Bebías un té en taza de porcelana fina, sentada en tu sillón de mimbre sobre el puente de mando. El Olympus se parecía mucho, pese a todo, al Elysium. Más grande, eso era cierto, con dos cubiertas al aire y una inferior, además de tres niveles de bodegas. Requería más gente para su manejo, pero la distribución seguía siendo muy similar a pesar de todo. Lo bueno de haber tomado un galeón era que había más habitaciones -y que la tuya era más grande, además-, por lo que los cazadores no tendrían que dormir en el barracón con los marineros y había alguna que otra estancia dedicada exclusivamente al ocio. Una biblioteca, una sala de juegos con billar y tenis de mesa, una pequeña salita de cine formaban, junto a un gimnasio de hierros con espacio para ocho personas holgadamente, la oferta de distensión de la nave. Con aquella cacería vuestro nivel de vida había crecido enormemente, aunque sin duda la mayor adquisición era el viejo oficial de Gasso: Zion. Marcus era un hombre simpático pero sobre todo capaz. Entendía tus órdenes con un par de gestos y las traducía a la enorme tripulación de manera precisa y detallada. Se había encargado él mismo de dividir a los marineros en grupos, de asignarles un camastro en sus barracones y, aunque eso había sido bajo tus órdenes, de mover el barracón de las ocho muchachas en la tripulación al castillo de proa, ligeramente más espacioso que su antigua habitación y sin duda más seguro. Ahí, por lo menos, estarían a salvo de Fitzpatrick y Morrison. No te fiabas mucho de que se portasen bien de noche, en verdad.
Estabas leyendo, como de costumbre. Los viajes tendían a ser largos y aburridos; tenías muy poco que hacer además de comprobar una brújula de vez en cuando y medir el viento. Además, solías estudiar las islas antes de llegar a ellas, consciente de que en Grand Line había cosas cuanto menos peculiares. Querías saber como mínimo hasta qué punto eran seguras, más aún: Querías entenderlas. Merveille, por ejemplo, que era la isla inmediatamente posterior a Banaro, entraba dentro de una tipología a la que los autores de aquel tomo habían optado por llamar "isla imposible". Era una forma de llamar a aquellas islas que no deberían existir o cuyas condiciones inexplicables salían de una lógica científica. Solían corresponderse con efectos de frutas del diablo y entraban Punk Hazzard, una isla del Nuevo Mundo, y algunas otras del Paraíso, pero la que te resultaba inquietante era Merveille. ¿Por qué había un archipiélago entero en el cielo? A pesar de los dibujos no terminabas de concebirlo; mucho menos la forma de acceder a él.
- Alice. -Una cosa que te inquietaba de Zion era que, a pesar de su tamaño, se movía en casi total silencio-. Creo que Merveille deberá esperar. Treno ha aparecido.
Desviaste la mirada de tu libro, extrañada.
- ¿Treno? No debería estar tan al oeste. Ese no es su patrón.
- Bienvenida a Grand Line, jovencita. Nada tiene un patrón. Y menos estos días.
Suspiraste. Sabías que tenía razón, y casi te alegraba que la tuviese. Si pasabais unos días en Treno tendrías más tiempo para averiguar cómo se ascendía hasta Merveille. Puede que, incluso, al tratarse de una isla de nubes, descubrieses allí el secreto. Cerraste el libro y diste una señal al contramaestre, que rápidamente organizó el viraje mientras tú recogías tus cosas.
Un rato después, ya estabais atracando en el puerto. Si es que se le podía llamar puerto a aquella extraña plataforma que había bajo la base a la que amarrar los barcos. Por lo menos, estabais.
Estabas leyendo, como de costumbre. Los viajes tendían a ser largos y aburridos; tenías muy poco que hacer además de comprobar una brújula de vez en cuando y medir el viento. Además, solías estudiar las islas antes de llegar a ellas, consciente de que en Grand Line había cosas cuanto menos peculiares. Querías saber como mínimo hasta qué punto eran seguras, más aún: Querías entenderlas. Merveille, por ejemplo, que era la isla inmediatamente posterior a Banaro, entraba dentro de una tipología a la que los autores de aquel tomo habían optado por llamar "isla imposible". Era una forma de llamar a aquellas islas que no deberían existir o cuyas condiciones inexplicables salían de una lógica científica. Solían corresponderse con efectos de frutas del diablo y entraban Punk Hazzard, una isla del Nuevo Mundo, y algunas otras del Paraíso, pero la que te resultaba inquietante era Merveille. ¿Por qué había un archipiélago entero en el cielo? A pesar de los dibujos no terminabas de concebirlo; mucho menos la forma de acceder a él.
- Alice. -Una cosa que te inquietaba de Zion era que, a pesar de su tamaño, se movía en casi total silencio-. Creo que Merveille deberá esperar. Treno ha aparecido.
Desviaste la mirada de tu libro, extrañada.
- ¿Treno? No debería estar tan al oeste. Ese no es su patrón.
- Bienvenida a Grand Line, jovencita. Nada tiene un patrón. Y menos estos días.
Suspiraste. Sabías que tenía razón, y casi te alegraba que la tuviese. Si pasabais unos días en Treno tendrías más tiempo para averiguar cómo se ascendía hasta Merveille. Puede que, incluso, al tratarse de una isla de nubes, descubrieses allí el secreto. Cerraste el libro y diste una señal al contramaestre, que rápidamente organizó el viraje mientras tú recogías tus cosas.
Un rato después, ya estabais atracando en el puerto. Si es que se le podía llamar puerto a aquella extraña plataforma que había bajo la base a la que amarrar los barcos. Por lo menos, estabais.
Sasaki


Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
La mayor parte de las heridas seguían abiertas y con un ligero y constante sangrado. La cara estaba casi cubierta por completo de sangre de varias heridas y lo que era peor, me dolía cada parte de mi cuerpo. No había sido buena idea el largarme en un barco de los bandidos repleto de enemigos. Menos aún estrellarlo contra la costa. Cierto era que me había librado de la mayor parte del impacto con mi habilidad, pero tras aquello no me quedaba nada de energía para hacer nada.
Sin embargo, algo que me había parecido extraño había sido el encontrar el barco de Alice completamente vacío y abandonado en un puerto. Ni su colección de relojes ni nada. Completamente vació. Lo había cogido y como había podido lo había puesto en marcha para comenzar a viajar a la siguiente isla. Me habían dicho que la propietaria y su tripulación habían zarpado en otro barco hacía unas horas.
Durante la travesía había hecho algo similar a lo que hice en el anterior viaje, dejé que el barco avanzase a toda vela, y me mantuve cerca del timón para cambiar el rumbo si era necesario. Sin embargo, y como era normal, el cansancio se apoderó de mí y quede dormido durante unas horas.
Para cuando desperté no sabía si seguía en el rumbo correcto, ya sabía de los cambios de tiempo extraños del Grand Line. Lo que me había sacado del sueño había sido que el subir y bajar del oleaje había cambiado. Como si el barco estuviese ascendiendo contantemente una ola, lo cual era extraño porque no había oleaje intenso cuando me quedé dormido. El tiempo parecía seguir igual, sin embargo, de alguna forma estaba subiendo. Me puse alerta y sujeté el timón para no perder el rumbo, pues no sabía hasta qué punto subiría aquello y parecía que no podía girar en aquel sitio.
Aquello ascendió hasta que de pronto vi una ciudad en las nubes era algo extraño e inverosímil, pero tenía que ser cierto. El dolor de estar en tensión me hacía saber que no seguía dormido. Hice algunos cambios de posición y comencé a recoger el velamen para evitar que volviese a suceder lo mismo que en la otra isla. Con la inercia que llevaba el barco siguió avanzando hasta el puerto que había avistado. Apenas tenía algún barco y parecía tener algo de ajetreo. Antes de ponerme a buscar a mis compañeros lo más importante en aquel momento era encontrar un médico notaba que el cuerpo lo tenía en las últimas.
Sin embargo, algo que me había parecido extraño había sido el encontrar el barco de Alice completamente vacío y abandonado en un puerto. Ni su colección de relojes ni nada. Completamente vació. Lo había cogido y como había podido lo había puesto en marcha para comenzar a viajar a la siguiente isla. Me habían dicho que la propietaria y su tripulación habían zarpado en otro barco hacía unas horas.
Durante la travesía había hecho algo similar a lo que hice en el anterior viaje, dejé que el barco avanzase a toda vela, y me mantuve cerca del timón para cambiar el rumbo si era necesario. Sin embargo, y como era normal, el cansancio se apoderó de mí y quede dormido durante unas horas.
Para cuando desperté no sabía si seguía en el rumbo correcto, ya sabía de los cambios de tiempo extraños del Grand Line. Lo que me había sacado del sueño había sido que el subir y bajar del oleaje había cambiado. Como si el barco estuviese ascendiendo contantemente una ola, lo cual era extraño porque no había oleaje intenso cuando me quedé dormido. El tiempo parecía seguir igual, sin embargo, de alguna forma estaba subiendo. Me puse alerta y sujeté el timón para no perder el rumbo, pues no sabía hasta qué punto subiría aquello y parecía que no podía girar en aquel sitio.
Aquello ascendió hasta que de pronto vi una ciudad en las nubes era algo extraño e inverosímil, pero tenía que ser cierto. El dolor de estar en tensión me hacía saber que no seguía dormido. Hice algunos cambios de posición y comencé a recoger el velamen para evitar que volviese a suceder lo mismo que en la otra isla. Con la inercia que llevaba el barco siguió avanzando hasta el puerto que había avistado. Apenas tenía algún barco y parecía tener algo de ajetreo. Antes de ponerme a buscar a mis compañeros lo más importante en aquel momento era encontrar un médico notaba que el cuerpo lo tenía en las últimas.
Mikazuki Hayato

Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
La herida del costado todavía me dolía, notaba los vendajes apretando bajo mi ropa y, aunque ya no corría tanto peligro de que se volviera a abrir, el tratamiento todavía no había terminado. Según me dijeron pocos sobrevivían a las heridas profundas hechas por Gasso, la mugre que controlaba las acababa ensuciando e infectando, incluso con un cuerpo que se recupera más rápido había pasado las últimas noches sin poder dormir por culpa de la fiebre. Pero eso no me había impedido seguir con la rutina de entrenamiento diario, muy a pesar de los que me recomendaban guardar reposo.
El nuevo camarote era notablemente más amplio que el anterior, estaba acostumbrado a sólo tener lo que pudiera llevar encima y poco más. Al principio no supe qué hacer con este espacio extra, hasta que me di cuenta que me permitía blandir mi arma sin tener que salir a cubierta. Cada repetición dejaba caer una gota de sudor, diez no eran nada, con cien el cuerpo empezaba a pedir un descanso, con mil los músculos me ardían como si estuvieran en carne viva, y por alguna razón el recuerdo de Gasso superándome con su extraña habilidad hacía que ignorase los gritos de mi propio cuerpo para impulsarlo una repetición tras otra. A la cuenta de mil trescientos doce una voz me sacó del trance, dejé el peso del arma en el suelo y con una toalla que tenía en el mueble de al lado me sequé el sudor antes de volver a escuchar las voces que provenían del otro lado de la puerta. Tierra a la vista, parecía que hoy tocaba explorar una nueva isla. No pasaría mucho tiempo antes de Alice me llamase, lo mejor sería que me adecentase un poco.
Abrí un pequeño armario del que saqué un cubo y una fregona con la que limpié el charco de sudor que se había formado a mis pies. Tras eso pasé a la ducha, por cierto, ahora tenía ducha propia. Antes de entrar me quité los vendajes para no mojarlos, mirando la carne enrojecida que había debajo, todavía con los puntos marcados. Inspiré y apreté los dientes antes de dar una fuerte palmada sobre esta. Un latigazo de dolor recorrió mi cuerpo, pero nada que no pudiera soportar, abrí los ojos para volver a mirar abajo y comprobar que no salía sangre de esta... ni del otro lado. Asentí en silencio y procedí a limpiar mi cuerpo.
Cuando salí a la cubierta me esperaba cualquier cosa, menos esto. Nubes, nubes por todas partes, con árboles y casas sobre estas, como en las ilustraciones de algunas historietas. Nuestro barco navegaba bajo estas adentrándonos poco a poco, dejando el mar azul abajo para llegar a una especie de embarcadero. Si ignorábamos la naturaleza del terreno el resto parecía bastante normal, aunque, supuse que lo que sea que nos encontrásemos en esta isla será de todo menos ordinario.
- ¿Estamos aquí por trabajo o sólo de paso? - Pregunté a Alice, tratando torpemente de ocultar las ganas de explorar aquella extraña nube.
El nuevo camarote era notablemente más amplio que el anterior, estaba acostumbrado a sólo tener lo que pudiera llevar encima y poco más. Al principio no supe qué hacer con este espacio extra, hasta que me di cuenta que me permitía blandir mi arma sin tener que salir a cubierta. Cada repetición dejaba caer una gota de sudor, diez no eran nada, con cien el cuerpo empezaba a pedir un descanso, con mil los músculos me ardían como si estuvieran en carne viva, y por alguna razón el recuerdo de Gasso superándome con su extraña habilidad hacía que ignorase los gritos de mi propio cuerpo para impulsarlo una repetición tras otra. A la cuenta de mil trescientos doce una voz me sacó del trance, dejé el peso del arma en el suelo y con una toalla que tenía en el mueble de al lado me sequé el sudor antes de volver a escuchar las voces que provenían del otro lado de la puerta. Tierra a la vista, parecía que hoy tocaba explorar una nueva isla. No pasaría mucho tiempo antes de Alice me llamase, lo mejor sería que me adecentase un poco.
Abrí un pequeño armario del que saqué un cubo y una fregona con la que limpié el charco de sudor que se había formado a mis pies. Tras eso pasé a la ducha, por cierto, ahora tenía ducha propia. Antes de entrar me quité los vendajes para no mojarlos, mirando la carne enrojecida que había debajo, todavía con los puntos marcados. Inspiré y apreté los dientes antes de dar una fuerte palmada sobre esta. Un latigazo de dolor recorrió mi cuerpo, pero nada que no pudiera soportar, abrí los ojos para volver a mirar abajo y comprobar que no salía sangre de esta... ni del otro lado. Asentí en silencio y procedí a limpiar mi cuerpo.
Cuando salí a la cubierta me esperaba cualquier cosa, menos esto. Nubes, nubes por todas partes, con árboles y casas sobre estas, como en las ilustraciones de algunas historietas. Nuestro barco navegaba bajo estas adentrándonos poco a poco, dejando el mar azul abajo para llegar a una especie de embarcadero. Si ignorábamos la naturaleza del terreno el resto parecía bastante normal, aunque, supuse que lo que sea que nos encontrásemos en esta isla será de todo menos ordinario.
- ¿Estamos aquí por trabajo o sólo de paso? - Pregunté a Alice, tratando torpemente de ocultar las ganas de explorar aquella extraña nube.
La gran nube tenía forma de pirámide invertida, y aunque la mayor parte de su superficie aparentaba estar a kilómetros de altura el pico -no se ajustaba a tu lógica llamarlo base- casi rozaba el mar. De él colgaban unos maderos en forma de gancho y en su centro una minúscula plataforma llevaba a lo que debía ser la única entrada sencilla a Treno: Una escalera de caracol. Por lo que sabías de la isla, era muy probable que hubiese saqueadores acechando y ladrones de navíos a la espera, tanto en cuanto los habitantes de la nube se agrupaban en una suerte de castas y las más bajas estaban... Bueno, abajo. Y donde se apelotonaba la miseria lo más probable siempre era crimen, violencia y, sobre todo, mucho peligro. Aquella gente no tenía nada que perder, lo cual significaba que podía estar dispuesta a cualquier cosa.
- Las leyendas dicen que no hay ningún material más allá de nube en el cúmulo -apuntó Zion, sin perder de vista la isla.
- Eso no es posible -señalaste tú-. Ahí hay árboles. Es una especie de parterre invertido, tiene que tener un núcleo sólido. Estoy segura.
- Aun así... -Zion era un viejo lobo de mar, lo que lo convertía en prudente y suspicaz-. Tienen pocos recursos, y un barco a la deriva puede ser la chatarra perfecta. Habría que dejar a alguien vigilando.
- Organiza turnos -dijiste-. Quince hombres cada cuatro horas.
Zion asintió. Así lo hizo empezó a dar voces para poner firmes a los marineros. Tú seguías centrada en la subida hasta que, a tu espalda, sonó la voz de Hayato.
Miraste hacia él algo sobresaltada; llevabas días temiendo que la siguiente vez que lo vieses sería una clase de fantasma venido para atormentarte, y la palidez natural del extraño samurái hacía que, a medida que sus heridas remitían, adoptase un color más mortecino. No era culpa suya, pero te helaba la sangre inconscientemente. No obstante, verlo -y sobre todo olerlo- fue tranquilizador. Los fantasmas no apestaban a llevar horas entrenando en un espacio cerrado -asumiste- ni se preocupaban por el motivo de un viaje -aventuraste-. En cualquier caso preferiste asegurar pinchándole el hombro con el dedo.
Estaba duro.
- ¿Alguna vez trabajamos? -preguntaste. Para ti, al fin y al cabo, cazar era solo un aliciente más de los viajes-. No creo que haya nadie con recompensa ahí, aunque nunca viene mal un poco más de dinero en la caja fuerte. -Te encogiste de hombros-. Por cierto, ¿crees que Sasaki estará bien?
La pregunta ocultaba el verdadero motivo de tu preocupación: Sasaki daba mucho miedo, por lo que si volvía como fantasma sería aún más terrible que Hayato. Y tenía la misma nula autoconservación que su amigo. En realidad te preocupaba más que le sucediese algo y no poder hacer nada para ayudarlo, pero los fantasmas tampoco eran un tema que tomarse a broma.
- Las leyendas dicen que no hay ningún material más allá de nube en el cúmulo -apuntó Zion, sin perder de vista la isla.
- Eso no es posible -señalaste tú-. Ahí hay árboles. Es una especie de parterre invertido, tiene que tener un núcleo sólido. Estoy segura.
- Aun así... -Zion era un viejo lobo de mar, lo que lo convertía en prudente y suspicaz-. Tienen pocos recursos, y un barco a la deriva puede ser la chatarra perfecta. Habría que dejar a alguien vigilando.
- Organiza turnos -dijiste-. Quince hombres cada cuatro horas.
Zion asintió. Así lo hizo empezó a dar voces para poner firmes a los marineros. Tú seguías centrada en la subida hasta que, a tu espalda, sonó la voz de Hayato.
Miraste hacia él algo sobresaltada; llevabas días temiendo que la siguiente vez que lo vieses sería una clase de fantasma venido para atormentarte, y la palidez natural del extraño samurái hacía que, a medida que sus heridas remitían, adoptase un color más mortecino. No era culpa suya, pero te helaba la sangre inconscientemente. No obstante, verlo -y sobre todo olerlo- fue tranquilizador. Los fantasmas no apestaban a llevar horas entrenando en un espacio cerrado -asumiste- ni se preocupaban por el motivo de un viaje -aventuraste-. En cualquier caso preferiste asegurar pinchándole el hombro con el dedo.
Estaba duro.
- ¿Alguna vez trabajamos? -preguntaste. Para ti, al fin y al cabo, cazar era solo un aliciente más de los viajes-. No creo que haya nadie con recompensa ahí, aunque nunca viene mal un poco más de dinero en la caja fuerte. -Te encogiste de hombros-. Por cierto, ¿crees que Sasaki estará bien?
La pregunta ocultaba el verdadero motivo de tu preocupación: Sasaki daba mucho miedo, por lo que si volvía como fantasma sería aún más terrible que Hayato. Y tenía la misma nula autoconservación que su amigo. En realidad te preocupaba más que le sucediese algo y no poder hacer nada para ayudarlo, pero los fantasmas tampoco eran un tema que tomarse a broma.
Sasaki


Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Mi tarea no fue nada sencilla. El conseguir atracar el barco siendo yo el único tripulante era un reto para el que no sabía si estaría preparado, pero no me quedaba de otra. Lo más rápido que pude, cuando terminé de recoger las velas, fui hasta el timón y viré el barco a estribor para no ir directo hacia el muelle y además me ayudase a reducir la velocidad algo más. Cuando había reducido un poco volví a hacer un viraje, pero esta vez a babor y así enderezar la nave al muelle.
Fui haciendo pequeñas correcciones en el rumbo para no chocar con nada y cuando entraba al muelle estaba casi detenido por completo. Desde la cubierta salté al muelle con un par de cabos y lo más rápido que pude comencé a atar uno. Alguien de allí se acercó y me quitó el otro que ató en otro amarre.
-¿Por qué no le has pedido a alguien de la tripulación que te ayude? Uno solo no puede hacerlo. – Me regaño el tipo aquel.
-Yo soy toda la tripulación – Le respondí incorporándome.
Erá tan alto como aquel hombre, aunque mucho más joven. El marinero de pronto pareció asustarse cuando me vio. De base sabía que había sido intimidante, pero en aquel momento que me había cubierto de vendas por prácticamente por todo el cuerpo debido a las heridas del anterior vendaje. No lo noté al principio, pero de pronto sentí como se me humedecía el cuerpo. El tipo me señaló y al mirar vi que todas las heridas habían comenzado a sangrar nuevamente, lo más seguro del esfuerzo de amarar el cabo.
-Ah, si, no se preocupe, ¿dónde está el médico más cercano?
Sin decir nada me señalo el pueblo, no insistiría más ya preguntaría a alguien cuando me adentrase en el pueblo si no lo encontraba. Le di unas monedas y me adentré hacia el pueblo. Tal y como me imaginé la gente se apartaba y susurraba cosas sobre mi mientras me miraba y señalaba. Por suerte no tuve que preguntar a nadie, y por la calle que me había señalado el marinero encontré a media altura una clínica, sin pensarlo entré.
Fui haciendo pequeñas correcciones en el rumbo para no chocar con nada y cuando entraba al muelle estaba casi detenido por completo. Desde la cubierta salté al muelle con un par de cabos y lo más rápido que pude comencé a atar uno. Alguien de allí se acercó y me quitó el otro que ató en otro amarre.
-¿Por qué no le has pedido a alguien de la tripulación que te ayude? Uno solo no puede hacerlo. – Me regaño el tipo aquel.
-Yo soy toda la tripulación – Le respondí incorporándome.
Erá tan alto como aquel hombre, aunque mucho más joven. El marinero de pronto pareció asustarse cuando me vio. De base sabía que había sido intimidante, pero en aquel momento que me había cubierto de vendas por prácticamente por todo el cuerpo debido a las heridas del anterior vendaje. No lo noté al principio, pero de pronto sentí como se me humedecía el cuerpo. El tipo me señaló y al mirar vi que todas las heridas habían comenzado a sangrar nuevamente, lo más seguro del esfuerzo de amarar el cabo.
-Ah, si, no se preocupe, ¿dónde está el médico más cercano?
Sin decir nada me señalo el pueblo, no insistiría más ya preguntaría a alguien cuando me adentrase en el pueblo si no lo encontraba. Le di unas monedas y me adentré hacia el pueblo. Tal y como me imaginé la gente se apartaba y susurraba cosas sobre mi mientras me miraba y señalaba. Por suerte no tuve que preguntar a nadie, y por la calle que me había señalado el marinero encontré a media altura una clínica, sin pensarlo entré.
Mikazuki Hayato

Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Alice me pinchó con un dedo, no era para picarme, sino más bien como si quisiera asegurarse de algo. Pude notar que había estado preocupada estos últimos días, quizás bajo su fachada tenía algo más de empatía de lo que se daba el lujo de admitir, algo que me hacía gracia. Tras eso preguntó por Sasaki, hacía tiempo que no lo veíamos, era normal que se preocupara por él, pero si había alguien aquí más cercano que ella era yo, y lo conocía desde hacía años.
- Si algo sé de Sasaki es que es más difícil de matar que caminar por una nu... - Corté la frase al darme cuenta de donde estábamos. - ca de un grillo. - Una jugada maestra hilando las palabras para que no pareciera que fuera a decir otra cosa, haber tocado un diccionario alguna vez en la vida me estaba siendo útil al fin y al cabo. De todas formas podía apreciar en la mirada de Alice que mis palabras no la convencían del todo. - Mira, lo conozco desde que era un chaval, él no morirá mientras conserve la voluntad de vivir, y créeme que no existe nada en este basto océano capaz de hacer cambiar de parecer a alguien tan tozudo como él. Aunque le lleve días, semanas o meses, encontrará la manera de llegar a nosotros. No tengo pruebas, pero tampoco dudas.
Dicho esto sonreí mirando a Alice, para tranquilizarla, y sin pensarlo dos veces salté del barco, cayendo sobre la madera del embarcadero. Noté un par de pinchazos en cuanto mis piernas amortiguaron la caída, heridas que me estaban recordando que seguían ahí. Pero traté de mantener una cara serena y miré arriba, esperando que la chica bajase.
Entre tanto miré alrededor, no era una zona muy grande, la superficie se extendía en los niveles superiores, parecía haber algo de revuelo, pero lo que más me intrigaba era que nuestra llegada no había pasado desapercibida. Miradas de interés de los locales y puede que algo más. Alice había ordenado guardias constantes mientras nosotros no estábamos. Había algo que no me terminaba de encajar, en cuanto un barco como el nuestro llegaba a puertos como este siempre llamaba la atención, esas miradas curiosas desaparecían al poco al ver que el barco quedaba vigilado y más de esta forma, pero algunas personas simplemente se apartaban como si tuvieran que hacer otra cosa mientras seguían mirando de reojo. Si alguien estaba interesado en este barco no serían unos simples rateros de puerto.
- Alice, que se mantengan en contacto con nosotros cada cambio de guardia. - Algo en el estómago me decía que era mejor prevenir que curar.
- Si algo sé de Sasaki es que es más difícil de matar que caminar por una nu... - Corté la frase al darme cuenta de donde estábamos. - ca de un grillo. - Una jugada maestra hilando las palabras para que no pareciera que fuera a decir otra cosa, haber tocado un diccionario alguna vez en la vida me estaba siendo útil al fin y al cabo. De todas formas podía apreciar en la mirada de Alice que mis palabras no la convencían del todo. - Mira, lo conozco desde que era un chaval, él no morirá mientras conserve la voluntad de vivir, y créeme que no existe nada en este basto océano capaz de hacer cambiar de parecer a alguien tan tozudo como él. Aunque le lleve días, semanas o meses, encontrará la manera de llegar a nosotros. No tengo pruebas, pero tampoco dudas.
Dicho esto sonreí mirando a Alice, para tranquilizarla, y sin pensarlo dos veces salté del barco, cayendo sobre la madera del embarcadero. Noté un par de pinchazos en cuanto mis piernas amortiguaron la caída, heridas que me estaban recordando que seguían ahí. Pero traté de mantener una cara serena y miré arriba, esperando que la chica bajase.
Entre tanto miré alrededor, no era una zona muy grande, la superficie se extendía en los niveles superiores, parecía haber algo de revuelo, pero lo que más me intrigaba era que nuestra llegada no había pasado desapercibida. Miradas de interés de los locales y puede que algo más. Alice había ordenado guardias constantes mientras nosotros no estábamos. Había algo que no me terminaba de encajar, en cuanto un barco como el nuestro llegaba a puertos como este siempre llamaba la atención, esas miradas curiosas desaparecían al poco al ver que el barco quedaba vigilado y más de esta forma, pero algunas personas simplemente se apartaban como si tuvieran que hacer otra cosa mientras seguían mirando de reojo. Si alguien estaba interesado en este barco no serían unos simples rateros de puerto.
- Alice, que se mantengan en contacto con nosotros cada cambio de guardia. - Algo en el estómago me decía que era mejor prevenir que curar.
Ni siquiera tuviste tiempo de replicar ates de que Zion, desde el otro lado de cubierta, diese la orden a una de las chicas para estar a cargo del teléfono. Según él as mujeres a bordo traían mala suerte, pero nunca debías pedir disciplina a un hombre. No tenías muy claro cómo encajaba aquella postura dentro de que tú gobernaras el barco, aunque tampoco era algo que te preocupase especialmente. Era limpio, pulcro y eficiente, además de amable con la mayoría de los tripulantes e incluso cortés con algunos. Que fuese un poco tradicional era algo con lo que podías lidiar. Al menos, por el momento.
Seguiste a Hayato al embarcadero, pero tú trataste de compensar la caída deslizándote por uno de los cabos y dejando que algo de oscuridad absorbiese la inercia del impacto. Fue doloroso, pero menos de lo que podría haber sido y sin duda bastante menos contraindicativo. No te habías roto ningún hueso y estabas sana y salva, lista para adentrarte en el cúmulo de nubes horadadas que era Treno. Aunque seguías preocupada por lo que podrías llegar a toparte en su interior.
- Supongo que no sabes nada de Treno -comentaste, a sabiendas de que Hayato no sabía nada de casi ninguna cosa. Más o menos como Hatsume, o como Surya. En cualquier caso, decidiste no esperar respuesta-. Es una isla hecha de nubes, y se dice que no hay tierra dentro, pero tiene que ser mentira o no podrían cultivar nada. Los recursos naturales escasean, o al menos tiene sentido que lo hagan, por lo que tiene sentido que su interior se componga sobre todo de cosas que alguien pueda desguazar... Barcos, especialmente. No creo que en los niveles superiores esto se haga, ya que son las castas más elevadas las que viven ahí, pero no podemos descartar que la gente más pobre intente hacerlo. Sobre todo, si te fijas...
Señalaste los maderos que colgaban de la nube . Seguramente a modo de cimientos, aunque algo curvados algunos e indudablemente maltrechos por la sal, podías distinguir alguna que otra densa santabárbara por el lugar. Tenía que estar asentada de algún modo, pero casi te daba miedo descubrir cómo.
- En cualquier caso lo más importante es que en la parte más alta hay un bosque entre las nubes, y nunca he visto uno. Me apetece ver cómo es, y la ciudad debe resultar muy interesante por todo lo que puedes encontrar en un lugar tan aislado. ¿Con qué crees que endulzarán el té? ¿Tendrán abejas? -De repente, algo te hizo ilusionarte-. ¿Tendrán especias únicas? -No sabías por qué las especias te llamaban la atención, pero te venía de familia-. En fin, habrá que ponerse en marcha.
Las escaleras de caracol eran al principio más bien tablones medio podridos que crujían bajo tu peso, pero los ignoraste cuanto podías. Lo que sin embargo no quisiste ignorar fue lo que te encontraste en lo que elegiste llamar "el primer anillo": Lejos de ser un pozo de miseria parecía un hervidero de actividad en el que, si bien mucha gente llevaba harapos, todo el mundo parecía casi hasta feliz. Había artesanos, puestos de comida más bien poco apetecible y algún que otro señor bañándose en un barril vendiendo "agua de mí". Preferiste desver eso, pero ya no podías.
- Igual seguimos subiendo, ¿no?
Seguiste a Hayato al embarcadero, pero tú trataste de compensar la caída deslizándote por uno de los cabos y dejando que algo de oscuridad absorbiese la inercia del impacto. Fue doloroso, pero menos de lo que podría haber sido y sin duda bastante menos contraindicativo. No te habías roto ningún hueso y estabas sana y salva, lista para adentrarte en el cúmulo de nubes horadadas que era Treno. Aunque seguías preocupada por lo que podrías llegar a toparte en su interior.
- Supongo que no sabes nada de Treno -comentaste, a sabiendas de que Hayato no sabía nada de casi ninguna cosa. Más o menos como Hatsume, o como Surya. En cualquier caso, decidiste no esperar respuesta-. Es una isla hecha de nubes, y se dice que no hay tierra dentro, pero tiene que ser mentira o no podrían cultivar nada. Los recursos naturales escasean, o al menos tiene sentido que lo hagan, por lo que tiene sentido que su interior se componga sobre todo de cosas que alguien pueda desguazar... Barcos, especialmente. No creo que en los niveles superiores esto se haga, ya que son las castas más elevadas las que viven ahí, pero no podemos descartar que la gente más pobre intente hacerlo. Sobre todo, si te fijas...
Señalaste los maderos que colgaban de la nube . Seguramente a modo de cimientos, aunque algo curvados algunos e indudablemente maltrechos por la sal, podías distinguir alguna que otra densa santabárbara por el lugar. Tenía que estar asentada de algún modo, pero casi te daba miedo descubrir cómo.
- En cualquier caso lo más importante es que en la parte más alta hay un bosque entre las nubes, y nunca he visto uno. Me apetece ver cómo es, y la ciudad debe resultar muy interesante por todo lo que puedes encontrar en un lugar tan aislado. ¿Con qué crees que endulzarán el té? ¿Tendrán abejas? -De repente, algo te hizo ilusionarte-. ¿Tendrán especias únicas? -No sabías por qué las especias te llamaban la atención, pero te venía de familia-. En fin, habrá que ponerse en marcha.
Las escaleras de caracol eran al principio más bien tablones medio podridos que crujían bajo tu peso, pero los ignoraste cuanto podías. Lo que sin embargo no quisiste ignorar fue lo que te encontraste en lo que elegiste llamar "el primer anillo": Lejos de ser un pozo de miseria parecía un hervidero de actividad en el que, si bien mucha gente llevaba harapos, todo el mundo parecía casi hasta feliz. Había artesanos, puestos de comida más bien poco apetecible y algún que otro señor bañándose en un barril vendiendo "agua de mí". Preferiste desver eso, pero ya no podías.
- Igual seguimos subiendo, ¿no?
Sasaki


Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
La clínica era un lugar limpio, ni una gota de suciedad en ninguna de las paredes o suelo, bueno, o eso era así hasta que yo entré, haciendo un gran contraste con lo que veía a mi alrededor. Según entré en el suelo iba dejando huellas entre barro y sangre de alguna herida. Accedí a una especie de sala de espera donde había algunos pacientes esperando.
Según entré pude ver como todas ponían un rostro entre miedo y asombro al verme entrar, para continuar con una cara de pánico. Un par de personas salieron corriendo pasando a mi lado para salir del lugar, otro par apartaron su vista de mi y comenzaron a murmurar algo que parecían unos rezos, como si por estar quietos no pudiese verles o hacerles nada. Y de pronto una señora, bastante mayor, cayó al suelo inconsciente.
Me agaché para despertarla, pero al ver que no reaccionaba le miré el pulso. Había desaparecido. No podía ser cierto, era la primera vez que me pasaba aquello. Sin esperar a que nadie hiciese algo, comencé una maniobra que me habían enseñado en el pueblo donde me crié y por suerte no había tenido que usarla nunca. Comencé a hacerle unas compresiones en el pecho.
Apenas llevaba un par de minutos cuando salió el que supuse que sería el médico. Al verme rápidamente corrió hacia mí y me apartó de un empujón, supuse que porque pensó que estaba haciéndole algo a la señora, pero al comprobarlo comenzó a dar instrucciones, pidiéndome que volviese a hacer las compresiones.
Tras un rato, que pasó bastante rápido, la señora comenzó a respirar de nuevo. Ayudé al médico a ponerla en una camilla para que la pudiese atender.
-Buen trabajo, y perdón por la equivocación del principio – me dijo el médico un poco más tranquilo –. Pensé que le estaba haciendo algo.
-No se preocupe, estoy acostumbrado a esas equivocaciones.
-¿Cómo sabías como actuar? No es algo muy común.
-Donde me crié me enseñaron. Cuando acabe con ella ¿podría mirarme las heridas? Me hice primeros auxilios, pero creo que necesito un médico – notaba como gran parte de las heridas habían vuelto a abrirse y la ropa y vendajes se manchaban de sangre.
Según entré pude ver como todas ponían un rostro entre miedo y asombro al verme entrar, para continuar con una cara de pánico. Un par de personas salieron corriendo pasando a mi lado para salir del lugar, otro par apartaron su vista de mi y comenzaron a murmurar algo que parecían unos rezos, como si por estar quietos no pudiese verles o hacerles nada. Y de pronto una señora, bastante mayor, cayó al suelo inconsciente.
Me agaché para despertarla, pero al ver que no reaccionaba le miré el pulso. Había desaparecido. No podía ser cierto, era la primera vez que me pasaba aquello. Sin esperar a que nadie hiciese algo, comencé una maniobra que me habían enseñado en el pueblo donde me crié y por suerte no había tenido que usarla nunca. Comencé a hacerle unas compresiones en el pecho.
Apenas llevaba un par de minutos cuando salió el que supuse que sería el médico. Al verme rápidamente corrió hacia mí y me apartó de un empujón, supuse que porque pensó que estaba haciéndole algo a la señora, pero al comprobarlo comenzó a dar instrucciones, pidiéndome que volviese a hacer las compresiones.
Tras un rato, que pasó bastante rápido, la señora comenzó a respirar de nuevo. Ayudé al médico a ponerla en una camilla para que la pudiese atender.
-Buen trabajo, y perdón por la equivocación del principio – me dijo el médico un poco más tranquilo –. Pensé que le estaba haciendo algo.
-No se preocupe, estoy acostumbrado a esas equivocaciones.
-¿Cómo sabías como actuar? No es algo muy común.
-Donde me crié me enseñaron. Cuando acabe con ella ¿podría mirarme las heridas? Me hice primeros auxilios, pero creo que necesito un médico – notaba como gran parte de las heridas habían vuelto a abrirse y la ropa y vendajes se manchaban de sangre.
Contenido patrocinado
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.
|
|