Well, here we are again [Privado/Aki - Ivan]

Querid Aki Amiga mía,

Ha pasado mucho tiempo y tenemos mucho de qué hablar. Desconozco por qué fingiste al mundo tu muerte y luego apareciste en mi isla fingiendo ser otra persona. Sin embargo puedo suponer que medidas tan drásticas probablemente se deban a situaciones excepcionales. Si quieres hablar de estos asuntos y volver a ponernos al día, te esperaré una semana en la isla de Lëxius. Búscame en la roca voladora que hay sobre la Cala del Pantano.

Ivan Markov.

Se sentó a la luz de la vela y revisó el manuscrito que llevaba meses escribiendo. Había muchas cosas que quería cambiar en la novela. Demasiadas cosas habían sucedido en los últimos meses que habían cambiado su manera de ver sobre tanto... contar la historia de Ethan había sido su forma, en cierta manera, de liberar sus propios pensamientos. Empezar su relación con Brianna había hecho que decidiese empezar una nueva novela en que Ethan iniciaba una nueva fase de su vida, de manera paralela a él. Pero las cosas habían salido tan mal que sinceramente ahora sólo tenía ganas de prenderle fuego a aquellos papeles. Probablemente los defensores acérrimos del shippeo Ethan-Ruby se lo agradecerían. Por otro lado, aquel manuscrito representaba también una fase de su vida, aunque ya hubiese concluido. ¿Realmente era la forma correcta de pasar página negar que hubiese existido?

Finalmente suspiró y apartó el escrito. En su lugar cogió un puñado de papeles en blanco y comenzó a escribir la estructura del final de la novela. En los últimos capítulos daría final a la aventura amorosa de Ethan con su nueva pareja y este decidiría volver a casa. Un final agriamente fiel a la realidad, pues representaba sus intenciones actuales. En dos días culminaría el plazo que le había dado a Aki y se marcharía de Lëxius con rumbo a Hallstat, donde pretendía descubrir el destino de Brianna y de Iliana y poner orden en el país. Irónico, él poniendo orden en algún sitio en lugar de destruirlo o saquearlo. A su viejo padre se le saltaría una lagrimilla si no fuese un cabrón de huevos prietos sin capacidad para amar. Y si no estuviese muerto, claro.

Había escogido aquella isla flotante sobre Lëxius por varios motivos. El primero era que no se fiaba de Aki y no quería llevarla a la base de su banda en la isla. El segundo es que no le gustaban Runaterra ni Portland. Las ingentes cantidades de tecnología superaban incluso a las de Dark Dome y hacían que se sintiera incómodo. No podías saber cuándo alguien estaba espiándote con una cámara del tamaño de un dedo. Acababa de llegar de una guerra, no estaba con ánimo para jugar a los espías. El tercer motivo era no llamar la atención. Lëxius aún no era territorio de Katharina. Si dos piratas como Aki D. Arlia y Ivan Markov se paseaban por la capital, eso podría atraer atenciones indeseadas, y la Marina aún rondaba aquellas aguas tras la lucha en Wano. Así pues se había llevado a un ghoul con habilidades de carpintería volando, lo había puesto a construir una pequeña cabaña y allí se había quedado. Era bastante minimalista, pero le daba igual; era un refugio temporal, y cualquier cosa que necesitase podía tenerla en un corto vuelo hasta la base de la banda.

Había una lista, ¿de acuerdo? La había desde hacía tiempo. No mucho, pero es que no hacía tanto que había vuelto. Y… todo había pasado demasiado rápido. Tenía mucho que explicar, a muchas personas. Por supuesto que Ivan estaba en la lista; no quería olvidarse de nadie. No podía. Pero no era alguien fácil de encontrar y ella no había encontrado el momento. Para cuando se cruzaron en Wano, era demasiado tarde.

Le había dolido su reacción, pero no podía reclamarle nada. Recordaba haber hablado con él mientras todavía era Lysbeth; lo lógico era que el pirata creyese que se estaba burlando de él. ¿Cuántas otras opciones había? La real no era una que se le fuera a pasar por la cabeza, eso seguro.

Cuando la carta llegó, no supo si sentir alivio o preocupación. Era una oportunidad para explicarse, pero… no sabía si sería suficiente. Quizá sus motivos no le parecieran bastantes como para perdonar las mentiras. Pero tenía que intentarlo. No quería perder a nadie más y no iba a quedarse quieta mientras una de sus pocas amistades se tambaleaba.

Fue más fácil decirlo que hacerlo. ¿Llegar a Lexius? Pan comido. ¿Encontrar la roca voladora correcta? No tanto. Era una isla grande, con, por lo visto, no pocas rocas voladoras. Había atracado su barco en el puerto y había echado a volar, convencida de que bastaría con un vuelo relativamente raso a la isla para distinguirla, pero en seguida se dio cuenta de que no era así.

Le llevó tres días bajar, encontrar a una persona adecuada para explicarle a dónde tenía que llegar y, bueno, llegar allí. Tener que ir al ritmo del guía era un contratiempo, pero no quería que le llevara a cuestas. Algo acerca de su honor. Aki había tenido que poner los ojos en blanco y seguirle la corriente, muy a su pesar.

Al final, sin embargo, alcanzó su destino. Despidió al guía en cuanto vio la cabaña en lo alto del peñasco y echó a volar, dejándole tirado. Faltaban solo dos días para que se cumpliera el plazo pero sería suficiente ¿no? Era tarde, pero… no demasiado.

Se posó suavemente en la roca y aguardó un momento, intimidada por la pequeña construcción de madera. Si no le habían tomado el pelo, Ivan Markov se encontraba detrás de esa puerta. Y dudaba mucho que alguien se hubiera tomado la molestia de enviarle un pájaro zombie para hacer creíble una broma. Gervasio era un animal muy bien educado, para nada algo creado a última hora.

Tragó saliva. No sabía qué le preocupaba tanto, en realidad. ¿De verdad necesitaba su aprobación? No, claro que no. Pero le dolería perderle. Y no tenía forma de controlar eso. Todo lo que podía hacer era… decir la verdad.

Tentativamente, llamó a la puerta. Tres suaves toques y su mano resbaló un tanto impotente por la madera. Antes de que se abriera, suspiró y esbozó una pequeña sonrisa nerviosa.

-Hey…- comenzó, insegura – me parece que te he encontrado. Hola.

La sintió acercarse antes de que tocase la puerta. Por eso se dio cuenta del pequeño retraso que hubo entre que los pasos se detuvieron y el golpe en la puerta. ¿Había dudado? O tal vez no había sido duda, sino precaución. Mientras se acercaba, el vampiro olfateó el ambiente en busca de sentimientos hostiles. Sin embargo el olor que le llegaba desde el otro lado de la puerta era una mezcla de una nota cítrica con un regusto agrio. Algo así como preocupación, nervios o inquietud, pero no percibía el olor picante que emitía una persona en tensión que se estuviese preparando para luchar o huir. Contuvo un suspiro y abrió la puerta componiendo una media sonrisa irónica. Su pose intentaba transmitir orgullo y confianza, pero alguien avispado tal vez captaría detalles que podrían llamarle la atención: las ligeras ojeras, su ropa arrugada, el pequeño montón de botellas de whisky vacías en una esquina... sin embargo él no olía descuidado o a alcohol.

- ¿Eso es todo lo que vas a decirme tras tantos años? ¿Ni siquiera un "has crecido"? - replicó, mordaz y burlón - Hey a ti también.

Salió de la cabaña cerrando la puerta, y le hizo un gesto con la cabeza para que le siguiera. Llevaba ya mucho tiempo encerrado. Los últimos días los había dedicado a estudiar y repasar libros de historia de Hallstat en busca de pistas sobre el origen de la espada de su familia. Para evitar volver a perder el control como en Wano, había decidido que lo que tenía que hacer era mantener siempre un objetivo en su mente. Mantenerse activo, determinado. Si trabajaba durante horas hasta caer exhausto de sueño, el insomnio no podía afectarle. No podía tener pensamientos funestos sobre el destino de su hermana y su amiga si estaba todo el día con la mente ocupada. No podía echarlas de menos si no pensaba en ellas. Y no se sentía impotente si trabajaba activamente en su regreso al hogar.

- No tenía del todo claro si vendrías - mentira. Su teoría incluía que acudiría - Me alegro de verte, Aki - no era del todo cierto - ¿Qué hacías por Wano? ¿Sientes la necesidad de meterte en todas las bullas que encuentras?

Se rio entre dientes y se sentó en una roca grande junto a un estanque. Pasó la mano por la piedra. Era granítica y voluminosa, pero el lado que daba al agua estaba costroso y podía arrancarse trozos con la mano. Por ahora mantenía la calma y aparentaba estar simplemente con ánimos de rebajar la tensión. Sin embargo, mientras bajaba la guardia con su cuerpo y sentidos ordinarios, desplegó su haki de observación. No se fiaba realmente de ella, no con todo lo que había ocurrido. Aunque no creía que los hechos apuntasen a que quisiera matarlo, ser precavido le había salvado el culo varias veces en el pasado. No serlo le había complicado la vida muchas otras.

No sabía qué esperar, pero al final del día… él le había llamado. Quería verla, bien fuera para hablar, bien para meterle un tiro entre ceja y ceja. Vale, no había por qué exagerar. Sí, era una amiga horrible, pero no tanto como para que quisiera matarla. Esperaba, al menos.

De acuerdo, estaba nerviosa. Eso era un hecho. Y su cabeza giraba a toda velocidad, deteniéndose en pensamientos que no parecían tener mucho sentido antes de volver a coger carrerilla. Para cuando llamó a la puerta, el mundo giraba sin parar. Para cuando él le abrió y contestó, se había detenido. Aki sonrió, medio nerviosa, medio sincera.

Tenía razón, había crecido. Pero eso ya lo sabía. Desde Wano no había cambiado tanto, pero ahora que lo decía, desde la última vez que habían hablado sí que había pegado un estirón.

-Disculpa, estoy guardando toda mi originalidad para la parte de las excusas.- Hizo una pequeña pausa y su sonrisa se ensanchó.- Te sienta bien.

Le siguió por el lugar, un tanto intrigada. Toda la isla era hermosa, pero se le escapaba el por qué había escogido una cabaña tan magra en mitad de la nada en, literalmente, una piedra flotante. Y además fue y se sentó en otra piedra. No quiso imitarle de inmediato. Se quedó de pie a su lado y por un momento, las palabras que salían de su boca le parecieron falsas y forzadas. No creía que lo fueran, no del todo; pero sería estúpido ignorar la cadena de hechos que les había llevado hasta ahí.

Cansada, suspiró. Su vista quedó fija en el horizonte y se quedó callada un rato, tratando de dar sentido en su cabeza a todo lo que quería decirle. Al final, se decantó por abrir la boca y dejar que su cerebro soltara lo que le apeteciera. Curiosamente, resultó el método más eficaz.

-Lo siento, Ivan.- Sabía que él le había hecho una pregunta, pero también que no era realmente eso lo que quería preguntarle. O al menos no del todo, porque a esa pregunta la respuesta estaba muy clara. Sí, por supuesto que tenía que meterse en cada bulla del camino. ¿Eso no se sabía a estas alturas? – Me fui por motivos egoístas y volví, de milagro, por motivos egoístas. Te diría que no pretendía hacerte daño, pero lo cierto es que cuando marché no creía que fuera a hacértelo, ni a ti ni a nadie.

Qué eufemismo tan bonito para haber fingido su muerte. Decía la verdad, pero no del todo. Sabía que había gente que se cuestionaría lo que había ocurrido, pero no creía que les fuera a doler… a la larga. No tenía tanto impacto en sus vidas. No era alguien importante.

-Si quieres saber lo que ocurrió te contaré la verdad, pero te adelanto que no es una historia bonita. Y el final, más que bonito o triste, soy yo siendo una cabezota. Aunque claro, eso no es una novedad.

Se sentó a su lado y apoyó la espalda en la piedra. Cerró los ojos un instante, preguntándose qué se le estaría pasando a él por la cabeza. No sabía si le creería. Esperaba que sí.

Cuando ella se disculpó, dejó de sonreír. Si iban a pasar al tema de inmediato, entonces iba a dejar de fingir. Entre otras cosas porque, si Aki sentía haber hecho algo mal, era porque algo había hecho que sabía que no debía. Eso implicaba que no había una confusión o un error, sino que efectivamente había fingido su muerte. Ahora faltaba por ver sus motivos... si es que era sincera, claro. Tanto su postura como su olor revelaban amargura y cansancio. No parecía que estuviese preparándose para mentir, pero solo por si acaso prestaría atención a los latidos de su corazón. Afinó su oído y se preparó para escuchar su excusa. Entonces ella dijo que no había pretendido hacerle daño, y el vampiro apretó ligeramente los labios, aunque no llegó a decir nada. Las recriminaciones podían esperar al momento en que supiera si iban a caer en saco roto o no. No merecía la pena recriminarle nada si al final era una enemiga. Así que simplemente esperó a que continuase hablando, dejando que fuese el silencio el que le indicase que seguía esperando la excusa o el motivo por el que le había dejado creer que estaba muerta. El verdadero motivo por el que había llorado su muerte.

Entonces Aki siguió hablando. Una historia, ¿eh? Para pretender disculparse, Aki estaba dando muchas vueltas. La había llamado a aquel sitio para aclararlo todo, no iba a rechazar aquella historia. De hecho le resultaba innecesario que le pidiera su permiso antes de contársela y que le avisase de que no iba a ser bonita. Esperaba que no lo fuera. Esperaba que realmente tuviese una excusa legítima para haber desaparecido de aquella manera y haber luego aparecido ante él con un nombre y un rostro falsos. Porque si no los tenía, no sabía si querría volver a verle la cara. El vampiro se cruzó de brazos y tensó el ceño, mirando al estanque frente a él.

- A estas alturas, las historias feas son el pan de cada día. Empieza.

Sus palabras fueron amargas, aunque no agresivas o duras. Aún no iba a ser hostil, ni pretendía serlo salvo que efectivamente tuviese razón, y Aki hubiese jugado con él y se hubiera reído en su cara. O peor, que hubiese estado todo ese tiempo tramando algo a sus espaldas. Tal vez ese era el caso y se había arrepentido. O tal vez simplemente estaba siendo un poco paranoico... ¿pero le faltaban acaso motivos para serlo? Había fingido su muerte y aparecido con otro rostro. Eso no la hacía precisamente una persona de fiar.

En cuanto él dejó de sonreír, ella empezó a hacerlo. Ah, demonios. Mejor así. Prefería la honestidad… irónicamente. Ahora bien… ¿por dónde empezar?

-En mi defensa, no pensaba volver.

Era una excusa muy pobre, pero era la verdad. También era la única que tenía. Tras un par de segundos de silencio mientras se aclaraba la cabeza, empezó a hablarle de Karl. ¿Le había hablado de él alguna vez? No lo recordaba. No le dijo mucho, tampoco. No le gustaba hablar de ello. Lo justo como para que entendiera lo que le hizo saber que se había ido una segunda vez.

-Fue por casualidad, además. Le pregunté al espejo y ya no estaba ahí. ¿Qué otra cosa podía significar?

Obvió el hecho de que por lo visto el hombre no había muerto. No sabía dónde estaba. A efectos prácticos, había desaparecido y no quería encontrarlo. Le dolía solo de pensarlo. Tragó saliva y cerró los ojos un segundo antes de continuar.

-Quería irme. Me habría tirado al mar, pero por lo visto soy demasiado cobarde como para ello. Habría sido más fácil así. También más barato. En su lugar, busqué la forma de… empezar, de nuevo. De olvidar.

Le habló de la jovencita. ¿Dónde estaba ahora? Hacía un par de meses que no la veía. Le había dejado en el continente, segura y con dinero suficiente como para hacer lo que quisiera. Sabía que pensaba que iba a volver, pero todavía no estaba convencida de querer hacerlo. La pobre merecía mucho más.

Le explicó cómo encontró y se apropió de la akuma que buscaba, dándosela a ella. Cómo mandó construir el Loreley para Lysbeth y como planeó meticulosamente su propia muerte. Tan extraño como podía haber sido ver su cadáver, había sido… un alivio, en realidad. Por lo menos, en aquel momento.

Mientras le contaba la siguiente parte, se preguntó si le creería. Estaba siendo completamente sincera, pero cuanto más hablaba, más se daba cuenta de lo loco que sonaba todo. Ahora bien, tampoco es que hubiera estado exactamente cuerda mientras lo hacía.

-Borró todo rastro de mi de mi cabeza y de la suya. Quedó todo en una urna en aquella tumba y para cuando desperté, ya no estaba. Era otra persona.

Era una parte importante. Cuando se había tropezado con él mientras era Lysbeth, no sabía quién era. Esperaba que lo entendiera. No se estaba riendo de él entre bambalinas, no sabía lo que ocurría.

-Por supuesto, por desgracia, la falta de recuerdos no te cambia. Con el tiempo, la curiosidad pudo mucho más que mi advertencia. Yo no quería volver, pero Lys quería saber la verdad.

Le resumió cómo había conseguido regresar. Le tendió uno de sus cuchillos mientras ponía los ojos en blanco y trataba de no reírse. Sí, su nombre estaba grabado. No, no lo había visto en meses. Sí, le había dado vergüenza descubrirlo.

El cómo había recuperado sus recuerdos… era más complicado, porque no lo entendía de todo. Le contó cómo había vuelto a encontrar la tumba y que una mujer le había ayudado. Que le había dado una copia de su mano a cambio. No entendía del todo sus poderes, pero había funcionado y, de repente, volvía a ser ella.

La pirata frunció el ceño y se inclinó hacia delante, abrazándose las rodillas.

-No fue fácil. Todavía no lo es y no creo que lo sea nunca. Pero ya no quiero tirarme al mar y me alegro de haber vuelto. Me echaba de menos.- Giró la cabeza y se le quedó mirando, sin saber bien cómo terminar.- Como ya he dicho… lo siento.

Escucho en silencio su relato, al principio con cara de póker y buscando en su rostro o el sonido de su corazón alguna pista que delatase una mentira. Sin embargo, a medida el relato fue avanzando, desvió la mirada hacia el suelo y dejó de intentar juzgar la veracidad del relato. Podía no entender a Aki, y de hecho no lo hacía, pero estaba diciendo la verdad. Había cosas que podía comprender. El dolor de una pérdida y el deseo de empezar de nuevo y construir algo diferente. No podía entender renunciar a los recuerdos y a la propia identidad. Renunciar a uno mismo era el equivalente ceder y rendirse. Era perder tanto lo bueno como lo malo que uno mismo había hecho o conseguido a lo largo de la vida. Era simplemente huir. No podía entender aquellos sentimientos. Le resultaba demasiado ajeno en todos los sentidos. Y, sin embargo, no podía evitar sentir aquella sensación de vacío en sus tripas y ese dolor lacerante y frío. Aunque el tiempo pasaba, aún no terminaba de acostumbrarse a compartir el sufrimiento de otros. La empatía dolía.

- Al menos estás de vuelta - dijo al fin, con una sonrisa amarga.

Echó mano del interior de su Manto de Sombras y sacó una caja. Había estado reservando aquel whisky para una ocasión especial. Un gran reserva de treinta años que había "adquirido" durante sus viajes. Aquella ocasión parecía tan buena como cualquier otra. Abrió el recipiente, sacando del estuche dos vasos de cristal y la botella. Dejó ambos vasos sobre la roca y sirvió un poco en ambos, ofreciéndole uno a Aki. Antes de beber el suyo, se acercó el vaso a la nariz y disfrutó el olor.

- Por los que no están con nosotros y por los que aún siguen.

Con ese brindis, alzó el vaso y bebió. Era su manera de decirle a Aki que todo estaba bien. No se atrevía a romper el momento con otras palabras, no tras esa historia. Pensó en todo lo que había pasado desde su primer encuentro en Hallstat. ¿Cuánto hacía ya de eso? ¿Seis, siete, ocho años? No lo recordaba ya. En aquel entonces él era aún demasiado... inmaduro. Impulsivo, guiado por sus emociones, insensible a las del resto, fácil de manipular. Ella había jugado con él sin problemas, aunque tenía que reconocer que había sido una noche divertida. Y, a raíz de esa noche, había decidido volver a Hallstat. Cierto, eso había derivado en ser encerrado en prisión, pero el tiempo entre rejas le había hecho madurar y crecer. Recordó tras eso cómo le había salvado la vida en Gray Rock. Si Aki no le hubiese sacado la espada de Kodama del pecho, habría muerto. Y su falsa muerte le había hecho, por lo menos, recordar que en el fondo tenía un corazón.

- Es irónico, ¿verdad? Tener otras personas en tu vida te hace sentirte fuerte y vivo. Y, sin embargo, nos vuelve débiles. En el momento en que esas personas son amenazadas, perdemos la vista de nuestros propios objetivos. Y cuando desaparecen, duele. Duele más que morir - y eso podía decirlo por experiencia propia - Pero, ¿merece la pena la vida sin vivir? El dolor es el precio de la caricia de un amante. La nostalgia, el de los tiempos pasados. Una vida sin dolor es una vida sin amor, alegría, esperanza, inspiración o diversión. Una vida así, no es vivir.

Cogió la botella y se sirvió un poco más. Si Aki quería, le echaría más también. Se había esperado muchas cosas de aquel encuentro, pero... no aquella historia. ¿Cómo habérselo esperado, en realidad? Se acercó de nuevo el vaso y lo olió, con expresión pensativa.

- Creo que nunca llegué decírtelo. Tras nuestro primer encuentro, me fui a Hallstat a buscar a Iliana - soltó una mezcla entre bufido y risa - Salió estrepitosamente mal. No sé qué esperaba, realmente. En parte, no puedo enfadarme por su reacción. Aunque fuese por órdenes de mi padre, le engañé y pagué el precio.

No tenía del todo claro cómo se había tomado su historia. No creía que fuera a entenderlo nunca. Su papel había sido complicado y podía afirmar que había salido de una pieza de milagro. ¿Cuántas eran las probabilidades de lograr recuperar sus recuerdos, incluso queriéndolos? No muchas, eso era seguro. Había tenido una estrella en el culo.

Pero desde fuera... tampoco debía de haber sido fácil. Hasta que empezó a contarle toda la historia no se le había pasado por la cabeza que él no sabía que había perdido sus recuerdos. A sus ojos y, bueno, a los de cualquiera, había fingido su muerte y se había hecho pasar por otra fingiendo desconocimiento de cualquier relación o amistad que pudieran haber tenido anteriormente. Era lógico que estuviera enfadado. Dolido. No sabía si la verdad era mejor o peor que esa opción. Al fin y al cabo confesar que había querido matarse y había preferido hacer todo ese tejemaneje en vez por cobardía… no le parecía mucho mejor.

Aceptó el whisky con una sonrisa cansada. No le gustaba, nada de nada. Pero se lo había dado él e iba a aferrarse al pensamiento de que todo tenía arreglo como si fuera un clavo ardiendo. Por lo menos, entre ellos. No quería perder una amistad. Incluso después de todo lo que había pasado, no había manera de decir que tuviera suficientes. Las valoraba todas, pocas como eran y saber que Ivan estaba dispuesto a seguir adelante le hacía sentirse bastante mejor.

-Créeme, se me han quitado las ganas de marcharme.

Le imitó, oliendo la bebida. Sabía que olía bastante mejor de lo que sabía y no era la excepción. ¿Era bueno? No podía distinguirlo. La botella era bonita, pero la mayoría de botellas de whisky eran hermosas. Al final, alzó el vaso con él y dio un trago mientras asimilaba su frase. ¿Incluía eso a Lysbeth? Estaba con ella. Era parte de sí y a la vez, ya nunca volvería a ser. ¿La echaría de menos? Él, alguien, cualquiera. Se atragantó y dio otro trago para disimularlo. Fue mala idea y al final terminó acabándose el vaso de un trago y dejándolo tentativamente en la roca que había entre ambos. De acuerdo, suficiente. Tosió un par de veces y al final se tiró bocarriba en la hierba mientras suspiraba.

Escuchó el pequeño discurso de Ivan mientras parpadeaba. Pensaba que ella se había bebido rápido el whisky, pero a lo mejor él lo llevaba en la sangre. Eso explicaría el nivel de introspección. El sol estaba en lo alto, era demasiado temprano para esto. Gruñó y se puso el brazo delante de los ojos. Pese a todo, estaba de acuerdo.

-Ya, pero no podemos escapar. No podemos vivir sin relacionarnos con otros. Me fui porque creía que no tenía a nadie y hasta que volví no me di cuenta de todo lo que tenía. No es mucho, pero es mío. Es mi gente. Y… quiero protegerla. Quiero estar ahí, para lo importante y para lo feo. Si es el precio de la vida, que así sea. Prefiero pagarlo y vivir en vilo de quién atacará después que perderme a mí misma una segunda vez.

Puede que él la llorara cuando se fue, pero ella no lo había sabido. Nunca lo habría sabido si no hubiera vuelto, si no hubiera fingido. Y ahora se daba cuenta de que no quería adelantar ese momento. No era la clase de cariño que buscaba.

La parte de Iliana le tomó por sorpresa. Se incorporó y le miró fijamente, hasta que al final ella también bufó y se rió mientras negaba con la cabeza. Ah, al final no eran más que un par de idiotas.

-Yo no pienso buscar a Karl. Es mejor así. Ni siquiera sé qué le diría. Al menos ahora tienes tu final, ¿no? Tu respuesta. Ya es algo, por malo que sea.

- Mi respuesta, ¿a qué exactamente? - preguntó, en parte a ella, en parte al aire - No considero tener respuesta ninguna.

Suspiró y miró sus reflejos en el agua. ¿Iba a tropezar dos veces con la misma piedra? Tal vez. Esta vez planeaba que fuese diferente, pero realmente... ¿iba a serlo? Inspiró hondo y se relajó poco a poco. La tensión de aquellos días fue desvaneciéndose lentamente, mientras notaba como una carga más se soltaba y desaparecía para siempre. Poco a poco, todo iba volviendo a su curso y notaba que empezaba a volver a ser él mismo. Pero necesitaba hacer aquel viaje a Hallstat y tal vez cometer un error o dos por el camino. Aún tenía cargas de las que liberarse. Rara vez había sentido culpabilidad en su vida, y ahora que la tenía, sentía el peso de sus pecados en su espalda. Tal vez no los pecados de los que otros le hubiesen culpado, pero no por ello menos dolorosos.

- Voy a volver a Hallstat una vez más. Tengo cosas que arreglar con Iliana. Y va siendo hora de que me responsabilice de mi reino.

Pero no estaban allí para hablar de sus propios problemas. Eran una carga propia con la que lidiaría en su momento. Estaban allí para hablar de lo que le había pasado a Aki. Y aunque ella ya había contado su versión de la historia, aquel día era para ella. Ya había contado sus propios problemas él mismo en otras ocasiones. Sabía cuándo no le tocaba ser el protagonista. Suspiró de nuevo y comenzó a guardar la botella y los vasos de vuelta en el estuche. Ya los lavaría más tarde. Tal vez. Puede. O puede que le dejase la tarea a algún zombie... o mejor no, no le apetecía encontrarse luego un dedo dentro.

- El caso, me alegro de que estés de vuelta. Y me alegro de que no hubiese sido todo alguna especie de juego o treta - cambió de postura y se encaró a ella - Recibí las noticias de tu muerte tarde. Digamos que estuve... - se calló un momento, pero finalmente gruñó - ¿Para qué adornarlo? Estuve muerto. Morí, volví y me pasé un año intentando recuperar todo lo que había perdido y buscando mi akuma no mi. Cuando me di cuenta de que estabas muerta, ni siquiera sabía si había una tumba que visitar. Al final fui a Samirn y encontré una estatua que habían levantado en tu honor.

Suspiró una tercera vez, más profundamente.

- Simplemente me alegro de que estés de vuelta. Así que sácate esa cara larga.

Asintió despacio al escucharle. Lo entendía, seguramente más de lo que él se imaginaba. Ella también había tenido que regresar a Samirn en su momento. Sin embargo, no estaba lista para hablar de ello. Había sido una decisión difícil y una ejecución todavía más complicada. Que él fuera capaz de decir en voz alta que iba a responsabilizarse de Hallstat le intimidaba un poco. Para bien, claro. No es que hubiera pasado mucho tiempo en la isla, pero sí el suficiente como para darse cuenta de que que Ivan volviera era seguramente lo mejor que podía pasarle. Sucediera lo que sucediera. Quiso decírselo, pero le costó encontrar las palabras y para cuando abrió la boca, él estaba hablando de nuevo.

Frunció el ceño, pero no fue capaz de reprocharle nada. Jamás le habría tendido una treta de tal tamaño y que lo pensara casi la ofendía. Incluso si no hubiera perdido sus recuerdos, ¿ir hasta él y estar a su lado en persona mientras fingía? Ni siquiera entendía qué motivos podía tener para hacer eso. Pero claro, desde fuera… era como se veía. Sin saber toda la historia, sus motivaciones eran un misterio y sus acciones no decían nada bueno. Frunció los labios. Algo le decía que no sería la última vez que le dirían algo parecido.

Suspiró y sacudió la cabeza. Le incordiaban los hombros. Le dolía escuchar lo mal que había estado, pero se alegraba de estar allí ahora.

-Es una bonita estatua.- dijo, sin saber bien qué más decir.- No se me ocurrió buscar un sitio para… bueno, ya sabes. No tengo muy claro qué habrá hecho la marina con mi falso cuerpo. Al principio no quería pensar en ello pero ahora que lo dices… mentiría si dijera que no tengo algo de curiosidad. No es que quiera verlo pero… ¿Dónde estará esa otra yo?

A estas alturas debía de hacer mucho que la ilusión física se había desvanecido. Incinerada o enterrada, la falsa Aki ya no existía. Pero seguía habiendo una recompensa por su cabeza y aunque no solía pensarlo, morir a manos de la marina… era una posibilidad. Remota, pensó mientras bufaba, pero una al fin y al cabo. ¿Qué hacían con todos los cadáveres? Sabía bien que no era poca la gente que arrastraban en su cruzada.

-Yo también me alegro de estar aquí. De haberlo aclarado todo. Lo que ocurrió en Wano… fue un desastre. – Hizo una pequeña pausa y esbozó una diminuta sonrisa.- ¿Es tu capitana siempre tan temperamental?

Aquella mujer que casi se cargaba sus negociaciones era su capitana, ¿no era así? No le juzgaba, ella misma tenía carácter en según qué situaciones y a saber lo que se le estaba pasando a la pirata por la cabeza. Si Ivan estaba con ella, sus motivos tendría. Pero le hacía gracia.

-¿Acaso en lo que me he marchado has empezado a hacer de niñera a tiempo completo?

Suspiró muy cansado y negó con cabeza al pensar en Wano. Toda la campaña había sido un quebradero de cabeza. Dos meses de cuidadosos preparativos, de plantar ejércitos de no muertos bajo la tierra, intrigar, reunir información, capturar a Kurookami y... ¿para qué? Para que justo al final todo se convirtiera en un caos. Para que la Marina plantase un ejército con otro Almirante más en la isla, la Revolución se presentase con su líder en mitad del lugar y para que todos los aliados se la Estrella se quitasen la careta y se presentasen en la isla. Wano había sido una tormenta de mierda que había salpicado en todas direcciones, y aunque bajo presión Katharina luchaba muy bien, no siempre tomaba las mejores decisiones en esas situaciones. Él mismo había estado tan metido en sus propias mierdas que no había aconsejado apropiadamente a su capitana y todo se había desmadrado. En lugar de lograr una alianza con Dexter, habían terminado casi enfrentándose con él. Y C. Zar se había burlado de ellos como había querido.

- Es una mujer bastante pasional, no te lo voy a negar. Puede ser muy impulsiva y bruta también. Pero vaya, la sangre no llegó al río - se encogió de hombros - Tampoco a mi garganta, por desgracia.

Aki le preguntó si se había convertido en niñera y Ivan resopló, divertido. Era curioso que considerasen que el pirata sanguinario que se dedicaba a destrozar gente por deporte fuese la niñera de Katharina, la persona que le decía "caca" y le paraba los pies cuando se pasaba de la ralla. Lo peor era que no estaba muy alejado de la realidad. Katharina, con todo lo inteligente, astuta y poderosa que podía ser, tenía una capacidad sorprendente para dejar que se le subiera la sangre a la cabeza y perder de vista el norte. Tal vez tenía que ver con lo fuerte que se había vuelto en los últimos años. Se había convertido demasiado rápido en una de las personas más poderosas del Nuevo Mundo, sin llegar a aprender la lección que Ivan había aprendido dolorosamente en Gray Rock y tantos otros momentos: el poder no lo era todo. No se podía depender únicamente de la fuerza para resolver los problemas. Tal vez Katharina necesitase experimentar una derrota dura para aprender esa lección.

- Me gustaría negarlo, pero a ratos así es. Aunque en otros momentos es la situación inversa, y es ella quien impide que yo me desmadre - se encogió de hombros - Has conocido su peor lado, pero no la escogí sin motivo como mi capitana.

Frunció el ceño. Aún había algo más de lo que tenía que hablar con Aki. Si todo estaba bien y ella no le deseaba ningún mal, igual era el momento de hablarle del motivo por el que había pactado con Lysbeth.

- ¿Recuerdas que te ofrecí un trato misterioso? Una tarea que no sería revelada hasta el momento correcto y en la que podrías llevarte lo que saqueases - le dejó un momento de cortesía para que confirmase - Ya no es necesario... creo. Íbamos a ir a matar a Lion D. Émile y sacar a mi hermana de sus calabozos. Mi hermana ya es libre, así que no se me pierde nada en el territorio del Ángel Negro, por mucho que sea un cabronazo despreciable y quiera meterle una patada en las pelotas - resopló, esta vez violentamente - Sin embargo, si aún quieres meterte en problemas, vamos a darle caza a un Yonkou diferente. Nuestro objetivo no es ningún secreto esta vez. Vamos a matar a Iulius C. Zar.

Se rió entre dientes al escuchar al vampiro. Tampoco ella había probado gota en aquella batalla, cosa que en realidad agradecía. Sí, era útil, pero también hacía que se sintiera un tanto fuera de control. Por no hablar de que en realidad le parecía una guarrada. Había mucho misticismo alrededor de los vampiros y los demonios, pero al final del día nadie te preparaba para el olor y la humedad que desprendía la sangre. Arrugó un poco la nariz. A hierro. Igual que sabía, aunque eso no le disgustaba tanto. Se preguntaba si a él le sabría igual, pero ¿para qué preguntar? Perdería el misterio.

Era cierto que había oído hablar de Katharina antes. Desde textos de origen curiosamente académico llamándola gorda idiota hasta su wanted de pasada y rumores en alguna que otra taberna. Por otro lado, no era alguien que hubiera llamado en exceso su atención, al menos hasta que descubrió que era la capitana de Ivan. Sonrió. Por como la describía, en realidad se parecía a él. Incluso a ella misma, a veces. Quizá todos los piratas estaban cortados en el fondo por el mismo patrón. También el mar era impulsivo y bruto; quizá era eso lo que les llamaba.

Dio otro trago del whisky que había quedado olvidado, haciendo una mueca. Seguía sin gustarle, aunque apreciaba la invitación. Aunque cualquiera diría que le estaba poniendo sentimental. La bebida, sin duda, para nada la conversación.

-Bueno, si te ha hecho madurar aunque sea a marchas forzadas, entonces es una buena capitana.- Hizo una pausa, reflexionando en lo que le acababa de contar.- Incluso si no se da cuenta.

Frunció el ceño al escuchar lo último. Lo recordaba. Y al oír el nombre del que iba a ser el objetivo, comprendió que había estado a punto de cometer un error de proporciones… interesantes. Suspiró y se pasó una mano por el pelo, cansada.

-Sí, me acuerdo. Y… me alegro de que hayas cambiado de idea. Conozco a Émile y más allá de lo que haya hecho, - que no era poco, de eso estaba segura. – no me apetece especialmente intentar matarle. Fue un buen amigo, aunque claro… de eso hace ya mucho.

Si no hubiera vuelto en sí, le habría ayudado, lo tenía claro. Y si después de hacerlo hubiera recordado, se habría arrepentido. Mucho. Sabía de oídas que Émile se había convertido en alguien despiadado, pero también ella había hecho cosas más que cuestionables. No podía asegurar que no volviera a hacer alguna. No tenía ganas de matar a alguien con quien había compartido barco en su día, por breve que hubiera resultado. Levantó un dedo ante la cara del vampiro, alzando el vaso de nuevo para que se lo volviera a llenar. Qué demonios.

-¡Sin embargo! – anunció, intentando aligerar un poco el ambiente.- Como bien sabes, meterme en problemas es mi especialidad. Y ese César de pacotilla haría más uso al mundo a tres metros bajo tierra. Cuenta conmigo, cuando lo necesites.

No se le escapaba quien era, claro. Había sido la comidilla de los últimos meses. Su muerte aligeraría la tensión que se mascaba y, con algo de suerte, adelantaría el fin de la puñetera guerra en la que se había visto envuelta. Si podía colaborar, iba a hacerlo. Pero no antes de la siguiente copa.

Ivan se rio al escuchar el comentario sobre Katharina. Probablemente si su orgullosa capitana hubiese escuchado eso se hubiese puesto a la defensiva o hubiese hecho algún comentario pasivo-agresivo hiriente. Las verdades dolían, al fin y al cabo.

- ¿Madurar? Eso es para frutas. Admito que he cambiado, de todos modos.

Sin embargo, las siguientes palabras de Aki fueron menos agradables. Empezó a explicarle que, de haber mantenido el plan de ir a por Émile, no se habría encontrado a gusto haciéndolo. Entendió por sus palabras que no hubiese ido. Sabía que Aki estaba relacionada con él, se lo había contado en su primer encuentro. Suspiró, cansado. No le apetecía darle vuelta a qué podría haber pasado de haberse dado la situación, pero su imaginación era curiosa e hiperactiva. ¿Se habría mantenido al margen, o habría ayudado a su ex-compañero a sobrevivir? El gesto de la mano de Aki lo devolvió al presente, así que abrió el estuche y sacó de nuevo el whisky, sirviendo una nueva ronda a ambos.

- Es comprensible.

No tuvo tiempo de aportar mucho más, aunque tampoco tenía claro qué decir. Ivan no solía quedarse sin palabras, pero ese fue el caso. Aki estuvo más ágil mentalmente y deshizo la tensión del ambiente pasando al tema de C. Zar. Sonrió al escucharla y dio un sorbo de whisky, paladeándolo unos segundos antes de dejarlo bajar por su garganta.

- Toda ayuda es poca. Intentamos ir a por él en Wano, pero cometí el error de... bueno, descuidar a mi tripulación. Dejé que mis propios problemas me distrajesen y Katharina le declaró la guerra en un momento de calor, con lo que perdimos el factor sorpresa. Cuando nos presentamos en su base, había todo un comité de bienvenida y C. Zar había huido hacía tiempo. Casi no la contamos.

Aún se sentía dolido en el orgullo por haberse dejado llevar de aquella manera. Una única llamada había bastado para hacerle perder su temple y desaparecer el tiempo suficiente como para que las cosas se complicasen. Si hubiese sabido mantener la calma y la frialdad, ¿hubiera podido evitar que Katharina cometiese aquel error? ¿Habrían pillado a C. Zar por sorpresa? Sí, no, quizás. En realidad era una tontería darle vueltas, no podía cambiar el pasado. Solo podía hacer del futuro la mejor versión posible usando el presente.

- Nos sobra potencia de fuego, a decir verdad. Literalmente - dijo, con desagrado - Katharina tiene la manía de hacer estallar cosas en llamas. Sin embargo, tú tienes más experiencia que nosotros dos juntos. Ya llevabas tiempo navegando cuando yo aún estaba en Hallstat. Con tu instinto, estoy seguro de que podremos llegar a él y patearle el culo todos juntos - dio otro trago y añadió - A propósito, ¿qué hiciste tú en Wano? ¿Aprovechaste el viaje mejor que nosotros?

La pirata rió entre dientes. Podía adornarlo y cambiar la semántica todo lo que quisiera pero incluso la pera más tozuda acababa quedando blandita y jugosa. De acuerdo, quizás no era la mejor comparación, pero el hecho era que al vampiro se le notaba más sereno y tranquilo. Si había madurado o era una racha de casualidades, solo el tiempo lo diría. Ella quería apostar por lo primero, aunque solo fuera por su bien.

Había reaccionado de forma sorprendentemente tranquila al asunto de Émile. Aki había sabido antes de decírselo que no iba a ser algo fácil, pero no quería mentirle más. A cambio, él lo había aceptado. En parte se preguntaba qué le ataba al pirata, qué cosas habría hecho para tener a tanta gente detrás. Por otro lado, no estaba nada segura de querer saberlo. Había muchas posibilidades, ninguna halagüeña. Y si Ivan iba a por él, tenía bastante claro que tarde o temprano lo alcanzaría. Aceptó la siguiente ronda y empezó a asumir que Émile iba a morir. Tenía sentimientos encontrados, pero dadas las circunstancias lo mejor que podía hacer era mantenerse al margen y dejar que ellos resolvieran sus diferencias. No era asunto suyo.

-Gracias por entenderlo.

Por suerte, cambiaron de tema. Ivan le explicó cómo habían intentado ir a por C. Zar y cómo había acabado siendo un intento frustrado. Sonrió al imaginarse a la capitana de su amigo amenazando al pirata de viva voz mientras el resto esperaban escondidos. Seguramente la situación real había sido más dramática, pero le hacía más gracia pensarlo así. No habría tanta diferencia al final.

Él parecía creer que con ella conseguirían pillarle. Se encogió de hombros. Le halagaban sus palabras, pero no estaba segura de hasta qué punto tenía razón.

-Puede que lleve más tiempo en el mar, pero tantos años y sigo sin saber llevar un barco. Si no fuera por la tecnología del Loreley tendría serios problemas para ir de isla en isla.

Dio otro sorbo al alcohol, haciendo una mueca. No se acostumbraba al sabor y empezaba a sentir que en cuanto se levantase iba a arrepentirse un poco de estar bebiendo tan rápido. Oh, bueno. Un día era un día.

-No sé qué decirte, la verdad. Me encontré a la hija del Shogun, Shinobu. Creo que le falta un hervor, pero con algo de mano dura podría llegar a ser una buena gobernante. Es pequeña, pero matona y se preocupa por su gente. Por otro lado… me cargué a la esposa de un revolucionario.

Hizo una pausa. Había muchas formas de explicar esa parte, pero quería tomarle un poco el pelo. Aguardó su reacción y luego con una sonrisa le aclaró:

-Era Hipatia, reina gyojin. Estaba aliada con C. Zar. Fue una carnicería… toda la gente a su alrededor moría por ella sin pestañear siquiera. Cada víctima me enervaba más y más… nos costó acabar con ella y ni siquiera peleó. – Frunció el ceño, recordando el día.- De no haber sido por Dexter, no estoy segura de que hubiera salido de allí con vida. Pero lo conseguimos.

Había sido una batalla campal, sangrienta y a todas luces demasiado larga. Se estremeció y dio otro sorbo. Aquel pescado no merecía ni uno solo de los sacrificios que se habían hecho por ella.