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[Capítulo I] Los límites de la humanidad [Privado] Empty [Capítulo I] Los límites de la humanidad [Privado] {Miér 20 Ene 2021 - 19:24}

La tubería siseó y el agua no tardó en salir, fría, por el enorme panel que cubría por completo el techo de la ducha. Contuvo un grito cuando la corriente impactó sobre él, pero su espalda se tensó en un leve arco. Su piel se erizó, y frunció ceño y labios reprimiendo una maldición. Notó el leve temblor de sus muñecas, también la congestión de todo su cuerpo. No recordaba cuántas horas llevaba entrenando, tampoco si habían sido días, pero no había parado hasta sentir el agotamiento y entonces, el cansancio tampoco lo había detenido. Solo su propio cuerpo dejando de responder había servido para detenerlo.

Era una sensación extraña. Apenas sí podía hacer fuerza para cerrar los puños, y si presionaba un dedo contra la palma de su mano casi no percibía la presión. Sus músculos latían desincronizados, produciendo un leve calambre cada vez que respiraba, una suerte de dolor plácido, como una descarga de adrenalina tras ser impactado por un rayo. Llevaba mucho tiempo dedicando cada vez más y más tiempo a sobrepasar sus límites, pero no era capaz. Daba igual qué hiciera, qué intentase... No lograba avanzar.

Salvo, claro, esa vez.

Esperó un par de minutos y se sentó sobre el suelo, ovillado. A medida que se relajaba fue abriéndose como una flor hasta caer tirado boca arriba, sintiendo cómo los nudos por toda su espalda se deshacían lentamente; notando cómo la tensión de su abdomen se disipaba. Mantuvo los ojos cerrados, sintiendo cómo el agua resbalaba por su cara. Y echó a reír.

No habría podido calcular cuánto pasó bajo así, pero al rato se irguió y comenzó a lavarse. Muy suavemente, con la delicadeza que su cuerpo reclamaba en ese momento, frotó la esponja contra sus hombros, caderas, gemelos... El orden ritual en el que se cuidaba cambiaba con cada ducha, siempre atendiendo primero las zonas más maltrechas. En esa ocasión, claro, no tenía claro ni por dónde empezar. Era un milagro que se mantuviera en pie.

Tardó un rato tras eso en cerrar el grifo, casi hasta que la falta de calor le hizo tiritar. Agarró la toalla para secarse, pero quitar el frío resultaba más difícil. Se vistió con uno de sus trajes -estaba recuperando la costumbre de vestir debidamente- y anudó el trao como un turbante alrededor de su cabeza, al menos hasta que su larga melena terminase de secar.

Desde hacía tiempo su cabeza corría más veloz de lo que él podía seguir. Veía demasiados futuros y procesaba demasiados pocos; sentía sin querer las emociones de otra gente, y leía sus emociones sin pretenderlo. Era como si estuviese perdiendo el control sobre sí mismo, y había atacado ese desorden con la fuerza de la obsesión. Cada vez que eso sucedía se internaba en la sala de entrenamiento, hasta que su mente estaba de nuevo donde debía estar. Claro que, no sabiendo del todo dónde debía estar, tampoco era una gran ayuda.

Tampoco el estar estancado.

Agitó la cabeza, dejando de pensar por un momento. Se centró en el sonido del silencio bajo la montaña, en las últimas gotas cayendo desde la ducha, en el sutil murmullo de las olas a lo lejos. Respiró profundamente, forzándose a mantener la mente en blanco, y caminó por toda la estancia. Se sentía entumecido, pero recorrió uno a uno todos los rincones, desde la cocina en un extremo hasta el dormitorio abierto de la esquina; también cada estantería y mueble. Los rozó con los dedos, acariciando la sensación de ausencia, recordando con nostalgia la última vez, que también había sido primera. Se repetía todos los días que pasaría poco a poco, pero jamás se creía, y tal vez ese era el error más grave que estaba cometiendo. ¿Cómo creerse, al fin y al cabo? Debía, pero no podía, y el simple debate que nacía en su mente a cada instante que lo repensaba le hacía estallar la cabeza. Pero escuchaba el mar.

Se centró en eso, y caminó hasta su mirador. Una enorme galería de cristal desde el que podía verlo todo, todo lo que había disfrutado de niño, todo lo que añoraba. Se sentó en el amplio sillón, aunque no tardó en recostarse, y con el arrullo de las olas cayó dormido al poco tiempo.



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[Capítulo I] Los límites de la humanidad [Privado] Empty Re: [Capítulo I] Los límites de la humanidad [Privado] {Miér 20 Ene 2021 - 21:48}

Era tarde y la casa no era suya, pero tenía las vistas más bonitas de toda la isla. Por lo menos, las más bonitas que ella había encontrado. Llevaba un par de semanas vagando de aquí para allá, cogiendo aire y reorganizando su cabeza. Hacer las paces consigo misma había sido más sencillo de lo que había temido, pero reordenar todos sus recuerdos y hacerlos suyos de nuevo había requerido bastante más persuasión. Le habría gustado decir que había ganado paciencia y madurez con la experiencia, pero en realidad sabía muy bien que se evaporarían ambas más pronto que tarde. La desconfianza y la cabezonería, sin embargo, habían prometido acompañarla hasta el final.

Su siguiente destino estaba escrito desde antes de su encuentro con Astartea, aunque Lysbeth no lo supiera. Y ahora que Aki trabajaba con ella, había muchas cosas que planear. Lo había hecho, en la medida de lo posible. Había recuperado fragmentos de conversaciones que en su momento no significaron gran cosa y organizado recuerdos que no creía ir a volver a necesitar. Pese a que tenía una sala destinada a reuniones y trabajos en su barco, era la de entretenimiento la que estaba cubierta de papeles. La mesa de billar se había convertido en un escritorio improvisado, el no-tan-minibar compartía puesto con un sinfín de bolígrafos y reglas y no había sillón vacío de anotaciones y esquemas menos realistas de lo que le gustaría.

No era corriente en ella planificar tanto las cosas. Quizá era por eso que pese a las noches sin dormir y todo el trabajo invertido, nada que estuviera escrito en esa sala le valiera para nada. El plan seguía sencillo y directo, forjado en su mente desde el primer día. Por mucho que se había esforzado en encontrar algo más cabal y razonado, entrar, llegar a lo más alto y proclamar su vuelta seguía siendo lo que quería hacer.

Si no lo había hecho ya era por dos motivos muy concretos. El primero, que era un asunto importante. No era una conquista que quisiera llevar a cabo como si fuera cualquier otra. Samirn era una parte muy querida de sí misma y se merecía que la tratase con ese mismo respeto. De ahí su tozudez en buscar un plan mejor, pero para bien o para mal, era hora de aceptar que no estaba en su naturaleza.

El segundo motivo era algo que le alegraba en grado sumo. Había gente con la que necesitaba hablar antes de sumergirse en su propósito. No sabía cuánto le llevaría, ni siquiera si lo conseguiría sin incidencias y no podía embarcarse en algo así sin antes hablar con ciertas personas. Y de todas ellas, había una en concreto con quien más que querer, necesitaba hablar cara a cara. Era lo mínimo que se merecía.

Se preguntó una vez más si el sobre que tenía en la mano sería considerado de mala educación. Tenía su número, podía llamarle. Había ido a hacerlo, pero había cambiado de idea en el último segundo. ¿Qué podía decir? Supo que se quedaría en blanco tan pronto cogiera el den den, así que descartó la idea. Le había costado tres días y tres noches escribir los breves párrafos que había en la misiva y las palabras que había utilizado se habían escapado ya de su cabeza.

Sabía a grandes rasgos lo que ponía, claro. ‘’Hola’’. ‘’Dije que te buscaría, ¿verdad? O que tú lo harías, pero… aquí estoy’’. ‘’Esto se hace extraño’’. ‘’Voy a hacer algo importante, quiero verte antes’’. Esperaba haberlo escrito con un poco más de clase, pero no quería mirar. Volvería a empezar de cero y no quería gastar más tiempo. Lo imprescindible estaba ahí. Las coordenadas de dónde estaría en exactamente 7 días y su firma, una diminuta y estilizada ‘’A’’ escrita en tinta roja. Él sabría.

Cogió aire una última vez y se levantó. Entregó su carta a sabiendas de que saldría por la mañana y regresó a su barco. Le esperaba un largo viaje por delante.


-

El Loreley se detuvo automáticamente al llegar a las coordenadas previstas. Pese a saber que se encontraba exactamente donde se tenía que encontrar, salió a cubierta a comprobar que la isla todavía no era visible desde ningún lado. Perfecto. No quería ser descubierta antes de tiempo. Mañana comenzaría la locura que era su objetivo, pero hoy tenía otras obligaciones que atender. Otras más agradables, en realidad. ¿Llegaría? No estaba segura, pero sabía que de querer se las arreglaría para aparecer, incluso allí en medio del mar.

Como en los viejos tiempos, vestía de negro y rojo. El estilo, sin embargo, había cambiado un poco. El satén del vestido, de un rojo tan oscuro como su vino favorito, se acomodaba tranquilamente sobre ella, acariciándole las caderas y perdiéndose a su espalda. Acababa escasos centímetros bajo las ligas, dejando entrever las puntas de los cuchillos. La tela hacía un arco alrededor de sus piernas, creciendo y creciendo hasta crear una cola lo bastante larga como para darle una apariencia ciertamente regia, pero no tanto como para ir arrastrando por el suelo. Dos botas altas y negras de fino tacón terminaban de asentar el conjunto, mientras que sutiles cadenas de oro completaban la estampa desde sus muslos hasta su indómita melena, suelta hasta las caderas.

Llevaba en las manos su regalo. Sabía que era de exquisita calidad solo con mirarla, pero no era capaz de utilizarla. Lo había intentado y se había sentido torpe y poco digna. Pretendía pedirle que se la diera a alguien que pudiera darle el uso que merecía, en su nombre. No estaba segura de que fuera a aceptar.

Se quedó en cubierta, apoyada en la barandilla. Sobre sus hombros y en torno a sus brazos había un larguísimo trozo de seda negra, casi transparente. Le gustaba el tacto. Sus ojos azules se perdieron en las horas y respiró hondo, dejando que los minutos pasaran. Llegaría o no llegaría, pero iba a esperarle. Era lo único que quería hacer. No porque se lo debiera, sino porque anhelaba verle. Esbozó una pequeña sonrisa, pensando en su último encuentro.

Debería haberle traído también un pedacito de carbón.


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[Capítulo I] Los límites de la humanidad [Privado] Empty Re: [Capítulo I] Los límites de la humanidad [Privado] {Jue 21 Ene 2021 - 1:17}

Dexter siempre había sentido fascinación por el mar. Su vaivén tranquilo, su ira tempestuosa, su frágil calma... Desde niño navegar había sido su sueño, y nadar una de sus pasiones. ¿Tan pronto había comenzado todo? Apenas era un niño cuando encontró la fruta que lo cambiaría todo, la maldición que lo alejaría de las profundidades por el resto de su vida. Era un trago amargo añorar lo que nunca jamás sucedió, pero no podía evitar hacerlo. ¿Qué hubiera sido de él si el agua no lo hubiese rechazado? Tal vez hubiese muerto todas las veces que había tenido que recurrir a su poder, o quizá no hubiese salido a navegar. ¿Había renunciado a la riqueza de su familia para volcar una pasión sobre otra? A veces se lamentaba de no poder vislumbrar el pasado con la misma claridad que el futuro; otras, lo agradecía. Pero siempre con un poso de amargor en la lengua. Si no se hubiese convertido en el dragón no habría conocido a Nadia, a Alice ni a Kari, pero tampoco las habría perdido. No habría conocido a Tea, pero tal vez seguiría en su isla natal con una linda mujer y algunos hijos. No habría tenido que soportar una y otra vez la muerte de sus mejores amigos; no habría tenido que convertirse en un asesino.

¿De verdad, tan pronto?

Abrió los ojos. No sabía cuánto llevaba allí, pero había sido demasiado. Horas, tal vez un día entero, puede que algo más. Miró a los lados, alterado. Cuánto llevaba despierto no podía confirmarlo. Supo que había soñado. En algún momento había visto una carta en sus manos, que mudaba tantas veces como intentaba leerla, aunque en el fondo siempre decía lo mismo. Eso había sido apenas al principio, antes de que todo en su cabeza comenzase a torcerse de nuevo, pero sonaba tan real como el resto. Tal vez era un consuelo amargo, quizá ni siquiera debiese consolarlo, pero sin esa fruta no habría una delicada "A" escarlata en un sobre esperándolo. Tampoco habría un sobre, en realidad, ni tampoco una carta dentro. Sin el mismo dolor que lo rompía a cada instante, ella no podría estar buscándolo. Si consolarse con eso valía la pena o no era una pregunta para la que no tenía respuesta, pero tomó la tímida sonrisa que amenazaba con curvar sus labios como una.

Se levantó pesadamente del sillón, considerando la posibilidad de aparecer así frente a ella, pero optó por darse una ducha primero. Esa vez, caliente.

Dejó el abrazo del agua caer sobre él. Tal vez pasó demasiado dentro de ella, pero la placidez del baño y el silencio de todas las demás cosas, sobre todo de su cabeza, eran sensaciones que no pensaba desaprovechar. Frotó su cuerpo en una suerte de jabón avainillado, siguiendo un ritual que priorizaba los pliegues del cuerpo, allá donde los peores olores se acumulaban. También se esmeró en peinar detenidamente hasta el último centímetro de su cabello, que recogió en varias trenzas de intrincada sencillez. De sus sienes, a cada lado partía una, recorriendo su cabeza hasta la nuca; alrededor de la oreja, recogiendo el cabello sobrante, una más pequeña y, una vez el grueso de su melena había caído por la nuca, una corona espigada separaba la melena suelta de una larga trenza en cola de pez. Se dio cuenta, frente al espejo, de que había un curioso gradiente allí donde los colores se juntaban, pero le agradó.

Optó por un desodorante sin aroma y una colonia con aromas a madera. También eligió el mismo traje que había vestido la primera vez, corbata y camisa incluidas. Negro nocturno entretejido con azul marino, la lana del pantalón hacía cosquillas en sus piernas. Sintió la presión de la camisa contra el pecho, y el nudo en su corbata solo acrecentaba el que ya se estaba formando en su garganta. Ni siquiera había creído anhelar tanto ese momento, pero ahí estaba: Sus ojos grisáceos más brillantes que el acero, la sombra de sonrisa bajo sus mejillas... Bueno, era normal. Por fin iban a tener la ansiada segunda cita que los tres se merecían.

Berthil odiaba hacer de mensajero, así que la carta estaba en el palacio. No fue a buscarla. Tenía fecha y lugar, así como una vaga síntesis de lo que ella habría querido decirle. Si había un "te quiero" tachado entre risas nerviosas no quería saberlo; tampoco si no lo había. Sabía también que iba a hacer algo importante, y la última vez que había visto a la pelirroja lo más importante era su inminente desaparición. Si se paraba a pensarlo tenía una idea aproximada de a qué se refería, pero no se paró a pensarlo: Por muy importante que fuese, él iba primero. Y eso lo hacía más importante.

Por eso, un importante dragón cruzó cientos de millas sobre el océano.

Una vez hecho a volar el paisaje bajo sus fauces podía parecer menos impresionante, pero siempre se maravillaba al verlo. A veces planeaba a ras de las olas para mojarse las zarpas, pero esa vez lo evitó. Voló tan deprisa como pudo, haciendo del mundo bajo sus pies poco más que una vasta mancha azul, a veces pincelada con toques verdes u ocres. Las cordilleras eran líneas de un profundo marrón chocolate, y las nubes más bajas salpicaduras blancas que apenas percibía. Pero incluso sobre ese panorama inimaginable, la cabellera roja de Aki se dejó ver en medio de la inmensidad. Había llegado.

Fue describiendo círculos alrededor de la embarcación a medida que descendía, adoptando también de vuelta su forma humana y dejándose caer sobre la cubierta a apenas unos diez metros de altura, aterrizando a apenas un metro de la pirata.

La poca distancia le hizo recordar la diferencia de alturas. Si a Lysbeth le sacaba casi dos cabezas, a Aki le sacaba fácilmente tres. En cierto modo la imagen de la regia pelirroja portando una espada de la mitad de su tamaño le inspiraba ternura, pero no era lo único: Falda corta a través de la que se intuían las ligas, cola larga, rojo granate y negro en el vestido... Era sugerente, aunque viniendo de ella, ¿qué no lo era? Sin embargo, no se dejó llevar por la emoción sino por el pragmatismo.

- Si quieres puedes tirarla al mar -sentenció-. Es tuya. Yo no me la voy a llevar.

Se permitió sonreír con cierta timidez tras la declaración, y se mantuvo a la espera por un momento, sin saber si debía abrazarla o tenderle la mano. Finalmente optó por lo primero, tratando de rodearla cuidadosamente.

- Es un placer tenerte de vuelta -le dijo al oído. Aunque bajó ligeramente su tono, no susurró-. ¿Qué es lo que necesitas?



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[Capítulo I] Los límites de la humanidad [Privado] Empty Re: [Capítulo I] Los límites de la humanidad [Privado] {Jue 21 Ene 2021 - 22:31}

Sintió su presencia antes de verle. No se dio cuenta de que la estaba buscando hasta que empezó a acercarse al Loreley y arqueó una ceja ante su propia candidez. Dejó ir su haki de observación y en lugar de eso elevó los ojos al cielo, donde un imponente dragón azul daba vueltas alrededor de su barco.

Sonrió de oreja a oreja y esperó con impaciencia a que aterrizara. A apenas un metro de ella, recordaba ese traje y esa corbata. Le alegraba recordarlo. Fue a abrir la boca, pero él se le adelantó. Por toda la respuesta, la pelirroja no pudo sino bufar.

- Vaya, ¿ni un hola me merezco?

Pero no era nada que no se hubiese imaginado. Tampoco es que perdiera nada por intentarlo. Encogiéndose de hombros, apoyó la espada contra el costado del barco.

-Buscaré a alguien que pueda darle el uso que se merece. La otra opción es guardarla en el camarote y utilizarla para cortar tartas enormes. Aunque no lo hago lo bastante a menudo como para que salga rentable, lamentablemente.

Estaba de broma, pero no del todo. En cuanto lo dijo le dieron ganas de probarlo. Por suerte, ambas opciones no eran incompatibles. Algo haría, era un regalo y no quería dejarlo cogiendo polvo por extraño que fuera.

Le vio vacilar y dejó que se acercara primero, aunque no sabía bien por qué. Quizá no quería forzarle a que hiciera nada que no le apeteciera, quizá ella misma no sabía cómo actuar en esa situación. Era una ocasión única y no había tenido forma de prepararse. Incluso ya en el momento no tenía claro cómo se sentía, más allá de contenta de verle. Recordaba todo lo que le había dicho a Lysbeth y cada segundo de su último encuentro antes de desaparecer y aún así, ambas memorias eran como un sueño lejano. Bonito, tierno, pero extrañamente ajeno. ¿Cómo proceder? ¿Qué quería, siquiera? De momento solo tenía una respuesta y era tomárselo todo minuto a minuto. Por ejemplo, en este preciso instante no quería conformarse con el extraño e incómodo medio abrazo que el dragón le estaba dando.

De un paso confiado devoró los pocos centímetros que los separaban y le abrazó como era debido, rodeándole con sus brazos y aferrándole contra ella. Respiró un hondo y susurró un - ‘’ Gracias – en su pecho antes de apartarse y sonreírle, ya más tranquila. Quizá se estaba complicando demasiado.

- Diría que es un placer estar de vuelta, pero creo que todavía no he llegado hasta ahí. Poco a poco, o eso espero.

La sonrisa de la pelirroja se convirtió en confusión al escuchar su última frase, sin embargo.

- ¿Necesitar? Quería verte, sin más.

¿De verdad creía que le había pedido que viniera solo porque necesitaba su ayuda? Frunció el ceño. Es cierto que la última vez que se habían encontrado él le había ayudado. En el Torneo ninguno de los dos había planeado el encuentro y antes de desaparecer… oh. Igual no era un pensamiento tan descabellado. Negó con la cabeza, molesta consigo misma. Dexter no era su herramienta, su ayuda era en lo último en lo que pensaba cuando le había mandado la carta. No quería que creyera eso. Se mordió el labio, pensando en cómo explicárselo.

- Sé que no nos hemos visto muchas veces y que las circunstancias han sido siempre un poco alocadas, pero no te he avisado para aprovecharme de ti. Te considero mi amigo, como mínimo - dijo, medio sorprendida al darse cuenta de que lo pensaba de verdad. Volvió a sonreír mientras le miraba a los ojos- Pero ya que estamos, lo que necesito es que vengas y te relajes conmigo. No sé qué has hecho tú en estos meses, pero seguro que también te hace falta.

Se dio la vuelta mientras caía en cómo había sonado. Esperaba que no lo malinterpretase. De momento, lo único que buscaba era ponerse al día con él y agradecerle de alguna forma que le hubiera ayudado a regresar.

Se adentró en el barco y le guió hasta una de las salas de reuniones, dónde había dejado un par de butacas, vino, agua y dos copas. Se sentó en una con tranquilidad mientras le hacía un gesto para que se pusiera cómodo.

-Por cierto… me gusta el peinado. Te sienta bien.



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[Capítulo I] Los límites de la humanidad [Privado] Empty Re: [Capítulo I] Los límites de la humanidad [Privado] {Vie 22 Ene 2021 - 0:06}

Tal vez en otras circunstancias habría negado con la cabeza frente a su reclamación, o respondido con un comentario cortésmente mordaz. En esa ocasión solo había fruncido levemente los labios, conteniendo una sonrisa tan sincera que no podía ser verdad, y había iniciado el abrazo más torpe y cuidadoso que habría dado en su vida. Por suerte, Aki estaba allí para arreglarlo. Con más deseo que miedo, o quizá por todo lo contrario, avanzó hacia él y dio el paso de aferrarlo, atenazando su cuerpo en un abrazo cálido. Al principio un poco ajeno, pero cálido. Más pronto que tarde la había imitado, y recogía su espalda entre las manos, surcando largos mechones de la brillante cascada pelirroja. Su susurro amable hizo que se le detuviese el corazón por un segundo, haciendo que como un espasmo todo sus brazos la aferrasen con más fuerza, casi con pasión. Casi.

No dejó que se apartase; no al principio. No porque no quisiera dejarla ir, sino más bien como acto reflejo, sin apenas darse cuenta. Hasta haberla visto no se había percatado realmente de cuánto había querido verla, y al tocarla... Al tocarla se había dado cuenta de que tal vez necesitaba más abrazos como esos que solo ella le estaba dando. Aun así la dejó ir, sabiendo que no marchaba, tratando de explicar a su cuerpo que no estaba loco por soltarla. No del todo, al menos.

Entendía su sorpresa. Su carta no pedía ayuda, y no le había dado tiempo de explicarse. Había prometido buscarlo cuando hubiese vuelto y eso había hecho. Hasta ahí todo bien, pero... Dexter leía a la gente. Sin pretenderlo, a veces husmeaba en sus pensamientos más superficiales, en sus preocupaciones más latentes. Sus palabras hablaban de una tarea importante, y su mente estaba embotada por un cúmulo de sensaciones contradictorias que, aunque no debía confesar que había detectado, le hacían feliz en cierto modo. Quiso decirle que era mutuo, pero no detectaba mucho más allá de una cierta confusión cálida y agradable. Bueno, eso también era mutuo.

- Exacto -respondió, con toda la seguridad-. Somos amigos.

No explicó nada más. No había podido ayudar a Byakuro, tampoco a Alex. Había perdido tantos amigos con los años que estaba seguro de que no podría contarlos con las manos, o recordarlos a todos sin hacer un mínimo esfuerzo mental. Que Aki tuviese algo importante que hacer, coincidiendo con su reaparición, bien podía tener que ver con la gente a la que había evacuado de Samirn hacía no tanto tiempo. Y con su dragón, claro. El pequeño Cetus era un bribón que le robaba las sobras antes de que fuesen sobras, pero la pirata le había tenido mucho cariño, un cariño al que solo podía corresponder con infinito respeto. Pero la cuestión fundamental era que, si Aki pensaba embarcarse en una tarea titánica, no iba a dejarla sola.

Caminó tras ella ante su invitación. Quisiera malinterpretarlo o no, ambas opciones igual de ciertas, sí que habían sido unos meses extraños. Locos, sin ninguna duda. Pero ya había pensado demasiado en ellos, así que se dejó guiar hasta una salita donde vino y asiento estaban esperándolos.

Ella se sentó primero, ofreciéndole con la mano un lugar después. Si había señales de alguna segunda intención en ella se había evaporado al no esperar por él, pero más sorprendido que decepcionado -aunque nunca rechazaba su ausencia tampoco iba a hacerle compadecerse- se sentó en la butaca contigua, agarrando una copa y oliendo la bebida antes de dar un tímido sorbo. Él era más de licores, claro, pero nadie haría ascos a un buen vino, y tenía claro que, por encima de todas las cosas, tenía buen gusto. Por eso había halagado su peinado.

- ¡Gracias! -exclamó, con cierta emoción-. Parece que no, pero es la forma más práctica de llevar todo esto. Bueno, podría hacer una trenza más simple, ¿pero dónde estaría la gracia?

Curiosamente, las cosas más interesantes de la vida eran aquellas que difícilmente se podían hacer sin un mínimo esfuerzo. Si bien su peinado no había resultado una tarea extenuante, sí que había sido una prueba a su destreza de cuya superación estaba sumamente orgulloso. Sin embargo, dudaba mucho que Aki lo hubiese llevado hasta allí solo para hablar de peinados.

- ¿Sabes una cosa? -Se irguió sobre la cómoda butaca, poniéndose serio-. Lys era más fácil de abrazar.

Retuvo por un momento la risa, pero no tardó en perder el control. Afortunadamente pudo recuperar la compostura pronto.

Él no iba a entrometerse más si ella no sacaba el tema.



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[Capítulo I] Los límites de la humanidad [Privado] Empty Re: [Capítulo I] Los límites de la humanidad [Privado] {Vie 22 Ene 2021 - 14:15}

Ocultó su sonrisa dando un sorbo de vino al ver la emoción en su cara cuando había elogiado su peinado. No era para menos, en realidad. Las trenzas eran intrincadas y el gradiente de colores de su pelo tan solo mejoraba el conjunto. Por no hablar de que tenía toda la razón y por más que a ella le gustara llevarlo suelto era muchísimo más práctico tenerlo recogido.

Por un instante se puso serio y la pelirroja dejó la copa en la mesita que tenía a su derecha, inclinándose también en la butaca para escuchar lo que tenía que decirle.

Tardó un par de segundos en procesar lo que le decía y mientras Dexter se echaba a reír ella misma sonrió llena de picardía.

Mentiría si dijera que no echo de menos la altura extra, al menos un poco. - Y era así, al fin y al cabo la apariencia de Lys la había escogido porque le gustaba.- Lo cierto es que siempre me ha dado un poco de respeto modificar mi apariencia a la ligera.- comentó apoyando su cara en la mano mientras sonreía.- Cosas pequeñas, ¿sabes? Me gusta disfrazarme, pero si el cambio es lo bastante pequeño como para pasar desapercibido… nada me asegura que yo misma me vaya a acordar de cambiarlo. No, prefiero quedarme tal y como he sido siempre.

En realidad, entendía que podía sonar un tanto hipócrita. Al fin y al cabo no, no siempre había sido pelirroja. Hasta hacía muy poquito, había decidido ser más alta, más morena, cambiar sus ojos y en esencia todo su cuerpo. Sin embargo… esa decisión había tenido muy poco que ver con su físico y si acaso, que el cambio fuera tan radical solo apoyaba lo que le estaba explicando. Esperaba que pudiera comprenderlo. El por qué quería explicárselo a él de repente no lo tenía tan claro, pero rara vez tenía la ocasión de hablar de esos temas.

Siempre puedes forjarme unos zapatos con más tacón.- dijo burlona, medio en broma medio en serio.- Seguro que alguien de tu habilidad es capaz de hacerlos funcionar incluso hechos de metal. Yo prometo ponérmelos la próxima vez que te abrace.

No era un mal trato y aunque la perspectiva le parecía divertida, sabía que él no estaba ahí para hablar de tonterías, por lo menos no solo de eso. Frunció el ceño y le miró a los ojos, poniéndose seria. Ya se lo había dicho antes, pero una sola palabra no llegaba ni de lejos.

-Gracias. Me ayudaste cuando te lo pedí sin pedirme que te explicara nada y lo hiciste de nuevo mientras todavía era Lys sin que tuviera que pedírtelo. Necesitaba ese empujón. Por todo eso y aunque creo que ya lo sabes, quiero decirte que estaré ahí si alguna vez me necesitas. Sin importar las circunstancias.

Acabó y agarró de nuevo su copa de vino, alzándola hacia él para brindar en silencio. Esbozó una pequeña sonrisa, feliz de haberse quitado eso del pecho.


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[Capítulo I] Los límites de la humanidad [Privado] Empty Re: [Capítulo I] Los límites de la humanidad [Privado] {Vie 22 Ene 2021 - 19:07}

Aunque intentó mantener la seriedad le costó bastante. Quería corresponder a su franqueza apropiadamente, pero en ese momento no había Lysbeth que valiese: Era Aki. Imaginaba que su mente debía verse como un hervidero de emociones confusas -en realidad de eso se había percatado- al mismo nivel que la suya propia, pero entre esas cuatro paredes no había un antes, ni tampoco un después. Eran dos amigos tomando una copa de vino, sentados en cómodas butacas mientras el tiempo yacía cautivo en el suelo. Podía hacerse de noche o llegar un nuevo día, pero mientras no saliesen de la estancia no iba a dejar que hubiese nada más en su cabeza.

- Para haberte quedado como siempre... Te ves como nunca.

Tal vez Lys fuese más atractiva, en cierto modo: Más alta, y por ende más esbelta, más proporcionada en un sentido artístico, y más felina. No tenía el cabello de fuego, pero una cascada negra como el tizón enmarcaba sus ojos dorados que eran, en cierto modo, fascinantes. Era probable, de hecho. Pero a pesar de todas las razones objetivas para desear a Lys, prefería a Aki. Voluptuosa y exuberante, como una flor de ojos azules, y mirada más dulce. Aunque seguía viendo algo de Lysbeth en la pelirroja, una sombra -o un contrapunto- que no estaba el día que la conoció.

Y le sentaba bien.

Dio otro sorbo a su copa y la dejó también sobre la mesa. Bebía moderadamente, aunque no había necesidad dado que pocas veces se emborrachaba. Pero el vino no era suyo y su anfitriona ,si bien no parecía escatimar en gastos, seguramente disfrutaba la bebida mucho más que él. Aun si podía tomar cuanto quisiera, ver la relación de la pirata con su copa era casi entrañable. Cada movimiento de muñeca, el imperceptible temblor que la recorría mientras lo saboreaba... La catarsis vicaria en ese aspecto era mucho más placentera.

- Al final vas a hacer que me sonroje -contestó, recostándose y estirando su cuerpo hasta ocupar la mayor parte del espacio-. Creo que me das demasiado crédito. No necesitabas mi ayuda para darte cuenta, solo estar lista para aceptarlo. Cuando estuve a punto de clavarte tus sais... No pude evitar preguntarme qué habría pasado contigo si tu poder se desvanecía por completo. Si te veías... Bueno, como eres. -Su sonrisa había desaparecido. Era justo lo que pretendía evitar, pero optó por darse una tregua. Ya volvería al presente más tarde, en el futuro-. En ese momento no parecías dudar de tu identidad, lo aceptabas. No sé qué fue lo que te hizo cambiar de parecer, pero fuiste tú. Aun encerrada en lo más profundo de tu mente, pudiste volver del olvido. Yo solo le grité a una amnésica que llevaba peluca.

Aunque era una manera cómica de decirlo, poco más que eso había hecho. Lys había tenido todas las herramientas al alcance de su mano -o Aki no estaría allí, al fin y al cabo-. Y aunque en química un catalizador acleleraba las reacciones, al final solo podía darse si se juntaban los elementos implicados.

- Pero me cobraré esas palabras, descuida -le dijo, señalándola con el dedo-. De momento, creo que los dos necesitamos un amigo y dejarlo todo fuera, ¿no?

En realidad había una cosa que se le ocurría, aunque tal vez pedírsela diese lugar a segundas interpretaciones que ambos parecían estar evitando. No sabía si porque era justo lo que deseaban o todo lo contrario, pero tampoco lo analizó. Si se comprendiese a sí mismo no tendría ni la mitad de problemas.



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[Capítulo I] Los límites de la humanidad [Privado] Empty Re: [Capítulo I] Los límites de la humanidad [Privado] {Vie 22 Ene 2021 - 20:45}

Aki sabía que era hermosa y no necesitaba elogios para que se lo confirmaran, pero eso no quería decir que no le gustaran, al fin y al cabo.

Le gustaban sus halagos. No por lo que decía; estaba acostumbrada a recibirlos. Era su sinceridad lo que llevaba una sonrisa a sus labios. Había diferencia entre el piropo de un extraño o de un conocido y el suyo. Quizá era porque sabía que lo decía con conocimiento de causa. Tal vez era algo en su postura o su mirada mientras lo decía. No sabría explicarlo con exactitud, pero estaba ahí y le gustaba. Le hacía sentirse bien.

Pensó de inmediato que no le importaría verle sonrojarse, pero se mordió la lengua a tiempo. Se preguntó si estaría obviando el tema a propósito y si él estaría haciendo lo mismo. Cuando se habían encontrado la certeza de la brevedad les envolvía y ahora que había desaparecido y la vida continuaba era extraño recordarlo.

La pirata no era idiota. Sabía que el dragón le gustaba. No creía que fuera un capricho, pero si había algo más profundo lo ignoraba. Simplemente, no había habido tiempo de comprobarlo. No estaba segura de querer saber qué pensaba él al respecto, pero era consciente de que antes o después le ganaría la impaciencia.

Por suerte, lo siguiente que dijo le dio la excusa perfecta para salir de su cabeza y responderle.

Yo también he pensado en ello y… no lo creo. No fue mi poder lo que apartó mis recuerdos. Y quien lo hizo los apartó físicamente de mi. A no ser que los sai se los clavaras a ella, dudo que hubiera surtido efecto. Tan solo habrías dejado de desearme tanto.- añadió bromeando.

Al fin y al cabo, aunque estuviera bajo el efecto de una akuma… no era esa akuma la que sufriría los efectos del kairoseki. ¿No? Le gustaría estar segura de lo que decía, pero lo cierto es que no podía hacer más que conjeturas.

En realidad, me preocupa más lo que pasaría si me los clavaras ahora.- Dijo coa una sonrisa un tanto nerviosa. Puestos a ello, mejor explicar toda la historia. Quizá que alguien más que ella la supiera le quitaría un peso de encima. Quizá le haría entenderlo todo mejor.- Necesité una akuma diferente para recuperarlos y gastar un favor que me debían. Me presentaron a la amiga de una amiga y… bueno… hizo un buen trabajo.

Se apartó con cuidado el vestido, apenas unos centímetros, y quitó la ilusión que normalmente cubría el diminuto símbolo de más en el comienzo de su pecho. Eso en concreto no era algo ni que le gustara ver ni que otros supieran que existía. Pero dejó que él lo examinara, antes de devolver la tela a su sitio y robar otro sorbo de vino.

-Si lo entendí bien, esencialmente ‘sumó’, mis viejos recuerdos a los que todavía quedaban. Llevó algo de tiempo y mucha energía, pero… funcionó. Le debo bastante.

Volvió a sonreír al escuchar lo que decía. ¿Por qué se le hacía tan extraña la palabra amigo? Ella había sido la primera en utilizarla y pese a que no le sentaba mal, no terminaba de encajar. Pero no se le ocurría otra mejor, así que en lugar de mencionarlo, asintió con la cabeza.

-Supongo que unas pequeñas vacaciones no nos irían mal. ¿Qué ha sido de ti estos meses, si se puede saber?



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[Capítulo I] Los límites de la humanidad [Privado] Empty Re: [Capítulo I] Los límites de la humanidad [Privado] {Vie 22 Ene 2021 - 22:09}

- Creo que no me has entendido... O me he explicado mal. -En realidad estaba bastante seguro de haberse explicado; por lo menos en su mente todo parecía muy claro-. Si te hubiese clavado tus armas habrías vuelto físicamente. Al menos, en teoría no puedes mantener tus poderes sobre ti, aun si son instintivos o lo haces inconscientemente. No tengo ni idea de qué habría pasado con tu cabeza, pero dudo que a Lys le hubiese gustado descubrirse así.

Odiaba dar esa clase de explicaciones, pero tampoco quería que lo malinterpretase. Un poco de kairoseki no le habría devuelto la memoria. Probablemente, ni siquiera aunque la dueña del poder que le había robado sus recuerdos fuese quien recibiera el impacto habría funcionado. Estos "existían" de alguna manera fuera de ella; no iba a haber un motor mágico que uniese ambos mundos de nuevo, no al menos no por la piedra marina, que surtía el sentido contrario. Sus memorias, selladas o extraídas, no iban a volver sin más.

- Y no creo que hubiese dejado de desearte si eso pasara. Solo mírate.

Sabía que alimentaba un ego que no necesitaba ser alimentado. Aki era una mujer formidable y, aunque a veces pareciera olvidarlo, en sus ojos podía ver que lo sabía. No era solo debido a su cuerpo forjado para el pecado -pocas veces una usuaria se había adaptado tanto a su fruta-, o al poder que evidentemente emanaba de su presencia -tal vez la única que verdaderamente podía compararse a la suya-, sino a algo que no sabía explicar. Era la misma razón por la que no necesitaba ser mejor para serlo, pero aun así no podría describir con palabras qué la hacía tan especial. Tal vez, y esa sería su arma más peligrosa, ni siquiera sabía por qué era formidable. Simplemente, lo era porque lo era. Y punto.

Dejó sus devaneos y siguió escuchando lo que tenía que decirle. Por un momento llegó a pensar que se le estaba insinuando, pero nada más lejos de la realidad. Tuvo que apretar el puño con fuerza, tanta que sintió las uñas clavársele en la carne, y la sangre recorrer su mano hasta perderse en el puño de lino de su camisa. Sabía a quién pertenecía ese símbolo; daba igual dónde lo viese, daba igual que ya hubiese pasado tanto tiempo... Había sido ella.

Estuvo seguro de que sus ojos se habían inyectado en sangre por un segundo al ver la marca, también de que todo su cuerpo se había tensado. De hecho, antes de darse cuenta estaba otra vez recto y erguido, casi al borde de la butaca. Por un lado habría querido tocarlo, pero por el otro deseó arrancar la piel de un zarpazo. Afortunadamente, logró calmarse lo suficiente para articular una frase simple:

- Nunca desaparecerán. Con marca o sin ella.

Todavía recordaba los sentimientos de Astartea. No los sentía, pero los recordaba. Y al recordarlos, los sentía. Al abrir la puerta del recuerdo a través de su fruta, la albina había instalado una suerte de copia de seguridad en la mente de Aki, unos recuerdos que, si bien en un momento podían ser o no suyos, al verlos se los apropiaba. Eso por no hablar de que los recuerdos una vez grabados, se insertaban físicamente en su cuerpo, como si fuesen pequeñas escarificaciones. La forma más fácil de verlo, aunque enormemente simplificada, era como una tablilla de barro. Lo escrito con una fruta, aun si con fruta, estaba escrito. Y no se iba a borrar porque, físicamente, había sucedido. De hecho, que hubiese podido "sumarle" recuerdos implicaba que estos existían físicamente, que la suma había implicado una conjunción.

- Conozco a la persona que te ha ayudado -su tono intentó sonar cercano, pero se había apagado de golpe-. Sé cómo funciona su fruta, he podido sentir sus efectos tanto de suma como de resta. Y es defectuosa, cuando trata con sentimientos y recuerdos. -Él era la prueba-. Aunque con el tiempo se apagan, los sentimientos no se van. Y aunque los recuerdos se olvidan con el tiempo, quedan grabados en tu mente mientras tú quieras recordarlos. Que es la forma de hacerlos tuyos, en realidad. No te voy a decir que lo hagas ahora, claro, pero mientras ese signo marque tu piel ninguno de esos recuerdos va a perderse. Explóralos, haz que dejen de ser ajenos y vívelos de nuevo. Cuando estés lista, en cualquier caso, deberías quitártelo.

Estuvo a punto de decirle que no debería querer tener nada que ver con esa mujer, pero estaría siendo muy hipócrita. Eran su falta de ética y su carácter obsesivo lo que los había separado, y aunque sabía que era lo mejor cuando le obligaban a pensar en ello... No se sentía así. En cualquier caso, eso no era algo con lo que fuese a cargarla a ella.

- ¿Desde el dragón de mi ejecución o antes? -terminó preguntando, volviendo a sonreír-. La verdad es que ha sido un año movido, pero la conclusión es que por fin la Armada Revolucionaria ha tomado un camino de rectitud sin perder su objetivo principal. Y aparte, repartí cierto número de objetos entre mis aliados más valiosos. Uno de ellos va a ser utilizado para cortar tartas. -Omitió por completo todo lo relacionado con Astartea, los restos de su tripulación y los desastres repartidos por el mundo que lo habían mantenido en vilo por los últimos meses. De nuevo, esa velada era solo para ellos-. Y esa ha sido mi vida, esencialmente. Nada del otro mundo.



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[Capítulo I] Los límites de la humanidad [Privado] Empty Re: [Capítulo I] Los límites de la humanidad [Privado] {Vie 22 Ene 2021 - 23:36}

Esbozó una pequeña sonrisa mientras negaba con la mano.

-Recuerdo muy bien ese momento. No me veo en tercera persona, ¿sabes? Y tenía mucho a lo que atender en ese momento. Más aún si me hubieras clavado los sai. Habría vuelto, pero no recordaba nada de… mi. Tampoco había visto una foto en ningún lado. Sabía perfectamente que me había alterado físicamente, aunque no supiera cómo era antes. Lo sabía porque… bueno, porque es lo que habría vuelto a hacer de querer olvidar otra cosa.

Al fin y al cabo… ¿cuántas pelirrojas bajitas había sueltas por el mundo? No habría sabido su color de ojos y sin mirarse a un espejo no había mucho con lo que trabajar. Quizá el símbolo de Xella en su pecho habría sido más difícil de ignorar, eso sí.

-Puede que lo hubiera acelerado todo. Despertado mi curiosidad antes de que yo misma me impacientara. De todas formas… te agradezco que no lo hicieras.- Añadió, encogiéndose de hombros mientras sonreía.- No era el momento y, sinceramente, no me voy a quejar por tener una herida menos. Más aún cuando habría sido con mi propio arma.

Pensó que todo iba bien, hasta que vio cómo su cara cambiaba. Toda su postura se tensó, tanto que se hizo sangre en la mano de apretarla. No tuvo que preguntarse qué había pasado, porque en seguida se lo dijo. Frunció el ceño, escuchándole con más preocupación a cada segundo que pasaba.

No conocía gran cosa de la persona que le había ayudado. Su nombre y su reputación, a secas. Con esa reacción, empezaba a pensar que acceder a darle una copia de su mano no había sido lo más sensato del mundo. ¿Qué había sucedido? ¿De qué la conocía él? Y más importante aún, ¿qué le había hecho? El dragón solía ser impertérrito y mantener la calma si las cosas se torcían; estaba convencida de que era la vez que más alterado le había visto, al menos tan repentinamente. Le alegró enterarse de que podía borrar la marca sin preocuparse de nada, porque no era algo que quisiera llevar por siempre. Por otro lado, no podía dejar las cosas así.

Al principio no dijo nada y él volvió a sentarse, hablando de cosas que había hecho y sonriendo como si nada hubiera sucedido. Todavía seria, Aki se levantó y de dos pasos zanjó la distancia que los separaba. Sin dudarlo, llevó una mano a la cara de Dexter y la acarició mientras clavaba la mirada en sus ojos. La calma que precede a la tormenta la rodeaba como el más exquisito de los adornos mientras trataba de dilucidar cómo de grave era la ofensa.

-Quitaré la marca.- Le confirmó antes de nada. Ni quería llevarla, ni quería que él pensara que iba a quedarse en su cuerpo para siempre.- Nunca la he querido en mí.

Frunció el ceño brevemente antes de llevar la otra mano a su cara. Se sintió tentada de pasarla por su pelo, pero no quería deshacer el peinado y no había mechones rebeldes que pudieran servirle de excusa. En lugar de eso le acarició una segunda vez y relajó la expresión, preguntando con suavidad:

-¿Qué sucedió? ¿Qué te hizo?

Había hablado de recuerdos… y sentimientos. Cosas peligrosas, ahora más que nunca lo sabía. Y el poder de esa mujer no era algo a menospreciar. No sabía qué podía guardar el dragón en su interior, pero sí que era la peor munición que se podía utilizar en su contra. Con ella sucedía igual, al fin y al cabo.

Estaba enfadada. Una parte de su cabeza a la que ahora no estaba prestando atención se sorprendía de estar tan enfadada, pero solo quería centrarse en el dragón. Alguien había cruzado una línea y aunque solo veía la punta del iceberg, quería sangre y represalias. Algo primario se había despertado en ella. No tenía suficientes allegados como para permitir que les hicieran daño sin consecuencias. Y los pocos meses que había pasado conociendo gente nueva tan solo le habían hecho más segura de esa idea. Defendería con uñas y dientes a todo aquel que quería y en estos momentos, Dexter encabezaba la lista. Fuera lo que fuera que hubiera ocurrido, no iba a quedar impune. Se aseguraría.

Le miró con firmeza, diciéndole todo eso sin palabras, dejándole tiempo para reaccionar con tranquilidad mientras intentaba respirar y aplacar lo que fuera que acababa de despertarse.


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[Capítulo I] Los límites de la humanidad [Privado] Empty Re: [Capítulo I] Los límites de la humanidad [Privado] {Sáb 23 Ene 2021 - 1:11}

Como era lógico, se dio cuenta. Aki llegaba a ser muy observadora, aunque en realidad hasta un ciego podría haberse dado cuenta de cómo se había turbado su expresión. Casi le dio miedo haberla preocupado, aunque en cierto modo le gustó ver su reacción. Había recortado la distancia entre ambos como un relámpago cruzando el cielo, y acariciado su cara con una suavidad que no recordaba ya. Abrió su mano, que empezó a curarse rápidamente, y cerró los ojos, dejando que cada palabra de la pelirroja penetrase en sus oídos, tratando de calmarlo. Le habría dicho que no había nada que calmar, que estaba bien, pero aunque era casi verdad estaba disfrutando mucho ese momento.

- Nada que importe, de verdad. -No sonaba convincente, lo sabía. A él le importaba y, por lo visto, a Aki también. Más que a él, de hecho, lo cual resultaba extrañamente reconfortante-. A veces las relaciones simplemente no funcionan. Algunas... Son solo errores a los que te arriesgas.

¿Qué otra cosa podía haber herido al dragón, si no esa? "El amor mató a la bestia" era la frase lapidaria de un libro que había descubierto tiempo atrás, y aunque no había entendido nunca la gravedad de aquellas palabras -o tal vez precisamente por eso- había caído en la trampa de un amor enfermo al que se había abierto cuando, en realidad, sabía que iba a ser un absoluto desastre. No podía culparla a ella de ser como era, aunque quisiera, cuando la culpa había sido suya por darle el capricho. Se había abierto a unas exigencias sin saber aún por qué motivo, se había implicado demasiado, había roto cada una de sus reglas y derribado cada barrera de una patada por ella. Alice y Nadia habían sido bastiones infranqueables en su mente; ahora, solo ruinas de un corazón devastado sin saber del todo por qué.

Lo peor nunca había sido el recuerdo del amor. Seguía enamorado de todas las que se habían ido, y eso no era malo. El problema era el vacío que dejaba la ausencia, el cómo de un día para otro la cama era demasiado grande por pequeña que fuera... Y sobre todo, el sentirse tan estúpido.

Dexter no era particularmente vanidoso, pero nunca se había considerado idiota. De hecho, sabía que en estándares científicos era un genio, aparte de un prodigio en tantas otras cosas. Pero había dejado aparecer a esa mujer de la nada, compartido su dolor y dejado que se llevase durante unas horas parte de su carga. Como había temido, cuando se había acostumbrado a erguir el cuello sin dolor este había caído como un mazo sobre su espalda, provocándole una necesidad absurda, pero una necesidad. Había intentado huir de ella, pero había reaparecido, esa vez para legarle su amor por él... Y él había correspondido. Pero si bien él había estado dispuesto a vivir por ella, ella no había estado dispuesta a cambiar por él.

- Solo... Alguna vez tenían que derrotarme, ¿no?

Sonrió con amargura mientras una lágrima resbalaba por su mejilla. Lloraba en silencio sin gimotear, pero al final todo salía. No esperaba tener que hablar de todo aquello con Aki, tampoco habría querido contárselo a nadie. Estaba hecho al dolor, a la ausencia y al vacío. Su existencia había sido sufrimiento durante mucho tiempo, el único problema había sido tener una pausa; darse cuenta de que podía arañar un poco la felicidad, apartarse de su camino.

Había descarrilado. Eso era todo.

Abrió los ojos. Al principio le costó adaptarse a la luz, o eso creía, pero en unos segundos pudo ver que lo verdaderamente cegador era el fuego que despedía la pelirroja. Rabiosa, aunque regia y digna como solo podía ser ella, se mantenía en un rictus severo más preocupado que iracundo. No pudo evitar sonreír, y la asió con las manos contra él. Quería sentirla algo más cerca, y tampoco iba a ser ella la única que cuidara de él. Trató de alcanzar su nuca y revolver su cabello lentamente, mientras le empujaba la cara contra su pecho.

- Gracias. De verdad. -Su voz seguía sonando algo baja, pero estable y en parte animada-. Pero tendrás tiempo de protegerme, no hace falta que te vengues de nadie. -"Al fin y al cabo, ella nunca formó parte de mi destino"-. Creo que tenemos cosas mejores que hacer que enfadarnos por aguas pasadas. Aunque... -hizo una breve pausa, mirándola a la cara-. Si quieres quitarme los males del cuerpo, tengo la espalda llena de nudos.

Le guiñó un ojo. Tal vez aceptase, tal vez no... Pero se negaba a revolcarse sobre sus propias miserias. No mientras estaba con ella.



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[Capítulo I] Los límites de la humanidad [Privado] Empty Re: [Capítulo I] Los límites de la humanidad [Privado] {Sáb 23 Ene 2021 - 14:02}

Debería haberlo sabido. Haberse dado cuenta. No le había hecho daño, al menos no intencionadamente. No había heridas físicas, pero el dolor se había enquistado como una espina inalcanzable. Cuando Dexter habló las piezas encajaron en su cabeza y su ira se evaporó dejándola insegura y preocupada.

En cierto modo, era casi peor así. Una traición, una puñalada, era algo contra lo que se podía actuar. Había un culpable y malas intenciones. El desamor podía ser todo y nada de eso, pero lo destruía todo a su paso. No había nada más que hacer que pasarlo y Aki sabía por experiencia que a veces simplemente no se podía.

Alzó una ceja y recogió la lágrima que se le escapaba, apartándola de su cara.

-Estás aquí, ¿no? No te han derrotado, solo has mordido un poco el polvo.

Sonrió mientras le dejaba desahogarse, pero por dentro tenía el corazón en un puño. Puede que hubiera sido algo desafortunado, pero las ganas de enzarzarse con esa mujer seguían ahí. No pudo evitar preguntarse cómo se habían conocido, qué le había llevado a ser tan vulnerable. Para ella, el dragón había estado siempre lleno de muros y murallas. Se había asomado y escalado alguna que otra, pero no había tirado ninguna. Simplemente, no era cosa suya hacerlo. Pero él parecía haberlas destrozado una tras otra… y la jugada le había salido mal. Se preguntó si volvería a construirlas, más fuertes que antes. Y si se quedaría encerrado dentro de ellas. No podría culparle, porque ella en su día había hecho justo lo mismo.

Sin previo aviso le abrazó contra él y de repente recordó que era mucho más bajita que Dexter. Enterrada en su pecho por sorpresa, no pudo sino suspirar de exasperación y corresponder con una pequeña sonrisa. Dejó que pasaran unos segundos antes de hablar en voz baja.

-Cuando fui a buscarte… llevaba mucho tiempo ya planeando marcharme, ¿sabes? Y una de las razones que me llevó a tomar esa decisión… fue entender que Karl no iba a volver una segunda vez.

Alzó la cara para mirarle desde abajo y todavía tratando de apartar los restos de su ira volvió a sonreír intentando asegurarle que todo estaba bien, incluso si definitivamente no lo estaba.

-No es algo fácil, pero por ahora ya has hecho menos tonterías que yo así que… no lo llevas tan mal. Sobrevivirás.

Se levantó despacio mientras él recuperaba un poco la compostura. Le mencionó los nudos de su espalda y no pudo evitar soltar una carcajada.

-Puedo intentarlo. Que lo consiga es algo muy distinto.

Recordaba bien su espalda y sabía lo tosca y dura que podía llegar a tornarse. Era un adversario formidable y aunque le agradaba la perspectiva de que ambos se relajaran un poco, era consciente de que sus manos no llegaban. Tampoco tenía ganas de fastidiarse las uñas por una empresa imposible. Sin embargo, quizás fuera la ocasión perfecta para emplear algo más de maña que de fuerza.

-¿Sabes qué? Espérame aquí. Acábate el vino y ven cuando te llame.

Le dejó en la sala con las butacas y desapareció por la puerta en dirección al baño maestro. Fue más allá de la piscina y llegó a una esquina en la que había todo lo necesario para un buen día de spa, empezando por la mesa de masaje. Realizó los preparativos necesarios para que la habitación se fuera llenando de vapor y colocó unas piedras especiales a calentar en un hornillo sin llama. La jovencita solía hacerle eso durante horas y era lo único que se le ocurría podría suavizar un poco los nudos que el dragón llevaba a la espalda. El calor derretía las cosas, ¿no? No perdía nada por probar, en todo caso lo ganaba.

Se deshizo de la capa superior de su vestido, a sabiendas de que en seguida empezaría a hacer verdadero calor en el lugar. Quedó solo un vestido sencillo de satén, apenas una pieza sin mangas con una falda corta sencilla. Se recogió el pelo en una coleta alta y llamó a Dexter para que fuera con ella.

-Voy a enseñarte cómo se hace, con una condición; luego cambiamos puestos. Hoy por ti, mañana por mi.

Le guiñó un ojo con diversión y fue a comprobar que las piedras estuvieran bien calientes. Había hecho el viaje sola y mentiría si dijera que no le apetecía mimarse un poco. Si eso pasaba por mimarle a él primero, no iba a quejarse en absoluto. Se lo merecían de sobras.



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[Capítulo I] Los límites de la humanidad [Privado] Empty Re: [Capítulo I] Los límites de la humanidad [Privado] {Sáb 23 Ene 2021 - 16:02}

Un escalofrío recorrió su espalda al escuchar las palabras de Aki. Quiso haberle respondido, pero en esa ocasión concreta tal vez no fuese lo ideal. Quería dejar el pasado fuera, pero si no se lo decía tal vez ella lo descubriría de otro modo. Se enteraría de que él lo había sabido, probablemente, y se enfadaría por no habérselo contado. ¿Pero qué sucedería de hacerlo? Tal vez era algo que debía decirle, pero no podía decírselo en ese momento y era un ahora o nunca. Si no lo hacía, parecería que intentaba aprovecharse de ella y, si lo hacía, tal vez hiciese más mal que bien. ¿En qué momento se había convertido él en el guardián de los secretos? Suspiró profundamente, esperando que la providencia le diese una señal para decidir qué hacer.

- No puede volver si no se ha ido.

Siempre había pensado que el Architraidor había muerto tratando de derrotar a su hijo, pero si bien todo el mundo había presenciado su total desaparición este solamente se había asegurado de nunca más ser buscado. Él mismo no habría sabido que seguía con vida de no ser porque en la primera reunión de mando el imponente comandante del East Blue se había presentado: Lion D. Karl, la quimera, había aparecido entre hábitos de monje y una terrorífica aura de poder, así como un cuerpo imponente, pero achacoso. No había dado crédito a lo que veían sus ojos, pero a su sorpresa él había contestado con una sonrisa tranquila, la de un hombre que había renunciado a todo: Se había deshecho de su ira y de sus ambiciones, también de aquello que más amaba. Había podido sentir el dolor de su corazón, uno con un sonido tan único que habría podido reconocerlo aun si no lo hubiera sentido en sus propias carnes.

No le había pedido mantener el silencio, pero le había explicado sus razones. Él se había postrado ante ellas, cómo no. Su determinación era el motor que compartían por un mundo mejor, aunque Karl lo había llevado hasta el extremo. Pero en ese momento, tal vez por la fragilidad de su propia mente, había antepuesto la vedad al bien. No era una verdad que Aki fuese a disfrutar, y desde luego solo ponía en riesgo al comandante del East Blue. Y, aunque no creía en algo tal como "merecer la verdad", si alguien la merecía, era ella. A pesar de que solo valiese para arruinarlo todo.

- Si quieres... Puedo decirte dónde está. O dónde debiera estar, más bien. Ha consagrado su vida a hacer un mundo mejor.

En realidad no sabía qué había pasado primero. Sabía que Karl había desaparecido en las puertas de los Nueve Infiernos, pero no qué había sucedido después. Bien podría haber sido una cadena de infortunios, y que la desaparición de Aki estuviese marcada por un secuestro del que el ex-marine había logrado escapar demasiado tarde. Esa huida tardía, Karl habiendo visto a Aki desaparecer... No quería pensar en todas las posibilidades que se escondían tras el retiro de Kurotora. Tampoco remover un pasado que seguramente aún fuese herida abierta para la pelirroja. Simplemente, no tenía derecho.

Tampoco a hacerle daño.

Cuando ella abandonó la sala Dexter se mantuvo pensativo, reflexionando acerca de todo lo que había pasado. Tal vez si Karl no hubiese desaparecido él no estaría ahí en ese momento. Quizá saber que seguía ahí hiciera que todo acabase. Aunque había una posibilidad de que... Bueno, saberlo simplemente la reconfortase. A él solo le machacaban las dudas, pero ella era diferente.

Apuró el vino de un trago cuando escuchó su voz reclamarlo. Se levantó con cierta impaciencia, nervioso por lo que podía estar esperándole, y recorrió los caminos del Loreley hasta donde ella lo esperaba como si hubiese hecho ya ese camino un millón de veces, pero lo que vio tras abrir la puerta de la estancia era a un tiempo tan cercano y tan ajeno que solo pudo susurrar un "woaoh". Se había retirado la parte superior del vestido, dejando apenas un sencillo satén escarlata recubriendo su cuerpo. Su cabello estaba recogido en una sencilla coleta, y la neblina de un sencillo vaporizador la hacía verse casi como un sueño lejano, aunque estuviese tan cerca.

- Solo por tenerlo claro: Seguimos hablando de un masaje, ¿no? -Su pregunta acompañó a ese guiño furtivo, pero la completó arqueando una ceja, acercándose hasta tenerla frente frente para poder susurrar en su oído-: Tampoco he venido hasta aquí para aprovecharme de una pirata inocente, al fin y al cabo.

Afortunadamente ese día llevaba ropa interior, por lo que pudo darse el gusto de quitarse los pantalones sin miedo, y se tumbó en la camilla de espaldas, esperando a que todo comenzase e intentando no pensar en lo que estaba a punto de pasar cuando toda la humedad impregnase el vestido de Aki.

Aunque por fantasear no perdía nada.



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[Capítulo I] Los límites de la humanidad [Privado] Empty Re: [Capítulo I] Los límites de la humanidad [Privado] {Sáb 23 Ene 2021 - 17:56}

Le pareció que el mundo se detenía por un momento. ¿Qué era lo que había dicho? Le miró a los ojos, silenciosa. ¿Significaba lo que parecía?

Mil pensamientos pasaron por su cabeza a la velocidad de la luz. ¿Se había equivocado? ¿Había fallado el espejo aquella vez? Quizá había regresado de entre los muertos y ella no había sabido esperar lo suficiente. Pero, de repente, todos los pensamientos se apagaron.

Fue una ruptura limpia, pero tan intensa que casi le sorprendió no escucharla en voz alta. Esa información le helaba, pero no cambiaba los hechos.

-No está aquí, ¿verdad? - dijo, casi con enfado en un tono helado. No hacia él, sino hacia el que había escogido marcharse.- Eso es que no va a volver.

Y ya estaba. No había más que hablar. Era exactamente lo mismo que la primera vez, solo que mucho peor. Nuevamente, no se enteraba por él. Nuevamente, se enteraba de casualidad y quedaba de su cuenta decidir qué hacer con los pedazos de su ilusión rota. Esta vez, sin embargo, sabía muy bien qué quería hacer. Deshacerse de ellos. Karl se había apartado un día para nunca más volver y esa era la única historia que importaba. Lo que ocurriese con él después era parte de la del viejo marine, no de la pirata. Ella tenía su propia historia por escribir y no iba a dar más rodeos.

Ya en el baño, se acarició un poco los brazos y cerró los ojos un instante, destensándose. Una única lágrima rodó por su mejilla y no tardó en evaporarse. Dolía. Podía sentirlo como si al final sí que le hubiera clavado uno de sus sai. Pero el dolor se iría, lo sabía. Y Dexter no tenía la culpa de las decisiones de otros. Tampoco ella. Todo lo que podían hacer era seguir hacia delante. Y ahora mismo, lo que tenían por delante era una velada tranquila.

Escuchó el woah desde la puerta y sonrió con ganas. Siempre gustaba de sorprender a alguien y esta no era la excepción.

-Esa era la idea, sí.- comentó con algo de burla en la voz, mientras dejaba que se acercase.- Ah, pero los dos sabemos que yo nunca he sido inocente.

Se tumbó en la camilla de espaldas y la pelirroja no pudo evitar morderse el labio por un momento al verle ahí. Seguía siendo como era, al fin y al cabo, y ella no era inmune. Le acarició la espalda con la mano por un instante, para comprobar cómo de graves eran los nudos a los que se enfrentaba y tuvo que refrenarse de soltar un improperio. Recordó a qué se debían, al menos en parte y soltó un pequeño suspiro mientras sonreía algo más calmada.

-Descuida, yo jamás me aprovecharía de un pobre dragón indefenso.

Agarró algo de aceite y tras frotarlo en sus manos comenzó a esparcírselo por la espalda con esmero y cuidado. Sabía bien lo que hacía y no iba a ser tan bruta de ponerle las rocas a pelo, por más que supiera que seguramente no le haría nada malo. Pero el objetivo era que estuviera cómodo, no abrasado.

Una vez estuvo reluciente, agarró una y comenzó a pasearla por su espalda. Quemaba, solo un poco. A ella no le molestaba. Acabó el paseo y repitió el proceso varias veces, hasta que toda la espalda del dragón quedó cubierta de piedras negras. Fue a secarse las manos y se apoyó en la pared, mirándole con una pequeña sonrisa.

-Quédate así un rato, debería ayudar. ¿Cómo te sientes?

Ella misma se quedó ahí y cerró los ojos un momento, disfrutando del vapor y dejando que este apartara todos los estúpidos pensamientos fuera de la habitación. No le hacían falta ahora.


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[Capítulo I] Los límites de la humanidad [Privado] Empty Re: [Capítulo I] Los límites de la humanidad [Privado] {Sáb 23 Ene 2021 - 22:26}

Tal vez debió haber pedido disculpas, pero no lo hizo. Quiso acariciar la lágrima evaporada, borrar su rastro de sal, pero simplemente decidió ignorarlo. Ella había tomado su elección, al fin y al cabo. Podía abrazarla, darle un hombro sobre el que llorar, hacerle saber que estaba allí... Pero no avergonzarla. No iba a tocar una cicatriz al aire, ni una herida abierta. Solo iba a estar ahí, darle un beso en la frente y llevarla a cama cuando terminase de llorar, si ella decidía hacerlo delante de él. Si no, lo único que le quedaba era, de nuevo, estar ahí; dejarle claro que no estaba sola. Y a Karl... Aunque merecía un castigo por abandonarla, haberla perdido era la mayor penitencia que podía imaginar para él.

- Pues yo tenía la esperanza de que sí -respondió, con cierta picardía, mientras se tiraba en la camilla.

El masaje comenzó, aunque no de la forma que esperaba. O sea, sí en cierto modo, pero el cómo había continuado casi desde el inicio había resultado, cuanto menos, sorprendente. Había recorrido su espalda con las manos, desde el hombro hasta la cadera, extendiendo aceite de argán por su espalda. Era un aroma característico, muy intenso y penetrante, pero agradable y relajante. Lo que había resultado extraño era que, lejos de usar sus manos para atacar sin piedad cada parte tensa de aquella espalda, había ido colocando piedras calientes de distintos tamaños. Algunas completamente planas, otras con algo de volumen... Era extraño. Se sentía cálido y su espalda se iba adormeciendo poco a poco mientras la presión se clavaba levemente en su cuerpo, haciendo que se soltara ligeramente la tensión que guardaba.

- Se siente... Frío. -No era problema de las piedras, estas estaban al límite entre agradable y molesto, pero echaba de menos algo más personal-. Pero resulta bastante relajante.

Siguió allí durante un rato, reflexionando. Desde esa posición, mirando al suelo, todo se veía de otra forma. Tal vez sí debería haber recogido la sal de esa lágrima, hacerse cargo del dolor que él mismo había provocado. Ella se había preocupado por él con un ardor y furia desmesurados, pero contestar con calma y frialdad tal vez no fuese lo que ella necesitaba. Sí, trataba de mostrarse entera, pero ya habían sido vulnerables el uno frente al otro antes, no sabía por qué debía evitar que aquello sucediese de nuevo. Él mismo acababa de llorar frente a ella para luego apuñalar su corazón, ¿no era eso un tanto cínico? Había optado por decirle la verdad sin ninguna razón detrás, pero aquella revelación caprichosa lo hacía responsable si no de apagar ese llanto interno, mitigarlo.

Las piedras retumbaron sobre el suelo, rebotando un par de veces mientras él se incorporaba. No, no había sido algo discreto, pero él no era alguien discreto. Cuando posó los pies sobre el mármol lo notó antinaturalmente frío, pero también húmedo. Caminó hacia Aki con decisión y en un par de pasos recortó tanta distancia como había entre ambos. Habría sido extraño, incómodo y antinatural que en ese momento se agachase para, con el dedo índice, recorrer la sal que había dejado la lágrima a su paso, así que optó por simplemente atraparla entre sus brazos y levantarla hasta estar cara a cara. Definitivamente, Lys tenía algunas ventajas en las que resultaba difícil caer de buenas a primeras.

- Lo siento -susurró en su oído, volviendo a esconder una mano entre su pelo-. No debería haberte dicho algo que solo valía para hacerte daño. -No, eso no era lo que debía decir-. Si él pudo irse sin ti, no te merecía. Vales un reino, Aki. Da igual tu nombre, tu color de pelo, tu altura... Hay poca gente en este mundo a la que dejaría cuidar mi espalda, y no deberías tomar eso como un honor. Es un honor para mí saber que puedo confiártela. -Pegó sus labios a su oído, dejando un leve beso antes de continuar-. Y sé que tal vez lo que te digo no valga de nada, porque por mucho que esté aquí yo no soy él, pero lo último que quiero es causarte dolor. Ojalá pudiese...

No fue capaz de terminar la frase.



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[Capítulo I] Los límites de la humanidad [Privado] Empty Re: [Capítulo I] Los límites de la humanidad [Privado] {Sáb 23 Ene 2021 - 23:33}

-Quizá si te portas bien.- Le dijo con una pequeña sonrisa.

Disfrutó de dar el masaje. Tener las manos ocupadas distraía su cabeza y le iba relajando poco a poco. Por ello, cuando las piedras salieron despedidas al suelo Aki dio un pequeño saltito, sobresaltada.

Correspondió a su abrazo como si fuera lo más natural del mundo, pero no entendió lo que sucedía hasta que le escuchó hablar. Le temblaron los labios y durante unos segundos tuvo un nudo en la garganta. No era culpa suya. Él solo era el mensajero. Pero que se sintiera tan mal le enternecía y sus palabras le hicieron sentirse algo mejor. Sintió sus labios en ella, ligeros como el aleteo de una mariposa y por un segundo quiso más. Pero no era el momento.

Con cuidado, se dejó caer al suelo y empujó a Dexter con suavidad hasta lograr que volviera a sentarse en la camilla, frente a ella. Sonriendo con suavidad, le acarició la mejilla mientras le miraba a los ojos. Veía la preocupación en ellos y la entendía, porque no hacía tanto que ella se había sentido exactamente igual por él. No tenía claro cómo o cuándo había empezado a ser tan vulnerable alrededor del dragón, pero no se sentía incómoda. Quizás esa fuera la parte más importante.

-No me gustan las mentiras.- Dijo, con suavidad.- Y no quiero vivir en una. No te disculpes por decirme lo que merezco saber.

Alzó una mano y agarró una de las intrincadas trenzas que se había hecho. La acarició con cuidado, estudiando el patrón. Estaba bien hecha, ni demasiado apretada ni demasiado suelta. No sabía cuántos intentos le habría llevado, pero desde luego estaba impresionada.

-Y… estás aquí, precisamente, porque no eres él. No es un problema. Es a ti a quién quería ver hoy, ¿recuerdas? Ni necesito ni quiero que seas nadie más.

‘’Especialmente él’’, pensó para sí. Se había ido dejándola en la ignorancia a sabiendas. ¿Por qué querría imponerle su presencia? ¿Por qué querría perseguirle? No, valía más que eso y lo sabía. Si había hecho su elección no iba a cuestionarla. Por suerte, él no era su vida. Hacía mucho tiempo que no lo era. Tenía otras cosas en las que pensar, otras aventuras y otras personas. Superaría esto, que no era más que otro golpe a su orgullo. Y su orgullo era resistente como el acero, templado una y otra vez con el paso de los años. Otra marca solo lo haría más brillante.

Agarró con delicadeza las manos de Dexter y se las llevó a los labios, dejando un diminuto beso en ellas, apenas una caricia con los labios.

-No eres tú quien me ha causado dolor. Jamás te reprocharía una cosa así. Y mira, ¿ves? Entera. De una pieza.

Sonrió, intentando animarle un poco. No iba a echarse a llorar en una sauna. No quería llorar por algo así. En retrospectiva, había tenido razón desde el principio, aunque hubiera exagerado un poco el método. Todo lo que se merecía era que le olvidase.

Y eso, esta vez, podía hacerlo sola.



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[Capítulo I] Los límites de la humanidad [Privado] Empty Re: [Capítulo I] Los límites de la humanidad [Privado] {Dom 24 Ene 2021 - 0:42}

El relativismo moral era una de las cuestiones que siempre martilleaban inmisericordes la mente de Dexter. Nadie quería vivir en una mentira, pero esta solo se desvelaba haciendo un daño colosal. Nadie quería matar, pero a veces no quedaba más remedio y en ocasiones había que negar el auxilio a una persona para salvar a varias. ¿Con qué derecho nadie podría decidir qué estaba bien o mal ahí? Esa duda era tema de debate entre cientos de filósofos moralistas, con perspectivas que abordaban desde el pragmatismo más frío hasta la pasión más descarnada. Él prefería no mojarse, por lo que intentaba que todas sus acciones pudiesen dividirse en un factor binario, una suerte de sistema diferencial para poder juzgar hechos aislados bajo preceptos morales de "bien" y "mal". La subjetividad quedaba aparcada en ese sistema, la humanidad también, y aunque había intentado aplicarlo en lo referente a Aki había terminando por respetar sus deseos, sin saberlo, aun a sabiendas del daño que le haría. Tal vez porque cerca de ella resultaba más difícil no ser humano.

- Te mereces más no llorar por quien no te merece -zanjó. En un algoritmo de sucesos objetivables, ella merecía antes la felicidad que la información, aun si cuando él alteraba el experimento ella sentía lo contrario a posteriori. Si no lo hubiese dicho ella no estaría llorando; si se hubiese callado, tal vez no lo hubiese descubierto nunca. O tal vez sí-. Y... No te lo he dicho porque te lo merezcas, -su voz sonó extremadamente culpable-, sino porque tal vez un día lo descubrieses por ti misma, y sabrías que yo lo supe todo ese tiempo. Ha sido egoísta; te he hecho daño por miedo. No ha estado bien.

No fue totalmente consciente de cuándo se había sentado, pero mientras Aki jugueteaba con una de sus trenzas entre las manos Dexter sintió la leve presión de un empujón que venía del pasado. Él le pasó una mano por la mejilla, y tomó un mechón de cabello en el que dibujó el mismo patrón, imitando a la pelirroja en su juego. La trenza no había quedado perfecta, pero era un resultado más que satisfactorio y... Le encantaba jugar con su pelo. Era suave, vivo y brillante, como una cascada de fuego. Se deslizaba entre sus dedos con naturalidad y placidez, dejando un tacto electrizante sobre su piel. Era relajante, como recorrer su espalda con las palmas de las manos mientras la escuchaba respirar dormida.

Era un buen recuerdo.

Pasó el tiempo, y ella siguió hablando. Lo tomó de las manos y las acercó a su boca, sembrando un beso que germinó con ternura en ellas. Había sido seco y corto, pero aun así hizo que el tiempo pasase mucho más despacio por un segundo. No sabría describir cómo se sintió a raíz de él, pero no pudo evitar bajar la mirada, sonriendo como un tonto. Aunque ambos sabían que estar de una pieza no significaba necesariamente estar bien, Aki era más fuerte que eso. Y le había besado. La mano, pero le había dado un beso. Con sumo cariño.

Sabía que su mente echaba humo, y no en el buen sentido. Había hecho que algo muy negro aflorase dentro de ella, y no tenía ni idea de cómo sacarlo. No sabía qué decir para hacer que simplemente las nubes se disipasen. Quería decir una frase graciosa, un pequeño chiste para que simplemente se riese y no tuviese que pensar en eso. Por lo menos, no mientras estuviesen en ese baño. No, no en ese baño. En ese barco. O, ya puestos, en ese mar. Pero no tenía forma de controlar eso; tampoco sabía qué palabras lo arreglarían. Pero algo debía intentar.

- Todo el mundo está muy entero hasta que se le aplica el estímulo adecuado. -No dudó. Tomó su cintura y comenzó a hacerle cosquillas. Sin parar, hasta que empezase a perder el aliento.

Por qué había hecho eso no terminaba de entenderlo, pero poco a poco fue parando. Al fin y al cabo, cuanto más la torturase más nudos iba a tener que ablandar luego, y si bien Dexter podía llegar a ser sádico en algunos aspectos -como en ese- no dejaba de ser práctico. Una risa no valía una contractura.

- ¿Sabes una cosa? -le dijo, clavando la mirada en ella-. Hace un momento estábamos al borde de un beso en la butaca, y ahora parece la peor idea del mundo.

Y, como era la peor idea del mundo, trató de besarla.



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[Capítulo I] Los límites de la humanidad [Privado] Empty Re: [Capítulo I] Los límites de la humanidad [Privado] {Dom 24 Ene 2021 - 12:59}

Entendía por qué le preocupaba, pero la respuesta estaba justamente ahí, en lo que acababa de decirle. Escuchó la culpabilidad en su voz y odió que se sintiera así. Él no tenía la culpa.

-No es egoísmo. Es el problema de los secretos, siempre salen a la luz. Prefiero saberlo por ti. - Volvió a cogerle la cara, mirándole con seriedad.- No eres tú quien me ha hecho daño. No es saberlo lo que me duele, es que haya pasado. Y ahí no has tenido nada que ver.

Esperaba que ayudase. No sabía qué más decirle. Ella misma no podía hacer nada más y ahora mismo no quería pensar en ello. Por suerte, él parecía estar pensando lo mismo.

Le cogió por sorpresa y no tardó en empezar a reírse de forma descontrolada. Intentó alejarse, apartarle y devolvérselas, pero falló miserablemente. No tenía ni idea de cuánto tiempo había pasado riéndose por culpa de las cosquillas cuando trastabilló y cayó contra Dexter, todavía riéndose a los pocos con una sonrisa de oreja a oreja.

Encontró sus ojos cuando la miraron y se quedó esperando a ver qué sucedía.

Tenía razón. Era la peor idea del mundo. Claramente a él todavía le dolía lo que le había sucedido con Tea y ella todavía estaba asimilando la noticia que le había dado. Pese a eso, correspondió.

No tenía claro por qué lo había hecho. Sabía que lo quería pero ¿estaba bien? Ambos estaban frágiles, confusos y un poco perdidos. No tenía ni idea de lo que podía significar ese beso. Y aún así, no pudo apartarse. Dejó que le besara y le besó de vuelta, acariciando sus labios con suavidad. El ruido de su cabeza pareció apagarse por unos segundos y en todo lo que podía pensar era en lo bien que sabía.

Se apartó con cuidado, mirándole con una pequeña sonrisa sin saber bien qué decir. ¿A dónde estaban yendo? ¿Qué buscaba él de ella? Y más importante, qué quería ella de él. No estaba segura. Quería más de esos besos,eso lo sabía. Le tranquilizaban y le alteraban a partes iguales,en el mejor de los sentidos.

Suspiró y posó las manos en las piernas de Dexter. Las dejó ahí un segundo antes de darle dos palmaditas y ensanchar su sonrisa.

-Entonces… ¿me devuelves el masaje?

Se subió de un salto a la camilla, al lado de él y se tumbó bocabajo esperando a que se apartara. Giró la cabeza para espiarle más allá de su brazo y su melena, todavía sonriendo.

-¿Sabes? Puedes hacerme cosquillas cuando quieras.

En realidad quería decirle que podía besarle en cualquier momento, pero por algún motivo no fue eso lo que salió de sus labios. Entendía por qué. Lo que fuera que había entre ellos era delicado. No quería arruinarlo hablando de ello. Todavía no. Volvió a esconder la cabeza entre los brazos y se relajó a la espera de lo que pudiera pasar. Estaba convencida de que de alguna manera, todo iría bien.


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[Capítulo I] Los límites de la humanidad [Privado] Empty Re: [Capítulo I] Los límites de la humanidad [Privado] {Dom 24 Ene 2021 - 14:32}

Optó por no discutir. Si bien era cierto que no se debía cortar la cabeza al mensajero, él seguía siendo el guardián de la puerta. No era un comentario inocente, ni una noticia accidental. No obstante prefirió no darle las vueltas porque, si ella no lo culpaba, ¿qué iba a hacer? ¿Increparla hasta que lo hiciese? Tenía tan poco derecho a hacer eso como lo había tenido a decir aquello en primer lugar. Menos, incluso, sabiendo que solo le iba a hacer más daño. Además, tenía mejores cosas en las que pensar en ese preciso instante, y todas estaban sobre él.

El beso fue, como todo lo que pasaba entre ellos, confuso. Cálido, húmedo, con la nota exacta de pasión y un ligero toque de miedo que ambos compartían. No sabían por qué lo habían hecho, y ninguno de los dos quería pensar en su significado, si es que lo tenía. Eran simplemente ellos dos, lejos de cualquier lugar y más allá del tiempo, compartiendo un instante único. Tal vez se debía al dolor y a la soledad, o quizá a que ambos podían ver en el otro el reflejo de las mismas heridas que los hacían fuertes, aunque inestables. Era posible que encontrasen ese apoyo que nadie más podía darles, y que por eso viesen el uno en la otra y la otra en el uno algo invisible para cualquier otro; algo que podía ser todo y nada al mismo tiempo. O todo lo contrario.

Al fin y al cabo, eso era lo bonito de tomar malas decisiones.

Uno de los dos se alejó del otro, aunque los dos se opusieron. Se sintió aturdido por un instante mientras las manos de Aki bajaban hasta sus piernas y asintió casi por instinto, levantándose para recoger las piedras del suelo. Seguían calientes, aunque se habían enfriado lo bastante como para que hasta Dexter, que nunca había dado un masaje a otra persona, se diese cuenta de que debían volver al horno del que habían salido.

Tal vez se distrajo un momento con aquello, lo bastante como para no acordarse de una observación que debería haberle hecho antes de dejar que se tumbase: Estaba vestida. De poco serviría el aceite si lo propagaba a través del satén y no quería ni pensar en lo mal que podía sentarle el calor al vestido. Podría habérselo recordado en ese momento, pero el momento era caprichoso y, si bien nunca había dado un masaje a otra persona, conocía los fundamentos. Además, nunca era mal momento para jugar.

- Bueno, algo habrá que hacer mientras se calientan, ¿no? -dijo, abriendo la botella de aceite, aunque no pensaba utilizarla por el momento. En su lugar, derramó un poco solo para que el olor lo impregnase todo de nuevo, y dio comienzo.

Todo buen masaje buscaba estimular la circulación, y aunque no conocía en profundidad las técnicas, sabía que había fundamentalmente tres maneras: Amasado, presión y golpeteo. El amasado era bueno, por ejemplo, para hacer que un gemelo subido bajase de nuevo y rebajar su nivel de dolor, mientras que la presión se podía utilizar en zonas menos magras -caderas, abdomen- para traspasar la grasa que pudiese haber en esos lugares. Eso podía hacerlo por encima del vestido, sin ningún problema, y con presteza comenzó a trabajar los hombros de Aki.

Con suma delicadeza fue detectando cada nudo y cada contractura, haciendo esfuerzos donde las encontraba y dejando al amparo de las piedras aquellas zonas donde no estaba seguro de poder solucionar algo. Bajaba por su espalda cuidadosamente, atento a cada sonido que emitiese la pirata o a cualquier señal de su cuerpo, hasta que llegó ligeramente más allá de su cadera, que en realidad era justo donde quería estar.

Respiró profundamente y con todo su pulso se las ingenió para retirarle las ligas llenas de cuchillos, poniendo todo su empeño para evitar que se percatase, y trató de hacer lo mismo con su vestido. Lo subió cuidadosamente camuflando cada toque con la caricia de su masaje, llegando hasta su cuello y haciendo un movimiento extremadamente intrincado, veloz y hábil para retirar, a través de su cuello y brazos, la tela húmeda. Dudaba que nadie más fuese capaz de acometer una tarea así, así que sonrió.

- Creo que ya está todo listo -evidenció, desenganchando el cierre de su sostén con una mano, y comenzando a verter el aceite sobre ella-. Ahora tan solo concéntrate en algo que te haga sentir bien.

Colocó piedra tras piedra en su espalda, presionando levemente algunas en las zonas que había abandonado al principio. Cuando terminó de colocarlas, había dibujado un dragón de cantos rodados sobre ella.

- No ha estado mal para una primera vez, ¿no?



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[Capítulo I] Los límites de la humanidad [Privado] Empty Re: [Capítulo I] Los límites de la humanidad [Privado] {Dom 24 Ene 2021 - 15:40}

En cuanto sintió la camilla debajo de sí, se dio cuenta de que algo no estaba bien. El metal y la tela no deberían estar ahí. En lugar de levantarse y dar cuenta de ello, se acurrucó más en el sitio y sonrió hundiendo la cabeza para que no la viera. No dudaba que él haría algo al respecto.

-Desde luego.- respondió con inocencia. El argán se mezcló con el vapor y en cuestión de segundos, toda la habitación volvía a oler deliciosamente.

Suspiró encantada al notar la primera caricia. Poco a poco, fue descubriendo sus hombros y su espalda. Cada nudo se fue aflojando ante las demandas del dragón y Aki cerró los ojos para dejarse llevar. El tiempo pasó cada vez más lento, o al menos eso le pareció.

Giró la cabeza a un lado para espiarle a través de sus pestañas. El ángulo en realidad no daba para mucho y recibía más información de cómo sus manos le trabajaban la espalda, forzándola delicadamente a relajarse. Estaba más tensa de lo que había pensado inicialmente y agradecía el tratamiento.

Sin que pudiera evitarlo, su cabeza regresó al beso que habían compartido y empezó a preguntarse qué debería hacer. Tendrían que hablar de ello antes o después, asegurarse de que ambos querían lo mismo. No sabía qué quería, ese era el problema. Quizá si el tenía una respuesta a esa pregunta le ayudara a aclararse, pero pensaban en cosas diferentes todo se complicaría. Sentía cariño por él. Eso lo tenía claro. Si ese cariño provenía de la amistad o era algo más… era demasiado pronto como para saberlo a ciencia cierta. Su problema era que nunca se le había dado bien esperar.

Además, por desgracia, había más cosas que tener en cuenta. No se le había olvidado que antes o después tendría que dejar de esconderse en medio del mar y regresar a Samirn. Reclamar lo que le pertenecía por derecho, arreglar lo que había estropeado marchándose. Era su responsabilidad y sabía que iba a ser una hazaña peligrosa. Era consciente de que no sería un viaje corto y de que podía no regresar de una pieza. No explicarle esto a Dexter… sería egoísta. Pero de nuevo, también lo era besarle y corresponderle sin que supiera que tenía que marcharse una segunda vez.

Sintió un tirón en el estómago. No lo había pretendido, pero se lo estaba ocultando. Demasiadas cosas que no había podido prever habían ocurrido y no había podido contárselo. Y ahora estaban así, él sobre ella y ella… estresándose. Mal. Volvió a suspirar y fue entonces cuando notó algo. Más bien, la ausencia de algo. Volvió a sonreír, sabiendo que sus ligas estaban a buen recaudo fuera de sus piernas.

Detectar su vestido siendo cuidadosamente apartado fue más sencillo, tan solo por estar a la espera. El inaudible click de su sujetador ensanchó su sonrisa, porque sabía lo que venía a continuación. No pudo evitar soltar un quejido de satisfacción al sentir la primera piedra en su espalda. Más siguieron a esa, una tras otra cubriendo su espalda. Le llevó unos segundos darse cuenta, pero cuando cayó en ello no pudo evitar reírse. Un par de las piedras se cayeron al suelo, pero la pelirroja alzó la cabeza para girarse y mirar a Dexter.

-¿Acabas de dibujarme un dragón en la espalda?

No, no había estado nada mal. Le había encantado. Terminó de erguirse y estirarse hasta sentarse en la camilla, mirándole. Clavó los ojos en los suyos y mientras se mordía el labio, tomó una decisión.

Se lo diría, pero no ahora. En un rato. Cuando hubieran salido del baño. Antes de que se marchara.

Le hizo un gesto para que se acercase. Ahí sentada, apenas le llegaba al pecho. Paseó un dedo por ahí, acariciándole distraídamente con dulzura. Sus labios siguieron, dejando un beso tan suave como el primero. Miró hacia arriba con tranquilidad, sonriendo.

-Gracias.- dijo simplemente.

Quería entender lo que se le pasaba por la cabeza. Quería saber qué sentía y qué podía llegar a sentir. No iba a averiguarlo sin más información y… pensaba conseguir toda la que hiciera falta. Por el bien de ambos, por supuesto.


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[Capítulo I] Los límites de la humanidad [Privado] Empty Re: [Capítulo I] Los límites de la humanidad [Privado] {Dom 24 Ene 2021 - 20:58}

- Vaya, con lo bonito que había quedado -se lamentó, con fingido desánimo, mientras ella se erguía. Ella era mucho más bonita que una constelación de cantos rodados, de eso no cabía duda.

Tras el primer instante de confusión apartó la mirada de ella, desnuda casi por completo. Sería estúpido si negase la evidencia, porque se habría quedado embobado observándola durante horas, pero por muy endiabladamente atractivo que fuese el demonio, toda la voluntad del dragón estaba puesta en no abalanzarse sobre ella, aunque se lo ponía complicado. Primero sus dedos recorriendo amortiguadamente la superficie de su pecho, un húmedo beso tan cálido y apasionado como breve después, y una mirada azul de la que no pudo escapar. Se clavaba la pupila en su pupila azul, como el mar tocando el cielo, y muy a su pesar devolvió el gesto a ella para contemplar en plena magnitud a la pirata.

No supo si llegó primero su rubor o... Bueno, o. Pero sintió cierta vergüenza mientras sus mejillas se sonrojaban poco a poco y su pulso se aceleraba. Maldijo en silencio el poder de la pelirroja, pero no apartó la vista en ningún momento. Despertaba sus impulsos más animales, sus instintos más primarios y sus pasiones más oscuras, pero no dudó. No podía controlar del todo bien su cuerpo y el corazón se le aceleraba poco a poco; también sus dedos temblaban levemente, y sentía latigazos fríos entre el calor de la estancia.

- Dámelas cuando hayamos terminado. -Se inclinó sobre ella, plantando un beso fugaz sobre sus labios, y haciendo que se tumbase de nuevo. Boca abajo, eso sí-. Todavía tienes brazos, y piernas. Si toda tu espalda estaba tan tensa seguro que todo tu cuerpo pide a gritos un poco de ayuda.

Colocó de nuevo las piedras, realizando exactamente el mismo patrón de dragón que antes. Ya no estaban tan calientes, pero aún no estaban tan fríos como para necesitar volver al horno. Una vez lo tuvo tomó su brazo izquierdo, comenzando a trabajar en él, aplicando presión entre los músculos y amasando el grueso de estos. Recorrió la extensión hasta la muñeca, masajeando brevemente el interior de su codo y tratando de relajar por completo su muñeca. Cuando él estaba estresado la mayoría de dolores en su cuerpo eran articulares, y dudaba que en Aki fuese diferente. Se sintió muy tentado de hacerle cosquillas en la palma de la mano, pero en su lugar acompañó cada dedo con un poco de presión y algunas caricias.

Repitió el proceso en el otro brazo, y luego con las piernas. Evitó los glúteos, pero fue implacable con los muslos y revolvió en los gemelos hasta que estuvieron completamente relajados. Se habría divertido, otra vez, haciéndole cosquillas en los pies, pero seguramente habrían terminado las piedras otra vez por el suelo. Y el pie potencialmente en su cara. Y nadie quería eso.

Una de las cosas que distinguían a Dexter era que siempre buscaba dar lo mejor. Aunque solía evitar hacerlo entrever, era sumamente competitivo, y exigente consigo mismo en la medida que ganar le producía un placer desmesurado. Con el tiempo había controlado su competitividad más tóxica, pero seguía resultándole imperativo dar lo mejor de sí en cada cosa que hacía; necesitaba lograr el mejor resultado, a toda costa.

Más o menos.

- Bueno, a no ser que quieras también por arriba hemos acabado -dijo, limpiándose el aceite sobrante en una pequeña toalla-. Aunque no me responsabilizo de lo que pase si te das la vuelta.

Retiró hasta la última piedra de su espalda y extendió una toalla sobre ella, aunque por un momento se quedó pensativo.

- Tienes piscina, vale. Todo lujo. ¿Pero tienes bañera?

A la mierda.



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[Capítulo I] Los límites de la humanidad [Privado] Empty Re: [Capítulo I] Los límites de la humanidad [Privado] {Dom 24 Ene 2021 - 23:17}

No recordó que estaba desnuda hasta que le vio apartar la vista y ruborizarse, pero en lugar de cubrirse solo sonrió. No era pudorosa, nunca lo había sido. Que guardara la vista para aquellos que de verdad la merecieran era algo muy distinto. Y desde luego, Dexter la merecía. Solo por verle sonrojado, la merecía.

Alzó la cabeza para recibir el beso y cuando se apartó se quedó allí, esperando otro. Queriendo más. Sin embargo, el dragón tenía otros planes en mente y en seguida se encontró de vuelta bocabajo en la camilla. Fue a quejarse al escucharle. ¿Quién tenía nudos en los brazos? Agujetas vale, pero nudos…

Cambió de opinión en cuanto comenzó a trabajarla. Quizá había algo de razón en lo que decía. Y su cuerpo pedía muchas cosas en ese momento, pero por lo visto ayuda era una que no había tenido en cuenta. Y por suerte para ella, a él se le estaba dando bien ayudarla. Fue concienzudo, no dejó rincón sin mimar. Poco a poco volvió a relajarse y le dejó hacer y deshacer a su antojo. Para cuando se movió a sus piernas toda su parte superior se sentía de gelatina y empezaba a temer genuinamente no poder levantarse para cuando hubiera terminado con ella.

Apreciaba el esfuerzo, por supuesto. Las labores manuales eran lo suyo y sabía mejor que nadie el trabajo que había detrás de cada movimiento. Era complicado controlar la presión y la dirección, pero él no perdía el ritmo y para cuando acabó Aki era una bolita de felicidad tirada en la camilla. Una sonrisa bobalicona se extendía en su rostro y no pudo evitar soltar una risita cuando le escuchó.

-Si vas a hacerlo con la misma profesionalidad, no creo que consigas el resultado que buscas pero tampoco me vas a oír quejarme.

Una suave toalla cayó sobre ella y supo que era hora de levantarse. Ugh. Hizo el esfuerzo a duras penas, estirándose antes de cubrirse. Había prioridades. Le miró, al principio sin entender, para luego clavarle la mirada.

-La piscina es la bañera.

Se puso en pie para demostrárselo y apagó la máquina de vapor del lugar. Iría desapareciendo poco a poco, no de golpe. De todas formas, pensaba sustituirlo con algo mejor. Avanzó hasta la enorme piscina cuadrada que había al comienzo de la estancia, dejando su vestido y su ropa interior por el camino, sin quitarse la toalla todavía. No iba a mojarlos, pero podía recogerlos más adelante.

Se agachó en el borde del agua y abrió varios grifos. Burbujas, perfume y algo de espuma.

-Tiene un sistema de desagüe bastante eficiente, así que la utilizo de bañera. Hay champú, gel y todo lo que necesites en esta estantería.

Se la señaló con la mano, mostrándole su pequeña colección de productos. No tenía una barbaridad, apenas uno o dos botes de cada cosa, pero eran de buena calidad. Y gustaba de compartirlos, por supuesto. De hecho…

Se quitó la toalla y saltó a la piscina. Volvió a la superficie empapada y con una sonrisa y le hizo un gesto para que se metiera.

-Ven. Te mereces algo a cambio de tan buen masaje.

Sabía muy bien lo que le apetecía, pero había otra cosa que quería hacer. Si se dejaba, le lavaría el pelo. Desharía las trenzas con mucho cuidado y se lo desenredaría con los dedos antes de enjabonarlo y lavarlo, sin olvidar crema y aceite para mimarlo. Una melena tan bonita se merecía el mejor de los tratamientos y… después de lo que se había esforzado él, quería corresponderle de alguna manera.

-Sabes… mañana, o pasado en realidad, debería ir marchando. Hay algo que tengo pendiente y de hecho me gustaría contártelo en algún momento.

Cambió de lugar para colocarse frente a él y poder mirarle mientras sonreía.

-Pero no corre prisa y estaba pensando que… si te apetece, podrías quedarte esta noche. Hay sitio y… no me disgustaría.

Era todo lo directa que se atrevía a ser. No quería meter la pata, pero tampoco ser malinterpretada. En cualquier caso, si decía que no, no habría sido una tarde perdida. Pasara lo que pasara, había venido. Eso era todo lo que le importaba.


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[Capítulo I] Los límites de la humanidad [Privado] Empty Re: [Capítulo I] Los límites de la humanidad [Privado] {Lun 25 Ene 2021 - 0:55}

- ¿Quién ha dicho que fuese a ser profesional? -cuestionó, guiñándole un ojo-. Sé diferenciar trabajo y placer.

Aun si había disfrutado recorriendo su cuerpo, el masaje había sido un pago por el esfuerzo que ella había hecho en el suyo. También por la presteza con la que lo había hecho, el ambiente que había preparado y por supuesto la compañía, pero un pago al fin y al cabo. Y, como deuda, debía retribuirla en los más estrictos términos, cosa que no habría estado obligado a hacer de continuar por el otro lado. Podría haber depositado besos en su vientre, recorrido con los dedos la delicada línea de sus curvas o incluso haber roto los límites bajando más allá de la cadera, algo que no habría hecho más que por la más pura e irrefrenable pulsión. Aunque pensándolo bien, no podía haber mejor motivo.

Aunque seguramente ella lo sabía. Que ahí tumbada, a merced de sus manos y al único amparo de su voluntad, poca paz hallaría en su masaje. Tal vez precisamente por eso se levantó, si bien no se ajustó la toalla hasta estar completamente erguida, tras haberse estirado. Habría arqueado una ceja, pero trató demantenerse impertérrito mientras esperaba a conocer la bañera de Aki. Le apetecía darse un baño, y también la compañía. Tampoco tenía muy claro por qué lo había llamado, pero la atracción irracional que se provocaban hacía que, muy probablemente, la pelirroja ya contara con que antes o después sus ropas acabarían tiradas por el suelo.

Por desgracia, el Loreley no tenía bañera. Por suerte, al parecer la piscina podía hacer las veces su función. La pirata le explicó que a causa de un desagüe muy eficiente podía ser utilizada así, y Dexter asintió, comprendiendo que seguramente los conocimientos de fontanería de Aki eran bastante limitados. En cualquier caso, comprendió que bañarse ahí no suponía un peligro de infección -aunque no había tenido ese miedo en primer lugar- ni de ahogarse -lo cual, en realidad, tampoco le preocupaba demasiado-. También le señaló el mueble en el que descansaban tantos champús y geles que por un momento sintió dudas, pero optó por renovar sus clásicos: Vainilla negra y chocolate, así como una suerte de crema protectora con aroma cítrico, y se internó cuidadosamente en la piscina-bañera.

Se dio cuenta demasiado tarde de que aún le sobraba algo, pero se lo quitó discretamente y lo dejó al borde. "Ha sido bonito mientras duró", recitó en su mente, asumiendo que la ropa interior no estaba hecha para él, mientras caminaba por el fondo hacia la posición de Aki. Esta parecía tener claro cuál era su premio merecido, pero antes de permitírselo le robó un beso; no uno fugaz y tímido, sino tan intenso como el calor que ella provocaba en él, tan largo que al terminar se sintieran en otra época.

Finalmente se dio la vuelta y dejó que ella se hiciese cargo. Sus dedos le acariciaban las sienes cada vez que robaban una nueva trenza, y masajeaban su cabeza a medida que las iban deshaciendo. Con las palmas de sus manos provocaba ligeros vaivenes en su melena, que notaba dar ligeros calambres a lo largo de todo su cráneo. Cuando el champú llegó, y más tarde la crema y un buen aceite, solo pudo aferrarse al borde y disfrutar del cosquilleo y los sonidos, de ese sutil escalofrío, de la piel de Aki cuando accidentalmente le rozaba la espalda con su pecho. Apenas pudo contener un suspiro de placer.

- No te preocupes, puedes contarme adónde vamos mañana -respondió. Ella podía no saber por qué lo había llamado, pero él sí sabía por qué había acudido-. Pero cuéntame en qué vamos a invertir el tiempo hasta entonces.

Recortó de nuevo la distancia entre ellos, y la tomó entre sus brazos por la cintura. La asió para sí y volvió a besarla con más intensidad que antes, si es que eso era posible. Dejó que las manos recorrieran su cuerpo, memorizando una vez más cada pliegue de su piel y cada curva en su silueta, tecleando en cada lunar como si fuese un piano único. También arañó su espalda poco a poco, lo justo para dejar un surco blanco con forma de dragón.

Y, poco a poco, desnudos al anochecer los encontró la luna.



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