Comienzo [Kedra-Dexter] [Pasado-Privado]

La noche era oscura como la mismísima boca del lobo, apenas había estrellas esa noche y la luna estaba oculta entre nubarrones negros. Una figura caminaba por el lugar, se tambaleaba como si hubiera venido de la mismísima guerra. Era un chico de unos veinte años, su pelo era castaño oscuro y alborotado, además estaba empapado, pero no precisamente de agua. Por su frente bajaban varios hilos de sangre. Sus ojos eran algo temible, dorados intensos, pero en lugar de blanco de los ojos, tenía un color negro como el azabache. En su boca podían verse unos colmillos afilados como cuchillas, su altura era de un metro noventa y muy musculoso. En su pecho tenía un tatuaje en forma de media luna negra. Vestía tan solo con un pantalón largo blanco, el cual estaba medio roto, además portaba unas botas del mismo color, ninguna arma a simple vista.

Kedra, el antiguo Supernova, el terror de todos los marines. Un ser temible y cruel, pero ahora su expresión era muy distinta, estaba gravemente herido y no parecía muy “malvado” su cara mostraba dolor y confusión. No tardó en llegar a una taberna, abrió la puerta despacio y entró jadeando y con los ojos entrecerrados, las miradas se clavaron en él enseguida. Ignoró a todas aquellas personas y fue directo a un tablón ¿Qué coño? Estaba su foto con una recompensa de más de ciento veinte millones. Eso provocó que diera varios pasos hacia atrás, no había hecho nada malo, o al menos nada que recordara. El luchador se acercó ahora a la barra del lugar y miró al camarero, un hombre de edad media, pelo azulado pinchudo y ojos verdes claros. Sus ropas consistían en el típico uniforma blanco con gorro horrible, las palabras salieron de la boca de aquel chico de una forma seria.

- ¿Disculpe podría darme algunos vendajes? Tengo algunas heridas y no encuentro como parar el sangrado…

- ¡Kedr….! ¡Enseguida señor!

Aquel tipo no tardó ni dos minutos en salir corriendo y darle los vendajes. El castaño los cogió algo confuso mientras empezaba a vendarse muy despacio con algo de torpeza. Gruñía al sentir aquel dolor en su cuerpo, la verdad es que no podía dar un paso más debido también al cansancio. Después miró a aquel hombre a los ojos y le respondió mientras respiraba con algo de dificultad.

- Oiga… no llevo dinero para pagarlos… pero puedo quedarme a limpiar platos si hace falta…

Aquel hombre negó varias veces y le dijo que no hacía falta, cosa que empezó a extrañarle. No tardó en entrar un joven de unos trece años, parecía asustado y salió corriendo. Pero entraron dos tipos con malas pintas y armados con palos, buscaban al niño. Aquel pequeño era moreno de ojos rojizos y parecía ser de baja clase por la ropa que llevaba. El castaño no tardó mucho en ponerse delante del chico cuando aquellos hombres le amenazaron diciendo que había robado dos barras de pan.

- ¡Eh dejad al chico!

Una sombra avanzaba en la oscuridad, con porte nervioso. Apurado, su respiración se entrecortaba ligeramente. Bajo la lluvia su mirada estaba inyectada en sangre, y su cabello apelmazado, de la misma manera que el pelo de su abrigo. El Shichibukai llevaba meses buscando a su presa, sabiendo que era ya un peligro inimaginable para todo aquel que se cruzara en su camino, más aún tras los incidentes de Sunaba y su misteriosa desaparición. Debía estar tramando algo grande. Y Dexter Black iba a impedírselo, por el bien de todas las personas buenas que aún quedaban en el mundo.

Hincó una rodilla sobre la tierra húmeda, y en el barro olió sangre. Acarició el líquido, que se estancaba en un pequeño charco, y tras olerlo, lo lamió. Era de él, estaba cerca. ¿Cuánto habría crecido su poder? El cadejo negro era un peligro colosal, y tras tanto tiempo debía ser una amenaza para el mundo entero. Era hora de que el Zafiro negro acabara de una vez por todas con la Pesadilla. "Huele a ti, Kedra, viejo amigo...", pensó mientras olfateaba el aire, levantándose lentamente. Conocía bastante bien al animal, pero jamás habría pensado que lo iba a encontrar en Saint Reia, la base revolucionaria del South Blue. ¿Algún día su peor enemigo dejaría de sorprenderlo? Casi sonreía al pensar que aquel día terminaría todo. Esa noche, bajo la luna, y atestiguado por las lágrimas del cielo, iba a librar al mundo de una enfermedad que jamás debió permitir que se propagara. Kedra iba a morir.

Caminó unos pasos, y olisqueó de nuevo. Su esencia se alejaba del bosque para adentrarse en el pueblo. "¡Mierda!", pensó, derribando un árbol por la furia que sintió momentáneamente. Se desplomó con un ruido sordo sobre el lecho de hojas secas, y el pirata sabía que su aparición era tardía. La Joya lo esperaba en el puerto, y por una promesa a un viejo amigo ningún revolucionario tomaría acciones contra su tripulación. La condición era salir cuanto antes, y sólo llevarse a Kedra. Por suerte eso era justo lo que pretendía, y comenzó a moverse hacia la fuente de olor que había detectado. Si el pueblo estaba asaltado por su antiguo capitán tendría que lanzarse con todo, y no quería hacer más ruido del necesario. Al fin y al cabo no todos veían bien la presencia de un "perro del gobierno" en una isla del ejército libre.

Llegó frente a una puerta, y frenó un instante. Al otro lado el olor a Kedra era fuerte, tanto que apestaba. En unos instantes vería por última vez el rostro de su primer amigo pirata. Necesitó suspirar.

-Adiós, Capitán.

Y con eso abrió la puerta de par en par, una espada de viento en su mano y la mirada clavada en el muchacho de ojos negros. Tan fuerte fue su entrada que la puerta rebotó al llegar a su fin de trayecto, dejando una gran marca en la piedra por culpa del pomo, y cerrándose de nuevo. Iba a por todo, y quería que lo supiera. Estaba allí por él. Era el final.

-Te dije que algún día te mataría, Kedra. Y aquí estoy.

Se lanzó contra él, tratando de agarrar su cuello con la mano desnuda, estampándolo contra la misma pared donde la puerta había rebotado, esperando mirarlo una última vez a los ojos. Una última vez para saber si había remordimiento en él. Tal vez, antes de matarlo, podría perdonarlo.

Carga y agarre [AM]

Los dos bandidos continuaban observando al joven castaño que los miraba con el ceño fruncido, no pensaba dejarles tocar al crío de ninguna forma, su enfado comenzó a notarse debido a que de su cuerpo un humo negro empezó a surgir. Los tipos rápidamente tiraron sus armas y retrocedieron con algo de temor en sus miradas, sin embargo aquel humo se disipó enseguida por el pésimo estado del cadejo negro. Clavó una rodilla en el suelo y escupió un poco de sangre mientras sus ojos emitían un brillo dorado ¿Qué le estaba pasando? No recordaba algo así, tan solo sabía que se llamaba Kedra y que todos parecían conocerle por un criminal cosa que le tenía algo mosqueado. De repente uno de aquellos tipos perdió el miedo y lanzó un palazo rumbo a la mandíbula de aquel joven, este interpuso su brazo derecho y de una patada en el pecho lo tiró al suelo.

- ¡Largaos de este sitio!

Gritó avisándoles mientras colocaba una mano en el pecho del chico moreno y lo ponía a su espalda, estos tipos siguieron molestando pero el camarero del bar sacó una escopeta de debajo de la barra y pegó un tiro al aire, eso les sirvió de advertencia. Aquellos malditos al ver la situación así se largaron de allí mientras dejaron la amenaza de coger al chico cuando pudieran, Kedra se mantuvo serio con los ojos iluminados, en ese momento sintió como aquel crío le tocaba la pierna. Le agradeció el haberle protegido, el lobo negro le sonrió tranquilamente y le puso una mano en la cabeza mientras le dirigía una mirada al dueño del bar, este pareció entender lo que quería decirle y asintió con la cabeza. Durante el proceso del golpe, el brazo del antiguo criminal había tomado un color negro metálico, cosa que ahora no entendía, algún poder que tenía al parecer. Pegó un leve suspiro y dejó al chico ir con el dueño del bar, pero entonces algo extraño sucedió.

La puerta fue derribada con una violencia increíble, haciendo un sonido de madera rota devastador, al parecer el pomo había atravesado la pared. Ante sus ojos había un extraño hombre, se quedó mirándolo confuso mientras se rascaba la cabeza, sonrió y trató de acercarse a él con la mano extendida, sin embargo este se movió a una velocidad increíble. Notó como le agarraba del cuello y le pegaba contra la pared, el castaño gritó de dolor al notar como las heridas se le abrían por la fuerza del impacto, lo que provocó que empezara a sangrar un poco por el pecho. No sabía quién diablos era ese tipo y que tenía contra él, seguramente sería un marine o agente del gobierno que iba a por su cabeza, pero joder es que no recordaba haber hecho nada malo. Empezó a respirar con dificultad escuchando sus palabras y acto seguido trató de hablar de la mejor forma que pudo.

- ¿Quién demonio eres? No he hecho nada… ¡No tengo problemas con nadie! ¡Exijo saber mis delitos agente! ¡Aaaaaah!

Abrió los ojos con un dolor increíble debido a sus heridas, hizo un esfuerzo increíble por no vomitar, tenía algunas quemaduras en brazos y espalda. El crío miraba asustado al igual que el dueño del bar, pero nadie se atrevía a decir nada contra aquel hombre con esa fuerza tan bestial, tenía que tenerla para levantar a los casi más de cien kilos que pesaba el lobo negro. Los ojos de Kedra miraban a Dexter con cierta inocencia, no entendía nada de nada, pero al parecer ese hombre le conocía de algo. Sin embargo no entendía como había resistido el golpe, debido a su haki armadura y su Yami Moon se había librado.

El dragón sonrió. Lo tenía delante, tan cerca que podía olerlo, asustado como un niño pequeño frente a él. El gran pirata Kedra, la pesadilla. Un criminal que había dejado una estela de destrucción a su espalda que se saldaba en decenas de muertes. Tan débil tras todo aquel tiempo, casi como cuando separaron sus caminos... "No hueles a ti", dijo para sí mismo, casi recreándose. El olor de su viejo capitán, siempre poderoso, un almizcle único y distintivo... Seguía siendo dueño de él, pero había algo más allá, algo que estaba más allá de la naturaleza canina de la Pesadilla. Pero algo era diferente, como si se hubiera confundido pese a estar delante de él. ¿Sería una de sus artimañas?

No, no lo era... Tenía miedo, y eso no era propio de Kedra. Sin duda era una persona distinta, por algún motivo, pero al mismo tiempo era él. "¿Me ha llamado agente?", se preguntó al escuchar sus palabras, y no pudo evitar zarandearlo sin decir nada, aún con sus ojos penetrando las doradas esferas que le devolvían la mirada. "¿Quién eres?", preguntó, tan sólo en su mente, tratando de averiguarlo. Su presa se ocultaba ahí, de alguna manera. Estaba seguro. ¿Cómo demonios podía oler tan distinto, con un hedor tan igual? "Dios, no voy a poder resolver esto". Su cabeza comenzaba a aturullarse, y rebajó un poco la presión sobre el cuello del chico lobo, sin llegar a soltarlo. Estaba seguro de que tenía truco.

-¿Que quién soy?- dijo, alzando el arma, apuntando directamente a la frente de Kedra-. Soy el dragón de tus pesadillas, capitán. La sombra tras el perro negro, y el ojo sobre el cazador. Llevo mucho tiempo buscándote para librar al mundo de tu ominosa presencia- su semblante tornó serio de nuevo, sin dejar de mirar a los ojos dorados que tantas veces había visto junto a él. Pese a ser un asesino nunca lo había tratado mal. ¿Podría haber cambiado? No, no podía haberlo hecho. Kedra no cambiaba, sólo jugaba con él otra vez, como en Goa. Pero no iba a permitírselo-. Di tus últimas palabras, Kedra "La Pesadilla". En nombre del Gobierno Mundial, de las leyes de la Marina y las promesas inquebrantables del Zafiro Negro, te condeno a muerte.

Y el arma avanzó, cortando con fuerza todo lo que tenía a su paso. A través de ella se podía ver el exterior del local, lluvioso, cargado de viento, cerca de la tormenta y caos más absolutos. Pero la cabeza de Kedra, por algún motivo, no estaba entre el arma y la pared. Ésta se desvaneció en la mano de Dexter, que se veía incapaz de matar a la pesadilla. Por lo menos de momento no podía hacerlo. Tenía que descubrir si era una verdadera amenaza o no, pero... ¿Cómo?

-Tú y yo vamos a hablar- dijo, dándole la espalda y señalando una mesa vacía, aunque estaba rodeada por un corrillo de curiosos. Sin embargo un gesto bastó para que se apartaran de ella, e incluso un hombre le acomodó el asiento-. Quiero saberlo todo de ti, y me lo vas a contar- no necesitaba mirarlo para saber que lo haría. Hubiera cambiado o tratara de engañarlo, si huía no correría suficientemente rápido. No para él-. ¿A qué estás esperando? Ven.

Sus colmillos momentáneamente hicieron aparición, pero en aquella ocasión se los relamió en lugar de ocultarlos. Ese día no se andaría con rodeos, había llegado para terminar lo que un día empezó. Era su deuda consigo mismo.

Ese hombre estaba loco, el chico no entendía de qué diablos estaba hablando. Le había llamado capitán Kedra ¿Sería de las espinacas? La confusión en el castaño era exagerada, ya no sabía ni que pensar, tal vez tenía un hermano gemelo o algo así. El dolor no se iba ni un solo instante, por suerte aquel hombre dejó de apretar con la mano y pudo respirar mejor. Sin embargo ahora escuchó que le estaba condenando a muerte, eso debía de ser un sueño o algo parecido, era imposible que tuviera tanta mala suerte. Pudo ver como el desconocido alzaba su arma hacia su cabeza, después de sus palabras cerró los ojos apretando los dientes. Al pasar unos segundos le dolía el oído, sus sentidos eran muy bueno y ese ruido le había dañado, gruñó de dolor mientras se desorientaba un poco.

Cuando por fin le soltó, cayó al suelo aterrizando de espaldas y quedando boca arriba con los ojos cerrados y respirando con dificultades. Se llevó la mano a los vendajes apretándolos un poco, contuvo una bocanada de sangre pero momentos después no pudo evitar echarla sobre el suelo. Se fue levantando muy lentamente y se pasó la mano por el cuello acariciando la zona afectada levemente. Después escuchó a aquella persona decirle que se acercara a la mesa y le contara todo ¿Qué diablos iba a contarle? No sabía nada salvo cuando se había despertado, de modo que ahora se levantó del todo. Caminó hacia él tambaleándose y cerrando el ojo izquierdo para después volver a caer al suelo, esta vez de rodillas. Pegó su frente al suelo haciendo un esfuerzo enorme por no quedar inconsciente, se volvió a levantar y logró sentarse en la silla.

Estaba cara a cara con aquel hombre, mirándole a los ojos fijamente mientras dejaba su cuerpo echado totalmente, trató de calmarse un poco pero era difícil después de todo lo que le había pasado en una hora. Intentó hablar pero tosió un poco con dificultades, eso hizo que el camarero se acercara y le diera un vaso de agua, pese al cartel que había al lado, había descubierto que algo extraño pasaba. El chico le dio las gracias en un tono seco y costoso, una vez bebió del vaso, suspiró algo mejor pero tampoco gran cosa. Había sentido la garganta refrescada, por ella solo había pasado sangre y ahora sentir el líquido de la vida pasar por él, le había mejorado bastante. Se cruzó de brazos acariciándose los doloridos codos y comenzó a hablarle a aquella persona en un tono tranquilo, aunque se notaba que le costaba hablar aún, necesitaba descanso.

- Por lo que sé, me llamo Kedra. Me he despertado tirado en unas rocas, tenía heridas muy serias y todo el cuerpo me dolía. Todo estaba arrasado… árboles rotos, surcos de una sustancia ácida en el suelo y muchos sitios quemados. Conseguí levantarme y vine hacia aquí. He visto un puto cartel con mi cabeza y no sé qué diablos he hecho. Llegué a este sitio y esta buena gente me ha recibido con vendajes y amabilidad, pero unos tíos trataron de abusar de un crío, lo defendí como pude. Odio que abusen de los más débiles, después te vi a ti, me mirabas de una forma distinta, pensé que tú eras alguien conocido que me dirías que está pasando. Pero después de lo visto creo que no te caigo muy bien, no te dejes llevar por esos carteles, yo no soy un criminal…

"Fuego y ácido...¿En qué líos te estás metiendo, Kedra", pensó Dexter tras escuchar las palabras del cadejo. Hasta un inepto en medicina como él era capaz de notar las heridas que le recorrían el cuerpo por completo, y cualquiera podía ver la sangre que lo bañaba. Todo apuntaba a que el oscuro Capitán de Kage Akuma tenía tratos con quien no debía. Akai Ryunosuke, heredero de uno de los poderes más devastadores que jamás vio, era una bestia incontrolable, sólo sedienta por destruir el mundo y reducirlo a cenizas. ¿Sería él el fuego que había quemado a Kedra? Podía ser, ya que todo apuntaba a que Akai había desaparecido al igual que el lobo negro. Un trato que se torció, y el chaval de fuego intentó cremarlo... Era una posibilidad entre tantas... Su vieja tripulación era muy turbia, y no le extrañaría que hubiera reclutado a algún criminal que tuviera poder sobre el ácido. La cuestión era por qué no decía la verdad, por qué se mostraba asustado.

-Un Bourbon- dijo, carraspeando momentáneamente, mirando al camarero-. Medio vaso, dos hielos- sentía la garganta seca y, tras tanto tiempo buscando se merecía un capricho.

¿Por qué parecía tan desvalido? ¿Por qué no parecía ser el mismo? Eran los mismos ojos y el mismo pelo, la misma cara... Pero tenía una expresión nerviosa, lejana de la siempre odiosa calma que lo acompañaba. Tal vez un negocio le hubiera salido mal, tal vez el perro negro no fuera infalible. ¿Se estaba apiadando de él? No, de ninguna manera, no podía dejarlo vivo. Era su deber, su promesa, tenía que hacerlo, pero... ¿Y si ya no era él? Tal vez pudiera neutralizar su peligro sin matarlo, sólo quizás había esperanza de redención para el lobo de las sombras. ¿La había? Quién sabe.

-Pasadme ese cartel- rápidamente la cara de Kedra llegó a sus manos, al mismo tiempo que el Bourbon. Dio un pequeño trago y miró el cartel-. Robos, asesinatos, torturas, asaltos, extorsiones... Es muy difícil olvidar para tu antiguo segundo de abordo lo que solías hacer, las cosas que te he permitido- su rostro reflejaba tensión marcial, y su mirada estaba fija en el cartel-, las cosas que no te impedí en su momento- la voz se le quebraba ligeramente, y algunos recuerdos de cuando encontró al asesino en Lnveel pasaron por su cabeza-. Las cosas que dejé pasar aún me persiguen, y no puedo huir de ellos- miró al verdadero Kedra, con los ojos inyectados en sangre, y la cara empapada por el agua que llovía desde su pelo-. Si no fuera por aquella vez... ¡Maldita sea! ¿Qué cojones te ha pasado? ¡Tenías que estar preparado para esto! Los sabes desde hace años.

Se quedó mirándolo, y sacó un trozo de tela negra de su chaqueta. En el centro, un cráneo de lobo miraba desde sus cuencas vacías, comandado por dos sables sarracenos. La bandera de Kage Akuma, el símbolo del antiguo supernova en sus manos.

-Esto es lo que eres, Kedra. No hay más.

Dio un trago a su bourbon y lo dejó sobre la mesa, haciendo un gesto para que trajeran más. Iba a necesitarlo, tenía que matar, y odiaba hacer ese tipo de cosas. ¿Por qué a él? En fin...

Observaba en todo momento al hombre que hablaba de esa forma a los ojos. Había pedido una bebida, seguramente con algo de alcohol. Después de unos segundos suspiró mientras se llevaba una de las manos a la cabeza ¿Segundo de abordo? Joder no se enteraba de nada, solo estaba deduciendo que había hecho crímenes de los que no se acordaba. No se veía con madera de capitán, ni siquiera tenía motivos para odiar a nadie, trató de recordar algo de su pasado pero todo estaba en blanco ¿Tenía familia? Todo estaba siendo demasiado injusto, además él negaba ante todo haber matado a personas. A continuación su acompañante pidió que le acercaran el cartel de recompensa y empezó a mirarlo, Kedra sin embargo no hacía nada y le observaba simplemente.

Tras pasar un poco de tiempo le mostró un trozo de tela con una bandera y le dijo que era eso, se quedó mirando confuso, parecía el cráneo de un cánido con dos sables al cuello. Sin duda se trataba del Jolli Roger de una banda pirata, pero no le sonaba de nada. Ahora volvió a mirar a aquella persona y clavó sus ojos en los suyos, parecía tener un odio increíble por su persona, pero este seguía sin entender, no pudo evitar llevarse una mano a la cabeza dándose leves golpes tratando de mejorar pero nada pasaba. Se sentía perdido en un mundo desconocido dónde solo sabía que había piratas y marines, encima lo tildaban de criminal sin motivo y ya se había presentado una persona que le odiaba. ¿Sería esa persona su atacante a lo mejor? Tal vez se hacía el bueno delante de la gente, pero no… si fuera así le habría matado estando inconsciente y eso no tenía nada de sentido.

- Muy bien, ya veo que no me crees. No sé de qué me hablas, te aseguro que yo no he matado a nadie. Te dije que desperté en ese bosque, no sé si tengo amigos, familia o alguien que me pueda decir que pasa, pero por lo que veo me odias bastante. No sé tú nombre y es algo que me gustaría saber. Pero antes déjame decirte algo… ¡Mírame a los ojos! ¿Te parece que te estoy mintiendo? No he visto esa bandera en toda mi vida.

Tras terminar de decir eso clavó sus ojos en los suyos, deseando demostrarle que se estaba equivocando, de hecho su expresión era muy distinta. Ahora su rugido surgió de la nada, pero no de la boca del cadejo, sino de su estómago, eso hizo que se sonrojara un poco mirando a otro lado mientras se ponía algo orgulloso pero no le salía para nada. Resultaba gracioso ver de esa forma al que meses atrás era el mayor de los asesinos.

- Eso ha sido mi bota… que conste…

Mentira, se estaba muriendo de hambre pero la situación no era la apropiada, el joven de antes se acercó a él y este sonrió acariciándole la cabeza con amabilidad. El chico tan solo cogió una silla y se sentó a su lado así con toda confianza.

- Amigo estoy hablando con este señor…

- No pasa nada, me parece una buena persona también jejejeje

Dexter se llevó la mano a la cabeza, exasperado. ¿Se podía saber qué demonios había hecho ese tipo? Kedra era un inconsciente, siempre lo había sido, pero nunca hasta el punto de dejar que acabaran con él en un descuido. Sin embargo aquello podía ser el inicio de algo nuevo, tal vez no tuviera que matarlo aquel día, tal vez no tuviera que matarlo... "¡No! Es un peligro, lo sabes desde siempre", gritó su mente mientras lanzaba otro trago a su vaso, y sacaba de su chaqueta un trozo de papel arrugado, tostado y con las letras semiborradas. Sin embargo aún se podía leer bien lo que rezaba. "Kage Akuma, 350.000.000 berries". La banda completa con Akai, Kedra y el viejo. ¿Cómo se llamaba? ¿Inaga? Sí, Inaga... Era el músico de la banda, y había demostrado estar jodidamente loco pese a su aspecto jovial. En realidad nadie cercano a Kedra estaba muy sano. Seguramente él tampoco.

-Esto somos, capitán- dijo, con tono seco, mientras sacaba varios carteles tanto o más ajados de su abrigo-. Inaga, Akai, Pelomoco, Vince...- con cada palabra iba señalando, mientras pasaba los respectivos carteles, deteniéndose en la única mujer de la banda-. Y Kira- lo miró a los ojos. No podía haber olvidado a Kira. Si estaba fingiendo lo sabría al instante, el "amor" que se profesaba la pareja de enfermos era difícil de ocultar-. Esto era Kage Akuma hace tres años, antes de Loguetown, antes de Goa- los recuerdos de buenos momentos se amontonaban en su cabeza mientras alguna que otra lágrima escapaba por su cara, derramándose sobre el vaso de Bourbon-. Esto es lo que somos, Capitán.

Bebió el jugo de lágrimas y alcohol, acabando con el vaso definitivamente, y levantándose de la silla. Necesitaba estirar las piernas, y dar un paseo con su antiguo capitán. Había demasiados recuerdos para matarlo friamente, y demasiadas razones para ejecutarlo allí mismo. Tenía que respirar aire fresco, tenía que salir de ahí. De un momento a otro, era asfixiante, y por poco necesitó sacarse el abrigo, pero no hizo falta finalmente. Sólo necesitaba caminar, relajarse y hablar con Kedra tranquilamente. Matarlo vendría después si el cadejo no lo satisfacía. Y era muy difícil de satisfacer.

-Nos vamos a dar una vuelta- dijo, dejando un par de billetes en la mesa, y dándole uno bastante más grande y apetecible al niño, que sonrió fugazmente y marchó corriendo. Pobre-. Tenemos muchas cosas de las que hablar, y muy poco tiempo. Hace años que no nos vemos, y hay tanto por delante que ver... Vamos.

Se acercó la puerta y la abrió. Un trueno cayó cerca, pero no pasaba nada. Caminar bajo la lluvia siempre era agradable, aunque Kedra parecía morirse de frío. Tal vez se equivocara, pero si lo iba a matar era bastante innecesario hacer que sufriera. Se quitó el largo abrigo y se lo tendió, saliendo a la calle bajo la lluvia tras ello. Estaba fresca y el viento agitado le golpeaba en la cara. Era como estar de vuelta en el invierno de Darmer. "Cómo lo echo de menos".

Kedra se mantenía callado observando al hombre que tenía ante sus ojos con una mirada tranquila y relajada. Este comenzó a sacar carteles de unas cuantas personas, un anciano que parecía algo raro, un hombre de cabellos rosados, un peliblanco, además de un hombre feísimo llamado “pelomoco” su expresión era lo mismo en todas. Cuando vio la de la chica fue la misma que las demás, la pasó como si no la conociera de nada, después de unos momentos pegó un suspiro y volvió a mirar al tipo que tenía ante sus ojos. Pudo ver aquellas lágrimas y eso le hizo mirar a otro lado preguntándose el por qué de aquella situación, seguía sin entender nada de nada. Se empezaba a sentir incomodo ¿Había hecho algo tan malo al chico de la mesa para que este incluso derramase lágrimas? Cuando escuchó lo de dar un paseo no pudo evitar asentir y levantarse.

La actitud de darle dinero al crío hizo sonreír al cadejo negro, esa persona no era mala para nada y si alguna vez le hizo algo malo no era consciente de ello. Se levantó de su asiento mientras ahora apretaba el puño derecho, estaba mosqueado consigo mismo, salió junto a aquel hombre. Cuando vio el clima alzó la ceja derecha, en ese momento le ofrecieron un abrigo, sus ojos se abrieron como platos observando a su acompañante “¿En serio?” Pensó de repente mientras se ponía algo más confuso, ese tipo le había estado a punto de matar y ahora la ofrecía ropa para el frío. Ahora sí que se sentía mal, sin embargo no le hizo el feo y se lo colocó despacio, le quedaba bastante bien. Se puso a andar a su lado sin entender por qué le había llamado capitán pero al parecer llevaban sin verse bastantes años. Después de unos segundos miró al hombre con una mirada tranquila.

- Gracias por el abrigo… aunque mi pregunta es otra ¿Lo merezco? Tu estado hace unos segundos fue entristecido o eso al menos he deducido. Te debo haber hecho un daño muy grande a juzgar por la forma en la que entraste… incluso puede que no me merezca ni siquiera seguir aquí vivo. Quiero darte las gracias por ello también…

Agachó la cabeza unos momentos poniendo una expresión algo melancólica, aunque con aquellos ojos oscuros no resultaba bien lo que expresaba, puto aspecto físico. Pisó levemente un pequeño charco mientras caminaba junto a aquella persona, mirándole ahora a los ojos y sonriéndole con amabilidad. Una pequeña brisa meció sus cabellos de forma lenta, acto seguido tragó saliva, estaba muy perdido consigo mismo y en ese momento no se le ocurría nada de nada.

- No tengo nada, no sé quién soy, no sé dónde estoy y no sé cómo ganarme tu perdón por lo que supuestamente hice. Estoy muy confuso…

Dexter pudo ver que no había sentimiento en los negros ojos de Kedra cuando miró hacia Kira. ¿Cómo podía no recordarla? En fin... Al menos aceptó su abrigo, y se veía algo preocupado por lo que no recordaba haber hecho. Era una demostración de carácter por su parte impropia del Kedra a quien conocía. ¿El mundo estaría mejor así? Un cadejo amnésico no haría más daño al mundo, o al menos no mucho más que robar algo de comida de vez en cuando. Era algo que se podía tolerar, pero... Al fin y al cabo, Kedra era un psicópata. Si quería hacerle creer algo no dudaría en engañarlo y usar cuanta artimaña estuviese en su poder para hacerle creer que era distinto. "Pero cómo voy a saber yo si hago lo correcto...", pensó el dragón mientras miraba el cielo con cierta solemnidad. La luna estaba en el cielo, y las nubes la respetaban, pero se veían negras y la rodeaban en un extraño anillo... "Shenlong".

-Kedra, hiciste muchas cosas malas- dijo, con una sonrisa triste-. También hiciste algunas buenas, pero pocas, y un día en Goa...- tuvo que hacer una pausa, pues los innumerables recuerdos golpeaban su mente con aquel día intenso. Muerte de inocentes, y Dexter intentando salvar nobles por medio de matar reclutas de la Marina. ¿De verdad tenían alguna culpa los reclutas de aquello? Era una buena reflexión, porque ¿Qué crimen habían cometido ellos más que estar en el bando contrario de una guerra de la que no eran culpables? El Zafiro Negro no era ningún santo, al fin y al cabo. Tampoco pretendía parecerlo, pero en medio de aquellos pensamientos no podía evitar sentirse algo decaído-. La última vez que te vi antes de hoy nuestras órdenes eran asesinar a los nobles de esa isla. Yo intenté salvar a algunos pero... Me vi superado. Traté de abrir las puertas para ayudar a huir a la gente, intenté que nos retiráramos, y hasta convencerte, pero te negaste. Colapsé- la lluvia mojaba toda su ropa, que goteaba por doquier, y su voz sonaba más grave bajo la lluvia, pausada pero nerviosa, como quien recuerda un terror dormido-. Me largué de ahí, y juré que te mataría antes de que repitieras aquello. Sin duda has hecho muchas cosas malas...

Un charco salpicado de lluvia en el suelo, y recordaba las lágrimas de aquella oronda mujer aterrada. Mucho tiempo sin pensar en ello, pero ahí estaba. No había sido el mejor chico del mundo, y se había portado muy mal, aunque tratara de enmendarlo. Ya sólo le quedaban sus recuerdos, y muchos eran amargos. Y ahora estaba Kedra, un mal recuerdo, un horrible sueño, una pesadilla...

-Kedra, no puedo culparte por cómo eres... Eras. Yo dejé que alimentaras tu odio irracional. No puedo crear un monstruo y luego matarlo por comerse el ganado, no puedo, simplemente- lo miró a la cara. El abrigo le sentaba muy bien, a decir verdad-. Si tengo que cazarte algo de mí se perderá, y aunque por el asesino estoy dispuesto a ello, no puedo matarte así porque sí. Tengo que perdonarte, Kedra.

No estaba seguro de aquello, pero podría ser la mejor opción. Aunque, sin duda, no era una buena opción. En serio, ¿Qué podía hacer?

¿Matar nobles en una ciudad? Había que estar un poco majara para eso, esos payasos podían abusar de sus puestos pero asesinarlos era algo bastante horrible. Kedra abrió los ojos algo más al escuchar eso, después de los esfuerzos de aquel hombre, había seguido a su bola negando y matando gente. Un maldito asesino, estaba demasiado asustado ahora para poder reaccionar, nunca se habría esperado algo así y sin duda alguna ese hombre tenía muchos motivos para matarle. Cuando volvió a mirarle le notó en un estado no muy bueno a decir verdad, el lobo negro apretó los puños mientras sus dientes se afilaban un poco, la rabia le estaba corroyendo después de verle así. Lo que no entendía ¿Tanto apreciaba a aquel desconocido que había tratado de matarle? Verle decaído y de esa forma le estaba provocando un mosqueo increíble, sus últimas palabras fueron la gota que colmó el vaso, le había perdonado después de todo.

Sin poder evitarlo se clavó de rodillas en el suelo al lado de aquel tipo, golpeando el suelo con los puños y agrietándolo un poco debido al camino de piedra. Su fuerza continuaba siendo bestial, la sangre empezó a emanar de sus nudillos mientras los gruñidos salían de su boca, se notaba bastante la impotencia. Su rostro adoptó una forma seria y sus ojos se entrecerraron mientras trataba de relajar su respiración, quizás pese a haber pasado todo aquello entre ellos, Kedra nunca dejó de ver a Dexter como su único y mejor amigo. Era un traidor a Kage Akuma, pero aún así el lobo negro jamás había dejado de pensar en lo bien que llegaron a pasarlo juntos, ahora sin memoria aguantaba ese vinculo, poderoso como un bloque de hormigón. Tras observar sus manos y ver la sangre no pudo evitar lamerla un poco y levantarse de forma tranquila, después miró a los ojos de aquella persona y dio un paso hacia ella.

- Anímate, no quiero verte así. Bueno, más bien no puedo hacerlo, no te conozco pero aún así siento tu dolor y créeme que ahora mismo me está doliendo más a mí que a ti. Si te sientes mejor golpeándome me dejaré sin oponer resistencia pero alegra esa cara…

Kedra frunció el ceño sintiendo como aquella impotencia seguía creciendo en su pecho de una forma constante y bastante notoria. Tragó saliva y sin pensarlo estiró la mano hacia su pantalón, notó en el bolsillo una pequeña navaja, no tenía ni idea de que la llevaba encima pero así era. La sacó sin miedo y de repente pese a su estado se hizo un corte en toda la palma de la mano izquierda, las gotas de sangre surgieron manchando su pecho pero sin llegar a tocar el abrigo, pues lo llevaba abierto. Ahora el líquido carmesí chorreaba por sus dedos y caían en forma de gotas hasta el suelo. Acto seguido aguantó el dolor como pudo y apretó el puño con fuerza dirigiendo su mirada de nuevo hacia su acompañante. Se notaba ahora una expresión seria y armada de valor.

- Juro por esta herida y sobre mi propia sangre qué voy a hacer que puedas sentirte orgulloso de mí. Déjame ir contigo, no hay nada que me retenga en esta isla y en ninguna otra. Nadie dice que mi memoria se no pueda recuperarse y volver a ser el de antes, si eso pasa me gustaría estar a tu lado para que seas tú el que me ejecute. Si quieres puedes colocarme un localizador internamente o algo por el estilo, pero quiero mostrarte que ya no soy esa persona, ayudarte en todo lo posible y pagarte todo ese dolor que te hice. No tengo otro motivo para seguir en este mundo, eres la única persona que sabe quién soy y aunque no lo parezca… contigo me siento bastante bien…

Un trueno sonó con fuerza en aquel lugar mientras, la mirada del cadejo continuaba fija en ese tipo, le había dicho absolutamente toda la verdad. Sentía que se lo debía y no podía dejar las cosas así, nunca se lo perdonaría y además no tenía nada por lo que vivir, no sabía nada de nada. Era la mejor opción, así trataría de averiguar más cosas sobre la persona que tenía delante de sus ojos y de él mismo.

Dexter observó cómo el lobo caía arrodillado sobre la tierra, y golpeaba con sus puños ésta. ¿Por qué lo hacía? ¿Era acaso un ritual que había adquirido durante aquel tiempo? Se estaba empezando a ablandar con el cadejo, y se veía incapaz de llegar a querer matalo en aquel momento. Si era una persona nueva Kedra había muerto, y él no estaba obligado a matarlo de nuevo. Tal vez a resolver el misterio que lo había llevado a morir y seguir vivo, pero tampoco le hacía demasiada ilusión. Y... ¿Acababa de ofrecerse a estar con él? Era una verdadera locura...

-Kedra...

Su voz temblaba ligeramente. El rencor y el resentimiento manaban de él, haciendo que momentáneamente tuviera ganas de darle una patada en la boca, pero nuevamente se detuvo. Era Kedra, siempre lo había visto, en el fondo, como un niño al que debía proteger, pero por otro lado era la bestia asesina que había llevado tanta gente inocente al cementerio... Tantas vidas derramadas, tantas lágrimas a medio caer, resbalando lentamente por los pómulos de las viudas. Detrás de la maldad de Kedra no había nada, sólo un odio irracional y desconocido, y aunque deseaba examinarlo, protegerlo a él y proteger de él, no sabía si era la mejor opción. ¿Qué haría Midorima?

-¡The Zone of God Nivel Loquesea!- aquel grito era estúpido, aunque tal vez no fuera desencaminado al tratar de averiguar qué haría Midorima. Al fin y al cabo, con cada nivel debía superar un estadío mental para abarcar más poder. ¿Sería Kedra un estadío mental para que el dragón recuperase su vieja vida? Tal vez, y ahora seguro que lo miraba raro-. Disculpa, pensaba en Midorima- sacó un cartel más de su chaqueta. Este último era más nuevo, y en él la cara de Dexter sonreía a quién mirara, con suficiencia y plenitud. 300.000.000 de Berries...-. ¿Sabes qué hice yo, Kedra?- su voz se entrecortaba-. Es un secreto que no he revelado a nadie en tres años, y si lo cuentas me enfadaré bastante- se estremeció un instante, y su voz sonó triste-. Maté a un Vicealmirante de la Marina, agredí a varios oficiales, y... Arranqué un corazón de cuajo a un capitán- Estaba dejando de llover, y miró al cielo. La luna se veía tan pura...-. Mataron a mi mujer embarazada, la mujer que tú ibas a ayudarme a proteger. La mujer que perdí por abandonarte a ti- las lágrimas se derramaban por su cara sin descanso, pero mantenía la figura-. No sé si debería hacerlo, ni sé qué dirá el peliverde, pero necesitas ayuda un tiempo. Tal vez deberías venirte conmigo.

Aquellos oscuros ojos seguían observando al chico que tenían delante, este no tardó en sacar un cartel muy extraño dónde se veía él mismo con una recompensa que duplicaba la suya, era incluso algo más. No era ningún cazador, ni agente, ni marine. Al parecer ese hombre era un fugitivo o eso pensaba el lobo negro al ver aquella imagen. Además había nombrado de nuevo a Midorima, ese ser legendario tal vez era un súper guerrero terrible. Quizás su mirada eliminaba gigantes o a lo mejor no era nada de eso, eran muchísimas las opciones, pero por el momento el cadejo no había ningún ruido ni emitía emoción alguna, más bien una increíble inexpresividad. No le quitaba la vista de encima a Dexter, estaba dispuesto a escuchar cualquier palabra que este dijese y aún esperaba la aprobación de aquella persona. La noche había sido algo loca pero al final todo se estaba resolviendo.

Según las palabras de aquel hombre, lo que le iba a decir era un secreto, el lobo negro no pensaba decir nada, eso de ir chivándose de cosas de los demás no era su estilo, cosa graciosa por qué en su etapa oscura tampoco lo era. Pero cuando aquel tipo empezó a articular palabras, los ojos del luchador se iban abriendo despacio. Un maldito Vice-almirante, esa persona debía tener un poder increíble para haber logrado algo así. Además nombró el asesinato de varios hombres y un capitán, aunque las peores palabras llegaron después, cuando nombró a su mujer. El corazón del cadejo empezó a latir más deprisa como si se le hubiese echado el mundo encima, incluso de su ojo derecho salió una pequeña lágrima ¿Qué cojones? Se la limpió enseguida sin entender por qué había salido. Encima estaba embarazada, eso podría acabar con la vida de un hombre, era un palo muy fuerte.

Kedra no sabía qué hacer ahora o qué pensar. Sin embargo escuchó que le dejó ir con él un tiempo, sentía que ahora le debía muchísimo a esa persona. Apretó el puño con fuerza y se acercó a él de forma calmada, eran más o menos de la misma altura, aunque el hombre moreno y peliblanco lo era algo más. El cadejo lo miró a los ojos de cerca y de forma seria, no pudo evitar darle de repente un abrazo, pegándole a su cuerpo mientras ahora le hablaba en un tono bajo que solo él pudiera escuchar y de forma calmada y tranquila. – Lo siento mucho… no voy a hacer que te arrepientas, puedes contar conmigo para lo que sea… quizás algún día puedas volver a tener la confianza necesaria para llamarme amigo. Hasta que llegue ese momento voy a pasar cada minuto a tus órdenes. Kedra ahora frunció el ceño mientras sus ojos se iluminaban en un tono rojizo como la sangre, estaba mosqueado por haber sabido eso, pero ahora tal vez podría recordar cosas junto al dragón, incluso poder ganarse su confianza. La noche ya estaba finalizando y aunque fuera algo increíble, el cadejo negro y el zafiro negro estaban juntos de nuevo.

Escuchó las palabras del cadejo atentamente. ¿Se estaba disculpando? Sin duda algo sucedía, Kedra no solía disculparse. ¿Qué demonios? Kedra no se disculpaba. Era sólo un saco de odio, incluso en su propia tripulación sabían que algún día el Lobo Negro trataría de matarlos, y no mostraría compasión. Inaga era viejo y sabía que moriría sin ver eso, y Vincent era ciego, por lo que podía ignorarlo hasta cierto punto. Kira... Bueno, aquella psicópata tenía el mismo sueño, y Kedra no mataría a lo único que lo hacía humano, no al menos tras enamorarse. Midorima... Bueno, él sólo esperaba a hacerse fuerte, y Akai era simplemente un loco. Sin embargo, notaba arrepentimiento en la voz de su viejo capitán. Había cambiado, sin duda.

-No sé qué decirte, Kedra- dijo, recuperando su cartel-. Me sorprendes cada vez que te veo. ¿Quién me dice que mañana no tratarás de matarme?- Miró al cielo. La lluvia comenzaba a detenerse y el amanecer se acercaba. Probablemente Midorima estuviera a punto de levantarse y así pudieran reunirse los tres. Aunque estaban unidos, jamás habían estado juntos, ni en Kage Akuma ni en Sunaba. era algo muy curioso.

"Has venido a matar a este tipo, y Midorima lo sabe", pensó por un momento. ¿Qué diría el peliverde cuando se enterara de que no sólo no iba a matarlo, sino también a acogerlo? Poco importaba la verdad, él era el capitán al fin y al cabo, y del mismo modo que era su deber protegerlos su palabra era ley indiscutible. Midorima acostumbraba a creerse al mando a veces, tal vez fuera porque muchas veces se despreocupaba de todo, quizá porque no acababa de aceptar a Sven... Poco importaba, de momento todos eran iguales, salvo él como guía y líder. Remaba con ellos, desplegaba las velas y guiaba cuando hacía falta, pero él era la única autoridad.

Comenzó a caminar hacia el enorme barco de la banda, que poco a poco se hizo más y más visible, y subió la escala. Kedra iba con él, a saber qué pasaría a continuación.