CONOCIENDO AL HORROR (ROL SOCIAL - VANKO / SOWON)

No esperaba un desayuno tan apresurado, pero si el camino era largo no dudó en tomar algo de agua fresca antes de salir del hogar y proseguir el camino junto a Vanko, las horas de caminata hacia aquel pueblo minero en verdad se hicieron un poco pesadas. Tuvo que sentarse a estirar sus piernas un poco tras el largo camino y beber agua rápidamente como el herrero le sugirió, incluso llenando una calabaza para las horas que seguramente pasarían, ella lo necesitaba por un tema de salud y bien estaba comprobado que si no se hidrataba lo suficiente en cada ocasión que podía podría sufrir cierto cansancio adicional. Observó con curiosidad el medio de pago, entendiendo la elección, un material gratis era sin dudas un buen cobro y si a eso se le sumaban unos cuantos billetes solo deberían preocuparse por mantener el equipo o las provisiones, terminó de comer el improvisado desayuno, aunque el pan fuese duro no era molestia cuando se la había pasando caminando sin descanso y sus piernas lentamente se estaban acostumbrando al calor del ejercicio.

―Suena a un trato bastante justo, podríamos encontrar cierta pieza que realmente nos llame, a veces es como si las armas nos llamaran. Nos hablaran lentamente con su voz y fuese nuestro trabajo poder darles el pequeño empujón para vivir, veo que no es la primera vez que viene por aquí señor Vanko. Eso me tranquiliza un poco, al menos no tendré que enfrentarme a problemas inesperados como bien notó mi necesidad de agua que al menos pueda tragarse...―

La mujer se levantó elongando un poco sus piernas, pero con la mirada de su rostro ya recuperada y su belleza natural captando la mirada de otros trabajadores. Al parecer les quedaba un buen tiempo hasta que el jefe de la operación se mostrase, por lo cual comenzó a mirar la mina con cierta intriga. La oscuridad parecía el lugar perfecto para que se escondieran materiales poco usuales, incluso metales que todavía no había tenido el lujo de probar. Extraerlos quizás resultase una tarea complicada para su cuerpo, era de facciones delgadas, delicadas y sus brazos no se parecían en nada a los de Vanko o a los de algún obrero dudaba ser de mucha ayuda en el trabajo manual pero sí podría indicar donde picar para asegurar el menor desgaste.

―Cuando una tiene un cuerpo que no es ni fuerte ni grande, debe recurrir a la destreza y la precisión, al puro ingenio para adaptarse en un entorno tan hostil contra su propia naturaleza. Sin embargo, siento que es posible que pueda encajar en este lugar, siempre y cuando nos dejen ir a nuestro propio ritmo. No es que me interese en demasía la cantidad si no la calidad, a mayor calidad mejores precios por tanto no creo que me hagan mucho problema. Aún así, estoy dispuesta a escuchar y obedecer sin hacer una escena, esperar mucho me suele poner impaciente...―

Otra vez las ansias habían aparecido en sus gestos, caminaba de lado a lado, tratando de ocupar su mente con estiramientos y mordiendo sus labios cada tanto. No era que tuviera prisas, de hecho no tenía nada que hacer más que trabajar y quizás forjar algo de regreso al refugio si era que su cuerpo no desfallecía en el interior de esa mina. Pero incluso ante esa imagen grotesca de ella enterrada entre escombros o ahogada entre gases tóxicos, le hacían más difícil la espera. No es que quisiera morir, pero incluso la idea de la muerte impacientaba aún más a alguien tan ansiosa como lo era la herrera.

Al final no habían encontrado mucho, por lo que Sora y Ocho volvieron al puerto, parecía el lugar donde podía preguntar casi cualquier cosa sin ser juzgado. Se detuvieron para preguntarle a un hombre corriente que llevaba consigo una cubeta de pescados.

— Buenos días amable Señor, ¿Conoce algún buen herrero por estos lares? — Ocho aparento ser una persona con un porte increíble y alta jerarquía. Sin embargo no funcionó en lo absoluto.

— Para nada, pero tengo pescado, de una excelente calidad, ¿Desean un poco? — El hombre era un mercader, que se ganaba su vida vendiendo los pecados que el mismo capturaba.

Así como está interacción pasaron muchas otras, hasta que estaban por darse por vencidos, no encontraban un herrero y tampoco podían encontrar a Prometio para ver si este había logrado encontrarlo. Cuando se disponían a subir a la moto para salir del puerto hacia algún lugar, ya daba igual a donde, en este sitio no habían encontrado información. Sin embargo justo en ese momento un mercader ambulante apareció.

— He escuchado de mis compañeros que ustedes buscan un herrero, ¿Eso es cierto? — Aquel hombre se acercó a ellos, no parecía alguien de fiar, pero en momentos como este no tenían mucho más que hacer.

— Si, buscamos un herrero capaz de forjar un martillo para Sorachi— La pequeña se encargaba de contestar mientras Sora le hizo señas al hombre para que entendiera que para este era imposible hablar. Aunque no fuese así, era mejor que las personas de esta isla creyeran esto.

— Por una pequeña cantidad de monedas puedo decirles de uno muy bueno, sin embargo que lo encuentren será cuestión de suerte, pues es alguien grande y muy escurridizo. — Como todos los criminales pensó Sora, este probablemente quería engañarlos, sin embargo se desprendió de unos cuantos berries y este les explicó que el herrero posiblemente se encontrase en una mina y que podrían llegar en su motocicleta.

— Muchas gracias señor mercader, no coma cosas del suelo para que no se enferme — culminó la pequeña con sus palabras a lo que Sora golpeo su cabeza en modo de lección. Pues era un extraño y no era correcto que le hablase con tal naturalidad. — Atatata, perdón — Exclamó la pequeña mientras sonreía.

Sora de inmediato emprendió el viaje hacia el lugar que había indicado el mercader, no sabía si esto era mentira o no, pero no tenían mucha más opción, debían obtener las armas, un pirata desarmado es un regalo para la marina o la legión, incluso para los cazadores de recompensas. Mientras continuaban a toda velocidad Sora comenzó hablar con la pequeña — Lla..ma a Pro..me..tio, ex..plí..ca..le  ha..cia don..de  va..mos y  que  nos en..con..tra..re..mos ahí — Concluyo diciendo.

La pequeña tomó su ko den den mushi para llamar a Prometio, este les había dado su señal. — Promechi -Saaan, nos encontramos con un mercader que nos dio la dirección de un supuesto herrero y vamos en camino, dirígete hacia las cuevas del oeste del puerto nos encontraremos en la entrada de la mina — Sin esperar una respuesta del contrario la pequeña colgó, tampoco sabía si este le había entendido del todo pues Sora iba a gran velocidad, quería dar con el herrero lo antes posible, para salir lo antes posible de aquel lugar, tenía otros planes a futuro y necesitaba culminar con esto.

La pequeña caminata por el pueblo nos había arrastrado fuera de este, tras comprar una paleta de cereza, mis dos compañeros animales parecían muy entusiasmados por recorrer el frondoso bosque que se nos plantaba enfrente, siendo completamente honestos a mí también me llamaba mucho más la atención recorrer aquellos paisajes tan verdes que buscar una armería en el pueblo. No tenía prisa, ya después me preocuparía por encontrar el remplazo de mi espada. La más emocionada cuando llegamos a la entrada del bosque fue Kirara, la manera en la que corría feliz a través de toda la maleza me hizo pensar en lo deprimente que habría sido su vida como un animal de circo, le dejaría correr a gusto por todo el lugar. Arrhenius se encontraba más tranquilo, caminaba a mi lado mientras curioseaba los árboles de aquel bosque.

-Es un gran lugar, ¿no lo creen? -les dije mientras notaba sus rasgos de felicidad.

De alguna manera u otra, uno de mis sueños comenzaba a tomar forma, aunque apenas tenía a mis dos primeros ejemplares, era el inicio de mi zoológico infinito. Seguimos caminando por aproximadamente una hora más, el aire que soplaba en ese sitio se sentía limpio, fresco, comenzaba a sentirme realmente enganchado a ese lugar, por algunos minutos había olvidado incluso que había viajado acompañado. Comenzó a sonar mi den-den mushi.

-Mercader... herrero... en la mina- Ocho colgó su den den mushi.

Sonaba bastante agitada y había logrado entenderle por completo, quizás me tuviera que reunir con ellos en una mina... pero, ¿en dónde exactamente estaba? Estaba a mitad de la nada, sin ninguna referencia como para ponerme en marcha. En los minutos que mis animales y yo pasamos pensando ocurrió algo asombroso, parecía una escena pintad de algún libro de fantasía, mis ojos no daban crédito a lo que estaba pasando, ¿cómo podía ser posible así? La parte inferior era la de un león, tenía unas alas enormes y la parte superior era la de un águila; mis ojos no se equivocaban, indudablemente era un grifo. Eso no era todo, aquella bestia majestuosa se encontraba en una pelea contra una manada de nada más y nada menos que... ¡basiliscos!

Tanto KIrara como Arrhenius miraban, al igual que yo, con incredulidad la escena que estaba frente a nosotros. Los basiliscos parecían tener la ventaja sobre el pobre grifo que ya sangraba de las alas, me supo mal que los basiliscos atacaran a la bestia alada. La triste mirada de el grifo al defenderse hizo que no me lo pensara un segundo más: teníamos que darle la bienvenida al tercer miembro del zoológico infinito. Activé el poder de mi fruta y mi aspecto cambió rápidamente al de mitad baryonix mitad humano. Ñe ordené a Arrhenius que se montara sobre la espalda de KIrara y estuvieran a la espera de mis órdenes.

Casi treinta minutos de espera pasaron antes de que el capataz finalmente hiciera su entrada, portando consigo las órdenes de Dunn Arbil, el ingeniero jefe. El objetivo del día estaba claro: buscar vetas. Después del trágico derrumbe que había sacudido la galería este días atrás, Arbil había tomado la decisión de cerrarla definitivamente debido a su inestabilidad. Aquel acceso, entonces, había sido volado con explosivos para evitar futuros desastres. Ahora, la presión era encontrar una veta de categoría que compensara las pérdidas. “El que encuentre la mejor se lleva el barrilete de cerveza de veinte litros, ya saben como funcionan los complementos salariales señores.”, dijo el capataz

"¿Te sientes con suerte, Sowon?", le preguntó Vanko a su compañera mientras el capataz les miraba con expectación. La introdujo a la cuadrilla con una pizca de humor áspero que caracterizaba su estilo. "Señores, os presento a Sowon. está echándome una mano en la forja, tiene mala ostia y vosotros tenéis esposas e hijos. Así que, mantened las manos quietas y cuidad vuestros dedos", advirtió con una cadencia casi mecánica.

Vanko continuó, sintiendo la urgencia de la tarea que los aguardaba en las profundidades de la mina: "Vamos a excavar como cerdos para encontrar una veta de calidad rápidamente y volver a casa con el salario merecido. Sowon, estos son Mellao, Rudo y Mediodedo. Prepara tus herramientas y únete a ellos. Todos, cargad las lámparas y entrad."

Así, la cuadrilla se sumergió en la oscuridad de la mina, equipados con picos, palas y lámparas de aceite. La temperatura descendía rápidamente, y el aire se llenaba de un polvo constante que se adhería a sus rostros sudorosos. Sowon llevaba pellejos de agua en vez de explosivos, prebendas de ser la nueva. Tres horas de esfuerzo incesante transcurrieron, mientras picaban, perforaban y hacían voladuras controladas. Tras eso siempre la misma mecánica, arrastraban rocas grandes y sacarlas en vagonetas junto a kilos y kilos de polvo y escoria que recogían a paladas. A medida que la montaña cedía terreno, la fatiga comenzaba a pesar sobre sus hombros, pero el pensamiento de ese prometedor barrilete fresco de cerveza los impulsaba a seguir adelante.

Entonces, como una revelación de las entrañas de la montaña, con una picada certera de Mediodedo apareció ante ellos una veta de un mineral reluciente. Era titanio, o más precisamente, óxido de titanio. Con cuidado, picaron las rocas circundantes para dejar expuesta la mayor parte de la veta. La emoción se apoderó de la cuadrilla; si esta veta resultaba ser profunda, el día estaba hecho. Vanko ordenó preparar el taladro manual, entre todos lo acoplaron contra la zona central del muro y vuelta tras vuelta, despacito, añadiendo agua con cautela de no partir la gran broca de 2 metros con el fin de extraer una muestra del sustrato. Durante una hora, perforaron con esmero, ansiosos por confirmar la calidad y profundidad de la veta. Al sacarlo lo vieron: una barra casi completa de mineral. Era un filón.

"¡Esto promete muchachos!", exclamó Vanko con entusiasmo al limpiar la barra con un trapo mojado. "Sowon, ayúdame a empacarla para llevarla arriba. Después de casi seis horas bajo tierra, podríamos haber terminado ya."

Con meticulosidad, embalaron la barra en unas cajas de metal preparadas a tal efecto junto con el equipo de perforación. El peso de la muestra parecía insignificante en comparación con la magnitud de lo que su hallazgo suponía. Antes de volver, extrajeron con los picos unos buenos trozos en pago para los mineros que cobraban en especie en la cuadrilla, y con un par de grandes sacos de material a sus hombros. Comenzaron el arduo ascenso desde las profundidades de la mina, dejando atrás las sombras que habían sido su mundo durante esa larga jornada de trabajo.

Al llegar al gremio e ir a entregar al capataz la muestra, le dijo, “Ha llamado ese mercader que te consigue los libros, dice que te manda un cliente para la forja, que es raro pero no parecía peligroso. Según ha dicho, esta subiendo por el camino del este, el que viene desde la ciudad. No debería tardar mucho en llegar, llamaron hace varias horas.”,mientras miraba la muestra continuó, “Buena barra esa galeria promete, podéis parar por hoy e ir a refrescaros, esperaremos al resto de equipos vuelvan a ver quien se corona con el barril, mientras, podéis consumir lo que queráis del gremio”, dijo haciendo un gesto con la mano de que aun debíamos pagar la bebida.

Vanko, dejo sus bártulos en un rincón, sacó un cigarro y se sentó en un pollete de la entrada del gremio a esperar.

La experiencia fue algo más ameno de lo que había creído, la mujer asintió ante lo de sentirse con suerte, conocía que estaba ante uno de los mejores y quizás más fuerte minero de toda la mina e incluso llevaba algunos refuerzos para que el trabajo fuese mucho más sencillo. Ver en la oscuridad no era su fuerte, por lo que agradeció la luz artificial a la par que reía ante los comentarios de Vanko.

—Quizás no sean sus manos lo único que pierdan, solo digo que mi lengua no es lo único filoso.—

Sus comentarios encendieron algunas risas nerviosas entre los mineros aunque Sowon aclaró que tan solo estaba bromeando. La ruta siguió como habían previsto, lejos del peligro del derrumbe y trabajando codo a codo para encontrar una beta que realmente valiera el esfuerzo y tiempo.

La revelación ante sus ojos pareció causar la misma impresión que al herrero, era algo totalmente nuevo ver el metal en estado natural incluso antes de ser extraído. Observó el detalle y buscó los puntos precisos para su extracción, marcando estos con ssu pico y al parecer dio resultado para que no solo tuvieran un gran material si no para no arruinar el punto del mismo.

Claro que el trabajo ya comenzaba a pesar, la caminata, el peso de las herramientas, el ambiente poco saludable y el polvo que se juntaba. Por suerte solo deberían salir y todo sería como siempre, y así sucedió. Lentamente los rayos del sol acariciaron su piel cubierta de polvo y hollín, las velas ya no eran necesarias y el aire no se sentía como una mezcla de especias en las fosas nasales.

Suspiró estirando sus brazos mientras tomaba una bocanada de aire, seis horas que no se sintieron tan largas pese al dolor de su cintura y todo el agua que se había bebido. No hubo derrumbes ni muchos contratiempos más que los dolores típicos en su cuerpo tras un trabajo tan demandante. Al menos pudo untarse algo en sus manos para que no ardiesen y se tomaría un buen baño al volver al refugio. Estaba bastante desarreglada aunque tras lavar un poco su rostro, mostraba esa belleza natural y la piel aterciopelada intacta. A veces la naturaleza era bondadosa...

—¿Un cliente? Eso si no lo esperaba, parece que nos siguen esperando noches ardientes. Tal vez sea mi impaciencia, pero no será aquello que veo a la distancia ¿Verdad? El atardecer me dificulta saberlo con claridad pero parece un vehículo, algo extraño en esta isla...—

La mujer se sentó cerca del herrero mientras tomaba un poco de agua y observaba el horizonte, colocando una mano por encima de sus ojos para tratar de precisar que tipo de transporte estaba viendo.

Tras un largo viaje, al final podían ver aquel edificio, era ese el lugar en donde había comentado el mercader, El corazón de Sora se sentía cada vez más veloz, era real, el mercader no los había engañado. En verdad había un herrero por estos lares. Habían más de una persona sentados ahi, tomando algún tipo de bebidas. Al estar lo suficientemente cerca del edificio, Sora y Ocho bajaron de la motocicleta plegable, a lo que nuestro pirata tocó uno de los interruptores de la moto y está volvió a su estado original y así pudo colocarla en su espalda, no sin antes tomar su martillo en mano ya que tener ambas cosas en la espalda era demasiado incómodo.

Era imposible no percatarse de aquel hombre tan grande, su cabello plateado y su cara, bueno, su cara tenía sus detalles. Sora caminaba lentamente con su martillo en mano y Ocho iba a su lado con una sonrisa alentadora.

— Ho...la— Sora comenzó hablar sin embargo Ocho le interrumpió — Buscamos un herrero, un mercaderchi nos dijo que podíamos encontrar al mejor por aquí — Sora no dijo nada más pero le dio una mirada de regaño a la pequeña. Entiende su emoción sin embargo hay cosas que tienen que hacer los adultos.

— Mi nom...bre  es  Ry...uji  So...ra, soy ha..bi..tan...te  de las is...las del cie...lo. — Las palabras en su mayor lentitud posible se formulaba en Sora, quería dar a entender que no era alguien malo, o un criminal peligroso. Aunque lo de criminal puede que un poco si.

— Yo soy, TS8, pero me pueden llamar solo Ocho. — añadió la pequeña con una sonrisa. Era evidente que no era un lugar para una niña pequeña, habían hombres y mujeres evidentemente sudados, llenos de polvo y claramente muy cansados. No había motivo para que tuvieran que hacer el trueque el mismo día. Aunque parecían escepticismo Sora les quiso demostrar que hablaba enserio. Tomó una bolsa con 250,000 Berries y la puso en el piso delante suyo, también colocó su estoque y su martillo.

Dando a entender que quería que forjaran para el estás mismas armas, sin problema alguno. — Ve...ni..mos des..de  o..tra  is..la, que..re..mos que for..jen  pa..ra  no..so..tros  es..tás  ar..mas  ya que las nu..es..tras  es..tán  da..ña..das — Escuchar a Sora hablar tan lentamente no era muy agradable para las personas impacientes, pero este tenía en mente lo que podrían pensar si debaja que solamente hablase Ocho. Por lo que quería demostrar que a pesar de hablar o moverse lentamente, este podía hacerlo.

Aun así, Sora miraba fijamente aquel hombre, era verdaderamente grande, tango como su forma animal debía medir al menos unos 6 metros a lo mucho. Era espectacular. Aunque no parecía un gigante, había leído en alguna parte acerca de personas como él, pero no era el momento de recordarlo. Aunque a su lado había una dama, era bastante hermosa sin duda, lo que hizo que Sora apartara la mirada momentáneamente del gran hombre de pelo plateado.

Aunque llevaba ya un buen tiempo usando mi Ryu Ryu no mi, nunca dejaba de sorprenderme lo mucho que mejoraba mi rendimiento en las batllas, había visto ya a un par de usuarios a lo largo de mis viajes, pero estaba convencido de que mi fruta era una de las mejores. Concentré toda mi energía en la espada, era momento de poner en práctica la técnica que había desarrollado en el barco de Sora, el chispazo en el flujo de energía prendió todo el acero y mi espada se envolvió en llamas.

-Flare: spice candy -claro que decir el nombre de tus técnicas te hacía ver genial- ¡no te preocupes majestuosa bestia, en un momento te brindaremos ayuda! -le grité al grifo.

Eran cuatro bichos en total, de metro y medio más o menos cada uno y cada uno de ellos igual de feos que el anterior, ¿a qué misterio de la evolución se le habría ocurrido crear semejante aberración? Digo, sabía que Arrhenius no era la criatura más mona del mundo, pero lo cierto es que una serpiente, dragón con cara de gallo, eso sí que pasaba incluso de mi gracia. Me lancé corriendo a toda velocidad contra el primero de los basiliscos agitando mi espada ígnea en con un tajo hacia abajo, aquella bestia era muy ágil y logró esquivarlo con un salto, enseguida usé toda mi fuerza para cambiar la dirección del ataque y regresar el tajo hacia arriba, alcanzando a realizar un corte superficial al basilisco en su pecho y quemando parte de su plumaje.

No tenía que derrotar necesariamente a todos los basiliscos, mientras lograra quitárselos de encima al grifo bastaba. No sabía si aquellas criaturas medievales eran tan venenosas como en los cuentos de fantasía en los que solían describirlos, así que procedía con sumo cuidado y evitaba que mis dos animales intervinieran mucho en la pelea, al menos no te convertían en piedra solamente con la mirada.

-¡Lollypop break! -grité mientras daba un giro rápido y agitaba la cola.

La onda de choque impactó de lleno en otro de los basiliscos y retrocedió un par de metros, los suficientes para que el grifo pudiese quedarse en un dos vs uno contra aquellos bichos, confiaba en las habilidades de la bestia majestuosa para defenderse de un par y, confiaba también en la mía y la de mis bestias, para ahuyentar al otro par que había logrado quitarle de encima.

-¡Kirara, Arhhenius, cúbranme las espaldas! -la tigresa corrió a toda velocidad para vigilar mis espaldas y lanzó un rugido estremecedor. El mono, que iba a sus espaldas, adoptó una postura de defensa y se mostraba listo para aventar un chorro de telaraña por el trasero.

Había olvidado comunicarme con Ocho y Sora, en cuanto saliera de ese embrollo les buscaría por medio del Den Den Mushi.

Una moto apareció en el horizonte, su ruido interrumpió la tranquila tarde en la que nos encontrábamos. A medida que se acercaba, vimos a dos viajeros, cuando llegaron a nuestra altura, descendieron de ella con calma y parsimonia. El conductor plegó la moto en su espalda de una manera que dejó a todos intrigados. El primero en presentarse fue un chico de movimientos pausados y una forma peculiar de expresarse; se llamaba Ryuji Sora. A su lado, una Gyojin jovencita de movimientos ágiles y lengua afilada se presentó como Ocho. Juntos, formaban una combinación inusual pero intrigante. Los dos se acercaron a nosotros con una expresión de determinación y mostraron un saco lleno de berries como señal de su intención de que no venían en busca de un servicio gratuito. La conversación comenzó con Ryuji, quien hablaba con calma y serenidad. "Venimos a arreglar nuestras armas", dijo, "y estamos dispuestos a pagar por ello".

Mis ojos se posaron en Sowon mientras evaluaba la situación. El día había transcurrido inusualmente tranquilo, y esta oferta inesperada parecía una oportunidad para ganar dinero extra. Le dirigí una sonrisa con un toque de humor. "¿Te sientes con ganas de martillear?", pregunté. Mientras esperaba la respuesta de Sowon, continué atendiendo a los viajeros.

Me levanté del pollete donde estábamos sentados, me despedí de los chicos y tomé nuestro sueldo en menas. Luego, me dirigí a los recién llegados con una actitud abierta y cordial. "Pueden recoger sus armas y seguirnos", les dije, "si sus intenciones son sinceras, estoy seguro de que podemos llegar a un acuerdo. Ha sido un día tranquilo por aquí y me siento con energía después de todo".

Noté que el sol comenzaba a bajar hacia el horizonte, y recordé que no había caminos adecuados para vehículos hasta nuestra forja. Me reí entre dientes antes de decir en tono jocoso, "No hay caminos practicables con moto hasta mi hogar, así que tendremos que subir a pie". Luego, volví la mirada hacia los nuevos y adopté un tono más serio. "Os advierto que si intentáis engañarnos o hacer algo en mi perjuicio, las cosas no terminarán bien para vosotros. Ahora, vamos antes de que la noche caiga".

Comenzamos a ascender colina arriba, dejando atrás la mina donde habíamos estado durante todo el día. Mientras avanzábamos, encendí un cigarro y lo sostuve la comisura de la boca disfrutando de la brisa fresca que acariciaba nuestros rostros sudados. Sabía que el viaje sería cansado, pero ya tocaba volver a casa una vez mas. Mientras nos alejábamos, contemplé el horizonte y anticipé la tarea que nos esperaba en la forja. Era otro día inesperado , que se le va a hacer...

La mujer alzó la mirada, lo primero que notó fue aquellos pasos y la lentitud del muchacho, su impaciencia se marcaba en su rostro y eel repiqueteo de su pie. Eran clientes después de todo pero prefería hablar con la niña que esperar una eternidad para recibir unas tres palabras del chico. Pese a todo su malestar interno, se levantó al escuchar a Vanko iniciar el trato con ellos, caminando suavemente hasta las armas y tomando el estoque entre sus manos. Observó las mellas y otros signos de desgaste, no era un arma que valiese mucho la pena reparar ya que seguramente dentro de poco podría partirse al no ser más que un objeto tratado por manos poco experimentadas. Le recordaba en parte a sus primeras dagas que no mantenían un buen temple.

—¿Reparar o a lo mejor buscas un arma nueva que reemplace estas? Lo que tiene aqui señor Ryuji, son armas que están llegando al final de su vida, alargar su agonía me parece algo inadecuado. Puedo ver cierta curvatura en el estoque y presiento cierta fisura en este punto de la hoja, en especial si miramos el templado puedo notar que recalentaron la hoja en su proceso generando a la larga una fragilidad. ¿Qué opinas Vanko? No quisiera hacerles perder su valioso tiempo, en cuanto al estoque creo que sería mejor un reemplazo...—

Se tomó la libertad de realizar la evaluación de ambas armas, en especial del estoque ya que era su especialidad aunque tendió el arma a su compañero herrero para que este mismo pudiese confirnar o desmentir dichas afirmaciones. Seguramente para el tamaño de Vanko no fuese más que un escarbadientes, por lo que si no molestaba la mujer deseaba tener la tarea de forjar las armas de filo mientras Vanko se encargaba de los martillos y armas mucho más grandes.

—Siempre es bonito cuando das esa advertencia, en especial cuando está oscureciendo. Pero como mi compañero ha dicho, será mejor que no intenten nada en busca de un servicio gratuito. Nuestro trabajo tiene un costo justo, pero podremos charlarlo al llegar al lugar.—

La mujer inclinó la cabeza con un gesto elegante que recordaba a su actitud habitual al tener un kimono encima pese a que se veía algo gracioso en sus ropas de trabajo. Continuando su camino con el herrero, pensando en los diferentes escenarios con los que podrían forjar. Tal vez dudando que hacer con la niña, sin dudas, tras tanto hablar de sacrificios una pequeña chispa se encendía en sus ojos al mirarla pese a que tal vez no era el momento de tomar tales medidas. Sus armas al menos, no reclamaban sangre con tanta ansiedad, de momento guardaría sus inquietudes baajo aquel rostro solemne.

Kirara, Arrheius y yo habíamos hecho gala de nuestras habilidades al combatir, tras unos minutos blandiendo mi espada en llamas y de mis bestias cubriendo mis espaldas, habíamos logrado ahuyentar a nuestro dúo de basiliscos. Esos bichos eran fuertes, había tenido que transformarme en mi forma dinosaurio para ahuyentarles y ni aún así había logrado establecer una superioridad clara, habían esquivado la mayoría de mis cortes, probablemente sólo se hubieran marchado porque no veían tan claro que nos convirtiésemos en su cena. Volteé a ver al grifo, había logrado ahuyentar a uno de los basiliscos y el cuerpo del otro yacía sobre una de sus patas de águila, aunque había salido victoriosos tenía su cuerpo lleno de heridas y cortes, sus alas parecían estar dañadas por los picotazos de los basiliscos. Me acerqué lenta, pero seguramente con él.

El grifo se mostraba reacio a recibir atención y lanzaba un pequeño gruñido cada que quería revisarle sus alas sangrantes. Revisé entre mis cosas y saqué uno de mis bizcochos, la bestia alada se lo comió de mala gana y comenzó a mirarme fijamente. Kirara y Arrhenius se acercaron con el grifo y comenzaron a compartir... ¿palabras? Parecía como si estuviesen hablando y discutiendo, después de un par de minutos parecía que la bestia alada estaba dispuesta a acompañarnos; tendría que agradecerles más tarde a la tigresa y al mono, una carne de primera calidad y una canasta de frutas estaría bien para ellos.

-Hola, Ocho, Sora, ¿están ahí? -trataba de comunicarme con ellos por el Den Den mushi, pero no tomaban mi llamada.

Ocho, por lo que había entendido, quería decirme que había un herrero cerca de las minas, desconocía por completo dónde podrían encontrarse, pero seguramente tendrían que estar cerca de alguna montaña. Decidí tomar suerte con la montaña que se encontraba al oeste, deshice mi transformación de dinosaurio y me puse en marcha junto a mis tres acompañantes.

Después de caminar un par de horas el Sol comenzaba a ocultarse sobre las montañas, apenas un par de rayos iluminaban el denso bosque en el que nos encontrábamos. A lo lejos y, con la poca luz que quedaba, alcancé a avistar la reconocible silueta de niña pequeña de Ocho, se encontraba con Sora y otras dos personas más que no alcanzaba a distinguir sus siluetas.

-¡Heeeeey, Sora, Ocho! -les grité para que esperaran un poco- ¡Adivinen qué me ha pasado! -agregué mientras caminábamos hacia ellos.

— Pro..meeee — Sora podía ver a su amigo acercarse, por lo que este y Ocho movían sus brazos para que este fuera hasta donde se encuentran, ya habían caminado casi dos horas, por lo que podían intuir que estaban un poco cerca del lugar, aunque se retrasaron mas por la lentitud de Sora, que aunque no era tan drástica como al inicio de su aventura hace meses., aun seguía siendo menor a la de una persona normal.

—Promechi, me dejas subir en tu tigresa, por favor— La pequeña Gyojin se encontraba un poco deshidratada, no era lo mas seguro llevar a una niña de su especie a un lugar donde no hay demasiada agua y estarían caminando. Aunque Sora le ha dado toda el agua que tenia, esta la tomaba y echaba un poco en su cuerpo para mantenerse hidratada.

Sora toco el hombro de Ocho y señaló a los herreros que se encontraban caminando con ellos, quería que esta le diera a entender a su compañero prehistórico que estos eran los artesanos en el arte de la forja o simplemente los herreros. —Promechi, ello son los herreros, la señorita que parece una muñeca y el señor grandote, parece un gigante, pero Sora dice que es muy pequeño para hacerlo — Sora al escuchar lo ultimo se puso alerta y pellizco levemente a Ocho. Sintió vergüenza por un momento ya que era verdad, lo había comentado, pero no pensaba que la inocencia de la pequeña hiciera que estos pensamientos salieran a la luz. — Atatata, perdón — añadió la pequeña con una sonrisa.

Sora cargaba su moto plegable en la espalda mientras caminaba con su martillo en mano, era bastante pesado, sin embargo caminaba como si esto no fuese un problema. ¿Que era eso que venia detrás de Prometio?. —Cui..da..do— Sora se puso en guardia al ver al grifo caminar tras de Prometio, no le parecía extraño, pues ya se había dado cuenta de que este compañero desarrollo un amor incondicional por las bestias y al parecer mientras mas extraños mejor.

Sora había levantado su martillo para atacar en dado que fuera necesario, aunque la bestia se movía con total tranquilidad, ya que esta parecía amistosa o al menos eso si, solo con Prometio y sus bestias. Ese animal majestuoso, era increíble, había escuchado de ellos, pero no había tenido la oportunidad de encontrase con uno frente a frente.

Mi mirada se posó en el tercer hombre que se acercaba a paso seguro hacia nuestra posición. Mis ojos se estrecharon en una evaluación rápida. "¿Otro cliente tan pronto?", pregunté con un tono de voz tranquilo, pero serio e inquisitivo. Giré la cabeza hacia Sora, "¿Respondes por él?", le cuestioné con una expresión seria, asegurándome de que no estaban admitiendo a un extraño en mi círculo sin un cuidadoso escrutinio.

Escuché con atención a la niña hablar de nosotros y la contesté, "Solo semigigante, pequeña Takoyaki, ese detalle te faltaba en tus pesquisas", tras esta respuesta rompí a reír de una forma ruidosa y extraña que rompió la tensión en el aire. Era una risa franca y desinhibida, una de las pocas veces en que permitía que su humor aflorara en plenitud.

Mientras los demás hacían señas al recién llegado, crucé mi mirada en los ojos de Sowon, estoy seguro de que mis ojos chispearon con ansias y determinación, como la de un depredador que detecta una presa exquisita. "Parece que podremos forjar algo digno", pensé, sabiendo que Sowon compartía su pasión por la forja y la creación de armas extraordinarias y sus escasas reticencias a hacer lo necesario para conseguirlo. Sus ojos se encontraron en las criaturas que acompañaban al nuevo, y una idea se formó en nuestras mentes. Podrían encontrar la materia prima perfecta en estos seres majestuosos.

Esbocé una sonrisa torcida, una expresión que mostraba su confianza en la misión que se avecinaba. "Ya nos alcanzará, no falta mucho, pero quiero llegar antes de perder la luz, y no eres de carreras precisamente", bromeó con Sora, apremiando a todo el grupo a continuar camino adelante.

Así, nuestra pequeña comitiva se adentró en el robledal que cubría la entrada a mi hogar, avanzando con determinación y la promesa de lo que vendría. Después de algo más de media hora de paseo, finalmente llegamos a nuestro destino.

El hombre de los animales nos alcanzó, y yo por mi parte no perdí tiempo en explicar las consecuencias de actuar en mi contra. Después de asegurarme que lo habían comprendido y de que todos estuvieran cómodamente sentados en los bancos que había colocado a la entrada, tomé asiento y encendí un cigarro ofreciendo a los presentes después. Serví té frío en cuencos de madera para todos y me incliné hacia adelante, mis ojos del color del crisol de la forja miraron y valoraron a cada uno de los clientes. "¿Qué quieren y cuánto lo quieren?", pregunté con calma, dando a entender que estaba dispuesto a escuchar sus historias y peticiones con toda la paciencia del mundo. Sabía que detrás de cada visitante había una razón, una necesidad o un deseo, y estaba listo para negociar y, si fuera necesario, desafiar las circunstancias para cumplir con sus demandas.

El camino se sintió algo más pesado de lo común, aunque la mujer alzó la mirada al escuchar una voz familiar. Los recuerdos invadieron su mente, a la par que giraba su rostro, un cliente y un viejo conocido. Inclinó su cabeza, sorprendida de verlo llegar con un zoologico tan diverso como extraño, recordando que no tenía nada de aquello la vez que el destino les juntó un tiempo atrás.

—Caballero de promesas dudosas, miré que encontrarnos aquí tras tanto tiempo. No conocía que se dedicase a criar mascotas o pasear cachorros, aunque bien parece que su amigo no es muy amante de ellos. ¿Usted también viene a por un arma Prometio? Si ese es el caso, podremos saldar mi pequeña deuda pendiente..—

Sowon sonrió ante el recién llegado, para luego distenderse de los comentarios sobre la raza de Vanko. Más bien, prefirio aceercarse a este y comentarle sobre Prometio, ya que le conocía un poco y expresar algunas dudas sobre lo que el herrero intuía si bien no se desataría una batalla campal era preferible reducir el conflicto.

—Aunque bien estaré encantada de forjar, conozco al hombre zoologico y no creo que estemos en sintonía. Digamos que hay cosas que no se atreve a explorar, por lo cual, si deseamos un buen pago estaría bien no presionarlos mucho... ya habrá mejores forjas que exijan ese precio.—

Habló por lo bajo mientras continuaban avanzando, al menos las bromas del herrero parecieron calmar el ambiente un poco y una vez en el refugio Sowon se adentró a su espacio para ponerse unas prendas más holgadas y relajadas. Le dolían los pies, pero aquel té le ayudaba a relajar los músculos, su kimono negro y su cabello suelto le dotaban de una peligrosa belleza y más cuando sobre su regazo reposaba su espada. En cierta forma se habían extrañado mutuamente, tomó con delicadeza la hoja, levantando la cabeza y permitiendo a su cabello caer hasta sus hombros.

—Solo faltan las condiciones, pueden ver el resultado de mi trabajo, a simple vista es un arma de buena calidad que no será tan endeble como el metal que han traido. Sin embargo, sepan comprender que un trabajo así conlleva ciertos sacrificios, por el momento es preferible centrarnos en las preguntas que Vanko realice y luego en las especificaciones...—

Expresó solemne demostrando la capacidad de su hoja para rodearse de escarcha antes de volver a guardarla. Recorriendo con su mirada a todos, en especial buscando los ojos evasivos de Prometio. Desde esa noche le reconfortaba sentir esa inquietud o incomodidad en la mirada del hombre. Lentamente pudo estudiar a cada uno, posando sus dedos sobre la empuñadura de su creación, si Vanko se lo permitía ella tomaría el encargo de Prometio y todo lo que involucrase espadas.

Se notaba que Sowon era algo más impaciente, pero dedicada en su labor, prefirió dejar claras las cosas para no perder el tiempo y poder pasar cuanto antes a la acción. Una dualidad entre herreros que a su manera se complementaba.

Cuando alcancé a mis compañeros de barco, mis ojos no podían creer lo que veía, era nada más y nada menos que la Cazadora Sowon, ¿quién diría que nuestros caminos en realidad sí se iban a volver a cruzar? Tan hermosa como la recordaba, sólo que con las manos un poco más maltratada, recordé que aquella vez me había dicho que era, de hecho, también una herrera.

-Me encantaría usar una espada forjada por ti -dije lanzando una sonrisa coqueta- o bueno, por  ¿ustedes? -pregunté viendo al gigante que, al parecer no era un gigante- Prometio, encantando y esos son Kirara, Arrhenius y un pequeño grifo que nos está acompañando- dije señalando a cada criatura.

Debía decir que no estaba acostumbrado a ver a gente tan alta, era increíble pensar que ni siquiera se tratase de un gigante. ¿Sería un herrero también o tal vez un amigo de Sowon? Me contuve mis preguntas debido a que su enorme presencia intimidaba un poco y, además, parecía tener cara de pocos amigos. Seguí el sendero a la casa del, ¿semigigante? por una media hora más, el Sol se ocultaba por completo y los matices del cielo que podían observarse desde la montaña eran increíbles, dignos de una fotografía. Finalmente llegamos a su refugio, una acogedora casa, le pedí a mis tres acompañantes animales que esperaran afuera. El tío grandote me ofreció un cigarro y lo acepté gustoso. Sowon indicaba necesario responder las preguntas del hombre llamado Vanko, así que lo hice sin poner muchos peros.

-He perdido mi espada en mi última aventura con Sora, un extraño animal nos atacó y dejé clavada la espada -inhalé una buena bocanada de humo- la bestia aquella era muy fuerte y tenía que cargar al peliazul en mi espalda porque quedó muy herido- exhalé el humo como chimenea- así que no podía jugar con mi suerte para recuperarla, en pocas palabras busco reemplazarla. ¿Algo en especial? Me encantaría un arma que pueda resistir altas temperaturas, he estado desarrollando ataques que necesitan esas especificaciones -eché una mirada a Sowon que ya había visto uno de esas técnicas- aunque creo que esta tampoco está del todo bien -mostré mi otra espada.

Vanko había preparado un té que se veía muy apetitoso y me atreví a tomar una taza, tenía un gran sabor. Tomé mi bolsa de dulces y ofrecí bizcochos y chocolates para todos, el ambiente aún estaba ligeramente tenso, así que esperaba que con ese se aliviara un poco más.

-Por supuesto que tengo el dinero suficiente para pagarlo -agregué con una sonrisa.

Al parecer Prometio conocía y quien sabe de que manera a la dama que se encontraba junto al herrero, quien no dudo en ofrecerse para forjar las armas del prehistórico. Que basto es el mar y que pequeña es la tierra. La hospitalidad era diez de diez, no podía quejarse incluso le ofrecieron un té que estaba tan delicioso que dejó a Sora y Ocho deseosos de una taza mas.

Prometio explicaba lo que había pasado con su arma, era evidente que yo parecía el débil en esa historia, pero no importaba. Al final terminó siendo una carga mas que una ayuda en esa batalla. — Pa..ra en..ten..der..lo— Sora se levantó para usar su técnica SNS  —tienes que verlo por ti mismo — Continuó — Este martillo lo he robado de una armería hace un tiempo, pero ya se encontraba en malas condiciones, no lo he usado mucho y entiendo que si voy a una pelea enserio, el martillo terminara destruyéndose, por otra parte, mi estilo es dual, utilizo tanto el martillo como el estoque — Sora se movía libremente por el lugar, sus músculos estaban destensados aunque por poco tiempo, saltaba de un lugar a otro para sentirse mas libre que de costumbre. —  No tienen idea de lo difícil que es vivir con esta enfermedad, me siento prisionero de mi propio cuerpo, por eso desarrolle esta habilidad— Sora estaba hablando mas de lo normal, el haber caminado tanto al parecer había conseguido que Sora se estrese.

— El té estuvo realmente exquisito, me encantó, por cierto, este es mi estoque, me lo había regalado mi abuelo, pero conforme mi fuerza va aumentando, siento que dentro de nada estaría realmente destrozado. — Sora se acercaba al semigigante — ¿Eres Vanko? ¿No? Creo que tu serias el indicado para forjar un martillo de guerra. — Sora se encontraba un poco inquieto, no era muy fan de tener que caminar por tanto tiempo, pero quería ver todos los entornos, para plasmar en su cuaderno un nuevo mapa.

Tras esto, Sora se percató de que Prometio charlaba con la chica, entendía que estos tenían una amistad desde hace tiempo, pues tienen bastante naturalidad sus palabras. La pequeña Ocho se sentía maravillada con su té, mientras Sora se acomodaba para comenzar a plasmar cada una de los escenarios que vio de camino hasta la cueva de Vanko. — Hay que trazar una ruta hasta aquí, pero para eso primero debo hacer un mapa de la isla, manos a la obra, cualquier otra duda sobre lo que quiero, pregunten, aunque probablemente en dos minutos o menos vuelva a mi estado de lentitud constante. — Sora añadió con una sonrisa mientras se sentaba a dibujar.

Sora se levantó, y en un abrir y cerrar de ojos, pareció transformarse por completo. Su discurso se volvió fluido y sus movimientos más ágiles, una técnica que, según él, había desarrollado para moverse con mayor comodidad durante un breve período de tiempo. Fue en ese momento cuando comenzó a hablar de sus armas, y sus palabras golpearon mi entendimiento como un golpe con una barra de acero. Afirmó haber robado el mazo, y un escalofrío recorrió mi espalda, tan intenso que sentí que mi rostro palidecía.

Mis sospechas se dispararon, y sin perder tiempo, me levanté calmadamente de mi asiento y me aproximé con la mayor naturalidad posible a la puerta de mi hogar. La cerré como si fuera algo habitual, asegurándome de que estuviera bien atrancada. Sora continuaba hablando sobre su estoque y otros detalles relacionados con armas, pero en ese momento, mi atención se centró en una única conclusión: este individuo era un ladrón, y había venido a arrebatarme mis armas, mis preciadas menas y, lo que era aún más importante, mi tranquilidad. Encima quería hacer un mapa que delatase mi posición, "Eso es imposible", pensé.

Mientras deliberaba internamente sobre cómo manejar esta amenaza, observaba a la pequeña 8, quien parecía fascinada con su taza de té. No pude evitar considerar que, si la situación se tornaba peligrosa, podría utilizarla como rehén. Sin embargo, sabía que debía ser cauto, pues Sowon y el otro hombre estaban cerca, y la violencia indiscriminada no era una opción en este momento al menos.

A pesar de mi determinación, mantuve una apariencia de cortesía. Las vidas de todos los presentes estaban en juego, y no quería recurrir a la violencia extrema si podía evitarlo. Si mi carga tenía éxito, con Sora bajo el control de mi agarre y con mi peso encima, se avecinaba un interrogatorio que me revelaría la verdad detrás de sus acciones y la amenaza que suponía para mi hogar oculto, un lugar que había protegido celosamente durante más de dos años. Sabía que las respuestas a mis preguntas eran cruciales para mantener intactos mis secretos y, en última instancia, preservar la paz que tanto valoraba.

Me concentré en mi propia respiración, buscando la calma en medio de la tormenta que se avecinaba. Activé mi Haki de Observación, esperando sentir la tensión en los músculos de Sora que indicara que había retornado a su estado de ladrón lento. En el momento adecuado, cuando su cuerpo se retensó ligeramente, aproveché la velocidad que tenia cuando no estallaba en llamas y con un impulso poderoso, me abalancé sobre él. Mi objetivo era derribarlo y sujetarlo firmemente del cuello contra el suelo. Estaba seguro de que a un par de metros de distancia y con el ladrón absorto en su cuaderno no tendría muchas opciones para reaccionar.

Vaya que Sora era un sujeto imprudente, Sowon arqueó la ceja derecha ante el discurso de como robó un martillo y llevó su mano a la frente cuando le observó intentar mapear un camino para encontrar el refugio de Vanko. ¿Acaso no había alertado las señales de que el hombre era un paranoico? No era complicado intuirlo tras tantas advertencias y tantas dificultades que conllevaba poner un pie en su hogar. Posó su mirada en Prometio mientras se levantaba levemente de su lugar y señalaba con una de sus manos su costado para que el hombre dinosaurio le siguiera.

—Creo que podremos llegar a un acuerdo Prometio, sin embargo, te aconsejo que salgas de ese lugar cuanto antes y te apartes un poco de la mesa. Creo que tu amigo no tuvo el suficiente cuidado al hablar...—

Si bien la mujer esperaba que todos murieran a la hora de hacer enfadar al gigante, suspiró aliviada al ver que trataba de contenerse. Si bien dudaba de su raza, sea gigante o no, era un suicidio enfadarles si podían incluso tener más fuerza que tres o siete hombres juntos. Más sus ojos grises pasaron a indiferencia cuando todo el altercado se hizo presente, apuntó con su aguja a la niña indicando que se apartase con mucha sutileza antes de ocultar el arma entre su ropa y guiar al grupo hasta un costado de la habitación.

—Les sugiero que se queden quietos y no intenten nada, en especial usted señor Ryuji. No haga nada si no quiere que suceda nada a la niña, que ya has hecho suficiente poniendo al dueño del lugar de tan mal humor. Simplemente, responde sus preguntas y no trates de forcejear ni hacer alguna tontería.—

La mujer deslizó el arma por su manga apuntando a la niña, parecía que Sora no era del todo estable y si se montaba una pelea en pleno refugio se quedarían sin herreria ni negocios y tal vez perdieran la vida. Desconocía las capacidades de Vanko pero podría ser un usuario de fruta, un monstruo e incluso un mutante. Si soportaba durante días su rutina tan agotadora su fuerza podía llegar incluso a compararse a los marines o corsarios de mayor poder.

—Caballero de dudosas promesas, espero que seas sensato y logres que tu amigo no haga ningun intento heroico. No quisiera repetir lo del bosque con esta pequeña y sé que eres bastante consciente de que no se me da bien ser paciente.—

Acarició el rostro del hombre haciendo que sus miradas se crucen para luego dedicar una amable sonrisa a la niña, no atacaría a nadie, su única intención era apelar al sentido común para que nada se fuera de las manos. El ambiente de pronto parecía tensarse y estar por quebrarse, los grises orbes de Sowon reflejaban la indiferencia con la ansiedad, ella estaría del lado de Vanko por puro compromiso.

El ambiente se puso muy tenso cuando Sora mencionó haber robado el martillo que cargaba.  Una cosa llevó a la otra y, en un giro de eventos en cuál no esperé encontrarme, el tipo enorme sometió a mi compañero prehistórico contra la mesa, ¿pero qué carajos le pasaba? Tener un sujeto de seis metros sobre ti no debía ser nada complaciente, pensé en arremeter en su contra con la espada, pero Sowon intercedió por él explicándome lo qué sucedía.

-Bueno, aún así no creo que sea la mejor de las ideas ejecutar una llave así sobre alguien que recién conoces -dije algo enojado sin quitarle la vista de encima al herrero.

La tensión se sentía por toda el lugar, era tan tangible que podría ser cortada con un par de tijeras. Al parecer ese pseudo gigante era amigo de Sowona, pero yo no me quedaba tranquilo con que maltrataran así a Sora. Comenzaba a pensar cuál sería la mejor resolución para aquel conflicto cuando la hermosa cazadora apuntó con una de sus armas a la pequeña Ocho. La situación comenzaba a salirse de mis manos: por un lado estaban Sora y Ocho, que me habían proporcionado un hogar en su barco y la calidez de su enorme amabilidad... por otro lado estaba la preciosa de Sowon, bueno había conectado muy bien con ella en la isla pesquera, pero lo más importante, insisto, es que era preciosa. Me encontraba entre la espada y la pared.

-¡Momento! -grité con la voz más fuerte que pude- sé que nos encontramos en una situación, fuera de lo común -una situación de vida o muerte, más bien- pero ante la reciente serie de eventos desafortunados- comencé a caminar dando vueltas por el lugar mientras todos me miraban extrañados- no hay mucho que pueda decir o hacer, sin embargo creo que es importante resaltar -escupía lo primero que me venía a la mente- ¡QUE MI MONO QUIERE PASAR A CAGAR AMABLE SEÑOR! -esperaba que Arrhenius recibiera la esencia del mensaje.

Como un parteaguas, el mono araña corrió a la ventana e hizo señas y caras de sufrir por incontinencia. Tendría que agradecerte luego con un buen botín de dulces y chocolates. Caminé hasta ponerme al lado de Sowon y tocar suavemente su hombro, le dirigí una mirada con una sonrisa de oreja a oreja para hacerle saber que no había necesidad de amenazar a la niña.

-Lo cierto es que la popó de Arrhenius podría atraer a esos bichos, basiliscos les llaman -sinceramente desconocía si eso era cierto, pero lo dije tratando de sonar lo más seguro de mí mismo- y creo que nos encontramos todos muy cansados como para pelear contra una manada de ellos -proseguí esta vez dirigiéndome hacia Vanko- así que amable herrero, ¿le molestaría abrir sus puertas para que mi hermoso mono araña pueda pasar a cagar?

Rezaba a todos los dioses para que ese incidente se resolviera pronto.

Mientras Sora se encontraba absorto en su cuaderno, intentando recordar cada cosa que había visto en el camino para trazar de mejor manera el mapa, era probable que en algún momento del futuro tenga que volver a este lugar por otras armas y era mucho mejor tenerlo plasmado en un mapa. Pero de pronto sintió como fue golpeado con una fuerza equiparable a la suya y luego tomado del cuello. No hubo manera alguna de prevenir esto, y de haberlo hecho, no podría moverse tan velozmente para evitar el golpe.

Sora no había atacado, ni se había defendido, solo se encontraba tomado del cuello por el Semi-gigante, no tenia ninguna intensión de atacar, hasta que escuchó a Sowon. ¨Quedarnos quieto y no intentar nada, pero si es tu compañero grandullón el que me atacó ¨ Pensó este viendo como la pequeña Ocho por algún motivo se acercaba a la mujer.

—O..cho, co..rre, a..ho..ra —Sora intentó hablar como pudo, pues estaba siendo ahorcado por Vanko quien no le daba chance de tener demasiado movimiento. Sin embargo Ocho no se movía del lugar, ni siquiera decía una sola palabra, en sus ojos se podía ver el terror, había visto esos ojos antes, eran los ojos de miedo cuando Sora le había inyectado suero tras su huida de Saint Poplar, sabia que esta tenia miedo a todo lo que conllevaba ser un medico, desde sus herramientas hasta su vestimenta. Por lo que este comenzó a buscar con la mirada por todos lados, buscaba lo que le hacia temer, pues si esta no tendría miedo podría huir y Sora actuaria.

Momentos después todos prestaron atención a Prometio quien se encontraba hablando, explicando algunas cosas sin sentido, hasta terminar diciendo que Arrhenius tenia que hacer del dos, o bueno, cagar en todo el sentido de la palabra. Habia mencionado que el excremento del mono araña podía atraer a los basilisco ¨A ver y como sabe esto si apenas llevamos unas semanas con el mono, donde aprendió tanto sobre ellos ¨ Todos estos no eran mas que pensamientos que llegaban a Sora mientras su compañero prehistórico comentaba acerca de eso en un momento tan tenso.

—Si qui..e..res ma..tar..me es..tá bi..en, si qui..e..res rom..per mis di..a..ri..os es..ta bi..en, si qui..e..res que..mar mis ma..pas es..ta bi..en, pe..ro de..ja que ellos se va..yan, es to..do — Sora hablaba cuanto podía, en su situación, le daba igual lo que pasara con el, pero queria que Prometio y Ocho pudieran irse, de este modo, Sora podía pelear hasta morir, aunque estuviera en desventaja de dos contra uno.

Justo en ese momento y como obra del destino, aquel huevo que había obtenido del mismo barco en que Prometio consiguió a su tigresa, comenzó a eclosionar, Sora no estaba consiente de si esto era debido al golpe que había recibido ya que su bolso se encontraba en su espalda o es que simplemente era el momento adecuado para su eclosión. Como podia Sora intentaba mover sus manos para mover un poco de sitio su bolso, si iba a morir al menos queria ve el nacimiento de este animalito, a lo que lentamente logró quitarse su bolso y este cayó al piso, dejando relucir un huevo a medio abrir con lo que parecia ser una especie de hibrido entre Gorila y Águila.

“EL MONO QUE CAGUE EN LA CALLE! SI VIENEN BASILISCOS TENDREMOS CARNE PARA EL CALDO”, grité.

“Por partes, ladrón”, comencé, “No quiero matarle, obviamente todos los mapas y diarios que me incumban van a ir al crisol, Prometio es un cliente avalado por Sowon que nada tiene que temer si, como dije, no intenta joderme”, continué, “Respecto a lo que quiero es que tome ese mazo, coja sus papeles y escriba una nota de disculpa para el pobre armero al que le robó, escriba también las señas de la base de la marina donde el mazo fue sustraído y lo deje delante del portón del cuartel de la marina de esta isla, cuando haya hecho eso y ya no sea un ladrón, podremos volver a negociar como artesano y cliente.”, finalicé. “Se me olvidaba, como por el momento usted no es de fiar por lo que a mi respecta, va a tener que dejar una fianza para asegurarme de que no se le ocurre hacer ninguna nueva estupidez. Puede elegir, entre dejar ese saco de dinero que mostró antes, ese bicho que con tanto mimo cuida y su espada o dejar a 8, que gozará del mismo trato y respeto que el señor Prometio hasta su regreso. Por lo que respecta a usted y a mi ahora mismo, yo soy la persona mas honorable así que le aseguro que nada malo le sucederá a la cría mientras cumpla.”, sentencié.

“Si tiene la tentación de huir de la isla con 8 dejando aquí la otra fianza, me gustaría recordarle que el hombre que le indicó como encontrarme está en el pueblo y tenemos negocios en común, no se lo tome como una amenaza, si no como una advertencia de que no intente joderme de nuevo creyendo que no voy a enterarme. A su ritmo, siendo la hora que es debería llegar con noche cerrada al cuartel, no debería tener problema en hacer lo que le pido y estar de regreso al alba”, dije, “Ahora la decisión es suya, que va a dejar en prenda?”

“Señor Prometio, disculpe mi salida de tono con el mono, pero estoy algo tenso, puede cagar fuera sin problemas. No creo que atraiga a los basiliscos, pero si se diera el caso tengo artillería suficiente encima como para derribar un buque de guerra, no serían una molestia”, dije sin apartar la mirada del ladrón, sujeto del cuello con una mano mientras mantenía mi otra mano en el bolso de forma relajada.

Sowon llevó una mano a su frente tras tan bizarra situación, la niña no parecía un problema y al menos nada había volado por los aires más que las palabras de Vanko y las inusuales peticiones de Prometio. Unos basiliscos no eran problema para un gigante de seis metros, incluso recordaba las capacidades del hombre dinosaurio. Suspiró pesadamente, el robo de armas era un miedo constante en la vida de un armero y alguien tan meticuloso como Vanko pareció tomarse el asunto como algo personal pese a que la pieza no era de gran calibre.

Sacudió su cabello para que cayera por su espalda, esperando una resolución pácifica ante el pequeño conflicto. El herrero se estaba reservando y aceptar un trato así no sonaba a una idea descabellada. Devolver el arma y regresar para hacerse con algo mejor, era una clara ventaja, además dejaría todos a cuidado.

—Puedo darles mi palabra de que Vanko no intentará nada con sus invitados, se vive bien si no les molestan las cuevas o los espacios rocosos. Ahora bien, tampoco vamos a matar a nadie, no somos salvajes...—

Observó a la criatura naciendo con una mirada serena, bajando su arma para asegurar a los presentes que no estaba en humor de hacer una macabra escena de matanza. Volviendo su atención a Prometio mientras le tomaba de su hombro y le guiaba mas cerca de la forja, deseosa de comenzar los negocios.

—Prometio por favor, concentrese en mi mirada y en mí, descuide le aseguro que mi colega no va a hacer nada a sus amigos. Tiene mi palabra, ahora por favor me gustaría saber más sobre las espadas. No perdamos más tiempo en un conflicto que claramente no nos incumbe, comencemos con el diseño. ¿Tradicional? ¿Medidas? ¿Algún metal en especial? ¿Va a emplearla para cortar o para apuñalar?—

La mujer acercó su rostro al hombre besando su mejilla con suavidad, antes de ponerse cerca de donde había dejado los planos con los que forjó a aguja. Deseaba iniciar los negocios mientras Sora y Vanko pasaban un tiempo a solas, después de todo, ya estaba sintiendo bastante impaciencia tras toda la escena. No quería desperdiciar ni un segundo más, después de todo una pelea podría arriesgar al animalito, a la niña e incluso la forja. Confiaba en que Sora aceptase y no pudiera poner en riesgo tantas cosas por un capricho, mientras tanto ella se centraria en mantener a Prometio con su atención en los negocios mediando para aliviar el ambiente.

Al parecer aquel herrero era mucho más paranoico de lo que yo creía, él no pensaba matar a Sora por lo que había dicho, pero su forma de actuar no me parecía del todo correcta; si no hubiese sido por la bella de Sowon hubiese acabado en mi forma dinosaurio y las cosas no habrían salido para nada bien. Pese a todas las complicaciones, aún estaba en búsqueda de una espada que pudiera reemplazar a la espada que había perdido. Un beso de la hermosa cazadora puso mi piel de gallina y me hizo prestarle aún más atención. Al final éramos invitados en la choza de aquel gigante y no quería causarle problemas a Sowon. Antes de acompañarla para hablar sobre el arma que plasmaríamos juntos, le pedí unos segundos para conversar con Sora y Vanko.

-Vale, confiaré en ti porque la preciosa Sowon te tiene fe -le dije al grandulón, enseguida me dirigí a Sora- compañero, ¿estarás bien devolviendo ese martillo? No sé en dónde quede la base de la Marina -agregué con una mirada algo extrañada- aunque no te preocupes por la pequeña Ocho, Arrhenius y yo le echaremos un ojo, no dejaremos que le pase nada -agregué con una sonrisa de oreja a oreja- señor Vanko, ¿podría mi mono, además de pasar al baño, entrar para hacerle compañía a Ocho? -pregunté lo más amablemente que pude.

Dejé al peliazul que resolviera su asunto con el herrero gigante y tomé la mano de Sowon para movernos a un lugar donde pudiéramos platicar de manera más tranquila. Había un cuarto con una pequeña mesa al fondo, así que le pregunté si ahí era un buen lugar para discutir el diseño de la espada. La piel de Sowon resplandecía como siempre y sus ojos, de un gris tan gris que te hacían perderte en ellos, brillaban bajo las luces de la casa.

-Ha sido una enorme y grata sorpresa encontrarte en esta isla -dibujé una gran sonrisa- me ha sorprendido verte acompañada de ese sujeto, aunque lo entienda, si no fuera por ti esta casa ya estaría patas arriba -dije insinuando que hubiera comenzado una gran pelea- regresando a la espada, no sé mucho de metales, pero me gustaría una katana clásica que pueda resistir mis técnicas ígneas, el diseño te lo dejo a ti -dije viendo cómo lucía su quimono- creo que tienes excelente gusto, además no hay espada que me conmocione más que una diseñada por ti -concluí guiñando un ojo.

El semigigante era sumamente extraño, de eso no había ninguna duda, se alarmó de tal manera por un robo, que ni fue en esta isla, ni fue a un conocido suyo, y mucho menos el objeto robado perteneció a el mismo. Cuando el herrero con falta de confianza le soltó para que este tomara una decisión sobre que dejar como fianza, Sora simplemente tomó su diario para comenzar a escribir. ** No es necesario que deje aquí una sola cosa, ya que al menos dos de ellas son incluso mas importantes que mi propia vida, Ocho es mi nakama, es parte esencial de mi viaje y por tanto si no está conmigo en alta mar no creo ser un gran aventurero, por otra parte, Prometio es un amigo incondicional, y aunque no lo hayas mencionado en la fianza, si me fuera de aqui con Ocho, eso seria abandonar a la persona que me ha aceptado tal y como soy, luego, aquel ser que acaba de nacer, no tiene culpa alguna de los crímenes que yo haya podido cometer en mi vida, por lo que no es necesario meterlo en estas cosas, el punto al que quiero llegar es el siguiente, Quédate con mis Diarios, quédate con mis mapas, y por supuesto quédate con el dinero, Se que estando Prometio aquí, a Ocho y Goliath no le pasará nada, así que todas las fianzas se quedaran contigo, los delitos de un hombre, solo el mismo hombre los debe pagar** Tras esto, Sora le entregó el Diario con lo escrito anteriormente y todas las conversaciones que ha tenido alguna vez con cualquiera, también entregó el diario de mapas, y el bolso con el dinero para posteriormente marcharse.

Sora simplemente no comprendía la manera de ser del semi-gigante, es cierto que no conoce como pueden actuar otras razas, pues los skypieans siempre se encuentran disociados de todo lo demás, los pocos que se atreven a surcar los mares no son muy bienvenidos, por lo que simplemente se abstiene de tener relaciones de cualquier tipo con otras razas, principalmente los humanos, aunque existen algunos mercados en donde muchos Skypieans venden sus inventos o herramientas a los humanos.

Tenia solo el martillo, una hoja y un lápiz, había dejado todo, incluso había dejado su moto plegable, en un anochecer en donde los ciudadanos estarían durmiendo una moto no seria mas que un escandalo, no tenia intención alguna de llamar la atención de nadie, al final es un pirata, que tiene recompensa y probablemente aunque no sea mucho el precio por su cabeza, de todos modos debe intuir que los Marines saben quien es.

Las hora iban pasando lentamente mientras Sora seguía el mismo camino por el que vinieron, sencillamente no se había encontrado con criaturas, eso al menos era un pro a todo esto, pues si tenia que devolver el martillo no quería tener que usarlo mucho para no terminar de estropearlo, aunque de todos modos no está del todo bueno que digamos. Sora había ignorado por completo a Sowon, no parecía una persona de confianza pero si Prometio se quedaba en la cueva, todo iba a estar bien, además no había necesidad para dos Herreros de secuestrar a una pequeña Gyojin.

Las horas transcurrían mientras nuestro joven pirata continuaba caminando, sin posibilidad de usar su técnica nuevamente ya que no ha podido descansar desde que la utilizó, si este no toma un descanso, probablemente no la pueda usar en un buen rato, sus músculos no han tenido la relajación que necesitan para recuperar su capacidad de destenzarse, y Sora lo sabe, esta claro de eso, por lo que intenta crear un plan en dado caso de que haya marines por doquier y tenga que realizarse una pelea innecesaria. Ha perdido el control una vez, pero no es una bestia sin conocimiento, puede que no sea el Skypiean con mas intelecto de todos, pero sabe cuando meterse o no a una pelea.

Cuando al fin había llegado a la ciudad debían ser un poco mas de la 1 de la madrugada, pensaba en como estaría Ocho y Prometio, en saber si estarían durmiendo como deberían, si tenían la hospitalidad que había mencionado aquel herrero paranoico y su compañera de poca confianza. Para su suerte, no había marines fuera de la base, por lo que simplemente se sentó a un lado, escribió por unos cuantos segundos y simplemente se acercó a la entrada y dejó su martillo en el piso, con un pequeño hilo de su prenda amarró la hoja al martillo, con la disculpa que había escrito ** Hola, soy una persona cualquiera, en una de mis aventuras he tomado prestado este martillo por algunos asuntos de suma importancia de la base privisional que se encontraba en Baristan en aquellos momentos, ya he conseguido algo mejor por lo que he decidido entregar de vuelta lo que en algun momento robé.**

Era momento de emprender el viaje de vuelta hacia la cueva, el frio de la noche no era poco, cada respiración de Sora hacia que saliera humo de su boca, no había sentido el frío tan fuerte hace mucho tiempo. Las calles se encontraban realmente solitarias, salvo por algunos borrachos que caminaban o salian de los bares a esas horas, no había forma de que algo saliera mal, sin embargo, intentaba no hacer ningun contacto directo con estos borrachos, la ultima vez que esto paso, terminó matando a alguien y apresado por la marina.

Tomé los mapas de la zona del cuaderno de mapas, así como los diarios que incluyeran datos sobre que se dirigía en mi búsqueda y los lancé al crisol de la forja, deje lo demás bajo el saco de monedas.

“El baño es aquella caseta entre los árboles, dije señalando a las letrinas, sin embargo, no pude evitar expresar mi perplejidad ante la idea de que un animal no haga sus necesidades en el monte", es algo que me pareció un tanto peculiar.

"Comprendo que la pequeña Takoyaki pueda disfrutar jugando al aire libre con los animales. Después de todo, esta habitación se convertirá en un pequeño infierno debido al calor de la forja y le crisol, y no es un lugar adecuado para ella. En cuanto a usted, puede hacer lo que desee; después de todo, es un adulto. El área circundante es bastante segura, las mayores amenazas son algunas cabras curiosas, así que estarán a salvo si no se aventuran demasiado lejos", concluí con una sonrisa tranquilizadora.

Sin embargo, antes de sumergirnos en la tarea de forjar el arma, hay asuntos importantes que debemos abordar. Miré al Señor Prometio con seriedad mientras le explicaba las condiciones que debía aceptar antes de llevarse el arma de mi forja.

"En primer lugar, es fundamental que comprenda el precio del arma que obtendrá aquí. Debe comprometerse y dejar todo dispuesto para que cuando llegue el momento de su partida de este mundo, el arma regrese a esta armería para descansar junto a su montaña madre. Solo cuando otro guerrero digno decida tomarla como su compañera, podrá ser heredada. Además, será responsable de cubrir los gastos de los materiales utilizados en la forja y, si lo desea, puede contribuir voluntariamente para mantener este lugar en funcionamiento. Más allá de eso, no requeriré nada más de usted, excepto que acuerde con Sowon las tarifas por sus habilidades artesanales", expliqué con una calma serena y pausada.

"En segundo lugar, le pido que examine las menas en ese barril y elija la que mejores vibraciones le transmita utilizando cualquier criterio que desee. Permítase dejarse llevar por las sensaciones, ya que esa mena será el núcleo de la hoja de su arma. Después, podremos trabajar con tranquilidad y ustedes no deberán preocuparse por nada mas. Tienen a su disposición un guiso en el fuego del que pueden disponer y cómodas butacas para descansar mientras completamos esta labor", agregué con amabilidad.

Finalmente, dirigí mi mirada hacia Sowon y, aun reconociendo sus habilidades le dije, "Siento una conexión especial con el fuego, Sowon. Si en algún momento necesitas ayuda durante el proceso, no dudes en decírmelo. Estaré encantado de colaborar contigo para hacer algo digno de esta forja", le ofrecí con una sonrisa anticipando el trabajo conjunto que nos esperaba en la forja.

La idea de que su pequeño lugar se viera invadido por mis amigables bestias no le agradó del todo al grandulón, pero al menos había accedido a que Ocho jugara con Kirara y Arhhenius fuera de la guarida. Le hice señas para que saliera a jugar con ellos, esperaba que no tuviese problemas con el nuevo grifo. También le hice señas al mono araña para que saliera al baño en algún árbol, al parecer se había acostumbrado al retrete del going slowly, mono mimado.

Nunca había imaginado que el proceso de forjar una espada fuese tan espiritual. Vanko trataba a sus armas como si fueran un ser vivo más, era un punto de vista más que interesante, yo jamás había visto mis espadas como algo más que una herramienta para conseguir mis objetivos. Mi visión sobre las armas comenzaba a cambiar, al final era el alma de su herrero la que quedaba impregnada en ella.

-El dinero no creo que sea un tema, dispongo de del dinero suficiente -dije mientras señalaba una bolsa llena de monedas y billetes que colgaba a mi lado- en cuanto al metal...

Me dirigí al barril donde se encontraban las menas, antes de escuchar las palabras del herrero hubiese escogido la mena que más bonita a la vista me pareciese, pero decidí intentar algo diferente. Cerré los ojos y comencé a mover la mano sobre el barril tratando de sentir la energía natural de cada mineral, tras unos segundos sentí un pequeño chispazo que recorrió todo mi cuerpo, era esa. Una mena plateada con algunos tintes carmesí, desconocía el origen de ese color, pero parecía un gran lienzo para comenzar una espada nueva para mí.

-Bien, creo que ahora sólo queda esperar a que vuelva mi compañero el peliazul, espero que no pase muchos problemas -dije satisfecho- ¿cuánto tiempo tarda en quedar lista una espada, Sowon linda? -volteé a ver de forma coqueta a la cazadora de recompensas.

Moría de ansias por ver la forma de la espada que Sowon formaría para mí, sería uno de mis nuevos tesoros. Volteé a ver mi vieja espada, estaba algo magullada ya, las cicatrices de sus anteriores batallas comenzaban a pasar factura, ¿necesitaría otra espada o simplemente un retoque? Quizás le preguntaría a Vanko más noche. Tras todo ese alboroto quería salir a fumar un segundo con mis mascotas.

-Vanko, perdona por abusar de tu confianza -dije mientras caminaba hacia él- ¿tendrás otro cigarro extra que puedas compartir?