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El sentido de una promesa [Diario][Pasado] Empty El sentido de una promesa [Diario][Pasado] {Jue 22 Feb 2018 - 20:17}

Capítulo I

Llegó a Shoujo acompañado de Frederick, el Capitán de la Guardia Real del Imperio de Arduín, y un grupo de cuatro soldados. La tarea del buen hombre era asegurarse que el joven Izanagi tuviera un lugar donde vivir y que nadie le molestase. No fue demasiado difícil encontrar un buen sitio, puesto que Shoujo contaba con decenas de inmobiliarias y cada año la ciudad crecía a ritmos alarmantes, amenazando con destruir todo el ecosistema de Terra. Ubicado en el centro de la capital, Frederick compró a nombre del protegido de Lissette Romané, un lujoso apartamento ubicado en el quinceavo y último piso de un enorme edificio. Al vendedor le fue muy fácil convencer al capitán de que era un sitio seguro y digno para alguien de su clase social.

—Me gustaría ocuparme de ti, joven Raven, pero temo que mis responsabilidades en Arduín no me lo permiten —le dijo—. Sé que este tiempo ha sido difícil, pero mantente firme. No permitas que nadie extinga ese fuego que tienes en tu mirada.

 El moreno miró al caballero con el ceño fruncido al escuchar cómo le llamó, puesto que odiaba que le dijesen así. De algún modo, le recordaba la persona que estaba intentando dejar de ser, y no porque quisiese olvidar lo que vivió con su padre, sino que era para sepultar ese agudo dolor que tenía en el pecho. Buscaba mirar hacia delante y no regocijarse en el crudo pasado que le tocó vivir, además eligió un nombre más apto para el lugar en el que viviría.

—Puedes llamarme Izanagi —le dijo al hombre—, desde hoy mi nombre será Kurosawa Izanagi.

Izanagi quedó a cargo de Alphonse, un impecable guerrero de treinta y pico años. Era conocido en toda Arduín por ser un estratega importante, aunque de cuidado de niños no sabía nada. Tanto Kurosawa como Hellblade se mostraron reacios a la decisión que tomó Frederick, pero ninguno de los dos tenía voz ni voto. De alguna forma, el hombre de cabello terminó convirtiéndose en una especie de padre para el moreno.

Shoujo era una ciudad levantada sobre la ladera de un valle atravesado por varios ríos, el cual estaba a pocos kilómetros de distancia del mar, ocasionando que no solo fuese una ciudad construida en altura, sino que también con salida al océano. La arquitectura en Shoujo era tan tradicional como abstracta y radical. Había casas con tejados puntiagudos y vigas circulares, estas contaban con un amplio jardín exterior y otro interior. Quienes vivían de una forma más tradicional, sacaban del armario su futón y dormían en el suelo. Por otro lado, el centro adquiría un aspecto más moderno constituido principalmente por altos edificios rectangulares, aunque algunos tenían diseños más singulares, como uno que parecía una esfera con miles de ventanas.

El sistema de Shoujo era bastante sencillo: era un estado democrático y laico. Tenían buena relación con el Gobierno Mundial, de hecho, contaban con múltiples tratados de mercado y varias organizaciones privadas de la isla le prestaban servicio a la gran entidad, aunque no formaba parte de ella. Los poderes del estado estaban bien descritos y divididos en tres: poder ejecutivo, legislativo y judicial. En vez de existir un rey, había una persona representante de una ideología que era elegido por la ciudadanía. Por otra parte, la mayoría de las personas de Shoujo creía más bien en algo real e intangible, como lo era el mercado, aunque también existía una minoría que adoraba a dioses arcaicos, como les llamaba el mundo moderno. Pese a que el país parecía estar constituido por dos mundos tan distintos, las cosas funcionaban perfectamente ya que respetaban dos cosas: los derechos y la libertad.

Cada ciudadano y extranjero contaba con los mismos derechos en Shoujo, y la mayoría de ellos aseguraban un buen estándar de vida. Sin embargo, había una idea bastante trastocada en la política y mentes de los ciudadanos: el asesinato concientizado. Muchos deportes terminaban en la muerte del jugador, ya sea asesinado por otro participante o víctima de un trágico accidente. Lo mismo sucedía en algunas instituciones educativas de la nación enfocadas en la libre competencia. Cada ciudadano era libre de practicar un deporte mortal, así como de ingresar a una academia enfatizada en el asesinato, y por ende, asumían la responsabilidad. Las mentes radicales que pensaron en esta idea, la argumentaron haciéndose varias veces la misma pregunta: ¿por qué, si soy una persona libre, no puedo arriesgar mi vida y practicar algo que seguramente me lleve a la muerte? ¿Por qué el estado debe prohibirme experimentar aquella disciplina? El trastornado ideal de aquellos filósofos terminó convenciendo más y más a las futuras generaciones, hasta que Shoujo se convirtió en lo que ahora es.

Seguramente Lissette Romané sabía todo aquello, pues era una mujer, por sobre todas las cosas, inteligente, lo que hacía preguntarle a Izanagi: “¡¿Por qué diablos, si pretende cuidarme, me envía a un país donde el asesinato es prácticamente legal?! Lo más sensato era hacerse esa pregunta, aunque no para un niño de catorce años que apenas conoce el mundo. Para algunos era un don; para otros, una maldición. Kurosawa Izanagi era un chico excepcionalmente inteligente y con un cuerpo genéticamente perfecto para desenvolverse como luchador. Su mente captaba patrones que otras no, permitiéndole inferir cosas que a simple vista parecen imposible. Pero estaba lejos de ser alguien omnisciente. Pese a que era sumamente inteligente, le era imposible imaginar las razones del actuar de su tutora legal.

Seguramente todo chico recuerda su primer día en una escuela nueva, e Izanagi no era la excepción. La Academia de Shoujo seguía fielmente los ideales de la política del país, creyendo en la libertad y competencia, asegurándose de que únicamente los mejores pudieran enfrentarse al mundo. Y quienes fracasaban pagaban con su vida. El cuerpo de estudiantes estaba conformado casi en su totalidad por jóvenes de la élite de Shoujo, aunque también existía una minoría de distintas clases sociales, los cuales eran duramente discriminados por su condición. Ese reducido 23% era el grupo de jóvenes que aspiraban a romper el círculo de su clase social y subir un peldaño, arriesgando su vida para lograrlo. Por otra parte, ese 77% solo quería tener más poder y demostrar ser los mejores. Cuando llegó a las puertas de la institución educativa, se encontró con una gigantesca estructura rectangular.

El primer año de preparatoria no fue fácil para un chico que hace poco perdió a sus padres. Al entrar al salón 1-A miró detenidamente a quienes serían sus compañeros, luego observó a su profesor y sin presentarse tomó asiento. Hashimoto Juro era el hombre que representaría aquella clase, un tipo de aspecto sencillo y débil. Llevaba el cabello marrón desordenado y una barba mal afeitada, además de unas gafas medio maltrechas. El uniforme, que consistía únicamente en una camisa blanca y un traje azul claro, estaba arrugado y con manchas de café.

—Tú, el nuevo, ¿cómo esperas que conozcamos tu nombre si no nos lo dices?

Todo el salón se volteó para ver a Kurosawa.

—Kurosawa Izanagi —respondió con el mentón apoyado sobre su mano, mientras miraba por la ventana—. Mucho gusto.

—Estos jóvenes... Son un verdadero dolor de culo...

La clase de presentación abordó el enfoque del curso y la escuela. Hashimoto Juro les explicó que cada cierto tiempo se les evaluaba lo que debían aprender, consiguiendo puntos. Dependiendo de la cantidad de puntos, estos serían sometidos a pruebas más o menos difíciles. El año estaba dividido en tres semestres, en los cuales los últimos dos puestos se batían a un duelo a muerte. También les dijo que la Academia de Shoujo buscaba fortalecer las habilidades individuales de cada alumno, por lo que tendrían una extensa variedad de profesores encargados de guiarlos por el camino escogido, ya fuese en clases teóricas o prácticas. Dentro de todo lo que el hombre explicó, hubo algo que le llamó particularmente la atención.

La clase de presentación abordó el enfoque del curso y la academia, además se les explicó que al término del semestre serían evaluados con la intención de conseguir puntos. Únicamente aquellos que estuvieran dentro de los mejores de cada curso, podrían avanzar. También se les dijo que la Academia de Shoujo buscaba fortalecer las habilidades individuales de cada alumno, por lo que tendrían a su disposición una extensa lista de profesores encargados de guiarlos por el camino escogido, así cada chico y chica tenían la oportunidad de volverse un buen músico o escritor, aunque hubo algo que a Kurosawa le llamó la atención.  

—Sabemos que muchos de aquí aspiran a la Marina o a ser Cazarrecompensas, pues muchos de ustedes quieren vivir una aventura, ¿no? Es por eso que nuestra academia cuenta con tratados con el Gobierno Mundial para que, tras cursar la preparatoria, ingresen al cuerpo militar con un buen rango —explicó—. Aquellos que deseen seguir ese camino, asegúrense de tomar clases de artes marciales y cosas parecidas. Al término de la clase deberán estipular qué es lo que desean para sus vidas, cuál es el camino que quieren seguir, y de acuerdo a ello los evaluaremos. Ah, no se preocupen, no condenamos si cambian de idea a mitad de semestre.

¿A qué se dedicaría? Esa era la pregunta que ocupaba sus pensamientos. Siempre pensó que era demasiado joven como para saber qué hacer con su vida. No le interesaba ser un empresario o político, era demasiado aburrido para él. Convertirse en un doctor era algo llamativo, salvar vidas y proteger a quienes no tenían los recursos para cuidar de sí mismos era un fin noble. También le interesaba seguir los pasos de su padre y volverse un reconocido músico, pero ¿era lo que realmente quería? Siempre creyó que las aventuras era lo suyo, envolverse en un mundo lleno de peligros y sorpresas. Quería ser alguien importante y que todos le conocieran por sus grandes hazañas, un verdadero héroe. Pero, ¿qué buscaba defender? Era una buena pregunta.

La clase de bienvenida llegó a su fin y, con ello, la inscripción de los intereses individuales de cada alumno. Tomar una decisión como esa era complicado; necesitaba más tiempo. Entregó una hoja en blanco, sorprendiendo a Juro. Fue el último chico en darle el papel al profesor de la clase, y de pronto la habitación estaba vacía, a excepción de ellos dos.

—Es comprensible, sí, pero todos los alumnos de esta academia saben lo que quieren apenas pasan por la puerta principal. Eres uno de los pocos jóvenes que se siente confundido.

—Lo único que deseo es volverme fuerte —le respondió con seriedad—. Es lo único que quiero.

—¿Y por qué quieres volverte más fuerte, Kurosawa?

El moreno quería vengar la muerte de su padre y darles caza a los piratas que lo asesinaron. Seguramente no era la única persona que había sufrido por culpa de criminales, así que si podía hacer algo para detenerles, lo haría.

—Quiero vengar la muerte de mi padre.

CAPÍTULO II

Durante los próximos días los alumnos tuvieron la oportunidad de conocer a sus distintos maestros y estudiarlos, para luego seleccionarlos y formar su semestre académico. Los días de Kurosawa eran simples: se levantaba, meditaba y corría algunos kilómetros para volver a su casa, ducharse, desayunar e ir a la academia, luego volvía al apartamento y levantaba pesas y hacía cientos de abdominales. Por otra parte, Alphonse se encargó de comprar varios artefactos útiles para la comodidad de su pupilo. Adquirió una nevera, una lavadora eléctrica y también varios televisores, extraños objetos de distintos tamaños y formas rectangulares que emitían una nítida imagen.

Pasado una semana, Hashimoto Juro les explicó que el curso se dividiría en dos: plan común y especialización. Aquellos que querían seguir el camino de los cazarrecompensas, compartían profesores con los que añoraban ser marines, aunque para estos últimos había algunas reglas especiales que seguir. Cuando Izanagi llegó al gimnasio, lugar donde practicarían artes marciales, se encontró con el resto de la clase. Estaba conformada por veintiocho alumnos de las diferentes secciones, y todos parecían ser fuertes. El profesor era Kimura, un sujeto calvo y de ojos negros, lo suficientemente alto para tener que agacharse al pasar por la puerta. Se decía que era un luchador muy hábil y en su tiempo estuvo a la par con varios piratas reconocidos.

—¡Pero qué tenemos aquí! ¿No es el pobretón que cree alcanzar la gloria?

Kurosawa se volteó hacia donde escuchó la voz, encontrándose con una jovencita de cabello rubio cuyas puntas adquirían un color medianamente rojo. Sus ojos dorados miraban con desprecio al chico del que se burlaba. A Izanagi no le importaba que molestaran a los demás alumnos, pero ¿en serio era necesario?

—Y-Yo en-entraré a... ¡Yo entraré a la Marina! —Respondió la víctima, un jovencito delgado y ojeroso de cabello marrón.

—No me hagas reír, Fujimoto. Solo tres personas son enviadas desde Shoujo a la Marina, ¿en serio piensas que tú, un don nadie, superará a la élite?

Pronto se hizo un círculo alrededor de la chica y el tal Fujimoto. Los demás compañeros se burlaron entre risas y gritos del chico, haciendo que este apretara fuertemente el puño. Kurosawa conocía ese sentimiento... Impotencia de no poder hacer nada ante la vida, frustración por ser débil y no poder callar a los demás usando la fuerza. No solo se sintió un completo inútil cuando no pudo ayudar a su padre, sino que también se sintió de esa forma cuando fue prácticamente expulsado del Imperio de Arduín.

—Sabía que los de esta escuela eran unos idiotas engreídos, pero nunca pensé que tanto —interrumpió Kurosawa—. Discriminar a alguien es lo más estúpido que existe. Si te quieres sentir superior, demuéstralo con tus puños y habilidades, no con lo que gana tu padre.

Todos guardaron silencio ante las palabras del moreno, las cuales molestaron a la rubia de ojos dorados. La chica miró despectivamente a Izanagi y luego se le acercó.

—Nadie te conoce, niñito, ¿por qué no guardas silencio? ¿O piensas ponerte del lado del pobretón?

—No estoy del lado de nadie, bruja, pero condeno la estupidez e ignorancia. Demuéstrale que eres mejor, y no cuenta tener unos berries más en la billetera de papá.

La chica quiso ensartarle un puñetazo al moreno, pero justo intervino el maestro, haciendo callar a todos los individuos y pidiéndoles que se formaran. Les explicó que las cosas eran sencillas: primero, le harían caso en todo momento; segundo, si no completaban los ejercicios, serían expulsados de la clase por incompetentes. Desde el primer minuto le desagradó a Kurosawa, pensó que era alguien demasiado bruto y autoritario para enseñar el arte de calmar la mente. Hubiese elegido mejor a la sexy profesora que realizaba clases en el gimnasio vecino, pero la decisión ya estaba tomada.

La primera actividad de la clase consistió en evaluar la condición física de cada alumno, haciéndolos correr durante una hora. «Qué lío... Me gustaría quitarme estas cosas, pero Alphonse-san me lo prohibió», pensó. Kimura los llevó hasta la azotea, conformada por un espacio de 105 metros de largo y 68 de ancho. La carrera de una hora apenas le agotó a Izanagi, pues era algo que llevaba haciendo durante un largo período con el propósito de fortalecer sus piernas y aumentar su capacidad pulmonar. Las semanas que estuvo en el Imperio de Arduín, aprovechó de visitar las altísimas montañas que había, llevando su cuerpo a nuevos límites. Sin embargo, no fue la persona que tuvo la mejor marca, sino que fue superado por al menos cinco compañeros, entre ellos la chica de cabellos rubios. No le extrañaba, pues apenas se había esforzado... Tampoco era que le motivase mucho estar en esa academia, lo que de verdad quería era viajar por el mundo con su padre, tener la oportunidad de volver a escucharle tocar el piano.

El profesor anotó los resultados de cada individuo para calcular cuánto era lo que cada uno había corrido en una hora. El moreno alcanzó a recorrer 16734 metros, una distancia impresionante para alguien de su edad, aunque no para él. Su mejor marca había sido de 27 kilómetros en una hora, pero ahora andaba medio flojillo. Escuchó que la chica rubia recorrió 17893 metros, también sumamente impresionante para alguien tan joven. La media rondaba los 10 kilómetros, aunque el pobretón de la clase solo consiguió 8965 metros y se le veía muy cansado. Ahora Fujimoto había entregado una razón para que la malvada muchacha se burlase de él.

—No has estado mal —escuchó de repente—, pero aún te falta para alcanzar mi nivel.

—Con la única persona que me interesa competir es conmigo mismo, los demás no cumplen mis expectativas —le respondió a la rubia, encogiéndose de hombros y cerrando los ojos. Le resultaba gracioso que la chica siempre quisiese medirse con alguien más.

—Eres demasiado arrogante... Para hablar así, debieras tener el primer puesto en cada ocasión, pero...

—Ni tú ni yo estuvimos cerca de alcanzar los 22386 metros de Raijin —le interrumpió—, no te me vengas a agrandar. En todo caso...

Le había prometido a Alphonse que no se las quitaría, sin importar cuánto le doliese o cansase, puesto que formaba parte de su entrenamiento. Tomó asiento y le dio un profundo sorbo a la botella de agua que tenía en la mano.  El resto de la clase le dio énfasis a las posiciones de artes marciales, de las cuales no sabía nada. Durante su corta estadía en el Imperio de Arduín, recibió instrucción en el sendero de la espada y arco, aunque prácticamente había olvidado todo lo relacionado con este último, ya que poco y nada entrenaba. Notó que las posiciones requerían una buena condición física, además de una flexibilidad inhumana. Durante algunos segundos sintió el ardor en sus músculos, queriendo dejar inconcluso el ejercicio, pero no se rindió.

Formó grupo con un joven de cabellos azules y mirada perdida, quien se hacía llamar Alfred Whitehorse. Como casi todos los de ese lugar, era de la élite de Shoujo. Le contó a Kurosawa que sus padres eran unos inversionistas del sector inmobiliario de la isla. El chico de ojos amarillos vivía en la zona periférica de Shoujo, en una especie de palacio ubicado en lo alto del valle. Alfred parecía que emitía un monólogo, pues el moreno apenas le respondía y contaba sobre él, limitándose a practicar las posiciones básicas de las artes marciales. Aquel día terminó con el cuerpo adolorido, producto de la maratón matutina y la del gimnasio, además de estar varias horas realizando incómodas posturas que le ayudarían a volverse más hábil, según Kimura.

Tomó una ducha y se cambió de ropa para luego dirigirse hacia la salida del recinto. Allí se encontró con la dulce chica de ojos dorados, quien vestía una camiseta del mismo color que sus ojos y unas calzas negras, además de unas zapatillas deportivas. «Es guapa, pero pesada como el plomo, qué desperdicio», se dijo el moreno en sus pensamientos. La miró durante un segundo y luego siguió caminando, con los ojos cerrados y las manos metidas en los bolsillos del pantalón. Seguramente ella estaba esperando a alguien, quizás al chofer de su adinerada familia que se atrasó. Sin embargo, no fue así. La rubia caminó rápidamente hasta frenar a Kurosawa, sujetándole del hombro y mirándole con el ceño fruncido.

—Déjame decirte algo, compañero, no me subestimes, de lo contrario, te prometo que la pasarás muy mal.

—¿Eh? ¿A qué viene tanta amenaza? —Preguntó, desconcertado.

La rubia infló los mofletes y frunció aún más el ceño, mostrándose molesta ante la pregunta del moreno.

—¡Yo te vi! Vi cuando te quitaste esas pesas que llevas en las piernas y en el abdomen. ¿Qué piensas de nosotros, de esta academia, si ni siquiera te las quitaste para correr y mostrar tu verdadera condición física? Seguramente nos habrías superado a todos.

El despreocupado rostro de Izanagi desapareció de golpe y sus ojos se volvieron fríos, lo que hizo retroceder unos cuantos pasos a su compañera.

—Tú... ¿Acaso eres una fisgona? El único momento en que me quité las pesas fue en los camarines...

—¡C-C-C-Claro que no, idiota! —Respondió ella, completamente roja y con los ojos cerrados, moviendo alocada y nerviosamente los brazos.

—No es que no tome en serio esta academia, ni a ustedes, pero una promesa es una promesa. No puedo romperla así como así. Por cierto, me gustaría que lo que viste hoy no se lo comentases a nadie... No quiero que nadie se entere.

Para cumplir su propósito, Kurosawa debía entrenar más que nadie y a cada momento. No bastaba con lo que la academia le entregaba, sino que debía ir más allá y superar cualquier límite imaginable, e inimaginable también. Le prometió a Alphonse que se volvería fuerte, no se quitaría las pesas en ningún momento, únicamente para asearse y dormir. Por otra parte, continuaría con sus sesiones en el manejo de la espada, golpeando constantemente el muñeco de madera que tenía en su apartamento. Tampoco quería que los demás compañeros le viesen como el chulo de la clase, haciendo que todos le odiasen... Únicamente quería esforzarse más que nadie para alcanzar lo que nadie había alcanzado, ¿qué de malo tenía eso?

—Entiendo, no se lo diré a nadie —le prometió, estando mucho más calmada que antes—. Por cierto, soy Okita Yuuki, de la clase 1-B.

—Kurosawa Izanagi, de la clase 1-A.

CAPÍTULO III

Los próximos días fueron de entrenamiento intensivo. Apenas despertaba, comenzaba con su rutina matutina, corriendo veinte kilómetros y realizando todo tipo de ejercicios físicos. Al terminar, descansaba un rato y desayunaba para luego largarse a la academia. Por otra parte, su relación con Okita Yuuki mejoró considerablemente, aunque no siempre podían compartir, puesto que ella pertenecía a la clase A-B y solamente se topaban en las clases de artes marciales. Izanagi contaba con una clara ventaja sobre el resto: memoria genética. A resumidas cuentas, cada vez que el moreno realizaba un ejercicio físico, lo aprendía con facilidad y lo ejercía perfectamente, aprovechando el máximo que este podía ofrecer. Como Kimura-sensei dijo en una ocasión, Kurosawa contaba con un cuerpo predestinado para la lucha; era el guerrero perfecto.

Prontamente, Kurosawa comenzó a sentir el cansancio acumulado... Pasaba demasiadas horas entrenando y muy pocas divirtiéndose, teniendo una vida de preadolescente. No veía televisión ni salía con jóvenes de su edad, más bien dormía y leía documentos científicos muy difíciles de entender. Su afición por la práctica de instrumentos musicales lentamente fue reemplazada por la adquisición de conocimiento de distintas disciplinas, como la química o la física. Esa persona, Raven Bloodfallen, dejaba de existir para transformarse en Kurosawa Izanagi.

—Lo difícil está por comenzar, Izanagi —le dijo un día Alphonse—. Tu cuerpo está más fuerte que nunca, motivo suficiente para aumentar la intensidad de tus entrenamientos y el peso que llevarás contigo.

Lo que el hábil soldado decía era cierto. El moreno se acostumbró al peso que cargaba en sus piernas y abdomen, también a correr todos los días y realizar ejercicios físicos básicos. Por otra parte, las posiciones de artes marciales las había dominado al nivel suficiente para comenzar con lo más avanzado, mientras que sus compañeros aún no las controlaban por completo. También había avanzado en el manejo de la espada, pudiendo realizar tajos con más fuerza y soltura, además de rápidas estocadas que profundizaban varios centímetros en el resistente cuerpo del muñeco de madera.

—Escucha bien, muchacho, porque no lo repetiré. ¿Cómo decirlo...? Cada criatura viva posee algo que se conoce como energía vital o espiritual, y su fuente de poder es el alma en sí. Con suficiente práctica podemos materializarla y usarla a nuestro antojo —explicó, mientras que su mano derecha era bañada por una luz roja e intensa—. Nos sirve para sanar nuestras heridas y dominar nuestro cuerpo, además de potenciar nuestros ataques. Sin embargo, hay algo que se conoce como peculiaridad, y es la forma única en la que se manifiesta nuestra alma. Por ejemplo, para que lo entiendas, mi peculiaridad es el fuego y soy capaz de incendiar cosas con tan solo tocarlas.

El moreno comprendió lo que le explicó... Un principio fundamental, algo así como la célula en la biología, o el átomo en la química. Le entró la curiosidad... Si se volvía capaz de dominar la energía vital, ¿cuál sería su peculiaridad? ¿Acaso controlaría el fuego, como Alphonse? ¿Sería un poderoso agente de los rayos?

—Vale, lo pillo. Entonces, ¿qué tengo que hacer?

—Hasta ahora has estado fortaleciendo tu cuerpo para que soporte la inmensa presión que la energía espiritual ejerce sobre este. Tienes que saber una cosa: mientras más fuerte sea nuestro cuerpo, más poderosa será nuestra manifestación de la energía. Tu entrenamiento comienza ahora, así que ve a meditar. Tienes que visualizar tu propia energía en tu mente, debes sentirla.

¿Meditar...? En una ocasión leyó que se trataba de una práctica en la que el individuo entrenaba la mente. Se sentó sobre la peluda alfombra y adoptó la posición del loto, colocando las piernas cruzadas y cada pie encima del muslo opuesto. También leyó que era la forma típica en que alguien meditaba. Tras cerrar sus ojos, su mente se inundó de pensamientos y recuerdos, comprendiendo lo difícil que era tranquilizarse. Intentó volverlo todo negro, o blanco, alejar los pensamientos para darle paso a su propia energía espiritual. Pasaron más de dos horas hasta que recién pudo visualizar una esfera medio amorfa y de color morado suspendida en la oscuridad. Tuvo una extraña sensación en su cuerpo... Como si estuviese envuelto en un cálido manto.

Cuando abrió sus ojos no pudo evitar sorprenderse, vamos, ¿quién no se impresionaría si ve que su cuerpo está envuelto en una especie de sustancia morada? No solo sentía que estaba envuelto en un cálido manto, sino que también se sentía más ligero, como si las pesas que tenía en las piernas no estuviesen. Alphonse soltó una sonrisa de sorpresa cuando vio que su pupilo había conseguido lo que él tardó tres meses en conseguir: la manifestación del alma. En todo caso, el guerrero conocía a una persona que lo había conseguido incluso en menos tiempo: Lissette Romané. Kurosawa se incorporó y miró a su tutor, como pidiéndole que le dijera qué hacer co eso.

—El aura tiende a fluir de manera conjunta, produciéndose una masa de energía. Esto sucede sin que nos demos cuenta, pero podemos controlarlo. Ten presente lo siguiente, Izanagi, si uno fuera a perder toda su aura, sería equivalente a perder toda su energía vital, llegando a la muerte. Lo que acabas de hacer fue abrir tus Poros de Aura, y tu entrenamiento se basará en abrirlos y cerrarlos a voluntad.

»La energía espiritual está limitado por nuestras emociones y deseos, ya que es un producto de la mente, así que te recomiendo que establezcas una restricción autoimpuesta. Para los especialistas, como tú y yo, esta condición se conoce como Seiyaku, y entre más estricta sea, la capacidad individual se fortalece. Sin embargo, si llegas a romper tu voto, el resultado será catastrófico, suprimiendo por completo las capacidades del Ki (energía vital). Debes pensarlo muy bien, Izanagi, pues esta condición es irrevocable.

El guerrero le explicó que una vez que los poros del aura eran abiertos, debía entrenar para desarrollar uno de los cuatro principios fundamentales. El primer concepto era conocido como Barrera (Ten), proceso que evita que el aura se escape fuera del cuerpo. Un usuario experto sería capaz de generar un flujo de aura al mismo tiempo que mantiene los poros abiertos, creando una barrera invisible alrededor de su cuerpo. Era fundamental dominar el primer principio, puesto que era la defensa primordial contra oponentes canalizadores de energía. Sin embargo, esta barrera viscosa y cálida es inútil ante ataques físicos. El segundo principio era conocido como Zetsu, capacidad para anular la salida del aura, como si de una llave se tratase. El Zetsu sirve para percibir el aura de las demás criaturas, aunque conlleva dejar el cuerpo indefenso.

—El tercer principio fundamental es el Ren, usado meramente en fortalecer nuestro cuerpo a través de una manifestación violenta de nuestra aura. Se considera netamente ofensivo y aumenta la durabilidad física del usuario, además de fortalecer los ataques físicos. Finalmente, el cuarto principio es el Hatsu, la habilidad para reflejar la peculiaridad de cada persona. Hay varias formas de saber qué tipo de Hatsu posee alguien, aunque por suerte me tienes a mí para decírtelo —le comentó con una sonrisa en el rostro—. Una de mis peculiaridades es comprender las habilidades de los demás, aunque para esto requiero tiempo. Vamos, quédate quieto, terminaré en unos 20 minutos.

Mientras Alphonse analizaba el Hatsu de Izanagi, el moreno intentó ordenar toda la información en su cabeza. Primero que todo, había meditado para abrir los poros del aura, permitiendo así que el flujo saliese y se manifestase. Segundo, existían cuatro conceptos fundamentales para la comprensión del aura: Ten, Zetsu, Ren y Hatsu. El primero servía como una barrera defensiva; el segundo, para percibir; el tercero, para atacar; y el último, era la peculiaridad de cada individuo. Por el momento era bastante fácil de comprender... Sin embargo, Kurosawa estaba preocupado. Según lo que le comentó Alphonse, el aura era un producto mental y estaba ligada a los deseos, pensamientos y emociones, por lo que su personalidad sería un factor decisivo a la hora de poseer su característica individual y única. Seguramente había clasificaciones para estudiar los tipos de Hatsu, aunque el soldado no se las explicó.

Mientras el tiempo pasaba, Izanagi meditaba, pues era la forma más básica y sencilla de controlar el flujo del aura. No podía sacarse de la cabeza lo que su maestro le había dicho... Seguramente esa información no estaba disponible para el mundo, puesto que podía ocasionar más mal que bien. Finalmente, el soldado se movió de su asiento y suspiró, cansado. Al parecer distinguir las peculiaridades de cada individuo le era sumamente agotador. El corazón del moreno comenzó a palpitar rápidamente, ansioso por saber qué poder tendría.

—Ahora que no eres un ser humano común y corriente, Izanagi. Jamás había visto algo así... Tu cuerpo está dividido entre el aura y otra cosa, que ahora mismo no puedo distinguir —le dijo—. En todo caso, tu peculiaridad permite que tu aura se transforme en una sustancia pegajosa y elástica.

¿En serio...? Alphonse controlaba el fuego y tenía la capacidad para ver a través de las auras de los demás, ¿y él contaba con una sustancia pegajosa y elástica? ¿Qué clase de broma de mal gusto era esa? No le hizo ninguna gracia saber que su peculiaridad era similar a un moco. Se sintió decepcionado de sí mismo, ¿acaso esa era la manifestación de sus deseos? ¡Al diablo! Podía volverse fuerte usando únicamente sus puños y piernas, además de la espada. Había muchas personas poderosas que no sabían nada acerca del Ki, y aun así eran reconocidos por todo el mundo.

—Qué putada, ¿no? Tú manipulas el fuego, mientras que yo...

—No he terminado de hablar, Izanagi. Tu lado derecho no es lo interesante —le interrumpió—. Pude ver tu alma, muchacho, y es una mezcla de luz y oscuridad. Desde hoy en adelante, entrenarás arduamente para controlar el Ki.

CAPÍTULO IV

Desde el momento en que Izanagi conoció su peculiaridad, pensó que era una broma de mal gusto, pero con el tiempo comprendió que podía ser muy útil. El entrenamiento llevado por Alphonse Hellblade se intensificó, así como el peso de las pesas que cargaba en su cuerpo. El centro de todo fue la meditación, la forma más básica para controlar el flujo de energía espiritual, aunque fortalecer su cuerpo físico también fue muy importante. Se despertaba todos los días a las seis de la mañana para desayunar y luego salir a trotar durante dos horas, teniendo que controlar la salida de aura por los poros. Incluso para alguien como él, una especie de chico prodigio, le fue muy difícil. Controlar su energía vital mientras meditaba era relativamente fácil, pero cuando agregaba movimiento era mucho más difícil. Alphonse tampoco quería hacerle las cosas sencillas, por las que de vez en cuando salía a correr con él y le atacaba, diciéndole que tenía que estar atento en todo momento.

Kimura notó que cada día que pasaba, su alumno se volvía más fuerte y hábil en las artes marciales, consiguiendo dominar complicadas posiciones. Sin embargo, la estima que tenía el profesor fue un problema para él. Sus demás compañeros empezaron a llamarle genio, prodigio, y palabras similares, las cuales le molestaban enormemente. Algunos pensaban que el profesor le daba un trato distinto y por eso conseguía más puntos que ellos. Incluso hubo un grupo entero que odiaba a Kurosawa por su relación con Yuuki, una de las chicas más guapas de la generación. No obstante, a Izanagi todo ello le daba igual, puesto que tenía una única meta: volverse lo suficientemente fuerte como para autodenominarse cazador. Por otro lado, había tres personas que le llamaban la atención: Raijin, el número uno de la clase de artes marciales;  y Vulpia Cyferon, la número uno de la clase teórica. Por último estaba Osawado Kirishima, un alumno demasiado siniestro para que pudiese considerarse ciudadano, y no criminal.

—D-Disculpa, Kurosawa-san —le dijo un día Fujimoto tras salir de clases—, ¿puedo pedirte un favor?

Izanagi se volteó a ver al muchacho de cabellos marrones.

—¿Qué es?

—Bueno, es que...  Tú aprendes rápido y eres de los mejores de la clase, quería saber si me podías ayudar, bueno, ya sabes, a mejorar.

El pobretón le estaba pidiendo ayuda, ¿eh? Ya era un hecho que la mayoría de sus compañeros le empezaron a odiar por diferentes razones, le impresionaba que hubiera uno que quería su ayuda. Sin embargo, el moreno no era una persona demasiado buena como para ayudarle a alguien sin más, de hecho, se consideraba a sí mismo bastante egoísta. Le interesaban sus objetivos, no los de los demás.

—No me necesitas para volverte fuerte, Fujimoto, lo único que debes hacer es esforzarte más. ¿Cuánto corres en una hora? ¿10 kilómetros? Intenta superarte a ti mismo, en vez de correr 10, correrás 11. No hay mejor profesor que el error, dicen por ahí —le dijo Izanagi y le colocó la mano en el hombro—. Ánimo. Ah, por si te interesa, salgo a correr todas los días a las seis de la mañana. Si tienes intención de superarte, ve mañana a mi apartamento.

No le ayudaría a entrenar, claro, pero ¿qué problema había si dejaba que entrenase con él? Tal vez a Alphonse le molestaría que haya invitado a un compañero, después de todo el tema del Ki era sumamente secreto, y solo unos pocos conocían esa disciplina. En todo caso, ese tal Fujimoto era mejor persona que la mayoría de los de la clase 1-A, incluso que esa pesada de Yuuki. Le sorprendía lo mucho que había cambiado la rubia en tan solo dos meses.

—¡C-Claro!

A la mañana siguiente, Kurosawa se reunió con Fujimoto, quien estaba muerto de sueño. Le sorprendió que sí haya llegado, considerando que el moreno vivía muy alejado de su compañero, suponiendo que vivía en la zona pobre de Shoujo. En todo caso, a Kurosawa poco y nada le importaba de donde viniese, no juzgaba a las personas por lo que tenían en sus bolsillos. Le pidió unas pesas a Alphonse, de las más livianas, y se las entregó al chico, explicándole que si de verdad quería mejorar, debía superar verdaderos límites. Para lograr un objetivo debía esforzarse, de lo contrario, no sería mejor que nadie. Izanagi era de esa clase de chicos que pensaba que el camino para alcanzar un fin sí importaba, pues cuando llegase a la cima, le gustaría ver hacia atrás y no encontrarse con sufrimiento y desesperanza.

Como cada maratón matutina, el moreno meditó media hora antes de iniciar y luego dejó salir el flujo de energía espiritual. Al manifestarse en el estado más puro, una persona común y corriente no podía verlo. Primero corrieron cinco kilómetros y comenzaron a realizar diversos ejercicios, además de practicar las posiciones aprendidas en clase. Kurosawa pudo ver que su compañero estaba demasiado cansado; era obvio, las pesas estaban haciendo su trabajo. Le animó, diciendo que cuando llegase a la meta, se sentiría muy satisfecho, aunque esas palabras eran más bien para él. Mantener el equilibrio en el flujo del aura era de por sí una labor complicada que cansaba mucho, sobre todo estando en movimiento. Además, las pesas que tenía puestas no eran para nada parecidas a las que le pasó a Fujimoto. Eran por lo menos veinte veces más pesadas.

—¡Estoy muerto...! —Dijo el chico de ojos grandes— Nunca pensé que conseguiría llegar a los quince kilómetros...

Izanagi también estaba bastante cansado, pero se preocupó de guardar suficientes energías para rendir correctamente en las clases de artes marciales y, luego, en las horas de meditación que Alphonse le obligaba a tener. Se quitó el sudor del rostro con la toalla y le dio un profundo sorbo a su botella de agua.

—Ya te lo dije: no me necesitas para volverte fuerte. En todo caso, es mucho más agradable entrenar acompañado.

—¿Are? ¿Qué hacen ustedes aquí? ¡¿Eh?! ¿Por qué estás tú con este?

Kurosawa parpadeó perplejo al encontrarse con Yuuki... ¿Qué hacía con esa ropa tan deportiva? Llevaba una camiseta bastante ajustada que evidenciaba la estrecha cintura de la chica, además unas calzas muy apretadas que revelaban un trasero levantado y redondo. Para ser una chica de 15 años tenía un muy buen cuerpo. Bueno, Izanagi tampoco se quedaba atrás. Desde que comenzó a entrenar sus músculos crecieron considerablemente y ahora estaba mucho más tonificado que antes.

—¿Por qué te sorprende que esté con él?

—N-No es que me sorprenda, pero... ¿Qué hacen juntos?

—Corrimos juntos —le respondió inocentemente Fujimoto.

—¡¿Eh?! Pensé que éramos amigos, Kurosawa maldito, ¿por qué no me invitaste a mí también?

—Vale, vale, puedes venir mañana con nosotros —le aseguró con los ojos cerrados y encogiéndose de hombros—. Solo no me interrumpas en mi entrenamiento.

—¡Já! Aprenderás cómo entrena alguien de la elite de Shoujo. Y tú, niño, verás la diferencia que hay entre nosotros —le dijo a Fujimoto con el rostro ensombrecido, como queriendo darle miedo.

Fujimoto le comentó al moreno que no tenía tiempo para pasar a su casa y luego llegar a tiempo a la escuela, ya que de verdad vivía muy lejos, pero le daba vergüenza ir todo... sudado. Kurosawa sonrió y le dijo que no había problema en que fuese a su apartamento para asearse, después de todo solo era una ducha, ¿qué más daba? No obstante, Yuuki se sumó, diciendo que también quería tomar una ducha en casa de Izanagi. Cuando llegaron, el primer sorprendido fue Fujimoto, comentando que la sola cocina era casi la mitad de su casa. Ciertamente Kurosawa vivía en buen lugar...

El apartamento estaba compuesto por una gigantesca cocina rectangular, un comedor que contaba con tres sillones blancos y un gigantesco televisor. Alphonse compró un aparato conocido como equipo de música, el cual, a través de un complejo sistema, reproducía la música que el usuario quisiese. La pared que daba hacia el mar estaba conformada por un gigantesco ventanal de corredera, dando paso a un amplio balcón que contaba con sitiales de mimbre y cojines blancos, además de una pequeña mesa de centro. El pasillo conectaba con un baño destinado a las visitas, la habitación de invitados, la de Kurosawa y la de Alphonse, cada una con un baño individual. El segundo piso del apartamento estaba conformado por una oficina y un gimnasio personalizado, donde el moreno meditaba.

—Vaya, pero si tenemos visita —comentó el soldado. Cuando dio un paso hacia el frente, tanto Fujimoto como Yuuki retrocedieron asustados, puesto que el gigantesco hombre tenía cara de pocos amigos—. ¿Eh? ¿Acaso doy miedo...?

—Seguramente no están acostumbrados a ver a un soldado de la Guardia Real de Arduín, Alphonse. Además, ¿por qué llevas tu armadura puesta?

—Un guerrero siempre debe estar preparado —le respondió con una sonrisa llena de orgullo por su preventivo accionar—. Por cierto,  soy Alphonse Hellblade, miembro de la Guardia Real del Imperio de Arduín y tutor temporal de Raven... —antes de que pudiese continuar, Kurosawa le dedicó una mirada fulminante— De Kurosawa Izanagi.

La rubia se sorprendió al escuchar que el moreno vivía con un soldado, además de la Guardia Real, lo que le hizo preguntarse si es que acaso Izanagi era un príncipe o algo así.

—¿Un Guardia Real...? ¿Es que acaso eres un príncipe, Kurosawa? No tienes mucha pinta de serlo, si te soy sincera —comentó la chica, a lo que Alphonse se rio escandalosamente.

—Este chico es el futuro no de un solo imperio, sino que de un continente —aseguró el hombre, confiado de lo que decía.

—Oye, oye, ya has hablado mucho, y tú —miró a Yuuki—, deja de hacer preguntas estúpidas. Vamos, ¿no quieren tomar una ducha?

Mientras Alphonse les indicaba dónde estaban los baños, Kurosawa fue a la cocina para preparar algo de comer. Él estaba muerto de hambre, y seguro que Fujimoto también. No quería pensar en esa rubia maldita, quizás era de lo más caprichosa. Cogió varias frutas y las picó para luego echarlas a un exprimidor, obteniendo todo el jugo. Le gustaban los frutos secos, por lo que echó almendras y nueces en un pote de madera. Frio algunos huevos y también hizo unas tostadas, luego picó un poco de kiwi y naranja y echó los trozos en una bandeja. En tan solo quince minutos preparó un desayuno para cuatro personas. Lamentablemente él tenía que cocinar a diario, puesto que Alphonse era muy malo en la cocina, de hecho, era la cuarta que compraban ya que las anteriores las había quemado.

—¡Woah! Se ve delicioso —comentó Fujimoto cuando regresó al comedor—. Esto...

—Preparé algo de comida para todos —indicó el moreno—. Siéntate y come rápido, no quiero llegar tarde.

Alphonse, como de costumbre, elogió la comida preparada por su tutor, y eso que solo era fruta picada, huevos y jugo. Izanagi solía desayunar carne y más carne, pero por alguna razón ese día decidió preparar algo distinto. Cuando todos terminaron de comer, el soldado se fue a dormir un rato, pidiendo las disculpas correspondientes, puesto que la noche anterior se había quedado hasta muy tarde trabajando.

—Parece un buen sujeto —dijo el chico de cabellos marrones.

—Lo es... Para mí, es lo más cercano a un padre —murmuró.

Al principio, las cosas entre Kurosawa y Hellblade no se dieron bien, los dos tenían personalidades muy diferentes y peleaban constantemente. Sin embargo, a medida que el tiempo pasaba, comenzaron a respetar sus diferencias y complementarse. El soldado no solo le enseñaba acerca del aura y el dominio de la espada, sino que también le instruía en el arte de la estrategia y conocimiento del enemigo. Le comentó varias veces que una buena estrategia aseguraba un 50% de probabilidades de éxito. Su relación fue creciendo lentamente, hasta el punto en que se burlaban el uno del otro con mucha confianza. Realmente, Alphonse era la única persona que se preocupaba de él... Lissette Romané no era más que un nombre, una persona que vio un par de veces en todo el tiempo que estuvo en Arduín.

—Aún queda una hora y media para entrar a clases, ¿qué hacemos? —Preguntó Yuuki.

Por lo general, Izanagi empleaba ese tiempo para editar o leer acerca de ciencias, sin embargo, podía hacer una excepción para pasar un rato con sus compañeros. Jamás en su vida había sido de tener amigos, puesto que por el trabajo de su padre, viajaba de un lugar a otro. Cuando este falleció, se encerró en la habitación que tenía en el palacio de Arduín, cerrándose a la posibilidad de conocer jóvenes de su edad. Era la primera vez que un compañero de clase llegaba a su hogar, y se sentía bien, la verdad. Por una parte, Fujimoto era demasiado tímido, pero muy agradable y con una determinación inigualable; quizás esa era la razón por la que Kurosawa se permitió entrenar junto a él. En más de una ocasión dudó acerca de si seguir su camino, pero al ver al chico de ojos grandes y marrones, volvió la misma confianza de siempre. También estaba Okita Yuuki, la pesada y caprichosa chica de la élite de Shoujo. Todos podían decir que su relación era más de rivales que de amigos, pero ambos sabían que no era así, de hecho, la rubia se preocupaba mucho por Izanagi. Y viceversa.

—Así que quieres convertirte en cazarrecompensas, ¿verdad?

El moreno miró a la chica y asintió.

—Sí, creo que ya te lo había dicho.

—No entiendo algo, ¿por qué vas a la academia si tienes a alguien como Alphonse? Seguro que él te entrena, de lo contrario, no usarías esas pesas. Tú... No pareces ser la clase de personas que soporta ver la muerte de alguien —le mencionó mientras jugaba con sus cabellos.

—Tienes 15 años, Yuuki, yo tengo 14. Dime, ¿en qué mundo vivimos para que chicos de nuestra edad tengan que soportar la muerte de alguien? —Le respondió con molestia. Repudiaba que las personas hablasen tan ligeramente sobre la muerte, como si fuese un proceso reversible— Una vez que alguien muere, no hay vuelta atrás.

—Lo siento, no pretendía...

—Da igual, es solo que no quiero pensar que eres como los demás idiotas de la escuela —le dijo—. Por cierto, Fujimoto, si quieres dormir, ve a la habitación para invitados. Te despertaré cuando sea la hora; lo mismo para ti, Yuuki.

—¡¿Eh?! ¿Dices que duerma en la habitación para invitados con este chico?

—A veces me sorprende lo tonta que eres —le respondió con una sonrisa medio burlesca en el rostro, a lo que la rubia le lanzó un cojín en señal de enojo—. Ve a mi habitación, yo subiré a meditar. Tengo algunas cosas que pensar.

Izanagi estuvo el resto del tiempo meditando, controlando la forma de su Hatsu. Se convenció a sí mismo que no entrenaría muy duro en la tarde, puesto que había gastado demasiadas energías en la mañana. No esperaba contar con visitas, aunque algo le decía que se volvería rutinario. Sintió ese cálido manto y luego, con los ojos cerrados, concentró su aura en su mano derecha e izquierda, para luego transformarla en aquella sustancia pegajosa y elástica. Cuando abrió los ojos, se encontró con una masa amorfa de color violeta que se movía gelatinosamente. Estaba entrenando para darle formas más complejas e intentar buscarle una utilidad bélica, puesto que si no servía para el combate, de poco le serviría contra un duro oponente.

Ya llevaba dos semanas continuas entrenando ese aspecto de su aura, y claro que había conseguido progresos, por algo todos le llamaban genio. Básicamente era como construir algo. Únicamente se debía ser hábil y creativo. A medida que le daba formas sencillas, se le iban ocurriendo más y más detalles para luego concretarlos en la masa amorfa y pegajosa. Tenía algo en mente, una técnica que le ayudaría enormemente contra una clase específica de luchadores. Jugó un buen rato con su propia aura para luego despertar a sus compañeros y largarse a clases.

CAPÍTULO V

Continuó con su entrenamiento como de costumbre, perfeccionándose en artes marciales y volviéndose hábil con la espada, además de mejorar su cuerpo. Ahora era capaz de correr mucho más rápido y permanecer con el aura activa durante varias horas, había dominado por completo técnicas de artes marciales enfocadas a la defensa y otras al ataque. Por sí mismo, comenzó a mezclar el conocimiento marcial con el espadachín, realizando combos realmente curiosos. En el último tiempo su agilidad aumentó considerablemente, aunque en lo que más se esforzó fue en incrementar su fuerza física, pudiendo lanzar rápidos y poderosos puñetazos.  

A pesar de todos los avances que había logrado en un par de meses, quedaba una cuestión al aire: el Seiyaku. Había pensado en la condición para autoimponerse, pero no conseguía convencerse. Pensó en varias alternativas, pero ninguna de ellas ofrecía el potencial que buscaba. Tuvo varias charlas con Alphonse respecto a ese tema, quien le terminó comentando que su condición fue siempre luchar por el bien de Arduín, de lo contrario, ofrecería incluso su vida. Era normal en un soldado tan leal como él, pero Kurosawa no era un guerrero ni quería serlo. Únicamente podía ser leal consigo mismo. Lo único que se le ocurría era restringirse a usar su fuerza para alcanzar sus metas, pero ¿hasta qué punto estaba dispuesto a llegar?

Estaba en la sala de entrenamiento cuando de pronto llegó Alphonse, vistiendo su armadura de pecho hecha de placas de metal.

—Es momento de que pases a la siguiente fase, Izanagi. Te comenté que tu cuerpo está constituido por dos tipos de aura, ¿no? Tú mismo has experimentado que tu Hatsu permite transformar tu aura en una sustancia elástica y pegajosa, pero en ningún momento has usado tu verdadera fuerza. Tardé todo este tiempo en descifrar qué era lo que ocurría contigo, hasta que finalmente llegué a la respuesta que buscaba.

El moreno le quedó mirando impaciente.

—Hasta el momento eres el único que cuenta con lo que yo denomino anti-aura —le mencionó y enseguida comenzó a dibujar cosas raras en la pizarra—. Si bien el aura nos permite construir o crear, como en mi caso el fuego y en el tuyo la goma, el anti-aura se enfoca en destruir. Es el proceso contrario al del Ki, el cual normalmente se rige por emociones positivas, aunque hay gente que lo fortalece con emociones negativas, como el odio y la ira. Sin embargo, en tu caso, las emociones negativas han permitido la creación del anti-aura, por lo cual esta se volverá más poderosa a medida que obtengas deseos de lastimar a alguien, o hacer daño.

»Será complicado y muy arriesgado que lo domines, puesto que cuando entra en contacto con el aura —el hombre dibujó una explosión en la pizarra, muy colorida—, esto es lo que pasa. En esta ocasión no puedo dejar que entrenes sin mi supervisión, de hecho, solo entrenarás tu dominio sobre el anti-aura una hora al día. No podemos arriesgarnos a más, ya que no tenemos mucha información. Bien, como ya tienes los poros abiertos y dominas medianamente bien el flujo de energía, tienes que concentrarte en liberar tus emociones negativas.

Escuchó atentamente las instrucciones de su maestro, tomó asiento en un lugar cómodo, cerró los ojos y dejó que la energía fluyese, como lo había estado haciendo hasta ahora. No obstante, estaba tan acostumbrado a convocar el Ki que le era muy difícil hacer algo diferente. Pero de pronto recordó algo: la fuente de su ira. A su mente acudió aquel tortuoso recuerdo de la muerte de su padre, la pereza de los marines por socorrerle y la indiferencia de los nobles al saber que un gran músico había sido asesinado por piratas. Sintió aquella oscuridad que lentamente afloraba en su corazón, aquel dolor que jamás había dejado que saliera a la luz. Hasta el momento lo había mantenido sellado, engañándose a sí mismo... Quería asesinar a aquellos hombres con sus propias manos, hacerles pagar por lo que le habían hecho pasar. Si no hubiese sido por ellos, seguiría viajando de isla en isla escuchando a su viejo tocar el piano.

La violenta manifestación de las emociones de Kurosawa, representada en un aura de color oscuro y con pinceladas rojizas, agrietó el suelo y provocó un vórtice en torno a él. Sus manos se cubrieron por una especie de armadura, otorgándole un aspecto de garras en vez de dedos. Su cabello blanco como la nieve se volvió negro como la oscuridad, al mismo tiempo que sus ojos se tornaron carmesíes, como la sangre. Alphonse quedó impresionado por la fuerza del anti-aura, pero no era un tipo tonto y había hecho las investigaciones correspondientes para que su pupilo no acabase muerto; y tampoco él.

—¡No dejes que el odio venza, Izanagi! Si el anti-aura es alimentada por emociones negativas, debe ser regulada por emociones positivas.

Escuchaba una voz lejana, pero le era imposible saber qué era lo que decía. Solo era un murmuro. Sus ojos vieron una distorsionada figura delante de él y, sin importar quién fuese, arremetió violentamente contra ella, lanzando un fuerte puñetazo que fue frenado con dificultad. Alphonse intentó tranquilizarlo mediante palabras, pero se dio cuenta que era imposible. Kurosawa había entrado en un estado de cólera del cual no podía salir, así que la única forma de controlarlo era dejándolo inconsciente. Cuando dio un paso hacia delante, el pelinegro creó unas cadenas de anti-aura y ató el cuerpo de su maestro, aprisionándolo. No obstante, Hellblade no era un hombre débil ni tonto. Sabía que si peleaba usando su aura, se expondría tanto él como Izanagi a una violenta explosión. Usó la fuerza de sus músculos para liberarse del ataque de su pupilo.

El anti-aura de por sí era mucho más fuerte que el aura, puesto que no estaba regulado por absolutamente nada y era alimentado por fuertes emociones como el odio. Como por mero instinto, Izanagi creó una bola de energía chispeante, la cual lanzó a toda velocidad hacia su maestro. Alphonse cubrió su cuerpo con una extraña armadura de color negro, reduciendo todo el daño, pero el muro a su espalda fue otra historia. El impacto de la esfera oscura liberó una poderosa explosión que borró todo lo que había detrás del guerrero. Hellblade decidió que era momento de terminar con el anti-aura de Izanagi, por lo que cargó rápidamente hacia él y le lanzó un fuerte puñetazo, el cual impactó de lleno en el rostro del moreno, pero este no cayó derrotado, sino que retrocedió unos pocos centímetros.

—¿Hasta qué punto aumenta su resistencia física...? —Se preguntó a sí mismo, impresionado.

La figura borrosa comenzó a volverse nítida y las voces de su cabeza empezaron a desaparecer. «¿Qué estoy haciendo...? ¿Cómo fui tan imbécil y dejar que el odio me dominase? Es cierto que los piratas acabaron con la vida de mi padre, pero si no hubiese pasado, no conocería a Alphonse, tampoco a Fujimoto ni a Yuuki...», pensó. En su mente apareció la imagen de sus compañeros y su maestro, todos sonriéndole. Por un momento dejó que la furia le cegase, impidiéndole ver lo mucho que había logrado en tan poco tiempo. Como nunca antes, consiguió hacerse amigo de buenas personas. A su alrededor había gente en la que podía confiar, ¿por qué dejar que la venganza le dominase la mente?

La manifestación del anti-aura comenzó a encogerse hasta el punto que solo cubría unos pocos centímetros de grosor. «Si el anti-aura es oscuridad, entonces el aura es luz. Y todo forma parte de mi energía espiritual», se dijo a sí mismo. De pronto, su cuerpo comenzó a emitir una luz intensa y dorada, envolviéndolo al mismo tiempo que la energía oscura giraba en torno a él. Finalmente pudo ver a su maestro con claridad, y se dio cuenta de lo que había hecho. Intentó acabar con él para calmar su furia...

—¿Qué he hecho...?

—Nada extraordinario —le respondió Alphonse, aliviado por ver que su pupilo había vuelto a la normalidad—. ¿Y? ¿Qué tal se siente?

Por estar cegado no consiguió notar la diferencia en su cuerpo, pero era impresionante. Se sentía mucho más fuerte y ligero que nunca, incluso teniendo esas malditas pesas. A pesar de liberar una importante cantidad de energía, no se sentía cansado. En ese momento comprendió que tanto el aura como el anti-aura le volvían más fuerte, pero si juntaba ambas fuentes de poder, sus poderes de multiplicaban.

—Es... increíble —dijo Izanagi, sorprendido—. Comprendí algo importante... Tú dijiste que cuando el anti-aura entra en contacto con el aura, estas se destruyen mutuamente y generan una poderosa liberación de energía. Sin embargo, si mantengo ambas en equilibrio, se complementan y puedo usar esa liberación de energía para mi propio beneficio.

—¡Sin duda eres un maldito genio, Izanagi! —Mencionó el guerrero con una enorme sonrisa en el rostro— Desde hoy en adelante tenemos un reto difícil, pero lo conseguiremos.


Última edición por Rize Bloodfallen el Miér 28 Feb 2018 - 18:42, editado 2 veces
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El sentido de una promesa [Diario][Pasado] Empty Re: El sentido de una promesa [Diario][Pasado] {Jue 22 Feb 2018 - 20:25}

CAPÍTULO VI

La Academia de Shoujo anunció la fecha de la primera gran prueba del primer semestre para el curso de primer año. Esta consistiría en una clase de torneo en la que solo los mejores aprobarían. Estaba dividida en dos fases: cacería y competencia. Aquellos aspirantes a cazarrecompensas y marines debían enfrentarse entre ellos para conseguir puntos. Durante la primera etapa, los participantes deberán cazarse en un parque urbano de varios kilómetros de extensión. La segunda etapa consistirá en un torneo en el que solo los mejores 24 de la prueba anterior podrán participar, y los mejores cuatro obtendrán las mayores calificaciones.

Izanagi estaba preocupado, puesto que sabía que muchos de sus compañeros le odiaban por el hecho de siempre mostrarse despreocupado ante cualquier situación. Ya corría el rumor de que había un grupo entero que intentaría deshacerse de él, tomándolo como máxima prioridad. A pesar de que los que conformaban aquel equipo no eran alumnos muy destacados, diez de ellos serían un grave problema. Si el pelinegro decidía trabajar con alguien, únicamente podía contar con Fujimoto y Yuuki. El chico de escasos recursos no era muy fuerte, y la rubia era difícil de tratar. Por suerte contaba con una semana para aumentar considerablemente su poder y dominar el Kuso Hatsu.

—No te esfuerces tanto, pequeñaja —escuchó de pronto.

¿Acaso era posible que alguien molestase a Okita Yuuki...? Frente a ella había un chico alto y ojeroso, llevaba el cabello celeste bastante desordenado y miraba despectivamente a la rubia con sus ojos dorados. Detrás de él había un grupo de al menos quince personas, todos apoyando las palabras del sujeto. Por lo que escuchó Izanagi, ese alumno era Yamamoto Takeshi. No era de los mejores en cuanto a calificaciones, pero su estatus social extremadamente alto pasaba a llevar cualquier principio establecido por la academia.

—Así me gusta, calladita —le dijo, pellizcándole los mofletes—. ¡Qué linda!

El moreno quedó impresionado... ¿Por qué no se defendía? Sabía cómo era ella, y no se dejaría molestar por nadie. Si ella no iba a decir algo, Kurosawa lo haría. Se acercó tranquilamente a donde estaba el ojeroso y le cogió fuertemente la muñeca, ejerciendo presión sobre ella con sus fuertes dedos.

—Suéltala —le ordenó con el ceño fruncido.

—¿Y tú quién eres, maldita escoria? ¡¿Acaso te atreves a tocar a un príncipe?! —Takeshi intentó darle un puñetazo en el rostro a Kurosawa, pero este lo bloqueó sin ningún problema.

De pronto la mano del moreno comenzó a emitir una energía oscura y rojiza, aumentando considerablemente la fuerza que ejercía. Yamamoto soltó inmediatamente a Yuuki y soltó una mueca de dolor, retorciéndose y cayendo de rodillas.

—Como la vuelvas a tocar te dejo sin brazo.

Izanagi le tomó la mano a la rubia y se la llevó lejos de allí, intentando comprender por qué no había dicho nada. No era la chica que conocía, en ningún momento Okita Yuuki se habría quedado callada. No le importaba si ese tal Yamamoto Takeshi era un príncipe, incluso le daba igual si era el hijo de un tenryuubito, no dejaría que nadie la tocase. Nadie.

El chico se detuvo bajo un árbol y se sentó para luego darle un profundo sorbo a su botella de agua.

—G-Gracias —murmuró Yuuki.

—¿Qué pasa contigo? ¿Por qué dejas que un imbécil como él te trate como quiere?

—Los ciudadanos de Shoujo vivimos según el estúpido principio de libertad, pero hay gente que está sobre él, y uno de ellos es Yamamoto Takeshi. Es el heredero del país vecino, y nadie se atreve a tocarle... A pesar de que mi familia es rica, depende de las relaciones con ese país para mantener nuestra riqueza —le explicó—. Es por eso que no puedo tocarle...

—Me da igual si es un príncipe o un esclavo, si alguien se pasa de listo contigo, se las verá conmigo —le aseguró—. Queda una semana para la prueba, no debes preocuparte por ese idiota.

—Por cierto, ¿qué le ocurrió a tu cabello? Antes era blanco, y ahora está todo negro.

—Hace poco hubo un... accidente. No es nada alarmante, en todo caso.

Y así pasó rápidamente la semana para que comenzara el inicio de la prueba. Izanagi aprovechó al máximo cada minuto que tuvo para entrenar y volverse más fuerte, incrementando su control sobre el Hatsu y el Kuso Hatsu. Sabía que contaba con algunas ventajas, como por ejemplo que ninguno de sus compañeros sabía que era un espadachín. Su habilidad con la espada incrementó notablemente, siendo tan hábil que el muñeco de madera ya no era un problema para él, de hecho, comenzó a practicar con un muñeco de acero. Alphonse le dijo que el siguiente paso era cortar ese material, pero Izanagi pensaba que estaba loco. Cada minuto que meditó, cada kilómetro que corrió junto a Fujimoto y Yuuki, cada flexión de brazos y abdominal... Haría contar todo eso para demostrar que era el más apto para convertirse en un verdadero cazarrecompensas. Sabía que no necesitaba a la Academia de Shoujo para ser uno, pero era una meta que se puso.

Todos los alumnos fueron convocados en la entrada del parque urbano más grande de la isla, reservado especialmente para realizar aquella prueba. Kurosawa Izanagi se enfrentaría a impecables oponentes como Raijin y Vulpia Cyferon, pero no caería ante ninguno de ellos. Había estado entrenando técnicas avanzadas que para otro chico de su edad le hubiese sido imposible. Todo lo que el moreno hizo en esos meses giró en torno a su determinación, en torno a su propósito de convertirse en el mejor cazarrecompensas para acabar con aquellos criminales que destrozaban familias. Alrededor del moreno había demasiada gente, alumnos pertenecientes a su clase y a la 1-B, aunque también había unos pocos de la 1-C, como Raijin.

El examinador les explicó que la prueba consistiría en acumular puntos: por cada emblema obtenido, conseguirían 3 puntos. Las reglas eran sencillas: la prueba acabaría al pasar dos horas. No había norma que sancionase asesinatos ni mutilaciones, de hecho, todo era válido con tal de obtener puntos. Kurosawa no tenía pensado matar a alguien para demostrar que era el mejor, de hecho, aborrecía la idea de que la academia aprobase esa práctica tan... inhumana. También era válido formar grupos para cazar a los demás participantes, aunque tendrían que repartirse los puntos en ese caso.

—Si nadie tiene dudas, que comience la prueba.

CAPÍTULO VII

Los participantes fueron llevados a distintos lugares del parque urbano, conformado por riachuelos y árboles, además de muchos senderos. Kurosawa formó grupo con la chica rubia y Fujimoto, y les indicó el plan para obtener puntos y aprobar. El chico de cabellos marrones era ágil y escurridizo, así que mientras Yuuki llamaba la atención, él se dedicaría a atacar por la espalda. Por otra parte, el moreno era bueno en el combate cuerpo a cuerpo y a media distancia, gracias a su Hatsu pegajoso y elástico. La mayoría de los alumnos que estaban siendo evaluados contaban con conocimiento en artes marciales, uso de armas blancas y arquería, así que era complicado idear un plan genérico. En todo caso, Izanagi mostraría sus habilidades como estratega, aprendidas del mejor: Alphonse Hellblade.

El primer encuentro fue contra Alfred Whitehorse, acompañado de varias chicas que le admiraban, aunque no eran demasiado fuertes. Tal y como lo pensó el moreno, Yuuki llamó la atención de sus oponentes y Fujimoto aprovechó la situación para colocarse en sus espaldas y derrotarles fácilmente, golpeando fuertemente las nucas de las muchachas. Y, por fin, era momento para que Kurosawa Izanagi mostrara lo mucho que había mejorado en esos últimos meses. Suspiró profundamente y abrió los Poros de Aura, envolviéndose en energía pura y de color violeta. Sobre su mano derecha comenzó a flotar una especie de esfera medio amorfa y giratoria, la cual lanzó directamente hacia su oponente, quien la detuvo con ambas manos.

—Qué inocente, Alfred. Tú mejor que nadie debe saber la forma en que lucho, puesto que entrenamos durante todo el semestre.

El joven de cabellos azules sonrió.

—Y tú más que nadie debe saber lo fuerte que soy.

Alfred jaló con fuerza la esfera, atrayendo a Izanagi, pero se dio cuenta demasiado tarde que la sustancia había apresado sus puños, impidiéndole terminar su movimiento ofensivo. Kurosawa sonrió burlescamente y creó otra esfera, atada a su dedo índice con una cuerda hecha del mismo material, creando una especie de yoyo. Con un rápido movimiento formó un ataque arqueado y horizontal, golpeando el rostro de su oponente y enviándolo a volar unos cuantos metros, estrellándolo contra un árbol. Whitehorse se incorporó y se quitó la suciedad y sangre de la cara, luego miró a su oponente y sonrió.

—¿Quién iba a pensar que eras un usuario?

—Te equivocas, compañero, mi poder no proviene de ninguna fruta del diablo —le aseguró—. Mi Gomuin (ゴム印) tiene la capacidad de pegarse a cualquier superficie, además de ser increíblemente resistente y elástico.

Al principio creyó que el tipo de Hatsu que tenía era increíblemente inútil y no le ayudaría a volverse más fuerte, pero luego de pensarlo detenidamente, descubrió que sí podía darle una buena utilidad, nada más debía adaptarse. Sus extensas horas de meditación y práctica en el dominio de su sustancia le permitieron volverse mucho más hábil en el uso del Gomuin, nombre dado a la peculiaridad de Izanagi. Era la primera vez que lo probaba contra un oponente de verdad, y no contra un muñeco de madera.

—Así que no es más que goma, ¿eh?

Whitehorse cerró los ojos y comenzó a emanar una importante cantidad de energía, a tal punto que comenzó a emitir vapor de su cuerpo. La goma que apresaba sus puños se derritió lentamente hasta que estas quedaron libres. El moreno sonrió, puesto que no era el único que había estado ocultando cosas. Aquel combate sería verdaderamente interesante. Hubo un rápido intercambio de golpes, pero la diferencia de agilidad y fuerza terminó pasándole de la cuenta a Alfred. Kurosawa siempre fue mejor en artes marciales que su compañero de cabello azul, y también mucho más ágil. Por cada golpe que conectaba Whitehorse, Izanagi conectaba cuatro.

El peliazul buscó distancia para descansar, luego miró hacia los lados como queriendo buscar apoyo en sus compañeras, pero no lo encontró. Fue entonces que Kurosawa nuevamente usó el Gomuin, creando el yoyo pegajoso que lanzó e impactó contra el pecho de su oponente, haciéndolo retroceder unos pocos centímetros. No funcionará de nuevo, le aseguró Alfred, nuevamente reuniendo energías para derretir la esfera de Izanagi. «Si crees que usaré la misma técnica, es que te falta mucho por aprender, Alfred», se dijo a sí mismo. Alimentado por sus emociones negativas, Kurosawa concentró en su mano izquierda el Kuso Hatsu e inmediatamente tocó el cordón que unía la esfera con su dedo índice.

—La rotura del equilibrio provoca una poderosa liberación de energía —Le dijo a su compañero de cabellos azules, al mismo tiempo que el cordón transportaba toda la energía absorbida por el Kuso Hatsu del moreno, haciendo explotar la esfera— ¡¡BAKUHATSU NO GOMUIN!!

La semana anterior, Izanagi invirtió casi todo el tiempo para controlar la liberación de energía y crear poderosas explosiones dirigidas, usando el Gomuin y el Ki. Le fue difícil controlar sus emociones negativas y equilibrarlas con la tranquilidad que necesitaba para dominar el flujo de aura, apenas la compensación de energía se rompía, la explosión llegaba.

Tras el poderoso ataque de Izanagi, solo quedó un rostizado cuerpo con las prendas destruidas. Alfred cayó inconsciente al mismo tiempo que Yuuki derrotó a la última chica del equipo del peliazul. Consiguieron varios emblemas y los repartieron justamente, para luego avanzar. Durante su caminata se encontraron con varios grupos y alumnos solitarios, obteniendo una victoria tras otra. Sin embargo, lo complicado acababa de comenzar cuando Kurosawa Izanagi y su grupo se encontró con Yamamoto Takeshi, acompañado de por lo menos veinte individuos.

Evitar la pelea era imposible, puesto que rápidamente les rodearon. Únicamente quedaba una opción: pelear contra el príncipe y hacerse de sus emblemas. Estaban en clara desventaja numérica, pero el moreno había previsto una situación como esa. Fujimoto no podía atacar como lo hizo en sus anteriores encuentros, así que significaba un serio problema, ya que el muchacho no era tan fuerte en un combate duradero y frente a frente. Por otra parte, estaba Yuuki, quien veía a Takeshi como una especie de ser intocable. La mayoría de los que le acompañaban eran la escoria de la generación, jóvenes de la élite con bajas calificaciones. Sin embargo, al lado izquierdo del ojeroso chico había una figura femenina y de cabellos rojizos que no dejaba de mirar a Izanagi.  

—Takeshi-san, ¿puedo quedarme con ese de ahí? —Le preguntó a Yamamoto con la mirada puesta en el moreno de cabellos negros.

—Harás que me ponga celoso, Vulpia —le respondió con una sonrisa—. Haremos esto rápidamente, chicos, pueden matar a esos dos, pero quiero que dejen con vida a Yuuki.

Los jóvenes alumnos se rieron y enseguida un grupo de cuatro individuos arremetió contra Fujimoto, rodeándole y lanzándole puñetazos y patadas. Intentó esquivarlas, pero más de un golpe le impactó. Kurosawa formó el Iooioo no Gomuin, lanzándolo contra un chico y estampándolo contra un árbol, mostrando su superioridad física. Corrió a socorrer a su compañero, pero fue interceptado por Vulpia, quien le sonrió maliciosamente. La chica lanzó un rápido derechazo que fue bloqueado sin problema alguno por el moreno, quien contraatacó con una patada, buscando las costillas derechas de la pelirroja. Bastó un ágil movimiento para correrse justo antes de que el ataque de Izanagi pudiera impactar.

—Así que aprovechan la superioridad numérica para atacarnos, ¿eh?

Fujimoto no era tan hábil en la lucha como Yuuki o Kurosawa, y si seguía luchando contra tres oponentes al mismo tiempo, caería derrotado. El moreno no dejaría que su amigo muriese a manos de unos lunáticos engreídos, pero primero debía deshacerse de la pelirroja. No tenía tiempo que perder, así que se dejaría de juegos e iría en serio. Se quitó las pesas que llevaba en el abdomen y las piernas, provocando que el suelo se agrietase y se formarse una especie de cráter justo donde estas cayeron, impresionando a su oponente. Era primera vez que Izanagi lucharía sin esas malditas pesas... Estiró un poco los músculos y luego esprintó a toda velocidad, alcanzando en pocos segundos a la chica y golpeándole fuertemente con un derechazo que la mandó a volar unos cuantos metros.

Vulpia Cyferon se incorporó y quitó la sangre del rostro para luego dedicarle una furiosa mirada a su oponente, revelando la furia que sentía. Cargó contra el moreno y hubo un intercambio de golpes, pero las piernas de Izanagi eran mucho más veloces que las de la pelirroja, resumiéndose en un mejor movimiento de pies. Por cada golpe que conectaba la chica, él conectaba tres e incluso cuatro. Sin embargo, ¿por qué fue tan idiota de esperar un combate justo? De pronto sintió un fuerte golpe en su cabeza y cayó al suelo, viendo borroso. La sangre comenzó a brotar de la herida y, tras estar en el suelo, recibió una fuerte patada por parte de Vulpia, golpeándole el rostro y haciéndolo voltear.

La persona que le había lastimado era Yamamoto Takeshi, quien le golpeó con un palo mientras sujetaba a Fujimoto de la camisa. El chico de cabellos marrones estaba gravemente herido, tenía contusiones en todo el cuerpo y ambos ojos hinchados. Por otra parte, Yuuki estaba jadeando y limpiándose la sangre del rostro; no la tenía fácil, puesto que luchar contra varios oponentes al mismo tiempo era demasiado agotador. Kurosawa se intentó incorporar, pero antes de poder hacerlo recibió otra patada por parte de la pelirroja, sintiendo un fuerte dolor en su estómago.

—¡¿De qué sirve la fuerza individual si es superada por la colectiva? Cometiste un grave error al meterte conmigo, escoria, ahora verás de lo que soy capaz.

El chico de las ojeras sacó una navaja y comenzó a hacer amagues en torno al cuello de Fujimoto, como queriendo burlarse de Kurosawa.

—Te haré pagar, maldito demente... ¡¿De qué te sirve quitarle la vida a alguien?!

—¡¡ABSOLUTAMENTE DE NADA!! —Gritó Takeshi y apuñaló a Fujimoto en el pecho, causándole un agudo dolor. Los ojos del moreno se abrieron de par en par ante lo visto, queriendo levantarse y matar a Yamamoto por lo que hizo.

—G-Gracias por todo... Kurosawa-kun... —mencionó Fujimoto antes de que el psicópata alumno le apuñalara una y otra vez.

Cuando Yuuki vio al chico ser asesinado por el príncipe, soltó un desgarrador grito y luego recibió un puñetazo por parte de su oponente, botándola. Nuevamente Izanagi se sentía impotente... ¿De qué le había servido entrenar durante tanto tiempo si no era capaz de proteger a sus amigos? Frustración, ira y odio... Era lo único que sentía. Justo después de que una lágrima cayese de su rostro, el descontrol llegó. De su cuerpo emergió una poderosa aura de color negro, lo suficientemente violenta como para lanzar a volar a Vulpia, Takeshi y al cuerpo de Fujimoto. Las manos de Kurosawa se envolvieron en una especie de armadura, mientras que a su espalda se formaron unas especies de alas de murciélago, hechas puramente de energía espiritual.

Pareció desaparecer por un segundo para luego aparecer justo en frente de Yamamoto, preparado para lanzar un fuerte puñetazo, el cual fue bloqueado por Vulpia, en un intento de proteger a su compañero. Sin embargo, el poderoso golpe del moreno le sacó de cuajo el brazo completo, provocando que su rostro fuese manchado con sangre. Ni siquiera el grito inhumano de Cyferon le despertó de aquel estado de furia máxima. A medida que las emociones negativas de Kurosawa eran más intensas, el poder de su anti-aura aumentaba exponencialmente, provocando un notorio aumento de fuerza. Empuñó la mano y lanzó un fuerte puñetazo, el cual fue esquivado por Takeshi, quien justo en el último segundo se hizo a un lado.

—¡Nos matará, Vulpia! ¡NOS MATARÁ!

Dos chicos intentaron frenar a Izanagi, pero sus pechos fueron atravesados por la descomunal fuerza del moreno, quitándoles inmediatamente la vida. Nuevamente pareció desaparecer y aparecer en frente de Yamamoto, haciendo gala del extremo aumento de velocidad. Juntó ambas manos para golpearle como si fuera un martillo, pero en último momento, Takeshi jaló del cuerpo de su compañera y lo interpuso entre él y el moreno. Como resultado, la cabeza de la pelirroja fue aplastada por el poderoso ataque de Kurosawa Izanagi. No le mató de milagro, pero sí la dejó inconsciente.

Echó el cuerpo a un lado y sus ojos carmesíes miraron a su verdadero objetivo: el asesino de su amigo. Su vista solamente estaba centrada en él, todo lo demás era borroso. De pronto sintió que no se podía mover, como si algo o alguien le retuviese. Únicamente cuando sintió el calor de Yuuki pudo volver a la normalidad, sintiendo el dolor en su corazón por perder a Fujimoto. El rostro de Yamamoto reflejaba la más pura expresión de miedo y desesperación, mientras unas lágrimas caían de sus ojos y mocos salían de su nariz. La rubia le tenía abrazo, al mismo tiempo que varios examinadores le tenían sujeto de los brazos y piernas.

—¡Se fue, Kurosawa! ¡¡Se fue!! —Le gritó la chica entre lágrimas y sollozos.

Únicamente la falta de tiempo le salvó la vida al ojeroso chico, quien incluso usó a su compañera como escudo humano para defenderse de la furia del moreno. Pero nada pudo evitar que sintiera dolor. ¿Cómo podía lidiar con la muerte de su amigo? El único amigo que tuvo en la vida, ¿por qué aquella sociedad estaba tan corrompida? ¿Cómo era posible que justificaran el asesinato?

Las rodillas del moreno encontraron el suelo al mismo tiempo que de sus ojos caían lágrimas. No gritó, solo dejó que estas corriesen por su rostro. La furia fue reemplazada por la pena; el odio, por la impotencia.

Todos los puntos de las personas muertas y derrotadas en ese encuentro fueron atribuidos a Okita Yuuki, quien terminó en primer lugar en la tabla de calificaciones, seguido de Raijin. Los emblemas de Fujimoto fueron destinados a Yamamoto Takeshi, dejándole en quinto lugar, mientras que Kurosawa Izanagi obtuvo el vigésimo cuarto puesto, penalizado por intentar matar a un participante fuera de tiempo. Sin embargo, ¿qué importaba la maldita prueba si su amigo había muerto?  

CAPÍTULO VIII

La noticia le sorprendió a Alphonse, quien no pudo encontrar las palabras perfectas para consolar a su pupilo. Ya no era momento de entrenar al chico, sino que era hora de mostrar un poco de empatía y afecto. Sabía que la fase final se llevaría a cabo en dos días, tiempo en el que debía calmar el corazón de Izanagi para que no fuese poseído por la furia y el anti-aura, de lo contrario, podría morir producto del exceso de energía liberado.


Aquel día el cielo se mostró nublado y, como nunca, hubo lluvia. Las calles estaban vacías y solo una triste canción sonaba en el corazón de Kurosawa. Como nunca antes, decidió caminar a su habitación y retirar el viejo manto que cubría el piano de su padre. Pasó suavemente sus dedos por las teclas de este, sintiéndose nostálgico y recordando miles de momentos que pasó junto a su viejo. Se sentó en el piso, frente al increíble instrumento musical, y dejó que sus emociones fluyeran en forma de música. Cada nota, grave y aguda, fue una conmemoración a lo que vivió junto al difunto pianista. Cada compás fue dedicado a su amigo caído en combate, Fujimoto, el chico que creyó poder llegar a la cima únicamente con su férrea determinación. Y él no falló, sino que fue Izanagi. Dejó que muriera justo frente a sus ojos por no ser lo suficientemente fuerte, por confiarse y mostrarse arrogante ante la misma muerte.

Recordó esos estúpidos momentos en los que Fujimoto se tropezaba en medio del trote debido a sus torpes movimientos, o esas veces en las que Yuuki le regañaba por ser un tanto inútil. Pero no pudo evitar soltar una lágrima al recordar que el chico le confesó su motivación por la que quería convertirse en Almirante. Las teclas fueron mojándose a medida que los recuerdos de Kurosawa llegaban a su mente. ¿Acaso no se había prometido a sí mismo no volver a llorar? Y, maldita sea, lo estaba consiguiendo... Desde la muerte de su padre que no soltaba una lágrima, pero el nudo que sentía en la garganta le terminó ganando.

Sus dedos presionaban fuertemente las teclas a medida que liberaba sus emociones... Ya no quería vengarse de Yamamoto Takeshi por haberle quitado a su amigo, tampoco quería vengarse de los piratas que le arrebataron a la persona más importante de su vida. Después de tanto tiempo, encontró la verdadera razón por la cual volverse fuerte y arriesgar la vida. No solo viviría por él, sino que por su viejo y Fujimoto, cumpliría los sueños de ambas personas para que, cuando se volviesen a ver, le pudieran recibir con una cálida sonrisa en el rostro, sintiéndose orgullosos de él.

—He decidido cuál será mi Seiyaku, Alphonse —le dijo tras terminar de tocar—. Yo... Usaré mi poder para ayudar a mis amigos, protegerlos de quienes les quieren dañar. No importa si pierdo la vida mientras lo hago, yo... —Antes de poder continuar apretó los puños y se mordió el labio— ¡No quiero volver a sentir este agudo dolor en el pecho!

¿Acaso su condición no era egoísta...?

—No puedes volverte fuerte si no tienes algo que proteger, ¿verdad? —Le comentó con una sonrisa y se levantó de su asiento, para luego acercársele y acariciarle suavemente la cabeza— Estoy orgulloso de ti, Izanagi, pues has comprendido que el verdadero sacrificio es dar la vida por nuestros objetivos.

El Seiyaku no era una especie de ritual, sino compromiso con uno mismo, darle valor a la palabra propia y creer en ella. La condición que se autoimpuso Izanagi era fuerte: “proteger a mis amigos con mi vida... para no volver a sentir ese agudo dolor en el pecho”. Desde el primer momento supo que era mucho más fuerte que Yamamoto Takeshi, quien en ningún momento demostró ser demasiado hábil, sino más bien una especie de cobarde que se aprovechaba de las situaciones. Su verdadero oponente sería Raijin, o incluso Okita Yuuki, a quien le tenía mucho aprecio.

El tiempo pasó volando y ya era hora de comenzar el torneo, realizado en el coliseo de la Academia de Shoujo. Alphonse Hellblade tenía un espacio reservado para que pudiese ver de cerca la pelea y animar a su pupilo en todo momento. El primer encuentro fue entre Okita Yuuki y Terumi, uno de los cuantos alumnos que consiguió pasar a la fase del torneo. Poco a poco los mejores fueron quedando, hasta el punto en que la semifinal llegó. Yamamoto Takeshi, Sawada Raijin, Okita Yuuki y Kurosawa Izanagi, fueron los participantes de ese gran evento.

Al moreno le hubiese gustado enfrentarse a Takeshi en la semifinal, para demostrarle lo débil que era y derrotarle sin ningún problema, pero no tuvo la oportunidad. El combate se llevaría a cabo entre Yuuki y el príncipe. Izanagi sabía que su amiga no tendría problemas en derrotarle, puesto que física y hábilmente era muy superior, de hecho, Takeshi únicamente usó chantajes para vencer a sus oponentes. El pelinegro sabía la condición de la rubia, así que era un hecho que el príncipe usaría artimañas sucias para ganar el encuentro. Y así dio inicio al primer combate de la semifinal...

—Sabes que si me tocas un pelo, tu familia se va a la quiebra, ¿no? —Le mencionó antes de que la rubia pudiese atacarle— Prometo hablar muy bien de ti si te rindes, aunque primero me gustaría jugar un poco contigo, vamos, ¿qué dices?

Yuuki frunció el ceño y miró furiosamente a su oponente... ¿Qué podía hacer? Izanagi sabía la presión que sentía por pertenecer a la élite de Shoujo, si su familia perdía el negocio, le darían la espalda. Por otra parte, si perdía, la castigarían severamente, pues pertenecía a esa clase de familia que no toleraban los fracasos ni errores. Le tocó el peor contrincante contra el cual enfrentarse, alguien que no demostraría lo fuerte que eran sus puños, sino lo venenosa que era su lengua.

Takeshi se acercó a la chica rubia y le bofeteó fuertemente, sacándole sangre del labio, pero ella no respondió. Estaba indecisa, puesto que no sabía qué era lo mejor para ella y su familia. Fue entonces que el ojeroso chico empuñó un puñal y se lo clavó en el hombro a Yuuki, quien soltó un grito desgarrador. Pronto comenzaron los abucheos hacia la rubia, quien no hacía más que quedarse quieta y recibir los golpes del príncipe. Sin embargo, de un momento a otro las cosas parecieron cambiar para ella. Usó su brazo izquierdo para protegerse de la patada de su oponente, y luego le dio un fuerte puñetazo en el estómago, demostrándole que ya no caería en sus juegos y decidiría pelear.

—¡Eres una estúpida perra! ¿Sabes que por tu culpa tu familia quedará en la ruina? —Le gritó para luego sacar otro puñal— Sé que piensas que soy débil, pero te mostraré lo que he aprendido.

Yamamoto corrió rápidamente hacia la chica y realizó un tajo cruzado, hiriéndole el estómago y pecho, aunque no llegó a hacerle una herida muy profunda. La rubia soltó una mueca de dolor y luego estrelló su puño contra el rostro del príncipe, rompiéndole el labio y enviándolo a volar unos cuantos metros.

—¡Alguien como tú no merece ser príncipe! ¡Alguien como tú ni siquiera merece vivir! —Le espetó— Asesinaste a Fujimoto sabiendo que el combate ya había terminado, lo mataste en frente de Kurosawa y aun así tienes el descaro de querer ganar, sabiendo lo débil que eres. Alguien como tú jamás podrá entrar a la Marina, ¿dices querer convertirte en Almirante? ¡Incluso un inútil como Fujimoto tenía más espíritu para...!

Antes de que la chica pudiese continuar, cayó al suelo, sin poder moverse.

—Tsk... Tardó mucho tiempo en que el veneno hiciera efecto —confesó Takeshi—. No te preocupes, querida, no podrás moverte por un buen rato.

Por cada paso que daba Yamamoto, el moreno se esperaba lo peor... Ese chico ya había asesinado antes a alguien, y caminaba con la disposición de volver a hacerlo. Si perdía a Yuuki, no solo rompería la condición autoimpuesta, sino que también quedaría un vacío demasiado grande en su corazón como para poder sanarse. Sin embargo, ¿qué podía hacer? No... No podía permitir que su única amiga muriese, que la única persona de la cual gustaba dejase el mundo para siempre.

—Yo... Yo... ¡No perderé ante ti...!

—Pensaba que el veneno era más fuerte... ¡Ya es tiempo de que dejes este mundo!

El alto joven se detuvo justo cuando estuvo a unos pocos centímetros de la rubia, listo para apuñalarla y acabar con su vida. Sin embargo, como si hubiese recordado algo, se detuvo en seco, pálido y sudado. Una vez, un joven de cabello negro y ojos grisáceos le advirtió que no la volviese a tocar, de lo contrario, le haría pagar. Una vez sufrió la furia de este por asesinarle a alguien que estimaba, al parecer no era tan idiota como para hacerle enfurecer de nuevo... ¿O sí...? Takeshi sonrió siniestramente y miró a Kurosawa, para justo después clavarle el cuchillo en el pecho a Okita Yuuki.

—Izanagi... Esa chica es fuerte, mira bien.

La rubia superó los efectos del veneno, colocando su mano entre el arma y su pecho, salvando su vida. Por la expresión de su rostro, sintió un gran dolor, pero consiguió sorprender a Takeshi. Motivada únicamente por el deseo de seguir y continuar con vida, se incorporó, provocando que Yamamoto retrocediera, muerto de miedo ante la férrea voluntad de la rubia. Izanagi sintió un inmenso alivio al ver que la chica no murió, pero la posibilidad aún estaba, puesto que el combate no había terminado.

—Es... Es momento de terminar esto...

De pronto, la sangre de las heridas de Yuuki comenzó a flotar alrededor de ella, como si pudiese controlarla de algún modo. Alphonse se dio cuenta rápidamente que aquella chica, inconscientemente o no, estaba usando su Hatsu, y se lo comentó al moreno. La rubia formó una especie de látigo, con el cual atacó a su enemigo, provocándole un profundo corte en el hombro, llegando hasta el término del pecho. Usando la misma arma constituida con su propia sangre, le perforó el estómago y luego le hizo un corte en el rostro. Takeshi era demasiado lento como para defenderse, y también era muy torpe para coordinar bien sus movimientos.

—¡Esto es por Fujimoto! —Gritó con convicción  luego creó varias balas con el resto de su sangre, impactándolas en el cuerpo de su oponente, dejándolo fuera de combate. Tras su ataque, Yuuki cayó al suelo, completamente cansada por lo que acababa de hacer.

—Es el precio que pagó por usar el poder de su aura —le explicó a Izanagi—. Tu novia es especial, ¿eh? Me arriesgo a decir que incluso es más buena que tú en el uso del Hatsu.

—N-No es mi novia, no seas idiota, Alphonse.

CAPÍTULO X

No era momento para tener una conversación con Yuuki, seguro que quería descansar para el encuentro final. Su oponente sería Sawada Raijin, el mejor de la generación, el chico que nadie pudo derrotar en la fase anterior. No sabía cómo era, pero estaba convencido de que le ganaría. Había estado entrenando para ese momento; no pudo vencer a Yamamoto en el momento necesario, pero aquella victoria definitivamente se la dedicaría. Izanagi se sentía incapaz de cumplir el sueño de su amigo, puesto que creía que no era más que una fantasía, pero lucharía por hacer del mundo un mejor lugar para él y sus amigos.

En el cuadrilátero, y frente a él, estaba Raijin. Era un poco más alto que Kurosawa y su cabello dorado hacía perfecto juego con sus oos azules, llevaba una chaqueta abierta que revelaba su esculpido abdomen y sus voluminosos pectorales. A pesar de lo que se decía de él, Izanagi en ningún momento pudo percibir malas intenciones más que las de un chico que quería convertirse en el mejor.

—Escuché lo de Fujimoto —dijo de repente—. Lo siento, Kurosawa-kun, me hubiese gustado estar ahí para evitar su muerte. Tengamos un combate justo, ¿sí? —le mencionó y estiró su puño.

—Claro —le respondió, haciendo chocar su puño con el de Raijin.

Una vez comenzado el combate, Raijin se rodeó de un manto de chispas azules y enseguida atacó, dándole una fuerte patada a Izanagi, quien usó su antebrazo para protegerse. El moreno contraatacó lanzando un puñetazo, pero fue fácilmente esquivado por su oponente, retrocediendo para luego impulsarse con sus piernas y conectar un golpe con la palma abierta, provocándole un fuerte dolor al aspirante a cazador, haciéndole escupir sangre. Sin embargo, las cosas estaban recién comenzando y no se dejaría vencer. Tensó los músculos y le respondió a Raijin con un poderoso rodillazo que impactó en el mentón del rubio, pero no salió tan lastimado como el moreno.

Izanagi retrocedió unos cuantos metros y creó el Iooioo no Gomuin, preparado para comenzar con su ofensiva. Lo lanzó directamente hacia Raijin, pero este le esquivó y comenzó a correr paralelamente al cordón de la esfera pegajosa de Kurosawa, hasta llegar a donde estaba él y ensartarle un codazo en el rostro. El moreno concentró su aura en la pierna derecha para propinarle una dura patada que le dio de lleno en las costillas al rubio, haciéndole retroceder unos cuantos metros. El chico de los ojos azules sonrió y felicitó a Izanagi por su estilo de pelea tan rápido, pero esto recién estaba empezando. De pronto, los puños del rubio se envolvieron en un manto eléctrico, y con tan solo chasquear sus dedos salió disparada una bala de electricidad, la cual dio de lleno en el hombro derecho de Kurosawa, electrocutándolo y causándole ran dolor.

—Maldición...

Había una única forma de ganarle... El moreno se quitó las pesas y, al dejarlas caer, formaron un profundo cráter, impresionando a Raijin. A lo lejos, Alphonse sonrió orgullosamente por la decisión de su pupilo. Izanagi aprovechó la velocidad que obtuvo tras quitarse ese obstáculo impuesto a sí mismo y cargó contra Sawada, llegando rápidamente hacia donde estaba él para propinarle un rodillazo que fue detenido por la mano de este. Estando en altura, el pelinegro lanzó una patada con su pierna disponible, aunque fue bloqueada por el antebrazo del rubio, quien respondió con un rodillazo ascendente, buscando el mentón de Kurosawa. Apenas tuvo tiempo para mover la cabeza a un lado, pero consiguió esquivar el ataque de su oponente.

Nuevamente lanzó el Iooioo no Gomuin, el cual fue bloqueado por la mano de Raijin, quien le comentó que esa técnica no funcionaría en él. Kurosawa sonrió, como queriendo burlarse del exceso de confianza que se tenía el rubio. «Usaré la misma técnica que usé contra Alfred... ¡Aquí voy!», se dijo en sus pensamientos. De pronto, la mano disponible de Izanagi se envolvió en un aura oscura y con pinceladas rojizas, y justo después de tocar el cordón que le unía con la esfera pegajosa, esta explotó.

—¡Bakuhatsu no Gomuin! —Anunció el moreno justo después de utilizar su devastadora técnica, sin embargo...

—Ala, eso no me lo esperaba —escuchó y luego vio salir a Raijin ileso de una cortina de polvo provocada por la explosión—. Ha estado bien, pero le falta potencia... Te enseñaré lo que es el poder destructivo.

Los reflejos entrenados del moreno no fueron suficientes para prever los movimientos del oponente, quien pareció desaparecer y reaparecer justo frente a Izanagi, colocando ambas manos en el cuello y liberar una poderosa descarga eléctrica. Kurosawa sintió cómo cada músculo de su cuerpo se entumecía hasta el punto que no pudo evitar soltar un grito de dolor, al mismo tiempo que su nariz era inundada por el olor a carne chamuscada. «Joder... Qué fuerte...», se dijo a sí mismo después de que su rostro se encontrase con el suelo. Causa del imprevisto ataque de Raijin, el moreno cayó al piso sin poder sentir sus músculos. Lo que los demás decían acerca del rubio no era mentira, sin duda alguna era el mejor de la generación..., pero no se dejaría vencer.

Se incorporó con las piernas temblorosas y la mirada medio nublada, producto de la electrocución que vivió. Era momento de mostrarle a Alphonse lo fuerte que se había vuelto, era hora de enseñar su técnica secreta... Entre jadeos, dejó que su cuerpo se envolviese en un aura de tonalidades moradas, al mismo tiempo que un manto negro y con pintas rojas giraba en torno a él. «Si no me excedo, no me dañaré a mí mismo...», recordó. El Kuso Hatsu era su arma definitiva, pero únicamente en períodos de enojo incontrolable era capaz de alcanzar su máximo poder.

—Esto no pinta bien —susurró Raijin.

De repente, Kurosawa desapareció y apareció en la espalda de su oponente, para que milésimas de segundos después se viera una poderosa explosión que hizo volar parte del cuadrilátero. El rubio tuvo que sacrificar ambos brazos para protegerse del devastador poder de su oponente, recibiendo serias quemaduras en ellos. Pero no se rindió. Ahora no solo cubrió sus puños con electricidad, sino que su cuerpo entero, volviéndose mucho más rápido y ágil que antes. El intercambio de golpes no pudo ser percibido por nadie que no tuviese la vista entrenada, pero para ojos experimentados como los de Alphonse, no le fue demasiado difícil seguir sus movimientos. Estaban a la par en cuanto a ataques recibidos y bloqueados, por cada puñetazo que Izanagi conectaba, Raijin impactaba una patada u otro golpe.

Ambos buscaron algo de distancia para recuperar el aliento y luego volver a atacar sin tregua, pero Izanagi tenía algo preparado. Cuando Raijin hizo gala de su extrema velocidad, el moreno reaccionó rápidamente y lo atrapó en una esfera gigante, elástica y muy pegajosa de la cual el rubio no pudo escapar. Solo bastó colocar su mano sobre la superficie de esta para provocar una poderosa explosión concentrada en su interior, provocándole mucho daño a su oponente. Enseguida, Izanagi cayó de rodillas al suelo, jadeando e intentando controlar su agitada respiración. Creyó que el combate había terminado, sin embargo...

—Creo que es momento de tomarte en serio, Kurosawa-kun...

El cuerpo de Raijin no sufrió demasiado daño como el moreno creyó, de hecho, lo único que consiguió fue hacer que decidiera hacerse el chulo. Sin embargo, no fueron solo palabras. El rubio aumentó considerablemente su poder de un momento a otro, para darle una paliza a Izanagi. No pudo seguirle los movimientos, volviéndose incapaz de reaccionar ante los fuertes y rápidos puñetazos de este, además de las múltiples patadas que recibió. Si intentaba protegerse, Raijin rápidamente cambiaba su trayectoria y le atacaba por la espalda, causando que el moreno cayese en incontables ocasiones.

¿Acaso ese era el poder del que tanto se sentía orgulloso...? ¿No decidió autoimponerse un Seiyaku que lo convirtiese en alguien fuerte? Era un chiste, un verdadero payaso. ¿En serio pensaba que sin sacrificarlo todo sería capaz de superar a su oponente? No, tenía que sobreponerse a todo. Se justificó a sí mismo diciendo que no contaba con su espada, pero sabía que eso no haría la gran diferencia. Solo había una opción para ganar... ¿Qué era peor que sufrir una aplastante derrota?

—Hay dos clases de pelea, Raijin... Una en donde luchas por tu vida, y otra en la que luchas para proteger tu orgullo. Definitivamente no perderé.

Estaba convencido de arriesgarlo todo con tal de que su orgullo quedase intacto, mostrándose como alguien que sacrificó incluso su cuerpo con tal de hacerse con la victoria. Fue como si de pronto viese en cámara lenta, los movimientos de Raijin fueron paralizados por el tiempo, y supo qué hacer. Apuntó su brazo izquierdo hacia delante, sabiendo que Alphonse le regañaría por lo imprudente e irresponsable que era, pero en ese momento nada importaba. En una fracción de segundo, en menos tiempo de lo que dura un parpadeo, Izanagi rompió absolutamente el equilibrio entre el aura y el anti-aura, provocando una devastadora explosión que cubrió una vasta extensión.

La fuerza de la explosión borró por completo las baldosas del cuadrilátero y provocó violentos vientos. Como no tenía el Gomuin para dirigir el ataque, tuvo que sacrificar su propio cuerpo para acabar con su oponente.

—¡Bakuhatsu no... Entei!

Cuando la nube de polvo se dispersó, el público vio dos cuerpos parados y sin moverse. Alphonse se sorprendió al ver que Izanagi había perdido un brazo, causa del poderosísimo ataque que lanzó. El moreno sabía que ya no le quedaban energías para seguir luchando, le dolía todo el cuerpo y usó todas sus fuerzas en ese último movimiento. Por otra parte, allí estaba Raijin... Sus ojos estaban en blanco y sufrió severas quemaduras, hasta que cayó de espaldas.

—¡El ganador es... KUROSAWA IZANAGI!

El torneo finalizó con Okita Yuuki como vencedora, ya que Izanagi no podía luchar debido a las serias heridas que obtuvo en el combate contra Raijin. La rubia se sorprendió y enojó cuando vio que su amigo había perdido el brazo. Esa vez hubo una evaluación especial por parte de Hashimoto Juro y Kimura, aprobando a los alumnos no por su posición en las pruebas, sino que por su desempeño. Vulpia Cyferon aprobó por su increíble sentido del compañerismo; Okita Yuuki por ser la primera del torneo y su férrea determinación. Nadie dudó en aprobar a Raijin por lo poderoso que era, así como todos rechazaron a Yamamoto por su personalidad psicópata. Osawado Kirishima también aprobó, aunque nadie sabía el por qué. Finalmente, Hashimoto felicitó a Kurosawa Izanagi por mostrarle a Shoujo entero lo que significaba el orgullo y la convicción.

CAPÍTULO XI

Estuvo una semana en recuperación debido a las heridas y el esfuerzo físico que le conllevó derrotar a Sawada Raijin, hasta que finalmente fue dado de alta. Alphonse le dijo que su aura estaba... distinta, como si hubiese incrementado su fuerza tras haber peleado contra el rubio, y tenía razón. La memoria genética permitía que, tras un increíble esfuerzo físico, su cuerpo mejorase proporcionalmente. Pero al final ya no era lo que le preocupaba, sino festejar por la victoria, tanto la suya como la de Yuuki.

Hellblade se encargó de hacer una especie de fiesta en el apartamento, invitando a Yuuki y a su familia, también asistió Sawada Raijin y Alfred Whitehorse, quien no aprobó. Ese día hubo suficiente cerveza para emborrachar a un pequeño pueblo y demasiada comida, desde carnes rojas hasta blancas, canapés y snacks, también galletas y pasteles. Sin embargo, el moreno seguía con un sabor amargo en la boca... Extrañaba a Fujimoto. Al menos estaba más cerca de conseguir sus objetivos, y eso le reconfortaba. Para su sorpresa, en la puerta apareció alguien que no se esperaba ver, de hecho, ¿quién la había invitado? Bah, en realidad era una pregunta bastante tonta.

Junto a Frederick, el Capitán de la Guardia Real, se encontraba Lissette Romané, la alta mujer de cabellos rosas y ojos azules. Un séquito de soldados le seguía de cerca, impresionados por la infraestructura del apartamento de Kurosawa. En medio de los hombres, el moreno pudo distinguir a alguien que jamás había visto... Era delgada y pequeña, un poco menor que él, y de grandes ojos azules y cabello blanco. Vestía una especie de armadura, aunque bajo la pechera se ubicaba un vestido de líneas blancas y violetas.

—Raven —dijo Lissette cuando estuvo frente al chico—, he venido desde Arduín a felicitarte por tu victoria. Ah, y también he traído un regalo, ya que veo que perdiste tu brazo.

Frederick cargaba una enorme caja de madera y la depositó frente al chico.

—Es un nuevo prototipo en el que estamos trabajando para aumentar la fuerza de nuestros hombres —le explicó la pelirrosa—. Por cierto, esta chica es Katharina, le he contado algunas cosas de ti y ha insistido en venir conmigo para conocerte en persona.

La chica sacó una libreta y rápidamente escribió algo: “mucho gusto”, decía.

—¿Es muda? Vaya... Para toda esta gente soy Kurosawa Izanagi, pero para el Imperio de Arduín mi nombre es Raven Bloodfallen, heredero ilegítimo del trono —le dijo a la albina—. ¿Por qué estás interesada en conocerme? No tengo nada para impresionar.

—La Orden Carmesí está interesada en ti —escribió rápidamente—, y he venido a advertirte que te mantengas alejado de ella. Destruyeron mi vida, y también destruirán la tuya.

¿La Orden Carmesí...? ¿Qué diablos significaba eso? No tuvo tiempo para decir nada más, debido a que apareció la rubia, preguntando quién era esa chica. Aquel día, Lissette Romané habló con la familia de Yuuki, asegurando que podían hacer buenos negocios, siempre y cuando cumpliesen con algunas específicas condiciones. El moreno probó la prótesis que su tutora legal le regaló y, para su sorpresa, era demasiado ligera y cómoda. No tardó mucho en acostumbrarse gracias a la avanzada tecnología de esta, aunque en más de una ocasión rompió un vaso.

—Así que de verdad eres una especie de príncipe, ¿eh? No está nada mal —comentó la chica.

Ambos estaban solos en el balcón, contemplando las estrellas y recordando lo que tuvieron que vivir para estar en ese lugar, con vida.

—Ya te dije que no hablaras de eso —le respondió—. ¿Qué se siente ser la ganadora del torneo?

—¿Qué quieres que te diga? Siempre supe que ganaría —bromeó—. Hablando en serio... Sacrificaste mucho para obtener el segundo lugar, Kurosawa, creo que tú mereces mi puesto.

—¿De qué hablas? Peleaste contra Yamamoto Takeshi y arriesgaste a que tu familia te diera la espalda, no fui el único que sacrificó cosas.

—Ajá, pero esa mujer lo arregló todo —mencionó, refiriéndose a Lissette—, de hecho, es posible que la fortuna de mi familia crezca. Cada kilómetro que corrimos, cada sentadilla y flexión que hicimos, nos sirvió, ¿verdad? Esas incómodas posturas que Kimura-sensei nos hizo practicar... Al final nos sirvió, ¿cierto? Tras perder a Fujimoto y ver que la muerte es tan real como la vida, he estado dudando en seguir en esta academia...

—A fin de cuentas, todo contó. Nos volvimos hábiles y rápidos, fuertes y ágiles, pudimos sobreponernos ante los obstáculos, pero esto recién está comenzando —le respondió con la mirada puesta en el firmamento—. La muerte es el destino de todos, pero lo que realmente importa es el camino que recorremos.

—Por cierto, te has ganado esto —la chica se levantó rápidamente y se acercó a Kurosawa, chocando suavemente sus labios con los del moreno, para luego dejarle solo y entrar a hablar con su padre.


Última edición por Rize Bloodfallen el Miér 28 Feb 2018 - 18:56, editado 1 vez
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