A costa de favores [Pasado]

Ya va una semana desde que el joven recluta de la marina se había adentrado a los bosques que componían el paisaje verde y florido de aquella espectacular zona verdosa que lucía de maravilla ante los ojos de un admirador de la naturaleza como lo es Teva. ¿Qué cómo había llegado aquí? Fácil, en el pasado hizo unos encargos muy bien y de manera provechosa para uno de sus superiores y a cambió pidió ser escoltado a una isla llena de vida floral y faunística para estudiar el comportamiento de las especies en su hábitat natural, y como favor le concedieron esta expedición a la isla ubicada en el Paraíso, Jellystone.

- Wow, que fabuloso lugar, cada día que pasa me asombro más de lo tranquilo que se está aquí – Díjose para sí mismo el rubio a la par que se hincaba para apreciar de más cerca el camino que parecían seguir unos insectos. – Me alegro que se me haya dado esta oportunidad única de visitar este sitio, me recuerda tanto a mi infancia que creo que explotaré de la emoción ¡Jajajaja! – Finalizó su monologo volviendo a ponerse de pie y estirando un poco la columna y los brazos en dirección al cielo.

Sin más que hacer que pasear de aquí para allá investigando la naturaleza del lugar, sintió que algo le faltaba al sitio, y eso era: civilización. Pensó que si sólo hubiese más personas que pudiesen apreciar lo bello de la naturaleza el mundo sería un lugar más agradable en el cual se pudiese convivir con paz y armonía. Acto seguido dejó sus monólogos internos para acercarse a una extraña roca que brillaba a la orilla de un río, y pronunció para sí mismo – Así que esto es una Jellystone, luce brillante y es suave al tacto, como la gelatina… me pregunto si será… - Sin pensarlo dos veces se llevó la piedra a la boca para probar su sabor y la reacción más honesta fue de: ¡Wuack, que asco!

- Vaya, quien pensaría que la piedra gelatina no supiera realmente a gelatina… - Con bajo ánimo, pero sin manifestarlo en su semblante, se decepcionó del resultado de su experimentación y se marchó del lugar con las manos tras la nuca mientras divisaba el aspecto del cielo. Lo siguiente en su lista era dirigirse a la montaña en busca de aventura, pero lo tuvo que postergar para atender necesidades más básicas como lo son la alimentación, y para esto tuvo que dirigirse al único lugar habitado del sitio: La caseta cuartel perteneciente al Contraalmirante Ryugo.

Había decidido tomarse unas vacaciones, quizás para descansar un poco la cabeza. Había vivido momentos muy intensos los últimos meses y necesitaba despejarse. Había pasado de las arenas ardientes del Páramo a los bosques frescos de Jellystone. Una isla rodeada de árboles, labrada por los ríos y armonizada por los animales tenía lo necesario para reconfortar a Christa.

Llevaba una mochila medio pesada, un toldo de cuero y un saco de dormir. Podía evitar cargar ese peso y montar tiendas temporales a base de ramas y hojas, pero el toldo y el saco eran más cómodos. La capucha le protegía del sol que se filtraba entre las copas de los árboles y su capa hondeaba con la refrescante brisa. Iba con lo necesario para pasar una temporada en Jellystone, al menos el tiempo suficiente para recorrer toda la isla. Había que explorar y conocer nuevos lugares, sino el viaje perdía su valor.

Siguió uno de los senderos principales, ancho y despejado, por treinta minutos hasta llegar a un pequeño monte cerca de la playa. Una caseta no demasiado grande ocupaba la cima, orgullosa de seguir en pie pese a su estado. Si había escuchado bien, era uno de los pocos edificios en toda la isla. Se acercó con determinación y tocó la puerta, esperando no echarla abajo. El golpe seco a la madera rompió el silencio del bosque y entonces Christa escuchó movimiento dentro de la caseta. Segundos después, apareció un hombre vestido de marine y con una pata de metal.

-Disculpe, ¿podría hacerle unas preguntas sobre la isla? -preguntó Christa, escondiéndose bajo la capucha.

-¿Hm? ¿Qué quieres saber? -respondió el soldado, su voz grave y áspera como papel de lija.

Christa preguntó sobre los mejores lugares para visitar: cascadas, piscinas naturales, pozones, ríos y miradores. Quería recorrer cada rincón de Jellystone y olvidarse del mundo por un tiempo. Solo alguien que había crecido entre árboles, ríos y montañas entendía esa conexión natural. Al ver el entusiasmo de la turista, el hombre hizo pasar a Christa y le ofreció una taza de té. Se presentó como Contraalmirante Ryugo, el encargado de proteger la isla y evitar que pasase algo malo. Era un trabajo tranquilo en un lugar ideal para pasar los últimos días en la Marina, aunque siempre estaba el viejo cabezadura que se negaba a jubilarse.

-Aquí dentro no es necesario llevar la capucha -indicó el Contraalmirante al regresar con la taza de té.

-Así me gusta -contradijo Christa, acercándose a la puerta sutilmente. Se detuvo justo cuando sintió la pesada mirada del soldado encima de ella.

-No, en serio. Quítatela -ordenó el soldado con voz firme.

Christa dudó por un momento, pero huir levantaría sospechas innecesarias. Retiró la capucha y sacudió la cabeza con un gesto suave, meneando sus cabellos blancos. Miró al anciano con unos expresivos y dominantes ojos azules. Hubo un breve intercambio de miradas hasta que el Contraalmirante suspiró y tomó asiento.

-¿Qué hace la hija de la Genocida en mi pacífica isla? -preguntó Ryugo, acomodándose en el asiento que solía sentarse. Era de él, de nadie más.

-Estoy de vacaciones -contestó con el ceño fruncido. No le gustaba que llamaran así a su madre-. Un mapa es todo lo que necesito y no volveré a pasar por aquí. Solo quiero conocer la isla y luego me iré sin hacer problemas.

El soldado hacía bien en dudar de las palabras de Christa, después de todo, un von Steinhell era un imán de problemas.

¿Cómo rayos he llegado hasta aquí? Se preguntaba entre sus pensamientos el joven Bossco, que yacía tumbado a la orilla de un río. Al parecer, en su viaje de regreso a la caseta donde se encontraba el Contraalmirante Ryugo, había tropezado con una raíz sobresaliente de un árbol, todo por consecuencia de sus propios actos, pues es bien sabido que en un terreno con obstáculos como las Jellystone o las mismas raíces con las que tropezó, uno debe andarse con cuidado y no asombrado por el brillo del sol entre las hojas de los arboles y menos siguiendo a las aves silvestres con la mirada. En fin, aquel tropezón lo hizo rodar unos metros hacia la orilla del río y terminó por golpearse la cabeza quedando aturdido e inconsciente por un breve momento, aunque por los daños le hizo parecer que había pasado mucho tiempo, horas, incluso días, pero esto no era más que una ilusión por el golpe en la nuca.

- Ay ay ay, tengo que ir a que me sane esta herida, debe haber un botiquín de primeros auxilios en la caseta del Contraalmirante Ryugo – Pronunció para sí mismo el rubio mientras palpaba su nuca y posteriormente la miraba para comprobar que, en efecto, había realizado una laceración en el cuero cabelludo, lo que también provocó que se tiñera levemente su cabellera.

Sin más demoras y para no perder valioso tiempo de vida, se dirigió en camino a la caseta cuartel donde seguramente, y así lo confiaba, sería atendido con primeros auxilios por parte del Contraalmirante Ryugo, porque, quién más sino él lo atendería en aquella isla desierta pero pacífica, o eso es lo que razonó en milésimas de segundo al momento de darse cuenta de su situación. Trascurridos aproximadamente unos quince a veinte minutos llegó al sitio donde se encontraba la única base cuartel del lugar, pero desde la lejanía logro divisar como otra persona ingresaba a las instalaciones.

¿Contraalmirante? Pensó Teva. Luego se acercó a la puerta y la abrió con sigilo para darse cuenta que dentro se estaba dando una conversación no del todo agradable y se podía notar en el ambiente por lo tenso del aire.

- Disculpen las molestias ¿Interrumpo algo? – Enseguida vio el semblante serio de Ryugo y por acto reflejo le otorgó una sonrisa nerviosa y posó su mano diestra en su nuca, recordándole la herida que se había hecho momentos previos – Auch, por cierto, creo que necesito un poco de ayuda ¿Aquí hay algún botiquín de primeros auxilios?

El silencio duró hasta que alguien abrió la puerta, preguntando si acaso estaba interrumpiendo algo. La presencia de alguien más en la sala aliviaba la incomodidad de Christa y reducía la tensión entre ella y el Contraalmirante. Giró la mirada y se encontró con un chico un tanto más guapo que el promedio, debía admitir, aunque también bastante bajito. Rubio, ojos dorados y porte inocente. Quizás era uno de los tantos reclutas de la Marina.

-Llegas justo a tiempo para salvarme de este señor -bromeó Christa, alejándose del Contraalmirante que no la perdía con la mirada-. Una herida en la cabeza debe ser bien tratada, no vayas a quedar tonto por perder tanta sangre.

Christa se arrodilló y se quitó la mochila de la espalda para dejarla en frente. Sacó una caja de madera con un montón de frascos encorchados y pequeños. Contenían hojas, flores y semillas de todos colores y texturas. Retiró un mortero de piedra volcánica pulida y luego se acercó a la mesa. Mientras el Contraalmirante buscaba un botiquín de emergencias, Christa machacaba flores y hojas para mezclaras con líquidos exóticos y de buen olor. Al cabo de unos pocos minutos había producido un ungüento de tonos grisáceos y aroma a menta.

-Puedes dejar que el señor de ahí te suture la herida, aunque te recomiendo mi ungüento. Eso sí, habrá que limpiar primero -señaló Christa con el semblante serio, indicando la silla de madera para que el chico tomara asiento.

Con los materiales y el tiempo de preparación adecuados, Christa era capaz de elaborar remedios naturales y ungüentos capaces de tratar hemorragias profundas y órganos perforados. Por supuesto, la medicina natural tenían una convalecencia larga, aunque funcionaban bastante bien. Eso sí, la herida del chico no lucía demasiado profunda así que tardaría como mucho un par de horas. En caso de que el muchacho aceptase el tratamiento, Christa lavaría la herida con cuidado y untaría suavemente el ungüento.

-Soy Christa, por cierto. Si le caes bien a este señor, ¿por qué no le pides un mapa por mí? Estoy de vacaciones y quiero asegurarme de visitar los sitios más impresionantes de la isla, pero necesito un mapa -dijo la cazadora mientras trataba la herida del chico.

El Contraalmirante había regresado con un botiquín en mano, pero al ver el ungüento de Christa refunfuñó y frunció aún más el ceño. Dijo cosas de brujería y maldiciones, algo que le recordaba bastante bien a su madre. Sin embargo, Christa usaba sus conocimientos para tratar heridas y sanar dolencias, no para convertir a las personas en sapos ni cuestiones abstractas. ¿Podía hacerlo y hacer que los últimos días del Contraalmirante fuesen un infierno? Pues no sería difícil. El bosque era el lugar perfecto para encontrar flores y plantas exóticas. Si el soldado se portaba mal, acabaría convertido en una rana de esas gordas.

- Un gusto, Christa. Mi nombre es Teva Bossco, soy recluta de la marina como ya lo habrás notado y pues bueno, gracias por tu ayuda – Le mencionó con calidez y tranquilidad el rubio mientras era atendido por la joven y agraciada mujer que al parecer no tenía un buen vinculo con el Contraalmirante, hasta el momento las razones eran desconocidas puesto que no era de su incumbencia entrometerse en los asuntos de otros.

- Bruja maléfica, tú y tus artimañas llevarán a la ruina a este mundo de paz que con tanto esfuerzo hemos creado – Pronunció el Contraalmirante Ryugo mientras dejaba el botiquín en la mesa y se alejaba del lugar con rabietas y mal genio.

- Por lo visto, no son los mejores amigos… ¿No? – Le comentó Teva a Christa con una sonrisa nerviosa y un poco más intranquilo de lo normal por la situación, ya que no era de aquellos a los que le gustaba el mal trato verbal ni de ninguna forma, optando siempre por la diplomacia y las buenas costumbres de comunicación.

Mientras era atendido escuchó lo que la dama de cabellos albinos tenía para decir, intuyendo por sus palabras que lo que necesitaba la señorita era un guía que le mostrara el lugar, ya que ésta deseaba aprovechar su tiempo libre y gozar de sus vacaciones en tan magnifico y natural sitio ubicado en el Paraíso.

- Mmm la verdad es que conseguir un mapa del Contraalmirante Ryugo es un tanto difícil por su dura actitud y su estricto carácter, aunque si te es de ayuda llevo una semana entera recorriendo la isla y he memorizado diversos y variopintos caminos en los que te puedo guiar para encontrar sitios idóneos para tu descanso – Le comentó con renovaba seguridad y buen ánimo, mientras palpaba su herida ya tratada y zurcida.

- ¿A dónde piensas ir, chico? Necesito encomendarte una misión. Las frutas se nos acabaron ayer, por lo que deberás ir a estos sitios indicados a recolectar los frutos de los árboles silvestres que crecen en este precioso lugar. Coge un canasto y ve – Le ordenó el Contraalmirante Ryugo a la vez que le entregaba de mala gana un maca con varias equis marcadas en el plano, las que seguramente indicaban el sitio en donde estaban los árboles frutales – Por cierto, llévate a esa bruja fuera de aquí, no la quiero cerca ni en ningún lugar donde llegue mi rango de visión – Finalizó con carácter estridente e inflexible, luego dejó el lugar para dirigirse quién sabe dónde.

-Bueno, nos acabamos de conocer. A veces le caes mal a la gente y no hay nada que hacer, solo aceptarlo -comentó Christa, encogiéndose de hombros sin darle demasiada importancia.

No quería problemas con el Contraalmirante ni con la Marina. Tampoco se cansaría de repetir que estaba en Jellystone solo por vacaciones. Quería nadar en el río, cocinar unos chorizos en una fogata y mirar las estrellas. Quizás al mundo le costaba entender que la hija de Katharina era una persona distinta de su madre y que quisiera hacer cosas diferentes. Hacer del mundo un mejor lugar, buscar y traducir los Poneglyph, estar entre los más fuertes del planeta… Había escuchado historias sobre los anhelos de su madre, pero Christa, por mucha admiración que tuviera por esas aventuras que le habían contado, quería labrar su propio camino.

Entendía el recelo del Contraalmirante, aunque no por ello le gustaba tener que enfrentar una situación incómoda como esa. Se notaba viejo, lo suficiente para haber estado en algún batallón contra las fuerzas de Katharina. ¿Peleó contra los hombres-coco o las abominaciones no-muertas de Ivan Markov? Quizás perdió su pierna en un enfrentamiento contra uno de los Oficiales de la tripulación. Como sea, seguro que tenía buenas razones para guardar rencor.

-Lo siento, pero lo que necesito es un mapa -rechazó la oferta de Bossco sin preocuparse de haber sonado grosera o fría-. La isla es grande y seguramente habrá lugares impresionantes marcados en el mapa que tú no visitaste. Por eso lo necesito.

Justo el viejo cascarrabias interrumpió la conversación, dándole una misión absurda a un soldado. Cualquiera podía recoger frutas. ¿Qué clase de militar estaba entrenando la Marina? El chico lucía nuevo y seguro que necesitaba masterizar el uso de armas de fuego y sable. Los marines debían proteger a las personas y para hacerlo tenían que ser fuertes. Por supuesto, la gestión de la Marina no era asunto de Christa, aunque lamentaba que fuera así porque Ely, una marine especial, se esforzaba mucho.

-Yo tampoco quiero volver a verlo -gruñó Christa, metiendo las manos en los bolsillos de la capa y caminando hacia la puerta.

-Y está prohibido acampar y hacer fuego, que no se te olvide -refunfuñó el Contraalmirante antes de encerrarse en una oficina.

Christa blanqueó los ojos y abandonó la caseta. No iba a hacer caso a las reglas de la isla, era absurdo. Haría fuego para cocinar los chorizos y montaría el toldo para protegerse de la lluvia. Entregarse a la naturaleza y sobrevivir a las inclemencias climáticas era parte de la aventura, sino carecía de sentido. En fin, tampoco era necesario estresarse por las palabras del Contraalmirante.

-Oye, ¿no crees que los reclutas deberían hacer algo más importante que recoger frutas? Digo, tienes que ser fuerte para proteger a la gente -le dijo Christa como si estuviera a punto de proponer algo indebido-. El viejo te pasó un mapa y créeme que una prueba de supervivencia es mejor entrenamiento que ir a buscar manzanas. No le hagas caso y vámonos de aventuras, ¿qué me dices?

Ante la incitativa de Christa el joven recluta se sorprendió y pareció ignorarla un momento para antes tomar un cesto que había en algún recóndito lugar del cuartel del Contraalmirante y se dirigió seguidamente a la salida para poder dejar el lugar y entregarse a su misión.

- No es que no quiera acompañarte a tu aventura de supervivencia al desnudo en los bosques de la isla, y es más, me encuentro fuera de mis funciones como marino puesto que estoy en este lugar de vacaciones para disfrutar de la naturaleza que tanto aprecio, pero, siendo honesto contigo, el viejo Ryugo se encuentra solo en este lugar y casi nunca tiene compañía, y desde que llegué hace una semana me ha recibido con los brazos abiertos, y tampoco conozco su tipo de relación contigo, quién quiera que seas, que por lo visto no es muy buena, pero entre nosotros los marineros de la Alianza hay algo que nos motiva y nos hace unir nuestras fuerzas para apoyarnos ya sea en el campo de batalla o aquí, haciéndonos compañía mutuamente, en esta isla desierta y habitada sólo por flora y fauna silvestre – Sus palabras fueron pronunciadas con suavidad, como las pronunciaría un padre a su hija para hacerle entender el bondadoso punto de vista que tiene la compasión ante la rebeldía jovial de la juventud que se arrebata para vivir experiencias excitantes que sólo traen recompensas a corto plazo sin tomar en cuenta lo eterno de la tranquilidad cuando esta es obtenida.

= Toma, veo que lo necesitas más que yo. Por cierto, te pido por favor respetes las reglas que está isla tiene, ya que se impusieron para no atormentar a las criaturas que habitan este hábitat que es tan suyo como lo es una gota del mar. Y no te preocupes, memoricé cada punto del mapa indicado, por lo que no me será difícil encontrar lo que ando buscando. Adiós, cuídate, y hasta pronto, Christa – Sin gastar más energía en atender a su sanadora, y otorgándole de buena fuente el mapa que le había sido encomendado para realizar sus tareas diarias, que eran recolectar frutas y hortalizas para el alimento diario, debido a que al Contraalmirante le gustaba comer el alimento fresco y recién cortado para así aprovechar al máximo sus componentes, se marchó del lugar para así cumplir con su deber.

Comenzó su ruta hacia los cinco puntos que estaban marcados y que había memorizado, empezando obviamente por el más cercano, que por cierto ya había visitado con anterioridad y que sabía con certeza que ahí se encontraban los árboles de cerezo que había divisado en su segundo día de estar en esta isla. En el camino pensó: ¿Cómo lo hará el Contraalmirante Ryugo para adquirir su alimento con esa prótesis en la pierna? Los caminos no son sencillos por estas zonas, debo dar mi mejor esfuerzo para ayudarle.

Los soldados eran hombres rígidos y, si bien muchos de ellos ignoraban cuestiones filosóficas, se creían moralmente superiores por estar atados a un código de conducta. Christa dejó de escuchar a la mitad el discurso de Bossco, su atención capturada por las copas de los árboles. El chico era un santurrón. ¿Estaba bien ser el recadero de alguien tan desagradable como el Contraalmirante? Tampoco estaba en posición de juzgar, pero que un soldado se pasara la tarde recogiendo frutas… Qué desperdicio de recursos, ¿no?

Bossco le ofreció el mapa de la isla a Christa en un gesto genuino de generosidad, aunque había personas que se sentían ofendidas al recibir esa clase de caridad. Por su parte, la cazadora aceptó el mapa con recelo y agradeció a regañadientes. Todo bien hasta que el chico le pidió a Christa que respetara las reglas de la isla: no acampar y no hacer fuego. Era increíble que gente sin experiencia alguna en supervivencia le diera órdenes a una experta. Christa tenía una conexión única e indescriptible con los bosques y las montañas, una conexión alcanzada solo por quienes se habían criado entre árboles y ríos.

-¿Y por qué debería hacer caso? Haré fuego para asar los chorizos y montaré un refugio temporal para pasar la noche. Ni tú ni el contraalmirante negarán mis vacaciones, ¿entendido? -le espetó con el ceño fruncido, su mirada penetrando a Bossco-. Toma, esto es tuyo. Ya no lo quiero -terminó, devolviéndole el mapa al soldado.

Había crímenes mucho más graves que romper unas leyes simples de Jellystone, aunque también estaba cometiendo desacato a la autoridad. Sin embargo, ¿en serio estaba obligada a obedecer a la Marina? Christa provenía de Lëxius y, si bien ahora era solo era una sombra de lo que fue antaño, continuaba siendo la capital del Imperio Pirata más grande de la historia. Respetaba lo suficiente a los marines solo porque Ely era una de ellos, pero debían entender una cosa: no tenían autoridad sobre todo el mundo.

Así, Christa se alejó de la caseta y se internó en el bosque. Recorrería los maravillosos paisajes de la isla sin necesidad de un mapa, incluso podía hacer uno ella sola. El problema es que nunca había cartografiado nada, pero ahora tenía la oportunidad para hacerlo por primera vez.

Al mismo tiempo que Christa discutía con Bossco, un barco sospechoso y de velas negras se acercaba a las costas de Jellystone. ¿Cuáles eran las intenciones de la curiosa tripulación?

Lo primero que recolectó fueron unos cerezos, lo que le hizo recordar los labios de Christa, específicamente cuando se hallaba modulando que haría lo que quisiese en ese lugar. En la mente de Teva entró el debate de hasta dónde es conveniente seguir al pie de la letra las reglas, ya que, por lógica y humanidad, no encontraba nada de malo que se prendieran unas pequeñas brasas para que la pobre alma se alimentase y tuviera calor en las noches, ya que las temperaturas bajan llegando a ser un lugar muy frío para estar desolado en la intemperie. Acto seguido fue en busca del siguiente tipo de frutas: las naranjas. Era curioso como en un lugar se pueden dar tantos árboles frutales distintos, el marine tenía entendido por nociones básicas de cuando vivía en el campo que era debido a la labranza de la tierra y a los tipos texturales lo que lo hacían posible, pero cuantificando y sacando cálculos se percató que debía ser una ardua labor y que alguien debía a ver sido el responsable de esta.

- Bien, vamos a por la siguiente – Se comentó para sí mismo tras pasar un mediano intervalo de tiempo en el que había estado cosechando del fruto naranjo de cascara, para poder dirigirse al siguiente punto que estaba marcado en el mapa, mapa que había sido devuelto de mala gana.
Mientras tanto, en la bahía…

- ¡Desembarquen, ratas rastreras! ¡Nos haremos con el control de este lugar a como dé lugar! – Un hombre regordete y de barba áspera y sucia dio las instrucciones, mientras que los miembros a bordo exclamaron con euforia un alarido de soberanía sobre lo que ya se hallaban proclamando como suyo.
Nuevamente con Teva…

- Así que lo siguiente en la lista eran estas avellanas. Cool – Dijose para sí mismo y sin más miramiento comenzó a recolectar los frutos que se veían más maduros de los árboles.

Por casualidades de la vida dirigió su mirada hacia la costa sin esperar ver nada inusual, pero sus expectativas fueron erradas, ya que lo que se acerba por el mar parecía ser una embarcación, y por sus características esta no pertenecía a la marina, por lo que se alarmó, saliendo de su habitual tranquilidad, y se dirigió en seguida en dirección a la caseta del Contraalmirante Ryugo, para informarle de la situación, dejando de lado su tarea de recolección, pero sin dejar atrás el cargamento que ya había reunido hasta el momento.

Se sentía un poco culpable por haber sido tan pesada con Bossco, sabía que estaba irritable y que podía estallar por el comentario más tonto. Tenía sus motivos para comportarse de esa manera y no esperaba que los demás comprendieran, pues era difícil empatizar desde la ignorancia. ¿Iba a contarle a un desconocido que fue perseguida, traicionada y lastimada en una isla depravada y repugnante? Esas cosas dejaban cicatrices en las personas y muchas de ellas ni siquiera se veían. Como sea, decidió que le pediría disculpas cuando se volvieran a ver, aunque fuera para sentirse mejor consigo misma.

Después de alejarse de la caseta, Christa subió a la copa de un árbol como si fuera un mono. Desde allí echó una mirada a la isla. Hacia el sur podía ver gigantescas franjas de árboles cortadas por ríos anchos que se perdían entre los bosques. Hacia el este solo había grandes montañas totalmente planas en lo alto, como si hubieran sido levantadas y cortadas por un gigantesco cuchillo. También había una cumbre picuda cerca de la costa con vistas al oceáno, así que Christa decidió que sería su primera parada. Sería un buen lugar donde reflexionar, ubicarse y pasar la noche.

Caminó en silencio por los senderos del bosque, su mente libre de pensamientos acechantes. Iba ensimismada por la belleza de los árboles, el silencio del bosque y la amplitud del cielo. La naturaleza era una artista que labraba su arte sobre sí misma, ¿acaso era posible no perderse en su virtud? A Christa le hubiera gustado recorrer esos senderos con seres queridos que se habían ido y, por mucho que entendiera los ciclos de la vida, dolía. La pérdida era una herida que jamás sanaría, aunque se acostumbraría a vivir con ella; tenía la fortaleza para hacerlo.

Después de una larga caminata que puso a prueba la resistencia de Christa, provocando que sus piernas le quemasen y su pecho subiese y bajase agitadamente, llegó a la cumbre. Retiró el sudor de su frente y luego recogió la recompensa con satisfacción: unas vistas idílicas tanto hacia el oceáno como hacia el interior de la isla. Las olas que chocaban con los acantilados, los árboles agitados por el viento, las nubes que se acercaban… Todo estaba en perfecta armonía excepto una mancha sucia en el lienzo de ensueño: un barco.

  Sacó los binoculares de la mochila y observó a la gente que estaba en la cubierta de la embarcación. Un hombre de aspecto asqueroso parecía estar dando las órdenes, pues donde apuntaba con el dedo iba alguien a ese lugar. Tenían mala pinta. ¿Qué hacían unos piratas en Jellystone? No había asentamientos que acumulasen riquezas ni personas a las que asaltar, ¿así que para qué molestarse en una isla donde solo había bosques y ríos? Lo sabría cuando les preguntase a ellos.

Sacó una moneda, la lanzó al vacío y saltó tras ella.

Teva estaba prácticamente cerca de la costa, y el sudor en su frente le recordaba lo ansioso que lo mantenía la situación, debía a como dé lugar dar aviso al Contraalmirante, para prepararse para una posible confrontación en caso de haber hostilidades de parte de los tripulantes que venían a bordo del barco. Se apresuró para abrir la puerta de la caseta y dejar todo lo recolectado en el lugar de un tiro, mientras que sonora voz exclamó:

- ¡Contraalmirante Ryugo! ¡Tenemos visitas inesperadas acercándose por la bahía! ¡Espero ordenes! – Su agitación se podía notar en su voz, la cual se tornaba de su usual suavidad a unos tonos más graves.

Espero y espero respuesta, pero todo lo que inundaba el cuartel era un silencio que lo acompañaba como parte de un coro sólo el sonido del viento y las olas de la cercanía. La situación logró desesperar brevemente al marine, pero optó por calmarse y revisar todas las habitaciones sólo para confirmar que el Contraalmirante no se encontraba en aquel lugar, a lo que surgía una nueva incógnita: ¿Dónde se encuentra aquel que se le había designado para cuidar y velar por el bienestar de la isla Jellystone?

- Rayos, en qué sitio se encontrará… No puedo perder más tiempo, iré a recibir a esos hombres y trataré de usar las palabras para con ellos. Sí, eso haré – Se animó a sí mismo Bossco a la par que golpeaba su mano diestra con la palma de la zurda en un acto simbólico de afirmación.

El de tes pálida, un poco rosáceo por el acaloramiento que había estado sintiendo por la ligera desesperación y más que nada por el hecho de haber corrido desde el bosque hasta el cuartel, se acercó lo más pronto a la orilla de la playa, justo en el lugar que quedaba más cercano hacia el desembarque de aquellos desconocidos.

El barco parecía haber cesado sus movimientos, y lo que logró observar a la lejanía era como unos botes descendían de la embarcación, al parecer eran sólo tres botes, y aquellos que venían abordo se encontraban en pésimo estado de salud, como si hubiesen pasado por algún tipo de desgracia en su viaje hasta la isla de Jellystone, pero esto no lo sabía aún Teva, quien se encontraba en la orilla impaciente por la llegada de los visitantes, para, con su diplomacia, ver si podía atender a los viajeros del mar, aunque claro, nada le aseguraba que serían una grata visita.

La sensación de caer al vacío se había vuelto familiar, aunque seguía siendo igual de adrenalínica. Primero cayó la moneda y Christa enseguida se detuvo, sintiendo un ligero efecto de azote producto de la detención abrupta. Suspendida a unos pocos metros del suelo, dando la impresión de que estaba volando, Christa lanzó otra moneda hacia el frente y salió disparada hacia ella como si su cuerpo fuera una especie de imán. Esquivaba con dificultad árboles y matorrales, lo que disminuía la velocidad de vuelo, pero aun así era mucho más efectivo que solo caminar.

Había notado que en Jellystone no había demasiado personal para defender la isla, mucho menos de un ataque numeroso y destructivo. El Contraalmirante tenía una edad avanzada y dudaba de que fuera capaz de enfrentar a una tripulación pirata él solo. No es que le quisiera echar un cable, pero tampoco quería que la isla acabase deforestada, incendiada y ultrajada. Jellystone era un santuario de la naturaleza donde los amantes de los bosques y las montañas podían reunirse, reflexionar y crecer espiritualmente. Christa protegería esas tierras como si pertenecieran al extinto Imperio de Katharina.

Llegó a la playa al cabo de unos pocos minutos, una perla de sudor deslizándose por su sien y el pecho en un vaivén agitado. Vio que Bossco estaba en la costa como si estuviera esperando a alguien, y entonces una idea extraña se le pasó por la cabeza. ¿El muchacho quería enfrentar a la tripulación él solo? Bueno, estaba asumiendo que la gente del barco buscaba pelea y que el joven marine era exageradamente valiente. Como sea, era evidente que tenía un plan en la cabeza, solo que no todos los planes eran buenos.

Pronto llegaron los primeros hombres que se subieron al bote, entre los que se encontraba el líder escoltado por cuatro tipos de aspecto duro y peligroso. Ahora que podía verlo de más cerca se dio cuenta de lo horrible que era. Ojos amarillos, ausencia de como mínimo tres dientes, una barba con migajas y el cabello negro sucio y aceitoso. El supuesto capitán era un hombre de aspecto repugnante y solo transmitía desconfianza.

-¡Muy bien, chicos, es hora de saquear esta isla! -ordenó el capitán, bajándose del bote y notando la presencia del joven marine-. Esperen un momento. ¡Dije que esperen un puto momento! -gruñó el tipo, agarrando a los dos más impacientes del cabello y jalándolos hacia atrás-. ¿Quién eres tú y qué es lo que pretendes? -preguntó el hombre de la barba con el ceño fruncido y la mirada llena de desconfianza a Bossco.

Tras la aclamación en forma de pregunta de parte del vil pirata, que acaba de llegar acompañado por cuatro de sus compañeros en aquel bote que ostentaba cuerdas roñosas y una cubierta sucia y mal oliente que apestaba a ron y carne podrida, el joven recluta de la marina se postró firme ante la llegada de los piratas y contesto con todo el entusiasmo que pudo plasmado en su voz lo siguiente:

- No sé cuál es su motivo de estar aquí, si quieres asentarse y disfrutar de las maravillas que ofrece esta isla, no tengo ningún problema en que se alojen en la playa y recorran esta hermosa creación de la naturaleza, pero en cambio, si osan a desafiar la armonía y tranquilidad que habitan estas aguas y, en especial, estas sagradas tierras, no dudaré en hacerles frente y reducir sus esperanzas de progresar en su cometido a cero – Fulminante con sus palabras y mostrando fiereza en cada letra que pronunciaba, Teva encaró a los recién llegados a la isla de Jellystone, esperando que su mensaje fuera claro y contundente para con los piratas.

- ¡Jajajajaja! ¡Oyeron eso, chicos! ¡Este crío cree que puede venir con sus diplomacias a encarar a la temible banda de Grass Oso! – Se mofó el capitán pirata que reía a carcajadas de las buenas palabras que tenía para ofrecer en marine, también lo hicieron de mismos modos sus cuatro acompañantes.

- Déjame decirte algo, mocoso, estamos aquí para apoderarnos de este territorio y hacer lo que nos plazca con él, así que si no quieres verte afectado será mejor que retrocedas por donde viniste y desaparezcas de nuestra vista, ¿¡quedó claro!? – Ahora las palabras del sucio y despiadado pirata eran más contundentes y serias, aunque esto no intimido para nada el semblante de Bossco.

- Capitán, déjeme ensenarle un par de cosas a este insolente… Jewjewjew – Rió para sí mismo uno de los miembros de la banda mientras se acercaba al muchacho que yacía en su posición sin tambalear ni titubear ante el encuentro que se avecinaba – Vamos, mocoso, te haré saber lo que es el verdadero sufrimiento, jewjewjew – Continuó mientras acercaba su mano para tomarle por la camisa, aunque su acción se dirigía con lentitud, no había muestras de dudas en él.

La mano del pirata fue golpeada con ferocidad por el puño zurdo del rubio, quien prosiguió su acción ofensiva aprovechando el impulso de golpe horizontal que le acababa de otorgar a la mano diestra del sucio pirata, para así girar el tobillo del pie izquierdo, apoyándose en la punta del pie, y metiendo la cadera hacía atrás, dando una media vuelta hacia atrás a la par que levantaba su pierna derecha y le proporcionaba una patada con el talón en la sien al pirata, quien cayó desplomado por el duro impacto que acababa de recibir.

- Ya se los advertí, no dudaré en defender este lugar – Pronunció con seguridad Teva mientras adoptaba una posición de combate típica del taekwondo.

Debía haber una razón para que los piratas Grass Oso quisieran tomar Jellystone, una muy buena. Era un lugar idílico y tranquilo sin ningún asentamiento importante ni grandes actividades comerciales, protegido tan solo por un Contraalmirante que, a juzgar por su personalidad, era de los viejos que rehusaban jubilarse. Entonces, ¿qué hacían unos piratas del Paraíso intentando tomar una isla de la Marina? Si habían sobrevivido hasta ese momento, significaba que eran más de lo que aparentaban.

Cuando vio a Bossco golpear y derribar a uno de los piratas como si no fuera la gran cosa, Christa cuestionó su propio análisis. Quizás eran unos amateurs recién salidos de algún Blue con la suficiente suerte para no morir estampados contra el Red Line. Sin embargo, el tipo se levantó poco después de que Bossco hubiera terminado su discurso, se tocó la herida como queriendo comprobar los daños y frunció el ceño.

-Eso ha dolido -gruñó el pirata, preparándose para devolver el golpe.

A Christa le costaba pensar en qué momento Bossco había pensado que sería buena idea enfrentar una tripulación pirata él solo. Debía tener mucha estima en sus habilidades como para hacerlo, o tal vez su cabeza no funcionaba del todo bien. Como sea, no iba a dejar que simplemente lo matasen. Parecía un buen chico.

-Un momento -interrumpió Christa, colocando sus ojos azules y dominantes sobre el capitán pirata. Todos los criminales voltearon sus miradas sobre la cazadora-. ¿Estás seguro de que esto vale la pena? Quizás tus hombres maten al chico y consigan entrar al bosque de la isla, pero ¿luego qué? ¿La Marina se quedará de brazos cruzados mientras unos piratas matan a sus hombres y conquistan su isla? Aquí hay poco más que árboles y ríos.

-¿Y tú quién eres? -preguntó el capitán, su voz rasposa y su mirada nerviosa como si quisiera evitar los ojos de Christa.

-Solo una chica que está de paso y no quiere problemas -respondió, sus dedos acariciando el puñal-. Por favor, márchense de esta isla. Hay muchas otras más interesantes por saquear y conquistar.

-No, tiene que ser Jellystone. Mis chicos y yo hemos esperado mucho tiempo por este momento, así que, si solo estás de paso, márchate y no nos molestes -gruñó el capitán, buscando la empuñadura del revólver.

La cazadora soltó un suspiro y luego se llevó el silbato a la boca para soplar con determinación.

-Después no quiero lloriqueos -sentenció Christa con el ceño fruncido, notoriamente enfadada.

Por supuesto, no tenía ningún plan. Lo único que tenía en mente era evitar un combate abierto en la playa cuando podía usar el bosque a su favor y reducir la ventaja enemiga de los números. Esperaba haberlos provocado lo suficiente para que le persiguieran una vez comenzara a huir, aunque gran parte de su idea dependía de Bossco. Solo para dejárselo claro, caminó cuidadosamente hacia el marine.

-Enfrentémoslos en el bosque -le susurró-. No quiero que unos piratas asquerosos ensucien este lugar.

El susurro de Christa hacia el recluta de la marina, quien había pasado de un tranquilo día vacacional en Jellystone a impedir que una banda pirata como lo eran los piratas de Grass Oso fueran a tomar el control de la isla gobernada principalmente por el Contraalmirante Ryugo, era un giro de eventualidades bastante inesperado que seguramente contaría en el futuro, pero alardear de sus misiones fuera de sus deberes no era parte del carácter del joven Teva, por lo que acató en seguida el plan de la joven que hizo el esfuerzo por darle unas instrucciones muy sencillas pero que tenían una profundidades en cuanto a estrategia y táctica de batalla bastante amplia, por lo que aceptó sin titubear las indicaciones y se predispuso para marcharse y adentrarse hacia el bosque, que había estado estudiando tan minuciosamente por lo menos una semana desde que llegó, por lo que se había adaptado bien al ecosistema y conocía uno que otro lugar en donde tenderles alguna que otra trampa a la banda criminal. Todo esto sin antes decir lo siguiente a sus enemigos jurados:

- El caos siempre ha existido mas con el surgió el orden, y estén seguros que este fiel agente del orden no los dejará poner sus sucias manos sobre los tesoros naturales que abundan en Jellystone – Acto seguido corrió en dirección hacia el mismo sujeto que había derribado de una patada para otorgarle otra después de dar un brinco y apuntarle directamente en la cara. El golpe tumbó al pirata quien ahora se encontraba aún más enfurecido que antes y que sólo lo retrasó para salir en persecución de los dos jóvenes que se adentraban hacia el interior de la isla.

- ¡Maldito risitos de oro! ¡Me las pagaras, canto de cabrón! – Rugió el pirata quien era levantado por sus compañeros de bando en un acto más bien simbólico que de ayuda, ya que sus movimientos en conjunto eran torpes.
Mientras tanto, ya dentro del bosque, se encontraban avanzando hacia el interior los dos jóvenes que se habían conocido este mismo día, y ambos iban en carrera sin mirar hacia atrás, pues sabían de antemano que serían perseguidos y que perder el tiempo con miramientos sólo retrasaría una posible huida con intenciones tácticas de trasfondo.

- Bien, ya hemos huido de la playa, ¿tienes algún plan para atrapar a esos fugitivos de la ley? – Le interrogó Teva a Christa mientras pausaba paulatinamente su carrera para recuperar un poco el aliento y poder expresar sus palabras con claridad.

Durante unos breves segundos el día se convirtió en noche y, cuando el la luz del día volvió, los piratas miraron hacia arriba. Había algo en el cielo, algo que volaba sobre la isla.

Christa aprovechó la embestida de Bossco contra el pobre hombre que había sido derribado ya dos veces y se adentró en el bosque. El verdor perenne proporcionaba un telón de fondo para la persecución. Los abetos y pinos sostenían su dignidad con hojas persistentes, mientras que otros árboles más jóvenes mostraban sus brotes verdes. Pisaba sobre un manto de hojas secas y tierra tierna, mientras los aromas frescos y embriagadores se entremezclaban. Debía esquivar obstáculos como las raíces de los árboles, unas más grandes que otras, y las ramas que se interponían en su retirada.

Sabía que no había tiempo suficiente para preparar trampas complejas y sus opciones estaban limitadas a aquellas más simples. Se le ocurrían un par de ideas que podrían funcionar. Había visto plantas cuyas fibras servían para tejer cuerdas y cintas flexibles. Además, entre los arbustos encontraría los tallos adecuados. Por último, en el bosque había piedras suficientes para balancear y estabilizar las trampas en las que había pensado. Ahora bien, debía hallar la manera de ubicar a Bossco en sus planes porque, de lo contrario, pasaría a ser un factor impredecible con el que no quería lidiar.

-Sí, tengo uno -respondió mientras bajaba el ritmo de la carrera; comenzaba a cansarse-. Haremos unas cuantas trampas y atraparemos al menos a la mitad de ellos, y tendremos que reducir al resto en combate directo -simplificó el plan-. Y también necesitaré que me ayudes a recolectar materiales.

Los bosques eran ecosistemas complejos con una arquitectura irrepetible por el ser humano. Había pasajes entre los árboles indistinguibles a simple vista, pero un ojo adecuado sería capaz de identificarlos. Christa utilizó aquellos senderos invisibles del bosque para perder a sus perseguidores y se adentró aún más en el bosque. Recolectó los materiales que necesitaba (ramas, tallos, fibras y piedras) y comenzó a preparar las trampas.

Las trampas de lazo eran efectivas para presas pequeñas o medianas, pero había que prepararlas con rigor y precisión para que funcionaran en un humano. Identificó un sendero activo y con evidencia de ser más transitado que otros, y decidió el lugar donde colocar la trampa. También usó una típica trampa de caja con un cebo tonto pero efectivo: dinero. Le hubiera gustado tener un hilo de plástico para construir una trampa de estrangulamiento, pero tendría que saber usar lo que el bosque le ofrecía.

Luego de preparar trampas por los lugares cercanos a la playa que parecían más frecuentados, Christa solo esperó. Aprovechó de beber agua y después aguzó el oído.

-Ya va a caer uno, solo hay que esperar -susurró Christa.

Y así fue: pronto se escuchó un grito en el bosque.

El plan era sencillo y fácil de entender: hacer trampas. En definitiva, lo que debía hacer en este preciso momento era la labor de recolección de materiales para elaborar aquellas artimañas de casería que servirían para acorralar a los criminales que habían osado a violar la privacidad que ofrecía Jellystone, y para eso los dos jóvenes que se habían aliado temporalmente se dividieron las tareas enfocándose cada uno en recolectar sus propias materias primas y luego de ello dedicarse a confeccionar las trampas que serían puestas en los senderos con motivo de atrapar a los bandoleros que les seguían el rastro con furia y violencia, gastando su valiosa energía en pronunciar gritos para buscar a aquellos que se encontraban planeando la captura de los antisociales.

- Bien, con esto creo que tengo suficiente material, ahora a poner manos a las obras – Viendo que había recolectado varias lianas, rocas, ramas y hojas, comenzó con el proceso de fabricación de trampillas.

En un par de senderos cavó agujeros en donde fácilmente cabrían dos o tres personas y los tapo hábilmente con ramas y hojas secas para ocultar su invención. Mientras tanto, en otros lugares aledaños a los caminos y que parecían de fácil acceso para utilizarlos como caminos fue que instaló, con ramas clavadas a la tierna tierra, un entrelazado de sogas hechas con las lianas que terminaban en rocas amarradas al otro extremo y que estaban sujetadas escondidas entre las ramas de los árboles. Una vez finalizada su invención, el marine, se dispuso a buscar a su compañera en esta mini aventura para acordar cual sería su siguiente plan de acción luego de capturar a los desalmados y viles piratas.

- ¿Mmm? ¿Qué hace esto aquí?... Este lugar… ya veo, así que fue cuando me acerqué a la playa – Un bastón de acero estaba junto a sus pies, lo reconocía, era aquel aparato que le había heredado su abuelo cuando vivía y entrenaba con él, y al parecer lo había dejado junto a los avellanos cuando estaba recolectándolos para el Contraalmirante Ryugo.

Con el objeto entre sus dedos fue que cogió mayor confianza y determinación para encarar a los piratas que se atrevieron con todas las malas intenciones del mundo a violentar aquella pacifica isla en donde sólo residía un individuo, o al menos así era la mayor parte del tiempo.

- ¿Dónde estará Christa? Tengo que informarle que tenga cuidado con los senderos en donde puse trampas, no vaya a ser que pise unAAAH – Al parecer, el que cayó en la trampa del otro fue el marine quién estaba colgado boca abajo con un pie atado en una liana que se sujetaba de un árbol.

Hubo un segundo grito que sucedió al primero solo pocos segundos después, y enseguida otro. Las trampas estaban haciendo efecto, pero eran una medida temporal para retrasar el avance de los piratas y confundirlos un poco, no estaban diseñadas ni planteadas para matar o hacer grandes destrozos. Christa se desplazó por el bosque como si fuera una con el viento que se filtraba entre las hojas de los árboles hasta encontrar su primera presa. Se trataba de un tipo delgado que había caído en la típica trampa del lazo, ayudado por otro pirata igual de torpe. Sin dudarlo, Christa preparó el arco y tensó la cuerda. Disparó una flecha con punta roma e impactó en la cabeza del hombre que ayudaba a su compañero, haciéndole caer inconsciente.

Christa abandonó su posición segura y se deslizó por la pequeña loma hasta llegar a la ubicación de la trampa, donde estaba el otro pirata.

-He dejado trampas en todo el bosque y me temo que, mientras más se adentren, las cosas se pondrán peor -exageró y entonces se escuchó otro grito-. Puedo dejarte ir, pero primero quiero saber por qué tu líder quiso venir a esta isla. ¿Qué es lo que busca?

-¡Juro por mi vida que no lo sé! ¡Nos hizo buscar una Fruta del Diablo por dos años y luego de encontrarla partimos a Jellystone!

¿Una Fruta del Diablo? ¿Y por qué Jellystone? Las cosas comenzaban a ponerse interesantes. Al parecer, el capitán pirata era más que solo un hombre roñoso y despiadado, seguramente había una mente conspiradora dentro de esa asquerosa cabeza. Había que andarse con cuidado y descubrir los planes de Grass Oso, solo así podría mantener a salvo la isla.

-¿Qué Fruta del Diablo estaban buscando? -preguntó Christa.

No iba a negar que la idea de robarle la Fruta del Diablo era tentadora, después de todo, incluso en el Paraíso seguían siendo un misterio y rara vez se encontraba una. Sin embargo, esa no era ninguna prioridad y, si dadas las casualidades de la vida acababa en sus manos, conseguiría un buen comprador y se haría de unos cuantos millones.

-No lo sé… Nunca nos dijo el nombre, pero me enteré de que es del tipo Zoan -confesó el pirata, balanceando de la soga-. ¿Ahora me dejarás ir?

Christa cortó la cuerda con la daga y el pirata cayó pesado sobre el piso. Por un momento, la cazadora pensó que sería atacada por el hombre, pero el tipo hizo una reverencia con la cabeza y volvió a la playa como si estuviera cansado de estar bajo las órdenes de Grass Oso.

-Debo encontrar al capitán y acabar con él -susurró la cazadora para sí misma-. ¿O será mejor que…?

- Oh, maldición, tengo que salir de esta a como de lugar… - Expresaba en su impotencia por no poder zafarse de la atadura que lo mantenía cautivo colgando de un árbol.

Mientras intentaba desatar el nudo escuchaba como varios gritos provenientes de distintos lugares del bosque inundaban sus oídos, haciendo que el marine entrase en alerta en caso de escuchar alguno muy cercano que significase peligro en algún tipo de sentido.

- Recuerda lo que aprendiste del abuelo, Teva… Lo que él decía acerca de las fuerzas místicas de la naturaleza que cualquiera con la voluntad suficiente puede llevar a cabo para sacar adelante situaciones que suelen ser adversas… era… cómo era… ¡Bingo! – Ante su soledad el joven aliado de la liga de los mares recordaba los consejos de su querido abuelo, quien fue parte fundamental en su crianza, aquellos consejos tan místicos como serios y certeros hablaban de una extraña energía que cautivaba a la naturaleza y la hacía rendirse ante el poseedor de aquella tan terrible, pero a la vez admirable aura.

Fue en medio de su meditación e intento de desatarse que un hombre delgado le hizo compañía en su monologo interno, este hombre no era ni más ni menos que aquel sujeto que había sido golpeado previamente por Bossco, por lo que verlo en esa situación le hizo sonreír con malicia y le tentó la idea de torturar al marine con toda la crueldad del mundo, y tampoco dudó en hacérselo saber.

- Miren que tenemos aquí ¡Jejejejeje! Pero si no es nadie más ni nadie menos que nuestro querido amigo, escoria perro de la justicia jeje ¿Qué dicen chicos? ¿Le damos un fraternal saludo a nuestro queridísimo anfitrión? Quien por cierto nos recibió de maneras tan magnificas y estrafalarias – Pronunció con total sarcasmo e ironía en su voz y corazón, viéndose alegrado de sobremanera de tener a su detractor que iba contra los planes de los piratas Grass Osos.

- ¿Pero de qué hablas? Estás sólo, bobo… - Le respondió Teva al pirata quien miro a su rededor sólo para darse cuenta que las palabras de este último eran ciertas.

-¿¡Quéééé!? ¡Bueno, eso no me impide darte una golpiza!

- Muy tarde, ya lo tengo… - Continuó el de ojos dorados con su seriedad serena a la par que caía del árbol que lo tenía preso.

- ¡Que hayas bajado de ahí no le quita al hecho de que te destrozaré la puta cara! – Sin pensarlo dos veces el pirata se lanzó al ataque con furia, pero su movimiento fue bloqueado cuando Teva dio un paso adelante para frenar su avance de lleno.

- Este será mi golpe de gracia para contigo… - El recluta se puso en guardia de boxeo y comenzó a balancearse mientras una extraña energía cubría ambos brazos del marine. - ¡Dempsey Roll! – Tras la exclamación de su técnica una ráfaga consecutiva de golpes redujo hasta la inconsciencia al pirata quien cayó al suelo como saco de papas.

Luego de dar las órdenes, se dirigió a la posición de Bossco con movimientos ágiles y naturales. En el rincón del bosque, los rayos del sol se filtraban entre las hojas y proyectaban destellos dorados sobre la tierra, formando una danza efímera de luz y sombras. Donde otros veían solo árboles y pasto, Christa identificaba corredores naturales con los que podía atravesar rápidamente el bosque. Sin embargo, había una falsa sensación de tranquilidad debido a los piratas.

Reconoció a Bossco en el claro del bosque y un hombre a sus pies, derrotado. Admitía que el chico sabía pelear, pero pecaba de inocencia. En fin, no iba a ser ella quien se lo mostrase.

Se acercó al muchacho con pasos cautelosos y buscó el contacto visual para saber que era seguro acercarse. No faltaba el chico tranquilo que se convertía en una máquina de dar muerte cuando le pegaba a alguien. Por suerte, Bossco no parecía ser uno de esos, aunque igual había que andarse con cuidado; puede que fuera fetichista.

-Vaya, alguien tiene ganas de dormir hoy -comentó con los ojos puestos en el pirata inconsciente-. Habría estado bien sacarle información antes de mandarle a la cama, pero supongo que es aceptable -agregó con un tono desafiante pero burlesco, entre que lo decía en serio o en broma, desviando su mirada hacia Bossco-. A mí me contó un pajarito que los piratas de Grass Oso buscaron por dos años una Fruta del Diablo para traerla a Jellystone, aunque todavía no sé cómo pretende usarla. Igual debe ser algo malo, no es como que haya venido con la intención de plantar árboles y salvar jabalíes, así que debemos detenerlos.

Se le ocurrían un par de ideas para capturar a Grass Oso y entregarlo a la justicia o lo que sea que quieran hacer los marines, solo le interesaba cuidar el bosque. Y quizás la Fruta del Diablo. Robarle a un ladrón puede considerarse un acto de buena fe, ¿no? Como sea, las trampas no iban a funcionar contra toda la tripulación y, en el mejor de los casos, habrían causado un par de lesiones moderadas. Por supuesto, en sus planes no estaba pedirle ayuda al viejo cascarrabias de la cabaña.

-Lo primero será encontrar a Grass Oso, aunque no debería ser difícil pues él nos está buscando -dijo la cazadora-. Oye, dime, dime, ¿qué te darán por atrapar a estos piratas? Se ve que son peligrosos.

Así, Christa dejó que su instinto le guiara y solo siguió las huellas más visibles para alguien con su experiencia en bosques y caza.

Se apartó de Bossco con un gesto decidido, su mente centrada en una sola cuestión: encontrar a Grass Oso y poner fin a su desafortunada aventura por la isla. Con pasos firmes y sigilosos, propios de una cazadora de su nivel, se internó aún más en el denso bosque. Su figura se desvanecía entre la espesura mientras avanzaba con determinación, sus oídos pendientes de cualquier sonido sospechoso y su olfato más agudo que de costumbre: el olor a sangre era inconfundible.

El silencio del bosque era roto ocasionalmente por el crujir de las ramas bajo sus pies y el suave murmullo del viento entre las hojas. Christa se movía con la agilidad de una depredadora, como un jaguar internándose en la densa jungla, y su mente alerta por la tensión de la cacería. Sabía que cada paso le acercaba más al enfrentamiento contra Grass Oso y su tripulación y, si bien contaba con el apoyo del marine, tampoco creía que fuera a ser demasiado útil; sencillamente era demasiado débil, al menos por ahora.

Luego de varios minutos de búsqueda, finalmente sus sentidos captaron el sonido de voces en la distancia, indicando la ubicación de sus enemigos. Se acercó hacia ellos con cautela, ocultándose entre los árboles mientras los observaba con detención. Grass Oso, ese hombre repugnante, estaba rodeado de sus hombres discutiendo animadamente mientras examinaban un mapa extendido sobre una roca plana. Todavía desconocía las intenciones del pirata en la isla, pero estaba segura de que no era nada bueno.

Analizó rápidamente la situación y trazó un plan en su mente. Se movió con sigilo, aprovechando las sombras y la vegetación para acercarse lo más posible sin ser detectada. Cuando estuvo lo suficientemente cerca, y parada con ágil gracia sobre una rama de un árbol, sostuvo su arco con firmeza y miró a Grass Oso.

-Me aseguraré de que no puedas caminar en mucho tiempo, maldito bastardo -gruñó en silencio y disparó.

Una rápida y atrevida flecha atravesó el bosque con un silbido agudo, e impactó justo en la rodilla de Grass Oso. El hombre soltó un alarido y enseguida sus tripulantes alzaron las armas. Hicieron una especie de círculo de protección en torno a su capitán, quien rugía y maldecía con espada en mano.

Christa desató una lluvia de flechas sobre sus enemigos, utilizando las ramas de los árboles para permanecer inalcanzable. Sin embargo, su estrategia se vio mermada cuando uno de los piratas, un tipo gigantesco con un mazo bastante pesado, comenzó a destrozar los árboles y crear un campo de batalla sin obstáculos. Una vez en el suelo, esquivaba los ataques enemigos con destreza y respondía con rápidos disparos a zonas débiles del cuerpo humano. Cuando estaba por ser alcanzada por una espada o pistola utilizaba sus poderes electromagnéticos para desviar el ataque, encontrándose a salvo en todo momento.

En cuestión de minutos, había derrotado a la mayoría de los piratas. O, mejor dicho, los había dejado fuera de combate. Christa luchaba con ahínco, con el propósito de proteger el bosque. Grass Oso, por su parte, se había quitado la flecha de la rodilla y comenzó a atacar a la cazadora con su pesada espada. Sus movimientos eran lentos pero peligrosos y, si no fuera por los poderes electromagnéticos de Christa, habría sido despedazada en varias ocasiones.

Después de un extenso y agotador intercambio de ataques, en el que Grass Oso acabó como un puercoespín, Christa consiguió desarmarle. Un brillo de triunfo brilló en los ojos de la cazadora mientras contemplaba a su oponente derrotado, jadeando en el piso mientras la sangre manaba de sus heridas.

-Has tenido mala suerte, eso es todo -mencionó la cazadora, quitándose el sudor de la frente e ignorando las heridas del combate-. Seguramente me arrepienta después de haberte dejado con vida, pero no soy una asesina.

-Sí, te vas a arrepentir así que mejor mátame ahora, de lo contrario, entregaré mi vida a vengarme -gruñó el hombre, apoyado en un árbol.

Fue en ese momento que Christa notó la presencia de un pequeño cofre cerca de uno de los tripulantes de Grass Oso; probablemente se le había caído en medio del combate.

-¿Hm? ¿Y esto?

-N-No es nada, en serio… S-Solo déjalo ahí. Ya nos has derrotado, ¿qué mas quieres? -interrumpió el pirata, levantando cada vez más la voz mientras Christa se acercaba al cofre.

La cazadora abrió la caja de madera y descubrió una fruta del diablo. No tenía idea de cuál era, pero seguramente podría obtener mucho dinero por ella.

-Al final sí que ha valido la pena el combate…