ajedrez sin camiseta a muerte +18 con hapy ending || Privado Dark, Dexter

Dark se encontraba paseando por el nucleo sur del Ojo, la gran ciudad que estaba limitada por las carreteras hacia el norte. O por lo menos había leído algo así: no sabía exactamente cómo, pero ya lo vería con sus propios ojos. ¿La razón del por qué estar en aquella isla? Bastante simple. Tras enterarse con Astartea de que Dexter Black seguía vivo, necesitaba respuestas. Eran más o menos de la misma generación, y estaba seguro de que estaba pasando por el mismo problema que él: las desapariciones de las personas que antes rondaban los siete mares. Le había rondado por la cabeza varias veces el nombre de Álex Drachen, el antiguo rey de los cazadores. Fue su mano derecha y su mejor amigo durante varios años, motivándole a tener una vez más metas. El problema era que no sabía nada de él. Ya no era el rey, ni tampoco escuchaba nada sobre sus acciones. El tiempo se remontaba al mismo en el que él desapareció: tras el fatídico torneo en el que perdió contra Leon Zaid.

Dejó de agobiarse con sus pensamientos: sabía también que otra persona tenía la fruta de su antiguo amigo, pero tampoco quería pensar directamente el: ha muerto. También había visto a otra persona con la pika pika no mi, por lo que le daba una vaga esperanza. Seguramente el dragón tendría respuestas para él, o por lo menos podría hacerle llegar a alguna conclusión. No se habían rozado casi —de hecho ni siquiera lo consideraba un amigo a pesar de sentir empatía por él—, pero sí que habían coincidido más de una vez. Por lo que... ¿Qué podría salir mal si llamaba su atención? Quería, a parte de las respuestas, ver la brecha que había entre los dos. Tras estar diez años desaparecido sabía de sobras que los demás habían crecido a un ritmo alarmante, por lo que le motivaría a continuar creciendo también. Así que, se elevó en el aire y exhaló aire, dejando de contener su presencia.

—Estoy muy seguro de que esto llamará tu atención, Dexter —musitó mientras cerraba los ojos y se cruzaba de brazos.

No era la persona más fuerte del mundo, pero su presencia sí debía de ser basta. Y una presencia de ese calibre llamaría la atención de cualquier persona que tuviese un mínimo dominio del kenboshoku. Dejó reposar su brazo sobre el mango de Yamato y esperó. Si no funcionaba aquello empezaría a repetir el proceso por todas las partes de la ciudad, hasta llegar a la zona norte. Y no sabía por qué, pero prefería no ir para aquella zona.

Lo último que rondó por su cabeza, antes de limitarse a repetir el proceso, fue una última cosa: tenía la opción de ver si realmente se iba a encontrar con él. Pero no quería abusar de las premoniciones, y mucho menos si ya había comprobado bajo regla que podían cambiar a la mínima que el destino tomase otro rumbo. Así que esperó.

- Explícame una vez más, Dexter -pidió Akagami, llevándose las manos a la cabeza-, de qué ha servido esto. Quiero decir...

- Quieres decir que por qué finjo mi muerte si dos meses después voy a aparecer en medio de un torneo como si nada hubiese pasado, ¿no?

Berthil muchas veces no terminaba de entender que había momentos en los que él, más que nadie, era solo una marioneta del destino. Si este le decía que era el momento ideal para presentarse en un lugar, eso hacía, y si no había una respuesta clara se dejaba llevar por lo que, pensado fríamente, era el plan ideal. Lo que pasaba era que no tenía una respuesta coherente a la pregunta del dragón dorado. Es decir, sabía que en algún momento tendría que salir al mundo, pero no había tenido muy claro cuándo. Parecía que un torneo era el momento ideal, por demostrar su fuerza, pero al final se había mostrado desganado y la mayoría de sus encuentros había terminado en empate. Aunque, por otro lado, él había luchado sin transformarse mientras el resto había necesitado hacer uso visible y constante de su fruta del diablo. Así que, una vez más, trató de explicárselo:

- La verdad es que quería partirme la madre con Zane -reconoció, encogiéndose de hombros.

Akagami se rio, aunque la risa se le cortó cuando ambos notaron, desde el palacio, una presencia perturbadora que, obviamente, estaba intentando llamar su atención. Él se levantó, pero Dexter le hizo un gesto con la mano para que se sentara de nuevo. Conocía esa presencia, y aunque no tenía muy claro qué pintaba allí, si había aparecido lo más probable era que lo estuviese buscando.

- ¿Al menos te sirvió de algo? -preguntó su contramaestre mientras Dexter dejaba el cómodo sillón azul que el nuevo gobernante había dispuesto para él en la sala principal.

- Para muchas cosas, Berthil. Para muchas cosas.

Se colocó el largo chaquetón negro y dejó que su melena cayese por su espalda. Las botas estaban impolutas, aunque algo gastadas, y toda la opulencia se reservaba para las joyas y armas que portaba. Ya solo Rubí y Zafiro valían más de lo que había costado construir todo el palacio, si bien todo lo que él mismo había pagado era extraordinariamente caro tanto en tiempo como recursos. Por ejemplo, había trabajado en Nadia seis meses para el último de sus reforjes, y más de mes y medio para hacer el Filo del destino. Aunque, la verdad, esas habían sido proyectos mucho más caros de lo que le gustaba reconocer. Pero lo valían.

En cualquier caso, fue salir por la entrada de servicio del palacio, ubicada en la calle mayor, y pudo ver al causante de que la zona estuviese parada durante al menos media hora tras aquello. Solo esperaba que nadie estuviese trabajando con herramientas peligrosas o preparando la comida en ese momento, porque la que podía haber liado con semejante inconsciencia... Suspiró pesadamente, aproximándose a él.

- Hay formas más educadas de llamar la atención -le reprendió, acercándose a él.

Nunca dejaba de sorprenderse por la altura de la gente, pero se le hacía un hombre algo bajito. Aunque, siendo justos, para volver de entre los muertos había mantenido una constitución envidiable. Byakuro había perdido la mayor parte de sus fuerzas, pero Dark parecía estar a tope.

- Si seguís volviendo todos del más allá tal vez deberíais... -No terminó la frase. Ese tiempo ya había pasado; mejor no remover las tumbas. Sacudió la cabeza-. ¿Necesitas algo, Dark?

No tuvo que moverse puesto que escuchó su voz sin pasar demasiado rato. Giró la cabeza y observó. Después escuchó y, cuando le comunicó lo que había hecho mal, procedió a contestarle. No había cambiado casi en todos estos años, o por lo menos lo reconocía de la misma forma. ¿Tampoco envejecía, o qué? Seguramente alguna habilidad de su fruta del diablo. Pero no iba a cuestionar aquello.

—Poca gente reconoce mi presencia —dijo, sin apartar la mirada de él.

¿Le molestó la actitud del dragón? No. De hecho, casi acomodó su postura cuando escuchó cómo cortaba la frase para después encaminarla hacia una pregunta. Dexter Black tenía que sentirse como él en ese mismo momento: eran dos fantasmas de una generación pasada cruzándose. Por lo que con un movimiento de muñeca, sacó del kimono un bote de pastillas. Las mismas que le dio anteriormente. Le habían metido en problemas, pero tampoco quería culparlo. Es más una paranoia mental que se había montado él solo.

—He tardado un año por cada pastilla que me diste —le comunicó mientras relajaba el tono y se acercaba hacia él levitando—. Me alegro de verte, Dexter. Pero creo que sabes por qué estoy aquí y por qué te he buscado de forma tan descarada —dejó los ojos en blanco y soltó un pesado suspiro—. Llevo diez años fuera del tablero. Astartea me ha comunicado que estás vivo. Después escuché de un marine con la gura gura no mi. ¿Tengo que esperarme lo peor? Hace poco que recuperé la memoria, y sé que eres el único que puede darme esa respuesta.

Volvió a retener su presencia y observó directamente a los ojos de Dexter. Esa actitud que mantenía... Sabía que no le caía bien, o por lo menos tenía esa sensación. Pero tanto él como Dark tenían algo en común: la amistad de Álex Drachen. Y si no trabajaban juntos esto no iba a funcionar. Así que esperaría a ver qué haría el hombre, volviendo a tensar los hombros ligeramente. El pirata quería mantener la mayor precaución y elegir las palabras de la forma más correcta. Al fin y al cabo estaba pisando una isla que no era suya, y no conocía lo suficiente a Dexter como para saber si le molestaría o no lo que había hecho. Por lo que volvió a esperar, esta vez con el corazón ligeramente agitado. Si él estaba por ahí... quizás, y solo quizás, Álex estaría también. Y hasta podrían resumir sus peleas en tigres domados por el cazador, con pistolas de agua y todo. Quería enseñarle sus nuevos poderes y fuerza, porque en el estado que estaba ahora era mucho más fuerte que su amigo. ¿Él también habría crecido como luchador? Estaba seguro que sí. Pero Dexter no estaba atrás. Estar por los laureles diez años le habían hecho perder parte de la famosa carrera que todos mantenían antes.

Sus sentimientos hacia Dark eran confusos. Siempre le había parecido una persona demasiado vanidosa, que no terminaba de encajar con el modesto Álex Drachen, e incluso un peligro público en ocasiones. Le era bastante difícil olvidar las locuras que el viejo Rey de los Cazadores le había contado sobre él, mucho más las que había leído en los periódicos. También había presenciado, de primera mano, cómo los presuntos delincuentes de Jaya habían perdido su único "lugar seguro" -si es que a Jaya se le podía llamar así- por su culpa. Sin embargo, no dejaba de ser un amigo de Álex, y aunque no tenía muy claro cuánto valía eso había luchado en la guerra de Mary Geoise de hacía...

- Diez años ya -dijo-. Casi once.

Lo que le hizo abrir los ojos mínimamente, en un gesto casi imperceptible, fue que mencionase a Astartea. ¿De qué coño conocía aquel meningítico a Astartea? Notó cómo su corazón palpitaba con furia un par de veces, y tuvo que respirar profundamente antes de recuperar la calma. Era normal que la conociese, teniendo en cuenta la lista, y aunque era un peligro andante la había visto hacía nada: estaba bien. Entonces, ¿por qué se enfadaba? ¿De verdad era tan intenso en él aquello que hasta le robaba la cordura por momentos?

Se quedó en silencio unos segundos. Se acercó peligrosamente a un minuto en el que solamente dejó la mirada clavada en él. Ambos sabían la respuesta si otra persona tenía su fruta del diablo, y por mucho que alguna gente volviera de la tumba... Como mínimo Álex no había dado señales de querer ser encontrado. Era una pregunta que, al fin y al cabo, le había atormentado durante años hasta que aceptó su muerte, por lo que había asumido que, de volver, no había tenido motivos para permitir que nadie supiese de él. Dark porque estaba, igual que él, desaparecido. Él... No sabía por qué Álex no le diría nada a él, pero tampoco quería averiguarlo.

Se cruzó de brazos, estirándose cuan largo era. Parpadeó un par de veces hasta que, al fin, negó con la cabeza.

- Puedo darte una respuesta, pero solo va a traernos dolor. Y ni siquiera estoy seguro de ella.

Había vivido mucho con Álex. Era de las pocas personas que había conocido siendo cazarrecompensas, y juntos se habían lucrado en Drum. Él lo había salvado entonces, y le había devuelto el favor cuando más tarde, meses después, se había encontrado un apuñalado Álex Drachen en el South Blue. Habían compartido alcohol, viajes y guerras. Dark tenía razón en que si alguien sabía del Rey sería él, pero él no tenía la menor idea.

- Lo siento.

Notó un escalofrío recorrer toda su piel. Toda la esperanza que había recuperado al ver el rostro del dragón, se desvaneció de golpe. Inclinó la cabeza hacia abajo ligeramente y empezó a maldecir por lo bajo. Iba rotando la lengua en la que insultaba, en un intento de ampliar su vocabulario de insultos. Después vino lo más fuerte: reaccionó. El principio había sido como el golpe de agua frío de una palangana llena de hielo. Después notó por todo su cuerpo el helado sentimiento de la pérdida: atravesando toda su espalda con un pinchazo para llegar hasta la altura de su pecho, atravesándolo. Sollozó por un segundo e intentó controlarse. ¿Quién había sido y cómo? Álex se había creado enemigos. Pero si seguía vivo... No. Si seguía vivo, y Dexter Black lo sabía, ya se habría encargado de vengarlo.

—Supondré algo —musitó, con el suficiente nivel como para que le escuchase—. Si alguien le ha dado muerte, y tú te has enterado... Ya estará arreglado. Si no lo buscaremos y pagará.

Dejó de estar en el cielo. Le apetecía sentir la tierra: a Álex le gustaba romperla. Era un sentimiento muy estúpido, pero le cuadraba. Hincó la rodilla en el suelo y llenó de grava sus manos. La dejó caer y miró hacia arriba, esperando a ver si el hombre que medía más de dos metros decidía postrarse ante él. Había visto ese rostro, y lo sentía en el alma pero no podía disimularlo: tanto él como Astartea guardaban algo en común. Y conociendo a la peliblanca, o era algo muy bueno o algo horrible. El sobresalto quería identificarlo como algo relacionado al nombre. Por lo que decidió apartar el tema de su mejor amigo y pasar a lo importante. Preocuparse por los amigos que tenía ahora, en especial una persona que era como una hermana para él.

—Astartea es como una hermana para mí, así que tranquilo —le advirtió con el rostro ladeado—. Si me contó que estabas vivo fue porque había confianza. Aunque bueno, fue más para... Supongo que para contárselo a alguien en general. Me ayudó a encontrarte. Y tranquilo: sigo manteniendo mis votos de viudo.

Dejó de hincar rodilla y agitó la mano, desprendiéndose del resto de grava. ¿Y ahora qué hacía? ¿Se tenía que cabrear o simplemente asumirlo? ¿Por qué, tan cerca de superar el dolor de Louise, llegaba esta noticia? Por su cabeza rondaban miles de preguntas y muy pesimistas. Pero tenía alguien delante que parecía estar igual de dolido que él por la noticia. Por lo que tragó saliva y agarró aire, elevando el puño.

—¿Vamos a tomar hidromiel? Era de sus bebidas favoritas.

Sonrió con cierta condescendencia, enmascarando como pudo la punzada que le provocó ese comentario. ¿Qué se creía Dark que era? ¿La niñera de Álex? ¿Tal vez un matón de barrio? Si hubo una vez alguien capaz de medirse con él, además de Arribor, ese era el Rey. Y, además del Rey de los cazadores, ya era mayorcito para conocer su oficio. Conocía su oficio, de hecho: Una vida repleta de peligros, de aquí para allá, sin pegar ojo ni confiar en nadie... Sin más amigo que los pingües beneficios que su profesión, la que ambos habían compartido, le daba. Álex había entendido desde un primer momento que podía morir mientras llevase esa vida. Y Dexter que podía intentar pescar un pez demasiado grande hasta para él, aunque había pocos hacía años y no quedaban demasiados ya en el presente. Pero fuera Legim o Mihasy, ambos habían seguido allí. Del mismo modo, ambos habían sido castigados con el tiempo. Aunque podía haber sido alguien de quien no tuviese conciencia en aquel momento, lo cual se antojaba en realidad bastante aterrador.

- ¿Pagar por qué? -preguntó-. Si murió en un combate justo, sería desvirtuar su memoria. Y aunque no lo hubiera sido, ¿ganas algo con la venganza?

Si una habilidad parecía dominar Dark a la perfección desde que lo conocía era la capacidad para hacerle rabiar -de forma involuntaria, probablemente-. Esperar que se embarcase en un ajuste de cuentas hacia un amigo finado hacía años había sido la primera, pero recalcar lo de sus votos de viudo... ¿Parecía celoso? En parte fue un amago dulce, un intento de calmarlo que demostraba cierta preocupación por Tea. Por el otro, bueno, Dexter no acostumbraba a ser celoso, mucho menos tratándose de ella. No tanto porque no fuese una mujer que podría encandilar a cualquiera, que lo era, sino porque había demasiadas cosas que le hacían ver en los ojos de la albina una fuerte mitificación hacia su persona. Que lo quisiese, por ejemplo, era una muestra de ello. Aun así, ella lo quería por encima de cualquier lista -en la que, además, estaba primero- y más allá de cualquier experimento posible. ¿Cómo iba a arrebatársela alguien sin ser por la fuerza?

Aunque tal vez estaba pecando de vanidoso, era consciente del afecto de Astartea. No solo lo había disfrutado, sino que lo había experimentado en sus propias carnes. Tal vez algún día esos sentimientos se marchitasen, pero aún quedaba mucho antes de que eso sucediera. Al fin y al cabo, ahora ella estaba, aún algo borrosa, en el tapiz del destino.

- Aun si no los guardases, confío en Tea. -Su voz sonó dura, pero serena, como una ola perdida en la costa-. No tendrías oportunidad. Levántate, anda.

Le tendió la mano. Esperaba que no se confundiese: No eran amigos, solo tenían a un ser muy querido en común, y Dexter respetaba el luto por quien fuera en su momento de los hombres más fuertes que pisaban la Tierra. Sin embargo, él también se había hecho una pregunta durante muchos años. Tal vez fuese momento de dejar rencillas de lado, por una vez al menos.

- ¿Y si en vez de eso averiguamos qué le sucedió? -inquirió Dexter, pensando en el espejo que residía en la sala de los tesoros del Colmillo.

Cuando tomó la mano de Dexter Black, su rostro cambió. Mordió su labio inferior y se resignó a mirarle a los ojos mientras se levantaba. No, no era momento para comportarse como lo hacía delante de sus amigos. Había venido con la cabeza demasiado espesa, y tenía que recordar que no compartía ningún buen recuerdo con él. De hecho, todo lo que recordaba de él era con Álex delante.

—Me alegro de que la llames Tea, es un buen paso —exclamó recordando la bronca que le había echado hacía unos meses la peliblanca—. Pero no me malinterpretes. Que mencione mis votos no es porque tenga posibilidades, que lo dudo, sino que no intentaría nunca nada con nadie. Prefiero dejar las cosas claras, porque sé que no te caigo bien. ¿Pero siempre existe una segunda oportunidad, no crees? Eres el hombre que ha vuelto de la muerte, al fin y al cabo.

Siempre había ido a su rollo. En Mariejoa lo hizo, hasta conseguiendo la Pika Pika no mi. Y no se sentía orgulloso de decir que había sido la mano derecha de nadie. Álex no aceptaba títulos así, y había logrado llevar con bastante modestia el cargo. Podía ser un completo gilipollas si lo provocaban, alardeando de que lo era, pero no lo hacía de forma natural si nadie le buscaba las cosquillas. Había aprendido mucho de esa sutil modestia, sobretodo ante el día de hoy. Lo extraño era en que ese momento, en el que habían unido sus manos, Dark pudo notar que seguía sin caerle bien al dragón. Se resignó a chasquear la lengua y cerrar el puño, dejando descansar el brazo y mirando hacia el horizonte.

—He... intentado eso, en vano —exclamó mientras relajaba la mano y se la llevaba a uno de los mechones de su pelo. Ver el futuro no le había ayudado, no le daba respuestas. Solo preguntas—. ¿Qué es lo que sugieres, Dexter? ¿Conoces a alguien de la época que siga vivo y podamos preguntar? O... ¿Tienes algo especial?

No sabía nada de Isma, Shun y Asderdeker. ¿Quizás los Lion? Porque los Markov no eran una opción. Eran demasiadas personas desaparecidas y sonaba completamente desolador. Pero por lo menos llevaba encima la premisa de que tanto él como Dexter acababan saliéndose con la suya dentro de un límite. ¿Estaban vivos, no? No sabía cuánto tiempo había estado desaparecido, pero sería el suficiente como para que lo difundiesen. Preguntas que ya haría más adelante. Ahora lo importante era movilizarse.