Éxodo de las Palabras Perdidas [Rokuro - R.A.L.]

Pere pere pere pere. Pere pere pere pere.

Rokuro alzó los ojos, apartándolos de sus dibujos para fijarse en el Shiro Den Den Mushi que había dispuesto en su escritorio. Se trataba de una especie menos común de comunicador, el cuál volvía seguras las trasmisiones realizadas. No era por ser paranoico, pero trabajando para el Cipher Pol no podía permitirse demasiadas filtraciones, que digamos. Y era un método eficaz de evitar las llamadas de propaganda personalizada, que recibirlas en el Den Den Mushi de trabajo no era algo muy profesional.

Se levantó del escritorio y atendió la llamada. Era una llamada de trabajo, ¿qué otra cosa podía ser? Sin embargo, estuvo tentado de no responder por un segundo. ¿Otra misión? ¿Tan pronto? No sabía si estaba mentalmente preparado, pero en el fondo sabía que no le quedaba de otra. Su destino se había sentenciado desde el mismo momento en el que se había unido a las filas del Gobierno Mundial. No, había sido antes. Al momento de nacer.

Con un suspiro, respondió.

—Agente Kurokage. Línea segura. ¿Órdenes? —Directo, conciso, claro. Sus comunicaciones solían ser así, y casi que lo prefería.

—Tienes pasaje en el Luz de Luna, que sale con las primeras luces. Equípate bien. Recibirás el resto de instrucciones a través del medio habitual.

La persona detrás del Den Den Mushi, probablemente un superior directo con apenas más rango que él, cortó la llamada. Rokuro volvió a suspirar, y recogió sus pertenencias. Había aprendido a viajar con pocas cosas, y enseguida preparó un pequeño macuto con todo lo necesario. Se colgó la espada a la espalda y abandonó la habitación que había sido su base hasta ese momento.

DOS DÍAS DESPUÉS

A bordo del Luz de Luna, apoyado en la popa, observaba el mar, con cierta intranquilidad en su mirada. Llevaba puesto su traje de dos piezas, el uniforme típico de los agentes de Cipher Pol. Mientras que algunos solían personalizarlo para destacar, el prefería seguir el protocolo reglamentario, buscando parecerse más a un personaje de relleno. Costumbres que había adquirido. Se crió para no llamar la atención, y en su trabajo se requería esa habilidad. Plasmarlo en su uniforme era algo lógico, natural. O eso suponía.

La información le había llegado eficazmente, a través del correo habitual secreto del Cipher Pol. Todas las instrucciones necesarias —al menos, en opinión de sus superiores—, se encontraban ahí. La realidad era que resultaban tan escuetas como las llamadas vía Den Den Mushi, pero había poco que hacer al respecto. Hasta la fecha el sistema le había funcionado, y no creía que fuese a cambiar a corto plazo.

La única incógnita era su compañero. No sabía quién era, ni cómo era. Su única información era que se trataba de un agente por encima suyo en la jerarquía y, que al llegar a la isla, le recibiría en el puerto.

Pasaron unas pocas horas más, y finalmente el barco atracó. El viaje había sido ameno, aunque Rokuro seguía con inquietudes. «Bobadas, ya se me pasará en cuánto empiece a trabajar». Bajó por la pasarela del barco y levantó la vista en busca de su compañero.

Ecremor estaba a la vista. Saltwen, el principal puerto de la isla estaba a penas a un par de kilómetros de distancia, el lugar donde me encontraría con el agente asignado a la siguiente misión. Un asunto delicado, una filtración de información que podía acabar en manos de la Marina. La información ya estaba en sus manos para ser más exactos, solo que encriptada, así que los encargados en la isla se lo pasarían a oficiales de mayor rango que la llevarían a un cuartel más seguro donde poseían los medios de decodificarla. La misión tenía un objetivo principal y una serie de objetivos secundarios. El primero era la recuperación de dicha información, contenida en una serie de tablillas de plástico perforado guardadas en un maletín. Los secundarios eran obtener información sobre el origen de la filtración, así como evitar que se pudiera relacionar al CP con esta operación. Pare ello me habían dado órdenes de apoyar a un agente cercano al cual también habían destinado a la misión. Debido a la naturaleza urgente de esta tuve acceso a pocos datos de este, los suficientes como para reconocerlo, pero no tantos como para llegar a fiarme del todo.

Estaba llegando al puerto, a pesar de que el sumergible era discreto en mar abierto, la torreta llamaría la atención en puerto, por lo que decidí acercarlo a una zona más oculta. Al lado de los embarcaderos estaba la desembocadura de una serie de alcantarillas entre edificios, estaríamos sólo unas horas, lo suficiente como para que no hubiera demasiada gente que se percatase de su presencia. Detuve los motores y me levanté del asiento de la cabina, me giré y me dispuse a preparar el equipo para la misión. Abrí un pequeño armario, sacando de este a Purgatio y una serie de cartucheras, luego me giré a un cajón para sacar de este a Redemtio y Tempestas, dejaría a Retributionem, no necesitaba esa potencia de fuego. Por último me di la vuelta para encarar un sillón tapado con una manta, eso sería la clave de esta misión.

La luz a través de las lentes se veía de manera normal, miré las manos, su movimiento era aceptable, luego miré arriba para subir las escaleras y salir por la escotilla. Salí de entre las sombras con mi vieja ropa, echaba de menos el sombrero y la gabardina, algo más clásico del CP, no era discreto, pero llamaba menos la atención que mi otro equipo.

El Luz de Luna era el barco en el que debería llegar su compañero. Como siempre ocurría con ese tipo de transportes una gran multitud se formaba cada vez que llegaban a puerto, entre los que llegaban y los que se iban, así como los que venían a buscarlos o a despedirlos. Algo perfecto para que alguien con este aspecto no desentonase tanto entre el movimiento de la gente. Los primeros pasajeros comenzaron a desembarcar, mi compañero podría ser cualquiera, incluso una persona con aspecto de indudable civil, pero me decanté por alguien que, no sólo encajaba con la descripción, sino que parecía que su "mirada" estaba más alerta que la del resto de las personas que lo rodeaban.

Esperé a establecer contacto visual, una vez me aseguré que las miradas se cruzaban y había cierta comunicación entre estas hice un gesto con la cabeza para indicarle una dirección a la que dirigirse. Lejos de la muchedumbre, en dirección a los callejones que daban al puerto, ahora que la actividad estaba en otra parte estaríamos lejos de las miradas curiosas y podríamos hablar a gusto.

Curiosamente, el puerto estaba abarrotado. El sol resplandecía en el cielo, y multitud de personas paseaba por el puerto. Era un buen día para salir a pasear con la familia y respirar el característico aire de la costa con aroma a sal. Pero para Rokuro aquello no tenía mucha importancia, al menos ya no, si es que alguna vez la tuvo. Allí donde otros veían un agradable lugar para pasear, él veía un sitio en el que esconderse a simple vista. Un patrón de movimiento en el que, aparentemente, las personas se movían hacia todas las direcciones aunque en realidad seguían un flujo predeterminado por los únicos caminos que podían seguir. ¿Y quién era ese que estaba quieto, observando a la multitud?

Cuando sus miradas se cruzaron, a Rokuro le quedó claro. Ataviado con un extraño atuendo —aunque parecía seguir de forma relativamente adecuada los protocolos de vestimenta de la agencia—, ocultaba su rostro tras una máscara y prácticamente la totalidad de su cuerpo. Para él no era algo tan extraño, al fin y al cabo había momentos en los que se vestía de forma similar, manteniendo su identidad en el anonimato. En el Cipher Pol era una práctica de lo más común, aunque también transmitía falta de confianza. Era habitual que entre compañeros no se escondieran los rostros —en muchos casos, más bien era una exigencia—, aunque daba la casualidad de que aquel hombre no era su compañero. Era su superior.

Tras un breve intercambio de gestos que solo un «colega» de su profesión habría sabido entender, ambos empezaron a caminar, manteniendo cierta distancia, mientras se alejaban de las zonas más atestadas, adentrándose en caminos menos cuidados que se acababan convirtiendo en una suerte de callejones. De forma discreta, Rokuro se llevó la mano libre al bolsillo interior de su chaqueta, dónde reposaba tranquilamente Takarashi, mientras en la otra cargaba el macuto con sus pertenencias. Sacó a la pequeña ave de su bolsillo y le ordenó que vigilase el perímetro. El águila asintió con la cabeza, saltó de su mano y se elevó en el aire mientras iba aumentando lentamente su tamaño. Una vez dejó cubierta la parte de la seguridad, decidió realizar la primera toma de contacto.

—Agente Kurokage —Presentación estándar, otra práctica común del Cipher Pol. Los subordinados debían estar siempre a disposición de sus superiores, pero no por ello debían desvelar información innecesaria o mostrar simpatía. A pesar de todo, Rokuro apenas sabía nada de su compañero, y aún teniendo en cuenta su pobre presentación, el otro agente seguramente sabría mucho más sobre él. Al fin y al cabo, su rango le permitía tener acceso a archivos e informes a los que Rokuro era incapaz de acceder. Aún con todo, no sabía exactamente qué pensar de aquella persona. Había notado en su camino hasta el callejón, mientras se aseguraba de llegar a un sitio sin nadie alrededor, de que había hecho parte de la travesía caminando de forma rígida, sus pasos a un ritmo irregular. ¿Se encontraría nervioso? Quizás era parte de su disfraz, un engaño para no dejar ver quién es realidad. Cuando se trataba del Cipher Pol, nunca se sabía.

Me siguió por los callejones, en silencio, sin llamar la atención ni hacer movimientos innecesarios. Asumí que no dijo nada por precaución, aunque no sabría decir si hacia mí o hacia los alrededores. Fuera cual fuera la respuesta prefería tener al lado a alguien precavido que a un bocazas confiado. Tras llegar a un lugar lo suficientemente alejado rompió el silencio con una presentación sencilla que coincidía con la de los datos que me habían facilitado. No dijo nada de más de lo necesario y requerido, por lo menos guardaba la información, eso era una buena señal para esta misión.

- Agente RAL. - Me presenté dándome la vuelta para mirarlo. Seguramente el tono mecánico y sin emoción del modulador de voz le pareciera extraño, o puede que simplemente lo viera como otra precaución más.

Procuré no hablar de más durante un momento, no estaba mirando directamente, pero la experiencia me ayudaba a juzgar si un sitio era bueno para un intercambio de información sin girarme para mirar. Simplemente había que estar atento a los pequeños detalles del entorno, una sombra en un tejado, una silueta en una ventana, un lugar demasiado silencioso incluso podría ser contraproducente. Pero este callejón era bueno, sin ventanas, sin ángulos muertos, y lo suficientemente cerca de la calle como para que el ruido de fondo amortiguase el sonido de la conversación.

- Dado el carácter urgente de la misión desconozco si has recibido los detalles de esta. De todas formas los repasaremos ahora para comprobar cual será nuestra ruta de acción a partir de este momento. - Continué tras juzgar que era un buen momento para ello. - Tenemos que recuperar un maletín con unos datos filtrados, estos se encuentran codificados y van a ser entregados en el cuartel dentro de una hora. Necesitaremos hacerlo de tal forma que no queden testigos de la intercepción, de todas formas tenemos permiso para capturar a quien veamos oportuno e interrogarlo para averiguar de donde salieron los datos filtrados. - Saqué un pequeño mapa de la gabardina en el que se podía ver la ciudad en la que estábamos, así como una pluma. - Inteligencia cree que la comitiva que custodia el mapa irá por esta ruta, es discreta, no es raro ver marines por los suburbios patrullando. Podemos interceptarlos ahí. El plan B, o si la primera intercepción no es posible sería un abordaje directo del barco que viene a buscar la información una vez salga del puerto, aunque eso es una confrontación directa con la marina y no es recomendable. - Marqué los puntos de interés y las rutas en el mapa para que él los pudiera ver. - Esas son tanto las directrices que nos han dado como el plan recomendado, de todas formas tenemos permiso para actuar de la manera que veamos ¿Alguna idea? - Pregunté ofreciéndole la pluma.

Rokuro comprendía que alguien tomara precauciones. Aquella vestimenta no solo impedía que pudieran reconocer al agente Ral, sino que además usaba una voz mecánica que le recordaba extrañamente a Matt. Con toda seguridad, si se lo encontrase por la calle de forma cotidiana, sería incapaz de reconocerle. Le parecía excesivo, pero supuso que tendría sus razones. Cuando te unes al Cipher Pol aprendes por primera vez a valorar tu identidad.

—Lo cierto es que no poseía todos los detalles de la misión —reveló Rokuro—. Ahora que veo en su totalidad el objetivo y el plan de actuación, concuerdo en que la mejor opción es realizar un asalto rápido antes de que la información alcance el cuartel. ¿Disponemos de información sobre el número de integrantes de la comitiva? —preguntó.

Acto seguido, tomó la pluma y estudió el mapa.

—Deberíamos planear el asalto en un lugar apartado, fuera de la vista de la gente —siguió con la vista la ruta designada analizando el recorrido e hizo una marca sobre el mismo —. Por ejemplo, aquí. Una calle apartada, más un callejón, probablemente poco transitado, aunque se encuentra peligrosamente cerca del cuartel marine. Es un buen lugar para realizar la interceptación, aunque un solo descuido podría jugarnos una mala pasada. También podríamos intentar realizar la sustracción aquí —dijo, marcando otro lugar sobre el recorrido del mapa—. Parece una calle más concurrida, aunque si creamos alguna distracción podríamos usar la confusión de la gente a nuestro favor. Con un poco suerte, los marines no se darían cuenta de lo ocurrido. Aún así, debemos tener en cuenta que siempre se puede dar el peor de los casos. Si llegan a alarmar al cuartel antes de que hayamos recuperado la información, nuestra misión se volverá realmente difícil. Aumentarían las medidas de seguridad y estarían más alerta de lo que se deben de encontrar ahora mismo. En tal caso, otra opción sería anular las comunicaciones temporalmente, aunque necesitaríamos varios Den Den Mushis cornudos, y no sé cuán viable sería con el tiempo del que disponemos.

Rokuro volvió la vista hacia Ral, a quién miró varios segundos, escrutándolo. Era un poco frustrante hablar con alguien cuyo rostro no podías ver.

—Estas solo son varias ideas, algunas como contramedidas si fracasamos en un principio —explicó—. Aunque, si me lo preguntas a mí, elegiría la primera opción. Parece la más arriesgada, pero también es la que tiene más probabilidades de éxito. Aún así, todo depende del número de marines que resguarden la información. No creo que sean muchos, pero seguramente se tratará de sargentos, e incluso tenientes, que ya de por sí estarán atentos ante cualquier situación extraña. Creo que, si realizamos un ataque centella, podríamos hacer un buen uso del factor sorpresa.

Tras terminar su explicación, continuó observando la máscara frente al rostro de Ral, esperando su respuesta. Había expresado su opinión, tal y como había le había pedido, pero era él quién tenía la última palabra. Y Rokuro acataría sus órdenes.

Los puntos que marcaba Kurokage tenían sentido, eran lugares perfectos para una emboscada. Pero por esa misma razón eran algo peligrosos, tal y como dijo él, los que custodiaban el maletín no eran marines ordinarios, estarían atentos y más en los lugares que ellos sabían que eran los mejores, al fin y al cabo esta era su ciudad. Miré el mapa y pensé la respuesta durante unos segundos antes de tomar la pluma.

- Podemos descartar la calle concurrida, el caos entre la muchedumbre puede hacer difícil el escape, más aún si intentamos capturar a alguno de ellos, sin contar con el riesgo a daños colaterales. Tampoco disponemos de medios eficaces de intercepción... El mejor método es este. -Dije señalando el primer punto. - Una emboscada obvia, demasiado como para que piensen que quien lo hace es competente. El hecho de que quede cerca del cuartel es una ventaja, los refuerzos vendrán de una dirección que conocemos, además... - Señalé un tejado cercano al cuartel. - Desde aquí puedo tener un tiro limpio, podría generar una distracción en este y retrasar los refuerzos lo suficiente como para unirme a la emboscada. Calculo que tendríamos unos tres minutos, cinco como mucho hasta que los refuerzos puedan salir ¿Alguna objeción? - Esperé a que planteas sus dudas, tras eso le di unos segundos más para que memorizase el mapa y lo guardé. - Una cosa más. - Llevé la mano al bolsillo y saqué un comunicador. - Pulsa el botón del cuello para hablar, servirá para mantenernos en contacto cuando nos separemos, si llevas reloj es un buen momento para que los sincronicemos. - Comenté mostrando el mío aunque sin darme cuenta de que se podía ver un pequeño destello metálico bajo la correa de este. Esperé a que lo tuviera todo listo. - Bien, si no hay nada más hora de ponerse en marcha.

No había tiempo que perder, los minutos que habíamos gastado en planificar era tiempo que habían usado los marines para acercarse al cuartel, quedaban todavía poco más de media hora hasta que pasasen por el punto de la emboscada. Nosotros tardaríamos en llegar a ese punto cerca de un cuarto de hora si nada salía mal, callejeando un poco podríamos desplazarnos sin llamar mucho la atención.

- Aprovechemos para comprobar la comunicación ¿Me escuchas bien? - Dije a través del comunicador. Desconozco el número exacto de marines, pero no creo que sean más de cinco o seis, un número mayor sería demasiado llamativo. En la siguiente calle yo iré por la derecha para subir a los tejados y acercarme al cuartel, toma posición y mantenme informado, especialmente si ocurre algo que afecte al plan. - Dejé unos segundos de silencio para que contestase y se familiarizase con el aparato. - Por cierto, no importa lo que me ocurra, sigue con la misión pase lo que pase.

Descartar la calle concurrida le parecía una opción lógica. Si solo se tratase de efectuar un robo, quizás era mejor opción incluso que su plan actual, pero si pretendían secuestrar a uno de los escoltas para obtener información el trabajo multiplicaría enormemente su dificultad. Y habría una gran cantidad de testigos. A aquellas alturas, Rokuro pretendía minimizar las bajas. No es como si fuera a dejar a los marines vivos por lástima, pero si podía evitar deshacerse de varios testigos, fueran soldados o civiles, mejor.

—Ninguna objeción —decidió—. No es un plan sin fisuras, pero parece la mejor opción para el poco tiempo del que disponemos.

Rápidamente, antes de prepararnos, terminó de estudiar el mapa. Observó las distintas calles secundarias que podían servir como rutas alternativas en caso de necesidad, aunque se centró en una calle lateral que se extendía hacia varios cruces y bifurcaciones que parecía ser la mejor opción para la retirada. Obviamente, no iban a usar ese camino, aunque colocar un señuelo que distrajera a los marines era una posibilidad.

Acto seguido recogió el objeto que le había facilitado el agente Ral. Se trataba de un pequeño y extraño objeto que servía para comunicarse, como si de un Den Den Mushi se tratase. Era algo extraño, pero como Rokuro no entendía de tecnología, no dijo nada; el Gobierno Mundial siempre estaba desarrollando toda clase de artilugios cuyo funcionamiento desconocía, pero que resultaban tremendamente útiles. Y fáciles de utilizar. Justo como esos comunicadores.

Una vez estuvieron listos, Rokuro elevó la mirada. Takarashi seguía en el cielo, patrullando. Estaba tranquilo; de haber alguien cerca, el águila le hubiera avisado. Se llevó dos dedos a la boca y emitió un pequeño silbido, nada muy llamativo, que se trataba de una orden para que el ave descendiera. Una vez le alcanzó, se posó en su hombro.

—Muy bien, buen chico —le dijo mientras acariciaba su negro plumaje—. Ahora te voy a pedir que cuides esto por mí.

Rokuro apoyó su macuto en el suelo, frente a él, del cuál extrajo su característica capa roja y unas vendas que servían para cubrir su rostro. Con una muestra de habilidad, apenas tardó en colocárselas y guardar en los bolsillos de su atuendo varios útiles que podrían hacerle falta. Al terminar, le dio una orden a Takarashi para que sujetase el resto de sus escasas pertenencias y echase a volar. El águila descendió al suelo, dónde creció hasta alcanzar más de un metro de altura. Sujetó con sus garras el macuto y echó a volar. Desde el aire sería imposible discernir su auténtico tamaño, y podría servir de apoyo en caso de necesidad.

Los dos agentes avanzaron entre callejuelas, directos hacia el punto de asalto que habían decidido. Por el camino, Ral le facilitó una nueva serie de instrucciones a través del comunicador, que funcionaba excepcionalmente bien, para sorpresa de Rokuro. Aunque fue aún más sorprendente su último comentario. «Nunca había conocido a un superior que pusiese la misión por encima de su vida» reflexionó Rokuro. Las únicas personas que había conocido que pensaran de la misma manera eran los ninjas de su isla natal. Un escalofrió recorrió todo su cuerpo.

—Entendido —fue todo lo que logró decir.

No pasó mucho tiempo hasta que se encontró en el lugar designado. «Bien» pensó al encontrar un lugar apropiado. En un lado de la calle había un cubo de basura lleno hasta los topes, con varias bolsas emitiendo un hedor pútrido a su lado. Era lo bastante ancho para ocultar a una persona, y si Rokuro se colocaba detrás de él, el cubo se interponía entre él y el sol, produciendo una pronunciada sombra. Además, aquel olor a podrido era perfecto para ocultar el suyo propio. Aprovechando la situación, activó su Sombra silenciosa, envolviéndose en un manto de oscuridad que, si bien no le volvía invisible, le procuraba cierto camuflaje en la sombra y, como añadido, amortiguaba los sonidos que producía con el roce de su cuerpo.

—Estoy en posición —avisó manteniendo pulsado el botón de su comunicador.

Ahora solo quedaba esperar. Decidió aprovechar para realizar un dibujo. Extrajo un pergamino en blanco y produjo un poco de la tinta que generaba su fruta del diablo para empezar a trazar un dibujo realista de él mismo y el agente Ral. Su propio retrato lo había practicado hasta el aburrimiento, por lo que no le costó esfuerzo. El del otro agente fue más difícil, pero era tan característico y tenía la imagen tan fresca en su memoria que logró hacer un buen trabajo imitando su máscara. No era perfecto, pero podría servir. No tenía tiempo para más. Ahora solo quedaba esperar agazapado, ignorando el hedor de la basura, hasta que llegaran sus objetivos.

No tardamos en separarnos, él por su lado, yo por una callejuela estrecha cuyas escaleras subían. Las paredes de los edificios colindantes estaban lo suficientemente cerca como para poder subir a los tejados de las casas sólo apoyándose en las cornisas, salientes y enredaderas que salían de ambas fachadas. Sólo unos ocho o diez metros me separaban del suelo, pero esos tejados estaban en una posición perfecta, el perfil irregular y las chimeneas, cornisas de casas a diferentes alturas y tanques de agua formaban un "camuflaje" que podría ocultar a un tirador durante el tiempo suficiente.

Obviamente la distancia entre los tejados y los muros del cuartel era demasiada como para poder pasar de un salto, separados por unos veinte metros de calle. Pero el patio de este estaba al descubierto desde esta altura, por lo menos de forma parcial. Una distribución antigua, pero estándar. Activé las lentes de la máscara y un brillo verdoso se pudo apreciar bajo estas, inmediatamente todos los metales del entorno fueron resaltados por las lentes, permitiéndome distinguir fácilmente la localización del polvorín en el cuartel. Obviamente estaba resguardado, pero había un par de ventanucos no muy lejos de mi posición.

Saqué a Tempestas y lo cargué con una granada tintada de gris oscuro. Hice los últimos cálculos, no era un disparo muy largo, pero el objetivo era pequeño y el lanzamiento neumático no era muy preciso que dijésemos, aunque sí era más silencioso que un disparo. Con un rápido "fomp" la granada salió disparada y voló por encima de la calle hasta caer dentro del polvorín. Pocos segundos más tarde unas volutas de humo gris comenzaron a salir de debajo de las puertas y por las ventanas. En el interior de la sala no había viento, así que tardaría en dispersarse. Como era de esperar los marines en el puesto de guardia no tardaron en percatarse y correr para avisar. Humo en el polvorín era algo que nadie podía ignorar, toda la base estaría más alerta de evacuar el cuartel y a los residentes cercanos por si había una explosión que de la llegada de los marines con el maletín.

Observé cómo se movían de un lado a otro en pánico a la vez que escuchaba al agente Kurokage informar de que estaba en posición. Con esto podríamos llevar a cabo la emboscada. De todas formas me quedé unos segundos más para asegurarme que nadie salía al encuentro de los marines ni hubiera planes de última hora.

- Bien, una vez los veas procede, me pondré en marcha enseguida. Si inicias un combate evita que abandonen la posición con los medios que veas adecuados. No tardaré mucho. - Dije antes de comprobar que nadie salía en esa dirección en concreto y me puse en marcha para volver. Esperaba no dejarlo solo mucho tiempo ante el peligro.

Aquellos momento siempre resultaban ser los peores. La espera antes de la caza. Había que ser realmente paciencia y tener una gran capacidad de concentración. Rokuro tenía una idea aproximada sobre cuándo aparecerían los marines, pero no existía ninguna certeza sobre ello. Podían adelantarse como podían retrasarse, e incluso podían no aparecer. En aquellos momentos el tiempo parecía ralentizarse. Un segundo se convertía un minuto, un minuto en una hora, una hora en un día... Mantener la concentración no era fácil; el menor despiste y perdería la mejor oportunidad para atacar. Rokuro seguía atento, gotas de sudor corriendo por su frente, pero la mente fría y enfocada.

Pergamino en una mano, semilla en la otra y los sentidos agudizados. Nadie podía estar más preparado que Rokuro para aquel asalto, a pesar del poco tiempo que Ral y él habían tenido para organizarlo. Se sentía listo, e impaciente, pero aguantó. Resistió esas ganas de asomar la cabeza y se mantuvo en su posición, aguardando el momento ideal.

Siempre había un momento ideal. Ni muy pronto, ni muy tarde. Demasiado pronto y les dejaría demasiado tiempo para reaccionar. Demasiado tarde y podría ser descubierto antes de tiempo. «Ahora» pensó, descubriendo que se movía guiado más por el instinto que por la propia teoría.

Agazapado, Rokuro avanzó saliendo de su pequeño escondite, encontrándose justo frente a un grupo de cinco marines. Con el tiempo justo para discernir al portador del maletín, extendió el pergamino enrollado a su alrededor.

—¡Liberación!

El pergamino se arremolinó a su alrededor a la vez que dos docenas de cuervos negros brotaron de él. Los cuervos comenzaron a chillar, y enseguida se lanzaron en picado contra los marines. Los hombres se pusieron a la defensiva, preparados para protegerse del ataque de las aves.

Tinta. Los cuervos, justo antes de alcanzar a los marines, explotaron en nubarrones de tinta, uno detrás de otro. A su vez, en el momento de la primera explosión, Rokuro rodó por el suelo para evitar posibles ataques a distancia y tomó una nueva posición, apoyando una rodilla en el suelo y extendiendo su brazo. Entre su dedo corazón y pulgar sujetaba un pequeño objeto esférico. La semilla.

—Proyectil dactilar —murmuró a la vez que lanzaba con el dedo el pequeño objeto. Salió disparado con la velocidad de una bala, e impactó en la pierna del marine más próximo al que sujetaba el maletín.

Raíces brotaron de la semilla, creciendo con una velocidad asombrosa. Para cuando el resto de marines se había limpiado la tinta de la cara, una gigantes planta carnívora había surgido de la pierna de su compañero, quién se encontraba inmovilizado bajo el peso del peligroso vegetal. Múltiples raíces con forma de tentáculos descontrolados buscaban estrujar cualquier cosa a su alrededor, mientras la trampa de la planta, que fácilmente se podía confundir con una cabeza, abrió sus fauces buscando devorar al portador de la información.

El ataque sorpresa había sido un éxito, al parecer. ¿Podría lograrlo? Los tres marines que quedaban libres se habían limpiado la tinta de la cara y empezaban a organizarse, evitando a la amenazante planta. Un paso en falso y no lo lograría.

«Allá vamos» pensó hundiendo las manos en los bolsillos secretos de su capa.

Las voces se podían escuchar a mis espaldas, tanto las de los marines tratando de mantener el orden dando instrucciones a los civiles como las de estos intentando comprender la situación. Era una confusión tan generalizada sólo por una columna de humo en un lugar donde no debería haber que nadie prestaría atención al ruido proveniente de un callejón, no si arriesgaban verse atrapados por la explosión de un polvorín. Pero el riesgo era mínimo, aquel artilugio generaba humo de forma instantánea, pero no lo alimentaba por reacción como otras granadas más duraderas, no había calor, por lo que nada prendería en aquella sala.

No muy lejos se empezaban a escuchar sonidos extraños, alguna voz y cierta conmoción que no se correspondía con la situación. El Agente Kurokage debía haber hecho contacto con el enemigo, tenía que apresurarme para ayudar. Corrí por lops tejados en su dirección para evitar que se viera sobrepasado, podía estimar la cantidad de enemigos, pero su fuerza, para asegurarnos lo mejor sería llegar cuanto antes.

Me asomé por la cornisa mientras comprobaba que la pistola estuviera cargada, dedo anular en paralelo al cañón y pulgar listo para quitar el seguro en todo momento, a pesar de las circunstancias una nunca olvidaba la disciplina de gatillo. Lo que pude ver era esperpéntico como poco, todos los marines estaban manchados de tinta, uno en el suelo, bajo una planta carnívora con la que forcejeaba para evitar que se lo comiese, a los lados otros dos marines que no podían ignorar la amenaza, entre ellos el portador del maletín. Ahora Kurokage se enfrentaba a los tres que quedaban. Los de la planta habían sacado los sables, dos de los que quedaban al frente habían desenfundado sus pistolas mientras que el que quedaba había sacado dos sables cortos. Lo último era algo poco ortodoxo, se salía de la disciplina estándar de los marines, por lo que podría ser alguien de rango superior.

Cargué una segunda granada mientras analizaba la situación, los que estaban entretenidos con la planta no parecían tener intención de ir a ningún sitio. Así que lo mejor sería encargarse de los otros tres.

- Cierra los ojos un segundo... Ahora. - Ordené al agente a través del comunicador a la vez que disparé la granada.

El artefacto recorrió unos diez metros hacia la calle, estallando en un fogonazo de luz frente a los marines, cegándolos temporalmente. Mi dedo pasó del gatillo del lanzagranadas al de la pistola, agachado en uno de los tejados y con los dos brazos rectos. Disparé la primera bala, la cual atravesó el pecho de uno de los pistoleros. Lo sentía por él, pero si el mando había mandado una petición tan urgente era porque había vidas en juego, más de las que se perderían en ese encuentro. Ahora con el agente en el suelo, la planta cortando la salida y un tirador amenazándolos desde una posición elevada los teníamos a nuestra merced, sólo había que neutralizarlos.

El entrenamiento de los marines salió a relucir. Antes de lo esperado, se sobrepusieron a la sorpresa y sacaron sus armas, listos para defenderse.

Los marines dispararon. Rokuro ya lo había previsto, y al sacar las manos de los bolsillos lanzó sendos shurikens que había sujetado previamente. Las balas y los shurikens chocaron en el aire mientras se desviaban mutuamente lejos de sus objetivos. En aquel momento, la voz de R.A.L. le alcanzó a través del comunicador.

No habían preparado una estrategia conjunta para combatir, por lo que no estaba seguro de lo que pretendía el agente al ordenarle que cerrara los ojos, pero no le costó hacerle caso. Si era lo que se imaginaba, más le valía hacerlo.

Cerró los ojos, e incluso así sintió el resplandor de la luz filtrándose a través de los párpados. Los marines no se lo esperaron; la explosión de luz les pilló por sorpresa y no pudieron protegerse. Sin perder ni un segundo, el agente Ral abatió de un disparo a uno de los marines que habían disparado a Rokuro.

Por su parte, los hombres de atrás seguían ocupados con la planta carnívora. La explosión de luz les había cegado el tiempo justo para que la planta, a la que no le había afectado el ataque de Ral, atrapara con sus fauces a uno de ellos mientras el otro, el que portaba el maletín, se defendía de las raíces con forma de tentáculo golpeándolas con el maletín.

Ahora que el agente Ral le estaba cubriendo las espaldas, Rokuro podía tomar más riesgos a la hora de combatir. Se había terminado el momento de mantener las distancias, ahora tocaba golpear de frente. Desenvainó a [i]Susurro de Oscuridad[\i] y, haciendo uso del Soru, se movió a una velocidad vertiginosa hacia el marine de los sables cortos. Colocó la shinobigatana ante sí, buscando usar el impulso y la velocidad del Soru para atravesar con ella el cuerpo del marine. Sin embargo, detuvo su ataque. ¿Había seguido su velocidad con los ojos? No, parecía haber reaccionado casi por instinto, como si hubiera previsto el ataque hacía un instante.

Lo peor no era que hubieran detenido su ataque. Lo peor era que aquel hombre tenía más fuerza que él, y en un cruce de espadas tenía todas las de perder.

Y, mientras forcejeaba con el espadachín, el sonido de un arma amartillada sonaba a su lado. El otro marine le iba a disparar.

El Agente Kurokage se las estaba arreglando de momento, me había hecho caso, por lo que pudo reaccionar a los instantes de ceguera que había provocado y aprovecharlos. Pero había un pequeño problema, el marine de los sables había reaccionado al ataque del agente a pesar de estar ciego, un oído agudo, o puede que... No tenía tiempo para pensar en esas cosas, rápidamente me agarré de la cornisa y bajé los metros que me separaban del suelo. No lo notaba, pero tenía la impresión de que a las piernas no les había sentado bien la maniobra.

Apunté de nuevo al marine que quedaba, había amartillado su arma y se disponía a disparar. Se giró al escuchar mi salto, aparté el cañón del arma con una mano y puse el de la pistola en su abdomen, agarrándolo del hombro y encarándolo con su jefe para pulsar el gatillo. El disparo lo atravesó y un aliento seco salió de su boca a la vez que el otro marine interponía una de sus armas para para el disparo, sorprendiéndose por la potencia de este al ver que su brazo se había elevado de más por el impacto.

Pateé el cuerpo de su compañero para estorbar sus movimientos, a lo cual él respondió apartándose con un movimiento fluido. Casi sin esfuerzo, se notaba que era un veterano, pero no parecía tan experimentado como para que pudiese superarnos a los dos, no por lo menos mientras la planta mantuviera ocupados al resto de sus compañeros.

- Ten cuidado, recuperará pronto la vista, pero creo que puede notar presencias. Hay dos opciones, o sobrecargarlo con mas ataques de los que pueda reaccionar o simplemente maniobrar para dejarlo sin opciones. - Expliqué por el comunicador para que no me escuchase el marine. Ataca tú primero, yo te seguiré el ritmo y mantendré un ojo encima a los de atrás.

Era cuestión de coordinarnos. Este hombre era decente, un reto por sí solo, pero no había reaccionado a la granada, lo que significaba que su sentido de las presencias no era infalible. Quizás tenía un límite de rango o, lo más seguro, notaba sólo las agresiones directas, como el disparo de antes. Era cuestión de tiempo, dar con esa apertura o avasallarlo para que no pudiera con los dos. De todas formas el tiempo estaba en nuestra contra y este cuerpo no aguantaría una lucha contra alguien de este nivel, sin mencionar que sólo me quedaba un disparo en la pistola antes de recargar. Si las cosas se ponían feas tenía un plan B, pero prefería no recurrir a eso.

Rokuro pensó que podría haber sido capaz de esquivar el disparo. En realidad no, tenía serias dudas al respecto, pero las despejó de su cabeza.

La incorporación del agente Ral al combate había sido una ayuda inestimable. Debía asegurarse de agradecérselo debidamente al acabar la misión. Rokuro aprovechó la distracción ocasionada por su superior para dar un salto hacia atrás y reorganizar su estrategia. El marine al que se enfrentaban era mucho más hábil de lo que había supuesto, siendo capaz de detenerle encontrándose en un estado de ceguera y de repeler el disparo sorpresa a través del cuerpo de su compañero que le propinó Ral.

Cuando el agente le habló por el comunicador, sus dudas fueron aclaradas. Aquel marine, con toda probabilidad, podía usar haki. «Observación —supuso—. Quizás también domine la armadura. ¡Y es más fuerte que yo!». Su trabajo nunca había sido fácil, pero por los Siete Pergaminos, ¿siempre tenía que ser tan espantosamente complicado? En adición a la desgracia, los marines de atrás se estaban haciendo cargo poco a poco de la planta carnívora. Con sus sables, despedazaban corte a corte la poderosas raíces que les amenazaban. Látigos vegetales surcaban el aire al ser cercenados mientras la planta parecía sufrir. Parecía que pretendían liberar a su compañero aplastado antes de huir, lo que les daba un poco de tiempo para encargarse del marine que tenían justo enfrente. ¿Sería suficiente?

Solo había una manera de saberlo.

De las dos opciones que le había facilitado Ral eligió la primera por el simple hecho de que sería la más rápida de realizar. Podían haber rondado alrededor del marine y haber organizado una estrategia para llevarlo a una situación en la que, a pesar de su habilidad con el haki, no hubiese podido escapar. Pero no tenían tiempo si querían cumplir con la misión, así que se decantó por la lógica sencillez: lanzar una cantidad inaudita de ataques.

Rokuro extrajo del interior de sus ropas uno de sus pergaminos y los desenrolló con soltura y rapidez, mostrando una serie de dibujos que representaban a varios hombres. Usando su poder, les dio vida a una decena de ellos, permitiendo que salieran del pergamino y dándoles vida. En un instante, la superioridad numérica había pasado a estar del lado de los agentes del Cipher Pol.

Los dibujos se lanzaron contra el marine, quién comenzó a maniobrar con soltura evitando sus ataques y devolviéndolos. Algunos dibujos cayeron, convirtiéndose en charcos de tinta. Rokuro se unió a ellos, trazando cortes con Susurro de Oscuridad.

—Ahora —comunicó a su compañero a través del comunicador. Si había un momento en el que el soldado se sintiese sobrepasado, debía ser ese.

Esperaba que me hiciera caso, pero no de una manera tan literal. Diez figuras salieron de unos pergaminos que Kurokage había sacado, diez hombres que se unieron a la lucha en aquella estrecha calle, sacrificándose para que pudiéramos tener una apertura. Aquel marine se estaba encargando de ellos. Aunque le costaba mantener el ritmo de varios objetivos cada vez se le daba mejor, estaba recuperando la vista.  

Caminaba alrededor de la pelea, esperando el momento, un hueco entre aquellos refuerzos que se deshacían en tinta. Observaba sus golpes y sus defensas mientras recargaba las dos balas que había gastado, en silencio, fijándome en cada detalle. Detrás de la pelea los marines atrapados por la planta empezaban a superarla. Quedaban cuatro, uno competente, uno aplastado por la planta, no podría escapar, dos intactos, uno de ellos con el maletín. Mi atención volvió de nuevo a la pelea, dando un paso al frente al ver que otro de los hombres de tinta había caído. En ese momento el agente me dio la señal de atacar.

Kurokage alcanzó el brazo de una de las espadas, un profundo corte de su pectoral a su bíceps se unió a otros más leves inutilizando la extremidad. en ese momento aparecí tras uno de los hombres de tinta recién caídos, con la tinta todavía fresca cubriendo mi cuerpo. El Marine reaccionó con una estocada directa al pecho.

Una sonrisa se dibujó en su rostro al ver que había intentado parar con la mano izquierda, atravesando su arma esta y clavándose a la altura del pulmón derecho. Pero la sonrisa duró poco al notar cómo movía la extremidad, partiendo su arma a retorcer el brazo. La mano se cerró sobre el trozo de espada clavado, sacándolo del pecho y clavándolo en el suyo. Lo dejé caer para luego apuntar con la pistola a la pierna del portador del maletín. El disparo hizo una herida profunda y limpia, ya no podría correr, necesitaría atención pronto si no quería morir por la hemorragia.

- No te preocupes por mí, encárgate de ellos. - Dije a Kurokage mientras llevaba la mano al agujero del pecho y miraba un líquido de color rojo oscuro que salía de él, bajo la ropa un brillo metálico se podía apreciar a través del agujero. - No podemos quedarnos aquí mucho tiempo el ruido ya debe haber llamado la atención.

El combate estaba alcanzado su clímax. Los dibujos, junto a Rokuro, habían resultado ser más que suficientes para sobrepasar al habilidoso marine. Una muestra de que, ante la diferencia de poder, los números pueden suponer una clara ventaja. Ningún dibujo, ni el propio Rokuro, eran capaces de derrotar al marine, pero servían como distracción para ejecutar un ataque coordinado y preparado que pudiera derrotarlo. Estaba seguro de ello.

Por un momento, Rokuro dudó de sus posibilidades. La espada había atravesado la mano y se había clavado en el pecho de Ral, pareciendo haber efectuado un golpe certero. Pero, sin comprender cómo lo hizo, Ral rompió la espada con su propia mano y sujetó la esquirla resultante para clavarla en el propio marine. No pudo evitar sentir asombro ante la hazaña, sobre todo cuando al instante consiguió encajar un disparo sobre el portador del maletín, impidiéndole la huida. El éxito de la misión se encontraba cada vez más cerca.

Aunque no podían vender la piel del oso antes de cazarlo. Aún quedaban, por lo menos, tres hombres a los que hacer frente, y apenas tenían tiempo. De un momento a otro llegarían los refuerzos. Si les alcanzaban, en el mejor de los casos la misión se iría al garete; en el peor, se verían acorralados, superados, secuestrados, interrogados y asesinados. No, no le hacía especial ilusión verse en esa situación. Había llegado el momento de mostrar sus cartas.

—De acuerdo —le dijo al agente Ral—. En ese caso, cúbrete los oídos hasta que te lo indique.

Hacer ruido ya no era un problema. Rokuro extrajo su flauta y se la llevó a los labios, que asomaban a través de las vendas que cubrían su rostro. Con dedos hábiles, comenzó a entonar una melodía lúgubre y oscura mientras concentraba su chakra en los labios y la flauta que estaba tocando. Los marines giraron con rapidez sus cabezas, buscando la fuente del sonido, sin saber que ya habían caído en la trampa. De pronto, sus rostros se volvieron al suelo y pasaron a estudiar, sorprendidos y asustados, sus propios cuerpos, para quedarse inmóviles. Desde fuera parecía que estaban actuando de manera extraña y errática, pero la realidad era que estaban sufriendo una ilusión. En cada persona se manifestaba de forma diferente, pero el resultado era el mismo: cuerdas, cadenas o algún extraño objeto parecía surgir de la nada para rodear su cuerpo atarlo, haciéndole pensar que le habían atrapado e impedido sus movimientos. La ilusión era tan real que podían sentir cómo sus cuerpos estaban siendo sujetados, aunque si oponían cierta resistencia podían llegar a darse cuenta. Sin embargo, Rokuro no les daría tiempo.

Le hizo una señal con la mano a Ral para indicarle que podía descubrirse los oídos, mientras sacaba un nuevo pergamino. Al desenrollarlo, mostró una serie de largas y gruesas serpientes dibujadas en su interior, que al invocarlas se volcaron sobre los supervivientes, esta vez atrapándolos e inmovilizándolos de verdad.

Sin perder más tiempo, se acercó hasta el hombre del maletín, a quién se lo arrebató para llevárselo a su compañero. Extendió el brazo con el que lo sujetaba y se lo ofreció.

—Aquí está el maletín, señor. ¿Ahora cómo procedemos?

Lo ideal hubiera sido realizar un interrogatorio, pero aquel no era el lugar ni el momento. La opción más segura era huir ahora que se encontraban a tiempo, pero secuestrar a uno de los marines seria necesario si querían descubrir el origen de la filtración. Aún con todo, Rokuro acataría la decisión de Ral.

El agente me indicó que me tapara los oídos, al principio supuse que haría algo parecido a lo que hice yo para sorprender a los marines, alguna especie de técnica aturdidora para afectar a su equilibrio. Hice caso y dejé de escuchar lo que pasaba, llevando las manos a los oídos. Para mi sorpresa no se trataba de algo que afectase a su equilibrio sino una especie de sugestión, los marines parecían extrañados, como si no pudieran moverse. Tras eso más criaturas de tinta salieron y actuaron como cuerdas para poder atarlos.

Kurokage me cedió el maletín, extendí la mano para agarrarlo, pero al ver que no cerraba me percaté de que era la mano dañada en el combate. La bajé y tomé el maletín con la otra mano. Me giré a los marines, no me gustaba hacer esto pero la misión era la misión y ellos eran testigos. Disparé al de la pierna herida rematándolo en el acto, rápido y sin dolor, tres eran demasiados, con dos nos bastaría y dudaba que aguantase hasta el interrogatorio.

- Yo llevo a uno y tú a otro. - Comenté para luego cargar a uno de ellos a las espaldas. - En la ruta de escape hay un viejo almacén de fertilizantes, está prácticamente abandonado, será un buen lugar para interrogarlos. - Dije antes de ponerme en marcha.

Romper la voluntad de una persona para que hablase era una cosa, testigos, criminales de poca monta, gente que por lo general no sabía donde se había metido. Pero un militar era otra historia, incluso los de los rangos más bajos tenían una tolerancia al dolor y la frustración que los hacía más difíciles de quebrantar. Estos habían sido escogidos para la misión de escolta, cabía esperar que su lealtad fuera incuestionable, prefiriendo morir antes de hablar. Su sentido de la justicia muchas veces era su mayor baza, creyendo que si cedían el daño sería mayor. Era con esas personas abnegadas con las que había que cambiar de estrategia, la tortura nos llevaría mucho tiempo, algo que no teníamos, había que ser creativos. Aquella vez con Omega uno de los dos nos hicimos pasar por alguien infiltrado que vino a rescatar al interrogado, pero esta vez no colaría ese truco. Hablando de trucos y creatividad...

- Dime ¿Cómo de realistas pueden llegar a ser esos dibujos tuyos? - Pregunté al agente por el comunicador. Para evitar que los marines nos escucharan. Se me ocurría una forma, pero dependía de lo bien que pudiéramos engañar los sentidos de los marine y de lo bien iluminado que estuviera el lugar al que nos dirigíamos.

Al entregar el maletín, el agente Ral acabó con los testigos, exceptuando a dos de los hombres. Así era el trabajo: no se podían dejar cabos sueltos. Sin embargo, aquellos dos hombres serían necesarios para el interrogatorio. ¿Serían capaces de escapar cargando a los dos hombres, exhaustos como estaban después de la emboscada? No parecía ser el mejor curso de acción, aunque Ral parecía ser más experto en esos asuntos.

—De acuerdo —respondió a su orden, asintiendo a la vez con la cabeza.

Se acercó a uno de los hombres inmovilizados por su dibujo-serpiente. Antes de cargarlo en su espalda, volvió a extraer uno de sus pergaminos, el que había usado para trazar un esbozo de él mismo y el agente Ral. Al instante, los dibujos cobraron vida. No eran perfectos, ni mucho menos, pero servirían para distraer a sus perseguidores.

—Podrán despistar a los refuerzos marines —explicó mientras los nuevos dibujos salían corriendo en una dirección distinta.

Entonces Rokuro recogió al hombre del suelo y lo apoyó en su espalda, siguiendo al agente Ral.

No tardaron mucho en alcanzar el almacén de fertilizantes. El lugar era viejo y húmedo, y conservaba ese olor característico que era una mezcla de tierra natural y productos químicos. En ese lugar, la pregunta de su superior le pilló desprevenido. ¿Qué pretendía con sus dibujos? ¿Obtener información sobre su habilidad o utilizarla de alguna manera? Con el tiempo se había vuelto bastante reservado a la hora de usar sus poderes o sus técnicas ninja, incluso cuando se trataba de usar su Rokushiki. Sin embargo, era una pregunta directa que no podía evadir. Tampoco importaba: a esas alturas el Gobierno Mundial ya lo sabría todo sobre él. Ese era uno de los motivos por los que ya no se imponía ciertos límites en las misiones.

—Depende —fue su respuesta inicial—. La habilidad está directamente relacionada con mi capacidad de dibujo. Cuanto más tiempo le dedique al dibujo, y mejor conozca o imagine lo que estoy dibujando, más realista será. En ocasiones, tener algo que copiar ayuda enormemente a la hora de plasmar los dibujos. Si sufren daños pueden deformarse, o incluso destruirse volviéndose nuevamente tinta, por lo que en esos casos el realismo desaparece. ¿Necesitas que dibuje algo?

No le hacía especial gracia, pero a lo mejor a Ral se le había ocurrido alguna manera de sacarle partido a sus dibujos. Si prestaba atención, podía obtener ideas sobre cómo sacar más provecho a su habilidad, y no pensaba dejar pasar una situación como esa.

Revisé el almacén por dentro, el polvo que habíamos levantado al entrar marcaba los haces de luz que se colaban por las ventanas, dando al interior una iluminación lúgubre, pero la suficiente como para operar. Si se jugaba bien con las luces y las sombras alguien podía pasar por alto detalles o ver simplemente siluetas en la penumbra. Dejé a uno de los marines en medio de la sala en un amplio espacio entre cajas y barriles, iluminado por la luz que se colaba por las ventanas. Tras eso esperé que Rokuro hiciera lo mismo, arranqué un cacho de tela para vendar los ojos de los marines y me puse a revisar el resto del lugar.

Muchas de las ventanas estaban rotas o directamente sucias, la madera de algunas cajas y barriles estaba carcomida, dejando que su contenido se filtrase, juntándose con el agua de algunos charcos debido a la humedad acumulada. En los bordes de estos había formados unos pequeños cristales, era algo que podía usar más tarde. Saqué un par de balas del bolsillo y las partí por la mitad, separando el proyectil del casquillo y haciendo una línea de pólvora. Una vez me aseguré estar a una distancia suficiente para que los marines no pudieran escuchar activé el comunicador.

- Podemos esperar una gran resistencia por parte de estos marines, pero su punto débil es su sentido de la justicia. No te voy a pedir que hagas un par de dibujos realista, sino unos que se muevan de forma real. - Dije por el comunicador - No creo tampoco que tengamos tiempo de entrar en muchos detalles, no creo que tarden mucho en pillar a la distracción y seguirnos el rastro. Por si acaso toma el maletín y prepárate para salir cuanto antes de aquí.

Tras eso le di los detalles de lo que quería, no debía ser nada complicado si había podido hacer personas, serpientes y cuervos. Una vez lo tuviera todo preparado le quitaría la venda los dos marines. Caminado delante de ellos.

- Buenas tardes caballeros. Creo que han tenido suficiente tiempo de pensar lo que queremos saber, pero por si acaso se lo preguntaré directamente ¿De dónde sacaron el contenido del maletín? Esto no es algo que puedas encontrar en el mercadillo precisamente. Aquí ha habido una fuga de información y nosotros tenemos la ingrata tarea de rastrear su origen, así que si fueran tan amables de colaborar se lo agradecería. - Silencio y miradas de hostilidad por su parte, era de esperar, no tenían motivos para hablar a pesar de que estuviera claramente armado y no hubiera dudado en matar a sus compañeros. - Veo que creéis que podéis ganar tiempo con vuestro silencio. Si bien es cierto que el tiempo no es nuestro aliado tampoco lo es el vuestro, dejad que sea más claro. - Caminé hasta detrás de una columna y extendí la mano, agarrando por la muñeca a una figura pequeña, tirando de ella y lanzándola al suelo. Parecía una niña maniatada, se movía como si no supiera lo que pasaba, con pánico y confusión. Apunté con la pistola a su cabeza. - Bien, hora de hablar.

La idea resultaba, cuanto menos, indecente. Si bien no iban a recurrir a una tortura física, sí que iba a ser mental. Sin embargo... ¿Tenían más opciones? Se encontraban escasos de tiempo y, a pesar de lo inmoral que pudiera parecer, en realidad no estarían derramando más sangre. Sí, tendrían que acabar con los marines después del interrogatorio, pero sus sentencias estaban firmadas en cuanto participaron en la misión de escoltas. No era nada personal, era una cuestión de trabajo.

Enseguida comenzó a dibujar. Trazó primero la silueta, y a continuación le fue añadiendo los detalles que vio precisos. El dibujo en sí no era complicado, y la capacidad de darle movimiento no era en absoluto un problema. ¿Pero sería creíble? Al igual que cuando preparó los señuelos antes de la emboscada, debía buscar un equilibrio entre rapidez y realismo. Habían escapado de los marines y se encontraban a salvo, pero no sabían por cuánto tiempo. Iban a contrarreloj, y los dos sabía que debían acabar el trabajo cuanto antes. Otro motivo para no discutir aquel método, que parecía ser el más rápido.

«No, así no —se dijo, estudiando su dibujo. Aunque no se consideraba un artista como tal, había empezado a ser algo quisquilloso, buscando cada vez más la perfección. Aquella nueva faceta no le gustaba. Suspiró—. Sí, eso está mejor».

Terminó el dibujo y giró la cabeza para observar a través de una de las poco iluminadoras ventanas. Takarashi se encontraba por fuera, vigilante, atento a cualquier movimiento sospechoso para alertarlos. Tras asegurarse que todo seguía en calma, le dio vida al dibujo, al que guió hasta el lugar en el que los hombres se encontraban atados y con los ojos vendados, para dejarlo oculto tras una columna. Acto seguido, se dirigió hasta el maletín que había soltado el agente Ral y se mantuvo a un lado, expectante.

—Está listo —avisó a su compañero a través del comunicador.

El agente, sin dilaciones, dio paso al interrogatorio. Fue rápido y conciso. Cuando mostró al dibujo, que era una niña pequeña con las manos atadas detrás de la espalda, Rokuro sintió cierto orgullo. Había logrado trasmitir el miedo a través de ese rostro con los ojos descolocados, y el movimiento era de lo más natural. Concentrándose en ese único dibujo, era capaz de hacer que gimiera cuando debía sentirse más amenazada, como cuando Ral la tiró al suelo o cuando le apuntó con un arma en la cabeza. Normalmente sus dibujos no eran capaz de hacer nada que él mismo no hubiera vivido o no pudiera imaginar, y este caso no era la excepción. Descubrir qué tan bien podía interpretar a un rehén le hizo replantearse un par de cosas sobre su vida, pero enseguida desechó los pensamiento. Estaba en mitad de un interrogatorio, y su misión consistía en hacer lo más real aquel dibujo-rehén. Se concentró en su labor, mientras esperaba a obtener la información para salir de aquel lugar portando el maletín.

Con casi toda certeza, una misión cumplida.

Era demasiado, nadie quería cargar en su conciencia con la vida de una niña pequeña, el riesgo no merecía la pena, y si lo merecía tenías que ser alguien de un pragmatismo incuestionable para permitirlo. Obviamente no era el caso de esos dos marines, si bien hubieran aguantado de forma ejemplar amenazas y dolor, el ser responsable de la muerte de una vida tan inocente estaba por encima de lo que podían soportar. Los dos se derrumbaron más o menos al mismo tiempo.

El odio que notaba en sus miradas era algo que nunca había visto ¿Había ido demasiado lejos? Si dicha niña existiera de verdad, seguramente. Tenía que admitir, me daba algo de miedo que algo como esto se me hubiera ocurrido, quizás el trabajo me estaba volviendo una persona retorcida, quizás me estaba deshumanizando. Ya tendría tiempo de pensar en ello, ahora no podía distraerme con dichos pensamientos. Los marines hablaban y tener a dos de ellos en una situación tan tensa me aseguraba que fuera más difícil que entrasen en contradicciones.

Por lo que pude sacar de lo que decían, sus superiores fueron contactados para que se encargaran de la recogida, hace unos días se efectuó un intercambio en la capital. Nunca vieron a la persona que trajo los datos, no hubo contacto directo, pero podían asegurar que fueron intercambiados por una gran suma de dinero. Lo que sabían era dos cosas, que la orden vino de arriba en la marina, alguien que la dio desde el cuartel de Saint Poplar, lo segundo que la persona que trajo los datos no era un mero traficante o ladrón buscando una recompensa fácil, sino alguien de dentro de la organización. Su superior no se fiaba precisamente porque sabía esto, sospechaba que fuera desinformación o, en el peor de los casos, que esto ocurriera, que fuera información verídica y alguien viniera a recuperarla. No esclarecía todo el caso, pero me daba una pista a seguir.

- Con esto bastará. Coge el maletín y llévalo a un lugar seguro. Yo me encargaré de la limpieza. - Dije por el comunicador a la vez que aparaba lentamente la pistola de la cabeza de la niña. El brazo temblaba al moverse, dando ciertos trompicones. El cañón apuntó a los marines, gastando las dos últimas balas en los testigos que quedaban.

El agente Kurokage se había marchado justo a tiempo, el sonido de pasos rodeaba el almacén rápidamente. Poco después se escucharon golpes en la puerta, varios marines la abrieron a la fuerza entrando una docena de ellos en la estancia viendo lo que había pasado. Me apuntaban con las armas mientras gritaban que tirara el arma y me echar al suelo. Aunque hubiera podido hacer caso este cuerpo estaba en su límite, a duras penas podía moverse debido a todo el fluido que había perdido. Lo poco que podía hacer era tratar de levantar el arma. Un estruendo ensordecedor se escuchó cuando el pelotón abrió fuego acribillando el cuerpo. Me desplomé al suelo, viendo desde este como los marines comenzaban a acercarse comprobando la zona. Uno de ellos se agachó y trató de quitarme la máscara, con cierta dificultad lo logró para ver que lo que había bajo esta no era una cara humana. Un marco metálico como el de un maniquí con dos cámaras por ojos estaba tras esta.

- Buen trabajo, nos volveremos a ver. Agente Kurokage. - Dije por el comunicador antes de activar el detonador.

Un montón de chispas salieron del cuerpo falso, tan calientes que derritieron el metal borrando todo rastro del robot y prendiendo la pólvora. La ignición de esta recorrió rápidamente varios metros hasta los depósitos de fertilizante, prendiendo los cristales de nitrato que estos habían generado debido al mal mantenimiento y haciendo explotar el almacén.

La explosión se escuchó amortiguada por debajo del casco del sumergible. Abrí los ojos y me incorporé mientras una serie de cables que salían del gabinete se desconectaban de la espalda. Era una sensación extraña volver a centrarte en tus sentidos tras controlar aquel cuerpo falso, peor sin duda se sentía mejor. Me puse de pie y caminé hacia el escritorio, primero escribiría el informe de la misión, así como los cambios que tenía que hacer en el prototipo Pupa, luego saldría de civil e investigaría si era necesario hacer más limpieza. Había sido un día largo y, a pesar de que no me había movido de aquí en toda la misión, el mantener el control era agotador. No había comido nada, decidido, mientras investigaba buscaría un buen restaurante, al menos con este cuerpo podía saborear la comida.