Entrenamiento ardiente... Literalmente [Maestro-Alumna] [Sarah Foxxx]

No me fiaba demasiado del zorro, y con razón, notaba una sensación extraña en el ambiente, como si fuera a suceder algo distinto de lo que ha pasado antes. Me concentré en lo que debía hacer, poner toda mi alma para sentir cada copo de nieve, cada ventisca, cada susurro, y cada pensamiento, y encontrar al zorro entre todo aquello.

Esperé, y en pocos minutos sentí una gran cantidad de cosas grandes viniendo hacía mí, no sabía lo que eran, pero de cada una que sentía que se me acercaba, me agachaba, o separaba. Sentía como se rompían en el suelo, no parecían muy pesadas. De pronto caí en que debían ser bolas de nieve, del condenado zorro.

``Que toca ovarios es a veces´´ -pienso para mi, cuando siento que algo se me acerca, me separo corriendo hacia un lado, antes de que me alcance.

-Eres un poquito traicionero ¿eh? -le digo entreabriendo los ojos, pues no quiero que me entre nada en los ojos.

Estaba absolutamente airado, ¿pero que esperaba?, no se trata de ganar, me tiene que enseñar tanto si le gusta como si no. Es algo que no parece entender, y creo que debería empezar a hacerlo.

-Escúchame bien, me cansa que te comportes así, ten en cuenta que me estás enseñando, no estamos compitiendo, no puedes intentar matarme solo por el hecho de que hice bien las cosas, tómalo como que me estás enseñando bien -dije agachándome, para ponerme a su altura.

Cuando le escuché hablar, mis ojos se volvieron duros y fríos, le miraba con una gran desaprobación. No me estaba gustando lo que cavilaba en su cabeza, y menos todavía si encima tenía que ver con la muerte. Le vi crear balas con su sangre, algo que me sorprendió, me dejaba un poco hipnotizada cuando hacía eso, pues a pesar de su sangre, se veían como miles de rubís en el aire, oscuras y brillantes. Pronto escuché que esas balas se dirigían hacía una ladera de una montaña.

-Estás loco, ¿pretendes matarnos? -dije levantándome, cogiéndole de la chaqueta y tirando de el, yo no iba a morir así por su testarudez.

-Ya hablaré contigo cuando salgamos de esta -le dije dejándolo en el suelo para que se fuese corriendo si quería. Miraba para atrás, la avalancha nos iba a comer si no corríamos más. Casualmente sentí que algo se acercaba a mí, por delante, no sentí otra cosa que el tronco de un árbol. Me separé tan rápido lo noté.