[Pasado][Privado][Maximilian - Drako] La villa más peligrosa: Descubriendo la corrupción entre el orden y la crueldad.

Un hombre ebrio y eufórico por el alcohol se balanceaba en medio de la calle. Tenía una botella en la mano y se detenía a darle un trago cada cierto tiempo para luego ponerse a cantar eufóricamente algo que realmente no entendía. La calle principal de Villa Cocoyasi estaba bastante concurrida pero cuando el borracho apareció todos trataron de evitarlo, alejándose de su camino. Yo me encontraba caminando tranquilamente, buscando algún lugar donde poder pasar la noche cuando eso sucedió. El hombre no parecía poder controlarse y daba giros completos mientras caminaba tambaleándose de un lado al otro. Yo solo lo observaba, ya que no me quería meter en problemas con nadie por ayudarlo. Me cubrí la cabeza con la capucha y camine lentamente cuando de pronto un alarido hizo que levantara la mirada y viera como aquel borracho estaba tomando de la mano a una joven de cabello rubio bastante simpática. La chica intentaba librarse de él pero era inútil. El borracho quería besarla a la fuerza y eso me incomodo un poco.

Un joven de cabello negro se acercó al ebrio y le colocó la mano en el hombro.

-Ya basta, deje a la señorita en paz – dijo con severidad

El hombre se giró y le rompió la botella de vidrio en la cabeza. El joven cayó al suelo y la sangre comenzó a brotar de su cabeza. Aquello ya era demasiado para que lo pudiera ignorar. La joven que estaba aún atrapada por el brazo quiso librarse, dándole una mordida en la mano al ebrio y él grito de dolor, soldándola. La chica empezó a correr pero tropezó y cayó al suelo. El hombre ebrio y llenó de ira sacó una pistola de su cintura y le apuntó a la chica. A toda velocidad corte la pistola por la mitad para luego enfundar mi katana.

-Ya basta, creo que se ha excedido señor – dije mirándolo con severidad

El ebrio cayó hacia atrás espantado porque yo había aparecido de la nada.

-Qui…quien eres tu

-Lo siento tuve que hacerlo, iba a lastimar a la señorita

El hombre se puso de pie a duras penas y se fue corriendo maldiciendo y jurando que se vengaría. Suspiré aliviado por que la situación había terminado y me acerque a donde estaba la joven.

-¿Te encuentras bien? – le pregunté mientras le estiraba la mano – permítame ayudarla

La joven se puso de pie con mi ayuda y me agradeció. Me gire y recordé al chico que había recibido el botellazo en la cabeza. Lo vi levantarse lentamente y con la mano en la cien tenía una expresión de dolor en el rostro.

-Necesitas de un doctor – dije mientras me acercaba a él

-Yo soy doctor – dijo el joven mientras se colocaba un pañuelo en la cabeza – gracias por ayudar a la señorita

-Lamento lo que pasó – dijo la chica muy apenada

-No te preocupes Esmeralda, regresa a tu casa, yo estaré bien

-Sí, mis padres deben estar preocupados

La chica se dio media vuelta y antes de que se fuera se despidió mirándome con una sonrisa en el rostro y con un cierto rubor.

-Eres nuevo por aquí verdad – dijo el joven medico dirigiendose a mí

-Si he llegado aquí esta mañana

-Todas las semanas es lo mismo, siempre hay un loco que altera la paz de este lugar

-Lo tendré en cuenta, gracias

-Buena suerte y esperó no tener que atender por algo que pueda pasarte, gracias por todo

-No lo creo – le dije mientras le sonreía

Aquel hombre se alejó de lugar y las personas volvieron a transitar tranquilamente por calle.

Caminaba por una de las calles de aquella ciudad, el sol brillaba con fuerza y unas escasas y pequeñas nubes adornaban el gran cielo azul. Unas ráfagas de aire se podían sentir en la piel a cada momento, aquello, me relajaba. Paseaba con tranquilidad, sin prisa, pero sin pausa. Llevaba las manos en los bolsillos, y mi habitual camisa de cuadros verde, con mis pantalones vaqueros marrones. Unos zapatos del mismo color tapaban mis pies.

Buscaba una herrería donde poder comprar el cuero que tanto buscaba para la creación de mi nueva daga, pues me habían comentado que por aquellos lugares frecuentaba un buen herrero bastante conocido, Dike. Los rumores decían que procedía de mi tierra, el East Blue, aunque para ser más exactos de Shellstown. Decían que había venido a estas tierras, para alistarse en la Marina, aunque acabó mudándose aquí porque conoció a su amor, o al menos eso me contaron.

Miraba todos los puestos de la calles, aunque en una peculiar, parecía haber ocurrido algo bastante grave. Cuando yo llegué, un hombre bastante gordo, y con la cara más colorada que un tomate, se fue corriendo gritando que se vengaría y tal cual. Este, se topó conmigo, y dándome un empujón me gritó:

-¡Aparta de mi camino escoria!

Aquel tipo iba borracho, se le notaba, y mucho. Aunque con estas palabras, me quedé pensando a la vez que movía la cabeza de un lado a otro y me llevaba la mano a la cara.

-Hay días tontos, y tontos todos los días...

Con el encuentro con aquel ''papanatas'', me perdí que había ocurrido, pero al parecer un chico seguía en ''la zona del crimen'', por lo que decidí acercarme a echar un vistazo. Caminaba sosegado, con las manos aún en los bolsillos, y una vez que me encontraba lo suficiente cerca como para que me escuchase le dije tranquilo:

-Muchacho, ¿quieres una cerveza y me cuentas que ha ocurrido?

Con estas palabras, le llevé una mano a su hombro, a la vez que con la otra le indicaba una taberna cercana. Me volví a guardar las manos en los bolsillos, y entré a la taberna, y sentándome en una mesa, me pedí un café.

Caminaba tranquilo y mirando a mí alrededor como las personas iban y venían por las calles. No quería pensar en que podría tener problemas con los marines pero algo me decía que el día iría bien si era precavido. Doble por una esquina y escuché algunos murmullos y risas cerca de donde estaba. Me detuve y vi que estaba frente a la puerta de una taberna. Debía haber bastantes personas riéndose y divirtiéndose allí porque las risas se escuchaban hasta afuera. Con pocos ánimos, abrí la puerta y decidí entrar. Casi toda la taberna estaba llena de gente riéndose y conversando entre ellos. Busque con una mirada una mesa vacía y la hallé alejada de todo el resto de mesas. Estaba en un rincón oscuro y sin reparos camine hasta allí y me senté. Deje mis cosas y mi guitarra a un lado para sacar de mi bolso de viaje una botella con de vidrio con zumo de frutas que había conseguida unos días antes en la tienda de otra isla.

-Me preguntó, a que vienen tantos problemas en este lugar – pensé mientras me llevaba a la boca la botella para beberla.

El jugo aún se conservaba bastante bien a pesar de que habían pasado bastantes días desde que lo compré. Miré frente a mí y vi que un niño pequeño que apenas y podía ponerse en pie estaba sentado en una silla pequeña mientras su mamá le tomaba de la manos, jugando con él. Su madre era una mujer pelirroja con un vestido de flores y una chaqueta encima de color azul. Me pareció muy joven y no entendí por qué estaba sola.

-Tal vez esté esperando a su esposo

Aquella imagen me hizo recordar a mi madre y a mi después de que mi padre se fuera.

Aquel chico caminaba conmigo, nos dirigiamos a una taberna cercana, donde nos tomaríamos algo. El hombre, había observado en todo el momento la escena, o al menos eso me dijo durante el trayecto al bar. Nos sentamos en dos sillas cercanas a la puerta, concretamente a la izquierda de esta. Le pedí al camarero un café, e invité a aquel hombre a otro, o a una cerveza. Este, en un principio se negó, pero después cedió a una. Tras traernos lo pedido, y darle un sorbo al café, le pregunté:

-Bueno, señor, ¿podría explicarme que ha ocurrido?

-Claro que sí.- Dijo dándole un largo trago a la cerveza.- Mire, un hombre borracho ha intentado...

El hombre me lo explico todo detalladamente, sin saltarse nada. Al final, estuvimos allí charlando bastante rato, y aquel hombre se bebió varias cervezas más pese a en un principio no querer ninguna, y yo sin embargo solo me bebí dos cafés, ya se si bebía más, propablemente acabara muy acelerado y nervioso.

-Bueno señor, ¿sabe usted dónde se dirigía aquel hombre que ayudó a la señorita?- Le dije refiriéndome a Max.

-Lo siento agente, pero no dijo nada.- Me respondió.

-Bueno, no importa, muchas gracias por los datos, y no se moleste, ya pago yo. Un placer.- Le dije a la vez que me levantaba y le daba la mano.

Me levanté, y me acerqué a la barra. Le pregunté al camarero el precio, y le pagué sin rechistar, pese a ser bastante el precio. Tras esto, salí a la puerta de la taberna.

Mientras bebía el líquido refrescante de mi botella pensaba algo que podría hacer en ese lugar. No se me ocurría otra más que buscar algún lugar donde estén pagando bien por algún trabajo de guardaespaldas pero no quería volver a servir a algún zopenco fastidioso e irritable que lo único causaría en mi serian unas ganas inmensas de matarlo. De pronto algo interrumpió mis pensamientos. El sonido de un plato rompiéndose en el suelo y un gritó bastante fuerte que resonó en todo el bar.
 
-Esa porquería esta salada, acaso no pueden servir algo mejor en este lugar
 
Un hombre musculoso y bastante grande, de cabello corto, ojos hundidos y barba pequeña le había tirado al suelo un plato de sopa mientras le gritaba al joven camarero que tenía en frente. El chico no se movía y estaba demasiado pálido. El hombre musculoso estaba acompañado de otros 4 más de un aspecto no tan agradable, quienes se reían mirando al pobre muchacho.
 
-Quiero que lamas esa porquería y me traigas una buena comida pero esta vez será gratis
 
El chico hizo un gesto de negación pero con mucho temor y el hombre musculoso que estaba hablando se puso de pie. Tomó al chico del cuello y lo estampó contra el suelo mientras movía su brazo de un lado otro, restregando el suelo con la cara del muchacho. Era en verdad una situación muy humillante que no aguanté pero justo en el instante en que iba a cruzar el local para ir a ayudar al chico, la puerta se abrió y apareció la figura de un hombre de mediana estatura vestido con saco y pantalón blancos. Cabello ondulado, cara redonda y unas cejas pobladas. Tenía una expresión bastante seria y detrás de él aparecieron 4 hombres vestidos con trajes grises, corbatas azules y camisas blancas.
 
-¿Por qué tanto escándalo? – dijo la voz chillona del aquel hombre

Yo estaba de pie, sin moverme mirándolo fijamente cuando sus ojos se posaron en mí. El hombre musculoso dejó al muchacho en paz y caminó con sus compañeros al lado del nuevo grupo que había llegado.
 
-Lo lamento Don Colven, estábamos comiendo cuando…
 
El hombre le dio una bofetada con la mano derecha y vi que tenía algunos anillos de oro en los dedos.
 
-Imbécil, porque causas problemas – dijo mientras miraba a uno de sus escoltas y le susurraba algo al oído – pero esto ya no me importa – dijo mientras chasqueaba los dedos de la mano con la que había golpeado al hombre musculoso y desde atrás aparecía dos hombres más empujando a otro más al frente.

Reconocí rápidamente al ebrio que había estado causando problemas horas antes y cuando me vio esbozo una sonrisa maquiavélica. Se acercó al que había llamado Don Colven y con la cabeza agachada le susurró algo que pude oír:
 
-Es él
 
El hombre de mediana estatura me miró y con una expresión sombría dijo:
 
-Parece que tenemos que arreglar algo con alguien

Off-rol:

Salí de la taberna minutos antes de que se oyese un estruendoso ruido, procedente del interior de la taberna, así como unos gritos de la misma. Temía que el buen hombre que me había ayudado estuviese en peligro, o por el contrario, me hubiese engañado y en verdad fuese un criminal. Me decidí entrar a la vez que veía como al final de calle aparecían unas siluetas de color blanco. Parecían bastantes, y la verdad, no me gustaban demasiado sus pintas.

Entré algo extrañado, a la vez que sorprendido. Un hombre musculoso estaba arrastrando a uno de los camareros por el suelo del local.

-Puf... Matones de pueblo...- Me dije a la vez que me llevaba la mano a la cara a modo de decepción.

Al parecer no había sido aquel hombre, pero esperaba que estuviese bien. Eché un vistazo a mis alrededores y pude ver como el hombre con el que acababa de hablar minutos atrás, estaba sentado en una silla, bebiéndose otra cerveza y con un sombrero de ala corta sobre la cabeza. Este, tenía esta inclinada, tapando así su rostro. Estaba sentado con las piernas cruzadas, y evitando ver las acciones de aquel engreido.

Tras estar seguro de que aquel buen hombre no estuviese en peligro, me dispuse a ir a por los tipos abusones. No había dado ni tres pasos cuando por la puerta asomaron los hombres trajeados de blanco. Entraron, y un hombre con una voz chillona preguntó:

-¿Qué ocurre aquí?

Tras esto, se acercó a ''recoger'' a aquel hombre problemático, y con eso, un hombre de ellos le dijo al jefazo:

-Es él.

-Hagámoslo.- Le respondió el jefe.

Pude escuchar a la perfección que decían gracias a mis dotes de asesino y espía. Se acercaron a paso lento a un joven chico, y tras examinarlo detenidamente me di cuenta que era el mismo joven que había descrito aquel hombre. Pelo largo, aspecto jovial... -Es él.- Me dije.

Iba a acercarme a ayudarlo, cuando el hombre con el que había hablado con anterioridad se levantó y dijo:

-Verdugos del demonio, dejad a este buen hombre. Lo único que hizo fue salvar a una joven dama de ese imbécil borrachón. Podemos llegar a un acuerdo, aunque si quereis...no.

Sacó una katana, y con ella apuntó a la frente del jefazo. Se interpuso entre el joven y los mafiosos, para ayudarlo. Yo, estaba justamente detrás de los mafiosos. Me acerqué a uno de ellos sigilosamente, al de más atrás, le presioné con fuerza distintas zonas certeras del cuello, para que cayese insconsciente al suelo.

Aquella situación se había vuelto demasiado peligrosa. Un tipo desconocido apareció frente a mí y dijo algo que no me gustó mucho, ya que otra vez alguien volvía a meterse en mis problemas sin que yo pidiera ayuda.
 
-Verdugos del demonio, dejad a este buen hombre. Lo único que hizo fue salvar a una joven dama de ese imbécil borrachón. Podemos llegar a un acuerdo, aunque si queréis...no.
 
Su mano se movió hacia su cintura y desenvainó una katana con un filo bastante bueno. Su brazo dibujo una leve curva en el aire, levantándose hasta que la punta estuvo en dirección al tipo que parecía ser el jefe de algún grupo criminal que controlaba la ciudad. No parecía extraño, ya que a pesar de que los marines estuvieran ahí de seguro no harían nada para impedir todo esto. De pronto, una voz llegó desde la puerta.
 

Capitán Ashasi Sato:

-Suficiente
 
Todos dirigimos nuestras miradas hacia allí y vimos como un hombre con un saco blanco que chocaba contra el suelo y adornadas con hombreras de azul. Lo reconocí rápidamente como un oficial de los marines. Se acercó rápidamente al jefe y con una sonrisa algo fingida dijo:
 
-Perdone los problemas Don Colven, no se preocupé, yo me haré cargo de esto, le aseguró que no se volverá a repetir.
 
El mafioso pareció mirarlo con desprecio pero luego de unos segundos suspiró con resignación. Se dio media vuelta y justó cuando iba a irse dijo:
 
-No vale la pena, vámonos
 
Obviamente ya tenía todo en mi contra. Los marines habían llegado y ahora de verdad tendría problemas, al menos con ellos porque era obvio que algo pasaba entre ese tipo mafioso y el oficial que había llegado. No quería más problemas así que lo único que hice fue calmarme y prepararme para defenderme solo con mis palabras aunque en el fondo sabría que no valdría de nada.

- Capitán Drako, ¿me preguntó que estará haciendo usted aqui? - dijo con fuerza, casi gritando, mientras miraba hacia la parte de atrás del grupo del mafioso

De repente, unos marines aparecieron por la puerta. Yo, al menos no me lo esperaba. El oficial que los comandaba, comenzó a hablar con el jefe de los mafiosos, dejándolos escapar así sin más.Tras eso, comenzó a decir que él se ocuparía del hombre y del joven que salvó a la señorita. Me preguntó que hacía yo en aquel lugar.

-Yo, el problema no soy yo. El problema es porqué dejas escapar a esos mafiosos, no eres fiel a la Marina.- Tras decirle unas verdades a la cara, creé un muñeco de unos 2 metros y pico.

Este muñeco, se desplazó aprovechando que yo era la distracción en aquel momento hasta la puerta, evitando así que se escapasen los mafiosos. El oficial marine recién llegado, frunció el entrecejo a modo de cabreo. Con este gento con el que demostraba su infidelidad a la Marina, saqué mi Den Den Mushi, y llamando al cuartel general dije:

-Chicos, tenemos un caso 052, infidelidad a la Marina por parte del oficial Asashi Sato, ¿tengo licencia para matar?

Tras unos intantes de silencio al otro lado del Den Den Mushi, donde solo se podía escuchar el respirar de una persona y alguna persona hablando, me respondieron:

-Capitán Drako, me han confirmado que sí, sí tiene licencia para matar.

Tras esto, ambos desenfundamos nuestras armas, él una katana y yo, mi machete, Rishin.

Un gran caos se estaba comenzando a evidenciarse en aquella taberna. Los clientes que habían estado tranquilamente bebiendo y comiendo salieron huyeron por la puerta para no ser parte del conflicto que se había generado. En lugar solo se quedaron el grupo de mafiosos, su jefe, 5 marines que habían escoltado al oficial de los marines hasta allí, otro supuesto marines que por su aspecto me hacía dudar mucho si lo era, el espachin que estaba frente a mí. Yo también estaba ahí ahora pero nada podía hacer ya para evitar aquella situación. Se podía sentir como la tensión iba aumentado poco a poco, mientras todos nos mirábamos los unos a los otros, tratando de ver quien reaccionaba primero. No quería enfrentarme a nadie pero ya era inevitable y todo por ser solo amable con las personas de esa ciudad. Los hombres vestidos con trajes parte de la escolta del jefe mafioso sacaron unas pistolas, apuntando al espadachín que tenía al frente y a mí.

-¿Es enserio? – pensé mientras miraba las armas de fuego que en cualquier momento soltarían sus disparos en mi dirección

-No hay otra forma de hacerlo – dijo el hombre que estaba frente a mi

Coloqué mi mano derecha en la empuñadura de mi katana del mismo lado al mismo tiempo que veía como la hoja del otro espadachín volvía a moverse. De pronto, los hombres apretaron los gatillos de sus armas y una ráfaga de disparos salio disparadas contra nosotros. Ambos las esquivamos para luego atacar a los 4 hombres cada uno por un lado, yo fui los dos de la derecha mientras que el otro espachin fue por izquierda. Mientras corría para atacarlos di una rápida mirada a ambos oficiales de los marines. Por un segundo me pareció muy extraño que sirviendo para la misma causa fueran el uno contra el otro.

-No hay más remedio – pensé mientras mi espada se movía en el aire para cortar a los mafiosos que nos habían disparado.

Los cuatro hombres cayeron al suelo con cortes muy profundos en sus pechos y ahora solo se quedó el jefe sin nadie que lo ayudará. El hombre balbuceaba y nos miraba. Era obvio que tener a dos espadachines en frente no era algo para pasarse desapercibido.

-Les pagaré lo que quieran pero dejen me ir – dijo mientras retrocedía y caí al suelo de espalda.

Desde fuera nos llegaron unos disparos a lo que me fije y vi que eran los marines que habían comenzado a disparar sin más ni más hacia el local.

-Oye, debemos salir afuera – dije al hombre que estaba a mi lado con la espada desenfunda. Me pegué contra la ventana que estaba a lado de la puerta y me agache para evitar que alguna bala me diera.

De pronto, no se como pero oí el crujir de la madera muy cerca de donde estaba y una fuerza extrañar me tomó del cuello lanzando hacia el otro lado de la calle, haciendo que me estrellera contra una casa de madera y destruyera la pared que daba a la calle. Aparecí boca arriba mirando el techo de la sala de aquella casa. Una línea de sangre corría desde mi frente.

-¿Qué demonios ha pasado? – me pregunté mientras me ponía en pie. Coloqué mi mano en el borde del gran agujero que había creado en la pared y pude ver que un hombre bastante grande, con lo que parecía ser una armadura guinda con extraños adornos estaba parado a lado de la puerta de la taberna.

Giganto:

Los marines se habían movido a un lado y lo miraban desconcertado. Al otro lado de la calle, al menos 30 sujetos con pintas de criminales habían llegado armados con porras, espadas y fusiles. El jefe mafioso aprovecho el agujero en la taberna y salio a la calle.

-Bien echo Giganto

-De nada jefe, puede retirarse, yo me encargaré de aplastar a estas basuras

-No mates a los marines, solo esé que está ahí y a otro espachin que está dentro

-Sí, señor

Llegaron hasta dos nuevos sujetos con trajes y lo escoltaron hasta que desapareció del lugar.

El samurai, atacó a varios mafiosos, junto al otro chico, abriéndoles una grave herida en el pecho a los cuatros. El oficial se giró para ver lo que ocurría, y yo, aprovechando esto, imbuí mi puño derecho en haki y aura cortante, y le di un fuerte puñetazo en la cabeza, tirándolo al suelo mientras rodaba y se llevaba consigo varias mesas y sillas y rompía la pared.

Se levantó con un largo chorro de sangre que le bajaba por la cara, y dio un grito a los marines:

-¡Imbéciles, disparádle al cabr** este, matádlo!

Los marines salieron corriendo, al parecer, no querían ser traidores al igual que aquel oficial. Habían hecho lo correcto. El oficial desenfundó su otra espada, para así poder combatir conmigo. Se acercó corriendo, e intentó darme un tajo eficaz al pecho, intentando atraversarmelo, pero lo pude preveer con mi mantra, aunque fue bastante listo y me consiguió hacer un corte en la pierna izquierda. No era muy profundo, pero me hizo sangrar bastante.

-Traidor, ¿crees que con esa simple espada vas a poder conmigo?

Creé otro muñeco, y con la ayuda de este, hice que mi brazo se volviese de paja super-resistente y lo imbuí en Body Of Fire, Aura Cortante y Haki armadura, para cuando pudiese darle un puñetazo, mientras mi otro muñeco, el cual había creado con anterioridad le tomase las espaldas y le diese una fuerte patada en estas.

-Samurai, esta es mi batalla, sal fuera y lucha junto al joven.- Le dije al hombre.

Tras esto, el samurai salió al exterior para intentar ayudar al chico.

El tipo que me había saco a la fuerza de la taberna y envió contra una casa del otro lado de la calle era una mole, ya que no media menos de 2.30 m y su armadura le daba un aspecto intimidante. Caminé hasta estar en medio de la calle y vi que estaba entre el grupo de hombres que parecían ser parte de la mafia y el grupo de marines. Tres enemigos y sin nadie que ayudara, aquello era mi realidad pero no me importaba mucho ya que antes las había visto peor. No pasó mucho tiempo para aquella situación cambiara. Desde la taberna salio el espadachín que antes me había ayudado.

Samurai: