Una banda pirata no es una banda sin una tripulación: Reclutando a lo bestia. [Atesaki]

Kaiser decidió irse a una de sus típicas aventuras. Cánabar sabía lo que eso significaba, más marines siguiéndoles los pasos. A Atesaki no le interesaba tener a nadie más tras ellos pero tal y como actuaba su capitán era imposible evitarlo. Por si fuera poco creía que el devastador era un idiota. La excusa era tan mala como sus intenciones, el tiburón no se iba dejar engañar tan fácilmente. Espero un tiempo prudencial antes de iniciar la persecución. Kaiser tampoco era estúpido y se daría cuenta de que lo seguían. Debía mantenerse lo suficientemente lejos como para que no lo detectara pero tan cerca como para seguirlo. Era difícil, pero nada que no pudiera hacer. Su objetivo lo llevó hasta una base de la Marina. Estaba claro, no lo había dudado ni un instante. Aquel idiota estaba a punto de hacer lo que siempre hacía, meter a todos en problemas. Pero Cánabar debía echarle una mano puesto que convencerlo para desistir sería imposible. El tiburón esperó a que la orca desapareciera en el islote para acercarse.

Por lo que se veía a simple vista era un lugar pequeño con la superficie suficiente como para el pequeño cuartel que lo "adornaba". No debía albergar muchos marines pues era un lugar que carecí de importancia estratégica y situado en una zona poco peligrosa. ¿Qué intenciones tendría su capitán allí? Seguro que quería secuestrar a algún alto cargo o realizar una matanza para hacer famosa a la banda. Qué diablos, que él saliera también en primera plana. Siguió a su capitán y saltó tal y como él lo había hecho. Vio a dos humanos en no muy buenas condiciones, Kaiser había pasado por allí. Observó el lugar desde su posición. No había muchos guardias, de hecho solo había tres en el exterior. La mayoría debía estar dentro del pequeño edificio que coronaba la isla. Aunque lo mejor era asegurarse de que no hubiera problemas. Se acercó a la puerta principal y, de un solo tajo, eliminó al guardia apostado en ella. Después marchó hacia la pared contraria a la que había subido para entrar y acabó con los otros dos de igual forma. Estos humanos parecían mantequilla algunas veces.

Después de eso buscó a Kaiser. Su capitán tendía a crear problemas incluso cuando era sumamente difícil, pero esta vez se había mantenido en silencio más de diez minutos seguidos. Debía ser un nuevo record. No tardó en encontrarlo. Estaba frente a una gran estructura de madera. Era como la puerta de la muralla pero de mayor tamaño. Parecía que su capitán se debatía entre varias opciones. ¿Quizás pensaba en la forma más espectacular de destrozarla? Cánabar se adelantaría, ya que había llegado iba a lucirse, que Kaiser no se llevara toda la gloria. Cargó la energía en su espada y la lanzó hacia la madera en forma de dragón. Su técnica más potente nunca fallaba. Pasó cerca de la orca, lo suficiente como para asustarlo, e impactó en su objetivo haciendo que estallara y saltaran mil pedazos de madera por los aires. Ahora era el momento d enseñar a los de dentro lo que había ocurrido con los de fuera. Se acercó a su compañero con la espada cargada al hombro y una sonrisa de éxito.

-Ya está, solucionado, ahora hagamos algo antes de que pidan refuerzos. Es un lugar demasiado pequeño como para montar una fiesta tan grande- Dijo el tiburón blanco.

Se sorprendió a sí mismo, él jamás actuaría de esa forma ni diría algo similar. Quizás había pasado demasiado tiempo con Kaiser...

No fue tan buena idea como esperaba. Kaiser se enfadó y regañó al tiburón pro lo que había hecho. Y Cánabar pensando que le ahorraría trabajo y se alegraría por ello... Aquella maldita rata siempre tenía alguna excusa para tocarle al espadachín lo que no gustaba de tocar. Suspiró de mala gana y siguió a su capitán. No iba a discutir con él porque esas discusiones siempre carecían de productividad y le habían perder el tiempo y las ganas de seguir manteniendo la cabeza de Kaiser en su sitio. La alarma sonó pro todo el lugar de forma casi inmediata. O la puerta tenía un mecanismo de seguridad o aquellos marines eran los más rápidos y trabajadores que había visto. Maldita sea, debía darse prisa o en poco tiempo tendrían problemas. Más de los que ya tenían. Únete a Atesaki, será bueno para ti... púdrete maldito subconsciente.

-Hora de callar este puto chirrido- Dijo refiriéndose a la alarma.

Era realmente molesta y el ruido hacía que le dolieran los oídos. Pero realmente quería pararla para que no pudieran alertar a nadie más. Después de todo estaban solos no era conveniente por muy fuertes que fueran ambos. Separó amablemente en dos a dos marines que se acercaron a saludarlo con hierro y plomo. Hasta más ver, pensó. Después destrozó la puerta de una inmensa celda para que los presos escaparan y armaran jaleo. Serían la carne de cañón para los gyojin. Hecho eso agarró a otro hombre por el cuello y apretó hasta que escuchó un crujido y la espada del marine chocó contra el suelo. Lo lanzó a una puerta para abrirla y pasó por ella. Había unas escaleras que subían al piso de arriba y otras bajaban. Si suben está claro que es al piso de arriba, no será al sótano. Hoy estaba algo espeso.

Decidió subir, no esperaba que la alarma tuviera su "origen" en el piso inferior. Las escaleras eran de pocos tramos y tardó segundos en llegar arriba. Allí le recibieron con balas que paró con su haki y su espada. No era una bienvenida muy calurosa... bueno, calurosa sí. Pero nada cordial. Lanzó un corte de aire y destrozó a uno de los tiradores antes de abalanzarse a por los otros. En unos instantes las paredes blancas se había teñido gratuitamente de un color más rojizo y había cinco nuevos "adornos" por el suelo. Buen trabajo. Había varias salas aunque todas de tamaño pequeño dado lo poco que medía el edificio. En alguna de ellas debía poder para la alarma. Lo más rápido era preguntar a alguien, pero los muertos tenían la fea costumbre de no responder. Abrió una puerta de una patada y observó el interior.

-Creo que aquí no es- Se dijo.

-Márchate de aquí, sucia sardina, o me veré obligado a impartir justicia- Dijo un hombre.

Cánabar se preparó para luchar inmediatamente. No esperaba alguien más fuerte que los reclutas, pero estaba claro que este sí lo era. Por su aspecto se podía percibir que tanto su experiencia en combate como su fuerza eran superiores a la de los cadáveres de fuera. Llevaba una ropa muy similar pero con algunos galones que la adornaban. Sería un alto rango pero carecía del liderazgo y el aspecto de alguien muy importante. Un soldaducho venido a más que había llegado a este cuartel pensando que no tendría problemas. Lástima para él que se hubiera topado con los gyojin de Atesaki. Pero no era propio de Cánabar juzgar a sus adversarios antes de la lucha, así que no lo subestimó y se preparó para recibir una ataque potente y devolverlo. ¿Cuanto lo entretendría?

-Imparte tu justicia. Por cierto, soy un tiburón, imbécil- Le provocó.

El hombre no aguardó más, se lanzó a por Cánabar sin medir distancias ni poderes. Aunque el gyojin casi no pudo percatarse del arma de su rival. Se trataba de un látigo. ¿Un látigo? Eso era un arma ridícula... ero efectiva. Sintió un dolor lacerante en su gemelo y luego en la espalda. Había golpeado varias partes de su cuerpo sin necesidad de acercarse demasiado. Tenía un alcance muy bueno, pero la sala era pequeña y eso beneficiaba al tiburón. Espada en mano, se acercó lentamente mientras recibía latigazos por todas partes. Dolían y arrancaban la piel, pero él exhibía una sonrisa y no mostraba signos de dolor. Lo habían flagelado miles de veces en el pasado y esto le traía amargos recuerdos. Los deseos de arrancarle la cabeza eran muy superiores al principio del enfrenamiento.

Llegado el momento detuvo el látigo con su espada y el rival tiró para intentar arrebatársela. Fallo colosal. pasó todo lo contrario y al recoger la espada Cánabar obtuvo también el arma de su rival. Ahora estaba indefenso, pero no por mucho tiempo. Se la devolvió ante la atónita mirada del marine. Volvió a golpear el cuerpo del gyojin, esta vez con más fuerza, sin impedir el avance. Cuando estuvo lo suficientemente cerca el espadachín introdujo la espada en el vientre de su víctima que gorgojeó en sangre y abrió los ojos por el dolor. La agonía no duraría mucho, la hoja ascendió partiendo en dos al pobre hombre. Se acabó. Limpió la espada en la camiseta del marine, antes de que esta misma se empapara en sangre, y destrozó el sistema de alarmas. Se sintió satisfecho cuando el infernal ruido dejó de sonar. ajó las escaleras de nuevo en dirección a su capitán.

-Ya he terminado, Kaiser- Informó.

Se dio cuenta de la presencia de otro gyojin. Debía ser otro tiburón, pero no le sonaba de nada y no recordaba haberlo visto en Atesaki. Debía ser un preso o un amigo de Kaiser. Conociendo a la orca seguramente lo reclutaría. Miró ambos y esperó que alguno de ellos aclarara la situación, él ya había cumplido y no se iba a molestar más. Clavó la espada en el suelo y se sentó apoyándose en ella. Si llegaban más marines que se encargara el negruzco asesino o el tipo nuevo. ¿Para qué ensuciarse las manos otra vez? No esperaba que llegaran refuerzos en breve, la zona estaba alejada y la alarma no había sonado demasiado tiempo. Pero quizás ya había algún barco de camino. nada de lo que no pudieran hacerse cargo sin dificultad.

Entre el tipo nuevo y Kaiser dieron buena cuenta de los marines que quedaban- Quizás Cánabar debía haber pasado pro el sótano para matar a los rezagados, aunque no le interesaba luchar con chusma tan débil y habría sido una pérdida de tiempo y esfuerzo. Se sorprendió al ver el control del agua que tenía el gyojin marronáceo. Él no basaba su combate en el kárate gyojin aunque lo conocía y sabía lo complicado que era. Además demostró bastante fuerza incluso para pertenecer a esa raza. Kaiser se debía sentir orgulloso de haber encontrado a alguien tan sádico y asesino como él. idiotas... Aunque había algo que le asqueaba. Aquel que se presentó como Bisutomaru escupió una cantidad ingente de agua hasta el punto que les llegaba por los tobillos. Era algo asqueroso.

Cánabar tuvo que levantarse para no empaparse en toda esa saliva. ¿Cómo podía haber hecho algo así? Aunque, después de todo, era una técnica muy útil para Atesaki. Habiendo gyojins y tritones en la banda que pudieran controlar el agua alguien que la expulsara así sería un arma andante. Esperó a que todos estuvieran muertos y arrancó la espada del suelo para marcharse. Antes de moverse Kaiser le ofreció liberar a los presos siempre y cuando él no estuviera presente bajo la amenaza de matarlo si no cumplía el requisito. Como si le importaran las amenazas de Kaiser, ja. pero no los liberaría, no eran esclavos inútiles, eran presos que ya no tenían guardianes custodiándolos. Podían hacerlo ellos mismos o no serían merecedores de la libertad. Que lucharan si la querían.

-Ya no tienen carceleros que los vigilen, que se liberen solos si pueden o mueran por débiles- Respondió.

El suelo tembló. La isla era muy pequeña para tener movimientos sísmicos como aquel, así que debía ser por algún agente externo. Y así era. Una bala e cañón destrozó la pared y pasó a escasos metros del gyojin tiburón blanco. Cuando se asomó por el agujero vio el barco de Atesaki. Inútiles desgraciados, iba a pasarlos por su espada en cuanto llegara. ¿Cómo se habían atrevido a amotinarse de ese modo y dispararles? ¿Es que no sabían a quién estaban traicionando? Pero escuchó un grito de "salvación" hacia el capitán de la banda. ¿Salvarlo de qué? La respuesta no se hizo esperar demasiado. Cuando Cánabar salió pudo ver dos barcos de la Marina acercándose hacia ellos. Tan pronto... acababa de destrozar la alarma y ya estaban llegando refuerzos.

O eran los más rápidos de todo el Gobierno Mundial o habían tenido la mala fortuna de estar cerca cuando los gyojin atacaron este cuartel. Fuera la respuesta que fuera no importaría demasiado pues iban a matarlos a todos. A no ser que Kaiser decidiera dejar alguno vivo para que pudieran alertar al mundo sobre le poder y la influencia de Atesaki. Sí, eso sería típico de la orca. Cánabar dio unos cortes al aire para limpiar la espada. Ya estaba preparado para luchar de nuevo y esperó a las órdenes de su capitán. A punto estuvo de lanzarse solo, pero debía controlarle y mostrar cierta... cordura para que el resto de la banda no empezara a actuar del mismo modo. Aquello sería perjudicial para todos ellos y podrían llegar a amotinarse de verdad.

Cánabar se mantuvo a la espera. Seguramente dejaría que yo diese las órdenes o actuara primero, aunque era el único que cuestionaba e incluso incumplía mi mandato. No obstante, muchas veces prefería evitar peleas innecesarias y me dejaba llevar mi puesto de capitán al límite. Y sin embargo, el tiburón cobrizo se adelantó. Aún no estaba familiarizado con el protocolo y por lo visto estaba demasiado contento con su libertad y con muchas ganas de hacérselo sentir a los demás. Se zambulló en el agua e hizo gala de una gran velocidad. Aun si eran barcos marine, normalmente preparados para la guerra, eran de los más pequeños que poseían y no serían un problema demasiado grande, aunque empecé a preocuparme cuando un tercero apareció. Crují mis puños y observé con atención. Nuestro barco seguía avanzando y había dejado de disparar a la isla para centrarse en los otros navíos mientras estos amenazaban con su avance rápido y sus cañones más potentes.

El tercer integrante a la fiesta no duró demasiado. Bisutomaru mostró gran potencia, utilizando una especie de onda cortante con forma de tiburón que impactó en un costado de aquella embarcación y la destrozó en pedazos. Los marines corrían locos por subirse entre los restos o alcanzar a sus compañeros. La mayoría estaban aterrorizados. Una andanada de cañones se acercó ligeramente al barco y una de las balas se dirigía a nuestra posición. Viendo la devoción de aquel gyojin que empezaba a parecer algo lunático, puse una mano para que no avanzase y me dejase actuar. Adopté mi postura de combate y golpeé el aire justo antes de que la esfera explosiva nos alcanzase. -¡Gyojin Impact!- Exclamé. La bala se detuvo y segundos después se dirigió directa al barco agresor.

-¡No tenéis ningún derecho a arrebatar las vidas de nuestros soldados!- Exclamó una voz. Una figura se hizo presente, dando saltos en el aire desde el navío que había disparado y detuvo la explosión con su propio cuerpo. Se mantivo a flote, dando pequeños saltos sin moverse demasiado. Su ropa se había calcinado a partes y mostraba alguna que otra herida sangrante, pero estaba dispuesto a luchar.

-¿Y serás tú quien me lo impida?- Cuestioné en un tono burlón. Este empezó a avanzar por el aire y yo a su vez me lancé al agua para agilizar nuestro encuentro. Una vez debajo suyo, cogí impulso y salté a gran altura, cayendo sobre él y golpeando su cráneo con ambas manos en un ataque descendente. Cayó al agua en picado y poco después caí yo. Lo miré sonriente mientras recuperaba la compostura. -No eres rival para mí, y mucho menos bajo el agua.- A pesar de mis palabras no obtendría respuesta. Los humanos no eran capaces de hablar sumergidos. Mi victoria estaba garantizada. No le dejaría escapar.

Antes de que las órdenes llegaran ocurrió lo que Cánabar más temía. Uno de los subordinados de Atesaki actuó por propia voluntad sin esperar al visto bueno de sus superiores y atacó uno de los barcos que venía. Al tiburón blanco no le dio tiempo de averiguar quién era el atacante solitario. Pero no tardó en saberlo. En cuanto se giró para regañar a Kaiser por su nulo liderazgo comprobó que faltaba alguien. ¡El nuevo! Maldito idiota, no llevaba ni cinco minutos en la banda y ya estaba convirtiéndose en un problema. Seguramente no duraría ni dos días allí. Por su comportamiento Cánabar estaba seguro de que acabaría matándolo si no lo hacía la orca. ¿Que otro futuro podría esperarle a aquel loco? Aunque conociendo la vanidad de Kaiser podría hasta gustarle ese adorador.

Esperaba que no fuera así. Tenerlo en Atesaki sería más negativo que positivo aunque... quizás le sorprendía. Tiempo al tiempo. Se fijó en su capitán que se preparaba para luchar contra otro al tiempo que Bisutomaru había terminado y conseguía que le barco de la Marina comenzara a hundirse. ¿Qué habría hecho? Seguramente lo habría perforado con algo, pero no llevaba armas. Cuando se fijó en el enemigo de Kaiser era alguien que flotaba. Seguramente se trataría de algún miembro importante de la Marina. Un contralmirante, un comodoro o un... algún alto cargo. Cánabar no conocía muy bien la jerarquía de la organización, solo conocía el rango de Almirante y Vicealmirante y, según tenía entendido, había un puesto de Almirante de la Flota. ¿Los otros eran almirantes de otra cosa?

Solo quedaba un barco sin contar el que ya estaba hundiéndose o del que se encargaría Kaiser. Nadó hacia la nave de Atesaki y, cuando estuvo cerca, ordenó que dejaran de disparar y se alejaran. Si seguían destrozarían el barco enemigo o peor, el suyo propio. Eran buenos luchadores y nadadores, pero como navegantes dejaban mucho que desear. ¿Qué más se le podía pedir a una raza que estaba más acostumbrada a estar bajo el agua que sobre ella? Ahora se centró en el enemigo. Se sumergió y llegó hasta ellos en pocos segundos. Desenvainó su espada y se dispuso a provocar un corte que destrozara toda la embarcación cuando pensó en lo aburrido que sería quedarse mirando como se perdía sin nada más que hacer. Ya que estaba podía divertirse un rato.

Saltó desde el agua hasta la cubierta y tocó la madera con sus pies. El barco estaba lleno de marines que parecían aterrados ante la llegada del nuevo invitado. Teniendo en cuenta los pocos conocimientos que poseía, debía haber alguien importante a bordo con el que tener un enfrentamiento digno. Pero no parecía pues todos los que había a la vista eran simples reclutas indisciplinados. No supondrían ningún esfuerzo ni entretenimiento. Cánabar se dispuso a poner fin a aquella tontería y destrozar el barco cuando escuchó los pasos de alguien bastante grande. Se fijó y era un hombre más alto que él mismo. Mediría unos tres metros. Lucía una espada más grande que la suya y tenía pinta de ser un rival terrible. Justo lo que estaba esperando. Ahora llegaba el momento de divertirse.

Ya empezaba a sentir la adrenalina recorrer mi cuerpo. Mis ojos observaban a mi presa, acechándola y clavándose en ella, incapaces de ver otra cosa en aquel instante. Mi corazón bombeaba con fuerza y de forma insistente. La sangre fluía rápida y mi respiración era agitada, pero no por cansancio, era emoción. Era como si pudiera notar en mis propias carnes la desesperación de aquel hombre que me observaba con pavor. Como si pudiese tocar su miedo y alimentarme de él. Ambos sabíamos el final de aquella historia, pero sería aburrido si llegaba demasiado pronto. Me acerqué a él y le propiné un gancho de derecha en el estómago seguido de uno de izquierda en su rostro. Salió disparado y en cuanto se recompuso, aunó todas sus fuerzas para salir rápidamente del agua. Logró respirar y antes de que pudiese completar su huida lo agarré.

-Te lo dije. En el agua no tienes ninguna posibilidad. Esta será tu tumba y tu cuerpo pasto para los peces.- Dije yo, arrastrándolo hacia a mí. -Un bonito final ¿No crees?- Añadí con un tono burlón. Tras aquellas palabras, el humano lanzó una patada con la pierna que tenía libre, alcanzando mi cara y consiguiendo zafarse, pero no por mucho tiempo. A gran velocidad me puse por delante y avancé, placándole con el antebrazo en su cuello. Fue increíble su capacidad por mantener el oxígeno que le quedaba en vez de expulsarlo por el impacto, pero no le serviría de nada si no podía volver a la superficie. Empecé a hundirlo, dejando de lado la luz y acercándonos a la oscura profundidad de aquel mar. Me detuve de golpe y me aparté un metro. Estaba prácticamente inconsciente. Apenas se movía e un intento vano por ascender unos cuantos centímetros.

-Eres patético. Navegáis por el vasto mar sin tan si quiera poder aguantar un poco la respiración. Apenas podéis sumergiros porque la presión os mata y sin embargo os atrevéis a lanzaros de cabeza al agua en pos de cumplir vuestros sueños. No sois más que basura. Sois una raza narcisista que ni si quiera tiene una buena razón para presumir. Los gyojin y los tritones somos mucho mejores que vosotros y algún día el mundo entero lo reconocerá.- Solté un gran discurso para un hombre que estaba a punto de fallecer. Algo bastante inútil, aunque sus últimos instantes serían más amargos de lo que ya eran. -Podría dejar que murieses ahogado. Sufriendo y agonizando mientras te das cuenta que no tienes ninguna posibilidad de disfrutar. Pero no tengo tiempo que perder y no podría pararme a disfrutar de tu último aliento.- Fueron las últimas palabras que aquel marine escuchó en vida. Un impacto directo a su nuez lo mató en el acto.

Volví a la superficie y observé el panorama. Parecía que Cánabar se estaba divirtiendo en uno de los barcos y Bisutomaru... Él estaba actuando de forma bastante extraña. Había dibujado un círculo, probablemente con sangre y había colocado una cabeza humana en el centro mientras aseguraba que era un sacrificio para mí. Nunca había hecho algo así y no era precisamente lo que esperaba, pero a decir verdad, tuvo su gracia. Volví a la playa y tras una pequeña carrera pateé el cráneo con tal fuerza que salió despedido hasta que dejamos de verlo. -Sacrificio completado.- Añadí yo, antes de empezar a reír a carcajadas. -¡Kyahahahahaha!-

Cánabar se relamía al pensar en el terrible rival que tenía frente a él. Lo satisfaría bélicamente hablando, seguro. Alguien tan grande y con un arma de igual condición solo podía asegurar un combate entretenido. Cuan equivocado estaba el gyojin, ese rival no era nadie, pero él lo desconocía pues no sabía de jerarquías del gobierno mundial ni sabía diferenciar entre los rangos. No era más que un recluta recién ascendido. El tiburón blanco se lanzó a por él y, de un solo espadazo, lo partió en dos. Todo lo que había imaginado, aquel combate que tanto deseaba acababa de desaparecer tan fácil como él se movía. El inmenso hombre había resultado ser un inmenso inútil. Cánabar miró al resto de marines pero ninguno sería un esfuerzo para él, solo eran reclutas de pacotilla.

-No te perdonaré que mates a mis marines- Dijo una vocecilla tenue.

Cuando el gyojin miró al origen de la voz se sorprendió. Era un tipo muy bajito, de un metro y medio aproximadamente, y porataba una espada tan pequeña que podría haber pasado por cuchillo de cocina. Si el grandullón había resultado tan débil, este no podía ser mucho mejor. Aunque esperaba que las apariencias engañaran. Y así fue, antes de darse cuenta el tiburón ya estaba siendo atacado. Recibió un corte en la pierna que le hizo hincar la rodilla y otro en el brazo. Su rival era realmente rápido, casi obsceno. Pero era justo lo que estaba esperando. Dio un giro con la espada e hizo que el marine saltara hacia atrás para esquivarlo. Ahora lo tenía a la vista y podría atacarle. O eso haría si lo viera, pues había vuelto a desaparecer y atacaba de nuevo como antes.

Aquellas estrategias eran perfectas contra Cánabar, pues no se basaba en la velocidad, pero no iba a permitir que lo derrotaran de esa forma. Realizó el mismo giro que antes pero, esta vez, atacó nada más ver a su enemigo. El inmenso espadón era imparable con una espada tan pequeña por lo que tuvo que esquivar de forma tan errática que no pudo prever el siguiente ataque del gyojin. Una patada impactó de lleno en el marine haciendo que volara por los aires. El tiuburón blanco saltó hacia él para cortarlo, pero consiguió reponerse y esquivar de nuevo. Preparándose para la misma estrategia de las dos veces anteriores, Cánabar estuvo a punto de girar, pero no era eso lo que el marine tenía intención de hacer. Se posicionó en su espalda y atacó antes de que el gyojin lo viera.

Cánabar tardó tanto en verlo que la pequeña espada se clavó en sus costillas, pero el enemigo acababa de perder. Se giró rápidamente y agarró al hombre del brazo. Seguía con el arma clavada en su piel, pero no le importaba, había atrapado a su enemigo y no podría librarse de su agarre. Lo miró con excitación, le había dado algo de "guerra" y se lo agradecería a su modo. Estiró del brazo arrancando la extremidad de cuajo y la arrojó al suelo. El hombre gritó dolorido casi hasta la extenuación, pero un espadazo final separó su cabeza del cuerpo acabando con la agonía. El gyojin lanzó el cuerpo a los marines y los miró con desprecio. No eran guerreros ni eran nada. Se dio la vuelta y se arrojó al mar. Una vez allí hizo un agujero en el barco con su espada.

El tiburón cobrizo empezó a reír junto a su nuevo capitán. Ambos parecían un par de asesinos sin escrúpulos que disfrutaban ver correr la sangre de sus enemigos. Sin duda, Kaiser había encontrado a un aliado perfecto. Un miembro que le sería fiel pasase lo que pasase y que además escondía un potencial enorme. La orca se atrevía a pensar que con entrenamiento podría incluso superarle. Puso la mano sobre el hombro de aquel gyojin que ahora permanecía arrodillado frente a él. -Juntos vamos a ser muy grandes, Bisutomaru. Prepárate para surcar el Grand Line porque hay demasiadas presas que esperan a sus cazadores, y esos somos nosotros. Levántate y vamos hacia nuestro barco.- Dijo Kaiser, dirigiendo poco después la mirada hacia su barco. Aún quedaba un navío de la marina, pero seguramente huiría o Cánabar se encargaría de él, así que este le hizo un gesto a Bisu para que le siguiese y se lanzó al agua para llegar a la embarcación.

Una vez en la cubierta miró seriamente a todos sus subordinados. Estaban atentos, esperando a que su capitán hablara. Una impertinencia y podían acabar empalados en una estaca. Era mejor callar y otorgar. De hecho, muchos ni si quiera sabían porque permanecían al lado de un loco desquiciado como aquel, que cualquier día podía arrebatarles la vida sin piedad alguna. No obstante, pocas veces o ninguna había hecho algo así, y era seguro estar junto a dos de los gyojins más fuertes que había pisado el grand line en los últimos años. Se garantizaban un buen puesto, pelea, comida, bebida y un lugar donde cobijarse. Era mejor que el distrito donde morirían como perros.

-Esperaba traer más aliados, pero no estoy descontento. He traído algo mucho mejor. Un solo miembro, sí, pero probablemente mucho más fuerte y eficaz que todos los inútiles que me había imaginado. A partir de ahora Bisutomaru será de los nuestros.- Seguidamente miró al nuevo integrante. -Todos estos son tus compañeros. Procura no ensañarte con ninguno.- Susurró, esperando que no acabara con su tripulación al ver lo sádico que era. -¡Sacad el ron, la cerveza, el saque y una buena cantidad de comida, estoy hay que celebrarlo!- Exclamó Kaiser.

Y así fue. Alcohol por doquier, un festín que se reducía a gran cantidad de pescado, variado, pero solo pescado y muchos ánimos para celebrar una fiesta, y no solo por el nuevo aliado. ¿Quién se negaría a beber, comer y disfrutar de la vida? Toda excusa era buena para hacer una juerga. -¡Kyahahahahahaha!- Todo se convirtió en risas, bailes, cantos, peleas que durarían hasta el siguiente amanecer.

El combate había terminado. Entraron, destrozaron el cuartel y lucharon con los refuerzos. Ni si quiera las dos nuevas naves sirvieron para entorpecerlos o acabar con ellos pues ambos barcos acabaron destruidos y sus marineros asesinados. Atesaki era como una vorágine de destrucción que arrasaba todo lo que se hallaba a su paso. Pobre de los ilusos que se atrevieran a cruzarse con ellos y más pobres los desgraciados que se vieran obligados a ellos por el azar o el destino. Aquella banda pirata pocas veces perdonaba y dejaba algo en pie. Pero así eran ellos, su naturaleza, su ideología y, después de todo, Cánabar no lo cambiaría por nada. Al menos no ahora que había satisfecho su sed de sangre. Quizás en unas horas pensaría de otro modo.

Pero tampoco tenía pinta de que su mentalidad cambiara pronto, ya que su sed de sangre no sería la única saciada pues ya empezaba a correr el alcohol por todo el barco. Qué se le iba a hacer, Cánabar no diría que no a litros y litros de licor gratuito. Nadó hasta su navío y subió sin dificultad. Ya en cubierta empezaba la fiesta. Había gente bailando golpeándose y algunos ya inconscientes. No se sabía si por la ingesta de alcohol o por los golpes, pero era demasiado rápido en ambos casos. Debiluchos. El tiburón blanco se sentó en la mesa improvisada que habían montado algunos gyojin y tomó un plato de pescado y tantas jarras como pudo colocar frente a él. No le gustaba tener que levantarse una vez había tomado asiento. Era realmente molesto.

Devoró y bebió tanto como pudo hasta quedar satisfecho. La fiesta era en honor de Bisutomaru, pero poco le importaba a él. La única importancia que le daba era la fiesta en sí. Pocas veces se permitía Kaiser montar algo como esto a un nuevo miembro. Aunque, en defensa del nuevo, había que decir que resultaba bastante fuerte y útil. Mucho más que la mayoría de los ya presentes y, posiblemente, sería mejor partido que diez gyojin. Siempre era motivo de celebración que alguien así se uniera a ellos pues cuanta más fuerza tuvieran sus miembros mayor sería su capacidad y posibilidades. Pronto el mundo temblaría ante el inminente abrazo de Atesaki. Un avance letal e imparable que se haría con el control de todo lo que alcanzara. Y nadie los detendría.

Aunque esos eran más bien los sueños de grandeza de Kaiser. A Cánabar le daba igual lo que controlaran o el miedo que el mundo les tuviera. Se podía decir que él vivía el día a día y disfrutaba de todo lo que hacían sin pensar demasiado en el futuro. Si llegaba el día en el que Kaiser se convirtiera en dueño de todo acabaría la diversión. Nadie se opondría a ellos, nadie lucharía contra Atesaki. Lo cual resultaría en un aburrimiento terrible. ¿Quién sería rival de Cánabar? Se acabaría el combate y para alguien como él, que vivía para luchar, aquello era un final peor que la muerte. Quizás sería su oportunidad para buscar un nuevo modo de vida pero, por algún motivo, prefería que ese día tardara mucho en llegar o que no llegara jamás. Pensamientos que el alcohol tardó poco en empañar.