El diablo y el colgado [Moderado nivel 3 Jester]

Dicen que existe una cierta erótica en el tarot, una excitación semejante a la que puede encontrarse en los ritos religiosos del vudú o la santería; una catarsis apoteósica como la producida por la ayahuasca, pero mucho más terrenal. Vislumbrar el futuro desde los limitados ojos de un mortal otorga una nueva perspectiva y provoca un éxtasis difícilmente comparable a cualquier otra cosa que hayas experimentado. Sobre todo cuando, por una vez, es a ti a quien le echan las cartas.

¡Bienvenido a Baristán! La gran isla cambiante del West Blue, hogar de tantos pecios a medio pudrir que apenas puedes contarlos. La madera carcomida apesta sobre tu cabeza en techos húmedos, y los edificios construidos de barcos a medio hundir renquean con cada paso que das. No se trata de un lugar ideal para vivir, ni siquiera para estar en él, pero tú sabrás cómo has llegado. Lo que, sin embargo, no esperabas descubrir, es la ingente cantidad de miembros de la farándula que han encontrado el ocaso de sus días en este lugar: Little Circus, como se llama el barrio sureste de esta abigarrada ciudad entre naufragios, es un espacio en el que gitanas, chamanes y arlequines viven una vida de orgía constante entre el sexo y los desmadres, sobreviviendo a través de la estafa y el huro -a veces también el asesinato- y organizando fiestas para cada tripulación pirata que entra al lugar en busca de un pied-à-terre y un poco de sífilis.

En estos momentos estás en medio del barrio tras haber estado echando tus cartas. No confías mucho en lo que dicen las cartas, creo, pero tus negocios se guían ahora por el colgado (invertido) y tu amor a través del demonio. Podrías pensar, mi oh manirroto amigo, que son simples zarandajas, pero antes de que puedas darte cuenta mientras observas el curioso nombre de una taberna cercana -demasiado sugerente para ser una taberna al uso- un jovencito de unos quince años ha conseguido robarte la cartera, y sale corriendo hacia un callejón. No parece muy rápido y podrías seguirlo, pero en caso de que decidas no hacerlo hay en este momento doce personas más en la calle -varios con marcas de haber pasado viruela, algunos con bubones- y unos cuantos locales donde ver qué te depara el futuro, así como tiendas de ocultismo y un par de locales bastante interesantes que podrías mirar más de cerca, a ver qué ofrecen exactamente.

Sabía desde el momento en que marchó que no todos los sitios que visitase iba a ser de su agrado, sin embargo, no se esperaba que lo primero con lo que se cruzase fuese un conjunto de cuchitriles hechos con madera mojada y podrida. Una humedad constante, le costaba creer que cualquiera pudiese vivir ahí libre de enfermedades durante mínimo una semana. Y lo que veía confirmaba sus sospechas. Casi todo el mundo allí tenía pinta de llevar encima cinco o seis dolencias y una séptima exclusivamente para los genitales.

Ni siquiera aquella zona concreta, que llevaba el nombre de lo más parecido a lo que durante muchos años fue su hogar, le resultaba agradable. Casi se avergonzaba de compartir estilo de vida y profesión con todos esos sucios y degenerados sin clase. Al menos él, durante todos sus años, era un degenerado con clase. Por lo menos se aseguraba de la belleza y limpieza de sus compañeros de cama, de buscarlos en lugares donde sabía que solo podría encontrar lo mejor. Allí... Allí dudaba encontrar tal cosa.

Tal era su asco por ese sitio y sus gentes, que ni siquiera se dio cuenta de que había alguien hurgando entre sus cosas y no llegó a su atención hasta que notó algo salir de sus bolsillos y vio, a sus espaldas, a un muchacho salir corriendo. Suspiró. Al diablo le habían ido a robar. Mago, arlequín, estafador y ladrón toda su vida. Pero no cogía y salía corriendo. Seducía, engañaba... La gente no se daba cuenta de que les habían robado hasta que él, tranquilamente, se había marchado.

Echó a correr detrás del muchacho, esquivando a los asquerosos que deambulaban por esas calles improvisadas con madera maltrecha. La cual, bajo sus pies, hacía algo más difícil correr ciertamente. La humedad de la madera hacía que se le complicase más mantener la fricción de sus pies contra el suelo. Sin embargo, tenía la intención de aprovechar eso a su favor. En cuanto estuviese lo suficientemente cerca, se deslizaría por el suelo con la intención de golpear los talones del ladrón los pies y hacerlo caer de espaldas. De conseguirlo, se levantaría y recuperaría su cartera.

—Más suerte la próxima vez —le diría con una sonrisa.

Tal vez lanzarte por el suelo de madera podrida no sea la opción más inteligente. La sal que cubre los cascos y los líquenes que recubren por todas partes te ensucian los pantalones cuando te deslizas por ella, y si bien es un terreno resbaladizo, no aceleras tanto como habrías creído en primera instancia. No obstante lo derribas, lógicamente, pero intenta forcejear mientras arrancas la cartera de sus manos, gritando a pleno pulmón.

- ¡Socorro! -exclama-. ¡M'a quieren robar! ¡Aiuda!

Puedes ver que la gente de la calle se queda mirando el espectáculo, pero si te fijas algunos a tu alrededor observan con cierta inquietud lo que estás haciendo. Entre ellos, alguno parece que mira con cierto... respeto al crío, otros solo con desazón. Puedes ver en los ojos hundidos de la gente desesperada cómo algunos dientes temblequean, y cuando arrebatas la cartera al crío uno da un paso adelante, señalándote.

- De... Devuélvesela. -Puedes ver que su mano llena de verrugas temblequea casi tanto como su voz-. Esa cartera e' suya.

Escuchas el murmullo de la gente y puedes verlos asentir. El niño, que unos segundos antes parecía estar a punto de romper a llorar, te observa ahora con expresión neutra, llegando a tomarse la confianza de poner la mano para que se la des.

Resultó que la maniobra de intentar deslizarse por el suelo no había salido como pensaba que salía... Aunque había funcionado, a su modo. Debería haberse planteado antes de nada que él no era carpintero ni nada que le permitiese saber como reaccionaría ese tipo de madera húmeda a un resbalón. Sin embargo, así era él. Impulsivo, sin querer admitir que existe algo que no sabe. El muchacho forcejeó y, antes de que consiguiera quitarle la cartera, se puso a gritar llamando la atención de todos diciendo que le habían robado.

En cuanto consiguió quitársela, procuró que su movimiento no fuese el de alguien que acababa de quitarle algo a otra persona. Soltó sus manos y, en un rápido movimiento y juego de manos, la cartera desapareció de entre sus dedos y cayó en su bolsillo, esperando que nadie se hubiese enterado o que pensasen que aquello que creyeron era una cartera era su imaginación jugándoles una mala pasada.

—No le estaba robando, tan solo intentaba ayudarle a levantarse. Me tropecé y lo tiré por error. Aunque entiendo por qué pensaría que le intentaba robar —volvió a mirar al muchacho—. Por lo que veo no necesitas la ayuda de un viejo arlequín, ¿eh? Parece que el pueblo te adora.

Se sacudió un poco el pantalón manchado por el resbalón, aún con su eterna y encantadora sonrisa. La situación le extrañaba. ¿En un lugar como ese a la gente le iba a importar que le robasen a un niño? Ese sitio parecía estar frecuentado por las pulgas que habita en el escaso cuero cabelludo que le quedaba a la chusma. Y esa voz al hablar... ¿Respetaban al crío? ¿Por qué iba a necesitar un crío respetado robar entre el populacho?

—Arreglado el malentendido... Ciao —dijo con un movimiento de mano mientras se marchaba, aunque de reojo mantuvo su mirada clavada en el crío, tal vez esperando para ver hacia donde iba.

La gente aspira con estupefacción, pero no hace nada por evitar que te guardes la cartera, si es que lo han visto. El niño frunce el ceño entonces y tuerce el gesto, en una expresión de claro enfado. Si te fijas un poco, verás que despierta miedo entre los viandantes.

- ¡Mi pápa se enterará d'ehto, fracasau! -exclama, señalándote con su dedo acusador. Notas entonces que está rechoncho, pero todo el mundo parece muy mal alimentado-. ¡Baya si s'enterará!

El enano se va al mismo tiempo que tú te alejas, pero la gente sigue cuchicheando un rato. Si lo sigues durante un rato te darás cuenta de que se va acercando a una zona algo más limpia -aún una guarrada-, de "casas" más amplias. De acercarte a los paisanos, una señora se te acercará y te dará un leve codazo en el costado.

- Hay que tenelo mu fuertes pa enfrenta'se al ijo de Clay -te dice-. Io ke tú miría embarcando ya o ese celdo te matará con vida.

Si la ignoras, o si no te acercas a ella, puedes seguir alejándote del tumulto y llegarás sin mucho problema a otra sección de Little Circus. Se ve desangelada, como casi todo, pero sin embargo hay un par de locales interesantes: Una taberna llamada "El naipe" te espera con un cartelón en forma de Joker, mientras una carnicería particular te recibe con los brazos abierto. Literalmente. Con toda seguridad, las partes que se compran en ese local son humanas.