Palabra de sangre [Privado][Lance y Katharina]

No tardó demasiado en encontrar aquello que yo había estado buscando un rato y no había logrado: una entrada que nos permitiese abandonar aquella ventisca que parecía amenazar con dejarnos hechos unos cubitos de hielo de un momento para otro. O, en el caso de Liliana, de lanzarla volando y que no la volviésemos a ver. Escuché, entre todo el viento que parecía querer dejarme sordo, un grito de Katharina, avisándome de que me acercase. Para cuando conseguí acercarme y tocar el acero que conformaba la puerta, esta ya estaba abierta y la bruja estaba esperando a que su compañera y yo entrásemos. Tomé la invitación sin siquiera dudar, al igual que Liliana, y ella cerró tras de nosotros, sellando aquel gélido frío que parecía ofrecernos la isla. Allí, aunque no se podía decir que se estuviera a gusto, no estaríamos en peligro de hipotermia, y evitar una de las tantas posibles muertes me aliviaba en todos los aspectos.

Todo allí dentro era impoluto, de colores puros, que alternaban según las lámparas iluminasen bien o no. Era lógico que en un sitio tan cruel con la vida humana no tuviesen una fuente constante y fiable de electricidad, y menos un cableado que no pudiera fallar con el terrible viento, así que no le daba más importancia a que un par de bombillas fallasen. Kath aclaró que ella sería la que marcaría el paso y el camino y yo, con un gesto con la palma abierta, la invité a formar nuestra vanguardia, un par de pasos por delante de nosotros dos. No estaba seguro de si su velocidad era mayor que la mía, especialmente en el caso de que tuviéramos que silenciar velozmente a alguien, pero ella ya había demostrado una clara superioridad un par de veces y seguramente se le diese mejor improvisar en cualquier situación que pudiese surgir por esos pasillos. Sin muchas dudas, ella comenzó a recorrer el camino ya marcado hasta llegar a girar la esquina y, antes de que pudiera ver lo que había en ese sitio, pude ver como la bruja creó un arma de hielo y un cadáver se incrustó contra esta a toda velocidad. ¿Qué demonios? Bueno, sería otra faceta de los poderes de la bruja, que no se llamaba así por nada. Encogiéndome de hombros ante la mirada de Katharina, esperé a ver qué haría con aquel cadáver. ¿Esconderlo? ¿Tirarlo fuera…? Para mi sorpresa, aunque no debería, se agachó y, generando algo de oscuridad, el cuerpo tuvo un par de espasmos y terminó por levantarse con un agujero en el pecho. A continuación, siguiendo con la cadena de poderes extraños, su ropa y su cara, o en general su aspecto, comenzó a deformarse paulatinamente, hasta convertirse en alguien completamente desconocido e irreconocible para mí. Su arma también desapareció, volviéndose uno de los guardas del doctor Watson en segundos.

Sin dudarlo, ordenó a su nuevo esclavo que nos guiase a un lugar seguro, provocándome un déja vú bastante intenso. Aquello mismo ya lo había vivido yo, pero no era el momento de cuestionarme mi pasado ni mi futuro, sino de callarme y seguir a Katharina, que a su vez estaba dando pasos detrás del chaval. Poco a poco, girando esquinas y bajando un par de escaleras que estaban completamente vacías, comencé a notar que la temperatura subía, al menos hasta el punto de convertir aquel sitio en uno mínimamente agradable. Era obviamente mejor el no encontrarnos con ningún trajeado más, especialmente porque, aunque llevásemos justo delante dos guardas, uno de ellos estaba obviamente apuñalado. La sangre en su ropa era imposible de disimular, algo que atraería la atención de gente que no nos interesaba para nada, y tampoco queríamos convertir aquel encargo en un baño de sangre innecesario. Poco a poco, y paso a paso, terminamos alcanzando una puerta que el hombre no dudó en abrir, dando un par de vueltas a la escotilla y dejándonos ver la sala vacía, decorada con alguna tubería a los lados, pero vacía en general. Suspiré más tranquilo, alegre de no tener que seguir viviendo aquella misión de espionaje, al menos no por el momento. Pasé el primero de todos y elegí el sitio que más cómodo me parecía para sentarme, ya que iba a estar un buen rato allí. Crucé las piernas entre ellas a modo de meditación, en flor de loto, y puse los brazos en una postura cómoda mientras miraba a Katharina.

— Bueno, ya sabes que voy a tardar un rato. No es que me vaya a morir ni a quedar tonto si me interrumpís, pero tardaría bastante más si pierdo la concentración. — Miré en mi traje y saqué un papel de un tamaño decente y un lápiz , colocando el primero en el suelo y el segundo en la mano. — No será el mejor plano del mundo, pero espero que nos valga para hacer el apaño, ¿no? — Sonreí por el comentario y, dando un último suspiro, cerré los ojos mientras las palmas de mis manos se abrían y comenzaba a generar electricidad muy leve, que se comenzó a escapar por la puerta y a recorrer los pasillos, primero en una dirección. Tardaría un buen rato en hacer el mapa y, si quería reducir el tiempo previsto, tendría que ser lo más ordenado y eficiente posible, y eso pasaba por no escuchar demasiado ruido ni ser sacado de aquel trance en el que estaba entrando.

Había unas cuantas cuestiones a considerar, y la primera de ellas era ¿por qué simplemente no ordenarle al no-muerto que les guiase hasta el doctor Watson? ¿O encargarle que lo asesinase? Sin importar las circunstancias, era fundamental contar con un mapa del lugar. Si bien Johnny —el nuevo nombre del zombi— podía conducirles hasta la ubicación precisa del hombre al que buscaban, tampoco podían atravesar la base científica esperando que la gente no fuese a reaccionar. Además, una vez le quitasen la vida sería necesario tener conocimiento de las rutas de escape. Vamos, eran consideraciones que hasta un novato tendría en cuenta. Por otra parte, desconocía el nivel de poder del doctor y dudaba de que un simple zombi pudiera deshacerse de él. Únicamente teniendo la cabeza de este en sus manos se sentiría completamente segura de que el encargo había terminado.

Escuchó las palabras de su compañero y asintió sin pronunciar una sola palabra. Sabía la importancia de la concentración. La verdadera pregunta era: ¿qué hacer mientras Lance enviaba señales electromagnéticas a todos lados? Pensó en jugar con su propia electricidad, pero supuso que interferiría con la misión del muchacho. Bueno, ¿y qué tal con algo de hielo? Sí, sonaba mejor. Así que tomó asiento con la espalda apoyada en la pared y cerró los ojos, encargándole la puerta a Liliana y a Johnny. Con ellos bastaría. Dejó que su mente recorriese libremente el mundo de las frecuencias, deleitándose con los colores y sensaciones que este le producía. Comenzó a jugar con sus dedos, creando rápidamente una daga de hielo con bonitos detalles que intentaban semejar un Kanji. Este era un tipo de escritura no demasiado conocido por el mundo, aunque era precioso. Lamentablemente, aún no poseía la habilidad suficiente para esculpir uno en sus creaciones. Pero siguió intentándolo, creando una nueva arma y haciéndola desaparecer casi al instante.

—¿Quiénes son ustedes? —preguntó Johnny sin entender ninguna cosa. Hace solo unos minutos estaba bebiendo un buen café con sus amigos en el comedor y ahora…, ahora estaba rodeado de gente muy peligrosa.

—¿Acaso dije que hablaras? —respondió la bruja sin abrir los ojos—. Vigila la puerta, nada más.

Siguió con lo suyo, esperando que su compañero terminase cuanto antes. Los segundos pasaban lentamente y casi podía escuchar un tic tac imaginario dentro de su cabeza. La inactividad le resultaba… extraña. Era una pena que tampoco llevase algún libro para leer mientras Lance mapeaba la base científica.

No solía realizar tareas de este tipo, y mucho menos de este calibre, por lo que no estaba familiarizado con aquella sensación que me comenzó a embargar. Igual que alguien caía en un sueño profundo y pierde todo contacto con la otra realidad, mis sentidos se nublaron por completo. O, mejor dicho, mi atención por ellos. Aquellos leves sonidos que me podían rodear, como eran los de la brisa, las respiraciones o los movimientos nerviosos, desaparecieron al instante y mi vista, con los párpados cerrada, volvió a funcionar pero de una forma muy distinta a la usual. No veía colores y objetos, sino interacciones electromagnéticas, que solo sabía leer debido a la práctica que había llevado a cabo en su momento, con un posterior estudio. De hecho, se podía comparar a ese mundo onírico que, aunque no se visitaba demasiado a menudo, sí que existía, y consistía en centenares de colores y contornos de extrañas características, como si te hubieses perdido en un mundo que no pertenecía al mismo en el que vivías.

Con esa representación en la mente, mi mente formaba una imagen del lugar que recorría la electricidad, sin poder hacer otra cosa que generar colores por intuición. De esta forma, me podía ver a mí mismo paseando por los distintos pasillos y lugares del refugio, pero seguramente trastocando el aspecto en muchos sentidos hacia uno mucho más llamativo y fantástico. De esa forma, dando un paseo por las distintas instalaciones del lugar, aquel Lance que se vestía como yo, y con mi mismo cuerpo, iba dando pasos de un lado a otro hasta llegar al final de las estancias. Luego, daba la vuelta con velocidad y comenzaba a buscar en otros recovecos. En cambio, cuando mi vista electromagnética se topaba con un ser vivo, fuera del tipo que fuera, veía algo pasar, reconociendo su especie como biólogo que era, pero sin ninguna característica reconocible más que la forma de la ropa y del cuerpo, nuevamente con colores perdidos y reemplazados.

Era un espectáculo curioso de ver, algo que cada uno debería de experimentar una vez al menos en su vida. Especialmente por el hecho de que se asemejaba en gran medida a los efectos de según qué drogas y estupefacientes, uno comenzaba a ver sus alrededores con otros ojos. Y, a la vez que disfrutaba de lo que me ofrecía aquel mundo, mi cuerpo comenzaba a trabajar por sí solo. Con aquella mano que cogía el lápiz iba trazando líneas en el papel y, aún con los ojos cerrados, era capaz de formar un plano medianamente decente. A aquellas líneas que conformaban pasillos y salas también se le añadían pequeños puntos en el centro, que marcaban el sitio donde había visto a los guardias que pululaban por allí. No por nada estaba acostumbrado a trabajar sobre mapas, así que el construir uno no era especialmente difícil.

Aquella situación se pudo alargar demasiado. Mientras mi consciencia bajaba escaleras una y otra vez, recorriendo los pisos del refugio, y avistando vigilantes apostados en puntos concretos, la mano perfeccionaba la guía del lugar cada vez más y más. No era profesional, ni mucho menos, pero sí que cumpliría su función de guiar a Katharina en todo el camino que teníamos que recorrer, y refrescarme aquello que había visto. Obviamente, las zonas por donde veía gente podían cambiar, y era normal que los guardas caminasen de aquí para allá, pero sí que podía hacerme una idea del rango de acción para evitarlo.

Para cuando abrí los ojos, algo dolidos y con los párpados aún pegados y débiles, vi que la habitación estaba en la misma situación que la dejé: mismas personas, misma decoración, mismo todo. Lo único que había cambiado era el hecho de que Katharina se encontraba entrenando a mi lado, bastante inmersa en aquella investigación que había hecho por su cuenta. Sin tratar de hacer demasiado ruido para no molestar a mi compañera, me levanté del suelo, estirando las piernas con un gesto cansado. Entonces, doblé las rodillas para ponerme de cuclillas y tomar el mapa, que se encontraba justo delante de mí, para observar el fruto de aquel trabajo que había estado haciendo. Sonreí al notar que había valido la pena y comencé a darle algunos retoques en las partes que podían estar peor, haciéndolo más fácil de entender, mientras esperaba a que la bruja se levantase para tenderle el papel.

— Bueno, creo que podemos comenzar nuestra excursión. — Miré a los dos acompañantes de ella mientras pensaba en lo que haríamos. — ¿Iréis aquel guarda y tú a la cabeza por si nos encontramos a algún tonto que se haya salido de su ruta? — Sabía que ella era muy rápida a la hora de encargarse de indeseados, al igual que yo, pero nunca me podía fiar de la ineptitud del resto. ¿Y si daban la alarma antes de poder hacerles cualquier cosa? Para eso mismo necesitábamos el momento de duda que nos proveía la apariencia de Katharina y el otro chico.

Continuó jugando con las dagas de hielo, concentrada en darles detalles propios del artesano más diestro hasta que su mente comenzó a divagar. Consideró la idea de usar al zombi para tenderle una trampa al doctor Watson, o preguntarle directamente cómo llegar hasta su oficina. Sin embargo, los tiempos de novata habían terminado hacía mucho y debía minimizar el riesgo de fallo; sobre todo porque le acompañaba Liliana. Necesitaba ese mapa para trazar las posibles rutas de huida en caso de que todo se fuese a la mierda. Si bien podía ordenarle a Johnny que asesinase al objetivo, existía la posibilidad de fracasar y las cosas se tornarían innecesariamente complicadas. Era importante tener un plan sólido y bien pensado, pues la improvisación nunca había sido realmente su fuerte. Además, tal y como lo había planteado Lance cuando estaban en el comedor, el doctor Watson podía usar la supuesta arma biológica, así que era obligatorio ser responsables y profesionales.

Abrió los ojos justo cuando su compañero se levantó, estirando las piernas para luego tomar el trozo de papel y echarle un vistazo. La bruja se le acercó y recibió el mapa, observándolo al detalle. Con un déspota gesto de mano le indicó al reanimado que fuese hasta ella; tenía un par de preguntas. Si bien tenían un mapa, dejando claro que la habilidad de Lance era sorprendente, necesitaban a alguien capaz de identificar cada región dibujada en este. El zombi lo tomó con sus temblorosas manos y lo miró en silencio durante unos largos e incómodos segundos.

—No tenemos todo el día. ¿Quieres apurarte, Johnny?

—Ese no es mi…

—Menos palabrería y más acción —le interrumpió—. Hay miles de vidas en juego, soldado —agregó de inmediato con tono militar. Si bien no le interesaba demasiado lo que hiciese esa arma biológica, tenía razón en afirmar que las consecuencias de esta macabra invención serían catastróficas.

Tras dedicarle una mirada asesina a la nigromante, Johnny estudió el mapa y comenzó a contar lo que sabía. En la segunda planta se encontraban los laboratorios secundarios donde experimentaban con animales, pero lo verdaderamente interesante se encontraba en la primera planta. Y el laboratorio principal, al cual sólo un reducido puñado de hombres tenía acceso, se encontraba tras una compuerta de acero fortificado extraordinariamente gruesa ubicada en el subterráneo. Los pasillos eran vigilados cuidadosamente por hombres armados hasta los dientes, y todos ellos tenían una estricta formación militar. Salvo Johnny, por supuesto. ¿Será por eso que estaba custodiando una región casi congelada del edificio? El caso es que debían descender hasta lo más profundo de la instalación científica para encontrar al doctor Watson y destruir cualquier avance que hubiera hecho.

—Tu mapa y la información de este hombre nos han brindado todo lo necesario para la ejecución de nuestra misión, pero antes de comenzar déjame hacer las últimas preparaciones.

Cerró los ojos y dejó que la energía mágica fluyese por su cuerpo hasta formar un círculo arcano de tonalidades verdes, teniendo una inscripción rúnica que solo la hechicera podía entender. Moldearía la condición de tal manera que no representaría un peligro para Lance, esperando que su cuerpo no la rechazase. Sin embargo, a simple vista todo pareció ser un espectáculo de luces y poco más puesto que nada sucedió cuando el conjuro desapareció. Y enseguida Katharina formó otro círculo mágico, esta vez de un intenso color rojo y unas runas distintas.

—Intentaré explicarlo de manera que puedan entenderlo sin partirse la cabeza en el proceso. He creado condiciones de activación para que cuenten con un recurso único en caso de verse sobrepasados —les mencionó a Liliana y a Lance; era realmente difícil encontrar las palabras adecuadas para explicar semejante barbaridad—. Básicamente, ambos poseen una fracción de mi poder. Lance, cuando te veas rodeado por enemigos, sólo di la siguiente palabra: «Viento»; lanzarás una onda de viento cortante muy poderosa. Lil, en tu caso debes decir «Fuego»; ya me has visto a mí lanzar una onda flamígera, ¿verdad? Ambas condiciones tienen un uso único, así que sean responsables con su uso. —Les dio un tiempo para que pudieran asimilar la información entregada y luego agregó—: ¿Partimos, entonces?

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