Espaguetis y carteles de se busca [Privado - Takeshi y Omega]

Un puñetazo más. El hombre escupió un diente y le miró desafiante. Parecía que aquel tipo era un hueso duro de roer. No iba a bastar con golpecitos y romperle un par de cosas. Iba a tener que ser un poco más imaginativo. Pero aún así, iba a tener que probar.

- ¿Dónde se refugia Jim Morgan?

- Cómeme los huevos.

El agente suspiró y se encogió de hombros. Él se lo había buscado. Su víctima era un hombre joven de pelo rubio con traje elegante, aunque en ese momento lo tenía manchado de sangre, tenía el pelo despeinado y estaba atado a una silla. Hizo un gesto a Therese y su subordinada asintió. Volvió con un trapo y dos jarras grandes llenas de agua. Mientras el hombres les miraba desafiante y soltaba comentarios desagradables sobre sus madres, Omega cogió tranquilamente la primera jarra y el trapo.

- Therese, querida, haz los honores.

La agente agarró la silla y la volcó con cuidado de manera que el hombre quedase bocarriba. Entonces lo sujetó para que no hiciese movimientos bruscos o intentase soltarse mientras Omega le tapó la cara con el trapo. Empezó a vaciarle el agua en la cara, soltando bastante cantidad como para que le produjese una sensación de ahogo pero la bastante poca como para estar un buen rato echando agua. El joven empezó a intentar retorcerse en vano, soltando gruñidos de pánico. Omega no se apiadó y esperó a vaciar a las dos jarras antes de darle un respiro. Le quitó la toalla de la cara y dijo:

- Relléname las jarras, agente.

- ¡NO! ¡HABLARÉ! ¡POR FAVOR!

- Hágalo, agente - repitió Omega, impasible.

- ¡¿No me has oído?! ¡Hablaré! - dijo, aterrorizado y temblando - Mira, Jim está refugiándose con el clan Daizawa. Tienen su base en el "Happy Noodle", un restaurante de pasta. ¡Por favor, créeme - dijo, al ver que Omega le ignoraba y se ponía a limpiar las manchas de sangre de su instrumental de tortura - El clan Daizawa es una mafia asentada en esta zona del East Blue. Sé que han aceptado proteger a Morgan.

Omega sonrió a Therese al verla entrar de vuelta con las jarras, y se dirigió de nuevo a su prisionero con el trapo mojado en la mano. El joven entró en pánico:

- ¡Tienen guardias! ¡Han contratado a varios piratas famosos para que les protejan! ¡Li el Negro! ¡Yu Wan el Saqueador! ¡¿No me crees?!

- Te creo - respondió Omega, poniéndole el trapo en la cara - Por eso hago esto.


El agente iba vestido con su traje de trabajo y llevando el fusil de asalto a la espalda. En otro lugar su apariencia llamaría la atención, pero no en Mirrorball. Era habitual la presencia de grupos de seguridad privada y matones. A ojos de la gente, era otro más. Había estado observando los alrededores del restaurante mientras Therese y Ray hacían "limpieza". El lugar no parecía demasiado vigilado, lo estándar. Algunos vigías que intentaban ser discretos en los alrededores, haciéndose pasar por viandantes o clientes de bares, y como estaba anocheciendo y la gente empezaba a irse a sus casas, cada vez eran más evidentes sus posiciones. Nada con lo que no fuese capaz de lidiar. Lo que más le llamó la atención fue ver movimiento en los tejados. Una única persona y que parecía no querer ser vista... o eso creyó ver. Quién sabe. A lo mejor era solo algún viejo asomándose a su terraza para tomar la brisa nocturna.

Dio un rodeo y se coló por uno de los callejones que daban a la parte trasera del edificio. En su mente, la ya familiar voz que solía visitarle preguntó: "¿Ya? ¿No más reconocimiento ni entradas por ventanas? ¿Vas a ir a saco?" Omega sonrió y sacó la pistola Enforcer, poniéndole el silenciador. Un hombre grande y musculoso que estaba en la puerta trasera se giró al verle y abrió la boca para dar la alarma. Un preciso tiro silenciado le atravesó la frente.

- A saco.

Solo dos noches habían pasado desde su llegada a Mirror Ball, y durante todo ese tiempo, el ninja había estado moviéndose activamente en la búsqueda de cierta información que le permitiera dar con sus objetivos, el clan Daizawa, un grupo de maleantes del bajo mundo que operaban como una mafia de cierto renombre y poder por esos lares, aunque claro, Takeshi solo iba por los que tenían una recompensa, ya que el resto no le generaría ninguna ganancia y el varón no tenía precisamente un sentido muy elevado de la justicia, a fin de cuentas, la crianza que tuvo no albergó esos principios.

Suspiró y colocó nuevamente la piedra de afilar en agua, esperando que pasaran unos 5 minutos antes de sacarla para su uso, asegurándose que ésta no se moviera de su lugar para así sostener la daga con firmeza con una mano mientras la otra se posaba en la hoja; haciendo un poco de presión, comenzó a mover la daga con movimientos regulares, arriba y abajo, a lo largo de la piedra, manteniendo siempre el ángulo entre la hoja y la piedra.

De esta forma, pasó ambos lados de la hoja por la piedra, alternando las repeticiones de entre 5 y 10 veces para que el filo fuese uniforme, trazando finalmente una curva desde la parte superior izquierda a la inferior derecha a lo largo de la piedra de afilar cuando concluyó que había terminado; llevó el objeto corto-punzante a una pequeña vasija con agua agua corriente para retirar todos los residuos y se dispuso a secar la daga con un prenda, sabiendo que su arma estaba perfectamente afilada y lista para ser usada.

Revisó una vez más los carteles de Se busca que llevaba consigo, apartando los que no le eran relevantes en esos momentos y tras cerciorarse de que todo estuviera en su lugar, que sus armas ocultas estuvieran en buen estado y que se hiciera la hora adecuada para actuar, el varón salió de la habitación que había alquilado en esa ocasión y salió a las iluminadas pero solitarias calles del lugar, ya que las personas regresaban a sus hogares para descansar, salvo aquellas que obviamente tenían asuntos pendiente que resolver durante la noche.

Haciendo uso de sus habilidades y de una de sus herramientas de trabajo, el ninja ascendió hasta los techos y se desplazó por los tejados en dirección al Happy Noodle, lugar donde se encontraban sus objetivos de esa ocasión, no tardando mucho tiempo en dar con el paradero ni con la distinción con "marcas rojas" de quienes serían los posibles enemigos a enfrentar, después de todo, si estaba por entrar a las fauces del oso, sí o sí debía de enfrentarse con los colmillos que comprendían sus fauces―. Ese parece un buen punto de inicio...― decretó luego de acercarse tanto como pudo a la cornisa del edificio, para no ser visualizado tan fácilmente, y fijar su atención en uno de los guardias, el cual estaba apostado en una de las ventanas bebiendo distraidamente en un claro incumplimiento de sus funciones.

Aprovechándose de esto, el ninja caminó en silencio por el tejado y se ocultó detrás de una chimenea, asomándose únicamente para arrojar sus shurikens en dirección al guardia, aunque no con intenciones de atacarle directamente sino buscando que sus armas se clavasen en la pared, llamando entonces la atención del sujeto que ahora se había despegado del balcón para ver el objeto brillante; aquello le permitió al varón tomar impulso y saltar los dos metros que le separaban del edificio en el que estaba con respecto al restaurante, neutralizando a su primer enemigo sin que este tuviera tiempo a reaccionar―. Que comience la fiesta...― sonrió para si mismo luego de recoger sus shurikens.

Entró en el edificio con el silenciador aún humeando, con una media sonrisa y sin miedo. La puerta daba a un almacén. Tras rodear una estantería, se encontró con cuatro hombres jugando a las cartas. Uno de ellos, de pelo negro engominado y con un cigarrillo en la boca, estaba mirando hacia él, probablemente al principio esperando ver al guardia de la puerta. Antes de darle tiempo a alertar al resto, levantó la mano libre y apretó el dedo índice contra el pulgar. Liberó la presión de golpe con un chasquido apuntando a la cabeza del mafioso, que explotó como si fuese un globo pinchado. Restos de su cráneo y sangre bañaron a sus compañeros y mancharon todos los alrededores.

- ¡Oh dios! ¡Billy, joder!

- ¡¿Qué ha pasado!?

Uno de los cuatro se puso a vomitar. Atsu se acercó tranquilamente y recogió del suelo el cigarrillo ensangrentado y arrugado. Tras observarlo por un momento, se encogió de hombros y se lo llevó a la boca. Entonces cogió el mechero del muerto y lo encendió ante la vista atónita de sus compañeros. Finalmente uno reaccionó sacando su pistola y apuntándose. El agente le sonrió y le echó una bocanada de humo a la cara.

- Bien, ya habéis visto lo que puedo hacerlo. Si no queréis que os mate a todos, decidme dónde está Jim Morgan.

- ¿Jim quién?

Hubo un destello y el sonido ahogado de un disparo, y la bala atravesó el cráneo del que había hablado. Gracias al silenciador, esperaba no recibir compañía inesperada. O por lo menos, no al momento.

- Respuesta incorrecta. Solo necesito a uno de vosotros, así que os recomiendo empezar a...

Uno tomó la apresurada decisión de intentar atacarle por sorpresa. Sin embargo, cuando apenas estaba sacando su pistola, Atsu ya había disparado. El peliblanco suspiró, cansado, y miró al superviviente.

- Esperaba que la primera muestra hubiese sido suficiente. Bien, dime. ¿Dónde está Jim Morgan?

El hombre retrocedió, asustado, y levantó las manos.

- No conozco a esa persona. Por favor...

Omega le hizo un gesto para que se callase. Hizo un gesto de exasperación con la mano de la pistola.

- No me obligues a buscar a otra persona, porque lo haré. Te mataré y simplemente seguiré buscando a otros de vuestro ridículo clan a los que sacarle la información. ¿Me entiendes? Asiente si lo has entendido - el hombre asintió - Bien. Metro setenta y dos, pelo castaño, ojos verdes, joven, piel pálida, cicatriz en el pómulo izquierdo, acento del norte. Tu clan le está refugiando. ¿Dónde puedo encontrarle?

- No le he visto, pero sé que alguien está siendo protegido. En el segunda piso hay una estancia de puertas rojas grandes. Hay guardias a todas horas, de los mejores guerreros del clan. En ese piso además hay mercenarios piratas.

- Bien. Date la vuelta - en cuanto lo hizo, Omega rebuscó en sus bolsillos hasta sacar la cartera. La abrió y echó un vistazo a los carnets y facturas que había dentro - Ahora sé quién eres. Vas a mantener la boca cerrada sobre mí, o tu clan sabrá que me diste la información sin luchar ni que te hiciera daño.

A continuación, antes de que el hombre pudiese hablar, le apoyó la pistola contra la nuca y activó el modo no letal. La descarga eléctrica noqueó al matón, que cayó al suelo entre espasmos. "Cuando dijiste que ibas a saco, no mentías" comentó la voz.

- No lo hacía, no - murmuró.