Pasar la llama [Glyde - Nassor] [Privado]

Nassor se sirvió cuidadosamente el chai en la copa. Posó la tetera de vuelta en la bandeja y bebió dos largos tragos. Dejó escapar un suspiro de placer y tranquilidad. Estaba en la temperatura perfecta, con la cantidad justa de leche y la mezcla de especias en una buena proporción. Aquellos pequeños placeres le alejaban de las durezas de la vida diaria y la rudeza de la existencia del guerrero. Por un momento se olvidó de los conflictos, las muertes, las pérdidas y las catástrofes por llegar, y simplemente estuvo en paz. Cerró los ojos y se imaginó que estaba de vuelta en la cubierta del Pandora. Volvía a tener veintiséis años, y Syxel estaba a su lado. Como de costumbre, el viejo pirata bromeaba y hablaba apasionada sobre las aventuras vividas y las por venir, y lo mucho que harían todos juntos. Se comerían el mundo y conquistarían Raftel. Y a Nassor no podría importarle menos si lo conseguían o no, mientras lo intentasen juntos. Syxel, Balagus, Dharkel, Airok, Roger, Noah, Jish y él. Incluso su traviesa gueparda, Kilah.

Abrió los ojos. Noah estaba muerto, herido por una bala perdida en una escaramuza con la Marina. Roger, que no había soportado la muerte de su hermano, estaba jubilado y tenía un rebaño de sardinas en la Isla Gyojin. Kilah había muerto pacíficamente a la venerable edad de 18 años, tras una vejez plácida. Todos los demás habían desaparecido hacía más de cincuenta años ya. Sin embargo, había aprendido a vivir con las pérdidas. Los echaba de menos, oh sí, tanto que si los viera los abrazaría y lloraría hasta quedarse sin lágrimas. Pero valoraba los momentos felices que había vivido y agradecía haber podido llamar camaradas a gente como ellos, y haber tenido a una mascota y compañera como Kilah, casi una hija para él.

Volvió a la realidad y dejó de soñar despierto. Estaba en una sala de entrenamientos en las cubiertas inferiores del Erebus, en la parte restringida a revolucionarios. Era una estancia grande, con paredes, techo y suelo reforzados y un tatami en el centro. El anciano se encontraba a un lado, vestido con una túnica cómoda blanca y sentado el suelo junto a un pequeño taburete con una bandeja, una tetera y dos tazas. Estaba esperando a una revolucionaria joven, una cadete que precisaba entrenamiento. Normalmente no era tarea suya, pero era un favor personal a un amigo del East Blue. Hacía años, Heins le había sacado de un apuro y ahora le pidió como pago que ayudase a su protegida a fortalecerse. No se había atrevido a negarse a una petición tan razonable, aunque estuviese ocupado. La ayuda que le había prestado en el pasado bien valía eso y más.

En mi vida pase cruzar el ancho mar para servir al ejército revolucionario, no era primera vez ya que me movía hacia otra isla lejana, después de todo había estado moviéndome entre islas para entrenar junto a Heins, cruzando los blues de un lado a otro junto al grupo de reclutas que le tocó ver crecer, después de todo la gran mayoría no superaba la mayoría de edad cuando nos vio por primera vez, siendo mi caso especial porque me conoció desde bebe, pero siendo oficialmente a los quince años cuando me recluto. Por lo que había sido unos largos dos años de idas y vueltas entre islas, teniendo experiencias varias de todo tipo, que me habrían intentado fortalecer poco a poco, pero que aun así parecía faltarme algo.



Había aprendido a tener más resistencia física, y había logrado combatir alguna que otra vez ya contra algún peligro menor mientras veníamos aquí, cosa que como siempre había tenido que recibir ayuda si es que se complicaba en gran medida, por lo que al estar caminando al fin por el Erebus suspiraría - Hemos llegado por fin- sonreiría viendo el gran navío en el que estábamos entrando, que como siempre podría decirse que su magnificencia de gran ciudad, deslumbraba aires de cambio, por lo que me sería imposible no admirarle.


Entonces recibiría un golpe de uno de mis compañeros, siendo el más conocido por mi parte, a la vez del más odiado, con el cual, aunque ahora estábamos en paz, podría decirse que aún no me soportaba –Cuidado por donde andas pequeña granjera. - Diría viéndome con esa típica cara seria que tanto irritaba, después de todo era como una moneda de dos caras que valían los mismo... Nada, por lo que asiéndome poner una mueca, para recibir un par de palmadas de parte de mi superior.



-Ese chico siempre se las arregla para atraer miradas... -Comentaría Heins viendo a lo lejos a James, que se alejaba con el grupo de reclutas a lo lejos, mientras se arreglaba su mostacho con una sonrisa, viéndome a mí de reojo –Glyde, aquí te espera un viejo amigo, el mismo te hará clases... Intensivas – Diría dando otras palmaditas en la cabeza, después de todo, las alturas entre ambos eran dispares, cosa que tal vez sería el motivo de su risa.



- ¿Clases? - Cuestionaría levantando una ceja sorprendida ¿Ahora me darían clases particulares? No era algo que entendiese del todo, después de todo, no sabía si es que eran para todos los nuevos miembros, o sería algo que me tenía preparado como alguno de sus planes, después de todo ¿Quién más podría enseñarme si no era él? No lo sabría hasta el día siguiente, en donde iría a entrenar...



Al cual como se me había enseñado intentaría llegar temprano – ¡Rayos! - Me quejaría corriendo por el Erebus, me habían jugado una mala broma en el barracón escondiéndome mi uniforme otra vez –Voy tarde... - Me diría recorriendo los distintos pasillos que aún no conocía del todo, recorriendo todo tipo de avenidas hasta llegar a ese gran salón, en donde vería a un sujeto sirviéndose té. No sabía quién era a simple vista al no traer uniforme, pero algo me decía que debía ir con cuidado, por lo que retomaría aire primero y le hablaría - Es... Usted... ¿Nassor? - Comentaría presentándome con un saludo como era reglamentario, parecía ser alguien ya en sus años, por lo cual podía intuir fácilmente que debía ser un rango alto, o mínimo un veterano... ¿Seria amigo de Heins? Me quedaba descubrirlo.

off:

Nassor alzó la mirada y examinó a la joven que había entrado. A sus ojos era apenas una niña aún, aunque bien sabía que en aquel cruel mundo los niños se veían obligados a madurar mucho antes de su hora natural. Contuvo un suspiro y se levantó. Glyde era una chica de indudable atractivo y belleza, con un cuerpo más propio de una modelo que de una guerrera. Solo con ver sus manos podía entender que había peleado muy poco lo largo de su vida. Extendió su percepción y usó el kenbunshoku para estudiarla. Sintió una Voz inocente pero de voluntad fuerte. Ahora veía por qué Heins le había pedido aquel favor. Aquella chica aún no estaba preparada en absoluto para combatir por la Revolución, pero tenía el suficiente potencial como para que mereciese la pena prestarle atención individual.

- Bienvenida, Glyde. Sí, mi nombre es Nassor. Soy un viejo amigo de Heins y dirigente de esta base móvil.

Habló con una actitud amable pero educada, sin tomarse confianzas. Le dedicó una educada inclinación de cabeza a modo de saludo y señaló la bandeja con las dos tazas y la tetera.

- ¿Té? He preparado suficiente para ambos, pero si no quieres, no es necesario que lo tomes por obligación.

Si Glyde aceptaba, llenaría otra taza para ella y se la ofrecería. Luego cogió la suya y dio un sorbo. Era un té verde con un regusto ligeramente más amargo que otras variedades que a él le gustaba mucho. Tras beber un segundo trago, disfrutando el sabor de la bebida, dejó la taza de vuelta en la bandeja y le dijo:

- Supongo que Heins te ha dicho por qué estamos aquí. Mi intención es enseñarte a combatir, pero sobre a todo, a sobrevivir. De nada te sirve ser muy hábil y fuerte si en el primer intercambio te noquean. Dime, ¿has peleado alguna vez?

Ya suponía cuál iba a ser la respuesta, pero lo adecuado era preguntar y darle la oportunidad de sorprenderle. Las apariencias no siempre lo son todo.