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Un barco se acercaba a toda velocidad a la isla del Este. Era de un tamaño normal y corriente, ni muy grande ni muy pequeño. Dentro de dicho barco había una sala donde se hallaban cinco personas, una de ellas era un hombre con un uniforme blanco de capitán de barco, de pelo grisáceo y ojos celestes, era un hombre ya mayor. Otros dos eran de la misma edad, hermanos y solo se diferenciaban en el color del pelo, uno era moreno y otro rubio. Los ojos de los dos eran de un tono verdoso claro, otro de los tipos era un hombre calvo de ojos marrones y edad media. El último era el más extraño, un tipo de pelo largo castaño, uno de sus ojos azules, el otro tapado por un pequeño parche, los filos de dicho parche eran como una coraza. Vestía una camiseta de manga corta blanca debido al calor que hacía, su abrigo blanco estaba sobre una de las otras mesas. En sus manos había guantes blancos y en sus pies unas botas negras. Además portaba dos fundas negras donde ocultaba dos pistolas, sus espadas estaban guardadas en otro sitio oculto en sus pantalones. Un sitio donde costaba fijarse mucho para verlas, no las iba a sacar si no era necesario.
Los cinco hombres estaban jugando a las cartas, el motivo por el que estaban allí era extraño. El hombre de pelo largo era un cazador, había hecho un trato con el capitán del barco. Le llevarían a dar una vuelta si jugaba con ellos a las cartas. Era un trato muy justo ya que aquellos hombres buscaban un jugador y el cazador matar el aburrimiento. No tenían mucho que apostarse, no jugaban con dinero real pues la cosa estaba muy mal. De repente uno de aquellos hombres, el que carecía de cabello, apostó un sombrero de color negro mientras decía tener una buena jugada en mente. El tipo del parche sonrió de lado mientras analizaba aquella partida, en sus manos se hallaban un nueve y un dos, en la mesa ya había cinco cartas, otros dos nueves, otro dos, un rey y un cuatro. El capitán sonrió ampliamente mientras observaba el sombrero y lentamente estiró su mano depositando en la mesa una extraña fruta, un melón de color dorado con espirales moradas alrededor de la fruta. Todos observaron aquel producto comestible con calma mientras se preguntaban qué pasaba por la mente del capitán. De repente el mismo capitán fue el que habló con una sonrisa en el rostro.
- Esta fruta la encontré hace dos días en una red mientras pescaba atunes, la apuesto debido a que no tengo mucho que poner.
- Creo que entonces yo apuesto una de mis pistolas, no son muy buenas pero os pueden servir para matar a un jabalí o algo por el estilo.
Dijo de repente el cazador mientras depositaba una de sus pistolas en la mesa. Todos se quedaron callados unos segundos, ahora cada uno de los dos hermanos puse en la mesa un mechero del mismo aspecto, de acero y de color cobre. Ahora quedaba ver el resultado, los dos hermanos sacaron cartas muy bajas y no hicieron nada. El tipo que no tenía pelo sacó un impresionante trío de nueves. El capitán sonrió al ver esa jugada dejando claro que solo tenía pareja de reyes. La victoria era del castaño, sonrió mientras dejaba sobre la mesa el dos y el nueve mostrando un Full. Tomó su pistola, el sombrero lo dejó pues no le interesaba, solo cogió uno de los mecheros y aquella fruta extraña. Parecían llevarse bien y las risas invadieron el lugar mientras se chocaban las manos entre ellos y demás, el capitán se levantó de la mesa de repente caminando al timón y pulsando una palanca para que el barco parase. Tras aquello aquel hombre mayor sonrió con calma girándose para mirar al resto de los hombres que había allí sentados preparando otra partida.
- Caballeros dejen de jugar, hemos llegado a la isla, vosotros podéis poneros a pescar, nuestro invitado supongo que querrá acomodarse. Estaremos aquí unas dos horas.
- En ese caso capitán, creo que voy a investigar esta isla un poco para ver lo que encuentro, en menos de esas dos horas estaré aquí, así que no se preocupe mucho por mí, señor.
Dijo ahora el cazador castaño mientras se levantaba despacio de la mesa y dejaba su abrigo allí puesto, no lo iba a necesitar. Guardó su pistola y se metió la fruta en un bolsillo interno de su pantalón, aquel pantalón era una maravilla y estaba lleno de bolsillos. Ahora les hizo un gesto a todos y salió a la cubierta mientras observaba la isla tranquilamente. Parecía un buen lugar para poder pasar el rato o investigar a las especies, de todas formas esperaba no encontrar muchos problemas. Tenía un tiempo de dos horas que debía aprovechar y eso iba a hacer, de modo que ahora esperó unos segundos antes de caminar a la borda, saltaría hubiese tablilla o no, le daba lo mismo en cierto modo. El tipo estaba ansioso por poder entrar a la isla.
Los cinco hombres estaban jugando a las cartas, el motivo por el que estaban allí era extraño. El hombre de pelo largo era un cazador, había hecho un trato con el capitán del barco. Le llevarían a dar una vuelta si jugaba con ellos a las cartas. Era un trato muy justo ya que aquellos hombres buscaban un jugador y el cazador matar el aburrimiento. No tenían mucho que apostarse, no jugaban con dinero real pues la cosa estaba muy mal. De repente uno de aquellos hombres, el que carecía de cabello, apostó un sombrero de color negro mientras decía tener una buena jugada en mente. El tipo del parche sonrió de lado mientras analizaba aquella partida, en sus manos se hallaban un nueve y un dos, en la mesa ya había cinco cartas, otros dos nueves, otro dos, un rey y un cuatro. El capitán sonrió ampliamente mientras observaba el sombrero y lentamente estiró su mano depositando en la mesa una extraña fruta, un melón de color dorado con espirales moradas alrededor de la fruta. Todos observaron aquel producto comestible con calma mientras se preguntaban qué pasaba por la mente del capitán. De repente el mismo capitán fue el que habló con una sonrisa en el rostro.
- Esta fruta la encontré hace dos días en una red mientras pescaba atunes, la apuesto debido a que no tengo mucho que poner.
- Creo que entonces yo apuesto una de mis pistolas, no son muy buenas pero os pueden servir para matar a un jabalí o algo por el estilo.
Dijo de repente el cazador mientras depositaba una de sus pistolas en la mesa. Todos se quedaron callados unos segundos, ahora cada uno de los dos hermanos puse en la mesa un mechero del mismo aspecto, de acero y de color cobre. Ahora quedaba ver el resultado, los dos hermanos sacaron cartas muy bajas y no hicieron nada. El tipo que no tenía pelo sacó un impresionante trío de nueves. El capitán sonrió al ver esa jugada dejando claro que solo tenía pareja de reyes. La victoria era del castaño, sonrió mientras dejaba sobre la mesa el dos y el nueve mostrando un Full. Tomó su pistola, el sombrero lo dejó pues no le interesaba, solo cogió uno de los mecheros y aquella fruta extraña. Parecían llevarse bien y las risas invadieron el lugar mientras se chocaban las manos entre ellos y demás, el capitán se levantó de la mesa de repente caminando al timón y pulsando una palanca para que el barco parase. Tras aquello aquel hombre mayor sonrió con calma girándose para mirar al resto de los hombres que había allí sentados preparando otra partida.
- Caballeros dejen de jugar, hemos llegado a la isla, vosotros podéis poneros a pescar, nuestro invitado supongo que querrá acomodarse. Estaremos aquí unas dos horas.
- En ese caso capitán, creo que voy a investigar esta isla un poco para ver lo que encuentro, en menos de esas dos horas estaré aquí, así que no se preocupe mucho por mí, señor.
Dijo ahora el cazador castaño mientras se levantaba despacio de la mesa y dejaba su abrigo allí puesto, no lo iba a necesitar. Guardó su pistola y se metió la fruta en un bolsillo interno de su pantalón, aquel pantalón era una maravilla y estaba lleno de bolsillos. Ahora les hizo un gesto a todos y salió a la cubierta mientras observaba la isla tranquilamente. Parecía un buen lugar para poder pasar el rato o investigar a las especies, de todas formas esperaba no encontrar muchos problemas. Tenía un tiempo de dos horas que debía aprovechar y eso iba a hacer, de modo que ahora esperó unos segundos antes de caminar a la borda, saltaría hubiese tablilla o no, le daba lo mismo en cierto modo. El tipo estaba ansioso por poder entrar a la isla.
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Justo cuando el cazador iba a saltar escuchó la voz del capitán tras sus espaldas. Se frenó en seco de repente, no sabía que iba a decirle aquel hombre, pero de repente lo averiguó. Amablemente le ofreció una bolsa de patatas por si tenía hambre. El castaño sonrió agradecido mientras se metía la mano en el bolsillo. Aquel hombre era realmente muy buena persona y el tipo del parche lo sabía muy bien debido al increíble comportamiento que tenia con él. Ahora le hizo un gesto despidiéndose con la mano y saltó a la orilla de forma tranquila. Miró a su alrededor mientras caminaba tranquilamente, todo parecía muy tranquilo y muy normal en aquella isla y no había gran cosa. Llevó su mano a la bolsa cogiendo dos patatas y masticándolas tranquilamente, el sabor era parecido al jamón, estaban deliciosas sin duda alguna. Aquellos tipos se iban a poner a pescar, era algo que le interesaba bastante, seguramente después volvería para ponerse a ayudarles con aquello debido a la amabilidad que habían tenido ellos con él. Ahora siguió avanzando hasta meterse en aquel bosque, allí dentro parecía todo tranquilo y normal, fue a pegarle un bocado a una patata cuando notó como se mordía el dedo.
Pegó un enorme quejido mientras se soplaba así mismo y saltaba a un lado del suelo para empezar a rodar entre gritos no muy ruidosos. Soplaba como un loco por el dolor que sentía, buscó con la mirada la bolsa y tampoco estaba. No entendía lo que ocurría y se cruzó de brazos mientras suspiraba, después empezó a sacudirse el polvo cuando escuchó un pequeño ruido. Miró a la copa de un árbol y pudo ver a un mono negro con su bolsa, este se fijó en que el animal tenía patas de araña y unas alas de paloma en la espalda, aquel animal era una mezcla extraña. Ahora entendió como llegó tan rápido allí arriba. Le había robado la bolsa y se había subido volando el muy capullo. “Esa bolsa tiene lo que más amo del mundo, una bolsa de patatas de sabor a jamón” Pensó aquel hombre mientras una pequeña lagrimita le caía por su ojo derecho. No era justo que le robaran de esa forma, solo quería su deliciosa bolsa de patatas y la quería ya.
Pegó un salto empezando a subir con mucha torpeza por el árbol mientras pegaba pequeños silbidos tratando de llamar al mono, sin embargo este no hacía caso. Por fin consiguió llegar a lo alto tras unos minutos y se acercó despacio abrazado a una rama. Estiró su mano derecha manteniendo una sonrisa calmada esperando a que el animal le tendiera su máximo tesoro, sin embargo el traidor sinvergüenza del mono le hizo burla y se las comió todas echándoselas al mismo tiempo a la boca. El ojo cyborg del cazador en ese momento analizó el movimiento de cómo se comía las patatas. Lo pudo ver con mejor calidad y todo, lo que hizo que se deprimiera aún más, el precioso sonido de las patatas crujiendo le hizo relamerse inconscientemente. Finalmente aquel pequeño hijo de su puñetera madre, le hizo burla de nuevo y se fue volando, el cazador se quedó con cara de pena, observando como la vacía bolsa de patatas llegaba a sus manos lentamente. No había ni miguitas que llevarse a la lengua, su vida había dado un enorme vuelco, el mono le había amargado la vida, ya no sería lo mismo vivir sin sus patatas de sabor jamón.
Se dejó caer de la rama del árbol aterrizando en unos arbustos pegándose un golpe increíble, sin embargo le daba igual. Parecía haber entrado en depresión, sus preciosas patatas, le habían arrebatado su posesión más preciada. Lo único que le había hecho feliz en unos dos minutos. Iba a reclamar venganza, metió los dos dedos de la mano en barro y se los pasó por ambos mofletes haciéndose marcas de guerra, además se ató unas hojas en la frente a modo de cinta. Se quitó la camiseta untándose el cuerpo en barro y finalmente miró con seriedad a los lados, la caza comenzaba. La bestia era peligrosa, un mono de menos de medio metro con alas, el oponente que todo yonkou, shichibukai o almirante temería. Ese día iba a hacer historia. La era del castaño tuerto había llegado y vengaría a sus patatas fuese como fuese.
Pegó un enorme quejido mientras se soplaba así mismo y saltaba a un lado del suelo para empezar a rodar entre gritos no muy ruidosos. Soplaba como un loco por el dolor que sentía, buscó con la mirada la bolsa y tampoco estaba. No entendía lo que ocurría y se cruzó de brazos mientras suspiraba, después empezó a sacudirse el polvo cuando escuchó un pequeño ruido. Miró a la copa de un árbol y pudo ver a un mono negro con su bolsa, este se fijó en que el animal tenía patas de araña y unas alas de paloma en la espalda, aquel animal era una mezcla extraña. Ahora entendió como llegó tan rápido allí arriba. Le había robado la bolsa y se había subido volando el muy capullo. “Esa bolsa tiene lo que más amo del mundo, una bolsa de patatas de sabor a jamón” Pensó aquel hombre mientras una pequeña lagrimita le caía por su ojo derecho. No era justo que le robaran de esa forma, solo quería su deliciosa bolsa de patatas y la quería ya.
Pegó un salto empezando a subir con mucha torpeza por el árbol mientras pegaba pequeños silbidos tratando de llamar al mono, sin embargo este no hacía caso. Por fin consiguió llegar a lo alto tras unos minutos y se acercó despacio abrazado a una rama. Estiró su mano derecha manteniendo una sonrisa calmada esperando a que el animal le tendiera su máximo tesoro, sin embargo el traidor sinvergüenza del mono le hizo burla y se las comió todas echándoselas al mismo tiempo a la boca. El ojo cyborg del cazador en ese momento analizó el movimiento de cómo se comía las patatas. Lo pudo ver con mejor calidad y todo, lo que hizo que se deprimiera aún más, el precioso sonido de las patatas crujiendo le hizo relamerse inconscientemente. Finalmente aquel pequeño hijo de su puñetera madre, le hizo burla de nuevo y se fue volando, el cazador se quedó con cara de pena, observando como la vacía bolsa de patatas llegaba a sus manos lentamente. No había ni miguitas que llevarse a la lengua, su vida había dado un enorme vuelco, el mono le había amargado la vida, ya no sería lo mismo vivir sin sus patatas de sabor jamón.
Se dejó caer de la rama del árbol aterrizando en unos arbustos pegándose un golpe increíble, sin embargo le daba igual. Parecía haber entrado en depresión, sus preciosas patatas, le habían arrebatado su posesión más preciada. Lo único que le había hecho feliz en unos dos minutos. Iba a reclamar venganza, metió los dos dedos de la mano en barro y se los pasó por ambos mofletes haciéndose marcas de guerra, además se ató unas hojas en la frente a modo de cinta. Se quitó la camiseta untándose el cuerpo en barro y finalmente miró con seriedad a los lados, la caza comenzaba. La bestia era peligrosa, un mono de menos de medio metro con alas, el oponente que todo yonkou, shichibukai o almirante temería. Ese día iba a hacer historia. La era del castaño tuerto había llegado y vengaría a sus patatas fuese como fuese.
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“No amigo, no vas a escaparte de mí” Iba pensando en ese momento aquel hombre. Sus pasos eran calmados ante todo, su mirada buscaba al ser infernal que la había arrebatado su felicidad. No parecía tener éxito en su búsqueda y estaba empezando a cansarse de buscar. De repente escuchó un ruido tras su espalda, sobre uno de los árboles, metió las manos en sus fundas y sacó sus dos pistolas. Ahora se giró a toda velocidad comenzando a disparar mientras mantenía su mirada seria y tranquila. Una vez hubo disparado no pudo detenerse, las balas salían de sus armas rumbo a lo alto del árbol. La corteza soltaba fragmentos de madera que caían al suelo debido a la fuerza de las balas de aquellas pistolas que estaban reventando las ramas del árbol sin ninguna dificultad. Notó una brisa mecer sus cabellos, paró de disparar cuando un sonido seco llegó a sus oídos. Se quedó sin balas disparando a la rama, frunció el ceño mientras ahora observaba tranquilamente.
Activó su ojo de coyote para comenzar a analizar todo, pudo ver todo rojo unos segundos con su ojo izquierdo. No vio nada de nada, el había disparado al aire. Chasqueó la lengua un poco guardando sus armas cuando pudo ver de repente una fuente de calor superior a las demás de alrededor. Se acercó despacio mientras la analizaba detenidamente, su ojos le era bastante útil en muchas situaciones, parecía un líquido extraño, sin embargo no le interesaba ahora, se le ocurrió la idea de echarse una meada en él. Pero de repente recordó la peligrosa misión que tenía, ahora que había hecho ruido seguramente el diablo alado conocía su posición, debía huir de allí como fuera. Salió corriendo y saltó contra un barrizal metiéndose completamente en él.
Tras unos segundos asomó la cabeza despacio mientras el barro ocupaba todo su cuerpo, comenzó a arrastrarse por dicho barro mientras observaba a su alrededor. Debía encontrar al ser mutante que le había arrebatado la gloria. Lo eliminaría sin piedad alguna, ahora salió de aquel barrizal y siguió avanzando arrastrado con una perfección increíble en sus movimientos. Un paso en falso y estaría muerto, era sofocante sentir la presencia del diablo rondar por encima de su cabeza, ese mono, pájaro o lo que fuera debía estar jugando con él. Ahora escuchó un pequeño siseo y rápidamente rodó como pudo hasta caer cuesta abajo por una pequeña pendiente, en el camino se tragó varios arbustos, pero después de unos diez segundos rodando llegó a la orilla de un rio. Se levantó con una gran agilidad y metió la mano en un bolsillo de su pantalón, pegó un tirón y sacó una preciosa y larga katana de color negro que resplandeció con el Sol. El sonido del acero sonó con elegancia mientras el castaño lanzaba un corte al aire de forma elegante provocando un curioso sonido.
Una vez realizó aquello, miró a su alrededor y comenzó a lanzar varios cortes más derribando pequeñas ramas y algunas lianas. No había conseguido su objetivo, ahora guardó su afilada arma en aquel extraño bolsillo del pantalón que era larguísimo. Caminó hasta el rio y se metió despacio en este mientras se limpiaba el barro, nadó un poco hasta llegar a una zona donde el agua cubría bastante. Allí se sentía calmado y analizaba todo a su alrededor tratando de encontrar al demonio alado. De repente escuchó una risilla y algo cayó al agua cerca de su posición salpicándole. Su ojo azulado se abrió como nunca desenvainando de nuevo su katana negra y mirando a su alrededor. No sabía qué diablos se había tirado al agua con él. “Sé que estas aquí conmigo cabrón, no voy a permitir que salgas vivo de esta, o tú o yo, comienza el juego ahora demonio” Pensó de nuevo observando ahora como un dedo asomaba del agua, un dedo marrón que sin duda alguna le estaba haciendo el gesto vulgar conocido como “La peseta”. Después de aquello aquel ser resultó ser el mono, asomó la cabeza riendo y se sumergió, el castaño frunció el ceño lanzando tajo al aire y nadando al mismo tiempo con dificultad mientras se batía en duelo contra el oxigeno al parecer.
Activó su ojo de coyote para comenzar a analizar todo, pudo ver todo rojo unos segundos con su ojo izquierdo. No vio nada de nada, el había disparado al aire. Chasqueó la lengua un poco guardando sus armas cuando pudo ver de repente una fuente de calor superior a las demás de alrededor. Se acercó despacio mientras la analizaba detenidamente, su ojos le era bastante útil en muchas situaciones, parecía un líquido extraño, sin embargo no le interesaba ahora, se le ocurrió la idea de echarse una meada en él. Pero de repente recordó la peligrosa misión que tenía, ahora que había hecho ruido seguramente el diablo alado conocía su posición, debía huir de allí como fuera. Salió corriendo y saltó contra un barrizal metiéndose completamente en él.
Tras unos segundos asomó la cabeza despacio mientras el barro ocupaba todo su cuerpo, comenzó a arrastrarse por dicho barro mientras observaba a su alrededor. Debía encontrar al ser mutante que le había arrebatado la gloria. Lo eliminaría sin piedad alguna, ahora salió de aquel barrizal y siguió avanzando arrastrado con una perfección increíble en sus movimientos. Un paso en falso y estaría muerto, era sofocante sentir la presencia del diablo rondar por encima de su cabeza, ese mono, pájaro o lo que fuera debía estar jugando con él. Ahora escuchó un pequeño siseo y rápidamente rodó como pudo hasta caer cuesta abajo por una pequeña pendiente, en el camino se tragó varios arbustos, pero después de unos diez segundos rodando llegó a la orilla de un rio. Se levantó con una gran agilidad y metió la mano en un bolsillo de su pantalón, pegó un tirón y sacó una preciosa y larga katana de color negro que resplandeció con el Sol. El sonido del acero sonó con elegancia mientras el castaño lanzaba un corte al aire de forma elegante provocando un curioso sonido.
Una vez realizó aquello, miró a su alrededor y comenzó a lanzar varios cortes más derribando pequeñas ramas y algunas lianas. No había conseguido su objetivo, ahora guardó su afilada arma en aquel extraño bolsillo del pantalón que era larguísimo. Caminó hasta el rio y se metió despacio en este mientras se limpiaba el barro, nadó un poco hasta llegar a una zona donde el agua cubría bastante. Allí se sentía calmado y analizaba todo a su alrededor tratando de encontrar al demonio alado. De repente escuchó una risilla y algo cayó al agua cerca de su posición salpicándole. Su ojo azulado se abrió como nunca desenvainando de nuevo su katana negra y mirando a su alrededor. No sabía qué diablos se había tirado al agua con él. “Sé que estas aquí conmigo cabrón, no voy a permitir que salgas vivo de esta, o tú o yo, comienza el juego ahora demonio” Pensó de nuevo observando ahora como un dedo asomaba del agua, un dedo marrón que sin duda alguna le estaba haciendo el gesto vulgar conocido como “La peseta”. Después de aquello aquel ser resultó ser el mono, asomó la cabeza riendo y se sumergió, el castaño frunció el ceño lanzando tajo al aire y nadando al mismo tiempo con dificultad mientras se batía en duelo contra el oxigeno al parecer.
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Los tajos a los lados continuaban, el maldito mono no aparecía y eso significaba que o había huido o estaba cerca suya. No pudo resistir mucho más y empezó a nadar a la orilla del rio, una vez allí, se tumbó en la zona de hierbas y cerró los ojos jadeando por la dura batalla contra el mono invisible. La cosa estaba bastante difícil, pero ahora debía centrarse, se puso en pie mientras guardaba la katana negra y ahora metió la mano en su otro bolsillo sacando un extraño libro. Estaba empapado, lo dejó unos segundos al Sol y mientras tanto clavó una rodilla en el suelo observando a su alrededor tratando de buscar al maldito mono. De repente el primate salió del agua, fue tan rápido que el castaño no pudo hacer nada, el puño del animal se estrelló contra el rostro del espadachín mandándolo tres metros hacia atrás haciendo que chocara contra un árbol y quedara allí clavado unos segundos para después caer al suelo escupiendo algo de sangre al mismo tiempo que entrecerraba los ojos.
El mono alado reía mirándole mientras agitaba sus alas, sin embargo el ágil castaño saltó hasta coger su libro ya algo seco y abrirlo leyendo unas líneas. Esto hizo que recuperara la sonrisa, ese maldito mono se iba a enterar, el libro se llamaba “Los caminos de la fuerza” y estaba seguro de que iba a ser su mejor arma para derrotar al diablo. Estiró su mano derecha señalándole con un dedo mientras sonreía de lado, el mono no tenía escapatoria ante aquello. En ese momento fue cuando el hombre soltó una carcajada enigmática y algo sádica, ahora tenía todo bajo su control. La situación había cambiado, pero lo mejor vino cuando se puso a leer en voz alta, aquello sin duda le dejaría al monstruo las cosas claras y le mostraría quien mandaba allí. Entonces fue cuando las palabras de aquel hombre salieron de su boca en un tono normal y tranquilo pues tenía la sartén por el mango, o al menos eso pensaba aquel espadachín. Solo faltaba esperar.
- Escucha bien estas palabras diablo con alas. Cuando está lloviendo solo significa una cosa, y esa cosa es que por encima de tu cabeza… ¡Hay nubes!
Esas dos últimas palabras fueron un gran grito, esto provocó que aquel mono diera varios pasos atrás arrepentido ante todo. Se colocó de rodillas gruñendo mientras miraba al castaño, este le señalaba con el libro abierto y sonriendo de lado mientras ahora soltaba otra carcajada. El mono escupió a un lado mientras temblaba de miedo por las palabras del sabio y rápidamente salió corriendo lanzándose de nuevo al rio. El espadachín frunció el ceño al verle huir y activó su visión térmica de nuevo para perseguirle, pero en ese momento pudo ver algo que echaba más temperatura que lo demás. Otra vez el puto charco, no había otra explicación, ese charco era el papá del mono, o algo parecido. Aquel cazador rápidamente tomó su libro mientras ahora miraba al charco, no había duda de que se movía pues le había seguido, ahora las palabras fluyeron solas.
- Escucha bien charco de la dinastía mono alado, me gustaría enseñarte la paz interior y llevarte al mundo de las fantasías, yo puedo salvar tu alma. Pero antes voy a tener que decirte una cosa y te gustara. ¿Sabes que le dice una cebra a un camello? ¡Eres cebramello!
Gritó con fuerza aquel hombre mientras mantenía el libro en la mano, de repente lo cerró guardándolo en su bolsillo y mantenía su ojo activado mirando el charco, además estaba alerta por si el mono decidía atacar o defender a su padre charco. Esperaba al menos que con el chiste supremo que había contado se riera, si no era así, estaba delante de un verdadero genio o algo parecido. Aunque pensaba que el charco parecía idiota siguiéndole, tal vez quería un autógrafo o tener relaciones, eso no iba a pasar, por muy solo que estuviera el charco, el castaño era un tío legal. Allí pasaba algo raro, ese charco estaba fatal de la cabeza, deberían encerrarlo en una residencia de charcos y no dejarlo salir, eso pensaba el espadachín que ahora estaba atento a todo.
El mono alado reía mirándole mientras agitaba sus alas, sin embargo el ágil castaño saltó hasta coger su libro ya algo seco y abrirlo leyendo unas líneas. Esto hizo que recuperara la sonrisa, ese maldito mono se iba a enterar, el libro se llamaba “Los caminos de la fuerza” y estaba seguro de que iba a ser su mejor arma para derrotar al diablo. Estiró su mano derecha señalándole con un dedo mientras sonreía de lado, el mono no tenía escapatoria ante aquello. En ese momento fue cuando el hombre soltó una carcajada enigmática y algo sádica, ahora tenía todo bajo su control. La situación había cambiado, pero lo mejor vino cuando se puso a leer en voz alta, aquello sin duda le dejaría al monstruo las cosas claras y le mostraría quien mandaba allí. Entonces fue cuando las palabras de aquel hombre salieron de su boca en un tono normal y tranquilo pues tenía la sartén por el mango, o al menos eso pensaba aquel espadachín. Solo faltaba esperar.
- Escucha bien estas palabras diablo con alas. Cuando está lloviendo solo significa una cosa, y esa cosa es que por encima de tu cabeza… ¡Hay nubes!
Esas dos últimas palabras fueron un gran grito, esto provocó que aquel mono diera varios pasos atrás arrepentido ante todo. Se colocó de rodillas gruñendo mientras miraba al castaño, este le señalaba con el libro abierto y sonriendo de lado mientras ahora soltaba otra carcajada. El mono escupió a un lado mientras temblaba de miedo por las palabras del sabio y rápidamente salió corriendo lanzándose de nuevo al rio. El espadachín frunció el ceño al verle huir y activó su visión térmica de nuevo para perseguirle, pero en ese momento pudo ver algo que echaba más temperatura que lo demás. Otra vez el puto charco, no había otra explicación, ese charco era el papá del mono, o algo parecido. Aquel cazador rápidamente tomó su libro mientras ahora miraba al charco, no había duda de que se movía pues le había seguido, ahora las palabras fluyeron solas.
- Escucha bien charco de la dinastía mono alado, me gustaría enseñarte la paz interior y llevarte al mundo de las fantasías, yo puedo salvar tu alma. Pero antes voy a tener que decirte una cosa y te gustara. ¿Sabes que le dice una cebra a un camello? ¡Eres cebramello!
Gritó con fuerza aquel hombre mientras mantenía el libro en la mano, de repente lo cerró guardándolo en su bolsillo y mantenía su ojo activado mirando el charco, además estaba alerta por si el mono decidía atacar o defender a su padre charco. Esperaba al menos que con el chiste supremo que había contado se riera, si no era así, estaba delante de un verdadero genio o algo parecido. Aunque pensaba que el charco parecía idiota siguiéndole, tal vez quería un autógrafo o tener relaciones, eso no iba a pasar, por muy solo que estuviera el charco, el castaño era un tío legal. Allí pasaba algo raro, ese charco estaba fatal de la cabeza, deberían encerrarlo en una residencia de charcos y no dejarlo salir, eso pensaba el espadachín que ahora estaba atento a todo.
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No podía ser, el charco ese estaba materializando, estaba surgiendo una forma de él. Quizás sería un mono alado gigante o algo por el estilo, el tipo se mantuvo serio mientras suspiraba harto de aquello. Todo estaba siendo muy raro en aquella isla, sin embargo aún debía de vengar a sus patatas fuese como fuese. Estuvo atento hasta el último segundo hasta que pudo ver como del charco salía aquella figura. Fue entonces cuando se dio cuenta de que no era un mono con alas, era otra cosa. “! Un Okama!” Pensó en su mente, un Okama había salido de aquel charco, además lo veía bastante feo, un rubio pollo ridículo y unos ojos que parecían los de una pitonisa de Arabasta. Era una extraña combinación y el cazador pensaba eso del chico. Ahora estaba todo claro, quería violarle, por eso le había estado siguiendo todo el rato. No podía creérselo, un Okama tras su culo, no tuvo otra opción y pegó unos pasos atrás mientras sacaba su libro de nuevo y le miraba a los ojos seriamente. Aquel chico le hizo una pregunta a la que enseguida le iba a responder.
- Escucha yo tengo mujer, de modo que lo lamento mucho. Usted me parece buena persona pero es que no tengo intención de hacer nada con usted, sin embargo tengo unos colegas jóvenes y apuestos que quizás le interesen, pero no intente violarme señor, no va conmigo eso de las violaciones en los bosques.
Tenía algo de miedo de aquel enfermo, quería seguramente empotrarle contra una pared y hacerle cosas malas con charcos y miembros viriles. La respiración del moreno era agitada y pasaba las páginas de su libro rápidamente tratando de encontrar algo que le ayudase contra el monarca de los violadores del bosque. No le atraía lo más mínimo, además le daba repelús el pensar en aquel tipo tocándole lentamente. Negó varias veces intentando no traumatizarse, seguir a las personas no estaba bien, ese tipo estaba chalado loco y además parecía hambriento de sexo salvaje. Rápidamente le enseñó desde lejos su licencia de cazador para que no le confundiera con un enemigo, aunque si aquel tipo era un pirata o revolucionario, le daba igual mientras no le violara salvamente ni le mordiera la oreja. Le habló de nuevo mientras daba algunos pasos atrás notando ahora como sus pies entraban de nuevo en el rio al retroceder.
- Como puede ver solo soy un cazador, no pretendo nada salvo cazar a un mono demoníaco que me ha robado lo que yo más amaba en el mundo, una bolsa de patatas con sabor a jamón que me habían regalado. Como ve es un acto monstruoso y terrible, pero esa bestia me va venciendo. Pero se lo ruego no me viole señor, hay chicos jóvenes más apuestos, yo soy viejo y además solo soy un cangrejo.
De repente tras aquellas palabras, el castaño entrecerró su ojo desactivando el ojo cyborg también. Elevó las dos manos mientras hacia una especie de gesto con los dedos de sus manos que recordaban a las pinzas de un cangrejo abriéndose y cerrándose. Después de unos momentos de silencio sonrió de lado mientras hacia un ruido extraño con la boca y se metía poco a poco en el rio dirigiéndose hacia atrás. No tardó mucho en estar cubierto hasta el cuello, ahora observó al rubio feo y tras un sonido de cangrejo más, empezó a sumergirse a toda prisa. Una vez sumergido pudo ver al mono alado mirándole desde el fondo sonriéndole macabramente.
Maldijo su suerte y rápidamente salió a la superficie para respirar, miró al Okama rubio y tras una mirada seria, volvió a sumergirse. Esta vez salió nadando con toda su velocidad rio abajo, tratando como los desesperados de llegar al mar para poder librarse del ser que le había hecho la vida imposible. No le importaba dejar atrás al rarito, pero si le importaba que el mono no le cogiera o deberían luchar de nuevo y esta vez sería un combate de gran magnitud y dificultad. Aprovechando la corriente, el castaño seguía sumergido largándose rumbo al mar mientras mantenía la calma ante todo.
- Escucha yo tengo mujer, de modo que lo lamento mucho. Usted me parece buena persona pero es que no tengo intención de hacer nada con usted, sin embargo tengo unos colegas jóvenes y apuestos que quizás le interesen, pero no intente violarme señor, no va conmigo eso de las violaciones en los bosques.
Tenía algo de miedo de aquel enfermo, quería seguramente empotrarle contra una pared y hacerle cosas malas con charcos y miembros viriles. La respiración del moreno era agitada y pasaba las páginas de su libro rápidamente tratando de encontrar algo que le ayudase contra el monarca de los violadores del bosque. No le atraía lo más mínimo, además le daba repelús el pensar en aquel tipo tocándole lentamente. Negó varias veces intentando no traumatizarse, seguir a las personas no estaba bien, ese tipo estaba chalado loco y además parecía hambriento de sexo salvaje. Rápidamente le enseñó desde lejos su licencia de cazador para que no le confundiera con un enemigo, aunque si aquel tipo era un pirata o revolucionario, le daba igual mientras no le violara salvamente ni le mordiera la oreja. Le habló de nuevo mientras daba algunos pasos atrás notando ahora como sus pies entraban de nuevo en el rio al retroceder.
- Como puede ver solo soy un cazador, no pretendo nada salvo cazar a un mono demoníaco que me ha robado lo que yo más amaba en el mundo, una bolsa de patatas con sabor a jamón que me habían regalado. Como ve es un acto monstruoso y terrible, pero esa bestia me va venciendo. Pero se lo ruego no me viole señor, hay chicos jóvenes más apuestos, yo soy viejo y además solo soy un cangrejo.
De repente tras aquellas palabras, el castaño entrecerró su ojo desactivando el ojo cyborg también. Elevó las dos manos mientras hacia una especie de gesto con los dedos de sus manos que recordaban a las pinzas de un cangrejo abriéndose y cerrándose. Después de unos momentos de silencio sonrió de lado mientras hacia un ruido extraño con la boca y se metía poco a poco en el rio dirigiéndose hacia atrás. No tardó mucho en estar cubierto hasta el cuello, ahora observó al rubio feo y tras un sonido de cangrejo más, empezó a sumergirse a toda prisa. Una vez sumergido pudo ver al mono alado mirándole desde el fondo sonriéndole macabramente.
Maldijo su suerte y rápidamente salió a la superficie para respirar, miró al Okama rubio y tras una mirada seria, volvió a sumergirse. Esta vez salió nadando con toda su velocidad rio abajo, tratando como los desesperados de llegar al mar para poder librarse del ser que le había hecho la vida imposible. No le importaba dejar atrás al rarito, pero si le importaba que el mono no le cogiera o deberían luchar de nuevo y esta vez sería un combate de gran magnitud y dificultad. Aprovechando la corriente, el castaño seguía sumergido largándose rumbo al mar mientras mantenía la calma ante todo.
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El castaño continuaba nadando alejándose de allí, había conseguido ya alejarse, por lo que el ataque ni le había rozado. Mientras buceaba estaba pensando en la suerte que había tenido de huir de aquel Okama más feo que pegarle a un padre con un camión de calcetines sudados. Además su olor le resultaba repugnante, ese tío seguramente sería de los que no se duchaban en meses, el tufo que soportaba de aquella sustancia naranja era horrible. Sin embargo haberle dado un espadazo y haberlo dejado allí tirado habría sido muy sucio, por sus características estaba claro que era un usuario del tipo Logia. Solo tenía que meter su espada en el agua y pelear cerca de esta, o mojar las balas en agua y fusilarlo, había muchas maneras de cargarse a un Okama logia feo. Cuando el castaño se aburría solía ser así, sin embargo su verdadera faceta podía salir en cualquier momento. Ese momento estaba a punto de llegar, llegó enseguida a la orilla del mar y desde allí pudo ver el barco en el que había llegado. Empezó a caminar hasta él cuando un sonido se escuchó tras su espalda, el maldito mono de nuevo estaba allí.
- Esta bien monito, acabemos con esto de una vez por todas, ya se han acabado las tonterías entre tú y yo, he de admitir que ha sido divertido, pero se acabó aquí y ahora enano peludo.
La pelea estaba a punto de empezar, el castaño alzó una ceja mientras ahora metía la mano en el otro bolsillo largo de su pantalón. Esta vez no sacó su katana negra, iba a sacar su otra arma, una que le gustaba usar con rivales dignos y aquel mono se lo había ganado. Sacó con elegancia una larga katana plateada de buena calidad, larga y hecha totalmente de acero, el mango era blanco. El sonido del acero saliendo a la luz había sido precioso, el espadachín se quedó mirando al ser de patas de araña y alas de paloma. Conectó un rayo de Sol con la hoja para cegar al animal que enseguida se llevó las manos a los ojos tratando de cubrirse. Cuando aquel mamífero extraño apartó las mano, el castaño ya no estaba frente a sus ojos, era curioso pues notó algo presionar su cuello. El filo de la hoja de aquella preciosa arma de espadachín estaba rodeando la yugular del animal con precisión perfecta, el tipo del parche se mantuvo serio hasta que dejó escapar una pequeña sonrisa mientras ahora le susurraba al mono despacio y en un tono calmado.
- Tranquilo pequeño, tu derrota está clara, con eso me basta, pero no vuelvas a comerte las patatas de la gente, menos si son de sabor jamón. Ten mucho cuidado con ese Okama, podría violarte, aunque con esa cara de tonto a lo mejor se viola antes a sí mismo ¿No crees pequeño?
Dijo soltando una pequeña carcajada mientras ahora retiraba su hoja del cuello del animal y la guardaba en su bolsillo con elegancia. Se agachó estirando su mano y acariciando aquel ser en la cabeza, la batalla había finalizado y no había hecho falta usar la violencia para ganar. Aún le escocía el puñetazo del animal, pero lo dejó pasar, miró ahora al barco con una sonrisa y volvió a girarse mirando a su pequeño amigo que parecía arrepentido. De repente sonrió de nuevo y se agachó despacio acariciándole la cabeza, no parecía un mal animal y solo quería diversión. Tenía un buen plan, ese mono iba a ser su amigo, se lo iba a llevar consigo a sus viajes, de ese modo no se quedaría solo en la isla de los Okamas rubios pijos. Estaba claro que aquel chico era muy raro para el castaño, este ahora dirigió su mirada al horizonte mientras suspiraba despacio con el mono ahora en brazos. Este se escapó y se colocó en su hombro calmadamente, esto hizo que el castaño pegara un suspiro. A continuación se quedó mirando un plátano en una rama y lo cogió con una media sonrisa, mientras se dirigía al barco comenzó a pelarlo despacio mientras silbaba, el mono miraba atento.
- Esta bien monito, acabemos con esto de una vez por todas, ya se han acabado las tonterías entre tú y yo, he de admitir que ha sido divertido, pero se acabó aquí y ahora enano peludo.
La pelea estaba a punto de empezar, el castaño alzó una ceja mientras ahora metía la mano en el otro bolsillo largo de su pantalón. Esta vez no sacó su katana negra, iba a sacar su otra arma, una que le gustaba usar con rivales dignos y aquel mono se lo había ganado. Sacó con elegancia una larga katana plateada de buena calidad, larga y hecha totalmente de acero, el mango era blanco. El sonido del acero saliendo a la luz había sido precioso, el espadachín se quedó mirando al ser de patas de araña y alas de paloma. Conectó un rayo de Sol con la hoja para cegar al animal que enseguida se llevó las manos a los ojos tratando de cubrirse. Cuando aquel mamífero extraño apartó las mano, el castaño ya no estaba frente a sus ojos, era curioso pues notó algo presionar su cuello. El filo de la hoja de aquella preciosa arma de espadachín estaba rodeando la yugular del animal con precisión perfecta, el tipo del parche se mantuvo serio hasta que dejó escapar una pequeña sonrisa mientras ahora le susurraba al mono despacio y en un tono calmado.
- Tranquilo pequeño, tu derrota está clara, con eso me basta, pero no vuelvas a comerte las patatas de la gente, menos si son de sabor jamón. Ten mucho cuidado con ese Okama, podría violarte, aunque con esa cara de tonto a lo mejor se viola antes a sí mismo ¿No crees pequeño?
Dijo soltando una pequeña carcajada mientras ahora retiraba su hoja del cuello del animal y la guardaba en su bolsillo con elegancia. Se agachó estirando su mano y acariciando aquel ser en la cabeza, la batalla había finalizado y no había hecho falta usar la violencia para ganar. Aún le escocía el puñetazo del animal, pero lo dejó pasar, miró ahora al barco con una sonrisa y volvió a girarse mirando a su pequeño amigo que parecía arrepentido. De repente sonrió de nuevo y se agachó despacio acariciándole la cabeza, no parecía un mal animal y solo quería diversión. Tenía un buen plan, ese mono iba a ser su amigo, se lo iba a llevar consigo a sus viajes, de ese modo no se quedaría solo en la isla de los Okamas rubios pijos. Estaba claro que aquel chico era muy raro para el castaño, este ahora dirigió su mirada al horizonte mientras suspiraba despacio con el mono ahora en brazos. Este se escapó y se colocó en su hombro calmadamente, esto hizo que el castaño pegara un suspiro. A continuación se quedó mirando un plátano en una rama y lo cogió con una media sonrisa, mientras se dirigía al barco comenzó a pelarlo despacio mientras silbaba, el mono miraba atento.
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Finalmente terminó de pelar el plátano y sonrió de lado de forma calmada, abrió la boca felizmente para morderlo cuando el puto mono le metió un puñetazo en la cabeza tirándolo al suelo. El cazador se quejó rodando por el suelo y quejándose de dolor mientras al animal cogía el plátano del suelo y le quitaba la arena para después comérselo felizmente. El tipo del parche se levantó enfurecido mientras una venita palpitaba en su frente mirando al modo, el mamífero se rio y salió corriendo rumbo al barco. Ese maldito debía pagar por lo que había hecho, sin embargo su velocidad era impresionante y ahora estaría en la cubierta seguramente. Este suspiró y notó como algo caía al suelo, parecía ser el melón que le había dado el capitán, este suspiró abriéndolo lentamente mientras caminaba al barco. Lo olió un poco y decidió abrirlo, una vez lo hizo, pudo ver que su contenido era de color rojo. Era muy extraño ver un melón de color rojo, sin embargo dejó de pensárselo y tomó un trozo mordiéndolo. Empezó a masticar cuando de repente sin pensárselo ni un segundo, pegó el mayor escupitajo que había pegado en toda su vida hacia un lado. Ya era tarde y se lo había tragado todo.
- Joder que asco, esa cosa sabía horrible, no volveré a comerme una fruta de un capitán de barco en mi vida.
Dijo tirando el resto del melón al suelo sin fijarse que este se convertía en arena, se había comido una fruta del diablo. No sabía nada de que lo era, pero ya se llevaría la sorpresa más adelante. Ahora solo quería llegar al barco para coger al mono por haberle golpeado de nuevo. Recorrió los metros que le faltaban hasta llegar al barco y subir lentamente, allí pudo ver al animal subido al mástil haciéndole burla, no podía atraparle allí arriba. Ahora el capitán apareció por una de las puertas con una sonrisa calmada y tranquila mientras silbaba alegremente. Al verle se acercó a él comenzando a hablarle de forma amable y amistosa como de costumbre hacía aquel hombre con todo el mundo.
- Has llegado justo a tiempo, estábamos a punto de ir a buscarte amigo, debemos de zarpar de estas aguas y largarnos de aquí cuanto antes. Hay muchos sitios que recorrer y muy poco tiempo muchacho, te lo digo yo.
Dijo con amabilidad aquel hombre mientras soltaba una sonora carcajada, el resto de los hombres ya estaban dentro de la sala jugando a las cartas. El castaño sonrió tranquilamente notando como el Sol secaba el resto de su cuerpo y sus cabellos debido al agua. Lo que no sabía, era que no se iba a poder bañar en mitad del mar ni de ríos nunca más. Se dirigió tranquilamente a la sala con los demás y se sentó en una silla observando al momo ahora mirándole a través de la ventana con cara de psicópata, el animal realmente daba miedo. Empezaron a repartir las cartas calmadamente mientras reía y demás, el hombre dejó de preocuparse y se centró en el juego. De repente miró un vaso de agua de uno de los hermanos, concretamente del pelirrojo. Se quedó mirándolo fijamente y este empezó a levitar unos centímetros. La reacción del cazador fue echarse hacia atrás impresionado. Poco a poco el vaso bajó a su sitio y nadie se dio cuenta.
Debía calmarse, estaba teniendo quizás algunas alucinaciones, por ese motivo se levantó despidiéndose de los demás diciendo que iba a dormir. Todos le desearon las buenas noches y el espadachín se largó al camarote que le habían dejado. Había una enorme cama y varias estanterías con libros, todo sobre pesca, además de una lámpara y una ventana que daba al mar. Se quitó las katanas y las dejó sobre una mesita que había en el centro, además dejó las pistolas también y el mechero que se había ganado. Se tumbó en la cama de forma calmada cerrando sus ojos pensando en el agotador día. De repente por la ventana entró el maldito mono, este se le tumbó al lado y cerró los ojos, el castaño sonrió de lado y se tumbó y durmió también.
- Joder que asco, esa cosa sabía horrible, no volveré a comerme una fruta de un capitán de barco en mi vida.
Dijo tirando el resto del melón al suelo sin fijarse que este se convertía en arena, se había comido una fruta del diablo. No sabía nada de que lo era, pero ya se llevaría la sorpresa más adelante. Ahora solo quería llegar al barco para coger al mono por haberle golpeado de nuevo. Recorrió los metros que le faltaban hasta llegar al barco y subir lentamente, allí pudo ver al animal subido al mástil haciéndole burla, no podía atraparle allí arriba. Ahora el capitán apareció por una de las puertas con una sonrisa calmada y tranquila mientras silbaba alegremente. Al verle se acercó a él comenzando a hablarle de forma amable y amistosa como de costumbre hacía aquel hombre con todo el mundo.
- Has llegado justo a tiempo, estábamos a punto de ir a buscarte amigo, debemos de zarpar de estas aguas y largarnos de aquí cuanto antes. Hay muchos sitios que recorrer y muy poco tiempo muchacho, te lo digo yo.
Dijo con amabilidad aquel hombre mientras soltaba una sonora carcajada, el resto de los hombres ya estaban dentro de la sala jugando a las cartas. El castaño sonrió tranquilamente notando como el Sol secaba el resto de su cuerpo y sus cabellos debido al agua. Lo que no sabía, era que no se iba a poder bañar en mitad del mar ni de ríos nunca más. Se dirigió tranquilamente a la sala con los demás y se sentó en una silla observando al momo ahora mirándole a través de la ventana con cara de psicópata, el animal realmente daba miedo. Empezaron a repartir las cartas calmadamente mientras reía y demás, el hombre dejó de preocuparse y se centró en el juego. De repente miró un vaso de agua de uno de los hermanos, concretamente del pelirrojo. Se quedó mirándolo fijamente y este empezó a levitar unos centímetros. La reacción del cazador fue echarse hacia atrás impresionado. Poco a poco el vaso bajó a su sitio y nadie se dio cuenta.
Debía calmarse, estaba teniendo quizás algunas alucinaciones, por ese motivo se levantó despidiéndose de los demás diciendo que iba a dormir. Todos le desearon las buenas noches y el espadachín se largó al camarote que le habían dejado. Había una enorme cama y varias estanterías con libros, todo sobre pesca, además de una lámpara y una ventana que daba al mar. Se quitó las katanas y las dejó sobre una mesita que había en el centro, además dejó las pistolas también y el mechero que se había ganado. Se tumbó en la cama de forma calmada cerrando sus ojos pensando en el agotador día. De repente por la ventana entró el maldito mono, este se le tumbó al lado y cerró los ojos, el castaño sonrió de lado y se tumbó y durmió también.
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