Llegada a Loguetown (Presente privado) ( Drake, Derian, Alex y Olivia)

El barco se acercaba a Loguetown. La ciudad del alfa y el omega. El tiempo parecía estar perfecto y era ya por la mañana. Serian las diez o por ahí y en cubierta había varios hombres hablando entre ellos. En uno de los camarotes estaba Drake, estaba dormido totalmente estirado sobre la cama. No llevaba la camiseta puesta y parecía estar bastante cómodo. Se encontraba en un profundo sueño.

En su sueño se veía sobre una roca flotando en el aire, cosas absurdas que suelen pasar en los sueños. Él estaba sobre ella de pie y observaba una plaza llena de marines y piratas de todas las partes. Todos estaban de rodillas mientras gritaban a pleno pulmón.

- Venerad al dios de los piratas! El todopoderoso Drake!

- Ese es mi guardaespaldas! El mejor que siempre habrá y el lobo más perfecto del planeta

Gritó una voz desde la plaza. Se trataba de Derian presumiendo de guardaespaldas ante todos. Aquel sueño parecía ser algo de plena ciencia ficción pero era así. El castaño sobre la roca reía de forma sádica mientras levantaba su camiseta tirándola a la plaza y todos corriendo a por ella gritando con fuerza.

- Somos Drake! Somos dios!

Gritaba él como si tuviese más personalidades, pero solo tenía una. Fallo del momento quizás. Todos los almirantes de la marina rogaban ser como él. Hasta los revolucionarios gritaban su nombre con ganas.

En ese momento el chico abrió los ojos despertando del sueño y observando a su alrededor. Tras un bostezo se estiró y sonrió de lado. Aquello no podía ser más que un sueño. Debía ser su destino, su mente dio un vuelo increíble y quería que ese sueño fuese realidad. Se levantó de su cama y caminó a la salida dirigiéndose a la nevera como habitualmente hacia. Esta vez se lavó las manos en el fregadero antes de meterlas. Tras eso removió las botellas de Derian apartándolas. Por un momento se le ocurrió la idea de abrirlas y echarles sal a montones pero sonrió de lado y se estuvo quieto. No quería perder la cabeza a causa de esa broma. Por fin encontró un filete de pollo y se lo llevó a la boca tragándoselo tras unos pocos segundos y saliendo de la cocina. Tras aquello se dirigió a la cubierta y se puso cerca de la borda observando la isla a la que se aproximaban con una pequeña sonrisa. Sentía curiosidad por esa isla y quería saber más de ella. Su nuevo pensamiento estaba claro, él sería el rey de los piratas y seria alabado y reconocido por todos. Le daba igual que pareciera fantasioso, estaba dispuesto y no bromeaba con ello. Quizás la parte de que Derian presumiera de fuerte y sabio, además de hermoso guardaespaldas era la primera cosa que se aseguraría de cumplir. Allí mismo en cubierta tomó aire y abrió la boca dando una enorme voz que se escucho en toda la cubierta del barco.

- Si! Yo voy a ser el rey de los piratas! Somos Drake somos dios!

Derian se paseaba por cubierta dando órdenes. Tras su breve parada en Kumate, al fin habían llegado a Loquetown. Allí pasarían unas semanas y descansarían de sus expediciones. Había dado una pequeña paga extra a sus hombre para que se diesen algún lujo. De paso tenía intención de buscar a algún miembro prometedor para su tripulación. Si pretendía crear en un futuro una flota pirata y hacerse shichibukai, necesitaría gente poderosa.

Mientras organizaba los últimos preparativos del desembarco, Drake llegó a cubierta y comenzó a gritar una sarta de bravuconadas. La actitud no era incorrecta. Para Derian tener esas metas difíciles y la seguridad de tener el poder para cumplirlas era propio de cazadores, algo que el aristócrata vampiro respetaba profundamente. Sin embargo, que su protegido pretendiese ser rey de los piratas no le convenía.

- Tener confianza en las propias habilidades es bueno, y propio de cazadores - dijo con una media sonrisa - Pero no me interesa tener a un rey pirata en mi tripulación.

Con un simple movimiento de mano, trató de empujar por la borda a Drake. Ya mandaría a alguien a que bajase a sacarlo del agua. En el horizonte ya podía ver la ciudad de Loguetown, cada vez más cerca.

Alex viajaba en su camarote, medio adormilado, tirado en su cama. Apenas escuchaba nada en el exterior, un murmullo continuo, que indicaba un gran movimiento de gente haciendo preparativos para el desembarco. Según tenía entendido se dirigían a Loguetown. Sabía que aquel había sido el lugar de nacimiento y muerte del primer rey de los piratas, Gol D. Roger, y sin lugar a dudas una ciudad tan cosmopolita como aquella tendría muchas tiendas con materiales que podría emplear en sus experimentos científicos. Últimamente estaba empezando a experimentar con unas sales efervescentes con una base de cloruro de magnesio que provocaban irritación e inflamación leve. Pese a que aquella no era una gran utilidad médica, podía ser útil en otra cosa. Y Loguetown le ofrecía la oportunidad de obstener nuevos materiales para investigar.

Derian le había dado unos cuantos berries "para un capricho". Los había guardado en una bolsita atada con un cordelito dorado que ahora reposaba en su mesilla de noche. Pensaba gastarlos en materiales y libros. Tal vez incluso tuviera algo de tiempo para visitar los monumentos de la Ciudad del Alfa y el Omega. Sonrió para sí. Aquel tal Gol D. Roger había viajado por todo el mundo. Tal vez él mismo lograra algún día eso.

El movimiento en cubierta parecía aumentar. Alex se levantó de la cama y se dispuso a salir. Se puso una sudadera negra con plumas negras en los hombros y los brazos sobre la camiseta y salió al exterior. Lo primero que vio fue a Drake gritando al viento algo sobre ser el Rey Pirata, para observar unos pocos instantes después como Derian lo empujaba por la borda. Abrió los ojos ante esta escena. ¿Qué diablos hacía el capitán? Decidió no hacer preguntas por si acaso. En el fondo le seguía teniendo miedo a Derian. Sabía que tenía un lado peligroso, y no quería que saliera a la luz, al menos no con él cerca.

Mirando hacia otro lado observó la silueta de Loguetown a lo lejos. La ciudad era inmensa, abarcaba una superficie enorme. Era una enorme extensión de edificios apelotonados, juntos, formando una metrópolis bulliciosa, como correspondía a la entrada del Grand Line.

Bajo la capucha, esbozó una pequeña sonrisa. Pronto llegaría a la ciudad.

Hacía calor. Aquel camarote tendía a acumular el calor de una forma antinatural, importunando los sueños de la hija del duque de Voldaren. Y, como no podía ser de otra manera, eran los sirvientes los que pagaban la ira de sus amos. Debido a aquel camarote, los criados de la casa Voldaren sufrían casi como esclavos pero, pese a las insistencias de Sebastian, su mayordomo, la mujer se negaba a cambiar de camarote.

Aquella mañana en particular se le antojaba especialmente peligrosa al ya anciano mayordomo, que sabía bien que a su ama no le haría gracia estar con el populacho. Pero así era el juego, el había sacado la paja más corta, así que a el le tocaba despertar a Olivia Voldaren.


Los gritos y el estruendo se escucharon desde la cubierta del pequeño barco que acababa de amarrar pero los marineros no se sobresaltaron. Ya estaban acostumbrados al temperamento de la futura duquesa. El pobre Sebastian salió a cubierta casi corriendo, seguido de cerca por una furiosa mujer de cabellos rojos y aspecto altivo, ataviada con un pijama de una sola pieza en forma de vestido. Parecía no percatarse de que sus criados no podían dejar de mirarla o, que al menos, no le importaba. Pero en aquel barco el único, además de la señorita Voldaren, que sabía por que no le importaba que los plebellos se la comieran con los ojos, era el viejo Sebastian.

-Pero, señorita...- Decía el mayordomo.- Usted me pidió que la despertara cuando llegásemos a Loguetown y...

-¿Y que? ¿Eh? ¿Tu ves que estemos en Loguetown, rodeados de tiendas? Estamos en el mar.

-Si, pero Loguetown está justo ahí y...- Olivia alzó la vista y sus ojos se perdieron unos instantes en la ciudad. Acto seguido se giró hacia su mayordomo.

-Lo siento, Sebastian, gracias por despertarme.

-No tiene usted que darme las gracias, señorita. Solo cumplo con mi trabajo.- Dijo el hombrecillo con modestia. La noble no insistió.


El barco atracó en el muelle de Loguetown media hora más tarde y su dueña desembarcó, esta vez con una ropa más decorosa. Olivia iba acompañada de dos criados que se dedicaron a seguirla por todo el muelle mientras la noble estudiaba el lugar. Cuando decidió que aquel lugar era aceptable para dejar su barco, partió hacia el centro de la ciudad , esperando, por una vez, encontrarse algo más que sucios plebeyos en la ciudad más mportante del East Blue.

Derian había pasado por detrás de Drake y según había dicho no quería a un rey de los piratas en su tripulación. Pero Drake no quería ser solo el rey de los piratas sino el mismísimo dios de ellos. Eso era algo que ni siquiera podía existir pero este lo había soñado y quería cumplirlo. De repente sintió como la mano de su maestro le empujó tratando de tirarlo por la borda. Este abrió muchísimo los ojos y trató de echarse hacia atrás para no caer. Sus brazos se movían para atrás en forma estirada, aguantaba la respiración pero el equilibrio le falló y se dispuso a caer por la borda. De repente recurrió a su forma hibrida y estiró la mano rápidamente quedando enganchado en el filo de la borda. El enorme lobo llevó la otra mano también y subió rápidamente de un salto. Una vez arriba volvió a su forma humana y salió corriendo. Tropezó debido a su velocidad y siguió desplazándose desde el suelo hasta pegar su espalda a una de las puertas. Su cara ahora era un poema y respiraba agitado con los ojos muy abiertos al igual que la boca. Se abrazó a si mismo con fuerza mientras decía con un tono de miedo y de seriedad al mismo tiempo.


- Este es mi espacio Derian no puede tocarme aquí. Derian estaba de broma… estaba solo de broma…

Se repetía varias veces para después salir corriendo a su camarote pasando por al lado del médico sin ni siquiera saludarle. Lo conocía ya y le caía bien pero cuando tenía prisa le daba por pasar de la gente salvo de su maestro. Una vez llegó a su camarote recogió sus guanteletes y cogió de debajo de la cama su guadaña atándosela a la espalda desnuda pues no pretendía llevar camiseta ese día. Abrió uno de los cajones y cogió una especie de cuaderno seguido de una pluma. También se acercó a una mesilla para coger un cartucho de tinta y empezar a escribir algo en el cuaderno. Una vez pasaron unos minutos acabó. Drake no sabía leer ni escribir pero con el paso del tiempo en el barco y las educaciones de Derian había podido aprender un poco. Además también varios hombres le habían enseñado algo, pero no tanto como el vampiro. En la página en la que había estado escribiendo Drake se podía leer claramente lo siguiente.

``Día uno. Derian casi me come en la isla de Ireos. Le dio un ataque de ira al pelear con dos seres con tentáculos. Por suerte mi poderosa presencia le asustó. Día dos. Está claro que no puedo meter la mano en su nevera sin lavármela antes. Está claro que mi olor le da celos. Día tres. Hoy casi me tira por la borda aún sabiendo que no puedo nadar. Seguramente estaba de broma. Está claro que no puede vivir sin mi``

Esto era lo que había escrito. Tras cerrar su cuaderno y meterlo en su cajón se dispuso a salir del camarote. Se dirigió de nuevo a cubierta y salió caminando pero alejado de la borda por si acaso mientras silbaba algo sin sentido.

Derian decidió ignorar a Drake y fue a su camarote, donde se vistió con sus ropas caras de noble. No solía emplearlas. Con ese atuendo iba vestido con una camisa blanca con chorrera en el pecho, smoking, pantalones y zapatos negros elegantes y una capa también negra con el interior rojo y cuello alto. Por último se ató igualmente a Vanator al cinto. Era una espada elegante y no quedaría mal con su ropa. Salió del camarote a la luz del día, con un gesto de disgusto en sus labios. ¿No podían haber llegado de noche?

- Sacad la pasarela. Drake, ven conmigo. Doctor, ¿nos acompañaréis? - miró con cierta desaprobación a sus ropas - tal vez vuestra indumentaria no sea la más apropiada para el lugar a donde vamos, pero no desentonaréis más que mi guardaespaldas.

Sacaron la pasarela y el conde descendió al puerto. Pasó entre la multitud de trabajadores y pescadores que rondaban atareados por la zona, fingiendo que no existían. Apestaban a sudor y pescado, y esa combinación olía lo suficientemente mal como para quitarle toda la sed que tenía. Muchos se giraron a verle pasar, atónitos por su extrafalario atuendo. Derian se sacó una cinta del bolsillo del smoking y se ató la melena en una coleta mientras caminaban. Así iba más de acorde con sus ropas y rango al lugar a donde iban. Se dirigía a un local de recreo frecuentado por gente rica y nobles. Le habían hablado muy bien del mismo, y le parecía un momento tan bueno como cualquier otro para visitarlo. Cuando iba de camino vio algo que le llamaba la atención. Eran unos carteles de "se busca" nuevos. Había uno de un hombre de melena blanca. Se llamaba Meneror, y pedían 10.000.000 por su cabeza. Tenía un porte aristocrático que llamó la atención de Derian. Al pasar al siguiente cartel el rostro de Derian pasó de un gesto de impasibilidad a una mueca de incredulidad. Su rostro se fue transformando gradualmente mientras abría más la boca sin emitir ningún sonido. Estaba más pálido de lo habitual, si eso era posible.

- Necesito una copa urgente - dijo, en un tono de voz bajo.

Se alejó a toda velocidad de la zona, en dirección al barrio rico. Finalmente llegó a la puerta del local. Se llamaba "la luna de oro", y había un guardia en la puerta. Era un hombre alto y corpulento, calvo y con una mueca feroz. Tenía una porra al cinto. Derian se le acercó. Al ver su aspecto, el hombre se apartó, abriéndole la puerta con una reverencia. Entonces se dio cuenta de que había dejado atrás a Drake y Alex, posiblemente cuando vio los carteles... aunque prefería no pensar en ello. Drake conocía el nombre del local y dónde estaba (pues se lo había indicado por precaución), así que guiaría a Alex.

- Posiblemente en un rato lleguen un caballero con aspecto de bárbaro, sin camisa y otro con ropas negras emplumadas. Responden a los nombres de Drake y Alex. Son mi médico y mi guardaespalda. Dejadles pasar, buen hombre - dijo, metiéndole unos berries en el bolsillo al guarda.

Entró. Era un local muy elegante, iluminado con velas. Parecía estar repartido en varias salas. Aquella parecía un pequeño bar, y en ese momento no había demasiada gente, menos de una docena de personas y todas aparentemente por su ropa de menor rango que Derian. Había varias mesas redondas de madera negra con apariencia de ser muy cara, y una barra con un camarero muy bien vestido. Se acercó a la misma.

- Una copa de tinto, de alguno del South Blue. Os lo dejo a vuestra elección.

Alex miró a Derian, con su ropa de etiqueta y luego observó su sudadera oscura. ¿Qué tenía de malo su ropa? Se encogió de hombros. Su idea principal era conseguir algunos ingredientes para medicina en la ciudad, pero ya tendría tiempo para eso. No quería que Derian se molestase, así que asintió. Regresó corriendo a su camarote y recogió su bolsa de materiales. Tras eso, siguió a Derian por el puerto. Pronto se puso a su altura. Los pescadores los observaban con curiosidad. El médico los veía trabajar mientras pasaban entre ellos. Derian se puso una cinta en el pelo, para recogérselo en una coleta. Alex se echó la capucha sobre la cabeza, dejando los rasgos de la cara semiocultos, y metió las manos en los bolsillos. De repente, Derian se giró hacia un lado y se detuvo frente a un muro. Debido a la capucha, Alex solo veía hasta la cintura del aristócrata, por lo que con cierta molestia, se la echó para atrás. Parecía que había visto una serie de carteles de "Se busca". Aquellos eran piratas buscados por el gobierno. Derian estuvo unos instantes observándolos antes de decir:

- Necesito una copa urgente.

Alex observaba en aquel momento las recompensas de aquellos piratas. Algunas hacían pensar que eran gente aterradora. Era bastante intimidante. No querría encontrarse con ellos. Miró a un lado y se dio cuenta de que Derian ya no estaba allí.

- Mierda, ¿dónde se ha metido? -murmuró por lo bajo.

Tan solo había apartado la vista unos instantes y ya no estaba allí. Sobre él, el cielo se empezaba a oscurecer levemente. Alex alzó la vista y vió un grupo de nubarrones negros, seguramente predecesores de un buen chubasco. No le hacía gracia la idea de mojarse, así que buscó una zona de soportales donde poder cubrirse de la lluvia que empezaría a caer en breves. Encontró una calle con galerías cubiertas a ambos lados. Se metió en una, pensando en que tenía que encontrar a Derian. La galería era un lugar de tiendas variadas. Encontró una especie de herbolario y sonrió para sí. Tal vez el capitán pudiera esperar un poco. Entró en la tienda. Ya se las ingeniaría para encontrar a Derian.

Olivia se había recorrido ya todas las tiendas de ropa de la ciudad, y sus dos acompañantes, al no poder con todo, habían pedido ayuda. Ahora seguían a la noble cuatro de sus sirvientes, dos de ellos tirando de una carreta cargada de bolsas y paquetes, otro caminando un paso por delante de Olivia para protegerla y, a su lado, el anciano Sebastian.

-Sebastian...- Dijo la futura duquesa con aburrimiento.- Ya me he cansado de comprar y me apetece relajarme.

-El local de siempre está al cruzar esa esquina, mi señora.- Respondió, raudo, el mayordomo. Acto seguido se giró hacia los de la carreta.- Volved al barco. Y recordad que esas prendas pertenecen a la señorita, so más valiosas que vuestras vidas.- Acto seguido tocó el hombro del que iba delante.- Tomás, al barco, defiende la carreta.

Los criados se fueron por su lado y Sebastian siguió a su señora al local para nobles y gente adinerada que frecuentaban. El portero ya conocía tanto a Olivia como a su mayordomo, así que se apartó nada más verlos pero, antes de decidirse a entrar, Olivia silbó con cuidado y un enorme cuervo con un plumaje tan negro que reflejaba la luz del sol se apoyó en una de las espinas de su complejo y elegante vestido-armadura.

La noble entró en el local caminando casi con descaro mientras rascaba con la punta de un dedo la cabeza de la enorme cuerva.

-Hola, preciosa. ¿Has comido bien?- Dijo mientras se dirigía sin mirar por donde caminaba a la mesa de siempre. Sacó de una pequeña bolsa un grano de maíz y se lo dio a su cuerva, que saltó de alegría y emitió un graznido pequeño y modulado, casi melódico. Pero algo detuvo a Olivia.

Sebastian, su mayordomo, la había tocado ligeramente en el hombro para indicarle que se detuviera. La mujer lo miró directamente a los ojos.

-¿Que sucede, Sebastian? Quiero sentarme en mi mesa y tomar algo, no creo que sea mucho pedir.- Dijo con tono irritado.

-Pero, señorita, su mesa está ocupada por alguien... que no conozco.- Dijo Sebastian con cuidado mientras escudriñaba al hombre.- Mis conocimientos de heráldica no son tan refinados como los vuestros, señorita, pero no alcanzo a identificarlo.

-Me decepcionas, Sebastian, tendré que darte unas clases cuando zarpemos.- La mujer giró la cabeza hasta encontrar con la vista a la persona que ocupaba su mesa. Durante un instante, se quedó allí, de pie a menos de cuatro metros de la mesa, mirando a aquella persona, luego sonrió y caminó hacia ella, seguida de cerca por su mayordomo.- Este hombre, Sebastian,- Dijo una vez hubo llegado a la mesa, sentándose en una de las cómodas butacas sin pedir permiso al otro hombre.- es, si no me equivoco, un Markov del North Blue. Me sorprende que no lo reconozcas por sus ropajes y rasgos faciales.- De pronto Olivia dejó de mirar a su mayordomo y clavó sus ojos en el otro hombre.- Disculpad a mi mayordomo, señor Markov, su carencia de conocimiento es irritante. Es un placer conoceros. Mi nombre es Olivia Voldaren.- Mientras hablaba, un hombre se acercó a la mesa con dos botellas de tinto y dos copas. Sirvió una, que fue depositada inmediatamente en la delicada mano de Olivia, y la otra la colocó encima de la mesa.- Probad este exquisito tinto. De la mejor añada de los mejores viñedos del sur. Solo sirven este vino a gente muy selecta, así que dudo que tengáis ocasión de volver a degustarlo.- Dijo la mujer, sin darse cuenta de la prepotencia de sus palabras pues, para ella, cualquier persona inferior a ella en rango era gente "normal", aunque trataba mejor a los que se acercaban a su rango. Se llevó la copa a los labios y bebió un único pero largo sorbo del líquido, para luego apoyar la copa en la mesa y acariciar a su cuerva.- Exquisito, como siempre.

Drake caminaba junto a su jefe y con el médico. El olor a pescado desagradaba al chico lobo que prefería carne. No tardaron en llegar a unos carteles de ``Se busca´´. Había un hombre llamado Meneror de pelo blanco que parecía un digno rival con el que poder luchar algún día. Tras unos segundos observó algo que le hizo temblar un poco y tragar saliva, estaba observando un cartel con su cabeza. Estaba en busca y captura también y esperaba que Derian no lo hubiera visto. Cuando trató de buscarlo con la mirada ya no estaba. El médico tampoco estaba en aquel lugar, se había ido todos y se había quedado solo. Este suspiró y se alejó de aquellos carteles para seguir el olor del vampiro. Mientras lo seguía se entretuvo observando un evento que estaba ocurriendo en mitad de la calle. Al parecer había un hombre bastante alto y fuerte y el que le ganaba se llevaba una buena cantidad de dinero, eso era algo que le daba igual al chico lobo. Pero ahora quería pelear con aquel tipo, sin pensárselo apartó a la gente y se puso delante de aquel tipo y su representante.

El hombre era alto de unos dos metros, no tenia pelo y solo vestía un pantalón negro y una camiseta de tirantes de color blanca. El representante era más mayor y era el típico hombre gordo con corbata, gafas de sol y calvo. Cuando dijo que quería pelear varios de los de allí se rieron y el enorme luchador asintió riendo un poco por lo bajo. Aquel hombre se lanzó a por el castaño sin pensárselo, en ese mismo momento aquel enorme hombre de dos metros salió despedido contra una casa atravesando la ventana. Drake se sacudió las manos sonriendo de lado y largándose ignorando el dinero, todos estaban algo perplejos al haber visto aquello. La mirada del chico lobo ahora observaba unos nubarrones que se acercaban, tras un suspiro continuó siguiendo el olor de su líder. Una vez llegó aquel local un hombre le paró pidiéndole identificación. Este confuso le dijo su nombre y aquel tipo le dejo pasar así de buenas.

Al entrar observaba a la gente vestida de forma elegante pero eso le daba igual, observó a su jefe, pero había una mujer con él. Este olfateó un poco por los alrededores notando el olor de la carne que venía de las cocinas. Negó varias veces con la cabeza pues no era el momento, se dirigió donde Derian y se colocó a su lado tranquilamente sin saludar ni nada.


- Jefe ¿Por qué ha salido corriendo?

Preguntó algo confuso sin entender porque su líder se había largado de buenas a primeras. Después de aquello observó a la chica pelirroja unos instantes, le extrañó ver a su jefe con una mujer y tras unos segundos hizo llamar al camarero, este al venir le dijo que deseaba. Drake le pidió un vaso de agua y cinco filetes crudos. Aquel hombre se extrañó pero fue a por ellos y en poco tiempo se los trajeron, el castaño empezó a comer tranquilamente con una mano esperando la respuesta de Derian.

Escuchó perfectamente las palabras de la pelirroja y su ruidoso mayordomo, gracias a su finísimo oído. Reconoció la familia de la mujer al instante por un rasgo distintivo: tenía alas que la identificaban como una skypiana, pero estas eran negras. Solo una familia de skypianos tenían alas negras: los duques de Voldaren. Así pues, esta debía ser hija de los mismos o alguna pariente. Eso explicaba también que estuviese allí y tuviese mayordomo. La mujer se le acercó regañando a su mayordomo y se presentó como Olivia Voldaren. Al parecer ella también le había reconocido a él, lo que lo halagó. La mujer era sin duda atractiva y hermosa, además de decidida y con carácter. Sin embargo su forma de hablar y el que no hubiese empleado su título para dirigirse a él le molestó. Además su tono era un tanto condescendiente. Esto hizo que el tono de Derian fuese frío y formal.

- Saludos, lady Voldaren. Habéis reconocido mi casa, pero parece que no a mi persona. Sabes vuestra merced que os hayáis ante Lord Derian Markov, cuadragésimo quinto conde de Markov, emparentado por vía paterna con el Gran Lord de Hallstat su majestad Jarus V - remarcó "lord" antes de mencionar su nombre de manera sutil. Detestaba que le llamasen "señor" si no era en un tono servil. Era un noble, no un tendero - Tenéis un muy buen gusto para los vinos, sin duda. En mi bodega personal tengo un buen surtido de estas bagatelas - dijo irónicamente, molesto también por el hecho de que hubiese dado por sentado que no podía permitirse un vino de aquella clase.

En ese momento llegó Drake como una exhalación. Abrió las puertas de golpe sin ningún cuidado. Su aspecto desaliñado escandalizó a más de uno de los presentes, y si bien en el fondo a Derian eso le hizo gracia, no quería causar mala impresión entre los influyentes. Entonces comenzó a olfatear haciendo bastante ruido, como si fuera un salvaje, y miró hacia las cocinas. "Por favor, no lo hagas. Por favor." Pensó en una muda súplica. Sin embargo, Drake debió pensar que era una forma mucho más entretenida de pasar el tiempo estropear su intento de interaccionar con otras personas de clase alta, porque se le acercó sin saludar y le preguntó por que había huido. Por último se sentó sin que le preguntasen. Derian estaba más pálido de lo normal y le temblaban las aletas de la nariz. Tampoco se había olvidado del tema del cartel de "se busca". Velozmente, le cruzó la cara de una bofetada sabiendo que su bien adiestrado guardaespaldas no apartaría el rostro.

- Drake, por el amor de Dios... compórtate. Estamos en un sitio de etiqueta, ya que no vas a dignarte a vestirte normal, al menos respeta las normas de cortesía. Ni siquiera has saludado a nuestra ilustrísima comensal - se giró hacia Olivia, algo más relajado que antes - Os ruego disculpéis a mi protegido. Está aun algo asilvestrado, pero aseguro a vuestra merced que es un chico de lo más inteligente y avispado. Tiene futuro, sobre todo si decide comenzar a comportarse como es debido - dijo, tirándole de la oreja - ¿Dónde está nuestro doctor? ¿ni siquiera le has guiado hasta aquí? - suspiró con pesadez - Ve a buscarle.

Alex sin duda apreciaría aquel sitio. Tal vez algo más estirado de lo que el médico estaba acostumbrado, pero Derian entendía que se sentía incómodo entre la ruda tripulación, su salvaje guardaespaldas y el hombre que había intentado devorarlo. En un ambiente más civilizado y bien atendido por camareros tal vez se sentiría más relajado y contento. Al noble le costaba relacionarse con el resto de la gente porque no solía sentir nada en especial por nadie. Por ello le era una ardua tarea entender y establecer contacto con otra gente. En el fondo sentía cierto aprecio por el doctor, y no sabía como expresarlo o hacerle sentir a gusto. Era el gran problema de su psicopatía selectiva: cuando consideraba a alguien un igual y no un instrumento, no sabía como tratarlo como tal. Volvió a fijarse en Olivia, y se dirigió a ella ignorando a su mayordomo. Al fin y al cabo era una simple presa. Se sirvió una generosa cantidad del preciado vino y le dio un sorbo, degustando el sabor.

- Y bien, decidme si no es intromisión mi pregunta, milady ¿qué trae a una mujer de alta cuna a esta ciudad venida a menos en un mar sin importancia como este?

Alex entró en la tienda. Era pequeña, y en el aire se mezclaba un aroma a hierbas y especias que a Alex le pareció atrayente. Observó con detenimiento el negocio. A ambos lados había hierbas colgadas del techo, ramas pequeñas de árboles e incluso algunos hongos de aspecto extraño. Al fondo de la tienda, a poco más de cinco o seis pasos de la puerta había un enorme expositor lleno de hierbas, especias y medicinas naturales, en unos sacos que exhibían la mercancía que ofrecían. Además, cada saco tenía un pequeño cartelito de madera barnizada que rezaba el nombre del producto o los síntomas que trataba.





Tras el mostrador, un viejecito arrugado y sonriente observaba al médico. Con una voz ligeramente cascada por la edad le preguntó qué era lo que buscaba exactamente. Alex sacó su bolsita de dinero y puso varias monedas brillantes en el mostrador.

- Querría un poco de todo, deme lo que pueda conseguir con este dinero.

El viejecito sonrió al ver las monedas y se dispuso a servirle sus productos.

Alex dejó el herbolario tras un buen rato. El anciano había empaquetado dosis de cada una de sus plantas medicinales en unas pequeñas saquetas de lino y luego había depositado todas en la bolsa de Alex. El médico sonreía cuando salió. "Bien, bien... ¿y ahora adónde demonios se supone que tengo que ir?" Observó el cielo, parecía que el chaparrón había pasado y empezaban a verse algunos claros en el cielo encapotado. Alex trató de volver hacia el lugar donde se encontraban los carteles de SE BUSCA, transitando algunas callejuelas estrechas. Las plumas de su traje se habían mojado un poco, y eso no le hacía gracia. Quería encontrar a Derian y Drake. Donde fuera que estuvieran, seguro que estaban en un lugar cálido y seco. Si... algo así apetecía. No es que Alex se muriera de ganas por estar con ellos, pero había que admitir que un sitio donde poder descansar un rato y tomar algo caliente no le sentaría nada mal.

Caminando por los callejones salió a una gran calle llena de gente transeúnte. La ciudad rebosaba actividad. Empezó a caminar hasta que la calle murió en una plaza. Una enorme plaza. Y en el centro de la plaza el médico observó una gigantesca plataforma de madera. Creía haber leído algo sobre eso hacía poco, seguramente en uno de los libros de historia de Derian. Observó alrededor, la gente no parecía prestar especial atención a aquella estructura.





El médico se encogió de hombros. Al menos ya no llovía. Decidió esperar por allí. Parecía una plaza bastante céntrica, y un buen punto de encuentro para esperar a alguno de sus compañeros.

Olivia escuchó con una media sonrisa en los labios al ofendido conde Markov. Al parecer su trato condescendiente lo había ofendido. "Solo es un conde" pensó Olivia pero no pudo evitar sentir curiosidad. Era la primera vez que, el lugar de alabanzas, obtenía frialdad a cambio de sus palabras, por hirientes que estas fueran. Además, el hombre no era desagradable a la vista.

Olivia iba a comenzar a hablar cuando un ruido la hizo girarse. Un hombre joven y alto, desnudo de cintura para arriba, cargando una guadaña a la espalda y con un rostro deformado por sus intentos de olfatear el aire, se encontraba frente a la puerta. El chico olfateaba como si fuera una especie de animal. El primer sentimiento que produjo en Olivia aquel chico fue simple rechazo. Rechazo que se tornó desprecio cuando el chico se acercó a ellos, odio cuando se sentó sin decir nada y condescendencia tras las palabras y la bofetada del conde. Acto seguido el heredero de la casa Markov le preguntó, de un modo cortés, que hacía en aquel lugar. Aquella pregunta, para variar, no irritó a Olivia, pues sentía una inexplicable curiosidad por el noble.

-Perded cuidado, Lord Markov.- Respondió Olivia con voz suave y melodiosa.- Hace años que me resigné al comportamiento de los plebeyos. Ellos no han tenido la suerte de ser criados en una buena familia, al contrario que nosotros, por lo que es normal que se comporten de un modo más parecido a... animales.- Dijo Olivia evitando la palabra "perros" por no ofender a su interlocutor.- Sabed también, lord Markov, que es la primera vez desde que descendí de mi hogar que alguien inferior a mi en rango me habla en un tono tan frío.- Mientras hablaba, Olivia recordó algo sobre la familia Markov y entendió el porqué de aquella fascinación. Pero no era un tema que debiera abordarse directamente o, al menos, no allí dentro. Así que la noble decidió dar un par de vueltas y tantear al conde.- Disculpad mi condescendencia, milord, el reiterado trato con plebeyos ha debido de oxidar mis modales y afilar mi lengua. No pretendía ofenderos. Es bien sabido por todos que la casa Markov posee unas excelentes bodegas que rivalizan en calidad incluso con los vinos Skypianos. Aunque, si no recuerdo mal, vuestros vinos son ligeramente más dulces que los de mi tierra natal o los de los mejores viñedos del South Blue. Supongo que beber esto me recuerda a mi hogar.- Dijo con tono melancólico mientras miraba al techo, aunque su vista estaba puesta a miles de kilómetros de allí, en su tierra, Skypia. De pronto Olivia sintió la necesidad de salir a un espacio abierto a respirar aire limpio. Akarui lo notó y emitió un pequeño y modulado graznido que, sorprendentemente, sonó como una interrogación. La skypiana metió una mano en su bolsa y sacó un par de granos de maíz, que subió hasta la altura de su hombro para que su cuerva diera cuenta de ellos. Acto seguido comenzó a rascarle la cabeza con la yema del dedo índice y aire distraído.

-Sabed, Lord Markov, que usted no es el único noble viajero que surca los mares cardinales. Hace ya muchos años que emprendí mi viaje para ver el mundo aunque, sinceramente, aquí abajo todo es demasiado incivilizado para mi gusto y... ¿Que sucede, querida?- Dijo Olivia tras sentir un extraño movimiento bajo su dedo. Akarui estaba, por algún motivo, intranquila. La futura duquesa dejó que la cuerva se subiera en su antebrazo y la bajó para mirarla directamente a los ojos, ignorando a todos los demás presentes.- ...¿Tantas ganas tienes de ir a ver?- Dijo, tras comprender lo que su fiel compañera pretendía. La única respuesta de la cuerva fue un ligero y suave graznido. La duquesa alzó a la cuerva, que pasó rápidamente al antebrazo de Sebastian.- Ya sabes que hacer, Sebastian. Date prisa, pronto empezará a llover.- Dijo mientras volvía a clavar la vista en Derian, decidida a abordar el tema que le preocupaba. Pero lo mejor sería esperar a ver las reacciones del noble tanto a sus palabras como a su mascota. Akarui era una cuerva única y extremadamente inteligente, pero eso no quitaba el hecho de que nadie iba por ahí con un cuervo. La futura duquesa bebió otro sorbo de aquel excelente vino mientras esperaba la reacción de su interlocutor.



Mientras tanto, el anciano Sebastian trotaba a una velocidad respetable, haciendo gala de una salud y forma física asombrosas para su edad. Corría con la vista alzada, siguiendo las negras alas de Akarui, la cuerva de su señora. Era la primera vez en mucho tiempo que Akarui abandonaba el hombro de la señorita Olivia de aquella manera, por lo que el mayordomo estaba algo preocupado, si bien sabía que la inteligente cuerva no se metería en problemas.

Como había predicho su señora, el agua no tardó en comenzar a caer. Por suerte Sebastian llevaba siempre encima un enorme paraguas negro con el que acostumbraba taparse tanto el como a Olivia. Aunque Akarui detestaba mojarse. "Pobre del infeliz que se le acerque ahora". No había acabado de pronunciar aquellas palabras cuando observó a otra figura negra que se acercaba a la cuerva. Era un macho. Pero se fue tan rápido como vino tras recibir tres furiosos e inmerecidos picotazos. Tras unos instantes la cuerva comenzó a descender en picado hacia la plaza central de Loguetown, directa hacia un hombre vestido con un traje de plumas negras. Aleteó un par de veces tras el y, sin hacer apenas ruido, se apoyó en el hombro del joven. Sebastian llegó corriendo, sin cansancio aparente, hasta aquel hombre y lo evaluó con una rápida mirada. No parecía peligroso. Extravagante tal vez, pero no peligroso. El mayordomo llamó su atención carraspeando levemente y, en cuanto la tuvo, le hizo una respetuosa reverencia.

-Si fuera tan amable de acompañarme, señor, se lo agradecería enormemente. Mi señora es una mujer con poca paciencia y desea veros de inmediato. No os preocupéis por nada,- Dijo rápidamente Sebastian, temeroso de que aquel joven desestimara su oferta.- nada malo os sucederá. Es más, es posible que obtengáis una recompensa.- Sin esperar su respuesta, Sebastian se acercó un paso más al extravagante joven, tapándolo de la lluvia.- Por aquí, por favor.- Indicó el mayordomo con un gesto del brazo, aunque no tenía intención de empezar a moverse si aquel hombre no lo hacía. Todavía soñaba a veces, en las peores noches, con lo que había sucedido la última vez que Olivia le había pedido algo y había vuelto con las manos vacías.

Drake estaba sentado esperando la respuesta de su jefe tranquilamente, sin embargo lo único que pudo recibir fue un guantazo. No se esforzó ni en esquivarlo y cuando le dio cerró los ojos sintiendo un pequeño escozor en la mejilla pero nada más. Le decía que respetara las normas y que debería haber saludado aquella mujer. También le decía que debía buscar al doctor pues no le había guiado hasta allí. La culpa de eso no era del chico, todos se habían esfumado dejándole solo. El castaño se levantó sin decir nada más y tras una reverencia a su señor se encaminó a la salida con el cabeza agachada. Sus oídos finos escucharon unas palabras que lo sacaron de quicio. Los plebeyos no habían tenido suerte como ellos y se comportaban como animales. Aquello hizo que Drake estallara por la humillación. Se giró de repente y su puño sonó en la mesa de Derian y la chica con una fuerza normal, la mesa incluso se había agrietado un poco. Sabía lo que le esperaba después de aquello pero no le importaba ahora. Sus ojos estaban de un color dorado y sus dientes afilados, parecía estar a punto de usar su forma hibrida allí en mitad.


- No sé qué te has creído pero como vuelvas a decir que los que nos hemos criado fuera de la nobleza nos comportamos como animales vas a saber lo que es un verdadero animal. Puedes decir lo que quieras cuando yo no esté pero delante mía ni se te ocurra menospreciar por su comportamiento a los demás. Aunque hubiera sido noble mi comportamiento seria el mismo. Muchos de los que nos hemos criado en las calles hemos tenido buena familia pero nos la han arrebatado. No necesitábamos dinero para ser alguien en la vida, y si somos como animales es algo de lo que estoy orgulloso. Solo porque un noble tenga dinero y educación no le hace superior a mí. Por encima de mi solo esta Derian y no permitiré que nadie hable así, ni siquiera un mujer. Trabajo para proteger a mi líder no para ser humillado por nobles que huelen a rayos.

Sus ojos mostraban una ira increíble, aquellas palabras le habían molestado más de lo normal y su cuerpo empezaba a llenarse un poco de pelo blanco. Esto enseguida paró cuando unos tipos trajeados se acercaron a él diciéndole que se fuera de allí o tendría problemas. Este giró su mirada hacia ellos soltando un gruñido de animal salvaje mostrando unos dientes afilados, dijo que si le tocaban un pelo les partiría el cuello y ellos retrocedieron. Tras aquello dirigió su mirada a su jefe que a saber cómo estaba tras aquello. Desvió unos momentos la mirada para después suspirar un poco.

- Mis disculpas Lord Derian, perdóneme, aceptare el castigo por mis actos después en el barco. Ahora voy a fuera, no quiero seguir molestando con mis animaladas de plebeyo.

Ignoró a todo el mundo y camino hacia la salida derribando la puerta de un rodillazo y saliendo fuera. Una vez salió se alejó unos metros y se colocó en un callejón sentándose y colocando su espalda contra la pared. De aquella forma vigilaba el local ahora sin puerta por si pasaba algo y debía intervenir. Sus ojos mostraban una impresionante ira y en ese momento sus ganas de partir cuello estaban por las nubes.

Las palabras de la aristócrata calmaron algo al vampiro, que adoptó una pose de ligero desinterés y frialdad, aunque en realidad tenía bastante curiosidad por el tema. Por el rabillo del ojo se fijó en que las palabras de Olivia estaban molestando a Drake, el cual tenía el iris de los ojos dorados y los colmillos le crecían por momentos. "Mala señal." Ese era el aspecto que adoptaba antes de transformarse. Centrándose en la conversación para que no pareciese que la ignoraba, le hizo una levísima inclinación de cabeza, aceptando sus disculpas por sus altaneras palabras. Entonces se fijó en un cuervo que ella llevaba al hombro, y que graznó en ese momento. Lady Voldaren dejó de hablar y comenzó a hablar con el animal "¿Qué hace?" A diferencia de lo que hubiese pensado la mayoría, no creía que estuviese loca. Por las reacciones del animal, parecía que le entendía. El estrafalario pájaro iba con un traje a medida rojo. A una orden de la aristócrata, el mayordomo salió con un paraguas cubriendo al ave. Miró con gran curiosidad la escena, preguntándose qué estaba ocurriendo. Entonces Drake estalló y dio un golpe sobre la mesa. Derian suspiró levemente y miró hacia otro lado. No podía regañarle, pues como cazador le había enseñado a no dejarse avasallar por nadie (excepto por él mismo como maestro y mentor) y su reacción le parecía perfectamente válida. Simplemente esperó a que se fuera. Ya hablaría con él en el barco.

- Espero que podamos olvidar este desgraciado incidente, y os pido perdón - dijo con educación y diplomacia - mi protegido es bastante temperamental, y he decir que tiene un gran orgullo. Si bien es una cualidad molesta en los súbditos, él no es uno cualquiera. Tiene las cualidades para llegar a ser alguien conocido e importante, si sigue mis enseñanzas.

Contuvo un suspiro y le hizo un gesto a un camarero, pidiéndole un surtido de bayas de las islas Boing. Era un manjar poco común y extremadamente caro. Derian solía ser austero y espartano, y no le importaba vivir con poco a pesar de su abundante riqueza, pero de vez en cuando se daba algún lujo. Además en un encuentro con otro miembro de la aristocracia siempre estaba bien mostrar solvencia económica y opulencia. Al fin y al cabo, el mundo de las clases altas era el mundo de las apariencias.

- Ya que vos me habéis obsequiado con este vino, permitidme que os invite yo a estas finas viandas. Es probable que ya las hayáis probado, pero no es algo que ni siquiera la gente de nuestra clase social tenga la oportunidad de ver y degustar todos los días - esto era muy cierto. No cualquiera podía entrar en el archipiélago Boing y salir intacto, por lo que no sólo eran ridículamente caras si también escasas - Tenéis razón de que estos mares son un tanto incivilizados, pero como arqueólogo que soy mi profesión me lleva a tierras inhóspitas y despobladas a menudo. En mi opinión un auténtico aristócrata no sólo debe poder tener acceso a los lujos que nos permiten nuestra posición, si no que debe ser capaz de vivir sin ellos. Al fin y al cabo, ¿no creéis que alguien que no puede valerse por sí mismo y perseguir sus sueños no deja de ser escoria?

Con esta pregunta pretendía poner a prueba a Olivia. Por lo general solía descartar a las personas que merecían su atención de entre la clase alta mediante preguntas similares, aunque no solía ser tan directo. Al fin y al cabo era una conversación informal. Si Olivia resultaba ser otra aristócrata dependiente que no podía sobrevivir por sí misma y no dejaba de ser simplemente una presa con algo de poder, no merecía su atención ni su tiempo. Cogió una baya con dos dedos y se la metió en la boca.

Alex observaba asombrado el lugar a su alrededor. Sin duda era una plaza bulliciosa. Sobre su cabeza, un pájaro de plumaje negro lacado empezó a descender sobre el gentío. Tras unos instantes, se posó levemente en su hombro, soltando un ligero graznido. Tan solo unos instantes después, un hombre mayor, de rostro amable, se le acercó corriendo entre la gente y le instó para que lo acompañara bajo la lluvia a ver a cierta persona. Decía que podía haber una recompensa de por medio, lo cual a Alex ciertamente no interesaba, pero siempre sería mejor un posible lugar cálido y seco que aquella plaza húmeda y fría con laa lluvia cayendo sobre él y estropeándole las plumas de la ropa.

Asintió levemente al hombre y lo siguió, cubriéndose de la lluvia. El cuervo no se movió de su hombro en todo el trayecto. Era un ave preciosa de plumas negras y brillantes. Sus ojos tenían un aire de inteligencia que le daba un aspecto misterioso. El anciano lo guiaba por unas calles estrechas y retorcidas, y Alex empezó a tensarse ligeramente. No sabía a qué clase de lugar lo estaba llevando. Y si en realidad era una especie de criminal, y estaba siendo conducido a una trampa. Tal vez con sus bombas podría crear una distracción y escapar de allí, y en último caso contaba con su poder. Pero la situación era sospechosa. Su alivio fue enorme cuando llegaron a una pequeña plazoleta donde se alzaba una fuente de piedra blanca. La calle estaba vacía salvo por una pareja de enamorados en una callejuela lateral y una figura apoyada en la pared más adelante. Alex la reconoció de inmediato. Era Drake. El anciano suspiró y señaló a Alex un edificio de aspecto elegante. Parecía una especie de club de reuniones de alta clase. Era sin duda ostentoso, y parecía la clase de lugar donde los nobles y gente de las altas esferas se reunian para hablar de sus negocios o vidas de opulencia y lujo. Parecía que el anciano quería que él entrase allí. Quienquiera que estuviera esperándolo, se encontraba allí dentro. Por un momento, pensó en ir a buscar a Drake para que entrara con él, pero cuando vio la cara de enfado del guardaespaldas de Derian pensó que no sería una buena idea.

En la entrada del club había un hombre, Alex supuso que era el portero. Por un instante temió que no lo dejara entrar por su aspecto, pero en cuanto vio su ropa, el hombre sonrió levemente y lo dejó pasar. Alex supuso que era una sonrisa que debía poner a todo aquel que tuviera permiso para entrar por la puerta. Una vez dentro, la calidez del entorno lo sedujo. Había varias mesas con nobles y gente rica aquí y allá, bellas damas vestidas con ostentosos vestidos de seda. Parecía un ambiente refinado, y esto no desagradaba del todo al médico. Le gustaba, incluso. El cuervo salió volando de su hombro y se dirigió a una de las mesas, donde una mujer se encontraba hablando con una persona de espaldas. Alex creyó reconocer a dicha persona. Se acercó lentamente a la esa e hizo una leve reverencia a la dama. El cuervo soltó un leve graznido. Tras levantar la cabeza, observó a la otra persona en la mesa. Como había sospechado, era Derian. Con un leve saludo, dijo:

- Capitán... -posteriormente observó a la mujer y dijo-. Saludos, bella dama, me parece que he sido guiado por su ave. Creo que me ha citado usted aquí.

Olivia sonrió al ver al joven que su compañera le había traído. Era bastante atractivo, pero la noble supuso que lo que había llamado la atención de su pequeña eran las plumas de su ropa.

-Vaya, que deliciosa coincidencia. Mi Akarui ha ido a buscar a otro de vuestros... subordinados.- Dijo rectificando en el último momento y evitando la palabra siervos, pues no sabía si aquel hombre sería tan temperamental como el otro.- Os pido disculpas, conde Markov, por mis palabras a vuestro protegido. No era mi intención ofenderle ni insinuar que fuera peor que nosotros, ha debido de malinterpretar mis palabras.- De pronto la mujer se detuvo y volvió a mirar a Alex.- Oh, parece que hoy me he olvidado los modales en mi barco. Soy la duquesa Olivia Voldaren, es un placer conoceros, joven. Y no, no os he citado yo aquí, sino mi preciosa Akarui. De vez en cuando ve a alguien que le gusta y me lo presenta. Debéis de ser una persona muy especial para que os haya elegido. Pero volvamos a la conversación.- Dijo mientras volvía a mirar a Derian y cataba una de aquella bayas. Olivia ya las había degustado, pero sabía que eran un manjar privativo, aun para gente como ellos. Tal vez el conde Markov fuera más de lo que parecía.- Así que sois arqueólogo. Es una ocupación curiosa para un aristócrata, aunque no creo que yo sea la más indicada para decir algo así.- Dijo mientras acariciaba a su cuerva y le daba un par de granos de maíz.- Coincido con vos en que alguien que no es capaz de vivir sin los lujos que otorga el dinero no merece mejor trato que un vulgar forajido. Pero, lord Markov... me gustaría hablar con vos de un tema delicado. ¿Seria posible ir a algún lugar un poco más... privado?- Si no fuera por el maquillaje, se habría notado que Olivia se ruborizaba ligeramente. Le daba cierta vergüenza hablar sobre aquel tema, pues toda su vida le habían dicho que era una estupidez.- Vuestros hombres pueden venir, pero no quiero oídos indiscretos.

Mientras decía eso, Akarui volvió a echar a volar y salió por la ventana a toda velocidad, se posó en Sebastian y le graznó dos veces cerca del oído. El mayordomo comprendió la orden y llamó por su den den mushi al barco pidiendo que trajeran las cosas de la señorita. Acto seguido se acercó a Drake y lo tapó con el paraguas.

-Disculpe, señor, mi señora os pide disculpas, pues no pretendía ofenderos, sino elogiar a la gente que no ha sido educada y se ha criado sola. Es obvio que vos no habéis tenido la oportunidad de ser educado en los modales de la corte, por eso mi joven señora y vos no se entienden. Os pido disculpas en su nombre y os pido que volváis al interior. Nada entristecería más a mi señora que que os sucediera algo malo por su culpa.

Sebastian estaba mintiendo descaradamente, pero, cuando se vivía con nobles, uno aprendía a mentir mejor que a decir la verdad, por lo que no dudó ni un instante al hablar. Ahora solo esperaba que su señora no volviera a enfadar a aquel hombre que parecía capaz de partir el mundo con sus manos desnudas.

El castaño vigilaba con la mirada aquel lugar sin ninguna expresión salvo ira y maldad en sus verdes ojos. Antes solía ser alguien amable y solitario pero últimamente tenía el ego subido a la cabeza y tal vez necesitaba una buena paliza para bajarle los humos pero por ahora estaba en un estado de superioridad a todo ser vivo salvo a Derian. Sus ojos pudieron ver a Alex el cual también le vio pero entró sin más. El castaño suspiró pues pese a su enfado la gente que apreciaba no debía sentirse temerosa. Los que pasaban por delante del callejón enseguida apartaban las miradas. La expresión del chico lobo era sádica y su cuerpo no ayudaba a calmar a nadie. Había comenzado a llover y a su lado se estaba formando un charco, este dirigió su mirada al charco mirándose reflejado en él. Su propia expresión le dio miedo a él que enseguida golpeó el espejo improvisado y miró a otro lado con las dos manos en la cabeza. Estaba algo confuso.

- Yo no soy así…

Dijo en voz baja respirando profundamente cuando se preparaba para echarse allí un rato a dormir, de repente las gotas pararon de caerle, era como si la lluvia hubiese parado. Sin embargo no era así pues escuchaba como la lluvia seguía cayendo, finalmente abrió sus ojos mirando hacia arriba y pudo ver a un hombre tapándole con un paraguas. Este suspiró un momento y cerró los ojos escuchando sus palabras. Le daban exactamente igual ya que estaba más calmado, si aquello era verdad o mentira le daba igual pues no iba a disculparse. Creyó aquel hombre y confió en su palabra y pensó que la mujer estaría arrepentida, aún así su orgullo le haría estar callado. Desde el suelo dirigió sus ojos a los del hombre y le habló en un tono tranquilo y calmado.

- No me tape, me gusta sentir la lluvia en mi piel y es algo que me relaja y me hace desconectar. Le agradezco la amabilidad pero me gusta de este modo, es ya una costumbre para mí.

El chico asintió mientras se levantaba y salía del paraguas mirando al cuelo notando las gotas de agua caer en su cuerpo y su rostro. Su expresión era tranquila y simple y la maldad que había en su rostro había desaparecido por completo, ahora pensaba entrar pero no en aquella forma humana, le gustaba más ir en su forma completa. Se consideraba más lobo que humano y se sentía cómodo de esa forma. Se dirigió al interior pasando por la destrozada puerta. Allí estaban su líder junto a la mujer y Alex. Sus ojos se cerraron y su cuerpo fue recubriéndose de pelo, sus ojos se volvieron dorados y de la parte baja de su espalda surgió una pequeña cola peluda. Se colocó a cuatro patas y poco a poco tomó la apariencia de un lobo blanco ártico, al ser un bello animal la gente estaba algo impresionada a la vez que asustada. Los guardias sacaron algunas armas, pero cuando el lobo se puso al lado de Derian y no hizo nada malo debieron pensar que sería su mascota o algo parecido.

No decía nada y solo se limitaba a observar a los allí presentes esperando a ver qué era lo que pasaba. El enorme lobo parecía relajado y tranquilo y ahora no pensaba en nada, tan solo olisqueaba de forma disimulada quedándose bien con los olores que allí había por si acaso. Tenía esa costumbre como gran rastreador y siempre lo hacía por si pasaba cualquier cosa y había que seguir a alguien. Su cola se movía de un lado a otro de forma tranquila y algunas gotas de agua caían por su rostro hasta su pelaje. Su uñas estaban guardadas para no rallar el suelo pero si había peligro no tardarían en salir. Sus dientes estaban dentro de su boca la cual estaba cerrada y no los mostraba. Ahora solo faltaba a esperar a ver lo que pasaba, pobre de aquel que fuese un desconoció y tratara de tocar al lobo, se iba a llevar un buen bocado en la mano y se descuidaba se podía quedar sin ella.

Cuando Derian acabó de hablar, de repente llegó Alex con el cuervo de la duquesa en el hombro. Mientras Olivia se disculpaba por sus palabras con Drake, Alex se acercó a ambos y les saludó con respeto. Olivia se presentó ante este hablándole con bastante educación y en un tono que extrañó a Derian. Lo estaba tratando con cierto respeto y amabilidad. ¿Habría visto en el doctor lo mismo que él? Los observó en silencio, y de repente le llegó un olor a lobo y el sonido de la pesada respiración del lobo ártico que bien conocía. No le hizo falta girarse para saber que Drake estaba a su lado en forma completa. Cogió una de las bayas, la cogió la aire y la recogió en un gesto casi perezoso y se la ofreció al majestuoso animal blanco.

- Duquesa, os presento al doctor Alex Cooper, mi médico de abordo. Es un hombre bastante culto, inteligente y refinado. Como deseáis, hablaremos en privado.

Se levantó y se acercó a la barra, pasándole unos billetes a uno de los empleados.

- Me gustaría disponer de una salita privada para mis invitados y la señora duquesa.

El hombre le hizo una reverencia y salió de detrás de la barra, guiándoles a una estancia con una chimenea con el fuego encendido, una mesa con aperitivos caros y botellas con distintos licores y sillones con aspecto cómodo en torno a esta. Derian tomó asiento en una de las cabeceras de la mesa, se llenó un vasito con uno de los licores y bebió un sorbo. Tras eso cruzó las manos y miró a Olivia con sus ojos azules intenso.

- Decid pues de qué era lo que queríais decirme.

En cuanto Alex llegó, Derian lo presentó como uno de sus hombres. Alex observó a la mujer que decía ser una duquesa. Poco después, tras él apareció un enorme lobo blanco. Acostumbrado como estaba a la forma animal de Drake no le dio mayor importancia. Vio como la duquesa pedía un poco más de intimidad, y unos minutos después estaban en una saña privada, con una mesa llena de aperitivos de aspecto delicioso y botellas de diversos licores. A Alex le pareció interesante probar un poco de aquella comida, que tenía un aspecto ornamentado, de cocina de diseño.

Con suma delicadeza, e intentando parecer lo más educado posible (no quería que Derian quedara mal con aquella mujer) se llevó uno de los aperitivos a la boca y lo probó con un mordisco pequeño. Sabía a frutas, a vinagre y tenía una textura extraña. Era bastante sabroso. Decidió que tomaría un par de ellos más. Se sentó en un pequeño sillón que había en un lado de la sala, degustando aquel aperitivo. Observó a Drake y a Derian, y luego a la duquesa y a su pájaro. El cuervo era verdaderamente estrambótico, pero sin el sentido peyorativo. Tan solo era extraño ver un pájaro vestido de gala. Alex sonrió para sí. Se preguntaba qué estaría haciendo Derian con aquella mujer. Suspiró y se metió el trozo de aperitivo que le quedaba. Bueno, no era su problema. De todos modos, seguramente serían cosas entre nobles que no le importarían lo más mínimo.

Se acomodó en el sillón y observó a Derian y a Olivia, para ver qué tenían que decirse. Tal vez fuera algo interesante.

La duquesa no detuvo su discurso cuando vio entrar al enorme lobo blanco, pero se extrañó al ver que se sentaba al lado de Derian y que este le daba de comer. Sería una mascota, después de todo, pensó, ella no era nadie para juzgar sobre extrañas compañías. Akarui se volvió a posar en la espina que salía del hombro de sus ropajes y Olivia le dio otro maíz. El humano llamado Alex Cooper había resultado ser parte de la tripulación del conde Markov. Era evidente que las dos tenían gustos muy similares.

La duquesa agradeció, antes de nada, el cambio a la intimidad con un gesto de cabeza hacia Derian. Acto seguido, comenzó a hablar, escogiendo las palabras y algo avergonzada, aunque esto último no se notó debido a la gran cantidad de maquillaje blanco que llevaba aquel día, ocultando su ligero rubor.

-Veréis, señor Markov. La verdad es que el motivo de mi viaje por estas bastas tierras es algo realmente concreto y, tal vez, extraño.- Ahora llegaba la parte difícil de enfocar.- Soy conocedora de la historia de las familias nobles de gran parte del mundo y... digamos que he oído hablar mucho de vos.- Olivia no sabía como enfocar aquello, pues existía la posibilidad de que molestara al conde. Al final optó por lo fácil. Hablar directamente.- Hay gente que afirma que no sois humano sino... algo diferente...

La noble iba a continuar con su discurso cuando Akarui saltó al suelo y se acercó dando pequeños saltitos hacia el enorme lobo ártico sentado junto a Derian. Avanzó siempre de frente hacia el, sin actitud amenazadora, y, cuando se encontraba a más o menos medio metro, ladeó varias veces la cabeza, como estudiando al animal, y emitió tres graznidos rápidos y melodiosos. De algún modo, aquellos sonidos abstractos recordaban a un saludo. Olivia se quedó quieta, en tensión. Confiaba plenamente en su cuerva, pero temía por ella, pues aquel enorme lobo podría devorarla de un solo bocado. Esperaba que Derian pudiera controlar a aquella criatura más de lo que había controlado a su subordinado.

Los ojos del lobo observaban despacio a la chica pelirroja para después cerrarlos con un leve gruñido, un olor llegó hasta su olfato, era algo raro que nunca antes había olido. Al abrir los ojos, pudo ver a Derian ofreciéndole algo extraño, parecía ser una baya o algo así. El glotón del animal sin pensárselo abrió la boca mostrando su hilera de dientes afilados y se comió la baya. Tenía un sabor delicioso que el lobo desconocía y eso era malo pues ahora quería más. Sin embargo se volvió a tumbar observando el ambiente de forma calmada. De repente el vampiro se levantó y se dirigió hacia un hombre, este no le dio importancia y siguió allí echado. Ahora los demás se movían a otra sala y no tuvo más remedio que levantarse y seguirlos.

Una vez llegaron observó que todos tomaban asiento y allí había comida y distintos vinos. El animal se sentó al lado de Derian con los ojos fijos ahora en la pelirroja observándola de forma calmada. El médico se estaba comiendo un delicioso canapé. Maldito sea él y solo él. La envidia ahora recorría el cuerpo del lobo que deseaba zampárselos, encima su buen colega Alex no le ofrecía. Que mala persona. Según las palabras de la pelirroja había gente que decía que Derian no era humano, y no se equivocaban. Parecía ser que el vampiro ya era conocido en varios sitios. El lobo sonrió de lado sabiendo que cuanto más famoso su maestro mas enemigos y cuanto más enemigos más diversión para él. La lucha era algo que al lobo emocionaba y algo que le hacía olvidar todo y pasarlo bien. No pasaron ni unos segundos cuando el lobo cerró los ojos de nuevo.

De repente un pequeño ruido llegó a sus oídos, un cuervo avanzaba hacia su posición. El animal abrió los ojos observando al cuervo de forma calmada y tranquila. Un delicioso aperitivo que probablemente sabría a pollo. Lo malo era desplumarlo ahora y después quitarle el pico y las garras, un poco de sal y al estomago de cabeza. De repente el animal dio tres graznidos y el lobo frunció el ceño, le estaba hablando en idioma cuervo o algo parecido y no se enteraba. Sin embargo no hizo nada malo y solo se quedó mirando al animal. Tras unos segundos la voz de Drake salió de la boca del lobo.

- Hola cuervo

Tras aquello se levantó volviendo a la forma humana con su postura seria de siempre y quedando de pie al lado izquierdo de Derian sin ninguna intención de sentarse. Así era más fácil estar alerta por si pasaba algo y con su agudo oído y su increíble olfato de rastreador lo llevaba todo controlado. Ahora seguía escuchando aquella conversación que estaba teniendo su mentor con la chica pelirroja. Los ojos del chico lobo ahora la observaban a ella de forma más calmada y bastante descarada sin disimular ni nada. No se había fijado en lo hermosa que era, tras unos segundos apartó la mirada observando otro lado y quedándose callado.

Derian estaba sentado con las manos entrecruzadas y la cabeza sobre estas. El fuego de la chimenea le iluminaba la mitad del rostro dejándole la otra mitad en la penumbra. Sus ojos examinaron a Olivia de arriba a abajo, como si estuviese analizándola y decidiendo qué debía pensar de ella. Y no era para menos. Su pregunta le había dejado un poco indeciso sobre qué decirle. Había escuchado el cambio en la frecuencia de sus latidos y podía notar su rubor por mucho que se maquillase. Sus ojos dorado relampaguearon mientras pensaba detenidamente lo que hacer. Realmente le daba igual si se sabía o no sobre sus poderes, pero tampoco iba a contribuir a extender ese conocimiento. Había gente que podría sumar uno más uno y ir contra él armados con ajo y cruces. Sin embargo no parecía mera curiosidad. Podía captar sus nervios en su respiración y en su pulso, y eso implicaba que pretendía algo. Entrecerró los ojos y le respondió:

- Nací y crecí siendo humano. Sin embargo, no se si hoy en día se me puede aun considerar como tal. Hay quien dice que no me diferencio mucho de otros como yo, que sigo siendo humano.

Cogió un pequeño vaso lleno de licor, lo agitó y le dio un trago. Estaba recordando cuando Sawaki le había dicho que era un humano más. Sin embargo le había demostrado a aquel gyojin que su fuerza y poder eran superiores a los de un simple humano. ¿Era realmente un humano? Ni él tenía la respuesta. Y no la necesitaba. A lo mejor sí lo era aun, pero era imposible negar que había trascendido a los meros humanos y que era más poderoso que el común de ellos. Y humano o no, era un cazador. Y eso era lo importante.

- Soy el usuario de la Kyu Kyu no mi. Eso es lo que lleva a decir a algunos que soy un simple humano con los poderes de una fruta. ¿Lo soy? ¿Consideraríais humano a alguien que no envejece? ¿Que puede alimentarse únicamente de sangre? ¿Alguien que puede ver en la oscuridad y que por la noche es más fuerte? Eso queda a vuestro parecer. A mi me da igual lo que gente me considere mientras me teman y respeten... Al fin y al cabo, ¿no creéis que lo que el resto opine debería importarnos más bien poco? Un cazador depende sólo de sí mismo. Lo que los débiles y las presas opinen debería importarnos más bien poco.

Alex observó a la mujer en cuanto hubo pronunciado la pregunta. Ignoró por completo a Drake haciéndose humano, y sintió como un escalofrío le recorría la espalda. Era una pregunta que estaba interesado en escuchar. Quería saber cual era la respuesta de Derian. Con fingida indiferencia, se acercó a su capitán y se puso a su derecha, flanqueándolo junto a Drake. Estaba nervioso por escuchar a Derian. Quería saber cual era su reacción ante la inquisitiva duquesa.

La respuesta de Derian fue inquietante. Alex se preguntaba cual sería la reacción de la mujer ante aquella revelación. Era conocedor de que su capitán era un usuario, al igual que Drake y él mismo. Ahora mismo la duquesa acababa de presenciar el poder de Drake y Derian había revelado su identidad como usuario. Él era el único cuyo poder era desconocido para la mujer. En cierto modo eso lo tranquilizaba. Para tratar de tranquilizarse, se agarró una mano con la otra y se crujió los nudillos lentamente, con una distancia entre crujido y crujido de un segundo. No sabía si eso habría sonado amenazador o estúpido, pero no le importaba. Necesitaba eliminar un poco de tensión. La duquesa podría responder de un modo inesperado. En el fondo, dudaba que lo hiciera, ya que en aquel lugar dudaba que la mujer llevara a cabo un acto violento. Sin embargo, no podía estar tan seguro de la reacción de Derian o la de Drake.

En silencio, se mantuvo firme al lado de Derian, llevando la mano a los bolsillos del pantalón, y se arremangó ligeramente las mangas de la sudadera de plumas. Observó el pájaro con traje, que se había acercado de nuevo a la duquesa. Tragó saliva en silencio, tenía la garganta reseca.

Olivia sonrió al ver que aquel enorme lobo era, en realidad, el zafio pupilo de Derian. Su cuerva le devolvió el saludo a Drake con un gesto de cabeza y, acto seguido, volvió a su sitio en el hombro diestro de Olivia. Más su sonrisa se borró cuando el tercer hombre, aquel que Akarui había señalado, se acercaba y se situaba al lado de Derian, flanqueándolo. La imagen que daban era ciertamente intimidante, pero Olivia no era precisamente fácil de amedrentar.

La respuesta de Derian hizo que los ojos de Olivia se abrieran de par en par. La Kyu-Kyu no mi... El conde Markov era la persona a quien Olivia había estado buscando desde el inicio de su viaje. La mujer miró con fingida calma a su mayordomo, Sebastian, ignorando el movimiento del hombre vestido de cuervo, pues no lo había considerado amenazante. Akarui nunca se equivocaba. El anciano sonreía con amabilidad, consciente de que aquel encuentro suponía un hito para su señora. La mirada de Olivia, no obstante, tenía un tono inquisitivo. Era una mujer fuerte e independiente, pero había aprendido a apreciar los consejos y opiniones de Sebastian, una de las pocas personas que gozaban del aprecio de la furibunda mujer. Este se inclinó levemente y habló con voz baja pero firme.

-Sabéis que os seguiré hasta el fin del mundo, señorita.

Olivia asintió, recobrando la compostura, y volvió a mirar a Derian con una mirada decidida. Sabía lo que tenía que hacer y, por primera vez en mucho tiempo, Olivia creyó que sería mejor hablar las cosas claramente.

-Derian...- Comenzó, tuteando al conde Markov.- Me gustaría viajar contigo. Partí de mi tierra para encontrar pruebas sobre la existencia de los vampiros, y te he encontrado a ti. Siempre he vivido entre comodidades y privilegios pero, pese a mi apariencia, no soy una presa. Puedo cuidar perfectamente de mi mismo y de lo que me importa.- Comenzó a acariciar la cabeza de Akarui con la yema de un dedo. Su pulso seguía acelerado, pero Olivia no estaba nerviosa, sino expectante.- ¿Y bien? Estoy seguro de que eres un hombre ocupado, así que mejor no perder más tiempo con este tema. ¿Que me dices?

Tras las palabras del vampiro, el chico lobo se quedó observando el fuego de forma seria tornando sus ojos en un tono dorado mientras permanecía alerta a todo lo que pasaba en la habitación. Muchos evidentemente llamaban a Derian humano, pero para el castaño estaba claro que alguien como él ya no lo era. Consideraba a Derian su mentor y un vampiro en toda regla igual que muchos consideraban al castaño un lobo más que un usuario. A continuación el médico Alex se crujía los huesos de sus nudillos. Al principio con el crujido el castaño había girado el rostro y cerrando el puño pero al ver que había sido uno de los suyos volvió a su otra postura. Estaba atento a todos y cada uno de los movimientos que allí sucedían.

La pelirroja se quedó mirando a su mayordomo y este le dijo que la seguiría siempre. Parecía ser un tipo legal y eso hizo que fuera eliminado de la lista de presas que el sádico licántropo tenía en mente. De repente aquella pelirroja formulo una pregunta que hizo al castaño levantar una ceja sin poder creer lo que había escuchado. La pelirroja quería viajar con ellos ya que ella había estudiado siempre sobre los vampiros según dijo. Esto hizo que el chico lobo se quedara mirándola fijamente esperando la respuesta de Derian. Tal vez este no quisiera o en el caso que dijera que si, la chica no podría evitar querer irse. Ya que a nadie le gustaría estar rodeado de un vampiro, un lobo y un médico. El médico al menos parecía pacifico pero cuando al lobo o al vampiro se les cruzaban los cables todo acababa en sangre. De todas formas Derian se había aprendido a controlar más, cosa que no le pasaba al castaño. Cuando aquella especie de personalidad oscura salía a la luz, todo ser cercano que no conociera acababa despedazado o triturado por el lobo blanco.

Recordaba los viajes que había hecho con los suyos. Primero el primer viaje con Derian a la isla de Ireos donde por primera vez pudo ver su forma de vampiro y casi se lo come. También recordó que un poco después de que el médico se uniera partieron a una isla donde descubrieron a unos caníbales. En uno de sus viajes a fuera del barco, el castaño ya había ido y se había cargado algunos juntos a sus colegas Cánabar y Kaiser. Dos gyojines con los que había hecho amistad. Después de aquello y varias aventuras más ahora estaba con su mentor y el médico de nuevo. En este caso en la ciudad del alfa y el omega. Un cuarto miembro podría unirse pero eso ahora dependía de las palabras de su maestro. El silencio era incomodo para el chico lobo que se mantenía calmado y sereno esperando la respuesta de su mentor.