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¿Bailamos? [Privado - Ichizake y Murasaki] Empty ¿Bailamos? [Privado - Ichizake y Murasaki] {Dom 3 Jun 2018 - 13:29}

Los últimos sujetos le miraban con indiferencia. Aún con el atuendo de fiesta, ridículo y  totalmente fuera de lugar en aquella situación, sus miradas vacías permanecían clavadas en él. Pero Gerald sabía que ni siquiera le veían. Lo mismo podrían estar delante de una pared de ladrillo, tampoco se habrían inmutado.

Ése era el exasperante resultado de las últimas pruebas, y ninguno de sus "colaboradores" daba signos de mejoría. ¿Habría cometido algún error? Qué necedad. Pues claro que la había cometido. De haber salido todo de acuerdo a sus planes no estaría frente a dos personas con la inteligencia de un rábano.

Decidió que ya había tenido bastante por una mañana. Salió de la habitación y cerró la puerta con llave, más para que nadie entrase que por el riesgo de que esos dos escapasen. Luego recorrió con toda tranquilidad los lúgubres y fríos pasillos del castillo. El polvo y las telarañas eran una constante en los muros de piedra desgastada, tanto como las gélidas corrientes de aire que se colaban entre las grietas. Aquel edificio llevaba deshabitado tanto tiempo que la suciedad y la decadencia se habían convertido en sus nuevos dueños. Donde antaño las paredes lucían espectaculares tapices ya solo quedaban jirones mugrientos que apenas se diferenciaban de la hiedra y el moho que campaban a sus anchas por doquier; las poderosas armaduras que decoraban los pasillos habían sido reducidas a montones de chatarra oxidada, y la que fuera una gran biblioteca se había transformado con el tiempo en una serie de estanterías saqueadas. Gerald ignoraba si los libros habían sido usados como alimento de las hogueras cuyas marcas negras se distinguían en el suelo o si alguien se los había llevado, y en realidad prefería no saberlo.

Lo cierto era que aquel ambiente ruinoso parecía ser algo común en toda la isla. Kuraigana era un lugar aislado y prácticamente vacío, plagado de esos violentos babuinos armados que imitaban un ejército humano. Gerald los había visto nada más llegar, y necesitó una buena dosis de suerte para que no lo despedazaran allí mismo. De no haber sido él bastante fuerte, quizás no hubiese podido llegar hasta la oscura mansión que se vislumbraba en lo alto de la colina.

Esos simios despertaban sumamente su interés, pero no eran el objetivo principal de su estancia allí. Tan solo eran un obstáculo, uno bastante grande, por cierto, que trataba de superar como podía. Al fin y al cabo, si esas bestias seguían por ahí, sus invitados difícilmente querrían acudir.

Los acordes de las flautas y los laúdes le indicaron el camino de vuelta al gran salón. Allí no se apreciaba la decadencia general del resto de la isla; aquél era su reino, su pequeño dominio, arrebatado a la mugre y a la ruina. Un centenar de antorchas iluminaban a docenas de invitados que bailaban ataviados con sus mejores galas. Un grupo de músicos traído desde el mismísimo Reino amenizaba la velada con sus canciones, mientras los invitados disfrutaban de un banquete sin final.

Gerald se sentó en su sillón, dispuesto en lo alto de un estrado y asombrosamente parecido a un trono. Pero no lo era, y él lo sabía. Al fin y al cabo, detestaba a los reyes. Habría sido inapropiado sentarse en un trono.

Pidió una copa de vino y lo bebió despacio sin dejar de contemplar a sus invitados. Se preguntaba quién sería el siguiente.
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¿Bailamos? [Privado - Ichizake y Murasaki] Empty Re: ¿Bailamos? [Privado - Ichizake y Murasaki] {Vie 22 Jun 2018 - 17:09}

No sabía muy bien como habían acabado en aquel lugar, aunque las nubes de tormenta entre las que se habían perdido mientras sobrevolaban el paraíso y el hecho de no ser navegante ni mas compañía que la ofrecida por su querida dragona y las aves rapaces que la seguían en su viaje en solitario tenía algo que ver. "Yendo en barco hubiera sido más seguro". Le dijo Kouga en su mente, ante lo que Mura bufó. Ya lo sabía, pero ir en barco era más lento y ella tenía cosas que hacer. ¿El qué? Era algo que se había reservado para sí misma. Al menos ya se veía tierra.

Efectivamente, ahora con las nueves dispersadas, bajo sus figuras se alzaba una isla de apariencia tétrica. Un lugar que no llamaba a detenerse en su camino. "Y de nuevo, te hubieras ahorrado muchos problemas si hubieras cogido por banda un barco y a algún tripulante".

-Oh, por favor. Sabes que no puedo elegir a alguien a dedo. Es peligroso. Este mar no es un laguito de aguas apacibles.- Le reprochó la pelirroja al espíritu de su Akuma, antes de indicar a Sumire que descendiera. -Tomaremos un breve descanso y nos iremos. No tiene por qué pasar nada.-

El descenso fue más fácil de lo que esperaba la chica, sobretodo viendo los barcos anclados no muy lejos del lugar. ¿Exploradores? Podía ser, aunque aquellas embarcaciones eran demasiado lujosas como para tratarse de eso únicamente. -Vamos a echar un vistazo. Sumire,¿ después de dejarnos en tierra puedes intentar colarte en uno de los barcos? Quizás consigamos tomar uno para el resto del viaje, con gente competente para navegar. Aunque sea para reducir tu carga.-

La dragona asintió con la cabeza. -Bien, te enviaré a Eagle cuando necesite que me recojas. OWl se queda contigo.-

Tras aquello, la joven comenzó a recorrer los oscurros bosques que rodeaban lo que parecía una fortaleza a lo lejos. Fue con sigilo, en silencio, para que nadie se percatara de su presencia o no le diese importancia. Pudo así ver a varias personas que se dirigían al centro de la isla y parte de su fauna antes de llegar a las ruinas, de las que llegaba el sonido de la música. Con curiosidad, se adentró en lo que parecía una fiesta de personas adineradas.
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¿Bailamos? [Privado - Ichizake y Murasaki] Empty Re: ¿Bailamos? [Privado - Ichizake y Murasaki] {Vie 22 Jun 2018 - 20:21}

La música sonaba sin pausa en el gran salón. Los sirvientes iban y venían cargados con bandejas repletas de copas de vino dulce. Los invitados bailaban y reían, socializando a través del dudoso anonimato de las máscaras que cubrían sus rostros. El baile se había prolongado durante horas y no tenía visos de tocar a su final.

Gerald estudió cuidadosamente a los ejemplares allí reunidos. La mayoría eran nobles de distintas partes del mundo a los que les había llegado una curiosa invitación. Por lo que Gerald conocía de los nobles, y era muchísimo, nada les gustaba más que ser reconocidos por alguien de estatus superior. Y una caligrafía precisa y un sello real adecuadamente falsificado habían servido de cebo para atraer a los engreídos peces hasta su red. Debía de haber unos cuarenta, y cada uno había llevado su propio séquito de criados, conyúges, marineros y aduladores varios. Por supuesto, solo una selecta parte del gran número de acompañantes tenía acceso al salón de baile. Los demás habían sido alojados con toda comodidad en la casa de invitados o permanecían en sus propios barcos.

-Ese hombre resulta muy molesto -dijo en voz alta. La muerta figura de una persona indistinguible asintió.

-Incordia a las damas. Eso no está bien. ¿A cuántas ha invitado a bailar ya?

-A ocho -respondió Gerald, que había llevado la cuenta-. Y a todas con muy malas formas.

El muerto apuntó mentalmente el nombre del hombre. Lord Horace de... algún reino perdido en el South Blue. Para Gerald era simplemente Lord Horace Lo-bastante-necesitado-de-vida-social-como-para-navegar-cientos-de-millas-por-un-baile.

-Demasiado largo -dijo el muerto, leyéndole, literalmente, el pensamiento. Al fin y al cabo, no era más que un producto de sus poderes, una mezcolanza de recuerdos y personalidades de una docena de personas distintas que Gerald proyectaba en su cabeza para mitigar el aburrimiento.

En ese momento, una nueva dama entró en escena. Cabello rojo y buena figura, mas de porte basto. No era de alta alcurnia, eso desde luego, por lo que no habría recibido una invitación. ¿Sería la acompañante de algún invitado? ¿O una llegada casual, sin más? En cualquier caso sería una buena distracción.

Gerald abandonó su puesto privilegiado en el estrado y acudió a recibirla personalmente. Por supuesto, él también iba adecuadamente vestido. Su elegante traje no tenía nada que envidiar a los atuendos de los nobles, y su capa negra era de la más fina seda. Incluso llevaba una máscara, un pequeño antifaz púrpura que se colocó para respetar el estilo de su propia fiesta.

Saludos y genuflexiones acudían a él a cada paso, pero los ignoró. Se acercó a la dama pelirroja y realizó una profunda inclinación de cabeza.

-Buenas noches. Mi nombre es Oswald. Sed bienvenida.
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