[Rol Moderado][Mark Kjellberg][Nivel C] ¡¿Los nobles en peligro!? El Reino Goa arde en las llamas.

De nuevo en la Isla de Dawn, ¿será que tengo un extraño apego con esta isla por alguna razón en especial? ¡Ah, sí! ... Es aquí donde mi infancia tuvo un vuelco total, una vuelta de 180º. Por culpa del Lord Marçois du Goa, mi vida se vio arruinada por completo, me sentí traicionado, me sentí engañado toda mi maldita vida. Había jurado no volver nunca jamás a aquella isla, y sin embargo... seguía volviendo. O era masoquista, o simplemente no tenía mejor cosa que hacer, miedo ya no tenía de poner pie sobre aquel Reino liderado por la aristocracia y burguesía de la isla; Aburrido me encontraba, caminando por lo que vendría siendo Terminal Gray, el olor a basura y descuido por la superioridad del Reino de Goa directamente me causaba asco, me recordaba viejos tiempos cuando yo mismo pertenecía a esa estirpe alta de la sociedad que simplemente se burlaba de los más necesitados, ¿tan mierda había llegado a ser? Al parecer si. De todos modos, las puertas se fueron abriendo de aquel reino, aunque fui detenido por un par de guardias que hacían de vigilias en estas. Me miraron fijo y lo mismo hice yo, hasta que uno de ellos me habló y yo presté la necesaria atención, la suficiente al menos para entender sus palabras más que nada.

— ¿Cual es tu nombre y qué intenciones tienes viniendo al Reino de Goa, extranjero? — preguntó señalándome la garganta con la lanza que cargaba consigo.
— ¡Woah, woah! ¿¡Qué te pasa!? ¿Acaso ves de buena educación apuntar a alguien desconocido al cuello con un arma de filo? — di rápidamente un paso hacia atrás. — Me llamo Mark Kjellberg, y vengo a tratar ciertos asuntos pendientes con una persona de aquí... ¿hay algún problema con ello? A estas alturas ese nombre ya les debe sonar más que conocido. — agregué mientras me cruzaba de brazos luego de acomodar la correa del bolso que cargaba en mi hombro izquierdo; El guardia que me miraba amenazante ahora básicamente aflojó un poco su hostilidad y miró de reojo a su compañero. Se acercó a este y empezaron a hablar en voz baja en un tono de voz que no pude distinguir muy bien sus palabras pero de todos modos poco y nada me importaba. Me miró de reojo al término de esa charla fugaz y me permitieron el paso a la ciudad de Goa, un lugar problemático para volver a pisar, pero directamente poco y nada me importaba, solamente debía tener cuidado con los guardias del Marçois si es que quería pasar desapercibido, más de una persona sospecharía que venía a este lugar con la intención de tener mi venganza, aunque hacía años ya me había olvidado de eso y lo dejaba atrás.

Comencé a caminar dejando atrás las puertas y por ende, a aquellos guardias. Ya se notaba el cambio repentino de aroma, ya no era olor a basura sino a perfume, a tela nueva, a comida recién terminada de hacer, humeante y deliciosa. Se me caía un poco la baba pero no tenía demasiado dinero como para permitirme tales lujos, y si... en aquel lugar tampoco es que la mercancía fuese demasiado barata.
— "Ugh... puta hambre, me comería un caballo si fuese posible ahora mismo, pero debo guardar la compostura, en una de esas me encuentro con un vendedor ambulante." — pensé en su momento. Mi físico llamaba la atención en demasía, no era algo normal que entre la jerarquía mayor de sociedad burocrática y narcisista se escabullera alguien con un cuerpo tan trabajado, teniendo en cuento lo escuálidos o gordos que llegaban a ser ellos, cuidando sus físicos pero de otra manera. Pero, me camuflaba muy bien entre ellos, al final de cuentas... mi personalidad íntegra había sido creada a partir de estos principios por los cuales ellos viven; Recordar esas calles una por una era más o menos un suplicio para mi, no me gustaba para nada el ambiente que ahora debía revivir, pero... había alguien con quien quería encontrarme antes de partir nuevamente, alguien que me debía muchas explicaciones... de un pasado doloroso, lleno de mentiras y engaño, ¿lo malo de todo esto? Es que debía buscarlo, y encontrarlo. No sería pan comido.

— "Tantos recuerdos, tantas nostalgias... y como NO las echo de menos, madre que los parió... pero al menos me llevé algo bueno de ellos, mi perfección, ellos se lo perdieron." — pensé con un ego estrepitoso. Sonreía de medio labio ignorando los comentarios que aquellos Nobles de mierda decían, sí... podía partirles la cara, pero... Narrador, ¿qué tiene eso de divertido más que un regocijo para mi por unos momentos? La diversión no duraría mucho luego de que se me vinieran cincuenta guardias de la nobleza encima y me partieran el alma, por no decir cosas peores; Miré por aquel callejón, que no muy a lo lejos se encontraba un bar de poca monta, con cierta bajeza al menos para este lugar, pero para mi... era todo un lujo, era una taberna mucho mejor que las que uno se encuentra en las afueras del Reino de Goa, uno no se puede esperar menos de los que una vez fueron mis tutores... la verdad que lo que para ellos es basura, para los demás son tesoros. Pero demasiada palabrería. Me dirigí caminando a paso marcado, suspirando levemente y encontrándome con un par de gamberros de estos que se te ponen enfrente y te amenazan con una navaja. Me quedaron mirando amenazantes, mientras me pedían mi dinero.

— O nos das el dinero, gigantón... o te rebano el estómago y te ahorco con las tripas. — decía uno relamiendo su cuchilla. Yo enarqué una ceja mientras miraba de reojo al otro, el cual tenía cara tan de loco como el otro. Pero seguramente se estaban haciendo. — ¿Seguro que quieres llegar a resolver las cosas de este modo? ¿No prefieres mejor que les compre una cerveza y pan? — cuestionaba yo en un tono despreocupado, como si no me dieran miedo... y a decir verdad, no... no me daban miedo en absoluto, en realidad me daban lo mismo, eran simples imbéciles que se creían los putos dioses por tener algo que los demás nobles nunca se animarían a usar con ese fin: Un cuchillo de manteca; Sí, esa era la 'navaja' que estaban usando, tampoco es que gente fuera de lo que venía siendo la Guardia Oficial del Reino de Goa pudiera tener permiso especial para portar ese tipo de armas, y no parecían buenos ladrones como para hacer un poco de manoteo y así robar las armas de los guardias, eran más bien unos buenos para nada; — Oh... bueno, si lo dices de ese modo, podemos acceder a un trato. — decía el del cuchillo, sonriendo algo aliviado de no tener la necesidad de hacer eso.

— ¡Bien! Entonces acompáñenme. — dije yo. Ellos dieron la vuelta seguro sabiendo que debían dirigirse a la taberna, pero apenas me dieron la espalda, arrugué el ceño poniendo una mirada sumamente fría, y les tomé de los lados de sus cabezas, uno a cada uno con mis grandes manos, y las acerqué con tanta potencia golpeando un cráneo con el otro, que seguramente tendrían una fuerte contusión cerebral y posible fisura de cráneo. Me limpié las manos al momento que aquellos dos muchachos de apariencia no mayor a los 19 años cayeron inconscientes al suelo, blandos como bolsas de papa, y solté un bufido con agobio. — Como odio tener que ensuciarme las manos con tales alimañas. Malditos niños de hoy en día... Pfft~... asaltando con un cuchillo de manteca. — giré los ojos despreocupadamente y pasando por encima de ellos, seguí rumbo a la taberna, entrando en esta tranquilamente ya escuchándose la música de fondo. Realmente no me preocupaba mucho el que hubiera mucha gente, estos parecían no tenerme odio alguno al verme entrar, al contrario... al ver las cicatrices de mi rostro y mi apariencia rudimentaria, siguieron cantando de lo más contentos, inclusive mirándome con una amplia sonrisa, o bueno... lo que podía llamarse sonrisa, ya con un ojo a medio cerrar y borrachos hasta la coronilla.

Me aproximé a la barra, sentándome en una de las bancas, y cuando se acercó el tabernero me lo quedé mirando fijamente, mientras este secaba una jarra de vidrio con un paño. — ¿Qué se te ofrece? — preguntó él, con una expresión bastante neutral, pero no maleducado. — Una jarra de cerveza, y una chuleta de carne a la parrilla. — ordené mirando un pequeño cartel que decía lo que se podía pedir. El tabernero asintió levemente con la cabeza, y un tablón colgado en una pared lateral de aquella taberna me llamó la atención. Estaba llena de carteles de "Se Busca", aunque ninguno de ellos me interesaba demasiado, podría decirse que las recompensas de aquellos piratas no eran demasiado significativas como para que fuese a preocuparme por ellas. De todos modos, tal vez les echaría un vistazo luego de terminar de beber mi cerveza y comer la carne... tal vez podría entretenerme un poco cazándolos, quien sabe... nunca se adivina lo que el destino le tendrá preparado a uno, y mucho menos yo... ni que fuera clarividente o algo así.