[Privado // Kamemaru, Shio] Moises, ¿eres tu?

Nadaba tranquilamente por las cálidas aguas del South Blue. El calor era agradable, corría una ligera brisa que acariciaba mi lomo con delicadeza y el calor del sol llegaba hasta mis huesos, calentando todo mi cuerpo. Había llegado a entender el porque los humanos, sin estar preparados para la vida marina, se habían adentrado en el mar.
los humanos eran criaturas extrañas e interesantes, no siempre trataban a sus iguales como si lo fuesen y mucho menos, trataban a las distintas razas como sus iguales, por eso, los gyojines, las criaturas más extrañas a sus ojos habíamos sufrido su maltrato.
En particular, yo no había sufrido mucho, prefería ser un alma libre y a no apenarme por no ser aceptado. Siempre había sido así, mi propia familia no me había aceptado durante toda mi vida, ¿qué podía importarme que los desconocidos no me aceptasen?
Mi trayecto por la superficie me había llevado a concebir un plan, una hermandad gyojin. Eran muchos los que habían sufrido por culpa de los hermanos, pero eso no seguiría siendo así. Los humanos gobernaban la mayoría de la tierra y pretendían hacer lo mismo con el mar, ero eso no iba a ser así, el mar nos pertenecía a los gyojines, y aunque nuestro territorio natal había sido el fondo del océano, ahora lo sería la superficie de éste.
Seguí nadando, tranquilamente a la espera de encontrarme con un hermano en las inmediaciones de alguna isla.

El viaje no se prolongó mucho más, a lo lejos creí localizar un islote, me sumergí para bucear un rato, en efecto, una montaña submarina parecía estar bajo mis pies, por lo que sería una isla. Un banco de sardinas se cruzó en mi camino, perseguidas por un grupo de delfines que estaban de caza. Me miraron y los miré, incluso algunos vinieron a saludarme y a ofrecerme unirme a la caza, pero lo rechacé amablemente, no me apetecía cazar, porque no tenía hambre, además tampoco es que fuese muy amigo de las comidas crudas, menos desde que llegué a la superficie.

Nadé durante algunos minutos más y llegué al islote, donde salía a descansar un rato. Me llevé una sorpresa pues allí estaba un extraño hombre tortuga, por fin me encontraba con un gyojin en aquel mar. Me acerqué a él, sonriendo, pues en realidad sí que estaba alegre por encontrármelo.

-¡Hola! –saludé con entusiasmo -soy Shio, y estaba buscando alguno de los nuestros, me alegro de encontrarte.

No había conocido nunca de un gyojin que atacase a otro a lo loco, pero era mejor tener cuidado, pues dese que había llegado a la superficie, mucho de mis esquemas sobre el comportamiento de las personas habían cambiado demasiado.