Mujerzuelas, alcohol, juegos de azar, marines y un pervertido. ¿Qué podría salir mal? [Moderado nivel 5][Zane]

El golpe le había dado de lleno a aquel perro de la marina, logrando atravesarle el pecho por su lado derecho. Sin embargo, pese a ello, Shenova seguía vivo, muy herido sí, pero vivo. Las flamas azules que recorrían el cuerpo del suzaku empezaron a desaparecer, volviendo de nuevo a su temperatura habitual. En aquel ataque se lo había jugado todo y, aun así, aquel monstruo seguía vivo. El pirata miró con rabia al marine, que parecía está sufriendo de dolor, aunque, a pesar de todo, estaba lo suficientemente activo como para agitar su cola y atacar al pirata que, como defensa, gracias a que su mantra le advirtió del peligro, agitó sus alas y echó a volar hasta alejarse varios metros de su oponente, recibiendo una herida muy fea en el bajo abdomen.

“Maldito insecto” –maldijo, concentrando mucho calor en su herida, intentando quemar una posible infección. La herida le escocía mucho, quizás demasiado. Miró su estómago y sangraba, la herida parecía muy fea.

La sonrisa en el rostro de Kenny había desaparecido al ver que estaba sangrando. Al alter ego de Zane no le gustaba estar herido, y muchos menos sangrar. Mientras tanto, la conciencia de Zane intentaba obtener el control, pero la rabia que estaba sintiendo Kenny era superior y aún seguía siendo él quien controlaba el cuerpo.

El hombre insecto sacó algo de su bolsillo, tras decir unas palabras, y se comió una pequeña esfera de color amarillo. Tras eso, su cuerpo comenzó a aumentar de tamaño, quizás demasiado, duplicando el tamaño de Zane. Sus rasgos de alacrán habían desaparecido, pareciendo más un humano que un bicho; aunque con importantes quemaduras. Portaba la espada con su diestra, y en su espalda había tres colas en lugar de una.

“¿Dos colas más? Esto va a ser un problema” –se dijo el pirata, pocos segundos antes de que Shenova se abalanzara sobre él a una velocidad ingente. Aprovechando su altura, el pelirrojo comienza a moverse de un lado a otro con agilidad, intentando evitar las ondas de su oponente, al mismo tiempo que intentaba bloquearlas con sus aceros. Sin embargo, no pudo hacer eso con todas, recibiendo un corte en el pectoral y otro en el costado. El ataque le hizo rabiar, parecía como si en lugar de un tajo hubiera recibido una decena; era muy doloroso.

El pirata tenía su vista fijada sobre el marine, estando atento a cualquier de sus movimiento. Él reía, mientras que Kenny seguía preguntándose como derrotarlo de una vez y para siempre. Aquel era una de esas personas que no merecía seguir viviendo, y eso lo sabía hasta alguien como él. Había intentado de todo: cortarlo, intentar hacerle el lío con alguna combinación que se le ocurriera e, incluso, intentar atravesarlo y quemarlo vivo en el acto. Y todo eso solo le había servido para desgastarlo a él y así mismo.

Kenny cerró los ojos y respiró profundamente. Guardó sus dos katanas y se aferró con sus dos manos al mango de Samauindo. Giró su cuello hacia la izquierda hasta escuchar un crujido y luego hacia su derecha. Frunció el ceño y volvió a respirar con profundidad, mientras debatía que hacer con el marine. No obstante, no tardo mucho en enfundar también su tercera katana.

“¿Qué estás haciendo, Kenny?” –preguntaba Zane en su subsconsciente.

—Los pájaros se comen a los insectos… -dijo en voz baja, mientras poco a poco se convertía en un majestuoso ave de color rojizo con destellos dorados, que gracias al suzaku interior brillaba aún con más intensidad, de nueve metros de largo desde su cabeza a su cola con siete largas plumas, y de once de ala a ala. Su cuerpo desprendía mucho calor, y graznó con fuerza.

Rápidamente, a una velocidad ingente –en torno a los 150 m/s-, se abalanzó sobre su oponente con la firme intención de atrapar a Shenova con sus garras imbuidas en haki de armadura, inmovilizándole las cosas con una de ellas y clavarle las garras en el cuerpo con la otra con toda su fuerza, mientras ascendía. Para justo después, en el caso de que hubiera conseguido atraparlo, de nuevo gracias a su Raikou [Manual Prisa], picotearle la cabeza hasta arrancársela de cuajo. Una vez haya hecho eso, o no, le dejaría caer desde el aire hasta el suelo.

—¡Muere, maldita mosca cojonera!

Tenía entre sus poderosas garras el cuerpo del marine, atrapado, sin apenas poder moverse. Shenova bloquea todos los fuertes picotazos que el suzaku intentaba darle, salvo uno que fue directo al cuello. El paladar del pirata sabía a sangre y era la primera vez que lo hacía. Aquel sabor no le gustaba nada, es más, casi le entran ganas de vomitar del asco; y debido a eso aflojó la fuerza con la que apretaba a su presa. Fue entonces cuando una de las colas se liberó y empezó a golpear al pájaro en sus patas recubiertas de haki, ante esto el pirata amplió su haki todo lo que pudo por la zona baja y lo endureció, intentando bloquear todos los golpes. Pero no paró ahí, sino que realizó un movimiento con la espada. Ante esto, lo que hizo fue cambiar de forma hasta convertirse en humano alado y frente a él pasó un poderoso corte, cuya potencia le envió varios metros hacia atrás.

“Por poco” –pensó Kenny.

Desde el suelo, podía contemplar el cuerpo del marine, que lo miraba impotente sobre el duro suelo. Sin embargo, algo raro pasaba en el ambiente. La zona que rodeaba a Shenova empezó a agitarse y en pocos segundos se fue formando un fuerte remolino que empezó a arrastrarse hacia su centro. Ante eso, el pelirrojo, haciendo acopio de las pocas fuerzas que le quedaban, se transformó en su forma completa y agitó sus alas hasta el cielo lo más fuerte y rápido que pudo, intentando alejarse de allí. En el caso de conseguirlo, pese a que su cola y cuartos traseros quedaron dañados, quedándose desplumados al recibir de refilón el impacto del ataque, el suzaku voló hacia el cielo, pudiendo observar la isla y como aquel marine se suicidaba tirándose al mar.

Tras eso, la adrenalina de su cuerpo comenzó a descender y fue notando los dolores de ambos combates. Así que descendió hacia una zona aparentemente tranquila y volvió a su forma humana, cayendo de rodillas. Rápidamente, usó su fuego etéreo para curar las magulladuras más exteriores de su cuerpo, así como posibles heridas superficiales y roturas fibrilares. Para después usar el kaifuku [Manual de Micaiah] para curar la herida de su estómago.

Se sentó en el suelo, bajo la copa de un árbol e intentó descansar durante unos minutos, para esta vez irse de allí en busca de su tripulación. Pero entonces, sucedió algo. El pirata se tiró al suelo, agarrándose la cabeza. En su interior Zane comenzaba su lucha para volver a tomar el control de su cuerpo. ¿Lo conseguiría? Eso dependería de su voluntad.

“¡Ahora el control es míos” –dijo Kenny, que no quería dejar de manejar el cuerpo del pelirrojo.

“De eso nada…” –le replicó Zane, que estaba usando todo su empeño en retomar su cuerpo.

El pirata gritó con fuerza, al tiempo que se agarraba la cabeza y caía al suelo. Luego, pasados unos segundos se levantó. ¿Pero quién será el que había tomado el control del cuerpo?

Zane había conseguido retomar el control de su cuerpo, en una batalla mental que duró mucho, pese a que en el exterior fuera tan solo unos pocos segundos. Comenzó a andar hacia la costa, con la esperanza de encontrar un lugar medianamente reconfortable para descansar. Sin embargo, antes de dar, tan siquiera, un solo paso cayó al suelo de rodillas con un fortísimo dolor en el estómago. Intentó levantarse, pero no pudo. Las piernas le temblaban y no era capaz de mantenerse en pie. Quiso usar el poder de fruta del diablo y echar a volar, pero ya había abusado mucho de ello y no le respondían. La cabeza empezó a dolerle, como si un gigante le apretara con fuerza. Y en el gaznate empezó a notar un extraño sabor amargo. Y entonces, tras una ceguera, todo empezó a darle vueltas hasta que, finalmente, cayó inconsciente sobre el duro suelo.

Cuando despertó la vista seguía nubosa. Podía vislumbrar unos pocos rostros en la lejanía y una luz proveniente de una lámpara anclada en la pared. Se encontraba tranquilo, pero al moverse estaba atado de pies y manos. Intentó romper las cadenas, pero se sentía debilitado, como si alguien le hubiera arrebatado todo su poder.

—¿Dónde estoy? –musitó, parpadeando con frecuencia para recobrar antes la vista. Pero lo que vio no fue de su agrado. Una anciana, o lo que él creía que era una anciana, le dio un beso en los labios. Sintió un fuerte escalofrío que le recorrió la espalda y las nalgas se cerraron de sopetón. Cuando recobró la vista, frente a él se encontraba un grupo de okamas entrados en años, todos con arrugas y maquillados de forma exagerada.

“¡HOSTIA PUTA!” –pensó, abriendo los ojos de par en par tras encenderse dos luces más, las cuales iluminaban toda la estancia.

A su lado, sentado junto a él, se encontraba un joven okama de rasgos andróginos, con un buen par de senos operados y un aspecto que el pelirrojo definiría como “curioso”. Se podría decir que, con tres o cuatro copas de más en el cuerpo, sería capaz de hacerle cosas de las que al día siguiente no se sentiría orgulloso.

—No me hables de marines –dijo Zane con naturalidad, dejando su espalda caer sobre el muro que tenía detrás–. Ya he tenido suficiente –intentó mostrar una sonrisa, para que justo después su estomago empezara a rugir-. Es normal que tengáis miedo de mí, pero no soy mal tío. Yo estaba tan tranquilo tomando algo, cuando los marines asediaron la villa...

Entonces, el okama más joven interrumpió al pirata.

—¡Quieto parao’, pimpollo! –dijo el pelirrojo, echándose hacia un lado para no ser sobado por el okama–. Me siento halagado, de verdad, incluso en otras circunstancias no te diría que no, pero no tengo el cuerpo para muchos trotes. Dos combates seguidos me han dejado para los restos… -el estómago de Zane volvió a rugir, aunque él mostraba la mejor de sus sonrisas

Por suerte, quizás fuera por su encanto personal, o bien porque había sido demasiado convincente a la hora de hablar con los okamas, le quitaron las cadenas de kairoseki que le tenían apresado y lo liberaron. Tras ello, el pelirrojo fue recuperando poco a poco las fuerzas, aunque quizás ayudo el guiso que habían preparado los travestidos.

“Tienen mal gusto para vestir, pero tienen un paladar exquisito” –pensó.

La comida no acababa y la bebida tampoco, alargándose el jolgorio hasta bien entrada la noche. Zane comenzó a tontear con la pelirroja, ¿o debía decir pelirrojo? No lo tenía claro, pero lo que le incitó a seguirle el juego era que estaba operado en los bajos, es decir, había cambiado la bicha por una almeja, y eso era una oportunidad que no iba a dejar escapar. Tras una larga hora de pasión desenfrenada, el pirata decidió irse del lugar en busca de su banda.