Pisando fuerte [presente]

Spoiler:

Hacía un par de días que había llegado a Lvneel, tenía el huevo por el cual no había encontrado forma de liberarlo sin que tuviera consecuencias, había buscado información y era un blanco fácil para cualquier animal, a ver, era un huevo, no podía moverse y yo no podía ocultarlo en el agua, si aún pudiera bucear, lo escondería entre las piedras, pero me era imposible, por lo que lo llevaba a la espalda enlazado con telas a mi cuerpo cual bebe. Seguía vigilando el puerto por si el Albatros llegaba, si eso pasaba tenía poco tiempo para salir corriendo, pero como por la tormenta que nos cayó en medio del mar, no supe que dirección pudo tomar, sea la que sea, seguro que aún necesitaba reparaciones, si no había llegado ya podía estar tranquilo un tiempo, sabía donde iba a acabar en unos meses por lo que volvería cual pesadilla...

Cuando llegué a la isla fui directo al médico más cercano que encontré, al cual actualmente ya no le debo nada, pero me costó en estos días ganar el dinero suficiente para pagarlo, tuve que vender chocolate, a buen precio, la verdad que la fruta tiene más beneficios que los bélicos, tendría que darle un par de vueltas a lo de meterme en el mercado alimenticio... Los dos hombres que estaban en el barco conmigo a excepción del navegante loco se quedaron conmigo en la isla, les conté mi historia los primeros días y parecían bastante agradecidos, les salvé la vida y querían devolverme el favor, me ayudaron con las ventas de chocolate y demás, uno era cocinero y el otro decía no tener oficio claro, pero la verdad que se desenvolvía muy bien por la ciudad, me comentó que estaría atento a puerto por si acaso, la verdad es que haberles salvado fue un acierto.

Con el huevo en la espalda, fui dando un paseo por el pueblo, había acabado las tareas que tenía marcadas para el día de hoy y la recuperación tampoco era cosa grabe, simplemente tragué agua, me sobre esforcé y poco más por lo que tras estos días me encontraba en plena forma. Me encontré en mi paseo un periódico en el suelo, lo agarré y empecé a caminar mientras repasaba los textos para saber algo de las novedades del mundo, siempre con el papel a una altura baja y desviando la mirada para ver lo que tenía en frente, no quería chocar con nadie... Encontré una noticia un tanto curiosa y me paré para leerla bien -¿Se ha escapado un criminal con tres millones por su cabeza? Quien lo pillara...- Pensé en voz alta... Parecía ser un miembro de una tripulación pirata famosa por ser bastante sádica y carecer de piedad, hacía unos días que se había conseguido fugar tras acabar con la vida de tres guardias, parecía alguien sacado de las propias pesadillas

- Me aprieta un poco -protestaste.

- Ay, querida. ¡Es normal! -La modista tenía un tono de voz condescendiente y cantarín-. El corsé deja toda la fachada uniforme y la fruta bien colocada en el mostrador.

No te gustaba demasiado que te tocase una desconocida, pero con dedos mágicos iba superponiendo alfileres por toda la superficie del vestido allá donde había que hacer un pequeño arreglo. Tenías demasiada cintura para ese corsé, muy poca cadera para la falda... El vestido, un revelador conjunto superpuesto en negro con detalles bordados en escarlata, te quedaba casi perfecto salvo por aquellos detalles, pero claro: El diablo estaba en los detalles. Aquella noche habías sido invitada a la Mascarada, una velada a la que todos los años asistías y ese no esperabas que fuese la excepción. Sin embargo te habías olvidado hasta que la carta llegó, y habías llegado con el tiempo justo para comprar un vestido ya diseñado en la boutique de Madamme Lafleur, una diseñadora bastante famosa en el North Blue y el mínimo nivel de calidad que aceptarías para un evento de semejantes dimensiones.

- No sé yo si me convence -dijiste, sin mucha seguridad. En realidad te veías increíble-. No me parece lo más decoroso para vestir durante la fiesta; no sería propio de una señorita.

Madamme bufó. Tú te reíste por un segundo.

- Una señorita no se pintaría el cuerpo con garabatos, Mademoiselle Wanderlust. -Pinchó con la cabeza de un alfiler una de tus plumas-. Además, todo el mundo sabe que la mascarada es la noche de jolgorio decadente por excelencia en el palacio real. Todo el mundo con caretas opulentas, fingiendo que no se reconocen para poder vestir con descaro y decir lo que de verdad piensan. -Aferró tus hombros con firmeza. Te hizo daño, pero no protestaste-. Mira esa preciosa jovencita rubia, ¿quién puede ser? Ojalá mañana al despertar descubra su rostro...

Te ruborizaste. No estabas hecha a esa clase de cumplidos, al menos no de desconocidos, y no pudiste sostenerte la mirada en el espejo.

- ¿Cuánto tardará en tenerlo listo? Lo necesito...

- Unas seis horas; por lo que pagas, jovencita, máxima urgencia.

- Gracias.

A la media hora volvías a llevar ropa normal y habías abandonado el local. Debías volver de cara a la tarde, con el tiempo justo para vestirte y arreglarte antes de la fiesta, pero por el momento solo te quedaba esperar de alguna forma, una forma que más o menos habías decidido antes siquiera de entrar en la boutique: Tomarte algo en Monsieur Jacques, la cafetería-confitería más antigua de todo el reino. Con un poco de suerte seguirían preparando las jacobinas más sabrosas de todo el North Blue.

Te pusiste en marcha. Los pies empezaban a dolerte de tanto tiempo de pie, pero no habías escuchado ningún sonido de alerta. Tenías tiempo de descansar, y en eso ibas pensando a medida que avanzabas de camino; al menos hasta que se cruzó frente a ti un chico de aspecto extraño. No parecía del lugar y frenó en seco, recogiendo un periódico y diciendo en voz alta algo muy llamativo: Tres millones de berries, un delincuente fugado. De pronto el dolor pasó a un segundo plano; querías entretenerte. Algo dentro de ti trató de hacerte razonar, pero ya habías decidido que antes de la fiesta ibas a hacer algo emocionante de verdad.

- Perdona -le dijiste, un poco nerviosa. No se te daba bien hablar con desconocidos-. Esto... No importa mucho, ¿pero quién se ha escapado? O sea, la cara que tiene y eso, para mantenerme alejada... ¿Crees que será muy peligroso? Losientolosientolosiento.

Te diste la vuelta y caminaste en la dirección por la que habías venido, negando con la cabeza. ¿Por qué habías hablado con un desconocido?

Metido de pleno en la lectura de las novedades actuales, una voz dulce me sacó de las narrativas del mundo, cuando desvié la mirada, vi a una muchacha, bastante hermosa, de pelo dorado bastante parecido al metal tan preciado que mueve el mundo, ojos esmeralda y de mediana.. baja estatura, pensé que sería uno de esas situaciones donde pregunta por una calle y no puedo responderle aún que me hubiera gustado, pero la cosa no fue así, la muchacha era un tanto... Atópica por así describirla, me preguntó por lo que había mencionado del fugado, pero mientras le decía -Tranquila, estas a salvo, esta ciudad esta bien prote... gi... da...- La muchacha se dio media vuelta y echó a andar mientras maldecía o cantaba un rosario, no la entendí bien... No sabía que pensaba esa niña, pero me da la sensación que la había asustado, quizás se había creído que había un asesino en la isla... ¡Hay madre que había asustado a un alma inocente! -¡Disculpa!- Grité para llamar su atención, me acerqué a ella si aún estaba a mi alcance y le mostré el periódico -Disculpa haberte asustado, no era mi intención, solo estaba leyendo un periódico, es una noticia de otro mar, no te preocupes- No, era de este mar, pero mentir para evitar amargarle el día a una joven no es pecado -Y aún así no te tienes que preocupar, estás en una de las islas más seguras de los cuatro mares, no solo goza de protección tanto marine como gubernamental, también con milicia propia, no te pasará nada- Comenté mostrando mi sonrisa más afable... Saqué mi mano del bolsillo y le ofrecí una tableta de chocolate, del tamaño de una chocolatina, pequeña y con cuadraditos para dividirlo en onzas -Permite que me  disculpe por asustarte, te invito a una chocolatina- Había conseguido mejorar el sabor de mis fluidos alimenticios, pudiendo darle un toque amargo característico, también había conseguido mejorar su dureza y maleabilidad, haciendo mil usos, del producto segregado de mi cuerpo... Hasta podía darle mil formas diferentes usadas para cualquier situación, sin limites, imagina una situación y yo podría usarlo de forma dura o flácida... El chocolate que produzco (mal pensado) cada vez lo usaba más en mi día a día, al final aprender a usarlo a sido la mejor idea que me dio el monstruo de Meneror...

Al agacharme para ofrecer el cacao manipulado, noté como el huevo de mi espalda se movía, el ser que crecía en su interior se estaba moviendo, lo hacía de vez en cuando, pero cada día se volvía más activo, estaría a punto de eclosionar. Me acomodé con la mano que me quedaba libre las cintas con las que sujetaba el huevo y volví a mirar a la muchacha -Cógelo, tengo mucho más, no te preocupes- Quizás era timida, quizás le supiera mal que le diese mi chocolate, pero la verdad era que tenía cantidades ingentes de chocolate que seguramente esta niña no podía acabar de tragar mi esencia... Chocolatera, es más, dudaba que la isla entera pudiera ingerir tanto elemento dulce, amargo, espeso o liquido... En polvo se vende bastante bien... Me desvío, esperé a que la muchacha recibiera mi ofrenda

Te estaba siguiendo; ¿por qué te seguía? Te ponía nerviosa escucharlo detrás de ti, pero finalmente fue capaz de alcanzarte. Había gritado desde tu espalda, y aunque habías intentado no detenerte él siguió en su empeño hasta cortarte el paso para demostrar una educación que no habrías sabido hasta qué punto era buena, mala o simplemente inadecuada. Abrió el periódico, mostrándote lo que ponía en sus páginas, y mientras hablaba tú ibas leyendo hasta darte cuenta de que te mentía. Claro que, lógicamente, a pesar de que notabas la intención oculta tras sus palabras podías ver en su rostro que trataba de tranquilizarte, aunque no terminaba de hacerlo. No obstante, pensar que el ser perseguida por un desconocido al que acababas de hablarle no iba a ponerte nerviosa era casi perdonable. Un poco raro, pero perdonable.

- La noticia pone que es en este mar -dijiste, mirándolo a los ojos. Era alto, pero ya estabas hecha a mirar siempre hacia arriba-. Y la fecha es de ayer. No solo eso, sino que la prisión de la que se ha fugado, La Bastille, está en esta isla.

Parpadeaste varias veces, dándote cuenta de que si en algún momento habías conseguido dar una apariencia de mínima inocencia acababas de romper por completo esa fachada. No del todo, claro, pero de la supuesta incomprensión a delatar con completa frialdad su mentira piadosa había un trecho del que casi cualquier persona podría haberse dado cuenta. Aun así, caíste en la cuenta de golpe de que estabas hablando con él.

Casi por instinto retrocediste medio paso y apartaste la mirada, aunque ofreció chocolate y decidiste que tal vez no sería tan malo aceptarlo. Diste las gracias con voz apagada y lo probaste arrancando una onza perfectamente recortada de la tableta. Estaba bueno, pero mientras comías no pudiste evitar percatarte de que llevaba en su espalda un huevo gigante. No entendías cómo lo habías podido pasar por alto pero ahí estaba, amarrado a su cuerpo como si se tratase de una mochila. ¿Formaría parte de su receta de chocolate?

- Gracias por el chocolate -repetiste tras robar una segunda onza, guardando el resto en un pañuelo que llevabas-. ¿Eres cazarrecompensas?

No se te había escapado aquella frase, no. Un ciudadano normal no habría dicho "quién lo pillara" ante un asesino sanguinario de varios millones sobre su cabeza. Tampoco llevaría un huevo gigante atado en la espalda, y aunque no parecía un cazarrecompensas, ya te habían explicado muchas veces que parecerlo era lo más peligroso para el oficio.

La pequeña comentó que los detalles de la fuga eran de ayer, en este mar, más concretamente esta isla, se me quedó una cara de tonto... Miré rápidamente la noticia y leí, tenía razón -Esto...- No tenía más palabras para salvar el tema, había metido la pata hasta el fondo mas hondo... ¿Como iba a arreglar mi grandioso error? Pero antes de que mi cabeza empezara a funcionar a mil por hora y me provocase una gigantesca jaqueca, la muchacha me dio la solución, cerré el periódico y sacando pecho dije... -¡Sí!- Todo orgulloso como si fuera verdad... -Soy un cazarecompensas, por eso no debes tenerle miedo a ese hombre... estoy... ¡Estoy aquí para detenerle y llevarle nuevamente a prisión! Si, eso...- ¿Cazarecompensas? ¿Yo? Jajaja pobrecilla, pero era lo mejor, si se creía que de esta forma estaba más segura, le haría creer que yo era lo que hiciera falta...

El pronunciar la palabra "cazarecompensas" me recordó a la conversación con Atsu, quizás el destino intentaba decirme algo. No era uno, no tenía ni idea de como ser uno, solo había dedicado mi tiempo a perseguir a los del Albatros, de los cuales actualmente me encontraba huyendo por cierto... Quizás algo del oficio si entiendo por el simple hecho de reunir información, había ayudado a encerrar a un par de sus lacayos, había conseguido saber bastantes cosas sobre ellos, pero ¿Se me podía considerar cazador? -No tengas miedo, verás como en menos de lo que crees, verás la noticia de... "Fugado atrapado" dame un tiempo, pero te aseguro que estás a salvo- Era la típica situación de novela negra, que mañana tomando un café, vería en el periódico que el fugado había matado a una niña mona, pequeña y rubia... Y que todas las noches al dormir, me imaginase la escena de alguien torturando y matando a esta niña... Eso me perseguiría a la tumba... ¿Y si desviaba mi atención en buscar a este hombre? No quería pagar por ayuda psicológica...

-¿Quieres que te acompañe a algún lado para que te sientas a salvo?- Eso diría un asesino... Espero que no se hiciera pensamientos raros y acabase yo en prisión por acoso... -Solo si quieres, si no, seguiré buscando pistas de este maleante peligroso- Lo ultimo puse más grabe la voz como si hablase con una niña de verdad, lo cual parecía, cierto...

Cuando el chocolate se desvaneció de tu boca sacaste una onza más con cierta vergüenza. Ciertamente estaba rico, pero comer en la calle delante de un desconocido era cuanto menos impúdico. Te lo llevaste a los labios por un momento, pero al instante se lo tendiste, olvidando por un momento que él te lo había dado. Aun así no pensabas apartarlo si él no te lo pedía expresamente; eso sería aún de peor educación.

El chico parecía ser también cazarrecompensas, o al menos decía que lo era. Podías notar que ocultaba algo, pero quizá era el hecho de que se trataba de un simple aspirante que todavía no había conseguido su licencia. De todos modos te gustaba su entusiasmo, en cierto modo te recordaba a Surya y, para qué negarlo, echabas de menos al ángel. Esperabas que estuviese mejor desde su regreso a la isla celestial; quizá algún día pudieseis volver a navegar juntos. Sí, algún día.

- Me siento bastante segura -contestaste finalmente, con una sonrisa sincera y toda la seguridad de la que podías hacer gala-. Lvneel es uno de los reinos más seguros del mar, y yo... -Te callaste lo que ibas a decir-. No suelo meterme en líos.

Él te mentía a ti, tú le mentías a él. No te molestaba la competencia, pero no sabías si a él sí y tampoco terminabas de fiarte de un extraño ante un monto tan grande como eran tres millones de berries. La teoría decía que ambos ganaríais colaborando, claro, pero para muchos eso solo significaba deshacerte de la competencia después de hacer el trabajo. Correr con un fardo al hombro podía ser complejo, pero escapar de ti a la carrera, incluso con hándicap, resultaba muy fácil. No querías perder la recompensa por un detalle tan estúpido.

Aun así, el chico no parecía tener malas intenciones.

- La verdad, preferiría acompañarte -confesaste. Puede que te mordieses el labio por motivos que incluso a mí se me escapan-. Al fin y al cabo, así tú también podrás sentirte seguro. Soy lista, y conozco las calles de la ciudad. Al menos la mayoría.

Nunca habías entrado en los arrabales. Era una zona de Lvneel que no te daba miedo, pero tampoco te despertaba ningún interés. Droga, tabernas de mala muerte y criminales por doquier. Aunque, bien pensado, ahora que habías visto algo más de mundo, esa era justo la parte más interesante.

- ¿Puedo, puedo? -Diste un par de saltitos sobre el sitio-. Por favor...

La muchacha me ofreció chocolate, negué levemente con la cabeza, ya le había dicho que tenía más, pero parecía nerviosa, supuse que por como era y las ropas, era una niña de papa, hija de algún rico de la ciudad por eso se asustó tanto cuando leí la noticia, luego me comentó que se sentía  bastante segura... Pues al leer la noticia no lo parecía, pero entendí el por qué, es verdad que este reino tiene milicia propia y bien entrenada, por lo que no necesita peticiones de marines, bases o patrullas, es un buen sitio donde vivir, aún que toda luz, guarda sombras claro está...
Todo parecía estar a mi favor, niña de papa, pija rica y asustadiza, seguro volvía a casa y podía seguir escondiéndome del Albatros, todo salía rodado, la había asustado pero el simple hecho de decir que lo atraparía la dejó segura, de menudo lío me había salvado...

-La verdad, preferiría acompañarte- Confesó, asentí con la cabeza -Claro, sin problemas- Acepté-Al fin y al cabo, así tú también podrás sentirte seguro. Soy lista, y conozco las calles de la ciudad. Al menos la mayoría.- Agregó, me llevé la mano al mentón -Podía ser una buena fusión, tú conoces la isla y yo podría... Espera... Espera...- Algo se me escapaba... Espera.. ¿¡Qué!? ¿¡COMO!? -¡Espera, espera, no puede ser! ¿¿Como pretendes que te lleve conmigo a cazar a un criminal tan peligroso?? Eso sería una imprudencia y una falta total de responsabilidad, no puedo meter a un civil en una cacería de semejante calibre ¿Que no tienes miedo? Podría pasarte cualquier cosa, lo siento, me niego en rotundo- ¿¡Que ella estaba en peligro!? ¡Y yo qué! Pero que me está contando la muchacha, ¿Se piensa que es un juego? Además, ir con ella sería aceptar la cacería, no, no, no, no, no, me niego, no quiero jugarme el pescuezo... Digo que le pase nada

Me agaché clavando rodilla derecha en el suelo -Me temo señorita, que no puedo arriesgar a una joven tan inocente con una cara tan hermosa, sería imperdonable por mi parte, ¿Que haría si te pasara algo? Puedo protegerme pero no se si en medio de un combate podría proteger a una muchacha tan aparentemente frágil, no te ofendas, no es un rasgo negativo, pero en un combate me temo que sí lo es... Además, no estoy solo, tengo compañeros a los cuales pedirle ese trabajo- Convencería a esta muchacha fuere como fuese. Aún que fuese un cazador, llevarla solo traería problemas, protegerla, preocuparme, claramente es una desventaja... Por otra parte, que mona ella, quería hacerse la valiente, pero solo de verla, parecía que en un tropezón se podía romper un tobillo

Por un momento el chico aceptó. Te alegrabas, porque lo cierto era que no imponía demasiado y parecía demasiado novato como para afrontar un peligro como aquel. Tres millones ponía no parecer mucho, pero implicaba que eran lo bastante peligrosos como para que por sí solos ningún ejército optase por perseguirlos activamente. Dejaban en manos de civiles con una licencia el asunto y, si no lo capturaban, al menos la persecución constante los amedrentaría y causarían menos daños. Pero había un porcentaje relativamente alto de mortalidad en el oficio, y eso era precisamente lo que más te preocupaba: Que el niño del huevo gigante engrosase esa tasa.

- Lo cierto es que no me impone en absoluto -contestaste con cierta indiferencia, aunque no podías ocultar del todo la emoción que empezaba a brotar desde lo más hondo de tu ser-. En realidad, me excita un poco la idea.

Se te escapó una sonrisilla apretando los labios. La sensación de peligro siempre te había llenado de adrenalina, y había dentro de ti una pequeña psicópata peleando por salir cada vez que tenías oportunidad. Además sería una buena forma de matar el tiempo hasta que pudieses recoger el vestido y asistir a una fiesta que, lejos de ganar encanto con la revelación de la costurera, te hacía replantearte todas las cosas que en algún momento habías escuchado en ese salón de baile.

Aun con todo, que el novato no estuviese dispuesto a dejar que lo acompañases, especialmente teniendo en cuenta unas palabras que te ofendieron bastante: Te había llamado frágil. A ti. Frunciste el ceño con notable molestia, haciendo un mohín mientras ponías los brazos en jarras. ¿Pero qué se habría creído ese engreído? Llevabas más de un año navegando y habías cazado a gente mucho más peligrosa que ese piratucho. ¡Incluso habías estado en Grand Line!

- No necesito que me protejan -respondiste con notada hostilidad-. Tú, sin embargo... Se te nota aterrorizado, no mientas. -Te cruzaste de brazos-. Además, me llamas frágil pero no soy yo quien lleva un huevo atado en la espalda. Eso como te caigas se rompe.

No soportabas que por el sencillo hecho de ser pequeña la gente ya asumiera que te rompías fácilmente. ¿Que podía llegar a ser cierto? Puede. ¿Que tenías mucho menos cuidado del que debería alguien con tu condición? Tal vez. Pero seguías siendo hábil y tenías buenos reflejos; era muy difícil llegar a golpearte, y tenías muy buena puntería. En un acto de cierto descaro levantaste por un lado tu falda hasta casi la altura del pubis, mostrando tus cuchillos arrojadizos.

- Sé defenderme. -Volviste a bajarla-. Es peligroso viajar sola, hay que aprender a tomar precauciones. ¡Pero de verdad que puedo ayudarte! ¡Te daré chocolate!

Volviste a tenderle su chocolate, como si fuese una ofrenda para que te diese permiso. En realidad no lo necesitabas, pero tampoco querías que se te adelantasen.

La situación me superó, demasiada información y claramente había ofendido a la pequeña, lo cual no era mi intención. La muchacha replicó que no hacía falta que la protegieran, arremetió contra mi alegando que era yo el que estaba aterrorizado ¡Y se metió con mi huevo! De pronto hizo una acción que no me esperaba en absoluto, la muchacha se subió la falta, automáticamente me puse color rojo chillón, me tapé la cara y con la otra mano le indiqué que se bajara la falta pero de reojo pude ver cuchillos en sus piernas, eso no era típico de una niña de papa había que admitirlo -¡Baja, que la gente pensará mal!- La gente de alrededor se quedó mirando y cuchicheando... ¡Ya había vuelto a pasar! ¿Que tenía encima, una maldición o qué? Puse las manos delante para negar el chocolate, la situación se había vuelto un tanto incomoda -A ver, me defiendo por partes, primero tienes razón, he juzgado al libro por su cubierta pero entiende que yo no quiero poner en peligro a nadie y no te conozco, ¿Que yo estoy aterrorizado? En parte si en parte no, pero el miedo es lo que hace sobrevivir a las especies, te pone en alerta y estás más atento cuando lo puedes controlar...- No es que lo controlara, la falsa ilusión de seguridad que me daba mi fruta me hacía ser un poco más inconsciente del peligro... El susto que me daré cuando descubra que la guardia logía no es tan completa como parece... -Segundo, es verdad que me vendría muy bien tu información, desconozco la zona pero volvemos a lo mismo, no puedo poner en riesgo a....- La veía en esa posición, ofreciendo chocolate y podía decirse que... ¿Entusiasmada? No pude hacer un suspiro de indignación -Esta bien... Hagamos una cosa...- Me había derrotado... -Hagamos equipo, pero con un par de condiciones, la primera, si lo encontramos, yo seré la primera linea, tú te quedas por detrás, yo estoy acostumbrado al cuerpo a cuerpo, la segunda condición, nada de acciones arriesgadas, cada uno comenta al otro todo lo que se va a hacer y tercero, tenemos que comentar nuestras estrategias de supervivencia, has dicho que has aprendido a defenderte sola, mi estilo es la espada, ¿Cual es el tuyo?- Claramente no le iba a decir lo de la fruta del diablo, los ases bajo la manga se guardan y más uno tan extraño como ese, quizás me vería como a un monstruo y eso asustaría a la peque... Perdón, asustaría a mi compañera...

-Pero tienes razón en una cosa, el huevo, aún que es más resistente que uno normal, es frágil, tendremos que buscar a un compañero a quien dejárselo, por el camino si quieres te puedo contar su historia ¿Te parece?- Comenté y para finalizar el trato extendí mi mano, como si firmáramos, a la antigua usanza. Al final iba a hacer equipo con la muchacha pero me temo que si nos encontramos al despiadado hombre de la recompensa, usaría mis poderes para encerrar a la muchacha en una esfera de chocolate y evitar así que le hicieran daño -Mira ese pervertido, le a pedido a la joven que le enseñe sus partes intimas...- Comentó una anciana al marido tapando su boca con un abanico -Menudo bribón, llamaré a seguridad...- Agregó el marido -¡Que no es así señores!- Grité, pero lo único que conseguí es que caminaran más rápido asustados....

Finalmente pareció aceptar que lo acompañases. Tenía reservas, estaba claro, y por algún motivo le incomodaba ver tu muslo. Le habrías dicho que era solo un muslo, pues desde arriba y solo por un lado era improbable que viese nada más -al menos nada que no pudiese casi ver simplemente esperando a verte caminar-. Sin embargo una pareja de ancianos pareció ver la misma indecencia, pero no en mí, sino en él. Te reíste un poco cuando les gritó; sin duda le molestaba la confusión. Era casi tierno.

- El miedo solo es un límite a la diversión -contestaste, arrancando una tercera onza a la tableta-. Y una reacción irracional casi siempre más peligrosa que el propio peligro.

Te metiste la onza en la boca. Con cada segundo se iba haciendo más delicioso, y casi te habías decidido a pedirle que te dijese dónde lo había comprado. No tenía marca, al fin y al cabo, así que debería ser una chocolatería a granel de alguna parte de la isla, o de una isla cercana. Aunque si tenía tanto quizá se debiera a que había comprado una gran cantidad a sabiendas de que estaba muy, muy lejos. En ese caso sería algo decepcionante, pero nada te impedía repasar un par de carteles... ¿Estabas tonta? ¡No ibas a ir a las antípodas por un poco de chocolate! Podías apuntarlo, eso sí, por si te coincidía acercarte en algún momento.

- Así que acostumbrado al cuerpo a cuerpo... -te burlaste-. Ahora entiendo por qué se escandalizaron los ancianos. Seguro que ya te conocen.

Al parecer era espadachín, o algo parecido. El caso era que se manejaba bien con las espadas y en el cuerpo a cuerpo, preguntándote por tu especialidad. Claro, tú habías aprendido a defenderte con espada también, pero casi siempre usabas los cuchillos arrojadizos porque eran más discretos. De todos modos no tenías un estilo concreto a la hora de luchar, y quizá tu mayor habilidad... ¿De verdad ibas a decir eso?

- Se me da de maravilla arreglar relojes -contestaste con pleno convencimiento-. Llevo haciéndolo desde niña; todo lo que tiene que ver con la precisión y el detalle se me da bien. Ah, y lanzar cuchillos. Lanzar cuchillos no se me da mal, tampoco.

Más rápido de explicar, más sencillo de entender y además te daba para seguir explorando un sentido del humor que empezaba a parecer que de alguna manera tenías. Muy oculto, muy en lo más hondo de tu corazón, pero poco a poco estabas siendo capaz de hacer algunos chistes que no daban absoluta y total vergüenza ajena.

- Vale, entonces me cuentas lo de tu huevo, pero primero lo justo sería presentarnos, ¿no? -inquiriste, finalmente-. Me llamo Alice, y soy... -Estuviste a punto de decir "cazarrecompensas", pero corregiste a tiempo-. Ingeniera. -Sí, ingeniera-. ¿Por dónde empezamos?

Ante el comentario del cuerpo a cuerpo, una vez más me ruboricé, no estaba acostumbrado a ese tipo de comentarios y menos de una muchacha con ese aspecto. Me explicó un poco lo que sabía hacer, tenía conocimientos de ingeniería, no era la típica rubia tonta de los chistes, luego vino el comentario terrorífico... -Vale, entonces me cuentas lo de tu huevo, pero primero lo justo sería presentarnos, ¿no? Me llamo Alice, y soy...Ingeniera. Sí, ingeniera- Justamente en el principio de la frase pasaban dos ancianitas... -¡¿Le ha dicho que le cuente sobre su huevo?!- Dijo una -¡Picaflor!- Comentó la otra, mientras seguían avanzando... Con mis ojos llorosos seguí la conversación de la muchacha -Entiendo, perfecto... Tu arroja cuchillos y yo me doy de leches...- No le comenté que no me atinara a mi, pero me daba igual, pero quería creer que tenía cierta puntería nadie lleva cuchillos así como así si no los sabe usar... -Acompáñame, dejaré el huevo en la posada donde me quedo, tengo un amigo que lo cuidará... Ah, antes que nada, ¿Cincuenta, cincuenta estaría bien?- Claramente me refería a la recompensa, aún que dudaba que la muchacha fuera útil para el combate, eramos un equipo, había que dividir a partes iguales, pero quizás ella quisiera más por saber datos del terreno... A ver que dice...

Mientras le dejaba pensar, empecé a caminar hacia la posada, esperaba que Han, aquél que rescaté del naufragio del Albatros, podía hacerse cargo del huevo, esperaba que no eclosionase en mi ausencia. No me sabría mal que eclosionase y dejaran a la criatura en el agua pero si no estar para vivir el momento, era algo único, por lo que entendí del huevo era difícil conseguir y yo lo notaba en mi espalda como la criatura del interior estaba moviéndose haciendo fuerza para salir, para eclosionar...

¿Es solo a mi o a alguien  más le parece que me están observando, muchos ciudadanos cuchicheaban al verme... Que cruz... que cruz....

Tal vez de no ser por el repentino comentario de dos ancianas que pasaban por ahí te habría molestado un poco más que no se presentase pese a haberlo hecho tú, pero bastó para hacerte fruncir el ceño. ¿De verdad veía más importante hablarte sobre su huevo que decirte su nombre? Negaste con la cabeza, pero justo entonces dijo algo sobre el reparto de los beneficios que te hizo frenar de golpe, mirándolo con casi interés.

- Oh, eso es muy tierno -dijiste-. No esperaba que quisieses compartir.

En realidad seguramente lo habrías forzado a repartir los beneficios equitativamente, pero estabas tan hecha a los cazadores pendencieros y egoístas que el carácter del chico te dejó, simplemente, conmovida. Seguías queriendo conocer su nombre, claro, pero de pronto la ofensa se convirtió en cierta condescendencia. Cualquiera se olvidaría de presentarse cuando cada anciano que pasaba por la calle te acusaba de pervertido, más cuando parecía tan... ¿Inocente? ¿Cándido? No sé, tenía algo en su carácter que te recordaba en parte a Surya, si bien las diferencias eran bastante notables: Él no tenía alas en la espalda, sino un huevo.

- ¿No te preocupa ni un poquito que si fallo pueda darte? -preguntaste-. No suelo fallar, pero en medio del caos siempre hay posibilidad de error. Tal vez sería mejor que yo también me acercase a él -ofreciste con un muy mal fingido desinterés-. Podría clavarle el cuchillo así.

Apuñalaste al chico con su propio chocolate, dejando durante un segundo o dos la tableta contra su abdomen. De pronto te diste cuenta de lo que estabas haciendo y, con cierta vergüenza, la retiraste de golpe y te metiste una onza más en la boca. Costaba admitir que algo estuviese tan bueno, pero desde luego lo estaba.

- Vale, entonces mitad y mitad -dijiste, finalmente-. A ver si te la ganas.

Comenzó a caminar hacia alguna parte siguiendo un rumbo que no conocías, pero optaste por acompañarlo. Si había estado antes en la isla o llevaba un par de días seguramente tendría un refugio en el que dejar su huevo, aunque tenías tus serias dudas acerca de que cargarlo en vez de incubarlo fuese la mejor opción, y quizá el animalillo -animalazo- del interior jamás lograse despertar. De todos modos, no era tu huevo.

- Y entonces, ¿cómo decías que te llamas?

No ibas a insistir más, pero seguías teniendo cierto recelo a la hora de confiar en alguien que no daba su nombre. No parecía mal muchacho, y eso podía terminar muy mal.

La muchacha preguntó si no me preocupaba que me diese a mi, claramente no, pero mejor tapar la verdad un poco -¿Darme a mi? Si empiezo desconfiando ¿Que equipo sería este?- Comenté sonriendo sin mostrar dientes, de pronto noté una punzada en el estomago, ¡la muchacha me había apuñalado con mi propio chocolate! Noté cierta presión en ese golpe lo que demostraba que era más fuerte de lo que parecía, al despistarme no se activó la guardia logía y al clavarlo me quitó un poco el aliento. -Vale, entonces mitad y mitad. A ver si te la ganas.- Comentó -Fii- Asentí, claramente soltando poco a poco el aire que me había bloqueado ¡Pero que diablos come esta chica! Seguí caminando acariciando mi pobre estomago, pensando en la frase de "a ver si te la ganas" la chica tenía su gracia... Más adelante volvió a preguntar mi nombre -¡Me despisté! Disculpa- Comenté agachando la cabeza -Me llamo Momojiro, un gusto conocerte señorita Alice- Era un nombre bonito, acorde al físico.

Caminamos un rato mientras yo le contaba la historia de como me infiltré en un barco repletos de traficantes de animales, nos pilló una tormenta y conseguí escapar de pura chiripa liberando a la mitad de los animales -Así que solo pude liberar a los acuáticos y los voladores, dos grandes aves de color rosa... Con esa tormenta eran los únicos que podían sobrevivir, los demás les rescataré más tarde, te lo aseguro... El huevo me lo llevé por que liberarlo sin más sería condenarlo a muerte, escuché que era de un rey marino, por lo que solo necesitan tiempo y frío... Sobreviví en medio de esa tormenta al encontrarme con gente que había sufrido un destino peor, un naufragio, salvé a tres y esos tres me salvaron a mi de la tormenta...- Guardé silencio un segundo dudando en si decírselo o no, pero que más daba ese detalle -Para ser sinceros, las tormentas me dan pavor jeje...- Comenté con una risa floja y algo avergonzada. -Me costó mucho infiltrarme en ese barco, mi intención es meterles a todos entre rejas para que paguen por todo el daño que han hecho, por lo que cuando recupere fuerzas y vuelva a recolectar información, apareceré como un dolor de muelas a media noche- Era ese mi objetivo, ser su pesadilla -Si, eso, voy a ser la pesadilla del Albatros, su sombra, hasta que todos estén a la sombra... Muy repetitivo eso- Comenté riendo levemente

Llegamos a la posada donde estaba mi compañero -Dame un segundo Alice- Comenté mientras me dirigía a el, le daba el huevo e instrucciones para que no le pasara nada... Vamos, que lo dejara en mi cuarto y lo vigilara, luego volví con Alice -Bien, ¿por donde empezamos?- comenté alegre y entusiasmado

¿Igual te habías pasado un poco? El golpe pareció dejar al muchacho sin respiración por un instante, así que de inmediato retiraste la tableta y pediste, muy piano, sinceras disculpas. Terminó presentándose como Momojiro; también te hizo un cumplido. Apartaste la mirada, algo sonrojada. ¿Y si era algo más que un novato cazarrecompensas? A lo mejor sí tenían razón las ancianas y estabas ante un picaflor... Aunque frente a la poca sutileza que demostraba, quizá estabas ante un novato también en eso. También podía ser un cumplido sincero, pero eso no era incompatible con lo otro. De hecho, lo hacía aún más plausible.

Comenzó a contarte la historia del huevo -resumida, asumiste- mientras caminabais. Al parecer Momo había tenido un viaje intenso en un barco de traficantes de animales y ahora era una especie de agente zoológico, en busca de liberar a todos aquellos animales que aún estaban atrapados por esa tripulación. Iba a ser su pesadilla, su sombra, para aparecérseles en medio de la noche mientras dormían. Puede que eso último lo estuvieras imaginando tú solita, pero encajaba con la imagen un tanto pervertida que te estabas formando en la mente acerca del cazador.

- Solo tiempo y frío -repetiste-. ¿Y agua no? Quiero decir, es un huevo de... -Te lo pensaste dos veces-. ¡De rey marino! -gritaste, emocionada-. Nunca he visto uno, pero dicen que son como enormes serpientes. ¿Qué vas a hacer con él? ¿Lo vas a liberar? ¿Cuando se abra va a pensar que eres su mamá? -Puede que hicieses una larga batería más de preguntas, pero finalizaste con la que más te importaba-: Si lo adoptas, ¿cómo le vas a dar de comer?

También comentó, un poco de pasada y con cierta vergüenza, que le daban miedo las tormentas. Probablemente era el miedo que más comprendías, si bien no terminabas de comprender del todo, pues el peligro de las tormentas marinas era incuestionable. Daba igual cuán bien manejases el timón, si fallabas en un solo cálculo o te movías mal no había segundas oportunidades. Salir impune de una tormenta era difícil, como mínimo, y fallar significaba morir.

- Hay una parte de mí que le tiene miedo a las agujas -reconociste, acariciándote las plumas del hombro-. Pero huir del miedo solo nos hace más débiles. Me gusta recordarlo cada vez que miro mi reflejo.

Guardaste para ti un miedo mucho más cierto y racional y esperaste mientras Momojiro se quitaba el huevo y lo dejaba a buen recaudo. Al parecer sí que tenía un conocido en la isla, aunque no iba a hacer más que custodiar el huevo hasta que hubieseis terminado.

- Vale, esto te va a sonar raro, pero si fueses un delincuente fugado, ¿adónde irías primero? ¡Y no digas al zoo! -bromeaste.

La respuesta más obvia era que buscaría ropa para pasar desapercibido y un lugar donde esconderse hasta que la tormenta pasara, pero la opción más probable era que se hubiese encargado de contactar con los suyos para tener una huida. Además, si habían puesto semejante precio a su cabeza debía ser alguien peligroso y probablemente hubiese dejado algún rastro de violencia, por discreto que fuese.

- Lo primero que necesitamos es información, supongo -explicaste-. No sé si nos compensará más preguntar en tabernas de mala muerte al azar o rezar para que en los alrededores de la prisión haya algo. Aunque si empezamos por la prisión nada nos impide preguntar después, ¿no?

Dicho y hecho, comenzaste a caminar hacia el noreste, el lugar donde la gran prisión de Lvneel formaba de facto la frontera entre ciudad y los arrabales. No sabías qué esperabas encontrar, pero tenías la esperanza de averiguar cómo había salido de ahí para poder hacerte una composición de lugar.

Alice preguntó bastante por el huevo, la verdad que eran preguntas muy buenas -Mmmm... Interesante... En un libro que cogí ponía que había que guardar el huevo en agua para su mejor crecimiento, por eso estará en la bañera de mi habitación, pero ponía que no era esencial, la verdad que lo llevo encima por que se ve que en el mar hay muchos depredadores de huevos y que sin su mama cerca son alimento seguro, por lo que pensé que mejor cuidado en condiciones decentes que en perfectas y descuidado... No se nadar por lo que en el agua no puedo protegerlo ni ser de ayuda...- Más bien no puedo... -Y si, lo voy a liberar, una vez salen del huevo se pueden defender por lo que mi trabajo ya estaría hecho...- Luego preguntó lo de si lo primero que ve es su mamá -No creo que sea el caso, por lo que he leído los reyes marinos dejan sus huevos y protegen la zona, no creo que vean a su madre de primeras- Me quedé pensativo de si eso pasaba... -No tengo en mente adoptarlo, alimentar a un monstruo gigante debe de ser la ruina jajaja, por lo que no pienso en eso... Pero supongo que si me lo quedase por razones de protección, cuando fuese grande acabaría yendo al mar, yo soy de tierra y el pequeñín de agua, somos incompatibles...

Luego habló de sus miedos, agujas pero... Si dijo agujas ¿por que mencionó que le gustaba recordarlo al ver su reflejo? quizás era una forma de auto superación -Por mucho que no me gusten las tormentas, ellas siempre acaban apareciendo y solo puedo aguantar el "chaparrón"- Comenté luego ya hizo la pregunta del millón -El zoo es un buen sitio, nadie te busca ahí y puedes pasar horas jajaja. Entiendo que en una posada, en un hospital o en una cueva escondido...- Dije lo primero que se me pasó por lo que viví con toda la historia del Albatros. Mis ideas se aclararon cuando comentó lo de preguntar primero en prisión -¡Esa es una idea estupenda! Pero... No creo que hablen con nosotros los de prisión, aún que por preguntar, que no se diga, vayamos a ver que tal se nos da de periodistas- Sin darme cuenta estaba algo emocionado cual crío con juguete nuevo, buscar, indagar, perseguir, atrapar... Era el pilla pilla de toda la vida pero más emocionante... ¿Me estaba volviendo como un animal buscando a su presa? Uy, que apuro... Ese no soy yo... ¿O sí?

Mientras nos dirigíamos a prisión, preparé mentalmente una serie de preguntas, también miré al rededor para no perder un detalle, tabernas, gente con cara de pocos amigos, nuevamente estaba juzgando solo de pasada, pero lo que habían era excepciones, no equivocaciones, el ochenta por ciento de los que parecían ser turbios, lo eran...

- Sí.... Periodistas... -Respondiste muy lentamente y con no poco retintín.

En realidad tu plan no pasaba por preguntar a nadie. La prisión no era un lugar al que te dejasen entrar así porque sí, pero nada te impedía acercarte y darle un rodeo. Si se había fugado por una ventana probablemente podríais ver qué ventana era, pues a muy rápidos que fuesen o bien estaría aún a medio cubrir o se notaría que estaba recién reparada. A no ser que hubiese cavado un túnel, en cuyo caso no os ayudaría en nada mirarlo desde fuera, habría dejado rastros en su huida. Lvneel no era especialmente lluviosa, por lo que quizá aún encontraseis un par de huellas polvorientas o cualquier señal que os pusiese en la buena dirección. Con un poco de suerte Momo tendría razón y se había marchado hacia la montaña para ocultarse mejor; en el peor de los casos, al menos averiguaríais la dirección que había tomado.

- En el periódico no decía nada de su origen -comentaste mientras avanzabais-. Si fuese de aquí podría tener amigos que lo escondiesen, pero si es de otra parte y se esconde en una casa debería ser abandonada.

Cuando llegasteis te sorprendió descubrir lo que había cambiado el edificio en solo un año: Reconocías las torres de vigilancia y el edificio principal, pero poseía un pabellón nuevo entero y su patio se extendía más allá de la vista, invadiendo los arrabales. Alguna parte estaba aún en obras, con varias grúas y andamios cubriendo secciones enteras de la fachada. Empezabas a tener una idea algo precisa de cómo se había podido escapar el pirata, pero al mismo tiempo... Tu idea no valía de nada.

- Vale, no nos va a llegar con mirar. ¿Llevas la licencia para poder entrar y hacer preguntas?

Sin esperar una respuesta te acercaste al puesto de guardia de la entrada, con una sonrisa de oreja a oreja y las manos tras las caderas, entrelazadas. Un poco saltarina, ignorando el dolor, te pusiste delante de la garita y adelantaste un poco el cuerpo para saludar al agente que estaba en el interior:

- ¡Buenas tardes! -dijiste, efusiva-. Nos hemos enterado de que se ha fugado un delincuente, y queremos ayudar. ¿Podríais darnos un poco de información antes de que se convierta en un problema de verdad y termine matando a alguien?

El hombre levantó la mirada de su periódico con ojos vacíos y expresión ausente. Tardó un rato en tornar a un gesto bastante más adusto, pero aún sereno, y te examinó de arriba a abajo con total indiferencia. También hizo lo propio con tu acompañante, al que dedicó no poco rato. Normal, era mucho más alto que tú.

- No aceptamos visitas de civiles, lo siento.

Parecía que la chica sabía lo que se hacía, yo pensando en preguntar y ella en rastrear ventanas, caminos, o leía mucha novela o era un Merlock Jomes, ¿Se escribía así? Nimiedades. Seguí al lado de la mujer, siguiendo sus pasos y observándola, se lo estaba pasando bien y todo, miedo me daba que se pensara que es un juego, pero me veía capaz de protegerla si pasaba lo peor... -¿Licencia?- Pregunté en voz alta sin siquiera saber que eso existía ¿Los cazadores tenían una? Quizás me tenía que haber inventado una escusa mejor... -¡Espera!- Grité en vano para que no fuera a lo loco pero demasiado tarde... ¿Por qué todas las mujeres que conocía estaban tan sumamente en su mundo? Daba igual la edad todas vivían en sus nubes... Daba igual ya había aprendido a rendirme ante dichas situaciones, cuando me acerqué a partir de ser tarde, se me ocurrió algo decente.... -¿Civiles? No señor, no, no entiende la situación, nosotros somos reporteros y no uno cuales quiera, somos los de la revista "rey y reina" somos unos documentados, experimentados y capacitados reporteros en busca de noticias, claramente esta muchacha es mi aprendiz, le explico claramente, nos ha encargado alguien bastante importante que prefiere no revelar su nombre, a nosotros investigadores como ya he mencionado experimentados, la tarea de atrapar al prófugo que se escapó de esta prisión, políticamente hablando tener un fugado por la isla no es de buen regente por lo que nos a pagado por adelantado para poder rastrear a dicho objetivo, mire, le cuento, nosotros simplemente tenemos el trabajo de buscar, registrar, cachear, escudriñar, indagar, investigar, averiguar, inquirir, examinar, explorar, rastrear, tantear, husmear, preguntar, vamos lo que sería andar a la caza, ¿Me explico?- Trague saliva y me mojé los labios que ya no chutaban más de si... -Claramente entiendo la confusión confusa que le confunde la mente, al ver a una muchacha tan hermosa y a un joven tan apuesto ser seleccionados para dicho trabajo, lo entiendo pero que no le engañe nuestra pronta edad, simplemente es una "medalla" medallón, placa, disco, moneda, chapa, emblema, insignia, colgante, condecoración, distinción, galardón, la edad solo muestra que somos muy capaces... - Ya no sabía ni que estaba diciendo -¡Por lo que guarda de prisión, requerimos, necesitamos, precisamos, exigimos, pedimos, que responda a nuestras preguntas nos urge, el saber para poder seguir el rastro a dicho prófugo...- Claramente la cara del hombre era de no saber por donde le venían las palabras, esperaba que estuviera tan confuso que nos respondiera ya mismo -No aceptamos visitas de civiles, lo siento.- ¡Mierda!

Momo mentía de pena. Tampoco comprendías por qué mentía, en realidad. Era particularmente sencillo sacar la licencia y enseñársela al hombre, ¿por qué tenía tanto interés en hacer de periodista? Asististe conteniendo la risa a un espectáculo un tanto bochornoso mientras veías la cara del guarda pasar de la indiferencia a la estupefacción por momentos. Llegó a mirarte a ti con cierta confusión, a lo que únicamente pudiste contestar encogiéndote de hombros antes de empezar a rebuscar en tu bolso. Siempre decías que ibas a dejar la carterita de la licencia en el pequeño bolsillo delantero para tenerla a mano, pero luego la dejabas tirada en medio del resto de cosas bajo el pretexto de que "total, se saca fácil". Pues no se sacaba fácil, no.

- No somos civiles -dijiste, finalmente, levantando el suave rectángulo de cuero por encima de tu cabeza-. Somos cazadores de recompensas asociados al Gremio y con licencia para actuar en cualquier isla de la Liga y el Gobierno. -Le tendiste la identificación, ya desdoblada. Tu cara de niña pequeña junto a los más de setenta millones que ya habías cobrado por un momento hicieron palidecer al vigilante-. Sé que no tienen ninguna obligación de recibirnos, pero queremos ayudar y nos vendría muy bien tener cuanta información podamos antes de que este incidente represente un peligro real para la población.

Durante unos segundos no contestó. Dejó la identificación sobre una mesa de la garita y comenzó a anotar el número de registro, así como el nombre. Aunque no utilizabas tu apellido, este estaba presente en el documento y pareció arquear la ceja al transcribirlo. Quizá antes de encargarse de la prisión en algún momento había acudido a la recepción en las mascaradas, o había probado el vino de la villa antes de que esta ardiese. En cualquier caso, si te reconoció o no, no dijo nada al respecto. Tan solo terminó de apuntar en una hoja y os tendió un documento a firmar a cada uno.

- Todas las visitas se registran -explicó-. Esperen un momento a que llegue un guardia acompañante y les guiará hasta la celda de Poissin. Tenga, señorita. Ah, y tú, chico... -Increpó con el dedo a Momojiro-. Mentir está mal; podríamos haberte detenido por intento de engaño a la autoridad. -Aunque estabas segura de que semejante delito no existía tampoco dijiste nada. No solo era que mentir estuviese mal, sino que se te daba de pena, así que solías evitarlo.

Te devolvió la identificación, que guardaste de nuevo en el bolsillo abierto fingiendo que la próxima vez no te costaría tanto encontrarlo. Mientras esperabas miraste a Momo con una sonrisa tensa, como si acabases de hacer una travesura y estuvieses esperando el castigo.

- Puede que haya omitido un par de detalles -reconociste-. Pero sigo dispuesta a ir a medias.