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Jack L. Shervalah
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Despertar de sangre. (En construcción.) Empty Despertar de sangre. (En construcción.) {Sáb 5 Mar 2016 - 18:06}

Suspiré con pesadez y me llevé mi brazo derecho a la frente para secarme el sudor, después use ambas manos para tensar la cuerda de la vela y la até para que no se destensase. Tomé entre mis manos el mapa para avanzar hacia la siguiente isla y lo revisé con calma. Era un mapa para llegar hasta Ohara, la isla más cercana desde aquella posición.

Solté el mapa en las tablas de la barcaza sobre la que estaba subido y le puse una piedra encima para que no fuese llevada por el viento. Me acerqué entonces hasta donde se encontraba el cofre de abordo en el que lo tenía todo listo para embarcar, revisé cuidadosamente que todo estuviese en su lugar y que nada me faltase. Una jarra de agua, cuerdas, manzanas, pedernal, un candil, diario, tinta y tintero eran algunos de los objetos que los componían. Cuando lo hube revisado todo tomé el diario entre mis manos y lo coloqué al lado del mapa cerrando el baúl.

Me incorporé de haber estado de rodillas y me di la vuelta para contemplar a mis últimos seres queridos despedirse de mí, a las últimas personas con las que había tenido contacto, mis últimos mentores y los que me prestaron la barcaza junto con todo lo demás. Me refería al diminuto cuartel de la marina que había en mi isla natal, o al menos la que lo había sido durante más de una década. Los marines estaban en la costa, gritaban mi nombre y alzaban los brazos despidiéndose.

Noté mis mejillas empapadas por las lágrimas y me mordí con levedad el labio inferior tirando de la cuerda para así levantar el peso que impedía que el barco avanzase, finalmente
lo arrojé a la cubierta y me despedí con la mano, secándome las lágrimas antes de susurrar un "adiós". Dirigí una última mirada a aquella isla, mi isla y me despedí de todo aquello
a lo que había estado tan aferrado desde hacía tantos años.

La mar estaba bastante tranquila en aquel quinceavo aniversario de la muerte de mi madre, había sido un día duro y quizás lo mejor habría sido quedarme para velarle una última noche más. Sin embargo la muerte de mi hermano me había pillado desprevenido, Kaworu había muerto hacia escasos minutos delante de mis ojos.

Me senté en los tablones del barco dejando que la vela me llevase allá donde estuviese Ohara y tomé el diario entre mis manos, abrí el tintero con la otra y mojé la pluma en su interior.

-Desde ahora he de ser fuerte...-

Susurré bastante decaído escurriendo la tinta sobrante y comencé a escribir mis penas en aquellas hojas.

"Hace veinticinco años mi padre, un pirata bastante conocido tuvo una aventura con una campesina, el gran conocido yonko era también famoso por sus extraños apetitos sexuales por lo que era muy común que existiesen hijos de él. Se conocían algunos casos en el mundo, aun así mi madre temía que algún día la marina entrase por la puerta y me decapitase por lo que mantuvo en secreto mi verdadero nombre.

Me llamó Jack, en honor a un gran capitán que falleció en el mar, su antiguo marido. Siempre me dijo que debía de tener la cabeza bien alta, y que si me tuvo fue porque no pudo aguantar más la soledad. De pequeño me crié en un pueblo bastante pequeño, más bien una aldea.No era un joven de gama baja sino más bien alguien de gama media, no nos sobraba el dinero pero nos  daba para algunos caprichos. Tuve una infancia bastante buena y desde pequeño me fui mentalizando con lo que suponían las catástrofes de la guerra, algo bastante común en aquella época por las continuas contiendas que solían azotar el mar.

Se hablaba sobre la marea roja, nunca entendí bien qué significaba aquello pero decían que lo nuevo era hacerse pirata y embarcarse a la mar, "la mar" que extraño me sonaba aquella unión de palabras que los viejos solían decir a boca llena en las tabernas. De ellos, los piratas, escuché que eran personas sin corazón que se dedicaban a saquear todo lo que se les ponía delante de los ojos. Al principio pensé que todo aquello eran estupideces, Jack, quien tuvo que ser mi padre, fue un gran capitán pirata, alguien honorable por lo que decían y Legim jamás escuché nada malo.

Mi madre se preocupaba mucho de mantener mi educación, me enseñó a leer y a escribir. En ocasiones me daba lecciones de la vida y siempre tenía una sonrisa para cada uno de mis momentos. De ella apenas recuerdo nada, hace mucho desde que murió."

Suspiré pesadamente repasando todo aquello que había escrito, aquella parte de mi vida no estaba demasiado coherente ni tampoco era muy extensa pero, apenas recordaba aquel pasado del que me esforzaba por olvidar.

-Fuego...-

Volví a susurrar, esta vez bastante melancólico.

"Una tarde el temporal había sido realmente malo, nos habíamos quedado dentro de casa, como era aconsejable. La lluvia caía con fuerza sobre nuestra casa y los rayos sonaban con fuerza a los alrededores de la estancia. La subida del mar y el fuerte viento provocaba algunas inundaciones en la isla, aunque nada importante para nosotros que vivíamos en la zona más alta del lugar. Yo estaba abrazado a mi madre, metido bajo sus sábanas, temblando del miedo ante la llegada del mal temporal, veintiún años me separan de aquella catástrofe y aun así no puedo olvidarla, tenía entonces 4 años.

La lluvia estaba pasando pero los relámpagos seguían azotando el cielo con fuerza, sentíamos que cada vez estaban más cerca de la isla pero no quisimos prestarle atención para no
preocuparnos tontamente. El temporal era malo y no había sitio en donde estar seguro, tan solo dentro de la casa.

De pronto un rayo golpeó la parte superior del tejado y éste comenzó a arder, mi madre y yo nos sobrecogimos por tal estruendo y temblamos al ver cómo el techo cedía ante el fuego.

-¡Jack, trae cubos de agua, corre!-

Me gritó ella y le obedecí bastante asustado, salí hacia el exterior de la casa y tomé el cubo de madera rellenándolo en el pozo, instantáneamente se lo traje a ella quien estaba intentando extinguir tontamente el incendio con las sábanas humedecidas de la cama. Ella echó el cubo de agua al techo que apenas se inmutó.

-¡No te pares, sigue trayendo cubos!-

Me gritó a lo que obedecí, repetimos hasta siete veces la faena pero el techo continuó ardiendo. Nadie salió de las casas del poblado a socorrernos, estarían asustados por el temporal o quizás jamás hubiésemos sido queridos allí por ser familia de piratas.

Caí rendido junto con el octavo cubo de agua al llegar a la puerta de casa, hasta entonces no me había dado cuenta pero me ardían los pulmones de haber consumido mucho humo del fuego. Tosí con fuerza y cerré los ojos poco a poco comenzando a perder la consciencia y entonces sentí unos cálidos brazos cogiéndome y apartándome de la casa en llamas, entreabrí mis ojos lagrimosos con levedad y me humedecí mis labios negros por el humo antes de susurrar su nombre.

-¿Mamá...?-

Susurré antes de que ella me dejase en el suelo, tomase el cubo de agua con lo que le quedaba y corriese hacia el interior de la misma, derrumbándose todo el techo sobre ella y aplastándola.

-¡Mamá!-

Grité rompiendo a llorar, levantándome del sitio apenas sin fuerzas, corriendo hacia la entrada derruida de la casa, tratando de buscar su cuerpo entre los tablones, aunque, nada encontré. Estaba muerta y no tenía fuerzas para levantar aquello tan pesado, finalmente me desmayé."


Jack L. Shervalah:

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