¿Navidad adelantada? [Pasado]

Se adentró entre muchas salas, algunas habitaciones, otros simples depósitos así estuvo un buen rato abriendo y cerrando habitaciones hasta que finalmente en una puerta como todas las anteriores llegó a su objetivo: la sala de vigilancia. Gracias a todo el desastre que Lexa había armado, nadie se encontraba en ella y los monitores mostraban la irrisoria escena de una lunaria comandando a un grupo de minks entre el fuego y las máquinas. Buscó entre los estantes los archivos de los días anteriores, rompiendo todos los que supuso que le involucraban (eliminando más de tres meses de grabaciones solo para asegurarse).

Tras lo cual se sentó en el teclado para eliminar toda la grabación de aquel día que le hubiera captado, encontrando un problema, el teclado estaba codificado en ese código infantil de las cartas. Lexa sería una genio encontrando los tres símbolos que pudieran desbloquear los archivos digitales, pero ella era mucho más lenta y solo tenía tres intentos. Por suerte había estado cuando la lunaria conseguía averiguar algún símbolo y a regañadientes escuchaba sus significados, el de la estrella por ejemplo tenía diferentes significados según el orden. Pese a ser el más repetido, la herrera supuso que aquel curioso dibujo podría ser el que cerrase la contraseña al no tener mucha relevancia en los otros dos espacios. Luego estaba el símbolo del sol, de la luna y otros garabatos. Tecleó la primer combinación Luna-Sol-Estrella. Error...

Sowon suspiró, no estaba inspirado en algo del cielo ni tampoco en una lógica tan enrevesada como otros idiomas, sus ojos se iluminaron y tecleó nuevamente Sol-Luna-Estrella. Bingo, ahora tenía acceso a todos los datos digitales, pudo dedicarse a eliminar los archivos que le interesaban tocando el símbolo del tacho de basura en el teclado. Finalmente llegó hasta el día actual, al parecer minutos antes de que Lexa ingresara el gordo había escapado por una escalera oculta bajo unas baldosas de su oficina. Pero el muy tonto no se percató de que tenía cámaras por todo el complejo y que Sowon le estaba vigilando en vivo mientras este escapaba por los pasillos. Tomó el micrófono haciendo que su voz sonase por toda la fábrica, era como ser omnipresente gracias a todas las pantallas.

—Señorita Lexa, le habla la guapísima, el culpable está huyendo por un pasillo secreto. Si levanta la baldosa frente a usted va a poder encontrarle en menos de tres minutos, creo que se atascó en una chimenea. Y usted señor, aún me debe la paga por todos los juguetes reparados, las cartas ordenadas y el tenerme encerrada más de tres semanas en esa horrible sala sin mucho más que comida enlatada y nada de agua. Le cobraré unos dos millones de berries, si desea que todo esto acabe sin incidentes o que mi compañera no lo cocine al fuego. Solo envíe el dinero por la caja de correo de la sala de vigilancia, tiene unos veinte minutos... vivir o morir... la decisión es suya señor.—

Sowon cortó el micrófono con un botón y se encerró en la sala de vigilancia a esperar el dinero, suponía que podía calmar todo con solo una recompensa menor pero no intervendría sin su dinero. Unos dos millones era lo mínimo que esperaba recibir por un trabajo de tantas semanas, se cruzó de brazos tras beber un poco más de agua y vigiló las cámaras preparada para guiar a Lexa si era que el gordo no aflojaba la pasta.

Lexa escuchó las palabras omnipresentes de la guapísima, preguntándose cómo había hecho. ¿Era una de estas personas mágicas que hacían cosas raras? ¿O solo estaba usando los altoparlantes conectados convenientemente en casi todas las habitaciones? Las respuestas a preguntas complejas, cuestiones del sentido de la vida, merecen dedicación y tiempo, así que Lexa pensaría después. Siempre dejaba el ‘pensar’ para otro momento.

Hizo caso a las palabras de su compañera rara y levantó la baldosa con mucho pudor; no quería encontrarse bichos ni nada viscoso ni que se arrastrase por el suelo. Descendió la escalera de mano y acabó en un conducto oscuro, húmedo y hecho todo de lata. Extraño, ¿no? Casi todo en la isla era de madera, como si fuera el único material de construcción disponible, pero curiosamente ese pasillo era de metal.

Tuvo que encogerse para poder avanzar porque medir dos metros en una de esas situaciones no era lo óptimo. Al cabo de pocos minutos, quizás unos cinco, se encontró con el Impostor atascado en una gran chimenea que conducía a solo el Gordo sabe. El pobre hombre movía las piernas como si le fueran a dar el impulso que necesitaba. Era una escena lamentable, después de todo lo que había hecho el Impostor, que fuera ejecutado de esa manera…

-No dejaré que este sea tu final, Impostor. Mereces un castigo apropiado -sentenció Lexa con voz de jueza, un poco más formal y seria que de costumbre-. Te sacaré de ese atasco.

Con todas las fuerzas que pudo reunir, Lexa ayudó al Impostor a salir de la chimenea. Lo agarró de la cintura y jaló con tal violencia que, en vez de sacar al hombre, solo le quitó los pantalones.

-¡Le he sacado las piernas! ¡Noooo, lo siento! ¡No era mi intención! -se disculpó Lexa, lanzando los pantalones lejos más por reflejo que por otra cosa.

-¡Solo mátame, niña del demonio! ¡Deja de humillarme y acaba con este sufrimiento! -le pidió el Impostor a Lexa.

Lexa tenía otro concepto de la ‘muerte’, no terminaba de entenderla y pensaba que era algo como quedarse dormido por mucho tiempo. Una petición como esa era extraña y Lexa no sabía qué hacer. ¿Cómo mataría al Impostor? ¿Debía hacerlo realmente? Mientras las preguntas aparecían en su mente, los duendecillos enfadados tomaron acción. Pidieron prestado el tridente de Lexa y empezaron a ensartar al Impostor, exigiendo de vuelta las galletas y los pagos por las horas extras.

-Bueno, dejaré que ellos se encarguen. Parece que se llevan bien -determinó la chica y regresó.

Así, en cuestión de semanas, Lexa impulsó la caída de La Fábrica y el cruel asesinato del Impostor, un explotador sin escrúpulos que tenía esclavizado a los duendecillos.

Sowon contempló la escena mientras el dinero llegaba tal y como había pedido, abrió la bolso y contó los fajos de billetes contemplando que la suma llegaba a lo acordado. Unos dos millones por estar semanas atrapada en ese lugar era un pago justo. Observó al hombre ser rodeado mientras los minks exigían sus pagos, tras lo cual se aseguró de borrar todos los datosvque le mostrasen y apagar el sistema de vigilancia por al menos tres horas el tiempo suficiente para desaparecer de la isla.

Retiró la tela colocada en el llavero y lanzó las llaves a un montón de juguetes en reparación. Suerte a quien las encontrase, lentamente pasó el dinero a su propio bolso personal y tras haber cubierto sus pies con tela y sus manos para no dejar huellas tomó un trago de la calabaza y abandonó aquella fábrica. Un comentario fue lo único que la mujer dedicó mientras sus ojos se despedían del interior del lugar.

—Fin del juego...—

El pino estaba desierto, algunos lugares en llamas y otros destrozados, habían iniciado una protesta y por suerte nadie estaba vigilando las entradas ni las cámaras funcionaban por lo cual la mujer tuvo tiempo de sobra para irse y cautivar a un visitante de la isla marchando rumbo a una isla más apropiada para vender sus armas.

—Bien señorita Lexa, ha resultado una fuente de ingresos y conocimientos. Espero encontrarle nuevamente y hacer verdaderos negocios...—

Comentó para sí misma mientras ordenaba sus cosas en el barco que abandonaba la isla. Desconocía que había sido de su companera tras salir de la vigilancia de las cámaras y de cierta manera solo le preocupaba que otro pudiese darle caza antes que ella. Debería ser precavida y encontrar una manera de tenerle controlada, tras ese incidente que era más que probable le atribuirían solo a la lunaria al haber borrado toda muestra de su participación, era probable que los cazadores buscasen una recompensa jugosa.