cobijo y castigo a aquellos maleantes de altísima recompensa; a los despojos de la sociedad. También se les da una oportunidad de demostrar que merecen recuperar su libertad, y ese es el asunto que hoy nos ocupa. Si me permite... -Saca un papel de su batín y unas gafas de montura blanca, que se pone-. El reo, Maximillion Pegasus, ha sido condenado a pagar pena de prisión en Impel Down. Parece ser que el agente Blue Bull tiene un corazoncito -comenta con sorna; no tiene pinta de que aparezca en el papel-, ha recomendado retirar la pena de cadena perpetua. Es por ello que la pena se pagará comenzando en el nivel internamente conocido como "Infierno de la fe", en el que el doctor Velik, para el caso YO, ejercerá el papel de guía dadas las múltiples amenazas de muerte, tentativas de asesinato y el robo de secretos de su laboratorio en el Cuartel General de Marineford.

Su tono parece jocoso, si bien a su media sonrisa se suma una mirada neutra que va leyendo ahora en voz baja el resto del papel.

- Le explicaré cómo funciona su condena: Si desea salir de aquí, usted debe confiar en mí para que le guíe hasta el nivel superior. Sin embargo, yo no estoy obligado a llevarlo a ese nivel, y de hecho no le engañaré: Estaría feliz si acabase bajo una pena de cadena perpetua, o incluso si muriese no perdería el sueño. -Su tono neutro parece excesivamente neutro-. Ha atentado contra mi integridad física, me ha torturado pese al esfuerzo que he hecho por salvarle la vida y evitar que viva como un inválido; ¡Ha robado mi investigación confiando en un desconocido y no en mí, Pegasus! ¡Y mientras tanto se ha llenado el pecho dando lecciones de justicia e integridad! -Parpadea por un momento y suspira profundamente-. En conclusión, si usted no confía en mí no saldrá de aquí. Si confía... -Se encoge de hombros, sonriéndote con cierta sorna-. Quién sabe.

Se queda mirándote en silencio durante un rato. No dice nada, tan solo te sonríe, y finalmente saca un pequeño mando a distancia de su batín, también blanco. Aún no toca ninguno de los botones, tan solo lo deja sobre la mesa, y prosigue:

- Además, me han dejado diseñar la prueba a mí personalmente. Y pasa por estos viales, al menos la primera parte. -Señala los frasquitos, uno a uno-. ¿Tiene usted alguna duda?

Ahí estaba, navegando hacia el destino que debía recogerme por un tiempo como un criminal de la peor calaña. Durante el viaje tuve tiempo de pensar, pues solo estaba acompañado de mi soledad. Privado de mi vista o de la poca que pudiera tener tras los acontecimientos pasados, no tuve prácticamente contacto con nadie, salvo con los murmullos de los guardias que me custodiaban.

Entonces sin saber como todo se volvió blanco. Me encontraba en una cama muy cómoda y podría decirse que sólo me acompañaba el dolor de mis heridas de batalla, que venía a traducirse por mi cuerpo calcinado. Me extrañaba mucho que pudiera respirar sin el traje, y más cuando había acabado tan mal hace poco tiempo. Cuando me paraba a pensar en donde estaba, o de meditar un poco y aclarar mi mente, escuché una voz familiar, muy familiar. Y no era nada más y nada menos que Velik, mi creador. Estaba allí hablándome, así que me incorporé como pude para mostrar aunque fuera un poco de respeto por una autoridad, descubriendo en el proceso que no tenía esposas de kairoseki. No sé si esto era bueno o malo, si empezaban a darme chance o no.

- Señor- dije con tono calmado sin todavía comprender donde demonios estaba, todo parecía muy surrealista, propio de haber ingerido estupefacientes. Pero mis dudas se vieron solventadas en cuanto Velik me dio la bienvenida a Impel Down LV. Parecía que iba a tener una oportunidad de salir de allí, o al menos eso era lo que decía el doctor. Se me había conmutado la pena de cadena perpetua por mediación de Bull, pues parecía que él al menos veía mi arrepentimiento sincero, pero al menos podré demostrar que no soy el marine que fui.

Velik seguía molesto, como era obvio, y en cierto modo sentía un poco de vergüenza, pero a la par algo de enfado. Sabía que él no tuvo culpa alguna, y que trató de ayudarme a su manera, sin embargo yo soy así y no puedo evitar ser un tanto revanchista. Pero escuché sus palabras con especial atención, y parecía que debía de confiar en él, una vez más. Ya vi lo que había pasado por no confiar en mis compañeros, superiores y benefactores, y no estaba dispuesto a cometer nuevos errores, he venido a limpiar mi nombre y a redimirme ante todos, se lo debía al Gobierno, a la Marina, y al Doctor Velik. A pesar de que me quiera ver muerto, no era duro el desafío de confiar en él, pero debía hacerlo, era necesario y debía dejar mi orgullo aparcado, porque esta vez el que había resbalado en sus actos fui yo.

Miré los viales de colores que había sobre la mesa, parecían ser la primera fase de una prueba que le propio Velik tenía diseñada. Me quedé mirándole confuso, hasta que al final le respondí.

-Entiendo señor- dije en señal de su anterior discurso- ¿Qué debo hacer pues Doctor?-concluí mirando aquellos viales.

Velik perfectamente podía jugármela, pero tiempo atrás confié en él y él en mi. Admito que perdí su confianza, y yo ante mi falta debía fiarme de él, era lo correcto, y quizás así podría volver a mirarle a la cara sin sentir vergüenza alguna.

Velik deja el papel sobre la mesa y adopta una posición felina, con las manos cruzadas sobre el folio y los codos apoyados en la mesa. Su espalda está tensa y su cuello estirado; y en su rostro una sonrisa que se entremezcla con sus ojos semicerrados bajo las lentes. Se toma su tiempo antes de responderte, meneando el cuello en ninguna dirección concreta.

- Esa es la actitud -contesta de pronto con frialdad absoluta y un tono mucho más siniestro de lo que jamás le has visto. De pronto, su rostro es mucho más sombrío y sus ojos parecen brillar con una chispa diabólica, aunque solo por un segundo-. Como podrá haber visto hay en este escritorio siete viales con lo que usted llamará "líquidos" de colores añil, azul, verde, índigo, amarillo, naranja y rojo. Resultan bastante viscosos una vez salen de su recipiente, y dicen que inyectarse cualquiera de ellos es como arder por dentro, solo que mucho menos piadoso. Normalmente lo combinamos con un excipiente de efectos analgésicos, pero para esta ocasión en particular nos ha parecido interesante comprobar cuánto está usted dispuesto a sacrificar por demostrar que merece ser libre.

No necesitas ningún sentido extraordinario para saber que lo que te espera es poco menos que un vía crucis, pero aun así Velik selecciona los frascos uno a uno y los ordena hasta que, bajo la luz, todos parecen blancos.

- Qué bello fenómeno la refracción, ¿verdad? -comenta-. Verá, Pegasus... Cada uno de estos frascos posee un efecto distinto. Algunos son inocuos, otros tienen efectos secundarios similares al que ya ha sufrido, y uno... No le diré cuál, lo matará si lo toma. Como ya le he dicho, todos ellos provocan un dolor terrorífico, pero por cada uno que usted consuma le devolveré una pieza de su traje para la segunda prueba. Desgraciadamente, no puedo decirle si lo necesitará o no. Le espero fuera.

Comienza a caminar por la habitación, y parece que se pierde en medio de la inmensidad. Cuando abre la puerta puedes ver un poco de volumen, pero casi se antoja hasta antinatural. Antes de cerrar, Velik se da la vuelta y te mira.

- El que mata es un color secundario, por cierto. Pero no se puede obtener mezclando ninguno de los primarios que hay entre ellos.

Cierra la puerta tras él.

Vaya parecía que me encontraba ante un acertijo, y no me gustaban los acertijos. Este tipo de pruebas me tenían muy descolocado, no sólo por lo raras que podían llegar a ser, sino también por el lugar donde estaba. Era todo muy confuso y parecía estar soñando más que tratando de ganar mi libertad. Me pellizcaría un brazo si tuviera la garantía de que no me arrancaría un trozo de piel en el intento. Así que escuché a Velik, y una vez dejó aquellos viales, ahora blancos por la luz, allí me puse a pensar.

"El que mata es un color secundario, por cierto. Pero no se puede obtener mezclando ninguno de los primarios que hay entre ellos."

Comencé a pensar: Tres son los colores primarios: azul, rojo y amarillo descartando así estos tres. Si mezclo amarillo y rojo sale naranja quedando este descartado. Si mezclo amarillo con azul saldría verde, quedando este descartado, si mezclo azul en gran cantidad con rojo saldría índigo quedando descartado.....el único color que no se puede obtener con los primarios es el añil. Pues este requiere de cian más un color violeta....si, el añil es el letal.

Entonces una vez tenía claro lo que era, extendí mi mano  y según el orden que me dijo "añil, azul, verde, índigo, amarillo, naranja y rojo" y cogí  el que se suponía que era el "azul". Debido a la refracción debía fiarme de la palabra de Velik, a eso había venido ¿no? Sabía que esto iba a doler, pero no todo iba a ser un camino de rosas. Tan sólo esperaba no haberme equivocado.

Sin la ayuda de tu traje levantarte resulta doloroso. Las costras que había por tu cuerpo empiezan a romperse y las ampollas a rozar entre sí y con otras partes, pero no es del todo insoportable. Estás hecho al dolor que supone avanzar sin el traje, pero cuando llegas ante el frasco... Nunca antes en tu vida habías experimentado algo así. O quizá sí, porque parece que no sucede nada durante un primer instante.

Pasan quince segundos, veinte, treinta, un minuto. Entonces, empieza: Ves tus manos temblar, pero solo durante medio segundo mientras tu sistema nervioso termina de procesar el colapso que estás sufriendo. Cada milímetro de tu médula parece arder, y cada nervio querer estallar. Cada hueso parece estar fracturándose a un tiempo por varios sitios, y a tus fibras llega una sensación muy cercana a estar siendo devorado vivo. Antes de que puedas siquiera darte cuenta estás sufriendo espasmos sobre el suelo, sin poder controlar tu cuerpo en medio de la marea de dolor que te absorbe. Te duelen hasta las uñas; hasta los ojos.

No sabrías decir cuánto tiempo pasa hasta que puedes controlar tu cuerpo. Sigue doliendo, mucho, y no dejas de temblar, pero puedes levantarte con cierta dificultad, dándote cuenta de que ahora no todo es blanco. La extraña estancia de aspecto bidimensional ahora está manchada en su suelo de sangre que han dejado tus heridas y ampollas durante tu ataque. Parece que, por suerte, has ido a topar con el inocuo.

Aquella sensación inicial de dolor al levantarme siempre era algo más llevadero, quizás algo más familiar de lo que me esperaba. Dolía, como era obvio pero podía llevarlo aunque fuera malamente. Por fortuna pude coger el vial y bebérmelo tal y como se me había indicado en la explicación previa.

No estaba muerto, eso era algo, aunque en mi estado siempre estaba muerto "a medias". Pasaron los segundos y estos se convirtieron en minutos sin que sucediera nada relevante, hasta que finalmente comenzó. Las manos comenzaban a temblarme y mi cuerpo empezaba a dejar de responder mi voluntad. Comenzó un ardor por toda mi espalda que provocó que cayera al suelo y comenzara a retorcerme como un gusano. Las ampollas explotaban provocándome un inmenso dolor, y a la par el rozar de mi piel con el suelo todavía agravaba más mi agonía. Los gritos fueron evidentes, pero yo no era consciente de lo que estaba pasando.

Varios espasmos me hacían moverme de forma involuntaria, agravando así más los dolores mencionados anteriormente. No podía ver el suelo, ya que por los espasmos tenía los ojos cerrados, pero seguro que el suelo estaba quedando de un rojo y negro precioso. Mientras esto ocurría no podía evitar recordar ,o que a la mente vinieran imágenes de agujas, cápsulas de curación, hombres en bata a mi alrededor, todo tipo de artefacto punzantes tocando mi piel y recordando unos gritos que pensé que habían quedando atrás. Entre todas esas imágenes de delirio por el dolor veía a mis compatriotas en aquel barco siendo cañoneados, viendo como la metralla atravesaba nuestros cuerpos. El dolor era tan intenso que me agarraba, si podía los hombros, entrelazaba mis brazos y me tapaba la cabeza entre espasmo y espasmo, con la intención vacua de protegerme de aquel sufrimiento.

Entonces el dolor cesó, al menos en intensidad. ¿Había acabado? Eso esperaba por todos los dioses. El suelo antes blanco, ahora era rojo...dioses, no sé como seguía vivo. Traté de levantarme como pude, muy malamente. Estaba seguro que como tuviera que beberme el resto no lo contaba, pero al menos no estaba muerto y eso era un comienzo. Y estaba dispuesto a beber el siguiente, el verde. Pero me tomé unos segundos para recobrar el aire y tomarme "un respiro", lo necesitaba, pues cada vial actuaba de una forma diferente.

Verde. Cuando separas el frasco de los demás vas viendo cómo recupera poco a poco su color a medida que lo alejas del foco. Al abrirlo huele fétido, y tomarlo es tan desagradable que cada segundo que pasa en tu boca sientes náuseas. Apenas sí logras terminarlo, y durante cerca de un minuto todavía tienes que reprimir las arcadas que te produce. Entonces el dolor vuelve, pero esta vez es completamente distinto: Es fuego.

Esta vez no das ni siquiera temblado. Es tan fuerte que te paraliza, haciéndote reventar el vial entre tus dedos si es que aún no has tenido la picardía de soltarlo. Muy pronto empiezas a sentir el ardor en tu estómago extenderse más allá de tu garganta, hasta la boca, y en el centro de tu corazón parece haberse desatado un incendio que se esparce por cada vena y llega a tu piel. Y es ahí donde puedes empezar a apreciar la gravedad del asunto: Trataste de cerrar los ojos, pero de pronto todo vuelve a ser visible, y observas cómo tu piel se va descamando para dejar a plena vista el músculo. Algunas tiras de piel permanecen pegadas todavía, pero al más mínimo movimiento parecen desprenderse; también puedes ver cómo tus párpados van deshilachándose hasta caer al suelo mientras observas impotente.

Como es lógico tu cuerpo sangra, pero aún no te encuentras mareado. Puedes notar que el roce de tus muslos entre ellos es un dolor infernal, también que lo que solía ser tu nariz ahora son dos orificios triangulares, pero las quemaduras parecen haberse regenerado por completo. Sin embargo, ¿a qué precio? Si miras a tus dedos, rojos por el músculo a plena vista, podrás saber fácilmente que el más mínimo roce supondrá una descarga de dolor. No obstante, por hacer un recordatorio de la situación, contigo hay una cama, los cinco viales, la hoja sobre el escritorio y la silla, además de la puerta. Y... Ahora, sin poder parpadear, la luz resulta mucho más insidiosa.

El verde no fue muy distinto del anterior y esta vez opté por soltar el vial en el momento en que me comenzaba a arder el cuerpo. ¿Qué fetiche tenía el destino para querer quemarme una y otra vez?. Comencé a sentirme realmente mal, pues las entrañas me ardían como nunca, llevándome las manos al pecho mientras trataba de contener el dolor. Como era obvio no pude, y no contento con ser una cerilla andante, o al menos aparentarlo mi piel comenzaba a caerse dejando ver mis músculos en ciertas partes de mi cuerpo . Mi cara se estaba desfigurando al perder nariz y párpados por le intenso calor mientras que la sangre volvía a decorar el suelo nuevamente.

Mi piel era ya prácticamente inexistente, pareciéndome más a una calavera roja que otra cosa, y dolía demasiado, no iba a aguantar otra de esas bebidas. Pareciera que el Doctor se estaba cobrando alguna venganza o algo por el estilo y yo ya no creía que pudiera aguantar más dolor, vamos, que si seguía así vería al Orco en directo.

Entonces me di cuenta, que era imbécil básicamente. Me estaba jugando la vida malamente por no haber visto el punto del Doctor, que venía siendo que me podía beber los viales o no. No tenía porqué bebérmelos, y quizás la prueba como tal era llegar hasta la puerta. Así que con sumo dolor traté de caminar hacia ella, dejando los viales detrás de mi. Iba dejando un rastro de sangre, como era obvio, pero es que si seguía bebiendo esto se iba a poner feo a pesar de que cada vial tuviera efectos diferentes. No perdía nada por tratar de abrir esa puerta, y si no abría siempre podía seguir "jugando" a esta prueba, aunque no sabía por cuanto tiempo.

Cada paso me producía dolor, cada movimiento era lento y pesado pero tenía algo claro, no iba a morir en esa sala como una basura. No iba a ir al inframundo teniendo todavía que enmendar mis errores. Así que traté sacar fuerzas de donde no las tenía para llegar hasta aquella puerta, mientras que las fuerzas que me restaban me mantenían de pie, pero viendo las estrellas a cada paso que daba.

Mientras avanzas el resto de tu piel se va cayendo. Cada roce es un horror, pero logras avanzar hasta la puerta ignorando el resto de viales y la hoja de Velik. Cuando la abres ves al doctor con un reloj en la mano, sentado sobre una silla exactamente igual a la que tenía tras el escritorio en la habitación anterior. Cuando razona que estás ahí levanta dos dedos, y te mira.

- Dos, ¿verdad? -Te hace un gesto para que avances, y cierra la puerta detrás de ti. La sella utilizando una llave completamente negra de color mate, tan oscura que parece carecer de volumen-. Sí que debía importarle la armadura para aguantar tras el primero. ¿Es que no confía en mí, Pegasus?

Si te fijas en la estancia, es completamente distinta a la anterior: Las paredes son blancas, pero de un tono plateado brillante y separadas en tabiques por columnas de acero pulido. El suelo es de mármol negro y entre sus vetas parece surgir un brillo azul que resulta bastante agradable sumado a la luz naranja que viene desde el techo y, a pesar de no poder parpadear, parece que en este lugar no te duelen los ojos. No al menos en comparación a la habitación anterior.

En las paredes hay muchas máquinas, bastantes de las cuales te suenan: Una camilla de operaciones completa, el aparato con el que estás acostumbrado a enganchar el sellado de tu casco, neveras llenas de sangre en bolsas, un maniquí que porta tu armadura completa y, aunque no es una máquina, un hombre en silla de ruedas te observa en silencio vestido con ropa informal. Está algo gordo y su cabello, cano, ya ralea. Su mirada parece vacía y su expresión completamente neutra. También una plataforma algo elevada en el centro en la que de asomarte verás una caída al vacío.

- No me diga; ha tomado el verde y... ¿El azul? ¿O el amarillo? -Pulsa un botón de su mando a distancia y se ve un plano cenital de la habitación en una de las paredes. También la mancha de sangre. Curiosamente, ahora que está ahí la sangre y los viales parece que la estancia es mucho más amigable-. Supongo que no ha leído entonces la hoja que le dejé sobre la mesa, pero lo prometido es deuda. ¿Guantes, para poder tocar, o botas, para poder caminar?

Con cierta parsimonia se acerca a la armadura y toma con cierta dificultad la máscara -con una escalerilla, de hecho-, además de lo que le solicites. Tras eso, te tiende las dos piezas -ambos guantes o botas cuentan como uno-.

- Lo que usted ha consumido, por si no lo ha notado, son solo algunos de los proyectos del suero Gen X -explica-, los mismos que en su momento le expliqué que estaban aún en fase de desarrollo. Uno de ellos, de hecho, es exactamente igual al que usted robó. El naranja, concretamente. ¿Necesita ayuda con el casco?

Una vez te hayas equipado señalará al hombre de la silla de ruedas. Sigue en silencio, sin decir nada, completamente apático.

- Es el capitán Phillip Blair. Bueno, solía serlo -explica con cierta tristeza-. Fue el sujeto cero del proyecto Gen X. Consumió el vial añil, para que me entienda. Aún no sabemos qué le sucede, pero lleva un año en ese estado semivegetal. Hay que alimentarlo, vestirlo y limpiarlo. No recuerdo haberlo visto dormir desde que le fue inyectada la sustancia y, a pesar de que todo parece estar bien, nada funciona. He tenido que ver gente morir, Pegasus, para llegar a crear un suero que recupere tejidos. Activos muy valiosos del Gobierno Mundial, algunos amigos... Todo para que la consecuencia de mis errores iniciales robase mis éxitos finales. Le debe una disculpa a ese hombre, Pegasus. Y si no me convence su arrepentimiento, jamás sabrá cómo salir de aquí.

El Doctor estaba al otro lado y parecía ser que me estaba esperando. Pareció sorprenderle que hubiera aguantado el ingerir dos viales, uno tras otro ,y no lo voy a negar....estaba sorprendido hasta yo. Velik no tardó en dirigirse a mi con cierta retórica preguntándome si la armadura me importaba mucho como para haber sufrido tanto dolor, yo procuré responderle mientras entraba a aquella sala, más tenue que la anterior y en la que mis ojos no sufrieron tanto...pero aún así la sala me daba escalofríos, y pelaría la piel sino fuera porque apenas tenía.

-De no confiar en su palabra, no hubiera bebido el segundo vial sabiendo de antemano que iba a ser perjudicial Doctor- dije con tono calmado- Sin mi armadura acabaré muerto tarde o temprano señor, y si hubiera bebido un tercer vial, creo que ya no estaríamos hablando señor- dije con respeto.

Se me ofreció el cascol el cual estaba en aquella sala expuesto entre otras muchas máquinas. A mayores se me dio la opción de elegir entre los guantes y las botas. Yo lo vi claro, prefería las botas, pues si usaba los guantas ciertamente podía tocar, pero no avanzar, y es lo que deseaba...avanzar. No podía permitirme el lujo de estar más tullido de lo que estaba.

-Botas señor- le respondí con calma mientras echaba un vistazo a la panorámica que me mostraba.

Entonces pude ver a aquel hombre en aquella silla de ruedas. Me recordaba un poco a mi en mi peor momento, poco antes de que Velik me "rescatase". Parecía ser el paciente 0, alguien que había sufrido mucho más que yo, pero que de no ser por los avances del doctor que yo había robado, este hombre se habría salvado y su vida no habría sido tan miserable como debió de ser hasta ahora. Ciertamente le debía una disculpa. No hay espacio para el ego en esta situación, sea superior o inferior a mi. Ante mi egoísmo he maltratado a aquellos que juraron defenderme, y a los que juré yo defender también. ¿Aceptaría mi perdón? No lo sé, pero ese hombre no debía estar nada contento. Así que me acerqué a él hasta estar a pocos metros, y entonces tras echar una visión rápida de arriba abajo le dije.

-Capitán- le nombré por su antiguo cargo en señal de respeto, o al menos el que podía profesarle- Sé que no merezco su perdón y no pretendo obtenerlo si así usted no lo desea, pero ahora que lo tengo enfrente a mi, creo que es hora de disculparme ante usted. Creo que se lo debo, pues le he infligido un daño terrible que admito no puedo arreglar a estas alturas. Mis actos le han condenado a esta vida, mi avaricia y mi rencor me cegaron y tomé decisiones de las que estoy muy avergonzado. He destruido muchas vidas y la suya, es la que me está pesando más de todas a pesar de no habernos conocido antes. Le quiero pedir perdón por todo lo sucedido, perdón por no estar yo ahí, ocupando su lugar, pues el castigo que padece usted con gusto lo aceptaría yo si con ello lograra su perdón y que me viera con buenos ojos, como un igual y no como el desgraciado que piensa que soy. Como ve, he tenido que pagar por mis pecados- dije mostrándole mi brazo a modo de que viera como estaba prácticamente en la mierda.- Y si le sirve de consuelo, daría mi último aliento para que el suero de regeneración de tejido fuera un éxito, y que usted volviera a ser el hombre que fue. Pero para ello necesito su perdón, necesito que usted me de una oportunidad para enmendar mis vergüenzas y así poder mirarle a la cara sin la vergüenza que siento ahora, pensando que si usted se fía de mi , aqui y ahora, yo juro que le ayudaré a usted y a todos aquellos a los que sea necesario. Por estos motivos , aquí y ante usted, le pido perdón de todo corazón.

Concluí haciendo un saludo militar, mostrando el respeto que se merecía el capitán. Sabía que mis delitos eran muy graves, y que le debía una disculpa a ese hombre. Vale que yo mismo tuviera puño de acero tiempo atrás con los míos, pero en el capitán he visto mi propio reflejo. Ponerme en su lugar era algo que se me antojaba doloroso, y no podía ni imaginar el dolor que le había infligido a tantos como él.

Velik te mira perplejo, sin entender del todo por qué te estás disculpando. Sin embargo no dice nada mientras Blair sigue manteniendo la mirada hacia ti, vacía y vidriosa. No parece que te mire; en realidad ni siquiera parece que esté mirando algo. Tan solo permanece ahí sin hacer nada, sin reaccionar ante tus palabras. Tal vez, si hubieses robado el Gen X antes, su destino habría sido el tuyo.

- ¿Una oportunidad? -pregunta Velik tras un rato a tu lado-. Dígame, Pegasus... ¿Si le dijesen de reintegrar a un criminal en su amada Marina, qué habría dicho? Antes de estar en esta situación, quiero decir. Él no le va a responder, por cierto; no puede. Ni siquiera sabemos si hay algo todavía dentro de él, aunque tras tanto tiempo encerrado en su propia mente, cualquier hombre se volvería loco.

Comienza a caminar con cierta teatralidad por la estancia e introduce la llave en una de las columnas, haciendo que una pared se levante para dejar ver tras de sí una puerta aún cerrada. Se guarda la llave en el bolsillo y sube a la plataforma, mirando al vacío negro que hay en el centro de la sala.

- Sobrecogedor, ¿verdad? -cuestiona-. La oscuridad tiene esa capacidad antinatural de hacernos sentir indefensos, solos... Débiles. Imagine que hubiese decidido poner sobre la mesa solamente el vial añil; ahora usted estaría encerrado no solo en la prisión, sino en su cuerpo. -hace una pausa y te mira a los ojos- ¿Cree que seguiría sintiendo el dolor? Sin poder gritar por él, sin siquiera poder caminar... Solos usted y la oscuridad. -Parece que paladea cada palabra-. ¿Y sabe por qué no le he condenado todavía? No, no lo sabe; ni yo mismo lo sé. Podría decirle que tengo interés científico por saber cuánto aguanta sin el respirador, pero lo que son los pulmones los tiene como nuevos, gracias al Gen X. El que acaba de tomarse, quiero decir. Podría decir que por cariño, pero la tensión que hay entre usted y yo... No se va a romper con un beso, precisamente. ¿Pero sabe lo que sucede? Que tiene que demostrar que era digno de que le salvase la vida. Y esta es la segunda prueba: Elija. Uno de los dos debe caer en el agujero y el otro cruzar la puerta. Si cruza usted podría salir, pero si cruza el señor Blair... Seguiremos trabajando, y tal vez algún día lo podamos rescatar. -Jurarías que no ha parpadeado ni una sola vez-. ¿Qué vida decide salvar, la del criminal arrepentido o la del héroe derrotado?

La primera pregunta de Velik puede que no me fuera tan obvia de responder ahora como lo podría haber sido hace un tiempo atrás. Ciertamente daría matarife a dicho criminal o lo encerraría bajo llave de por vida si me lo dejaran a hacer a mi. Sin embargo , yo era ahora el que estaba contra las cuerdas, y admito que la respuesta que tenía ahora en mente no difiere mucho de mi antigua opinión.

No le dije nada, pues daba a entender que manteniendo mi rostro neutral no le estaba llevando la contraria a Velik, pero tampoco le daba la razón o respuesta alguna. Y ahora tenía una puerta nueva ante mi y una nueva prueba.

Tras volver a escuchar al Doctor no le podía quitar razón en cada una de sus palabras, y en parte también sentía cierto hastío, no por el doctor propiamente, sino porque me estaba repartiendo moral a base de bien.

-Si sufriera como este hombre me volvería loco, no lo negare señor, no puedo concebir semejante tortura y decir que no me pegaría un tiro si con ello acababa con dicha tortura-dije antes de dejar continuar al doctor y darme a elegir entre dos opciones: Vida o muerte, o al menos yo así lo entendía.

La decisión no era fácil, pero si evidente para mi. Admito que temía a la muerte y al dolor como cualquier otra persona, pues soy humano. Sin embargo no quiero traicionarme a mi mismo otra vez, y si elijo salvarme estaré condenando de nuevo a un inocente por mi egoísmo y temor. Juré un día defender la justicia a riesgo de mi propia vida, y con los acontecimientos ocurridos, no podría acarrear con la muerte del Sr Blair en mi conciencia. Que bien podía elegirme a mi mismo y salvarme, pues él ya estaba prácticamente condenado, pero entonces, ¿Dónde queda mi dignidad? ¿Cómo demonios m voy a redimir de mis pecados si a la mínima salida volvería a caer? No, no lo voy a hacer otra vez. Ya había visto a la de la guadaña dos veces, y hoy volveré a hacerlo.

-Doctor- dije con tono calmado- Un criminal arrepentido no puede eximir su vergüenza y esta le perseguirá por siempre, recordándole sus faltas. Pero un héroe de guerra se ha ganado todos los pequeños momentos de la vida y de llevar la cabeza alta.-tomé un ligero respiro- Hasta no hace mucho habría decidido por mi más que por otros, pero no pienso volver a traicionarme a mi mismo ni a lo que pretendo defender. Si para ello debo volver caer, lo haré, pues mi conciencia estará limpia una vez haya muerto. Pues si tomara la otra decisión y me salvara yo, estaría siendo injusto, egoísta y un asesino. No tengo potestad para decidir por la vida de nadie, más si por la mía. Y si el señor Blair tuviera un mínimo porcentaje de curación en un futuro, al menos moriré sabiendo que hice algo bueno por él.

Dicho esto me asomé al agujero que había allí y una vez más le dije:

-Doctor, salvaría al héroe sin dudarlo.

Entonces cerré mis puños, pues la fin y al cabo, morir no era algo que me agradara, y por muy rudo que fuera, la Parca siempre da miedo.

Velik se queda esperando por un momento, mirándote. Al ver que no te mueves, baja de la plataforma con un suspiro cansado. Se tira en su silla de nuevo, pero sin tomarse la molestia de guardar una buena postura. Te observa durante un rato antes de decir una sola palabra, hasta que al final decide hablar:

- ¿Incluso aunque de ello dependiese su vida, Pegasus? -pregunta-. ¿Incluso si no hay ninguna garantía de que su sacrificio vaya a servir de algo? Piénselo bien antes de responder, mi buen señor. Y no dude en actuar en consecuencia. ¿Desea usted saltar al vacío por Blair o prefiere tirarlo? Haga lo que haga, no pienso impedírselo.

Se encoge de hombros y vuelve la cabeza hacia el techo, agotado. No parece que le agrade particularmente estar en este lugar; se le han agotado las energías.

Parecía que Velik intentaba decirme algo o deseaba que dijera otras palabras, no lo sé, cualquier opción ahora mismo estaba descartada por mi parte salvo una. No quiero cometer errores que puedan manchar "mi honor" " mi nueva pulcridad", y por ello, como digo siempre, no voy a traicionarme a mi mismo. Era preferible morir por algo en lo que creías a dejarte traicionar por ti mismo. Debía de admitir que tiempo atrás hasta me lo pensaría, más no ahora. Las cosas habían cambiado, y no a mejor precisamente, y aún así atisbaba algo en mi que hacía tiempo que no tenía...conciencia tal vez.

Me eché unos pasos hacia atrás, recordando el dolor a cada uno de ellos que daba con la intención de coger "carrerilla". Suspiré profundamente a pesar de que el casco me proporcionara algo de oxígeno, sin embargo me seguía faltando la pieza central, el torso. Miré al doctor antes de lanzarme al vacío.

- Soy un soldado, y me gusta pensar que sigo siéndolo. Mi vacante la ocupa otro, sin embargo muero con la conciencia trnaquila, y eso a día de hoy para mi es más valioso. Temo a la muerte no se lo voy a negar, pero hay cosas por las que merece la pena ver a la de la guadaña.

Dicho esto comencé mi respuesta estaba dada, aunque miré a Velik fijamente , quizás una última vez.

-No pienso morir como un monstruo. Haga lo que convenga doctor, pero no pienso traicionarme ni traicionar a otros que merecen un respeto.

Dicho esto esperé el fatal destino.

Una alarma suena. Velik, desganado, saca un pequeño aparatejo de su bolsillo y lo desconecta. Este deja de sonar mientras el doctor suspira. Entorna los ojos con pereza y, con notable desánimo, se levanta.

- Bueno, parece que es hora de tirar al capitán Blair -dice, encogiéndose de hombros-. Usted puede pasar por la puerta. Es lo que estaba esperando, ¿no? Que un poco de palabrería sirviese para ablandarme.

Comienza a caminar hacia el vegetal y toma las riendas de la silla, quitándole el freno y llevándola hacia la plataforma, que asciende por una rampa preparada para ello. Sin embargo parece que le supone un gran esfuerzo y, una vez en llano, se detiene hiperventilando. Está en muy mala forma, parece ser. Su figura escuálida y su rostro pálido, ahora que te fijas, denotan alguna clase de enfermedad. Puede que haya sido extremadamente cruel golpear a un hombre así.

En cualquier caso, si estás atento, podrás ver que Velik se inclina sobre Blair y le susurra un par de cosas al oído:

- Lo siento, amigo -le dice-. Es un cobarde y no va a saltar. Al final siempre pagáis justos por pecadores.

Dicho eso, renqueando con esfuerzo, comienza a empujar la silla de nuevo.

No estaba nada convencido de las palabras del doctor Velik, de ninguna en absoluto. No podía permitir que Blair, a pesar de ser poco más que un vegetal muriera, por mi culpa. Ya tenía demasiados cadáveres a mi espalda, y no me hacía gracia en absoluto tener que decidir el destino de otra persona. Con los criminales era bastante fácil, sin embargo no lo era con este tipo de gente.

Cabe decir, que tiempo atrás no lo habría dudado ni un momento, y debía de admitir que estaba cansado ya un poco de este tipo de situaciones. No paraba de ver a la de la guadaña de continuo, ni que fuera a comisión. Entiendo que Velik quería ponerme a prueba pero estaba dudando seriamente que hacer. Tenía mi convencimiento de mi lado, pero como dije ahí atrás, todos tememos a la muerte y yo n otenía prisa por encontrármela otra maldita vez.

Así que lancé un suspiro como pude, ya que mi cuerpo tampoco estaba por la labor de ponerme las cosas fáciles, me eché un poco hacia atrás enfocando el agujero y entonces respondí a Velik con una única frase.

-Voy a ir al infierno por necio- dije dando una carrera con intención de saltar a la oscuridad, con un único convencimiento: La fe de ver un nuevo día, y si moría, al menos moría haciendo lo correcto.

- Por traidor, más bien -acota Velik mientras el primero de tus pies se posa en el vacío. Tal vez te habría gustado responder, pero la gravedad hace su efecto y empiezas a caer con una aceleración de... ¿Te la sabes?

No pasas más de dos segundos en caída libre antes de estamparte contra el suelo. ¿Recuerdas que no tienes piel? Imagínate el dolor de caer en plancha sobre el suelo con una herida abierta del tamaño de tu cuerpo: Lo estás sintiendo. Pero al mismo tiempo, cuando termines de aullar de dolor y de desear que ojalá no hubieses tomado esos viales, caerás en que sigues vivo.

- Entonces, sigue vivo, ¿verdad? -escuchas preguntar desde tu posición-. Espérenos, que bajamos.

El ruido es atronador, y el vapor que sale de todas partes está tan caliente que sientes que te vas a achicharrar. Si aún tuvieses piel, tal vez estarías sintiendo que se te hace cortezas a medida que el vacío parece hacerse cada vez más pequeño sobre tu cabeza. Tras unos quince segundos, aproximadamente, vuelves a estar en la misma sala que antes con una diferencia: El techo es muchísimo más alto. Aparte, ves un agujero donde debía estar la puerta, pero... Hay otro umbral en la puerta junto a ti.

- Curioso, ¿verdad? Con un poco de pintura se pueden elaborar trampantojos interesantes -dice Velik-. No debería darle esta prueba por válida dado que yo he tenido que intervenir, pero lo cierto es que estoy demasiado ansioso por saber qué hará el gran Maximillion Pegasus cuando tenga que tomar una decisión. Sígame, si puede.

Si lo sigues -que por cierto, menudo dolor- atravesaréis el umbral de la puerta y entraréis en una sala. Esta es un círculo perfecto, en cuyo centro se encuentra la figura de una mujer encapuchada. No hay nada más allá de la pequeña plataforma sobre la que se encuentra, la soga alrededor de su cuello y una palanca de color negro, con agarre dorado. Velik, que arrastra ahora sin dificultades la silla, sonríe.

- Le presento a nuestro sujeto de pruebas número sesenta y tres, aunque seguramente ya la conozca como Kalista. En realidad, en el equipo solíamos llamarlo Charles Thomas, pero hubo un... Efecto inesperado.

Se acerca a la mujer y le quita la capucha. Efectivamente, es Kalista. No dice nada, pero te mira con odio y seguramente de no estar atada se lanzaría contra ti sin dudarlo. A Velik no le dedica sino la más absoluta de las indiferencias.

- Eso pasó hace un año y medio, quizá dos años ya. Y desde que traicionó al Gobierno Mundial para hacerse con el Gen X no ha dejado de ser un dolor de muelas, hasta hoy. Usted va a ser juez, jurado y verdugo. ¿Qué me dice, Pegasus? ¿No desea hacer justicia? -Sonríe con cierta ironía-. Verá, a Kalista Thomas se la acusa de traición, usurpación, delitos de robo, asociación criminal e intento de asesinato a un miembro del Gobierno Mundial. Aunque ha jurado servir ciegamente al Gobierno Mundial si se la perdona y no volver a traicionar su confianza... ¿Usted qué dice? Tire de la palanca o corte la cuerda; pero si la corta, saldrán ambos de aquí... Tal vez.

Hay demasiadas cosas en su mirada para poder describirlas todas, pero sin duda está esperando algo. Incluso Blair, que sigue vegetal, parece estar esperándolo.

Parecía la respuesta correcta a pesar de la reiteración. No tardé en caer por aquel agujero a una velocidad de escándalo estampándome contra el suelo. Nada más entrar en contacto con el piso pegué un gran alarido de dolor. Me estaba empezando a cansar de que Velik jugara conmigo como un pelota de pimpón de carne. Yo tenía mis límites y esto empezaba a sobrepasarme, necesitaba el resto de mi traje.

Traté de levantarme como malamente pude, y si mi situación no fuera complicada de por si ahora hacía un calor de mil demonios. No entendía que fetiche tenía Velik conmigo en lo referente a meterme en situaciones "candentes". Así que le seguí hasta la siguiente sala una vez bajó, y mientras me quejaba del dolor pude ver el siguiente "juego" de Velik, otra víctima.

Entonces no pude evitar abrir los ojos en cuanto vi que era Kallista. ¿Porqué no me lo había imaginado? Pensé que esa desgraciada estaría en un celda mugrienta pasando sus días, aunque bueno....estábamos ambos donde estábamos. La prueba de Velik era clara, y mi decisión ya no lo era tanto. Por un lado quería ver a Kallista muerta, pues si quería seguir con mis código a rajatabla ella debía cumplir su penitencia o morir por la traición, pero entonces me di cuenta, de que Kallista no era más que un Khâmul con otro rostro. Sentí hasta "piedad", pero la ira estaba ahí. Por varios segundos la miré fijamente, y luego a Velik. Concluí esta ronda de miradas en cuento vovlí a focalizar a Kallista.

-Me quieres muerto, yo también te querría muerta. Que respires recuerda mi error, y dicho error ahora es lo que me atormenta. Bien podría mandarte al cadalso, sin embargo no soy así, ya no. No soy su verdugo Kallista, pues todavía hay una línea que no pienso pasar. Si la mato, todo esto no habrá servido para nada, y me convertiré definitivamente en lo que más odio, en usted.

Entonces miré a Velik.

-Pague su deuda como yo lo hago, pues no podría pasar página si matara a esta mujer. Todo sería en vano..y yo, no voy a traicionarme a estas alturas, ya no.

Tras decir aquello extendí mi mano malamente, y en un "rápido movimiento horizontal un hilo salió disparado cortando la soga que mantenía atada a Kallista.

-Soy un soldado- me recordé- No un asesino.

Velik observa en silencio mientras tomas la decisión, aunque no parece que preste demasiada atención a tus palabras. Tan solo se mantiene a la espera hasta que la cuerda sobre Kalista golpea su espalda como un sonoro latigazo. Ella te mira con cierta incomprensión más que con odio, pero sí puedes apreciar un cierto desdén en su expresión confusa.

- ¿Lo ve, Kalista? Es un buen chico, después de todo -dice Velik-. Y usted que creía que todo había terminado.

El tono del doctor parece completamente monocorde, falto de emoción. Sin embargo, parece ganarse una mirada letal de la mujer, que finalmente lo ignora y tiende las manos hacia ti, señalando como puede las cuerdas que la mantienen presa.

- Corta un poquito más, o tendré que quedarme aquí. Y Bluebull me está esperando. -La misma soberbia de siempre. Cómo la quieres, ¿verdad?

- Bien, bien, bien, cuando los jóvenes terminen de pelar la pava... -Pulsa un nuevo botón en su mando a distancia y se abren dos puertas enfrentadas, una a cada lado de la sala-. Elijan cada uno una puerta, y entren.

Una vez elijas tu sala la puerta se cierra a tu espalda, pero estás tan absorto con la cantidad de cachivaches que se encuentran por el lugar. Hay computadoras, armas de distintos calibres, trajes, lo que parece tecnología experimental (puedes describir algunas cosas, si lo deseas)... ¿Cómo se les ocurre ofrecer todo esto a un convicto? Le está facilitando la huida.

Aún no has procesado todo lo que has visto cuando la voz de Velik resuena en medio de la estancia a través del techo:

- ¿Les gustan esos armarios? Son réplicas de un par de trasteros que usamos en el departamento, y antes de que lo intenten: Ninguna es funcional, todo lo que hay ahí está replicado. -Parece sentirse muy gracioso el doctor-. Pueden elegir el que deseen, y en algún punto del viaje que va a comenzar les suministraremos su elección. Así que es el momento de pensar, ¿qué voy a necesitar para superar esta prueba? ¿Qué vendrá después? ¿Cuánto más quedará? Díganmelo, y entonces esto dará comienzo.