El fabricante de muñecos y la gran semana de campeonato [Pasado][Privado][Maximilian - Sarah]

Escuchaba fuera de la cabaña ruido, no sabía bien que era, pero viendo que faltaba Max podía intuir algo, me desperté desperezándome con un bostezo, estirándome, frotando mis ojos, cuando me desperecé, me abrigué todo lo posible para ver que ocurría.

Finalmente vi que estaban fuera Max y uno de los simios jugando, sin que se diesen cuenta hice dos bolas de nieve, y se las lancé respectivamente, mientras el simio le hacía cosquillas a Max.

-¿Una guerra de bolas de nieve o de cosquillas y no he sido invitada?, muy mal ¿eh?, -dije sonriendo mientras me acercaba a ellos, iba con intención de unirme al simio para hacerle cosquillas a Max, se que no le gustan, pero me encanta verle reír.

-¿Y ahora que?, ¿eh?, ya no hay quien te libre de mis dedos, -le dije mientras yo le hacía cosquillas en los costados, y el simio por los pies, era gracioso ver a Max intentando sacarnos de encima, ver como se reía de forma frenética.

No podía para de reír. Por un momento creí que mojaría mis pantalones sí no hubiera recordado que recién había orinado. El simio detuvo su ataque y se sentó mirándome. Me aparté un momento de Sarah y le di un beso en la frente. Le sonreí y miré al simio otra vez.

-¿Te has perdido de casa?

El simio se puso en pie y comenzó a dar vueltas en círculos mientras sonreía. Cualquier persona en el mundo creería que yo no era un pirata hábil en el combate, sí me hubiera visto riendo con la actuación del animal. Gabriel apareció detrás de Sarah.

-Oh, tu otra vez aquí –dijo mirando al simio -. Hace algunas semanas lo encontré en el bosque malherido. Le ayude con sus heridas y desde ese momento a veces viene a jugar con Esmeralda.

Luego de eso, saqué una galleta que tenía en mi bolso y se la da. El simio la cogió con sus dos manos y se la comió al instante.

-Desayunemos y luego pongámonos a trabajar –dijo Gabriel mientras entraba nuevamente a la cabaña.

Tenía algunas ideas en la mente para unos juguetes que podrían convertirlo en el triunfador de la competencia y se lo mencionaría luego del desayuno. El simio también entro con nosotros. Mis compañeros ya tenían sus tazas con chocolate y Gabriel colocó en una mesa baja, pan y algunas tiras de carne. Abrí el pan e introduje la carne dentro. Tenía un sabor excelente y lo disfruté mucho.

Cuando Max me dio el beso en la frente noté un ligero escalofrío, tenía los labios fríos y fue una sensación extraña, el simio se puso a dar vueltas, que gracioso era, debía de ser de un circo o algo.

Después de eso salió Gabriel diciendo algo sobre que el simio jugaba de vez en cuando con la pequeña Esmeralda. Nos avisó de que debíamos ir a desayunar, así que nos dirigimos a dentro, me senté en una de las sillas, y agarré un tazón de chocolate, me lo puse en las manos, para calentarlas, las tenía heladas de jugar con las bolas de nieve.

Puso a mayores en una mesa pan y carne, yo en este caso no tenía ganas de mezclar dulce con salado, así que saqué de una de las bolsas un dulce, y puse la bolsa con el resto en la mesa, para que cogiese quien quiera, había tarta de crema, galletas, y varias cosas mas, yo cogí un trozo de tarta de crema, estaba deliciosa, así que no me parecía mala idea compartirla.

-Y bien, ¿tienes alguna idea para la competencia?, quizás alguno pueda dar alguna idea, -pregunté y dije mirando a mi alrededor, nunca se sabe, podríamos tener una mente brillante entre nosotros que nos diese ideas, o mejor dicho, para darle ideas al bueno de Gabriel.

Mi mente comenzó a trabajar en la idea que había tenido antes. Lo mejor era algo que nunca antes se hubiera creado, algo que llamara mucho la atención.

-Gabriel, lo mejor es sorprenderlos a todos. Podríamos crear figuras más pequeñas de las que has hecho hasta ahora y hace crear un conjunto que exprese un momento determinado. Por ejemplo, podrías crear en muñecos de madera la imagen de una batalla, momento común en la isla o cosas así. Hay algo aparté de eso que podríamos usar para llamar la atención de las persona. Ryuto sabe fabricar cosas.

-Es cierto, lo había olvidado –dijo Ryuto sonriendo de manera graciosa -. Puedo ayudarte a darle vida a tus juguetes, podrían moverse si les colocamos un sistema de engranajes bastante sencillos.

-Lo ves, con ello podrías ganar el concurso

Miré a Ryuto y le agradecí con la mirada que estuviera de acuerdo con lo que había dicho. Definitivamente podíamos hacerlo. Gabriel nos miró sorprendidos. Unas lágrimas cayeron de sus ojos y una sonrisa se dibujó en su rostro.

-Gracias –dijo mirándonos con alegría -. Yo no me esperaba que quisieran ayudarme tanto.

-No es nada –le respondí -. Si la gente de la ciudad es como dices ser, me gustaría que les des una lección con tu verdadero arte.

Sonreí con cariño cuando Gabriel dejo salir de sus ojos unas lagrimas de alegría, a pesar de no conocernos aquel hombre me caía bien, y además era de mi raza, los hombres de mi raza suelen ser buenas personas, a no ser que los corrompan, estaba dispuesta a ayudarle como fuese.

La idea de Max de hacer una escena típica del lugar no parecía mal, el resto probablemente solo hiciesen simples muñecos, pero el hacer una escena de varias figuras llevaría mas tiempo y trabajo, debíamos ayudarle como hiciese falta.

-Yo no soy nada creativa para dar ideas, pero si que puedo ayudar con lo que necesites, igual que ellos, -dije abrazando con mi brazo derecho a Max, y con el izquierdo a Ryuto, eran muy buenas personas, no todos harían algo así por un desconocido.

Aunque a el ya no le considerábamos desconocido, puesto que nos acogió, nos alimentó, y bueno, le estamos conociendo poco a poco, es un gran hombre, en los dos sentidos de la palabra.

La mañana del día del campeonato

Las cosas estaban listas. Gabriel con ayuda de Ryuto y Owen habían creado una especie de recreación de un barco en batalla con un monstruo marino. Las figuras de los personajes que estaban en la cubierta del barco eran aproximadamente de un metro de altura y el monstruo marino de tres. Cargamos la creación en una carreta inmensa y nos preparamos para marcharnos. Me sorprendió bastante cuando Ryuto me mostró el resultado de su trabajo. Al girar una manivela que se encontraba detrás del barco, las figuras cobraban vida y se movían de una manera casi humana. El barco no tenía más de 4 metros y era una representación genial de un galeón pirata de alta mar.

Muy aparte de esa gran creación, también hicimos otros muñecos clásicos. Gabriel se tomó el trabajo de crear unas figuras que se parecían mucho a nosotros. Owen y Ryuto regresaron al puerto aquella para dejar los muñecos en el barco y nos encontraríamos en la ciudad.

Gabriel conduciría su gran carreta en la que llevaría su creación maravillosa. Yo, Ariana y Sarah llevaríamos una gran cantidad de muñecos para venderlos en la ciudad a un buen precio y darle todo el dinero obtenido al semi - gigante. La pequeña Esmeralda viajaría con su padre, ya que a pesar de todo el tiempo que habíamos pasado a su lado, aún era bastante tímida.

Terminamos de preparanos y emprendimos la marcha a la ciudad.

Me gustaba la idea de Max, el, Ariana y yo venderíamos algunos muñecos que hizo Gabriel. Era una buena manera de ayudarle a que le fuese todo mejor, era una buena forma de ayudar al hombre, así podría sacar un buen pellizco vendiendo obras suyas a mayores.

Cuando llegamos al pueblo, pusieron aquella pedazo de obra de arte en la ciudad, me fijaba al pasar que todos miraban sorprendidos la magnitud de aquello. Era totalmente comprensible, lo mas seguro es que jamas hayan visto semejante preciosidad de obra, y además con movimiento, que muy amablemente puso Ryuto. Desde luego ambos eran unos grandes artistas.

La ciudad estaba muy bonita, tenía pancartas por las paredes anunciando la competencia, había muchos adornos de colores, había aun algo de nieve por el camino, y aun estaba todo blanco, daba un aspecto muy bonito a la postal que creó en mi cerebro al verlo, veía un gran árbol adornado, había niños jugando por todas partes, los adultos iban ligeramente apurados, o bien por el frío, o bien por que tenían que hacer compras. Nada de eso me impresionó tanto como ver el barco de Gabriel en la ciudad, con ligeros copos de nieve cayendo de un árbol que tenían casi encima.


Al dejar aquel barco, Ariana, Max y yo fuimos por distintas calles vendiendo algunos muñecos, ya desde bien temprano, la vendíamos bastante bien, además eran de buena calidad, con buena madera. Se que por mi altura me iba a costar vender los muñecos, mas que nada por que yo les asustaba. Pero me puse mi mejor sonrisa, la mas dulce y tierna que podía, me lancé a las calles a vender, se la ofrecía tanto a niños como adultos. Los niños no suelen querer juguetes de niñas, pero entre la colección que tenía a la venta, tenía algunos soldados de madera. Una pareja de adultos se acercaron pidiéndome una muñeca y un soldado, eran para sus hijos, como regalo. Un poco mas tarde, una pequeña se acercó a mi, me agaché a su altura, y me pidió que le diera una muñeca, pero la madre se acercó rápidamente y se la llevó tirando de su brazo, dándome las gracias pero que no podía comprarla. Cuando me fijé me dio tanta rabia que se la regalé yo.

-Ten pequeña, invita la casa, te entrego una de las muñecas mas bonitas creada por la mano del hombre, -le dije entregando una muñeca de cerca de un metro, con un vestido rojo y blanco, con una botitas en negro, y con el pelo rubio, de ojos verdes. La madre insistía en que no podía pagarlo, pero la sonreí tiernamente, no pretendía que lo pagase, pues se lo quería regalar a la pequeña, lo pagaría por ella, y con creces.

Seguía por las calles mientras gritaba, -Se venden juguetes, compren sus juguetes artesanales, -después de unas horas ya me habían dejado casi sin mercancía, me estaba pesando la bolsa donde llevaba el dinero cobrado de los juguetes, y la verdad es que me sentía bien, poder ayudar a una familia en problemas es una buena obra.

Finalmente tras mucho insistir se la entregué y la aceptaron ambas de buen grado, puse en el saco donde guardaba el dinero que me pagaban por ella el triple de precio de lo que costaban, me parecía una buena obra de caridad. En un momento dado, sin acabar de vender todas las muñecas, aunque ya con muy pocas en el cesto, me reuní con todos en el puerto, miramos cada uno sin decir nada el cesto de los demás, al ver tan pocas muñecas debimos pensar a la vez, ``bueno, buenas noticias para Gabriel, casi todo se ha vendido´´, -pensé mientras miraba a los ojos a mis amigos vendedores.

Cuando me reuní con todos me fijé de nuevo en el árbol, tenía algunos guardias alrededor. No le presté mucha atención, pues Gabriel había comentado que solía haber seguridad, lo que no sabía si era la habitual, o si había de mas. Deje el cesto casi vacío en el stand improvisado, para acabar de venderlos en la misma. No veía muy seguro a Max, así que quizás empecé a preocuparme, no se si con razón o no. Debía estar atenta a lo que ocurría a lo largo del día.

Cuando llegamos a la ciudad, una gran multitud de puestos de ventas se habían establecido por todas las calles. Las tiendas ofrecían sus mejores productos y alguno pregonaba la calidad que poseía todo sus artículos. Ariana, Sarah y yo, nos dividimos con un cesto llenó de muñecos de madera y algunos de trapo para venderlos. El gran abeto decorado que estaba en la plaza estaba rodeado por algunos simios con armaduras, lo cual me dio a entender que la seguridad en ese lugar no era tomada tan a la ligera. Había tiradores repartidos en los tejados y a pesar de que tenían una actitud relajada, estaba seguro que podían reaccionar rápidamente a cualquier problema que apareciera. Gabriel colocó su carreta a un lado de la plaza y lo ayudé a ordenar un puesto improvisado para que mostrara alguno de sus productos mientras Ariana caminaba por la plaza con un cartel que decía, se vende juguetes. Algunos niños la rodearon y ella no supo cómo responder. Sonreí al verla tan nerviosa cuando los pequeños estiraron sus manos para coger los muñecos del cesto.

-¿La seguridad siempre es así? –le pregunté a Gabriel mientras ordenaba un pequeño conjunto de figuras de animales talladas en madera.

Gabriel me miró confundido. Observó a su alrededor y luego bajó la mirada. Su rostro adoptó una expresión sombría.

-¿Pasa algo malo? –pregunté mientras trataba de pensar en la razón por la que se había puesto así.

-Jamás hubo tanta seguridad, son demasiado confiados y avariciosos para gastar el dinero.

Definitivamente algo estaba pasando en la ciudad, pero no era el momento para preocuparnos. Descubrimos la gran creación y toda la gente comenzó a reunirse entorno a nosotros. Lanzaba miradas curiosas y murmuraban al ver al semi – gigante y su hija. Sarah llegó unos momentos después con casi el cesto vació. Le sonreí. Entre la multitud, vi algo que llamó mucho mi atención. La mitad de un rostro observándome oculto por un frondoso cabello. Una cara sin expresión y 20 hombres detrás de esa figura encapuchados. Las personas se movieron y cubrieron al desconocido que había mirado fijamente. Cuando se fueron acercando al barco hecho por Gabriel, el hombre extraño y los que estaban detrás de él habían desaparecido. Ariana se me acercó.

-¿Todo bien? – preguntó mirando en la misma dirección en la que yo miraba.

-Si –respondí con una sonrisa -. Disculpen, me ha dado un poco de hambre, voy a ir a buscar algo de comer. Quédense aquí y esperen a los otros dos.

Empecé a caminar y me coloqué la capucha para cubrir la cabeza con ella.

OFF - ROL:

Vi bastante preocupado a Max, decidí ponerme en guardia, por suerte llevaba algunas de mis armas. Aunque estaban ligeramente escondidas debajo de mi gran chaqueta. Tampoco vi mucho mejor a Gabriel, que también miraba extrañado a los guardias que rodeaban el árbol. Empecé a pensar que no ocurría nada bueno.

La gente empezaba a arremolinarse alrededor de las tiendas, y alrededor del árbol, como si estuviesen esperando algo. Aunque seguía con una sonrisa, me fijaba igualmente en todo. Tenía un ojo puesto en el stand para atender, y otro en la multitud. Pues que hubiese tanto guardia, y que tanto Max como Gabriel estuviesen mirando tanto para ellos, ya me estaba mosqueando.

Caminé por una calle oscura. Un andrajo mendigo quiso atrapar mi pierna, pero lo evité haciéndome a un lado. Llegué a un pequeño patio en medio de un conjunto de casas. Supuse que era el lugar donde la gente recogía agua y la llevaba a las casas porque allí había una pileta de donde brotaba agua. Escuché una respiración detrás de mí. Era pausada y profunda. Me acerqué a la pileta y cogí un poco de agua con mi mano derecha. La bebí y luego me giré, para ver quién estaba detrás. Un encapuchado se estaba frente a mí. Ocultaba la mitad de su rostro.

-Un mensaje de mi señor, te envía una oferta para que te unas a él –dijo sonriendo.

-No conozco a tu señor.

-¿Aceptarás o no?

-No me gusta la idea de ser subordinado de nadie

-Bien –dijo dando unos pasos atrás -. Pronto sabrás de qué estoy hablando. La oscuridad envolverá a este muño y nadie podrá de detenerlo.

Observé como desaparecía entre las sombras de las casas que me rodeaban. Luego entre los techos, montones de figuras saltaban alejándose de la plaza con el gran abeto decorado. Me pareció bastante interesante saber de qué estaba hablando. Regresé a lado de Sarah justo en el momento en que un hombre, con un abrigo de piel y el cabello del color de unas algas marinas verdosas, se acercaba al puesto donde estaba Gabriel.

-Interesante –dijo sacando un pequeño cristal circular que colocaba en su ojo izquierdo -. Un momento hermosamente representado y tienen movimiento. Bastante atractivo. Usted que dice señorita Krause.

Una chica con abrigo blanco y unos jeans apareció a su lado. Miró la creación de Gabriel y luego dijo:

-Demasiado absurdo, pero me gusta. Va bien con estos pueblerinos, son una manada de brutos. ¿Hay que irnos ya?

Reí para mis adentros. La chica definitivamente era una mujer bastante exasperante y me imaginaba que muchas personas la odiarían.

Cuando vi llegar a Max quise preguntarle que ocurría, así que lo agarré de un brazo cuidadosamente, y lo alejé de donde estábamos.

-A ver, explícame que ocurre, te noto extraño, y los guardias de alrededor del árbol no me están gustando nada, -dije cogiendo uno de los dulces que llevaba en la bolsa, uno para mi, y otro para el.

Le daba un mordisco al pastel mientras esperaba con los oídos bien puestos lo que tenía que contarme, no me gusta que me oculten las cosas, y menos si tiene que ver con la seguridad de los demás, o a la suya propia.

Sarah me apartó de los demás. Llegamos a un rincón, me soltó suavemente y pude ver una expresión de preocupación en su rostro. Se parecía bastante a la que tuvo mi madre cuando fueron a darle la noticia de la muerte de mi padre. Me entregó un pastel. Lo recibí amablemente y lo guardé en mi bolso de cuero. Escuché sus preguntas. Sonreí y miré a sus ojos fijamente sin parpadear.

-No pasa nada –dije sonriendo.

Me encantaban sus ojos, tenían el color que siempre me habían gustado y por un momento me sumergí en la profundidad de su mirada.

-En serio no pasa nada – volví a recalcar para que no tuviera dudas -. Creo que pronto darán los resultados del concurso, deberíamos ir a ver si obtenemos el triunfo por nuestro esfuerzo.

La tomé de la mano y tiré de ella como si de un niño se tratara. Definitivamente no le podía decir nada acerca de mi encuentro con ese hombre extraños y su particular proposición. Debía resolver ese asunto junto con mis compañeros sin necesidad de incluir a la semi – gigante, ya que no quería meterla en problemas.

A pesar de lo que me dijo no acabó de convencerme, no soy tonta, me he fijado en sus gestos, como miró a los guardias del árbol, en como miraba alrededor de si mismo como si buscase a alguien, en cada gesto. Lo que me contó no me daba ni un atisbo de confianza por su parte. Me estaba dejando de lado en algo gordo, y sinceramente me molestaba, pensé que podía confiar en mi, pero no es el caso.

-No me convences, pero de acuerdo, da igual que no quieras decírmelo, -dije un poco apenada por la situación. Que no confíe en mi duele, ¿que se le va a hacer?, es como un niño pequeño.

Cuando tiró de mi como a un crío me sonreí estúpidamente, poniendo los ojos en blanco, seguí andando con el tirando de mi. Llegamos junto a los demás, que estaban mirando atentamente la obra de arte que hizo Gabriel. Ahora que me paraba a observarlo mas detenidamente, me fijé que era precioso, con sus colores, todo perfectamente definido. Miré de repente hacia una voz que hablaba desde un atril.

Me sentía un poco culpable por no decirle nada a Sarah. De pronto, vi como los simios con armas desaparecían entre las calles aledañas y los sujetos que estaban en los techos dejaban sus posiciones. Gabriel y yo nos miramos. Suspiré agradecido porque nada malo había pasado. Un hombre vestido con traje y un abrigo de pieles comenzó a animar a las personas de la ciudad. Mientras daba su discurso de introducción, recordaba cada vez más y más las palabras de ese hombre encapuchado. Ryuto y Owen aparecieron detrás de mí.

-Eh, necesito hablar con ustedes –dijo Owen.

Ariana, Sarah y yo nos apartamos del resto. Owen y Ryuto se miraron.

-Estábamos en el puerto, arreglando las cosas para zapar cuando esto termine y vimos algo extraño.

-Fue bastante extraño –agregó Owen adoptando una expresión bastante seria -. Un grupo de tipos muy extraños aparecieron en el muelle.

-Eso no fue lo más particular, sino como se marcharon –dijo Ryuto -. Hace años que no veía uno, pero se fueron en un barco flotante. En realidad solo era un barco unido a un globo gigante de aire caliente, pero ver esas máquinas en estos mares no es común, ustedes no vieron algo extraño por aquí.

Moví la cabeza en señal de negativa. Era obvio que no quería decir nada hasta que estuviéramos en el barco.