Julianna vs Blaze

Condiciones:

■ Cicatrices permanentes. Por muy amistoso que sea, es un combate y se pelea como machos. Sobre todo Jul.

■ Salto de turno: El máximo, aunque esperemos no necesitarlo.

■ Entorno:  Arena de entrenamientos de La Lanza, de modo que no beneficie a ninguno.

■ Apuesta: El perdedor paga las bravas/alioli de después.

■ Cronología: Este rol va después de la misión en Jaya, que tiene pinta de ir para largo sorprendentemente ya ha acabado.

Comienza:

Julianna: 1

Blaze : 2

El miembro 'El Gremio OPD' ha efectuado la acción siguiente: Lanzada de dados

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'1' : 2

El interrogatorio había sido largo. Razonable, en realidad, teniendo en cuenta la gravedad de sus acusaciones. Una de las primeras cosas que había hecho nada más poner un pie en La Lanza había sido escoltar a Rubin hasta el cuartel de la policía militar, denunciarla y dejar en custodia del cuerpo los trescientos millones de berries que habían incautado -a excepción de cincuenta mil berries que había usado para pagar a la proveedora de las vendas en Jaya-. La decana protestó, maldijo, negó y llegó a acusarlo de ser su cómplice, pero la historia se caía por su propio peso: Las heridas de Curie, el cadáver de los tres decanos muertos y la pérdida de un ojo de Maxwell fueron suficiente indicio para dar la historia de Blaze por buena. Sin embargo, tras tratar sus heridas debidamente, fue convocado junto a Maxwell y otros tres soldados. Seis horas de preguntas y humo en la cara después decidieron que decía la verdad. Y que, en principio, tampoco había cometido ninguna negligencia.

Cuando terminó, se sentía tenso. Sentía la boca seca y el corazón palpitándole con fuerza. La herida en el hombro parecía rozar mucho más a cada movimiento que hacía, pero conocía aquella sensación lo bastante bien como para saber que simplemente estaba agarrotado. Toda su espalda en general se sentía de la misma forma. Además, también estaba nervioso. Hacía poco tiempo había enviado una tercera solicitud para acceder a la escuela de oficiales después de que las dos primeras hubiesen sido educadamente rechazadas. Era plenamente consciente de que la misión en Jaya podía significar, si tras el interrogatorio los agentes de la policía militar lo decidían, que ninguna de sus solicitudes futuras fuese aceptada nunca. Al fin y al cabo, cualquier error que pudiese achacársele a él o cualquier sospecha acerca de su lealtad implicaba un informe que la Legión nunca olvidaría.

Caminó un poco sin rumbo. La opción lógica habría sido volver hasta su apartamento, descansar hasta que le diesen el alta médica y, quizá, comprar una botella de bourbon para celebrar que todo había salido más o menos bien. Sin embargo callejeó por las grandes avenidas de la ciudad cuartel, imaginando cómo su padre lo habría hecho antes que él. Algunos locales tenían marcas en la madera de las puertas que estaba seguro él había hecho, y otros rincones parecían perfectos para que se hubiese pasado horas y horas mendigando en ellos. Incluso, en el suelo de uno de esos sitios, había marcas de su firma sobre el cemento, ya erosionadas. En parte lo hacía sentir orgulloso, pero por otro lado... El peso de la responsabilidad llegaba a ser agobiante.

Terminó en la arena. Solían llamarla así, aunque si bien su uso habitual era el de servir como campo de entrenamientos se trataba de un gran anfiteatro abierto al público en el que recurrentemente se realizaban exhibiciones de habilidad por parte de los soldados. Allí, de hecho, era el único lugar en el que era posible retar a cualquier oficial durante un día al año, aunque Blaze sabía cómo podía terminar eso: En la Legión los más fuertes ascendían, los más aguerridos prevalecían y los más hábiles reinaban. Muchos de los oficiales eran las tres cosas, y no era raro ver soldados o cadetes pasar semanas o meses en los hospitales de la Lanza por retar a la persona equivocada. Allí los errores se pagaban muy caros.

Decidió sentarse en la grada y dejar el tiempo pasar. Había un par de cadetes entrenando con un instructor, pero no aportaban demasiado. Eran algo torpes y el instructor les daba mucha cancha. Suspiró. En realidad le apetecía pelear un rato.

El viaje de vuelta había sido tenso. Rodeada de legionarios que no se fiaban un pelo de ella, había tenido que abrirse paso poco menos que a codazos para que le dejaran seguir cuidando del centurión. Pero entre Blaze y Maxwell habían logrado que aguantaran el interrogatorio hasta llegar a la Lanza. Fue algo bueno, porque allí ya estaba esperando Valagar junto con un pequeño destacamento del CP. Les dejaron una sala y durante varias horas, repitió una y otra vez lo que había sucedido.

Valagar hizo varias llamadas, anotó no pocas cosas y la mató con la mirada en varias ocasiones. Pero al final le hizo saber que no estaba en problemas y que había actuado de forma correcta. Las conexiones entre los den den mushis estaban siendo evaluadas y aunque no había pruebas todavía de que los hubieran interceptado, no era un riesgo que hubiera debido correr. Le dijo también que se había arriesgado demasiado y que no debía contar con que algo así fuera a salir bien una segunda vez. Por su bien y por el de quienes la rodeaban. Julianna aguantó el rapapolvo con toda la calma que pudo y una vez se calmó la tormenta, hablaron del futuro. Iban a enviarla de vacaciones, por las molestias causadas. La misión había escalado muy por encima de sus posibilidades y aunque todo había terminado bien, seguía habiendo hecho trabajo más allá de sus competencias. Una disculpa por no haberle proveído con el apoyo necesario estaba en orden.

-No quieren que te quemes. Eso es todo.

Las palabras de Valagar se le clavaron como agujas al rojo, pero asintió sin decir nada. Él le comunicó que podía quedarse un par de días en la Lanza antes de partir hacia la Isla de Vacaciones y así, sin más, la dejó a solas.

Estuvo un rato por su cuenta, respirando con tranquilidad por primera vez en varios días. Al principio todavía le temblaban las manos, pero terminó por pasar y cuando se sintió lo bastante compuesta, echó a caminar.

Era la primera vez que estaba allí y no tardó en perderse. Era un lugar bastante más grande e intrincado de lo que había imaginado, pero no le molestó desorientarse. Fue mirando con curiosidad a todas partes, hasta que escuchó golpes y gritos a lo lejos. Siguió el sonido, planteándose desenvainar la espada a medias, hasta que vio de dónde venían. Estaban entrenando. Soldados, cadetes quizás. Se estaban esforzando. Al otro lado de la arena, mirándolos desde las gradas, estaba Blaze.

Levantó la mano de forma automática para saludarle, antes de bajarla. ¿Pero qué hacía? Se acercó y se sentó a su lado.

-Hola.- Dijo, sin saber del todo cómo saludarle tras todo lo que había pasado los últimos días. - ¿Qué tal el brazo? ¿Te lo han tratado bien? – Ah, sí, deformación profesional. Por supuesto.- Nunca había estado aquí. Tenéis un buen espacio para entrenar; en la Agencia los campos suelen ser un poco más reducidos. Al menos a los que me mandaron a mí, vaya. Pero es diferente de cómo me lo imaginaba. La Lanza, digo. – Pausó un momento, sin estar segura de continuar.- No sé por qué, pero se me hace melancólico. No es un mal sitio.

Se les notaba la falta de experiencia. En todos los sentidos. La Legión -y la Marina, en realidad- tenían por costumbre aceptar entre sus filas a cualquiera capaz de superar las pruebas de admisión, que en realidad tampoco eran demasiado estrictas. Normalmente de las tres pruebas bastaba con superar el examen psicotécnico y que la media aritmética del control de conocimientos y examen físico diese aprobado. En realidad eso explicaba la presencia de brutos descerebrados en el ejército al mismo tiempo que daba pie a que científicos e ingenieros talentosos se enrolasen a pesar de tener una capacidad atlética limitada. Sin embargo, ninguna de las pruebas solía simular combate, y aunque había razones de peso para ello, Blaze no podía evitar sentir que ser un poco más selectivos podría resultar de ayuda.

Un movimiento insignificante lo sacó de sus pensamientos. Un saludo, apenas un brazo levantándose momentáneamente a lo lejos para volver a bajar. Julianna. No se consintió el placer de sonreír, pero levantó la mano lenta y discretamente de forma muy medida, con cuidado de no resultar particularmente informal. De una forma o de otra ese día estaba sobrio y no podía solucionarlo; sabiendo que se iba a someter a un interrogatorio había preferido no llevarlas, solo por si acaso. Eso significaba que todos sus sentidos estaban despiertos y que su mente corría más de lo que podía procesar. Su corazón palpitaba con fuerza cada vez más acelerado a medida que la agente se acercaba, casi tanto como mientras lo interrogaban. Controlaba su respiración, sin embargo; había aprendido a calmar su ansiedad hacía mucho tiempo, o al menos a convivir con ella. La apartaba por momentos y no se dejaba guiar por ella; la ignoraba, aunque a veces le provocase migrañas, o terminase explotando cuando estaba a solas.

- Hola -correspondió, sin apartar la mirada de la arena por unos instantes-. No tocó hueso ni vasos importantes. Parece que tampoco hay ninguna hemorragia interna, así que solo es otra cicatriz más.

Acarició sus dedos con los pulgares casi por instinto; al darse cuenta cerró las palmas con fuerza. No eran sus únicas cicatrices, pero sí las más dolorosas. Por suerte, apenas eran visibles, aunque él seguía sintiéndolas casi a cada instante.

- Alguien solía contarme historias de esta arena -comentó-. Aquí entrenaban todos ellos. Es normal que se sienta nostálgico; tiene mucha historia. -Se calló un momento, pensando qué decir a continuación-. Mucha gente importante ha pisado la Lanza con el paso del tiempo, y muchos han dejado una huella indeleble.

Para Blaze era casi como volver al hogar. Nunca había estado en la Lanza antes de enrolarse, pero su padre sí. Casi conocía cada detalle del lugar al dedillo, y no había sido complicado ver que muchos locales de la ciudad no solo no habían cerrado, sino que guardaban algún recuerdo de sus correrías en cada momento libre. Una taberna incluso tenía un nombre en su honor: Aún no se había atrevido a entrar en La Ochenta y tres, pero algún día tendría que hacerlo.

- ¿Tú qué tal? -preguntó a cambio-. ¿Te dejan moverte por la ciudad o te han asignado una escolta para que no nos espíes?

La Legión era muy dada al secretismo. Incluso de cara al Cipher Pol, trataba de colaborar lo mínimo posible. Era una rivalidad estúpida, aunque quizá él lo veía de otra manera porque en esencia también era espía. Operaciones Especiales era una forma bonita de decirlo, claro, pero muchas veces era obtención de información, escolta y sabotaje. Militar, pero un agente.

- ¿Recuerdas la academia? -Fue un cambio sutil; solo viró la mirada hacia ella, pero se posó en sus ojos con delicadeza-. Si llego a dar un golpe así no hubiesen temblado en dislocarme el hombro como mínimo. Les falta mucho por aprender.

Agradeció mucho la respuesta de Blaze. Seguramente, si solo le hubiera dicho que se encontraba bien, no habría sido capaz de quedarse tranquila. Aún así, no pudo evitar fijarse en lo que acababa de decir. ''Otra más''. Miró, por inercia, y su vista paseó hasta encontrarse con sus dedos. Se los acariciaba y aunque apenas se veían, había rastros de cicatrices entre ellos. Pensó por un momento en cómo alguien podía habérselas hecho, pero se le ocurrió nada. Lo único que tenía claro era que no se trataba de un accidente. En cualquier caso, no era su historia.

-¿Todos ellos?

No estaba segura de a quién se refería. Ella había entrado en todo ese mundo por impulso y de lo que había ocurrido antes de que llegara no sabía gran cosa. En el pequeño rincón en el que había crecido rara vez se hablaba de la Legión, o de la Marina. Tenían sus propios problemas. E incluso ahora, le costaba relacionarse con otros agentes si no había trabajo de por medio. Julianna se sentía más cómoda así, pero era cierto que podía tener sus desventajas. Se encogió de hombros.

-A no ser que hayan enviado a alguien a seguirme, se diría que soy libre. – Miró a su alrededor, solo por si acaso, antes de esbozar una diminuta sonrisa.- Y parece que no quieren tirar el dinero. Solo por unos días, de todas formas. Luego llegará un barco a por mis superiores y a por mí.

Ya era bastante que le estuvieran dando unos días de gracia, en realidad. Por más que la siguiente parada fuera estar de vacaciones, sabía que lo normal habría sido que la enviaran inmediatamente a la sede de la Agencia más cercana. Por otro lado, intuía que al contrario que ella sus superiores no estaban allí para descansar. Seguramente tendrían mucho que cuadrar con los legionarios. Esperaba no haberle causado demasiado papeleo a Valagar.

Miró a los soldados a sus pies, notando cómo la mirada de Blaze la traspasaba. No solía hacerlo. Asintió con cuidado, temerosa de devolver el contacto y romperlo sin querer.

-Ah, no lo dudo. Más de una vez acabé yo misma en la enfermería.- Sonrió, recordándolo. Había llegado con no pocos conocimientos, pero el combate no había sido uno de ellos y lo había pagado en sangre. Cada pequeño avance en ese campo había sido toda una victoria para ella.- Lo cierto es que me sorprende que tengan un nivel tan bajo. Incluso si solo son cadetes… ni siquiera están teniendo buenos ejemplos.

La última frase quedó en el aire como una pregunta. De reojo, devolvió la mirada a Blaze y señaló la arena con la cabeza. Ya tenía el brazo bien, ¿no? Tenía la sensación de que a ella también le iría bien estirarse. Sin decir nada, se levantó y silenciosa como siempre, fue a situarse en un extremo de la arena, algo alejada de los cadetes.

Ellos seguían esforzándose, al fin y al cabo. No tenían por qué interrumpirlos. Todavía no.

Por un segundo iba a responder, pero el silencio lo absorbió todo. Se volvió pesado en cierto modo, pero también cómplice. Las miradas se cruzaron durante un instante antes de que la agente señalase la arena con un movimiento de cabeza. Sutil, elegante, mínimo... Así era Julianna, en cierto modo. Discreta, callada, lejana a veces... Un poco gata. Blaze asintió tras unos segundos en los que, desorientado, no había terminado de entenderla, y se levantó junto a ella para caminar a su espalda. Sin decir nada. Porque no tenían mucho más que decirse.

Dejó que tomase lugar ella primero, comprobando cada movimiento que hacía. Era sutil, moviéndose con la elegancia felina que la caracterizaba, y habría mentido si dijese que no la había examinado detenidamente por un segundo. La forma de sus hombros, lo delicado de su cintura y el leve ondear de sus caderas hacían parecer que la peliblanca danzaba con ligereza sobre el aire más que caminar. También vio en su cuerpo las sutilezas de una ligera y casi imperceptible descompensación -similar a la que todo el mundo tenía-. Sabiendo que deseaba luchar, no podía no analizar cada detalle. Aunque quizá, solo quizá, estaba sobreanalizándola. O quizá no.

Una vez ella eligió lugar él trazó un arco para determinar su posición. Era algo que muchas veces hacía por puro instinto, aunque en aquella ocasión resultaba bastante consciente: Marcaba su terreno. Aquel camino determinaba una zona en la que podía moverse con cierta facilidad, que sus pies recordaban y sus piernas podían dibujar fácilmente; una media luna a través de la que correr de lado no resultaba especialmente complicado. En muchos aspectos Blaze peleaba como un lobo, y ese no era una excepción. Si bien era capaz de acechar, acosaba. En lugar de hostigar, cargaba. Sus carreras eran curvas más que rectas, trazando círculos amplios que convertían cualquier arena en un salón de baile con un único centro: Su rival.

Suspiró. ¿De verdad iba a ser ella su rival? No sabía si deseaba que Jul estuviese de ese lado mientras lo veía así. Como a su padre, el combate sacaba su lado más inhumano e inflexible. Era el mejor en cierto modo, al menos a la hora de cumplir con su misión, pero al mismo tiempo... Quizá debía contenerse. No. Ella era un par de promociones más veterana, y si bien era probable que su entrenamiento previo no hubiese sido tan riguroso, una persona no se convertía en una leyenda de la Academia porque sí.

La contempló, dubitativo, mientras desenvainaba su hoja. Invierno llevaba junto a él media vida. Cuando la había recibido se había quejado de ella, aunque muy rápido había aprendido a apreciarla. Hizo un movimiento pragmático con los brazos mientras se posicionaba, rodillas arqueadas en línea, torso ladeado y brazos por encima de la cabeza sosteniendo una espada que apuntaba en línea recta hacia el suelo. Una postura simple, pero muy segura ante cualquier ataque sorpresa. Además, no revelaba sus aptitudes a priori.

- ¿Estás segura de esto? -se obligó a preguntar, deseoso de obtener una respuesta afirmativa. Estaba empezando a emocionarse; quería pelear, pero pelear de verdad.

Podía notar los ojos de Blaze clavados en ella, a su espalda, mientras caminaba hacia la arena. No tardó mucho en seguirla, pero eso no hizo que dejara de mirarla. ¿Le estaba estudiando? Seguramente. Al fin y al cabo, para lo que iban a hacer toda información era poca.

No habían combatido antes, no el uno contra el otro. ¿Se habían visto combatir? Sí, en servicio. Y era algo muy distinto. Le vio trazar un arco para situarse con curiosidad, intentando ponerse en su lugar. Imaginaba que esa era la diferencia principal. En combate, de ser aliados, lo mejor era intentar bloquear la presencia del otro. Contar con él para poder centrarte en tus propios problemas; lo que por descontado hacía que no fueras del todo consciente de lo que estaba haciendo. Pero cuando la otra persona era tu único problema, toda tu atención debía centrarse en él, en ti y en lo que os rodeaba a ambos.

Se puso un poco nerviosa al pensarlo. ¿Había sido una buena idea? No es que tuviera miedo de que a uno de los dos se le fuera la mano. En el peor de los casos, la enfermería estaba al lado y había más gente cerca. Estarían bien. Pero ahora Blaze la estaba mirando directamente, como si tuviera intención de cazarla, y no podía evitar sentirse estudiada.

Correspondió a su gesto y sacó su espada. No era particularmente única, pero estaba afilada. Era también antigua, aunque bien conservada, pero los años se le notaban en el diseño. Ella lo prefería así. No le gustaban las armas, no realmente. No le gustaba la noción de alguien vertiendo esfuerzo y maestría en construir algo que solo serviría para traer daño a otras personas. Si podía reutilizar un instrumento que ya estaba ahí, lo prefería.

Respiró hondo y se colocó en posición. No parecía nada especial. Alargada y un poco curvada hacia la izquierda, parecía una espiga en pleno verano. Parecía flotar, pero sus pies estaban plantados con fuerza y su brazo libre aguardaba cuidadosamente para ayudarla a girar en cualquier dirección. No pertenecía a ningún estilo en concreto; todas sus artimañas y estrategias en combate las había tejido ella misma con los años, hechas a medida sólo para ella.

-Sí.- respondió. Tras dudar un instante, sonrió.- Será divertido, ¿no?

Estaba esperándola, así que echó a correr hacia él. Toda su postura se deshizo con gracilidad y fue sustituida por lo que parecía una punta de lanza. Recta pero inclinada hacia delante, la espada primero y toda ella después parecía volar por el terreno.

No pretendía acertar el ataque de primeras. Le pasó por el lado y alzó el brazo a su espalda con un ágil giro de muñeca, para chocar su arma con la de él. Quería comprobar cómo reaccionaba, la fuerza con la que le respondía y… cómo le miraba. Clavó sus ojos en él, curiosa. No era bueno mirar a la cara a tu oponente. Te quitaba perspectiva.

Por otro lado, solo estaban empezando. Podía permitírselo.

Blaze no luchaba por diversión. Le gustaba la emoción del combate, claro, pero no peleaba por eso. Tenía un buen motivo para pelear, pero también sacaba lo peor de él. No era especialmente vanidoso ni se consideraba cruel. A pesar de todo eso, cuando sentía el mango de la espada entre los dedos luchaba contra su instinto. Era un arma, al fi y al cabo, una herramienta sin más propósito que herir y, quizá, matar. No disfrutaba de matar, no al menos cuando pensaba en ello. Cuando reducía a su víctima, sin embargo, le costaba contenerse. Blaze Aswen no tenía rivales; tenía víctimas. Víctimas.

No pudo evitar juzgar la postura de Julianna mientras la veía moverse. Inclinada hacia delante, con la hoja adelantada... Susceptible de un contraataque, perdiendo la poca fuerza que aquel estoque pudiese propiciar y al mismo tiempo quedando indefensa en los costados; también en su brazo adelantado. Como una niña que corría con tijeras, aunque mucho más habilidosa, la peliblanca se deslizaba por la arena audazmente, quizá tratando de despistarlo; tal vez, sin embargo, solo era una excéntrica forma de combatir. No sería la primera vez que se topaba con alguien así, en realidad. Él mismo era un excéntrico para la mayoría de espadachines. También para la mayoría de luchadores. Aunque había algo en ella que le hacía dudar. No era fácil verlo antes de que se hubiese acercado, pero no cargaba contra él sino que lo evitaba.

Y llegó el primer golpe. Blaze arqueó la ceja, sorprendido del tajo que lanzó la agente. Fue fácil detenerlo con un movimiento de pluma, apenas bajando un poco los brazos para evitar el corte, pero pensar en los motivos que la llevaban a hacer eso con un estoque... ¿Evitar la punzada? Cortar con una espada pensada para perforar no le era ajeno, pero se trataba de un movimiento que sobre todo veía a modo de marcar espacios, de evitar que un rival invadiese su espacio. Él, sin embargo, se mantenía quieto como una roca, inmóvil. ¿Estaba poniéndolo a prueba? No lo dudaba. Aun así, no queriendo revelar sus cartas, tan solo mantuvo la espada contra la suya, aplicando la fuerza justa para que el choque no lo desequilibrara.

Entonces, cuando parecía que iba a dejar que siguiera moviéndose dobló sus rodillas mientras giraba, apartando la hoja de golpe para desequilibrar a la agente tras su encontronazo sin apartar la mirada de en medio de su torso. Durante el combate no existían las miradas intensas, ni las palabras grandilocuentes ni nada que no fuese exclusivamente pensar en el siguiente movimiento. Hacerse uno con el arma y con el terreno, dar buenos pasos para asestar buenos golpes... Y un salto que no se hizo esperar.

Clavó una de las piernas en el suelo para perder algo de velocidad en el giro cuando la enfiló, y con todas sus fuerzas se disparó aprovechando la otra. No generó una onda expansiva, como había visto generar a alguna gente, pero la arena ondeó donde su pie estaba hacía un momento. Mantuvo la hoja apuntando hacia la espalda para evitar golpearla cuando llegase el momento. Apoyó una pierna, luego la otra, y cuando estuvo a su altura trató de placarla aplicando toda su fuerza y la inercia que había retenido para derribarla. Si lo conseguía apuntaría hacia ella con la espada, en guardia de nuevo, y si no... Si no trataría de buscar una mínima distancia de seguridad mientras planeaba su siguiente golpe.

No le cabía ninguna duda de que estaba juzgando su postura. Y no para bien. No obstante, no era un error. Como mínimo, no era accidental. Se sentía más cómoda dejando flancos abiertos. Era más fácil prevenir un golpe sabiendo de dónde podía venir. No había tenido muchos instructores a lo largo de su vida y hasta ahora no había encontrado a ninguno que compartiera su lógica.

Blaze evitó el primer golpe, casi sin esfuerzo, pero le había sorprendido. Le vio alzar la ceja y tuvo que reprimir una mueca burlona. Por un instante, ambos se quedaron inmóviles, las espadas apenas rozándose. Había fuerza tras cada una, tan solo la justa para que el choque no se deshiciera. Y entonces, en completo silencio, todo se deshizo.

Había estado esperándolo. No sabía cómo, ni cuándo exactamente, pero era su turno de reaccionar. Apartó los ojos de su cara en cuanto le sintió moverse y le vio doblando las rodillas. Supo que iba a saltar y le imitó. Alzó un pie, afianzando el otro mientras apartaba la espada y rehacía su posición. Se volcó sobre sí misma, los brazos al centro, haciéndose pequeña. Presionó en la tierra y en cuanto Blaze saltó, también lo hizo Julianna. Saltó hacia atrás mientras él apoyaba la primera pierna, zafándose por los pelos de lo que habría sido su agarre.

Cogió aire y reevaluó la situación. Estaba, realmente, demasiado cerca. Todo había sucedido muy deprisa y Blaze había aterrizado justo donde antes estaba ella. De no haber saltado, le habría tirado al suelo. Incluso ahora, solo había conseguido alejarse unos centímetros. Estaba agachada, la espada en diagonal en paralelo a su cuerpo, lista para frenar cualquier golpe que pudiese llegar. Mentiría si dijera que la fuerza de Blaze no le intimidaba. No tenía intención de quedarse a su merced si podía evitarlo. Confiaba en que se controlaría, pero no estaba segura de que supiera cuánto debía controlarse con ella. Podía ser ágil, pero lo cierto es que su cuerpo era bastante frágil.

Sin embargo, no quería quedarse esperando. Le alegraba haber evitado el asalto, pero no iba a pasarse el resto del combate esquivando sin atacar. Le miró, con cuidado. ¿Sería capaz de atravesar su defensa? Cogió aire y se lanzó.

Sabía que la estaba viendo venir. Todo lo que estaba haciendo era correr hacia él, al fin y al cabo. Alzó un poco más la espada y se concentró. Cuando llegó a su altura, dejó caer con precisión un único tajo en diagonal, desde el hombro hasta la cadera. En cuanto su espada chocara con la suya, ni un instante antes, agarraría su escalpelo y de un veloz movimiento le haría un pequeño corte en la mano que sujetaba la espada. El instrumento estaba lo bastante afilado como darle problemas en los nudillos, pero no haría tanta fuerza. Solo quería sacar sangre, apenas un rasguño. Una marca.

Si lo conseguía.

Julianna evitó el placaje fácilmente saltando ella también, pero había terminado cerca. Casi por instinto Blaze dio un paso atrás, consciente de que estaba en una situación precaria. Daba más espacio a la peliblanca, sí, pero también tomaba distancia para preparar una defensa más controlada. Se preguntaba qué estaría pensando ella mientras se enfrentaban, si estaría juzgando sus movimientos como excesivamente técnicos o simplemente se estaba dejando llevar. La agente había sido prometedora durante la instrucción, pero no era difícil darse cuenta de que debajo de su cuerpo entrenado era delicada. Por lo menos, más delicada que él.

Se puso en guardia, esa vez ya de una forma más adecuada a la situación. Con los brazos rectos, sujetando la hoja que apuntaba al suelo usando ambas manos. Siempre acababa liberando una de ellas, pero podía otorgarle una mejor absorción de los impactos; si frenaba un ataque demasiado fuerte y no estaba preparado, podría romperse la muñeca. Jul por su parte no tomó guardia, sino que corrió contra él. En línea recta, acortando la distancia a pasos agigantados que parecían imposibles hasta para sus estilizadas piernas y descargando un tajo diagonal tan sencillo de frenar que, aun si no se hubiera fijado en su otra mano, habría resultado sospechoso.

Con apenas un instante de desventaja liberó una de sus manos y llegó a tiempo para justo apartar su escalpelo de un manotazo. Había visto los efectos del bisturí antes, pero más importante: Había visto cómo ella utilizaba esa táctica con anterioridad. Sencilla, gozaba del efecto sorpresa para dejar a un rival desprevenido con una pequeña, dolorosa y quizá profunda herida que, sumado a un buen conocimiento quirúrgico, podía ser letal. Sin embargo utilizarlo contra alguien que ya era consciente del truco resultaba, como mínimo, inocente.

Empujó entonces con fuerza para obligarla a dar un paso atrás y él retrocedió también. Con suerte, como mínimo podría desequilibrarla. En un combate real no habría dado esa ventana de oportunidad, pero estaba haciendo esfuerzos por contenerse. Un poco, por lo menos. Se permitió clavar por un instante la mirada en Julianna; apenas por un segundo, antes de devolverla a donde debía estar: Su pecho. Guarnecido tras el filo de Invierno estudiaba las posibilidades con ojo crítico. La postura de la peliblanca era demasiado natural, demasiado abierta. Dejaba flancos abiertos, lo cual podía ser una forma de controlar hacia dónde dirigía el rival sus ataques, pero al mismo tiempo era arriesgado. Si confiaba tanto en que sus puntos flacos atraerían la atención, ¿no estaba descuidando lo que aparentemente protegía? Negó con la cabeza.

No echó a correr. No esa vez. Avanzó con sencilla seguridad hacia ella hasta que pudo dejar caer un tajo vertical sobre ella. Sin embargo, esa no era la parte fundamental del ataque. Cuando bloquease, si lo hacía, todo su cuerpo rotaría con la inercia del choque, girando como una muela en el molino hasta que algo la frenase. Si eso sucedía y no se trataba de la carne de Jul dejaría caer el arma por un momento, desequilibrando el encuentro y abalanzándose feralmente contra ella para hacerla caer de espaldas contra el suelo, aferrando sus antebrazos para evitar que se revolviese de alguna forma.

Si todo fallaba, por lo menos estaría a tiempo de recoger la espada.

La intuición le decía que iba a fallar el golpe, y no tardó en convertirse en certeza. No se detuvo, sin embargo. De alguna manera, incluso aun siendo inútil, tenía que seguir adelante. Incluso fallando, viendo el cómo le ayudaría en el siguiente. O, al menos, eso decía la teoría.

El manotazo fue casi delicado y el empujón pareció reequilibrarlos. Ella retrocedió, él avanzó y por un momento Julianna se quedó mirándole. Sus posturas no podían ser más distintas. Ella abierta, desenvuelta, expectante. Él guarecido, recto, calculando su siguiente movimiento. Fue hacia ella y Jul alzó la espada para interponerla a su ataque. Puso fuerza en detenerlo, a sabiendas de que Blaze le ganaba en potencia y ese fue su error. Para su sorpresa, el legionario dejó caer el arma y Julianna se inclinó hacia delante llevada por la inercia. Apenas alcanzó a alzar el pie por instinto y dar una patada, alejando la espada de ambos. No importó mucho, porque segundos después Blaze la estaba placando contra el suelo.

La caída le cortó la respiración por un instante. En cuanto la recuperó trató de zafarse, pero en seguida se dio cuenta de que era una batalla perdida. Por mucha fuerza que hiciera, no iba a ser suficiente para quitárselo de encima. Todavía tenía las manos libres y alguna que otra táctica de última hora se le pasó por la cabeza, pero siendo un combate de entrenamiento le parecía de bastante mala educación lanzarle un shigan a la cara. Sobre todo a esa distancia. Suspiró y dio un par de golpes con la espada en el suelo. Se rendía.

-Tengo que aprender a ser más rápida. – mencionó, haciendo ademán de incorporarse. Esperaba que no le detuviera.- Quizá si me hubiera hecho a un lado, tú también te habrías desequilibrado y habría podido zafarme.

Acabó de levantarse y dio un par de pasos para recoger el arma de Blaze y tendérsela por el mango.

-En fin, el combate cuerpo a cuerpo nunca ha sido mi especialidad, pero sí es entretenido.- Dijo esbozando una pequeña sonrisa. – Diría que deberíamos de hacerlo más a menudo y seguramente no me viniera mal entrenar, pero lo cierto es que prefiero escaquearme. Aunque no me disgustan los curiosos.

A un lado de la arena, los novatos de la legión que estaban practicando habían dejado sus combates para mirarlos a ellos. Ahora mismo cuchicheaban entre sí y a juzgar por el sutil intercambio de berries había hecho que un par de chavales perdieran una apuesta. Nada nuevo bajo el sol.