Encrucijada (Al Naion-Nia)

- No has pedido perdón -acotó Al-. Has confesado. Aparte, te has limitado a contestar la mayor parte de las preguntas que te hemos hecho. Evitando algunas, eso sí. Pero no estamos aquí para hablar de eso, ¿verdad? Estamos para hablar de que no quieres morir, a pesar de que venías totalmente dispuesta a entregarte a mí y aceptar hasta la última de las consecuencias por tus actos. -Starling trató de hablar, pero adelantó un dedo para exigirle silencio-. ¿Sabes quién más no habría querido morir? Arthur Morgan. A él no lo condenó a muerte un tribunal, sino una recluta sin ninguna autoridad ni derecho para decidir su destino. Es más, una recluta que trató de chantajearlo y cuando se le volvió en contra decidió acabar con él. Ya has fallado; no pongas sobre mis hombros un peso que solo te corresponde llevar a ti. Has fallado de forma escandalosa, te has corrompido en menos de un mes tras salir de la academia. Una condena no es síntoma sino consecuencia de tu fracaso.

- Almirante...

- No -contestó-. No quieres entenderlo, Nia. No has robado una fruta, o más bien no es que solo hayas robado una fruta. Has venido hasta mí esperando que sea otra persona la que decida tu destino, para no tener que afrontar las consecuencias de tus actos y poder culpar a otros de ser terriblemente injustos mientras te pudres en una celda. Eso o has venido creyendo que íbamos a comprender lo triste y dura que es la vida limpiando letrinas como recluta, como si yo... ¡Yo! No hubiese pasado desde los quince hasta bien entrados mis diecinueve haciendo eso casi a diario. Sé lo duro que es, y Starling lo sabe también. El Almirante Silverwing, el Vicealmirante Suzume... Todos hemos pasado por ahí, y en mayor o menor medida todos hemos soñado con poder dejar de hacerlo. Todos hemos tenido también ego y cometido errores, pero ninguno de nosotros nos hemos convertido en asesinos, ¡y menos durante nuestra primera misión!

- Almirante, relájese -dijo Starling, y luego posó su mirada en Nia-. Mira, no sé qué ideas tienes en la cabeza acerca de la Marina y la verdad es que no me importa demasiado, pero casi puedo leerte la mente. Lo que has hecho no es tan grave, pasa cada día, y los altos mandos se esfuerzan minuto a minuto por ocultarlo en lugar de solucionarlo; ¿no es así? La Marina opera en todos los mares, en cientos de islas y abarca varios millones de soldados. Hay decenas de miles de oficiales y no podemos controlar absolutamente todo lo que sucede, pero créeme que lo intentamos. El Almirante Naion se pone nervioso porque mientras formó parte del Gobierno Mundial su obsesión fue limpiar la organización, con lo que es una de sus mayores preocupaciones a pesar de que ya no posea cargos orgánicos...

- Militares -corrigió, con cierta mordacidad-. Todavía me siento en la mesa de gobierno, no lo olvides.

- Aunque esté semi retirado le duele ver cómo las manzanas podridas parecen ver todo el cesto en mal estado, pero como dice el dicho, cree el ladrón... En fin, no importa. Almirante, ¿aún desea proponerla para el protocolo L?

Al asintió.

- Habrá que mandarla a la academia de vuelta también, pero no veo razón para no hacerlo. Sin embargo... -Se puso de pie y clavó la mirada en Nia-. Vamos a investigar a fondo este caso. Si descubrimos que nos has mentido aunque sea en una sola coma de tu confesión, yo mismo ejecutaré tu sentencia. -Puso los ojos sobre Starling-. Voy a por eso, tú prepara el papeleo.

Abrió la puerta y abandonó la estancia.

Entendía perfectamente que Al se enfadara más que el propio Starling, y más sabiendo que el hombre había tratado de limpiar la Marina a conciencia, creyendo lograrlo. Esto era un círculo vicioso, era como tratar de  llenar un cántaro con fondo roto. Si bien era cierto que traicioné todo lo que me hubiera gustado defender, también era cierto que quería volver al punto cero de mi historia. Empezaba a planearme seriamente ciertas cosas sobre mi misma, y sobre mi permanecia en el cuerpo, si es que lograba mantenerme en él.

A pesar de todo lo sucedido, ambos tenían razón y no podía decirles que no. - Lamento  señores, y pido perdón con toda la humildad que me es posible. Ojalá pudiera retroceder en el tiempo y volver a pensarme mejor lo que he hecho. Si por mu fuera enmendaría estos errores sin dudarlo, con tal de, como les dije, limpiar mi imagen y la del cuerpo. Lamento que se me considere una fruta podrida, pero es totalmente lógico que se piense eso, y no puedo culparles de ello.- dije con toda sinceridad- Del mismo modo reitero que haré cualquier cosa para que todo vuelva a estar bien, salvo el asesinato de Morgan, que  dudo que pueda salir de mi conciencia, pues por mucho que lo lamente y el fuera un corrupto, mi mano jamás debió apretar el gatillo.

Dicho esto miré a Al

- Si eso ocurriera, señor....yo misma le  ofrecería mi espada para que me la pusiera al cuello, Si mi palabra aún tiene algo de validez, créame que no he mentido ni en un ápice.


Dicho esto parecía que volvía a ser apta para el Protocolo L, fuera lo que fuera. No sabía si eso era bueno o malo, pero viendo el último comentario de Al, entendía que se me iba a controlar hasta cuando iba al WC. Así que nada me quedé mirando a Starling y aprovechando que estábamos solos le pregunté.

-¿Así que Almirante Naion trató de limpiar la Marina, señor?- dije algo incrédula, pues ese también había sido mi objetivo antes de todo esto.

En la sala...

- Al Naion es una persona complicada -contestó Starling-. Mucho más de lo que le gusta que la gente piense. Sin contarte nada que él no quiera decir, la síntesis no es que lo intentara: Es que lo consiguió. Bueno, decir que lo hizo solo sería bastante injusto, pues como te he dicho hace un momento, la Marina se compone de millones de personas; muchas de ellas buenas. La mayoría, diría yo. El Almirante solía ser para muchos un bufón maleante que se movía entre la insubordinación y el rehuir responsabilidades, algo que pareció tomar por insignia cuando fundó la ochenta y siete. Pero también tenía un talento innato para la espada, un cierto don para subir la moral de su equipo y una comprensión particularmente profunda del reglamento de la Marina, además de una brújula ética bien orientada. -Starling se echó hacia atrás. Todavía era muy joven, pero la vicealmirante Maplewood hablaba mucho del pasado-. De alguna forma Al Naion se convirtió en uno de los marines más poderosos de su tiempo, no solo porque poseía una fruta del diablo terriblemente peligrosa, sino porque lideraba a los tres oficiales más fuertes de esa era: Arthur Silverwing, Jack Suzume y Lion L. Kai. Pero un día se volvió loco. Algo hizo clic en su cabeza, y decidió que Dressrosa no debía ser más una isla pirata: Legan Legim debía caer. No soy mucho de creer el cuento de que lo hiciese en solitario, pero no dudo que lo hiciese con muy pocos efectivos. El saldo de bajas fue dos heridos, uno de ellos Legan Legim y el otro el propio Al Naion, y una baja: Belial Azmodan. Segundo al mando del Shirokami. Hubo cientos de detenciones directas, y algo más de un millar durante las semanas siguientes. El Almirante testificó en favor de más de un centenar, de los cuales setenta y ocho tuvieron su recomendación para iniciar su carrera militar en la Marina; fueron los primeros tripulantes del Diamante en bruto, el buque oficial de la brigada.

El comodoro se frotó la frente, haciendo círculos con los dedos apretando con fuerza sobre sus cejas.

- No creo que nadie hubiese recriminado a Naion si en la hoja de bajas hubiese cien o doscientas personas. Según el relato estaba él solo contra el mundo, en un entorno tan hostil que podría haber muerto solo por haber sido piadoso con sus enemigos. Y aun así no lo hizo. La violencia construye respeto basado en el miedo...

- La piedad construye lealtad basada en la empatía -completó Al cerrando la puerta-. ¿Ya está intentando lavarle el cerebro a la cadete, comodoro?

Llevaba en la mano un maletín, y junto a él habían entrado dos marines con capa de comandante.

- Solo un poco.

- Te lo resumiré de forma sencilla, Nia: Cuando temporalmente dejé la Marina porque a causa del protocolo uno de mis hombres casi muere fui entrenado por un pirata, retirado en ese momento hacía más de treinta años. Había cometido crímenes atroces, pero dio su vida por la mía y la Marina decidió torturarlo en sus últimos momentos de vida. No era la Marina que me representaba, la que me había acogido cuando lo necesité. Apliqué al puesto vacante de almirante para poder convertir la Marina en lo que debía ser, y con todos sus defectos... Se parece a lo que me imaginé de ella. Hay muchos mecanismos para impedir la corrupción, o por lo menos que se extienda de forma sistémica. En fin, desnúdate. -Hizo una pausa-. Puedes dejarte la ropa interior; terminaremos en un momento.

Vaya, las batallitas de Al Naion no era para nada aburridas. Ahora podía entender un poco mejor porque a él le molestaban más este tipo de situaciones que al propio Starling. No podía culparle, al fin y al cabo yo también quería lo mismo para la Marina, al menos antes de que todo esta movida de Morgan ocurriera. Al Naion era el peso más pesado que había conocido dentro de la organización, uno de los veteranos, poderoso, pero ya viejo y caduco como la organización que pretendía defender. Aún así empatizaba totalmente con él, ya que aún persistía en su intento por mantener todo en orden.

De todas maneras no sabía que iban a hacer conmigo, pero parecía que mi cuello no estaba  ya en peligro, al menos no en un peligro inmediato. Entonces antes de que pudiera dar un suspiro, Al entró en la sala nuevamente con dos tipos con capa de comandante. Esto iba a doler, o eso parecía, ya que la escena imponía bastante. Pero nada me dejó tan confusa como cuando me dijeron que me desnudara.

-¿Perdón?- dije confusa. Tal y como lo había dicho sonada de todo menos bonito, pero dudo mucho que hiciera algo contra mía. Igualmente fuere como fuere, me quité la ropa quedándome solo con la interior. No podía ponerme quisquillosa, y menos sin recibir un rapapolvo. Que vamos, podía quejarme y tal, pero ahora mismo tampoco es que se me tuviera en consideración alguna. Y de todas maneras, si intentaban algo...yo acaba en la enfermería o muerta, pero ellos  igual se les derretía algo. Igualmente empecé a quitarme los pantalones del uniforme, previamente los zapatos para dejarlos sobre el respaldo de la silla . Finalmente desabotoné la camina e hice lo mismo que con el pantaón. Una vez quedado solo en ropa interior, me dirigí a todos.

-Lista- dije una vez  preparada. Esto me parecía de todo menos ortodoxo.

Ignoró la confusión de Nia. Ciertamente podría haber explicado el procedimiento antes de comenzar, pero en su lugar simplemente se acercó a la mesa y abrió el maletín, dejando que tanto la recluta como Starling y los dos comandantes pudiesen ser testigos de lo que había en su interior. Aparte de algunos dosieres y un par de libros, una pequeña funda sólida de color negro y detalles en azul brillante, con el emblema de la Marina en su tapa superior. Lo sacó junto a tres carpetas, una de las cuales tendió al comodoro y las otras dos fueron cogidas por su séquito. Dejó también un documento frente a Nia con una pluma encima, y retiró el maletín de encima de la mesa.

Ya solo quedaba la pequeña cajita negra.

- Tras el desastre de Gray Rock hubo que evacuar a Leonardo "Legan" Legim de la isla -explicó, desbloqueando las presillas metálicas-. El Gobierno Mundial quiso convertir su ejecución en una trampa para todos aquellos criminales insensatos que tratasen de rescatarlo. No solo era una idea estúpida e inhumana, sino que salió desastrosamente mal.

Abrió la caja. En su interior doce esferas del tamaño de un grano de pimienta, un pequeño aplicador y dos viales de anestésico, junto con una aguja estéril. Cuando terminase tendría que solicitar que volviesen a rellenárselo, aunque dado el tiempo que había pasado desde la última vez que habían aplicado el protocolo... Quizá ni siquiera sabían dónde estaban ya.

- La brigada se hizo cargo de Legim. Nos parecía inhumano alojarlo en Impel Down. -Cierto, probablemente no sabía qué era eso-. Impel Down era una prisión de máxima seguridad, similar al centro de internamiento de máxima seguridad pero en el que se llevaban a cabo torturas, así que decidimos encerrarlo en una celda de la torre. Al principio estaba engrilletado a la pared y podía moverse lo justo, pero al final se podría decir que le cogimos cariño. Ni siquiera existía el protocolo cuando lo aplicamos con él.

Introdujo las doce esferas una a una en el aplicador. Supo cuál era la de kairoseki nada más tocarla, pero no cambió su gesto.

- El caso de Legim fue muy particular; se le introdujo quirúrgicamente una cápsula de kairoseki puro que anuló sus poderes y lo volvió poco más fuerte que una persona normal. Al principio intentaba fugarse constantemente, pero acabó por asumir que la libertad vigilada en Dressrosa era mejor que volver a un calabozo. La que tenemos preparada para soldados díscolos es particularmente refinada; apenas sentirás una leve sensación de cansancio hasta que te acostumbres y, obviamente, neutralizará tus poderes. -Posó la mirada en Nia-. Una de las doce esferas es kairoseki. Tres son rastreadores, otros tres alarmas y cinco son simples señuelos, para que no sepamos cuál es cuál ni siquiera nosotros mismos. Perderás el uso de la magu magu no mi y sabremos siempre dónde estás. Si intentas quitártelos, lo sabremos. Si traicionas a la Marina otra vez, lo sabremos.

Estaba preparado para una pregunta que sabía llegaría muy pronto, así que simplemente se encogió de hombros.

- Las frutas del tipo logia que custodia la Marina están normalmente reservadas a altos oficiales; es decir: Capitanes o un rango superior. Vas a ser degradada a cadete, como el resto de tu tropa, y durante el próximo mes vas a limpiar tú sola todas las letrinas del pabellón Almirante Kai. -Aparte de los premios Kai de gastronomía numerosos edificios de la Marina poseían su nombre; un curioso y merecido homenaje a alguien que hasta el final de sus días luchó por el bien de los mares-. Eso para que recuerdes quién eres. Por otro lado, cuando seas quien dices querer ser, si es que llega ese día, finalizará tu castigo y podrás utilizar tu fruta del diablo.

- Ah, y -añadió Starling-, por supuesto este protocolo es alto secreto. No debes contárselo a nadie.

Todo aquel despliegue logró ponerme francamente nerviosa, y a pesar de que traté de mantener el tipo se notaba a leguas que empezaba a preocuparme de veras. Había logrado salvar la cabeza pero a un alto precio. Si lo pensaba bien y ante la explicación de los jefes era bastante lógico que se neutralizara mi akuma. Aunque no me hacía ni pizca de gracia ya que era lo que me permitía poder enfrentarme a enemigos de la Marina con soltura y hasta facilidad. Todavía recuerdo cuando ayudé a Momojiro por dos veces con esta akuma, entonces no había reproches y si ovaciones.

Lo más curioso de todo es que iban a aplicarme el mismo protocolo que a un poderoso criminal, Legam Legim. Aún así había muchas cosas que me sonaban a chino prácticamente. Sobre todo la mención de Impel Down hasta que lo explicaron. Vaya, esto no te lo enseñaban en la escuela de cadetes. Escuché con atención todo aquello, y la verdad empezaba a vislumbrar que aquellos dos superiores de alguna manera me estaban dando un voto de confianza. A un alto precio eso si, pues debía llegar al rango de capitán. Eso era imposible, era un rango muy alto para alguien que carece de akuma y está sola la mayor parte de las veces, además subir de rango en la Marina no era especialmente un camino de rosas, más si tedioso y cargante. Pero la sentencia al fin y al cabo era justa. Bastante tenía con salir de aquella habitación con la cabeza sobre los hombros y con un voto de confianza.

-Nadie lo sabrá tiene mi palabra- si aún sirve de algo- Entiendo perfectamente que hagan esto conmigo, y nunca podré profesarles todo el agradecimiento que tengo para ustedes. Espero poder limpiar el nombre de la Marina, y el mío propio, y que todo esto no sea más que un mal recuerdo, o en su defecto, algo que me permita evolucionar. Así que por favor, procedan.

Entonces abrí mis brazos en forma de T y di la esplada a ambos superiores para que implantaran aquellas bolas dentro de mi cuerpo. Si, sonaba fatal pero es lo que había. Pero antes de nada le dije a ambos sin moverme.

-Si va a doler por favor pongan anestesia o algo, sino es así, creo que aguantaré- concluí.

En realidad el agradecimiento no era realmente importante para Al, menos de una persona capaz de cometer un asesinato a sangre fría. Era consciente de que había muchas maneras de que aquello saliese mal, pero prefirió apartarlas de su cabeza ya que estaba centrado en algo más importante: Había corrupción dentro de la Marina, lo suficientemente profunda y llegando a un escalafón lo bastante alto como para producir la ceguera de la propia institución. Si desaparecía, si desertaba... Era un precio asumible. Sería su error, pero por lo menos las aguas seguirían más o menos tranquilas hasta poder dar con los responsables.

- Cierto, anestesia. Qué despiste.

Dejó el aplicador sobre la mesa, sacando de su funda de plástico la aguja y tomando el vial de anestesia con la otra mano. Con cierta soltura cogió lo suficiente como para dormirle la espalda, vació el aire que pudiese haber en la cánula y pinchó para dejar que el fluido penetrase bajo su piel. Repitió el proceso dos veces más hasta triangular las posiciones donde iban a ir las esferas.

Esperó un par de minutos. Sabía que la anestesia no funcionaba a la perfección, también que con la espalda medio dormida caminar era una tarea extremadamente difícil, pero no tomó más consideraciones de las meramente oportunas. La cortesía médica terminaba en aliviar el dolor, y la cortesía como superior terminaba en no denunciarla. Cuando puso el aparato sobre su espalda buscó la primera vez el espacio intercostal, bajando hasta hacer un semicírculo que llegase de un lado a otro. Una gran sonrisa en forma de cicatriz punteada que tardaría unos meses en desaparecer por completo.

- Bueno, pues esto ya está -confirmó mientras se guardaba el aplicador-. Es normal que te sientas algo más débil, tardarás en acostumbrarte. Quizá en unas semanas vuelvas a la plena normalidad, tal vez sea un mes... Pero funcionarás bien. Al menos todo lo bien que funcionabas sin fruta del diablo.

Recogió los pocos instrumentos que había necesitado y guardó la cajita en el maletín. Los comandantes devolvieron ambos su documento, tendiéndolo a Starling. Nada que se firmase en la planta treinta salía de la planta treinta, era una regla de oro. Se recolocó la camisa, ajustó bien las mangas de la chaqueta y estiró los hombros hasta que resonó un "crac".

- Espero no verte más en un tiempo -dijo, finalmente. No sabía si llegaría a la capitanía, pero era una buena frontera. Quizá-. Cuando haya que quitarte eso te lo haremos saber.

Salió de la sala, dejando a Nia con los otros tres. Él ya había trabajado sufciente.

No solía ser una persona aprehensiva ni mucho menos, y aquella intervención, si es que se podía llamar así, no me quitaba el sueño especialmente. Así que simplemente esperaba que no doliera demasiado y me dejaría hacer mientras los jefes  procedían a llevar a cabo la sentencia. Por suerte la anestesia hizo su trabajo, y tampoco es que estuviera demasiado pendiente del dolor per sé, ya que estaba más pensativa en mis cosas. Principalmente en todo lo que había pasado, y que de alguna manera ahora podía ver al frente, al menos sin sentir demasiada vergüenza.

Ciertamente me sentía algo más débil, era normal según me habían dicho. Esperaba poder acostumbrarme. No tenía tampoco muchas ganas de decir ya nada más. Tenía un nuevo papel que cumplir y unos objetivos muy claros. Tocaría trabajar duro para salir adelante y limpiar todo el destrozo que había hecho. Mientras me hablaban asentía con la cabeza, dando por finalizado todo esto.

-Si señor- le dije antes de ver como salía de la sala antes de decirle un "gracias", si es que aún valía de algo. Ahora tenía que ir poco a poco, más lento si cabía.  Volví a ponerme la ropa hasta quedar nuevamente con el uniforme. Tomé nuevamente asiento y miré al resto de presentes.

-Estoy lista para empezar a trabajar.