Una serie de catastróficas desdichas [Arni - Claude]

¿Qué clase de depravado ha escrito esto? Vamos a ver, recapitulemos. Estoy en Water Seven, la capital de agua, y por lo visto también de la indecencia. He buscado un buen hostal del que pueda irme sin pagar, he aprovechado para robar un par de cuchillos que le faltaban a mi kit y he acabado cenando en una suerte de cabaret bizarro donde se presenta la obra "El gallo que despertó al sol", presentado por "Morningwood Productions INC". Ya el nombre de la compañía me ha dejado bastante mal cuerpo, pero no es que el ambiente haya ayudado a mejorarlo.

La comida no es mala, dentro de lo que uno podría esperar de un restaurante de mala muerte que se hace llamar cabaret pero solo tiene un pequeño escenario. Un filete algo reseco con unas patatas fritas dos o tres veces, pero crujientes, una ensalada mediocre... Pero ay, la tortilla. Me recuerda a las tascas del South Blue, donde por apenas mil berries podías salir a reventar, aunque solo una de las cosas merece la pena de verdad. El resto, pues, es comida de tasca.

Lo que sí termina de hacerme un poco de "clic" en el cerebro es darme cuenta de las sugerentes prendas que llevan los actores. una cervatilla en ropa interior, una mofeta con lencería de encaje a dos colores, un conejo... O coneja, asumo, dado que va de sirvienta... ¡Pero es una niña! No debe tener más de catorce años, y se acerca con una frase cuestionable a un gallo que... En fin. ¿Por qué solo lleva la polla pintada de amarillo? Bueno, y una cresta y ojos saltones en el glande, ¡pero eso lo hace más perturbador!

- ¡No! -grito, levantándome de golpe. También vuelco la mesa de un rodillazo, tirando los platos al suelo-. ¡Esta es la peor obra de teatro que he visto en mi vida! Y encima, seguro que es ilegal.

Sutil. Esa es la palabra para no definir a esta obra de teatro. La cierva ha dejado de acariciar la escopeta del cazador, y la mofeta ha bajado la cola que levantó, asustada del puma. Mi rostro está crispado, y la gente me señala con el dedo a medida que avanzo hacia el escenario, diciendo cosas no precisamente agradables. Los ignoro, como es lógico, y me subo al escenario para ponerme entre la niña y el tipo que... Bueno, sí que tiene un gallo ahí, menudo rabo. Pero en cuanto se lo agarro y empiezo a apretar chilla como una gallina.

- ¡Cómo puedes sacarte la polla delante de una niña pequeña! ¡Degenerado!

Le termino pegando una patada en el costado que lo lanza un par de metros hacia atrás, cayendo sobre una paloma que... Bueno, prefiero pensar que es ropa y no puro bodypaint, porque la posición en la que ha caído... Pues es un poco comprometedora.

- Una niña no debería estar aquí -digo, tomándola de la mano, si se deja, y empezando a tirar de ella-. Vamos ahora mismo a un cuartel a denunciar.

Arny había llegado aquella mañana en su barco a Water Seven, como buen amante de los barcos esta era una parada obligatoria en su ruta. Pero el ornitorrinco tenía también otros planes, y es que los fenómenos atmosféricos extraños fascinaban al mink, y el "Aqua Laguna" y sus vientos del sur eran algo de lo que pretendía enterarse en la fuente misma del problema. Estaba seguro que podría encontrar algún experto con el que hablar y tomar notas y aquello lo llenaba de impaciencia. Si pudiera hubiera tirado el ancla ahí mismo, cerca de la isla y hubiera llegado volando, pero tenía que dejar a Mimi a buen recaudo, y encontrar un lugar adecuado llevó buena parte del día.

A media tarde tenía el barco lleno de provisiones y listo para partir cuando fuese necesario, la doctora tenía libros nuevos con los que estar tranquila y él quedaba libre de responsabilidades como capitán de aquel pequeño “navío de investigación” como lo llamaba su amiga. Ella sentía que estaba investigando el mundo y eso la hacía feliz.

-Water Seven- repitió para sí mismo antes de comenzar a caminar por sus calles, memorizando aquellas zonas como parte de su rutina como cartógrafo, creando mentalmente un plano del lugar. Aquello lo hacía casi distraído, aprovechando los últimos rallos de sol pues las perspectivas cambian mucho en la noche y en aquel momento, cansado por el viaje y las tareas de amarre y abastecimiento, tan solo quería disfrutar de un paseo por tierra firme. Y tal vez cenar sentado en una mesa que no se mueva.

-Una mesa que no se mueva...- pensaba Arny distraído, cuando la puerta de un local, que por fuera parecía cerrado, se abrió de golpe. -TE VAMOS A DENUNCIAR NOSOTROS- decían desde dentro -DEVUELVENOS A NUESTRA ENANA- se quejaba una voz quejumbrosa por detrás, mientras gente de todas las calañas se agolpaba en la puerta para mirar. Y si nadie lo detenía, el tipo de las plumas en la cabeza, arrastraría una acondroplásica por la acera sin que esta pudiera hacer nada más que dejarse arrastrar.

Arny no entendía que pasaba, pero sabía que meterse en negocios ajenos podía ser peligroso. Por eso cuando vio salir un pulpo humanoide en tanga por encima de la barrera humana, para agarrar a la enana por los pies. Consideró firmemente incluso retirarse a un lugar seguro, pero ver aquella escena, con la mujer volando agarrada por ambos extremos, cada uno tirando hacia su lado lo tenía alucinado.
-¿Es una obra de teatro?- pregunto a los de la puerta sin obtener respuesta, pues la enana a grito pelado -QUE ME ESTIRAAAAN, QUE ME ESTIRAAAAAAN- Se había llevado todo el protagonismo de nuevo, dejando al mink sin saber que hacer -Esto es un... ¿secuestro? ¿rescate? ¿interpretación? ¿Que coño pasa?- se preguntaba mientras gente “disfrazada” si es que se le puede decir así conseguían salir del local con varios carteles -NO ES UNA NIÑA, LLEVA AÑOS HACIENDO ESOS NÚMEROS- trataban de explicar a voces por encima del tumulto, las risas que comenzaban a llegar desde la audiencia del local y los gritos de los vecinos, enojados por el ruido.

Los carteles:

El rescate parece estar siendo tomado un poco a pitorreo. Esta niña, que es claramente una niña, no puede llevar años haciendo un show erótico. ¡Es demasiado joven! Además, que un pulpo en tanga esté impidiendo que me la lleve conmigo no es sino una muestra más de las terribles obscenidades que se están llevando a cabo en este lugar. La niña protesta porque le duele -normal, estamos tirando cada quién de un lado y al final le vamos a provocar un estirón-, pero entre tanto ruido la verdad no consigo concentrarme en mis propios pensamientos, así que hago lo que haría cualquier protagonista femenina de un cuento sobre reinas de hielo. Soltarlo.

La niña es propulsada hacia el pulpo, que parece bastante vertebrado para ser un molusco, pero aun así rebota contra su blandita cabeza y sale hacia mí. De la sorpresa el bicho la ha soltado y yo la puedo atrapar con cierta soltura, pero no me emociono. Por lo visto ahora mide unos diez centímetros más que antes, pero poco a poco va volviendo a su tamaño normal. Sin duda es una niña.

- ¡¿Y cómo explicáis esto?! -pregunto, indignado-. ¡Cómo es de goma si no es una niña, truhanes! De esto se va a enterar la marina como que me llamo Claude von Appetit!

Me doy la vuelta lo más rápido que puedo y corro hacia la puerta. Sin embargo me doy cuenta poco a poco de que tal vez mis modales no hayan sido los más educados. Así pues, ya desde el umbral y habiéndole cortado un tentáculo al pulpo con mi cuchillo, hago una reverencia lo más caballerosa que puedo.

- Por cierto, firmo autógrafos de cinco a siete y de tres a cuatro en el Parque Venetto, junto a los kioskos de alquiler de yagaras.

No sé si hay un parque Venetto, pero si lo hay ya me encontraré con mis fans. Por ahora cierro la puerta a mi espalda ante los lloriqueos del pulpo, que lamenta su brazo perdido. No sé por qué, si aún le quedan otros tantos y le vuelven a crecer. O no. La verdad, no es mi puto problema. Decidido a ayudar a la jovencita, la apoyo en el suelo y me agacho hasta estar a su altura. Tiene mirada de haber visto cosas terribles y el labio fruncido, disgustada. Pobre criatura, lo que debe haber tenido que aguantar.

- Bueno, pequeña; yo soy Claude y puedes contármelo todo. ¿Qué te hacían ahí dentro?

- Ah, que eres de esos -dice, con voz cansada, e inmediatamente pone ojos estrellados y su mejor sonrisa-. ¡Hola papi Claude, gracias por salvarme! -Hasta la voz le ha cambiado, ¡lo sabía!-. ¡Podemos hacer lo que tú quieras! ¿Quieres cambiarme la ropita y ducharme? Puedes hacerlo, papi. Por cierto, ¿tienes un cigarro?

- ¡Las niñas no deberían fumar! -Me alegra que me tome confianza tan rápido, pero no voy a dejarme llevar por su ternura. Debo ser severo para que pierda sus malos vicios-. Dame la mano.

La agarro y echo a caminar, buscando la comisaría.

- Por cierto, ¿el ornitorrinco era parte del show también? -pregunto.

- Oh cielos, espero que no.

Al final, toda la escena le parecía al ornitorrinco, tan irreal, que pensó que todo aquello formaba parte del colocón de un borracho y decidió divertirse un poco.
Uno de los compuestos que más gracia le hacía utilizar era el helio, afinaba la voz hasta hacerla ridícula, pero si algo había aprendido es que todo tiene su contrario, desde la partícula más pequeña hasta el compuesto más complejo. Y el contrario del helio no era otro que el hexafloruro de azufre. Incoloro, inodoro, no tóxico y lo más importante en este momento, más pesado que el aire.
Haciendo uso de su poder comenzó a congregar SF₆ a los pies de la enana, que por ser mucho más baja que Claude, acusaría los efectos de este gas mucho antes, ya que se acumulaba naturalmente cerca del suelo.

Para cuando la “niña” volvió a hablar parecía un camionero borracho a las cinco y media de la mañana. Como si se hubiera caído en la marmita de la cazalla de bebé. Aquella voz del averno sorprendió a propios y extraños, incluida ella, que con los ojos como platos boqueaba, incrédula, tratando de tomar aire y aclararse la garganta. Pero cuanto más aire tomaba, más grabe era su voz. Cuanto más trataba de forzarla para endulzarla, más horripilante resultaba. Como si un demonio adulador tratase de engatusarte poniendo voz melodiosa e infantil.
Un visible escalofrío recorrió cada médula espinal de los que se habían quedado por el show gratuito. Justo antes de comenzar a gritar y salir corriendo como si fuesen ellos los poseídos, y los trabajadores del bar cerrasen la puerta con pestillo incluido, asustados de su amiga.

Los gritos y carreras pronto atraerían la atención de las fuerzas de seguridad y de vecinos alertados que, sin saber que ocurría, se asomarían a las ventanas esperando encontrar alguna explicación.
Arny no pudo aguantar más y rompió en una sonora carcajada ante la escena, apoyando las manos en sus rodillas y señalando las caras que ponía la mujer sin poder parar de reír.
Cuando el mink soltó el control del gas y este se diluyó en el ambiente, la mujer comenzó a llorar amargamente tras comprobar, aliviada, que su voz había regresado al tono habitual.

-Ahhh... aaayyy... que me ahogo...- decía Arny mientras trataba de recuperar el aliento -Jajajaja... en fin... ¿No crees que es hora de dejarla ir?- preguntó al secuestrador ahora que había conseguido que el publico desapareciera -Tal vez deberías intentar no mamarte tanto la próxima vez- sugirió con una mirada que hablaba de lo poco que le gustaban los abusos de poder.

Desde luego la niña sabe dónde están los límites. Un poco retorcidos, pero tiene límites. Eso significa que es puedo reeducarla a mi imagen y semejanza y joder qué coño le está pasando qué puto susto. Su voz se ha agravado de pronto, pero casi como si le estuviesen dando espasmos a momentos suelta chillidos a modo de gallo, mucho más agudos. Mientras tanto, su difonía se hace cada vez más patente mientras su garganta se vuelve poco a poco un coro de guturales y aullidos.

- ¡Ves! Eso es culpa del tabaco -me quejo-. ¡Definitivamente voy a denunciar al cabaret por escándalo público, aberración y darle tabaco a una menor.

- ¡Suéltame tío moñas! -grita con un tono demoníaco apartando mi mano de un manotazo, antes de llevarse las manos al cuello-. ¡Mi voz! ¡Mi preciosa voz !¿Qué me has hecho?¡

Parece una aberración, pero al mismo tiempo es tan adorable... Cree que puedo manipular su voz. Me llena de ternura que me crea capaz de esas cosas, es como si me empezase a ver como su padre. Pero yo no soy su padre, ni tengo tiempo de ser padre soltero. Mucho menos de hacerme cargo de una niña fumadora y traumatizada por la prostitución forzada. ¿Cómo voy a educarla? ¿Cómo le voy a enseñar los valores adecuados si ni siquiera puedo encontrar al Nepo? O sea, que en realidad si alguien puede hacerlo soy yo. Yo soy el más adecuado para llevar a esta niña a un futuro dorado en el que se sienta recuperada para llamarle papi a alguien sin esperar una cachetada en el trasero. Yo soy el que le devolverá la sonrisa de inocencia.

- Cariño, muchas gracias por la confianza -respondo con toda la dulzura que puedo-, pero papá no controla tu cuerpo. Eso lo hacen las hormonas. Verás, cuando una mujer se hace mayor su cuerpo empieza a experimentar cambios: Te sale pelo donde no lo tenías...

- ¡Tengo más pelos en el chumino que tú en la cara, idiota!

- Es algo natural, estás creciendo. También te cambiará la voz, y...

Se está largando. ¡Mi hijita se ha hecho mayor! Parece enfadada, pero ya sabes lo que dicen: Si amas algo déjalo libre. Si vuelve probablemente necesite dinero, un riñón o esconderse de la policía. Es el ciclo de la vida, y todo padre debe pasar por ello.

- Adiós... Carmelita. Sé muy feliz, y llama por mi cumpleaños.

Creo que me dice algo con su voz de niña mayor, pero en ese momento mi atención es captada por otra cosa. Muy cerca de mí hay un monotrema ovíparo sin pezones que parece salido de la noche más loca que haya tenido el arca de Noé: Un ornitorrinco. No sé si me sorprende más su tamaño o su cualidad de bípedo, pero parpadeo varias veces conteniendo la respiración por un momento. Si no me muevo, no podrá detectarme con su visión cinética.

- ¿Mamarme? -pregunto-. Tú eres el ornitorrinco parlante, obviamente eres el que ha bebido de más. Espera... ¿Desde cuándo los ornitorrincos habláis? -Me acerco un poco a él, intentando tocarle el pelaje de la cabeza-. ¿Habláis mal de los humanos? ¿Tenéis una sociedad monotrema que controla secretamente el mundo? ¿Illuminorrincos? ¿Orniminati? ¡No, espera! ¡Ya lo tengo! ¿Concedes deseos?

Arny permitió el contacto para no revelar su condición de logia, pero no perdió tiempo en retirar la cabeza y apartarse un paso a su derecha. -A saber que has ido tocando con esa mano antes- exclamó -No soy un animal de circo... ni siquiera soy puramente animal pese a mi aspecto- dijo el mink.
Arny había conocido antes personas así, desde esclavos demasiado curiosos como para guardarse sus preguntas, hasta niños que lo señalaban por las calles llenas de transeúntes llamando la atención de todo el mundo sobre Arny. Había vivido innumerables situaciones en las que los humanos, creyendo que son la única raza del mundo, alucinaban ante su presencia, perdiendo las formas de todas las maneras posibles. Pero los que tenían aquel aspecto de comerse el mundo, demostrando su desconocimiento con aquel desparpajo, eran los que más gracia le causaban al ornitorrinco.

Los gritos asustados de los huidos, habían alertado a los vecinos y a las patrullas de seguridad que no tardarían en aparecer por cualquier esquina, pero Arny estaba completamente descuidado, no tenía nada que ver con aquello. Así que cuando un montón de pasos a la carrera comenzaron a resonar por las calles vacías, el mink sonrió. Había hecho su trabajo, retener al maleante para que se hiciesen cargo de él, lo que no esperaba eran los gritos en plural.

-¿Ahí ESTÁN?- preguntó al aire con sorpresa, remarcando el plural -Oye, oye... ¡No!-
Una bala atravesó su pierna atravesándola de lado a lado, partiéndose contra la fachada que tenía detrás -Ahí vamos otra vez- suspiró Arny -Que yo no tengo nada que v...- intentó decir, pero tuvo que agacharse para esquivar otro disparo -...Intensítos...- maldijo, pues otra vez su aspecto lo había llevado a ser malinterpretado. Lo que reforzó aun más su deseo de vivir en un mundo plenamente libre. Su utopía de mundo sin maldad.

Los primeros marines habían llegado al lugar disparando, haciendo tiempo para que sus compañeros, más preparados para el cuerpo a cuerpo, se acercasen lo suficiente.
-Alto demonios- gritaban, cerca, pero no lo suficiente, retenidos por las palabras de los denunciantes, que pensaban que alguien había sido poseído por el demonio. Y por supuesto, el que más pinta de demonio tenía para los humanos de los dos, era Arny. Con ese pico lleno de dientes y su aspecto animal. Además, que las balas pudieran atravesarlo hacía que cualquier argumento que pudiera ofrecer fuese inútil.

- ¡Aaaaah! -exclamo. Ahora lo comprendo todo. Sí, debe ser eso-. Eres un gyojin de tierra. Como las sirenas de tierra, que son mitad animal mitad humana, y tú pareces venir de un amor prohibido... ¿Concedes deseos?

Seguramente no lo haga, pero nunca está de más asegurarse. No sé qué podría pedir, pero desperdiciar la oportunidad de conseguir un deseo gratis sería una estupidez, y yo no soy ningún estúpido, por mucho que la niña me mire como si lo fuese. Ah, jóvenes, se creen que lo saben todo del mundo y nos tratan a los mayores como si no tuviésemos idea de nada. Aunque me alegra que Greta no sea una de esas repipis que va por ahí siempre vestida de rosa y diciendo "o sea" o cosas así; me daría mucha grima.

- Te llamas Greta, por cierto -digo a la pequeña. No, no es una pregunta, aunque sigue en su fase rebelde y niega con la cabeza.

- ¡No me llamo Greta, me llamo Syd...!

No le da tiempo a terminar, porque llega la Marina. Justo a tiempo, en realidad, porque no tengo ni idea de dónde queda su cuartel. Nos gritan para que nos detengamos y Greta corre hacia ellos, emocionada por fin de ver un cierre a su historia de abusos. Sin embargo parece haber alguna clase de confusión, porque señala hacia mí -estoy en trayectoria de la puerta, claro- y me apuntan con sus armas, ordenando que me detenga. Entiendo que al ornitorrinco es más fácil confundirlo con un criminal por eso de que... Bueno... Esto... Está feo decirlo, pero pertenece a una minoría étnica, y todo el mundo sabe que las minorías vienen a robarnos nuestro trabajo y a violar a nuestras hijas. Bueno, no todas las minorías, ni la mayoría de gente de las mayorías, pero como mínimo una minoría dentro de la minoría porcentualmente equivalente a las minorías dentro de las mayorías son criminales que vienen a robarnos a nuestras hijas y violar nuestro trabajo.

Levanto las manos, exclamando que esto ha debido ser un error. El ornitorrinco no parece tener la misma suerte que yo, pero el marine que me disparaba a mí parece bastante razonable y después del primer tiro para a recargar, con lo que puedo acercarme a él de una vez por todas y, sacándome la bala del pecho con un dedo -tampoco te vayas a pensar que se ha hundido mucho, medio centímetro a lo sumo- lo miro a la cara. Él me mira, y por un segundo en sus ojos puedo ver la incomprensión. Tal vez pueda oler también su miedo, porque se le escapa un pedo silencioso que, si fuese yo a juzgar, diría que viene con sorpresa.

- Agente, menos mal que has llegado. Hay un cabaret aquí... -Lo rodeo amigablemente del cuello mientras señalo-. Ese. Concretamente ese, donde estaban abusando de mi hija.

- ¡Tengo cuarenta y siete años!

- ¡La edad es solo un número, nosotros hablamos de amor! -le respondo-. Discúlpala, está en una fase rebelde. Ya sabes, la pubertad y todas esas hormonas... Greta, por favor, ¿podrías? -Se va corriendo-. Adolescentes, ¿verdad? Bueno, ven conmigo.

- Yo... Esto...

- Que sí, que sí -insisto-. Que tienes que comprobarlo por ti mismo. Señor ornitorrinco, ven con nosotros, que tú también eres un testigo importante.

Poco a poco bajo la mano desde su cuello hasta su cintura y antes de dejarle abrir la puerta doy una patada que la abre de golpe. Aunque me he pasado con la fuerza y se nos cierra en las narices de nuevo, golpeando en la cara al marine.

- Ups.

-El demonio lo ha poseído, ¡él también es inmune a las balas!- gritaron aterrados mientras algunos de la fila de atrás comenzaban a correr de vuelta por donde habían venido -¡No me pagan para esto!- exclamaban casi entre llantos -Llamad a un exorcista- pedían otros sin perder la oportunidad de santiguarse.
El caos comenzó a atraer curiosos que, lejos de dejarse llevar por su miedo. Habían sido sacudidos por el terremoto de la curiosidad y cada fibra de su ser temblaba violentamente, mientras observaban la escena.
Al principio desde lejos, pero cuando más gente comenzó a llegar, las distancias se fueron acortando por sentirse seguros en compañía.
-Joder- exclamó el mink exasperado -¿Por que los humanos tenéis que ser tan tontitos?- preguntó a la audiencia en general, mientras el sonido de un pesado cerrojo cerrándose provenía de la puerta del cabaret.
-!Ha dicho “los humanos” por que es un demonio¡- exclamó entonces una mujer del publico -Vallase a la mierda, señora. Lea algún libro alguna vez en lugar de andar de chismosa. Soy un Min...- No pudo terminar la frase pues un nuevo disparo atravesó su cabeza, deshaciendola en partículas de gas, solo para reconstruirse tras el paso de la bala para consternación de todos.
La mirada del ornitorrinco cambió completamente al encarar al marine que lo había disparado de nuevo. La antes afable y risueña mueca, mostraba ahora el verdadero aspecto del animal predador del que tomaba origen. Los insondables ojos negros reflejaban la luz de las farolas con un tinte sombrío mientras los gritos y el sonido de la estampida de humanos resonaban por las calles de vuelta a la seguridad de sus madrigueras.

-¿En serio?- preguntó, inclinándose hacia adelante, incrédulo aun -¿EN SERIO?- volvió a preguntar inclinándose aún más, pero cada vez que se inclinaba, parecía crecer y su voz se tornaba más y más grave a medida que su cuerpo se iba llenando del mismo gas que había utilizado antes -Si fuese un demonio, ¿creéis que con esas capacidades podríais matarme?- preguntó con una tétrica voz mientras los tres metros que había alcanzado su cuerpo parecían no tener limite de crecimiento y el sonido de su garganta se hacía tan grave que retumbaba en los estómagos de quienes tenía delante.

El olor a orina comenzó a fluir libremente por la zona, los soldados, paralizados de miedo, seguían aferrados a sus armas, con los nudillos blancos de la presión y sudor frio recorriendo sus espaldas, acompañando los escalofríos que su sentido de la supervivencia enviaba, tratando de hacerlos despertar y huir. Arny estuvo atento a esas señales y cuando la situación llegó al punto máximo, con el miedo oliéndose claramente, cambió de repente a su forma elemental. Se convirtió en una nube de gas denso con pico dentado y unos ojos que parecían vacíos. Pero una pequeña luz brillando en el interior de la cuencas, parecía observar directamente el alma de quien se atrevía a cruzar la vista con el mink. Haciendo que aquellos valientes hombres ya no lo fuesen tanto y se alejasen corriendo del lugar como alma que lleva el diablo.

Ha sido un desafortunado accidente, pero nada que una copa no pueda arreglar. Cuando haya detenido a los delincuentes le invitaré a una copa en el cabaret, pero primero va el trabajo. El ornitorrinco parece que ha optado por ignorarme, amenazando a los marines con sus poderes demoníacos que consisten en mearse a la puerta de un negocio. Pues vaya poderes demoníacos, la verdad; eso también lo hago yo.

- No te dejes intimidar por él -comento, abriendo la puerta esta vez más despacio. No queremos accidentes como el de hace un momento-. En realidad es un buen chico, y concede deseos. No quiere hacerlo público para poder seguir viajando tranquilo, pero es de la legendaria tribu djinn o algo así. Como un gyojin, pero en aberración. Solo que él además concede deseos, creo. Es buen tipo. Creo.

La situación en el interior es... Bueno, lo esperable. Los clientes parecen haberse asustado ante la redada y están ocultos o se habrán ido por alguna puerta de mantenimiento. Mientras tanto la administración, consciente de que se enfrenta a cargos por un delito extremadamente grave, se ha quedado en medio del escenario, ovillados llorando. Un hombre calvo parece un poco más estoico que el resto y dice frases tranquilizadoras, aunque yo sé que ese es el más culpable de todos. Al fin y al cabo, solo va ataviado con una toalla y estoy más que seguro de que es el encargado de traumatizar a Greta con un falo sobredimensionado: Johnny Pecados.

- La encontrarán, Tim -dice, con la mano en su hombro-. No te preocupes, de verdad; tu esposa volverá sana y salva. Menuda fiera es.

- No es momento de que me menciones eso, Johnny.

- Hablo de su carácter, hombre. Sabes que lo otro son solo negocios; si tú lucieses yo te dejaría a la mía también.

No quiero saber nada más de esto, así que toso notablemente alto para llamar su atención. Me señalan con dedo acusador -y con cosas que no son el dedo- y expresión furiosa.

- ¡Tú! -exclaman siete personas al unísono. Luego miran al marine-. ¿Se acabó? ¿Tienen a Sydnee? ¿Han detenido a ese... Cosa?

- ¡No soy un cosa! -protesto-. ¡Además, jamás la dejaría volver con vosotros! La teníais tan traumatizada que ha intentado acostarse conmigo.

- ¡Mi mujer no haría eso! -grita Tim. Y eso desata un silencio incómodo en el que ni siquiera el marine le sostiene la mirada-. ¡Será puta!