Un día muy lento. [Privado Shi,Low][Pasado]

¿Siempre eran así los días? Cada vez se me hacían más largos. No había emoción, no había nada nuevo en el día a día. Cada vez tenía más ganas de irme de esa isla que parece un infierno. Todo lleno de marines, que asco.

Todo esto lo pensaba mientras trabajaba en el bar, esperando la hora de salir con anhelo para irme a mi casa a dormir. Pero lo único que ocurría en el bar era la entrada de muchas más personas. El jefe ganaba un montón de dinero a lo largo del día y nada me daba a mí, trabajando duro durante mucho tiempo.

Si fuera por mí, me iría. Pero no tenía ni el poder, ni los recursos ni la mentalidad para irme a otras islas.

Para mi sorpresa, terminó por entrar un hombre extraño a la taberna, que no encajaba con el perfil de ninguno de los bebedores habituales del bar.

El extraño bebedor me pidió lo más fuerte que tuviera y me empezó a hacer preguntas mientras lo buscaba.

-Toma, aquí tienes. Pero cuidado, la mayoría de gente cae a la primera copa. - Le acerqué una jarra y se la llené - ¿Qué no encajo con el perfil? Pues la verdad, la vida es muy rara. En verdad, soy un principiante cazarrecompensas, pero eso ya son delirios míos. Y trabajo aquí para irme de aquí. Extraño, ¿no?

Cogí un vaso y lo llené de agua para seguir hablando, parecía una persona bastante interesante.

-¿Sabes que es de mala educación hacer preguntas sin siquiera dar tu nombre? El mío es Lowell Jakall. Y... a todo esto. ¿Qué le trae a un bar de poca monta como este? - El jefe me dio una colleja por decir aquello. En cuanto me dejó, bebí un trago de agua - Lo siento por eso.

Estaba loco, totalmente loco. Filosofaba mientras hablábamos. Decía que era la sombra de tal y de cual y que quería ir al bar más tranquilo. Aunque también me comentó de ir a bajarles los humos a una mesa, ocupada por dos marines y dos rufianes.

-Si la cosa se arma... Ve tú a por un marine, yo me encargo del otro.

Toqué mi espada inútilmente, no quería romper nada ni volver esto un caos peor de lo que ya era. Así que tendría que conformarme con las partes de mi cuerpo. Crují mis nudillos y me preparé a hacer lo que tuviera que hacer. Las cosas cada vez eran más tensas en aquella mesa, pegaban gritos incluso:

-¡O nos pagas o vas a la cárcel! ¡Es el último aviso!

Parecían marines corruptos, debían de estar comerciando la libertad con los bandidos. Ya si que no iba a tener compasión con ninguno.

El hombre se había puesto serio y se encontraba atacando a los marines y rufianes por igual. Lo que no le perdonaba era que estaba haciendo daño a civiles (pervertidos, pero civiles) inocentes. Aunque también me animaba a pegarle una somanta al marine que sobraba. Y eso hice.

-Venga, que me lo llevo a la calle.

Me acerqué al marine, lo cogí por su cuello y me lo llevé a la puerta, fuera del bar. No quería romper nada en aquel antro, era mi trabajo. Cogí al marine y con todas las fuerzas, lo tiré contra el suelo y le di una patada. Seguramente le había roto las costillas. Pero además, por mismísimo odio y desahogarme, cogí inercia y lo tiré lo más lejos posible del bar, llegando bastante lejos. Unos 30 o 40 metros, me parece.

Entré de nuevo al bar y cogí a los otros tres culpables, para hacer lo mismo. En cuanto terminé, me metí dentro de la barra y le dije al otro que se sentara.

-Siéntate y quita eso negro de tu alrededor, anda. Que te llevo de copas si quieres.

Se sentó como yo le dije, para tomar un trago de bebida y una calada al cigarrillo.

-Pues... ¿la historia larga o la corta? Simplemente, llegué a esta isla después de perder a mi familia y ahora quiero dinero y compañeros para salir de aquí y vengarme de la marine. Simple, ¿no?

Ya estaba cerrando el bar, por culpa de mi ''numerito''. Me pedían que al salir me disculpara con los marines y me fuera con ese tío raro. Antes de que terminaran una frase, cogí al hombre de su brazo y lo saqué del bar.

-Corre y no mires atrás. - Ahora noté que eso había sonado un tanto gay - Y no soy gay. ¿A donde quieres ir? Hay un pez gordo... - Pensé lo que era - Un pirata poderoso soltado por esta isla. ¿Quieres ir a por él? Por la noche no se lo imaginará.

-¿50% y 50%? Perfecto, creía que ibas a decir una burrada como 25% y 75% o algo así. A ver... te tengo que dar detalles. Así que sígueme y te lo cuento más calmado.

Avanzamos hasta unas sillas libres que había a la terraza de un bar y comenzamos a conversar.

-A ver, es un encargo muy simple. Un hombre, de 27 años de edad o eso dicen. Se encuentra en esta isla junto con toda su banda y se hospedan en una casita cerca de aquí. La recompensa es de unos 10 millones y ahora mismo podríamos entrar a la casa y capturarlo mientras duerme sin mayor problema.

Me levanté de la silla y sin su aprobación fui camino hacia la casa. Iba apoyando mi mano en las espadas, pues ya sabía que un hombre con esa recompensa no iba a ser tan tonto de dormir en una isla llena de marines totalmente desprevenido.

Parecía un asesino totalmente, llevaba una máscara y una túnica para esconder su cuerpo, seguramente.

-¿Y esa máscara? Ni que fueras a traicionar a alguien. Va a morir, de poco le sirve recordar tu cara.

Seguimos caminando hasta el momento en el que se nos presentó una casita que parecía tener varios pisos, como cuatro o cinco.

-El capitán debe estar en el último. La gente como él se resguarda detrás de su banda. Así que... ¿Prefieres terminar rápido trepando por el edificio o nos cargamos toda la banda? A mí me da igual, decide.

Cogí la espada pesada y la dejé en el suelo, provocando un estruendo notable.

-¡Lo siento! - Me aseguré de que nadie venía para seguir hablando - Recuérdame que he dejado la espada aquí, ¿vale? Que luego la pierdo.

¿Qué abriera la ventana? Era lo más lógico si queríamos ir sigilosamente. Pero bien podríamos romper el techo y entrar de golpe.

-Bueno... la abro yo. - En ese momento noté que no tenía para abrirla fácilmente. Y era lógico, ¿qué maldita ventana se puede abrir desde fuera? - Espera un momento, que no quiero hacer demasiado estruendo.

Me encaramé con fuerza al alfeizar de la ventana, saqué la espada y con mucho cuidado la clavé al lado de la ventana. Estuve haciendo cortes un rato hasta que por fin la ventana se descolgó de la pared. La cogí y la tiré lo más lejos posible para que no se escuchara.

Guardé la espada y me adentré en la habitación primero. Había alrededor de 6 hombres vestidos con buenas ropas, mejores que las de un corsario normal. Debían ser los oficiales de la banda, aunque tenían cara de inocentes. Las habitaciones se comunicaban por escaleras de mano, así que habíamos hecho bien en venir escalando.

-Vamos a intentar pasar de estos. - Dije susurrando y dando pasos lentamente.

Me cogí a la escalera y empecé a subir, intentando hacer el menor ruido posible.

Mi compañero lo había planeado todo y ahora se encontraba riéndose a pierna suelta mirando al desesperado pirata.

-Oye, tampoco hay que pasarse. Terminemos ya el trabajo y que no sufra más, no hay sentido en seguir haciéndolo.

Cogí el mango de la espada ligera y la saqué con gran rapidez. Aproveché la superioridad numérica y su nerviosismo ante la situación para probar cosas nuevas. Lancé la espada ligera hacia el enemigo, el cual no tardó en esquivarla con suma facilidad. Mientras estaba distraído, salí corriendo hacia él para darle un puñetazo en la cara y terminarlo. Pero al estar cerca, empuñó la espada con gran decisión e hizo un tajo a la altura de mi hombro, lo que desencadenó en una pequeña herida en este.

Ya que me había quedado algo sorprendido y no me encontraba dispuesto para atacar, salté el escritorio que se posicionaba detrás de él (donde antes había estado descansando a la vez que bebía) y me quedé al otro lado de la habitación, dejándolo acorralado y sin posibilidades de escapar.

Cogí la espada que se encontraba clavada en la pared, me limpié un poco la herida y miré a mi acompañante.

¿Quién acaba con él? Me ha cansado.

El enmascarado se había pasado y había destruido un edificio gigantesco de un solo golpe, dejando a nuestra presa casi muerta. Me había caído desde muy alto, pero por suerte los cuerpos de los piratas habían frenado y amortiguado mi caída casi completamente. Me levanté y me quité el polvo de la ropa mientras decía unas palabras.

-Cabrón... Esas cosas se avisan, ¿sabes? - No pude evitar contagiarme de su risa - Y no te rías, que casi me matas.

Le dí una palmadita en la espalda a mi compañero y salí corriendo, quitando el cuerpo de sus manos.

-¡Corre! ¡Qué como nos vea la Marine nos mata! - Me puse a reír de nuevo por la situación - ¡Qué yo no quiero recompensa, aún!

Salí corriendo en dirección opuesta a la base marine, para luego dar un rodeo y acercarme a ella por el punto de acceso más difícil. Me acerqué al pabellón y entré por la puerta entreabierta a causa de la salida de los marines. Eran un poco tontos, la verdad. Le pasé al pirata a aquel hombre y le pedí una cosa:

-¿Lo puedes entregar tú? No es que me agrade mucho la compañía de marines.

Aceptaba mi propuesta pero a cambio imponía una condición que me daba escalofríos. Él lo entregaba, hablaba y hacía todo pero a cambio debía acompañarlo dentro. Eso y nada eran lo mismo, al menos para mí. Acto seguido, me pasó una especie de máscara extraña. Me aconsejó que me la pusiera y así lo hice, pues no quería tener ningún problema en estos momentos. Entramos a la base, la cual era casi nueva para mí pues solamente había entrado una o dos veces a entregar piratas. Como la recordaba, estaba limpia a más no poder, desde el techo hasta el suelo, paredes y muebles.

Ignoré toda esa limpieza y nos acercamos a lo que parecía ser una recepción pues dos marines se encargaban de ella. El chico lanzó el moribundo pirata delante de los nerviosos cadetes y les mandó verificar su identidad, su recompensa y todo el papeleo en general. Uno de ellos se acercó a mí, temblando y con voz entrecortada.

-M... ¿Me deja su certificado de cazarrecompensas?

No me gustaba hacerlo nunca, pero no habría más remedio. Acerqué mi mano al bolsillo de la camisa y saqué un papelito que me dieron, el cual al parecer demostraba que era un cazarrecompensas legalmente. Se lo di y en un momento lo validó, sacando dos maletines que le entregaron a mi acompañante. Él me pasó uno y el recluta me dio mi certificado.

Salí de la base con el maletín y una sonrisa, pues tenía 5 millones en mi poder. Hasta que salí de la base marine no me alejé de mi compañero, estando cerca suya. Ya cuando nos alejamos, me fui en dirección a mi casa mientras que miraba a Shi. ¿Ya nos despedíamos? Le hice una seña de despedida y me fui alejando.