[Privado - Arashi no Kyoudai] Pequeños favores.

Era un día precioso, con un sol muy cálido y omnipotente que tostaba el torso desnudo del pelirrojo, que estaba con una mano sobre el timón del barco y con la otra sujetando un vaso de litro con hielo picado, ron añejo, azúcar moreno, hierbabuena, refresco de soda y una cucharita de amargo de angostura. Estaba buenísimo, teniendo el equilibrio perfecto entre el amargo del ron, con el dulzor del azúcar. El viento golpeaba de sotavento, y azotaba las velas del navío auxiliar de los hermanos de la tormenta con mucha fuerza, yendo a una velocidad constante y presurosa.

En la cubierta se encontraba Therax, vertiendo sobre sus amplios hombros una gran cantidad de protector solar por miedo a quemarse y desarrollar algún tipo de enfermedad extraña relacionada con la piel.

—¡Deja la crema y toma algo de sol a pelo! —le gritó Zane, haciendo que mucho de sus tripulantes le mirara—. ¡Qué estás más blanco que la teta de una monja de clausura! ¡Y no, no podéis preguntar porqué se eso! —Y guiñó un ojo al rubio.

El pelirrojo solía viajar sin seguir mucho el log pose triple, porque creía que aquello era para novatos que no sabían guiarse por el viento y las estrellas. Sin embargo, en aquel momento si lo hizo. Tenían un destino claro y votado por todos los miembros de su tripulación, así que siguiendo una vieja carta de navegación y la aguja más temblorosa del log pose y puso rumbo hacia Elbaf, la tierra de los gigantes y los ancestros de Marc.


Tras cuatro días de viaje, en los que uno de ellos tuvo que mantener una disputa con una banda pirata de novatos, llegaron a las costas de la isla de los gigantes. Todo allí era inmenso, completamente en proporción con los habitantes del lugar. Los ojos de Marc estaban repletos de emoción, pues hacía mucho que no estaba allí.

—Grandullón, ¿hiciste la lista con todo lo que necesitamos para llenar la bodega? —le preguntó—¬. Alcohol incluido, ¿eh?

—Sí, capitán —le respondió, con esa dulzura que tanto le caracterizaba.

—¡Chachi!

A penas faltaban quinientos metros para llegar a las costas de Elbaf, cuando los piratas fueron abordados por un gigantesco barco, en cuyo mástil había una bandera que no era pirata, pero tampoco pertenecía al gobierno mundial ni la marina. El navío era cien veces más grande que el de los Arashi, y en su cubierta podía contemplarse la cabeza de un gigante que hizo una señal a los piratas.

—¡Zane D. Kenshin! —gritó—. Quiero hablar contigo. Soy el hermanastro de Neils.

El sol golpeaba con dureza y eso podía ser fatal para la salud de cualquiera, más aún para alguien con el tono de piel que él lucía. Tenia el cuerpo repleto de una infinidad de cicatrices, todas y cada una de ellas avisos del destino para que anduviese con cuidado el tiempo de vida que le quedase. Se negaba a admitir que fuese su dejadez la que le enviase a la tumba en vez de alguno de los tarados con los que se había tenido que topar en el pasado.

Zane gritaba a su espalda, pero Therax ni siquiera se volteó para mirarle. Simplemente emitió un agudo silbido, que el ya no tan pequeño Tib percibió a la perfección. El cachorro había dejado de serlo con el paso del tiempo y, pese a que aún no había alcanzado el tamaño y el porte que estaba destinado a exhibir más pronto que tarde, ya superaba en tamaño a un potro. El animal aulló de puro júbilo antes de lanzarse a por las nalgas del pelirrojo. Entretanto, el rubio no pudo reprimir una carcajada al observar a Annie, que de nuevo volvía a mover sus labios en un infructuoso intento por, de una vez por toda, aprender a silbar. Pero no, tampoco sería en esa ocasión.


Desde luego el recibimiento había sido a lo grande. Todo se había ensombrecido de repente y el barco había comenzado a agitarse más de lo habitual con el tiempo que imperaba. Efectivamente, una embarcación cuyo tamaño sólo podía ser justificado por los tripulantes que transportaba se había interpuesto en su camino.

-Pa'que luego digan que'l tamaño no lo eh tó -dijo Manué en voz alta, imponiéndose a duras penas sobre el clamor del oleaje.

Si les esperaban o si el oportuno encuentro no había sido más que una gran casualidad era algo que por el momento no podrían averiguar, pero el hecho era que el gigante había interpelado únicamente a Zane. Therax desconocía qué podría tener que decirle, así que por el momento se limitó a impartir algunas órdenes entre el resto de los Arashi al borde del Kin no Otome. Mufasa se encaramó al carajo para tener una mejor visión del entorno, aunque pronto quedó claro que con las dimensiones que se estaban manejando resultaba del todo innecesario.

Esme y Manué plegaron las velas para detener el avance y no colisionar con el barco de los gigantes, siempre señalados por los mordaces comentarios de César. Tib, por su parte, se situó entre Therax y Annie, sentándose a lamerse las patas pero sin despegar su atención del colosal navío. Resultaba curioso contemplar cómo los instintos animales se desarrollaban por sí mismos, cómo el pequeño que tanto tiempo había acompañado al rubio como una mera mascota se había convertido en un ejemplar dispuesto a darlo todo por proteger a su manada.

El pelirrojo viró el barco hacia babor, girando el timón casi por completo hacia la izquierda al notar como el gigantesco barco se había cernido sobre ellos. La diferencia entre ambos era absurda, como comparar un chihuahua toy con un san bernardo hecho y derecho; algo que también recalco el bueno de Manué.

—Lo importante es la forma con la que se maneje el barco, socio —le respondió al joven del archipiélago Andalusí, que soltó una carcajada y continuó haciendo de las suyas en el barco. ¿El qué? Era un misterio, pero parecía que estaba tratando de hacer magia con un sobrero, un vaso de chupitos y tres cartas—. ¿Alguno de vosotros sabíais que Neils tenía un hermano?

No estaba completamente seguro de que lo que le estaba diciendo aquel gigante fuera cierto, ya que las pocas veces que coincidía con Neils acababa de la misma forma: borracho y en problemas. Neils era un semigigante que se había unido a la banda hacía algo más de un año con varios de sus compañeros, formándose de esa manera una de las flotas más poderosas de los hermanos de la tormenta. Sin embargo, durante las reuniones cuatrimestrales que hacían, el pelirrojo siempre acababa yéndose de bebercio con el semigigante y algunos más al terminar, y las conversaciones personales eran lagunas metales que era incapaz de recordar.

—Dime, Therax, ¿te suena de algo que Neils tenga un hermano? —le pregunto, sabiendo que el rubio sería capaz de contestarle.

La respuesta, como cabía de espera, fue afirmativa. Sí, el semigigante tenía un hermanastro que vivía en Elbaf.

—Therax, tú acompáñame —le dijo a su segundo de abordo, mientras observaba como su monstruoso perro le miraba con cierto recelo—. De pequeño eras más mono, que lo sepas —Tras esas palabras, el perro fue a morderle, pero Zane lo había visto venir y había hecho aparecer dos preciosas y cálidas alas en su espalda para retirarse del área de acción del animal—. Marc, te dejo al mando, ¿vale? —le dijo al cocinero, para luego alzar el vuelo hacia el gigantesco barco.

Se dejó caer sobre la madera del barco, descargando paulatinamente su ferra voluntad por todos los rincones del mismo. Tenía que dejar claro que estaban ante uno de los nuevos emperadores del mar, y que cualquier intento de atacar por la espalda por su parte iba a terminar de la peor forma posible. Algunos tablones de madera se resquebrajaron, mientras que algunos gigantes y semigigantes que se encontraban en el barco cayeron desmayados sin que nada ni nadie pudiera evitarlo.

—¿De qué quieres hablar? —preguntó Zane, mirando fijamente al gigante.

—Han capturado a mi hermano, y un grupo de piratas se ha establecido en la costa occidental de la isla. Necesitamos tu ayuda —dijo sin tapujos.